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Las mentes curiosas fantaseaban entre las sabanas

en Grandes Relatos

 

LAS MENTES CURIOSAS QUE

FANTASEABAN ENTRE LAS SABANAS

 

 

 

 

CAPÍTULO 1

INICIANDO EL JUEGO

 

 

  

 

Elizabeth descansaba sobre la cama, solo llevaba un pequeño tanga ajustado como cubierta de todo su cuerpo, dado el calor que se había apoderado de la casa aquel día.

Aunque aún había mucha luz solar, la habitación se encontraba en una leve penumbra iluminada solo por los rayos de luz que lograban pasar entre las rendijas superiores de la persiana de una única gran ventana del cuarto. La luz, recorría sinuosamente las curvas del pequeño cuerpo de Elizabeth, subía por sus largas y preciosas piernas hasta enredarse en la redondez de sus glúteos, para terminar subiendo entre sus suaves pechos, de tamaño perfecto, e iluminar levemente su cara de ángel.

 

Sin duda era una imagen que, por necesidad, haría subir la excitación de su novio Jaime en cuanto la viera.

Nada más verla, Jaime se acercó lentamente, admirándola a cada paca paso, por su mente no dejaban de pasas tantos y tantos morbos y deseos que solo un cuerpo como el de Elizabeth podía provocar. Le costaba alargar la mano en dirección a su chica, sin que esta temblara, y es que, a veces, sentía que su monstruo interior quería desgarrarlo por dentro para apoderarse del cuerpo tan deseable que tenía ante sus ojos.

 

Jaime comenzó a acariciar las piernas de Elizabeth, esta se encogió delicadamente al sentir el tacto de sus manos, mientras, Jaime se acomodaba en la cama colocándose entre sus piernas. Era necesaria la lentitud precisa para no despertar a Elizabeth, pero esa misma lentitud provocaba un leve cosquilleo en el cuerpo dormido de esta, que impedía a su particular hombre del saco, moverse con soltura.

 

El juego se hacía frustrante a la vez que inElizabethnte para Jaime, la dificultad de acercarse a la miel entre las piernas, solo causaba mayor provocación en él.

El joven, paró un momento y recapacitó la situación. mientras pensaba, giró la cabeza hacia el armario de la habitación y de repente su mente sucia salió a la luz.

Con mucho sigilo recogió varias medias del interior de una bolsa, luego se dispuso a atarlas con cautela, a los tobillos y muñecas de Elizabeth, por último vendó sus ojos con la media más opaca que pudo encontrar.

Poniendo un poco de paciencia, logró unir las medias de muñecas y manos por debajo de la cama, con lo cual solo tenía que tirar de un cabo para que todas las extremidades se quedaran abiertas sin titubeos.

El juego había crecido sensiblemente. Jaime paseó su lengua por las piernas de Elizabeth, desde los pies a las rodillas, de estas a los muslos, y desde allí hasta el pequeño tanga que parecía humedecido por arte de magia.

Con una de las manos, Jaime mantenía tensas las medias, mientras que con la otra, separaba la cortinilla que lo separaba de su deseo, y así poder hundir su lengua en el elixir del sexo de su amada.

El placer de saborear el interior de Elizabeth no tenía precio, así que no pudo detener los lametazos, que cada vez eran más y más intensos.

 

Elizabeth comenzó a despertar.

 

Una húmeda sensación, se abría paso entre las piernas de Elizabeth, esto hizo que se retorciera con un leve placer nada más despertar. Pero aún, no había caído en la cuenta de lo que estaba pasando. Intentó abrir los ojos, pero todo estaba negro, y cuando hizo lo propio con manos y piernas, se dio cuenta de que estaba inmovilizada por completo.

Justo a la vez, se produjeron dos sentimientos de la misma intensidad, en el interior de su ser, un miedo atroz y un morbo completamente desconocido.

Elizabeth, aún algo adormecida, podía imaginar perfectamente a Jaime entre sus piernas, sabía como se movía esa lengua en sus labios inferiores, era inconfundible y le encantaba. Pero lo furtivo del acto, la forma en que se había visto obligada a dejarse hacer sin remedio, hacía que la lengua de Jaime aún le supiera mejor.

Era evidente que Elizabeth ya no dormía, su cuerpo se retorcía como la sombra de un gato proyectada por el fuego. Leves gemidos salían de su boca, pero ninguna palabra, solo placer. Las piernas le temblaban y luchaban contra sus correas sin remedio, lo cual provocaba una excitación mayor en Jaime, por sentir esos muslos en su cara. Sin previo aviso, Jaime se vio obligado a agarrar con fuerza el tanga y tirar de él, ya no podía aguantar más tener que usar una malo solo para sostenerlo, así que lo arrancó con un chasquido seco, que a Elizabeth le supo a gloria. Jaime enredo las medias de las ataduras a su pierna derecha, para mantenerlas tensas, y así dejar de paso las dos manos libres.

Las manos del joven comenzaron a recorrer el cuerpo de Elizabeth como si de serpientes furiosas se trataran. Querían tocar todo, querían acariciar cada rincón de su piel. La cabeza de Jaime no dejaba de pensar que le faltaban más brazos, más lenguas, más de todo para poder aprovechar semejante cuerpo. Por su parte, a Elizabeth le parecía que ya tuviera manos de más, aunque un par más no le hubieran molestado lo más mínimo.

 

El orgasmo estaba llamando a la entrepierna de Elizabeth, mientras que la de Jaime estaba dura como una roca, y goteando sobre la cama. Elizabeth quería esa cola dentro, pero sabía que estaba sometida y que debería esperar a si Jaime quería permitirle que la sintiera.

 

Los jugos de Elizabeth bajaban como cataratas por la garganta de su captor, este sabía que era el momento adecuado. Con un rápido y ágil movimiento, Jaime subió su cuerpo por el de su presa, lamiendo desde unos labios a los otros, para terminar hundiendo su miembro en los primeros.

Al sentir la polla palpitante dentro de ella, Elizabeth tuvo un pequeño orgasmo, que le abrió el apetito de uno mucho mayor. Su chico movía sus caderas rítmicamente y con firmeza, dando cada vez más energía al empuje, y más velocidad a la salida.

Ambos se besaban, mordían y deseaban como si llevaran siglos sin tocarse, y la intensidad subía y subía, dejando marcas de uñas y dientes en sus cuerpos.

Elizabeth estaba a punto de romper en orgasmo, pero aguantaba para sentir como la cola de su pareja explotaba en su interior. Jaime podía notarlo, y deseaba lo mismo. Soltó las ataduras de Elizabeth y la hizo girar, quedando esta boca abajo, sin quitarle la venda de los ojos, puso una de las medias al rededor de su cuello, y tiró hacia atrás como si de una correa de caballo se tratara.

Elizabeth se ahogaba en el placer, la falta de visión hacía que se centrara aún más en las sensaciones, en cada centímetro que la penetraba, y en cada torta que recibía en su precioso culo. Jaime la clavó con todas sus fuerzas una última vez antes de estallar, y Elizabeth sintió como la leche que tanto ansiaba la rellenaba por completo hasta rebosar.

Ambos se fundieron en un orgasmo para caer rendidos en la cama, abrazados, y exhaustos.

 

El sueño se apoderó de sus cuerpos, y durante un rato perdieron la consciencia.

 

Al despertar, ambos se miraron, sin saber muy bien si todo había sido real o un sueño, pero las marcas y las medias aún atadas al cuerpo de Elizabeth, delataban la verdad.

Elizabeth suspiró –No sé que me has hecho, pero quiero siempre así –. Jaime la miró y con una leve sonrisa de media boca, respondió –Es que hoy se me ha escapado el lado malo, no lo he podido evitar, a veces te deseo demasiado –.

Elizabeth también sonrió, pero con una sonrisa mucho más pícara, –Yo me dejo hacer lo que tú quieras... Si me haces cosas así, no me importa que te salga el lado malo.

Jaime miró al techo riendo, –No sabes lo que dices, mi lado malo es muy malo y perverso, soy demasiado pervertido bonita. Te asustarías de las cosas que llegaría a hacerte si me dejaras.

–Prueba, – interrumpió Elizabeth con ansia, –tú prueba, a lo mejor me gusta... –.

Jaime miró de nuevo a Elizabeth, –De verdad, no sabes de lo que hablas, tú no querrías eso... –.

Entonces, fue Elizabeth la que miró al techo, y respondió con tono morboso, –A lo mejor sí, si es contigo y tan bueno como hoy, me dejo hacer lo que quieras... –.

Los ojos de Jaime se clavaron en Elizabeth con una mirada de malicia, –Estás segura qué quieres eso, ¿Te atreves a dejarme hacer? –.

Elizabeth le miró fijamente a los ojos y contestó, – Sí –.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CAPÍTULO 2

QUIERO MÁS

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Había pasado un mes desde la tórrida sesión de sexo entre Elizabeth y Jaime, durante ese tiempo el sexo había sido tan apasionado como siempre, pero sin llegar a ser más duro o extraño. Por la cabeza de los dos pasaba a menudo ese polvo tan intenso que habían mantenido y todo el morbo que trajo con sí. Durante el sexo a veces lo mencionaban pero levemente, hasta que Elizabeth terminó insistiendo en la petición que hizo un mes atrás.

–Bueno, no me dijiste que me ibas a hacer más cosas como las del día aquel... – Replicó a Jaime.

–¿Quién te ha dicho que no te este preparando alguna? A lo mejor solo esperaba a que me lo pidieras de nuevo para poner todo a punto.

 

A Elizabeth se le escapó una sonrisilla al oír esto, algo en su interior estaba ansioso por saber que podría esconder la mente sucia de su novio, y por el momento, quería arriesgarse a probarlo.

 

Pasaron unos días más, pero ahora la caja de Pandora se abrió con la frase de Elizabeth, si bien la mente de Jaime ya se andaba traviesa siempre, ahora estaba disparada. Había tanto por hacer que no terminaba de decidirse a por donde empezar, no debía ir demasiado lejos, pero tampoco quedarse corto, le había abierto una pequeña puerta y ahora quería aprovechar la oportunidad y abrir tantas otras como quisiera. Y, al fin, dio con la segunda parte perfecta.

 

Elizabeth llevaba horario de tarde en el trabajo, Jaime siempre que salía a esa hora iba a recogerla, pero aquel día no estaba en la puerta, tampoco contestaba a los mensajes que Elizabeth le mandaba, así que esta decidió ir sola a casa.

 

Al llegar a casa, estaba la puerta cerrada con doble llave, era extraño, tampoco se oía ladrar a Toby, el perrito de la pareja. –¿Dónde estará Jaime? – Se preguntó a si misma, a lo que se respondió que habría ido a pasear al perro.

Soltó el bolso en la habitación chica de la casa, y luego abrió la puerta de la habitación grande, donde dormía.

Su sorpresa fue instantánea, la habitación estaba llena de velas, que llenaban a la estancia de una cálida luz. Sobre la cama había un corset con liguero, unas medias, y un pequeño tanga transparente, junto a la cama unas botas de tacón. Todo esto se acompañaba de una nota sobre el corset, – Ponte esta ropa y ve al salón.

Elizabeth rápidamente se cambió de ropa y se puso el conjunto que había sobre la cama, salió dirección al salón no sin antes parar un momento a maquillarse un poco.

Al abrir la puerta del salón todo estaba a oscuras.

–No enciendas la luz – dijo Jaime desde la oscuridad.

Elizabeth asintió con la cabeza.

La televisión se encendió de repente, en ella aparecía la imagen de Elizabeth en directo, a través de infrarojos. La luz de la pantalla iluminó levemente la habitación. Elizabeth pudo vislumbrar la silueta de Jaime, recostado en el sofá con una cámara de video, en su trípode, al lado.

Comenzó a sonar I Feel You de Depeche Mode, la cámara se redirigió hacia Elizabeth centrándose en sus caderas.

–Baila para mí – dijo Jaime.

Elizabeth soltó una leve risa –Me da vergüenza– añadió.

–Shhh, hazlo y no digas nada.– interrumpió Jaime.

Elizabeth decidió participar en el juego, y empezó a mover su pelvis con ritmo sinuoso.

La cámara recorría la silueta de Elizabeth mientras ejecutaba su morboso baile, la poca luz que desprendía la pantalla permitía a Elizabeth ver que Jaime se acariciaba con una mano mientras la miraba, lo cual hizo que su excitación empezara a ser más evidente.

–Ahora quitate el tanga, pero no dejes de bailar.

Elizabeth, más metida en situación, se movía acariciando su cuerpo con las manos, y con estas mismas caricias, bajo sus dedos desde sus pechos, hasta su cintura y por último a la cadera, donde encontró las gomas laterales de su ropa interior. Deslizó sus dedos bajo estas, y suavemente las empujó mientras movía las caderas como si cabalgara al mismo diablo. El tanga calló al suelo y Elizabeth sacó un pie de él y con el otro lo lanzó de una patada hacia Jaime, este lo tomó entre sus manos y aspiró su aroma con fuerza.

–Tocate...

Elizabeth volvió a acariciar su cuerpo con la mano derecha, esta vez en sentido ascendente, pasándola sobre su tripa, entre los pechos, hasta meter los dedos en su boca y humedecerlos bien con saliva. Después la mano hizo el recorrido opuesto, pero bajando un poco más, donde tuvo su inicio un placentero masaje.

–Mmmm...– Elizabeth gemía suavemente, mientras veía la imagen de sus dedos acariciando su sexo, y ocupaba su otra mano en agarrar con fuerza sus pechos.

–Juega un poco con lo que te he dejado en la mesa– sugirió su chico.

Elizabeth se dio cuenta, que su gran vibrador había estado todo el tiempo allí, aunque no se había percatado, lo cogió sin dilación y lo puso en marcha. En cuanto la vibración tocó su clítoris le fallaron las piernas, estaba muy excitada, demasiado para poder aguantar mucho así, solo deseaba correrse.

Frotaba el gran consolador contra su entrepierna, lo agarraba con las dos manos para provocar mayor fricción, sus gemidos iban en aumento y sin previsión de agotarse.

–¡Para!– gritó Jaime, pero Elizabeth estaba abstraída y no podía detenerse, –¡Para!– insistió, pero sin resultado.

Jaime se levantó de un salto y se acercó a su chica, le arrebato el consolador y la lanzó sobre el sofá, abrió sus piernas con fuerza y clavo la lengua en el interior de su ser.

–No, no,– dijo Elizabeth, –necesito tu cola, follame, ¡Follame!–.

Jaime sorbió con ganas para llevarse el sabor de Elizabeth en la boca, y se colocó en posición para entrar en ella. Sacó el culo de Elizabeth fuera del asiento, y el se metió en ella con fuerzas, –¡Ahh!– grito Elizabeth, pero él no podía parar, también estaba muy excitado después de haberla observado tanto rato. Embistió con fuerza una y otra vez, mientras Elizabeth tocaba su clítoris y arañaba la espalda de Jaime. Este comenzó a morder el cuello de ella, a lamer sus pechos, y estrujar sus nalgas, de nuevo le faltaban manos, bocas y pollas para hacerle todo lo que quería.

Elizabeth estaba muy excitada, pero algo nerviosa con tanto juego, le costaba concentrarse, pero Jaime guardaba un as en la manga para que ella tampoco olvidara esa noche.

Jaime se levantó y giró la cámara hacia ellos, luego agarró a Elizabeth de los pelos y la puso de rodillas para que le chupara la cola, mientras ajustó el zoom de la cámara para que cogiera a Elizabeth por completo. Entonces, se colocó detrás de ella, se agachó y la inclinó hacia delante dejando su cabeza reposar en el sofá y mirando hacia la televisión.

Jaime cogió algo de entre las sombras que ella no logró ver, pero pronto sintió que era algún lubricante aromático y caliente, como podía notar su pequeño ano. Jaime masajeó un poco la entrada trasera y luego la lamió, mientras metía un dedo en el chichi de Elizabeth, que estaba indecisa con lo que sabía que iba a venir, pero que a su vez lo deseaba con muchísimas ganas.

Jaime colocó su cola en el, ya relajado, culito, y la empezó a apretar suavemente hasta que se abrió paso. Luego los movimientos comenzaron a ganar intensidad y fuerza. Elizabeth sentía que se iba a romper, pero el placer era indescriptible. Miraba a la pantalla y veía lo que le hacía su novio, el morbo podía con ella, pero sabía que si se tocaba solo un poco no aguantaría ni un segundo. Jaime le agarró los pechos, mientras la penetraba y mordía su cuello, eso ya fue demasiado para ella y tuvo que dejar sus manos libres para darse placer. Unos segundos tocándose, sintiendo la cola entrar y salir de ella, el aliento de Jaime en su cuello, y sus manos apretando sus pechos y... ambos se fundieron en un gran orgasmo llenos de gemidos y alaridos.

Cayeron agotados sobre la alfombra. Elizabeth se echó en el pecho de Jaime.

–Joder, quiero así siempre, me ha encantado.– dijo plenamente satisfecha.

–Entonces, ¿Te gusta cuando me pongo pervertido? – preguntó él. –Me encanta, me encanta, tienes que hacerme más cosas de estas, quiero más.– respondió ella.

Jaime pensó durante un segundo, –¿Más así, o más pero avanzando en perversión? –.

Elizabeth casi sin dejarlo terminar dijo, –Quiero que me hagas lo que tu quieras, me encanta todo lo que me haces.

–Respuesta invalida.– contestó, –¿Más igual o más pervertido? Tienes que decidir tú.

Elizabeth le mordió el labio intentando contenerse, pero las palabras se escaparon solas. –Más pervertido.–

Jaime la abrazó con fuerza, –Así será, que tengo aún para rato.– Elizabeth se encogió al oír esto, –Me das miedo, no se si me voy a arrepentir.– dijo riendo.

–¿Quién sabe? A lo mejor es demasiado para ti, con que lo digas pararé.– La boca de Elizabeth se abrió sin pensar –¡No!– soltó con fuerza, provocando una risotada de Jaime. Ella se avergonzó unos segundos, pero prosiguió, –No pares, que me gusta, quiero que me enseñes y me hagas guarradas de las tuyas, que quiero ser la chica que te llene por completo y disfrutar contigo siempre.– Jaime sonrió y abrazó con fuerza a su novia, –Ya me llenas por completo y disfruto contigo a más no poder tonta, con esto solo quiero darte más placer del que hayas imaginado nunca.– Elizabeth se abrazó a él también con fuerza, –Eso quiero, siempre, eso contigo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CAPÍTULO 3

EMPEZANDO A JUGAR EN SERIO

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Elizabeth aún no sabía como había llegado a esa situación. Quizás se precipitó diciendo a Jaime que quería que dejara a su pervertido interior suelto, pero ahora era tarde. El sexo había sido más intenso; más juegos, más agresividad y pasión; no, no quería renunciar a eso, le estaba gustando cada día más, y cada vez tenía más ganas de llegar a casa para echar un buen polvo con su novio, ella también se estaba volviendo un poco adicta, así que bueno, no iba a echarse atrás en cuanto algo le asustara un poco.

Allí estaba ella, en mitad del parque con gente patinando al rededor, niños jugando, familias en bicicleta, y ella tan solo con un abrigo largo sobre su cuerpo desnudo; bueno, la desnudez tampoco era completa, Jaime le había hecho ponerse liguero, medias y botas de tacón de nuevo.

 

Las piernas de Elizabeth no dejaban de temblar por los nervios. Una extraña sensación entre vergüenza y morbo, recorría su estómago y subía y bajaba por el resto de su cuerpo. Todo el tiempo, pensaba que cada una de las personas que pasaban cerca de ella se daban cuenta de que iba desnuda, si alguien pasaba demasiado cerca el corazón se le ponía a mil por hora. Quizás se tranquilizaría al ver a su novio, y es que, ella había ido sola hasta allí, era el punto de encuentro al que la mandaba las instrucciones que había recibido en su móvil. Que haría al verlo... ¿Matarlo o seguirle el juego...?

Un grupo de chicos y chicas de veinti tantos, pasó muy cerca de ella, y más de uno y una la miró de arriba abajo con ojos de deseo. Ella no solía reparar en que nadie la mirara, pero ahora no dejaba de pensar en ello y estaba más atenta, así que pudo ver ese deseo en todos los ojos, con la creencia de que sabían lo que había bajo ese abrigo y deseaban verlo por completo. Su entrepierna comenzó a humedecerse notablemente.

 

Al fin, vibró el móvil que no dejaba de sostener en su mano.

–Te veo.– Era el único texto que aparecía en la pantalla. Rápidamente Elizabeth contestó en mensaje, –¿Dónde estás?–.

Un nuevo mensaje llegó a su móvil, –No seas impaciente, tú solo sigue las instrucciones.

Elizabeth estaba muy nerviosa, sentía demasiadas cosas a la vez y necesitaba algo de calma, –Dime dónde estas, que me da vergüenza.–, escribió mordiéndose el labio inferior. Jaime contestó rotundo, –Sigue el juego, no abandones ahora.–. Elizabeth quedó pensativa al leer esto cuando otro mensaje llegó, –Venga... si sabes que tienes mas morbo que vergüenza... juega!–. Al leer esto los nervios de Elizabeth crecieron, pero también su excitación, quería ver donde llevaba todo, –Ok.– contestó.

 

–Sigue andando y ve hasta las escaleras del parque, cuando llegues sube hasta arriba.– Rezaba el siguiente mensaje. Elizabeth obedeció, siguió andando hasta unas largas escalinatas, divididas en varios tramos y descansillos, que daban a una zona más elevada del parque. Una vez allí comenzó a subir. Con el movimiento ascendente, el abrigo se abría resbalando por las hermosas piernas de la chica, esta se agarró los bajos cerrándolos en cuanto se dio cuenta, y siguió subiendo aún más avergonzada.

Acababa de pasar el segundo descansillo, el cual era como un pequeño balcón, cuando llegó un nuevo mensaje. –Parate, da media vuelta y baja hasta el descansillo, asomate e intenta encontrarme desde allí.– Elizabeth hizo caso, se volteó y comenzó a bajar los escalones de más, con esto aún se le habría más el abrigo, le costaba taparse y más bajando con tacones, inevitablemente se llegaba a ver varias veces sus piernas hasta los muslos, donde terminaba la media y comenzaba el liguero. Bajó lo más a prisa que pudo para que nadie se diera cuenta, pero más de una mirada furtiva recorrió su anatomía, Elizabeth lo notó, pero curiosamente, esta vez había más morbo que vergüenza.

Al llegar al descansillo, Elizabeth se asomó desde la baranda, esta la tapaba un poco, con lo cual estaba menos cohibida.

–Abre un poco el abrigo y las piernas, que estas demasiado bonita para que te escondas.– decía el siguiente texto.

Elizabeth se sorprendió y en principio pensó en negarse, pero la baranda la tapaba, no había peligro, así que cumplió la petición.

Un nuevo mensaje llegó mientras buscaba a su novio a vista de pájaro, –Nadie que esté cerca de ti ahora nota que estas desnuda, pero se intuye en la lejanía, y cualquiera a la suficiente distancia estará extasiado mirándote.– Al lee esto, Elizabeth se puso muy colorada, y se tapo apresuradamente, su corazón volvió a acelerarse a mil pulsaciones por segundo.

Un nuevo mensaje llegó casi a la vez, –Tranquila, el sol empieza a bajar, y es hora de que tú subas hasta arriba. Muchos ojos te han mirado y deseado sin poder ponerte rostro, es hora de que los míos te gocen también.–. Elizabeth se relajó un poco y volvió a subir, estaba enfadada, tantas personas podían haberla visto, tantos ojos, ansiosos, desnudandola por completo, se sentía deseada, ella que siempre se negaba que la miraran, ahora se sentía el centro del mundo, empezaba a ver que toda persona a su al rededor querría mirarla sin el abrigo, tocarla, gozarla.

Al llegar arriba, Elizabeth había bajado los humos del enfado con una buena dosis de humedad en sus bajos. Miró al frente y allí estaba Jaime, sentado en un banco, él si estaba totalmente vestido, y también llevaba un abrigo negro largo. Justo antes de ir hacia él, este le hizo un gesto para que se detuviera. Un nuevo mensaje llegó. –Siéntate en el banco frente al mío.–. Elizabeth se sentó en el banco indicado, eran los únicos ocupantes de sus respectivos bancos.

Jaime miraba deseoso a Elizabeth mientras esta esperaba nuevas instrucciones. Estaban en una pequeña zona separada del parque en si mismo, y dada la hora que era no pasaba a penas nadie.

–Enseñame las piernas.– decía el primer mensaje, Elizabeth apartó un poco el abrigo y dejó ver sus piernas hasta el final de las medias. –Mmmm... Enseñame un poco más... Deja que vea todo.– al leer esto, Elizabeth miró a un lado y otro, asegurándose que en ese momento no había nadie ni iba a pasar, entonces abrió las piernas y dejo ver su sexo a Jaime, este, tocó su paquete y comenzó a acariciarlo por encima del pantalón. –Tócate.– Pidió en el siguiente mensaje, no pasaba nadie, así que Elizabeth hizo caso y, tras humedecer sus dedos con saliva, comenzó a acariciarse.

La atención de Elizabeth estaba dispersa, si bien era cierto que la situación le había llevado a un notable grado de excitación, también le había llevado a estar insegura y temerosa de ser descubierta, lo cual hacía que sintiera impotencia al no disfrutar de los movimientos de su mano plenamente, Jaime lo podía ver en su cara, así que tenía que hacer que se relajara.

–Toca también tus pechos, enseñámelos, y deja el móvil junto a tus piernas para que puedas leer sin dejar de tocarte.– En un principio Elizabeth pensó que con esto aún se sentiría más incomoda, pero mientras comenzaba a tocar sus pechos y clítoris de forma simultanea, miraba el móvil esperando más frases de su novio, sin darse cuenta por unos segundos de que estaba en mitad de la calle.

–Mirame.– Elizabeth miró a Jaime, este parecía tener la cola fuera del pantalón, aunque la poca que había luz no dejaba que viera completamente si era así o no. Se sintió un poco cortada al verlo, pero le excitaba que se tocara mirándola, aunque quizás a penas la viera, y eso hizo que se relajara, tal vez a penas la viera, así que nadie la vería con una simple mirada, estaban solos, no había peligro.

Ambos siguieron tocándose a si mismos, y mirándose el uno al otro, Elizabeth miraba el móvil aún, todavía la desinhibición no había llegado por completo.

–Coge los auriculares del móvil, espero que no los hayas olvidado...– Elizabeth los saco del bolsillo de su abrigo y se los puso, justo en ese momento sonó una llamada de Jaime, descolgó.

–Estás preciosa, me estas volviendo loco, me cuesta controlarme para no ir allí a follarte. Deja el móvil a tu lado y tócate para mí, quiero verte.– Elizabeth, sin decir nada, hizo lo que él le pedía, empezó a tocarse de nuevo pechos y chochito, mientras Jaime seguía hablándole. –Chupate los dedos, saborea tu chichi como me gustaría a mi hacerlo.– La chica se metió los dedos en la boca poniendo cara de guarra mientras miraba a su chico, luego la bajó de nuevo y siguió tocándose.

Jaime sonrió, –Ahora quiero que cierres los ojos, solo concentrate en ti, tranquila nadie te ve, está oscuro, déjate llevar.– Elizabeth hizo lo propio, respiraba profundamente mientras se acariciaba sin parar, empezaba a estar muy abstraída y disfrutaba más de sus dedos. –Sigue así, sigue tocándote, nadie te ve, pero daría igual porque estas preciosa, quien te viera solo podría desearte porque estoy aquí para protegerte. Imagina que todos esos ojos del parque te vieran así, seguro que lo desearían más que nada, estarían todos expectantes a tu alrededor, deseando tocarte pero sin poder acercarse porque yo estoy aquí, mientras tu sientes su deseo, sientes como todos te desean.–

Elizabeth se excitaba más y más oyendo la palabras de Jaime, y realmente estaba recordando todas esas miradas del parque, esos ojos traviesos que la miraban, que la habían hecho sentir más deseada que cualquier otra chica en ese lugar ese día o el que fuera. Jaime notaba como Elizabeth se iba a otro mundo, y quería que excitarla aún más, –¿Quién sabe? Quizás algunos de esos ojos te estén espiando ahora, escondidos, sin que lo sepas, alguno de esos chicos o chicas, que te han desnudado con la mente, quizás ahora te vean desnuda y solo puedan mirar en la distancia, tocándote, deseándote.– Elizabeth disfrutaba de cada palabra, aunque el pudor la empujaba a querer decir que se callara, que la desconcentraba, pero su lujuria podía más, y quería seguir oyendo los comentarios pervertidos de su pareja, ya que sentirse tan deseada la llevaba rumbo a un éxtasis que prometía un placer inigualable.

–Creo que los oigo, entre los arbustos, se tocan a si mismos observándote, ¿Los oyes? Es puro deseo lo que sientes, deseo hacia ti. Imagina como las manos salen de los arbustos que pasan a tan solo un centímetro de distancia de tu piel, no se atreven a tocarte porque las vigilo y temen ser cortadas, pero dibujan tu preciosa silueta en el aire sintiendo el calor que desprende tu cuerpo. Tranquila, ninguna te tocará por mucho que quiera hacerlo. Están preparadas para desaparecer si abres los ojos lo más mínimo, y no quieren irse, por eso parece que traman algo, algo para que no abras los ojos...–

De repente Elizabeth sintió algo tras de sí, una delicada tela bajó suavemente por su frente hasta colocarse ante sus ojos. Ella dio un pequeño respingo, pero la voz de Jaime por el auricular la tranquilizaba, –No te harán nada, solo te tapan los ojos, para no tener que huir, tranquila, no dejes de tocarte.–. Elizabeth siguió en su mundo a oscuras, sin llegar a pensar del todo si era o no Jaime quien le vendaba los ojos, ella sabía que con él cerca estaba segura, y confiaba plenamente en que la protegería y nunca le haría nada malo, así que siguió acariciándose mientras oía su voz, –Así me gusta preciosa, no pares de tocarte por nada del mundo.–

La venda de los ojos no solo servía para que no pudiera abrir estos, también pasaba sobre sus oídos impidiendo la llegada de sonido exterior y concentrando solo el de Jaime a través de los auriculares, realmente, no podía saber a que distancia estaba de ella en ningún momento.

–El miedo a ser descubiertas se ha disipado, ahora decenas de manos te rodean, se equilibran con tus movimientos manteniendo la distancia, la escasa distancia que las separa del morbo de tocar tu piel. No hagas movimientos bruscos o tendrán que huir, solo siente como te rodean, como te desean.– decía Jaime mientras Elizabeth comenzaba a no poder aguantar los gemidos en su boca.

Un pequeño movimiento imprevisto de Elizabeth y sintió el tacto de una mano en su muslo, la chica se asustó.

–Tranquila, no temas, no ha sido nada, la mano ha huido.– el corazón de Elizabeth se puso a mil por hora, sabía que debió ser Jaime, pero no podía pensar con claridad, estaba demasiado excitada. –Parece que la mano quiere volver a tocarte, le has dado a probar la fruta prohibida y ahora es imposible impedirle volver a comerla.– junto con estas palabras de Jaime, Elizabeth volvió a notar una mano en su pierna derecha, que recorría su muslo hacia el interior, la mano se situó sobre su sexo, haciendo que se apartara la de ella, y comenzó a acariciarlo. Elizabeth se dejó hacer, y llevo sus dos manos a sus pechos. Curiosamente ella siempre prefería tocarse a si misma, pero en esta ocasión, el movimiento de esos dedos le sabía a gloria. Pronto otra mano se posó en su muslo izquierdo de nuevo, y comenzó a acariciarla mientras que la otra seguí jugando en su entrepierna.

Elizabeth, embriagada de morbo y placer, se dejó caer en el respaldo del banco, y frotaba sus pechos mientras las manos hacían lo propio con su chochito y piernas. Con un movimiento rápido las dos manos se situaron una en cada muslo y los empujaron con fuerza, haciendo que las piernas le abrieran por completo. Un olor perturbado, húmedo y sabroso, llegó hasta la nariz de Elizabeth, procedente de su mismo coño, la boca se le hizo agua con ese aroma, por primera vez disfrutaba con el sentido del olfato de su propio olor, y le encantaba.

Sintió entonces una lengua ansiosa entrando en su interior, y una boca rabiosa besando los labios de su cuerpo, el placer dejó de tener nombre para pasar a ser un mundo de sensaciones y colores indescriptibles. La lengua se movía ágil y rápida, mientras las manos recorrían todo su cuerpo de mujer, desde los tobillos a los pechos, sin dejar un centímetro, para luego apretar su cuello conteniendo los gemidos que ahora desprendía su boca de forma incontrolada. El orgasmo llamaba a la puerta de su ser y no podía controlarlo ni un segundo más, rompió en un grito de placer ahogado por una mano que apretaba su garganta, que nacía en su clítoris y se hundía en el pecho que la otra mano magreaba con energía. La piel de Elizabeth se torno tan roja que casi brillaba en la oscuridad de la noche, y sus apagados gemidos tan fuertes y gozosos, que de ser escuchados provocarían orgasmos instantáneos es sus oyentes.

Elizabeth apartó de sí la boca que aún seguía bebiendo hasta la última gota de su interior, no podía aguantar esa placentera sensación durante más tiempo sin caer sin fuerzas al suelo, apartó también las manos, y comenzó a acariciarse ella misma con suavidad.

–No puedes recibir sin dar.– resonó la voz de Jaime en su cabeza, y acto seguido sintió una polla hinchada y ardiente en su boca. A pesar de estar satisfecha y saciada, tenía ganas de lamerla con pasión, y su falta de fuerzas no iba a impedírselo.

Elizabeth empezó a acariciar su coñito de nuevo, mientras con la otra mano masajeaba los huevos de la polla que había comenzado a chupar con incontrolables ganas, para luego sacarla de su boca y lamerla desde estos hasta el orificio de salida del líquidito con el que tanto le gustaba jugar con su lengua, y esta la hundió en dicho agujero moviéndola rápidamente y provocando espasmos en la cola, hasta que una mano apretó su cabeza e hizo que se la comiera por completo. La leche fluyó con fuerza dentro de su boca, y la polla salió regalandole otra descarga en la cara y una última que calló en el cuello y bajo entre sus pechos. Elizabeth tuvo que tragar parte, otra la expulsó y se unió a la de su cara para bajar juntas por el camino que había formado la del cuello y dar fuerza al conjunto para resbalar hasta su chichi, el cual Elizabeth seguía acariciando y ahora pringaba con el blanco semen. Un beso en la boca y silencio.

Varios segundos si ruido y sin sentirse nada más que a sí misma y la leche que la bañaba, y la voz de Jaime volvió a hablarle, –Quitate la venda.–. Elizabeth se quitó la venda con miedo de que podía encontrar tras ella, pero todo estaba en calma y oscuro, Jaime sentado en el banco frente al suyo, acariciando su cola mientras ella hacia lo propio con su chichi. –Es hora de irse preciosa.– añadió Jaime, este se levantó y fue hacia ella, le ayudó a incorporarse mientra a esta le fallaban las piernas, y le cerró el abrigo sin que tuviera oportunidad de limpiarse.

Comenzaron a caminar juntos, Jaime la rodeo con su brazo derecho y le dio un amoroso beso en la mejilla.

–¿Te ha gustado el juego?– preguntó él.

–Esto ya ha sido demasiado.– respondió ella.

–¿Es hora de parar entonces?

–¡Ni se te ocurra! Quiero más, pero vas a convertirme en una guarrilla y luego querré siempre así, que me das ideas y morbos.– replicó Elizabeth.

–Bueno, es lo que querías ¿no? Habías empezado a creer que no era tan guarro como imaginabas, pero lo soy más. Así que si te da miedo dilo y paro, pero si te da ideas dilas también, porque puede que las cumplas.– El ritmo cardíaco de Elizabeth volvió a aumentar, y su sonrisa de pícara regresó una vez más a su cara, –Sí que eres guarro, pero tampoco es para tanto, me esperaba más aún.– dijo con tono desafiante.

Jaime la miró y le devolvió la sonrisa de forma más perversa que pícara, –Acabamos de empezar, aún queda mucho más, si tú quieres claro.–

–Hazme lo que quieras, que si sigues así me vas a enamorar más. Soy todo tuya para lo que desees, y si al final me vuelves más cerda pues me tendrás que follar más todos lo días, y hacerme cosas de estas.–

Jaime la abrazó, –Genial, es justo lo que quiero.–

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CAPÍTULO 4

CUIDADO, QUEMA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Tan solo habían pasado unas horas desde lo del parque, pero en el interior de Elizabeth estallaban las ganas de más y más sexo. Eran las cuatro de la mañana y estaba completamente despierta.

Demasiado tarde, al otro día trabajaba, quería calmarse, pero le era imposible, quizás tocándose un poco...

Lamió sus dedos y se acarició la entrepierna suavemente, sí, eso le gustaba, era lo que necesitaba. Por su mente pasaba el recuerdo del parque mientras paseaba entre la gente, le había encantado sentirse tan deseada. Ahora recordaba esas miradas, y trataba de imaginar que hubieran pensado de ella de haberla visto poco después en el banco, el banco, ufff, quizás si que alguien la viera después de todo, alguno de esos chicos o chicas como le decía Jaime al oído. Todos esos ojos volvían a aparecer en su cabeza, y la miraban, se estaba excitando más de la cuenta, si seguía así terminaría por despertar a su novio, calma, calma.

Esperó un poco sin tocarse, pero su mente estaba traviesa y no descansaba, la imagen de ella misma tocándose en el banco se arraigó a su mente con fuerza. Pensaba en que así es como cualquiera podría haberla visto, y repasó sus gestos y movimientos, imaginando como se verían desde fuera. Reprodujo cada parte en su memoria, hasta llegar a las manos, sabía que eran las de Jaime, así que pensó en como él se acercó desde el banco para tocarla. Aunque en su momento imaginar tantas manos la volvió loca, imaginar la situación de forma real con su novio, le parecía aún más excitante, qué debía pensar él mientras le decía esas cosas y la tocaba.

Las manos de Elizabeth volvieron a acariciarla sin darse cuenta de que lo hacía. Ese morbo, nunca pensó que haría algo así, y esas cerdadas, cómo podía ser tan pervertido de decirle esas cosas a su novia, que cerdo. Eso le gustaba, le gustaba que a pesar de tratarla como una señorita supiera usarla como una puta cuando era el momento.

Un pequeño orgasmo sorprendió a Elizabeth, una leve risita y vuelta a intentar dormir. Pero, no, ese tocamiento de media noche había hecho que aún necesitara más el sexo, necesitaba una polla en su interior, la de Jaime.

Elizabeth sabía que ya perdería una noche de sueño, así que iba a aprovecharla. Se escurrió con cuidado bajo las sábanas, y cogió la cola de su chico, empezó a lamerla con deseo. Los ojos de Jaime se abrieron al sentir un placer que venía desde debajo de las sábanas. Alargó su mano derecha y comenzó a acariciar el pelo de Elizabeth mientras esta le chupaba la cola.

Elizabeth subió hacia él y se sentó encima, sin esperar se metió la polla en el chichi, –¡Follame!– pidió con desesperación.

Jaime comenzó a mover las caderas, aún medio dormido, mientras Elizabeth se movía de forma agresiva, quería sexo sí, pero no de cualquier tipo, lo necesitaba rudo y pasional. Jaime se dio cuenta al instante, así que la tumbó en la cama y empezó a follársela con fuerza, cada empuje sabía a gloria a ambos, pero Elizabeth parecía que aún quería más, lo quería todo, lo necesitaba.

Mordía a Jaime el cuello dejando moratones, le arañaba la espalda marcando con sus uñas, agitaba sus caderas pidiendo más entre embestida y embestida.

Jaime paró en seco, –Estás muy salida ¿eh?– dijo con mirada viciosa. Elizabeth respondió –Sí,– con velocidad, y añadió, –necesito que me folles, follame fuerte.– y se estiró para agarrar a Jaime, pero este se retiró esquivándola.

–Tenía preparado esto para dentro de unos días, pero, creo que voy a tener que usarlo hoy.–

Jaime puso a su chica de lado y bajó de la cama, levantó el canapé con Elizabeth encima sin miramientos, está resbaló hasta el cabecero perdiendo de vista a Jaime. Al bajar el canapé y volver a verlo, este tenía una larga cuerda en las manos.

–¿Otra vez me vas a atar? Eso ya lo hiciste.– dijo desilusionada. –Esta vez será diferente.– contestó él con seguridad.

Jaime ató a Elizabeth los pies juntos, y luego las manos, por último unió las dos ataduras por la espalda, quedando Elizabeth en la cama de rodillas sin poder mover ni manos ni piernas.

–Así no me vas a poder follar.– desafió. –Eso es lo que tú crees.– recibió como respuesta.

Jaime extendió un plástico sobre la cama y puso a Elizabeth sobre él, esta lo miró extrañada, no sabía que podía pretender, pero entonces lo vio claro, Jaime tomó un látigo pequeñito y una vela gruesa, redondeada por abajo.

–¿Qué me vas a hacer?– preguntó Elizabeth desconfiada.

–Tranquila, te gustará, así que no me hagas vendarte los ojos.–

Jaime comenzó a acariciar a Elizabeth con los extremos le pequeño látigo, ella seguía salida, pero la verdad es que la idea no hacía que se excitara especialmente, quizás por eso Jaime aprovechó lo receptiva que se encontraba en ese momento.

Mientras la acariciaba, abrió lo suficiente sus piernas para lamer su coñito, Elizabeth se comenzó a relajar y de nuevo empezó a pedir más con el movimiento de su cadera, estaba claro que lo necesitaba duro, y lo iba a tener.

Jaime empezó a golpear el culo de Elizabeth con el látigo con delicadeza, para ir subiendo poco a poco la intensidad, hasta que esta dejó a un lado el dolor para solo sentir un extraño placer con cada latigazo.

–Joder cabrón, vas a hacer que me guste.– susurró ella entre dientes. Él contestó orgulloso, –Aún estamos calentando.–

Elizabeth había empezado a excitarse al oír decir a su novio frases de ese tipo, porque sabía que lo que podía pasar luego no la decepcionaría.

Cuando vio el momento justo, Jaime cogió la vela y la encendió. Elizabeth quiso pedirle que tuviera cuidado, pero ya había aprendido a no interrumpir en esos momentos, lo mejor era dejarse llevar y eso hizo.

Jaime la colocó de rodillas en la cama he hizo que le chupara la cola, mientras volteaba la vela con cuidado para que no cayera ni una gota de cera. Cuando la vela estaba a punto, tumbó a Elizabeth de costado en la cama le volvió a poner la polla en la boca. Elizabeth la comía con devoción mientras Jaime acercaba la vela a su cuerpo desnudo. Ella iba sintiendo el calor desprendido por la llama en su piel, calentaba cada zona de su cuerpo y a ella, empezaba a sentir cierto gusto en esa calidad luz.

–Es la hora.– dijo Jaime. Sacó su polla de la boca de Elizabeth y puso a esta de rodillas de nuevo, pero esta vez al borde de la cama con los pies hacia afuera.

Jaime empezó a morder el cuello de Elizabeth mientras pasaba la vela muy cerca de ella, ahora la cera empezaba a resbalar pero no tocaba el cuerpo de la chica. Con la mano libre que le quedaba, Jaime comenzó a acariciar el chichi de Elizabeth y meter un poco su dedo en él, sabía lo que a ella le gustaba que la penetraran, y que ahora más que nunca lo necesitaba. La vela se iba acercando a la blanca piel de Elizabeth, pasando entre sus pechos, ella sentía como le ardía en su justa medida. Su cuerpo había empezado a coger tal temperatura, que no notó cuando la primera gota de cera rozó su ombligo, y no fue hasta la tercera gota, que cayó completamente sobre su esternón, que no se dio cuenta de que había comenzado su baño de cera.

Las gotas iban cayendo sobre su cuerpo, y resbalando por él hasta endurecer. Ella solo sentía un leve instante de quemazón, seguido de un ardiente placer. Su chochito se humedecía por segundos cada vez que la cera la rozaba.

Jaime reclinó a Elizabeth hacia delante, bajándole las manos a la altura de las rodillas por atrás, y apoyando el peso de su torso en la frente. Luego colocó la vela entre las manos de Elizabeth. –No te muevas o te quemaras.– le dijo al oído.

Elizabeth se quedó completamente inmóvil, mientras que Jaime empezó a desatar sus pies con cuidado. La llama había quedado a la altura del coñito y Elizabeth empezaba a notar el calor en él, llegaba a tener ganas de hundirla en su interior para aplacar las ganas de ser penetrada que se le unían a desear ese ardor dentro de su cuerpo.

No tuvo que esperar mucho ya que Jaime liberó sus manos y pies, y ella pudo colocarse a cuatro patas mientras Jaime clavo la vela por la parte redondeada de abajo en el coño de Elizabeth.

Elizabeth sintió ese gran trozo de cera grueso y suave, penetrarla hasta donde su chichi permitía, y cuanto más adentro llegaba, más cerca sentía el calor de la llama a las puertas de su cuerpo. Se excitaba al notar esa calidez sin igual, peligrosa a la vez que placentera.

Jaime hizo cerrar las rodillas a Elizabeth y se posicionó ante ella sin sacar la vela de su interior. Volvió a meter la cola en su boca de nuevo, mientras estiraba el brazo para dar movimiento a la vela. Tan solo paró un instante para encender otra vela, la cual comenzó a pasar cercana a los cachetes de su hermoso culo, y suave espalda. La cera comenzó a caer a gotas por su columna, a la vez que la del chocho salpicaba sus piernas. Era una extraña sensación que no hubiera imaginado placentera, pero de hecho lo era, y mucho más que tantas cosas que había pensado mejores.

Jaime apagó la vela de la espalda y volteó a Elizabeth sin extraer la otra de su coñito. Acercó la cabeza de Elizabeth al extremo de la cama, y comenzó a follarle la boca y garganta. A su vez, Jaime agarró los tobillos de Elizabeth e hizo subir sus piernas hacia arriba, para luego abrirlas. La vela quedó en posición casi vertical y la cera comenzó a resbalar por ella, bajando cada vez más cerca del sexo de Elizabeth. Jaime dejó una de las piernas sueltas para poder mover la vela, a Elizabeth eso le supo a gloría, ya que la sensación de la cera cada vez más cerca, mezclada con el placer de la penetración, la transportaba a otro mundo.

Con la primera gota de cera que rozó los labios de su chichi, Elizabeth empezó a gemir sin sonido, ya que la polla de su garganta no le dejaba gritar como ella quería. Rápidamente su chocho se fue sepultando bajo cera caliente, que se adhería a su piel, y provocaba tirones al salir y entrar la vela.

Cuando estuvo bien tapado, Jaime sacó la vela y posicionó a Elizabeth boca arriba en la cama con el culo saliendo de esta, arrancó la cera de su entrepierna, provocando un sonoro alarido de placer de Elizabeth, y empezó a follarla con ganas.

Elizabeth estaba aún más salida que al principio del acto, se movía pidiendo más y se retorcía para arañar los brazos de Jaime, al que, al estar de píe fuera de la cama, no podía agarrar por ningún otro lugar.

Elizabeth frotaba con fuerza su coño mientras Jaime apretaba los pechos de su chica con una mano, mientras que con la otra sostenía la vela aún encendida, la cual llevaba rato sin descargar de cera, más que alguna gota escapada sin querer. La piel de Elizabeth ya ardía, ya estaba preparada, así que solo esperó el momento exacto, y justo cuando el chichi de Elizabeth apretó su polla anticipando el orgasmo, Jaime descargó la cera justo entre su cola y el chocho de Elizabeth, la cual siguió moviendo su mano bajo la cera ardiente que le abrasaba el clítoris otorgándole un placer indescriptible.

El orgasmo sobrevino a los dos, y el semen de Jaime llenó por completo a Elizabeth.

Jaime apagó la vela y la dejó caer al suelo, para tirarse de inmediato sobre Elizabeth en la cama. Ambos se besaron y siguieron moviéndose enérgicamente un buen rato, hasta derrumbarse extasiados sobre la cama.

Tras unos minutos abrazados, Jaime sacó despacio su cola del interior de Elizabeth, la cera ya seca se desprendió y una gran cantidad de semen rebosó del chichi de Elizabeth.

 

El chico se recostó junto a su novia, ambos tardaron en recuperar el aliento un rato, hasta que al fin Elizabeth se decidió a limpiarse un poco.

–Joder, ¿cómo has podido echar tanto después de lo que has echado esta tarde?– exclamó Elizabeth sorprendida por la cantidad de leche que había salido. –¿Quién te ha dicho que fuera mío lo de esta tarde y no del dueño de algunas de esas manos...?– respondió Jaime entre risas.

Elizabeth lo miró con falso enfado, –No dejarías que nadie me hiciera eso, y si lo has hecho peor para ti porque luego me has besado.– dijo y le sacó la lengua como una niña pequeña.

–Ja, ja, ya, ya, tranquila que no, no te haría eso. Que asco, semen de otro tío, puag.–

Elizabeth se rió y quiso picar a Jaime añadiendo, –Pues no se que tío sería, pero su corrida estaba muy buena y su polla era muy suave, a ver si me das más así...–

–¡Gilipollas!– contestó Jaime riéndose, –Ya te vale.–

–Pues no me piques.– añadió Elizabeth y volvió a sacar la lengua.

–Bueno, pero ¿Te ha gustado lo de ahora?–

A Elizabeth le daba miedo contestar, ya que la cosa empezaba a llegar más lejos, pero que iba a hacer, le encantaba.

–Sí pichurrín, me encanta y quiero más, no se te ocurra parar ahora, que estoy segura, lo quiero todo, hasta donde tú me quieras llevar que sé que me vas a dejar loca.–

Elizabeth comenzó a dormirse a mitad de la frase, Jaime sonrió y la abrazó hasta quedar dormido con ella.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CAPÍTULO 5

LA PLAYA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Sexo, sexo, sexo, y más sexo; sucio, sádico, depravado, y cerdo; casi cada día durante varios meses fue así, la intensidad subía y la imaginación brotaba a chorros de semen y placer. La complicidad entre la pareja había llegado a un punto donde una mirada bastaba, estando en mitad de la calle, para esconderse en un callejón y disfrutar de sus cuerpos apasionadamente.

No se puede decir que la vida sexual que habían creado fuera aburrida ni por un segundo, aún así, siempre seguían buscando más morbo y placer, y cada vez era más difícil de conseguir innovar, así que optaban por llevar más lejos las sensaciones y juegos.

 

Llegaron las vacaciones de verano, viaje, y como no, nuevas oportunidades de ir más allá, en lugares donde nadie los conocía.

Un día completo de playa por delante, y unas calas poco visitadas donde el nudismo era una práctica permitida, que ocasión tan esplendida para disfrutar algo nuevo.

Jaime no tardó mucho en pedir a Elizabeth que se desnudara para tomar el sol, de hecho, no sería la primera vez que lo haría, pero esta vez, el pudor a exhibir su cuerpo era mucho menor. La chica se desprendió del bikini sin problemas, se notaba que le sobraba hacía rato.

Las horas fueron pasando, mientras la pareja se tocaba y acariciaba bajo la sombrilla, el empalme de Jaime era muy notable, y los fluidos de Elizabeth podían olerse a distancia. No les preocupaba nada si alguien llegaba a sospechar que hacían más de lo permitido para un lugar público.

Un paseo al agua, las olas bañaban el pequeño y precioso cuerpo desnudo de Elizabeth, Jaime la observaba enamorado de sus curvas y su ser. Se acercó a ella y la agarró con fuerza, mientras las mareas hacían romper las olas violentamente contra ellos, que se abrazaban más fuerte con cada una de ellas hasta que la cola de Jaime pasó a dejar de estar rodeada de agua salada para estar rodeada por los flujos salados y la suave piel del chichi de su chica.

El sexo furtivo les encantaba, y más cuando pasaba gente por la orilla mirándolos bajo la única protección de un agua tan cristalina, que de no ser por la espuma de las olas, no hubiera dejado duda alguna de la actividad que escondían bajo ella.

Jaime besaba el cuello de su chica con disimulo pero pasión simultáneamente, Elizabeth le abrazó con sus piernas y comenzó a mover las caderas como solo ella sabía, notaban las miradas indiscretas de los bañistas de la zona, y pronto el orgasmo brotó de las profundidades marítimas hasta la boca de Elizabeth, en un gemido seco que Jaime apagó con sus labios antes de que nadie pudiera oírlo.

Un par de minutos abrazados en el agua mientras el semen se desprendía del cuerpo de Elizabeth, luego un paseo de vuelta hasta la sombrilla, agarrados de la mano.

 

La pareja cayó rendida a la sombra del parasol, y dieron una pequeña cabezada mientras acariciaban sus cuerpos.

 

Un par de horas más tarde, Elizabeth abrió los ojos al sentir un cosquilleo por sus piernas; un perro enorme desde su punto de vista, la olisqueaba curioso acercándose de forma peligrosa a su entrepierna. Elizabeth se sobresaltó despertando a Jaime.

–Ahh!– gritó Elizabeth, mientras Jaime se incorporaba asustado buscando un motivo a ese alarido, –¿Qué pasa? ¿Qué pasa?– dijo este preocupado.

Jaime centro la vista en el perro y comprendió la situación, un segundo después comenzó a reír a carcajadas.

–Jajaja, tranquila, que solo se te quería comer el chichi, que te olerá rico, jajaja.– dijo con burla. Elizabeth lo miró indignada pero rápidamente una risotada salió de ella también, –Jaja, pues olerá a tu semen so guarro– respondió y le sacó la lengua.

Un hombre en la lejanía llamó al perro con acento inglés, se acercó corriendo mientras su barriguita cervecera ondeaba sobre la flacidez de su pene corto pero grueso, tomó al perro del collar mientras repasó con la mirada el cuerpo de Elizabeth de arriba a abajo, una erección desmesurada se produjo al instante, y esa polla poco llamativa pasó a ser una inElizabethnte cola de cuarentón gordito, no era impresionante en forma o tamaño, pero sí en velocidad de llenado sin duda.

Excuse me.– dijo el hombrecillo dándose media vuelta para esconder su erección, mientras tiraba del perro, luego se alejó rápidamente. Elizabeth y Jaime se miraron y rompieron a reír. –¿Qué ha sido eso?– preguntó Jaime retóricamente, –no me ha quedado claro si se ha disculpado por el perro o por empalmarse nada más verte.– continuó.

Elizabeth no podía dejar de reír, –Pues por el perro, que por mi es normal que se le ponga dura, les pasa a todos, qué te crees.– dijo aguantando la risa mientras ponía una pose sexy, para luego reír con más ganas.

Jaime se acercó a Elizabeth y comenzó a besarla y acariciar su cuerpo, –Si es que eres la mejor vidita.–.

 

La pareja se fundió en un beso demasiado húmedo para el lugar en el que estaban, pero el hecho es que ya no había tanta gente en la playa, el sol había bajado, y a penas debían quedar unas veinte personas en toda la arena, y seguro que estaban a calas de distancia, junto al chiringuito de la entrada principal. No había que temer y ellos lo sabían.

 

Jaime bajó a la entrepierna de Elizabeth y comenzó a lamerla, mientras ella se relajaba tumbada en la arena. Unos segundos disfrutando y Elizabeth puso una toalla bajo su cabeza para poder observar como trabajaba Jaime, le encantaba mirarlo y más aún en un sitio tan bonito como en el que estaban. Al observarlo no pudo callar lo primero que pensó, –Mmmm... Así, así perrito, mmm– dijo poniendo la cara más guarra que pudo. Jaime levantó la vista y se rió, –Ya te gustaría a ti perrita, que te lamiera así.– y comenzó a lamerle el chichi a lenguetazos. –Sí, si, eso quiero.–contestó Elizabeth mientras asentía y agarraba la cabeza de Jaime pegándosela más al coño.

Jaime se retiró y le abrió las piernas con las manos, –Pues si quieres voy a buscarte al perrito... y me lo traigo para que te haga fiki fiki, jaja.–, Elizabeth lo miró con odio fingido, –Tú sabrás, pero luego el dueño me querría hacer fiki fiki también.– Jaime frunció el ceño, –No, no, el dueño que se joda y se la casque, solo le dejo al perro.–, Elizabeth se rió una vez más, –No, que el único perro que me lo puede hacer es el Toby, bueno y tú perrito.–. Jaime sonrió malignamente, –Ahh, ¿Sí?, tomo nota, te tomo la palabra.– Elizabeth se incorporó y le agarró la cabeza, para inmediatamente volver a echarse llevando la cabeza de Jaime hasta su sexo, –Anda callate ya y comemeló.–, Jaime obedeció no sin añadir un último, –Va a ser que si que sabe a mi semen.– ella se mordió el labio a la vez que hundía más la cara de su novio contra su coñito, –Pues te lo comes todo que te gusta cerdo.–

 

Jaime siguió lamiendo, y con especial ansia, ya que la situación le excitaba de sobremanera, ella por su parte lo disfrutaba tanto o más, le encantaba como habían empezado a tocarse de nuevo, aunque no fuera a admitir jamás que ver como se empalmaban al mirarla la había puesto cachonda, y menos si el empalme era de un tipo tan poco atractivo como el dueño del perro.

 

Elizabeth cerró los ojos y se dejó llevar por la lengua de Jaime, se relajaba por completo mientras su chichi le mandaba espasmos de placer directos a su cerebro y espina dorsal, no podía ser mejor, nada enturbiaba ese momento, hasta que, un ruido en la maleza la distrajo.

Giró la cabeza y pudo ver claramente que una cabeza humana que se escondía tras un montículo de arena, –Chiqui, creo que nos están espiando.– dijo golpeando la cabeza de su chico. Jaime levantó la cabeza, y miró, –Espera que me pongo de pie.–. Se levantó y su polla quedó completamente erecta frente a la cara de Elizabeth, esta la miró con deseo, y olvido por un momento que quizás los estaban mirando. Se abalanzó a por la cola de su novio, y comenzó a chuparla con amor.

–Ufff, joder, pero ¿Has visto a alguien o solo querías que me levantara para hacer eso?–, preguntó. –He visto, he visto una cabeza.– dijo Elizabeth sin apenas sacarse la polla de la boca, y prosiguió como si nada.

Jaime alargó la mano y cogió las gafas de sol que Elizabeth llevaba en la cabeza, se las puso como si le molestara el sol a pesar de lo bajo que estaba, y comenzó a mirar a un lado y a otro buscando al posible espía. Tan solo unos segundos y dio con él, un hombre, al que no distinguía muy bien, los miraba fijamente mientras llevaba un pequeño movimiento en el cuerpo, que indicaba sin duda que se estaba masturbando.

–Elizabeth, Elizabeth, hay un tío mirándonos mientras se la casca.– Elizabeth paró un momento de chupar la polla y preguntó, –Alaaa, jojo, y ¿Está bueno?– dijo riendo, –¿Eso importa o qué?– respondió Jaime dándole un cachetito en la cara. Elizabeth lo miró con cara de guarra, –Claro, que si esta bueno lo invitamos.– añadió guiñando un ojo, y luego sonrió sacando la lengua, gesto que aprovechó para volver a chupar la cola.

–Bueno, ya veo que no te importa, así que hay se queda mirando.– Elizabeth paró abruptamente, –Pero ¿Lo dices en serio?– preguntó sorprendida, –Claro tontita, ¿No lo habías visto tú antes?– respondió Jaime alegremente. –Jodo, y ¿Qué hacemos? A ver si se nos va a acercar y se me va a querer follar?– dijo ella preocupada. –Lo mato, tú tranquila que no te iba a tocar ni un pelo, ¿Qué pasa? ¡qué eso es lo que quieres cabrona!– contestó él, Elizabeth sonrió y volvió a decir, –Si esta bueno...– sacó otra vez la lengua picaramente tras decir esas palabras.

–Te voy a mandar a chuparla cabrona.– dijo Jaime con falso enfado.

–Eso, eso.– respondió Elizabeth haciendo gesto de chupar polla, golpeando con la lengua el cachete de su cara por dentro.

–Pues ahora me la vas a chupar.– añadió él empujando la cabeza de Elizabeth hacia su cola y metiéndosela en la boca.

–¡Qué nos va a ver!–

–Bueno, pues lo tendrás que hacer bien para que se te quiera follar cerdita.–

–¡Qué tontito eres!– concluyó Elizabeth sonriendo mientras volvía a chupar la polla de su chico.

 

Elizabeth paró una vez más, y preguntó –¿Dónde está? A ver si lo veo.– Jaime le indicó, disimuladamente, una dirección con el dedo, –Allí, tras ese montículo de arena.–

 

Elizabeth volvió a chupar la cola mientras miraba discretamente en esa dirección, pero no veía nada, cada vez miraba más descaradamente, hasta que por último no dejaba de mirar allí.

–Como sigas mirando así para allá, se va a pensar que lo haces para provocar petarda.–

Elizabeth se sobresaltó y miró de nuevo a Jaime, –Perdona que no me había dado cuenta, ¿Me habrá visto mirarlo?–

–Me da que sí.– dijo Jaime girándole la cabeza a Elizabeth para que mirara al lado.

El hombre se había levantado, dejándose ver por completo, se tocaba la polla apretándola con fuerza mientras miraba a la pareja. Tenia aspecto de rondar los cuarenta y tantos, y aunque no se conservaba mal, tampoco haría que nadie se girara a mirarlo. Tenía un pelo espeso tanto en el pecho como en los testículos, y el moreno de su piel decía que tomaba demasiado el sol. Su polla era normalita, y con tanto pelo y distancia tampoco demasiado destacable, aunque si que parecía estar bien dura.

 

–¿Qué hago ahora?– Preguntó Elizabeth.

– Ya sigue comiéndomela, que no creo que se acerque, se hará una paja y se irá.–

–Tú quieres que nos mire eh guarro–

–Has empezado tú, así que ahora te aguantas, además, vas a decir que no te da morbo la situación.

Elizabeth miró con complicidad a su chico y añadió –Un poquito.– y volvió a chupar la cola, esta vez intercalando su mirada de su chico al extraño voyeur.

 

El extraño se apoyó en el montículo de arena y abrió un poco las piernas, dejando así que Elizabeth viera su verga en toda plenitud. Claramente esperaba cualquier indicio de invitación, pero eso no sucedía ni por un momento, así que se acomodó y prosiguió su masturbación mientras observaba a la pareja, en especial a la chica. Cada vez que Elizabeth le regalaba una mirada, el hombre daba un pequeño espasmo que hacía pensar que iba a eyacular de forma inminente, pero bajaba el ritmo y lograba contenerse.

–Me estoy poniendo muy guarra.– dijo Elizabeth mientras se lamía la mano para luego bajarla a su sexo. Abrió un poco las piernas y mientras chupaba y acariciaba la polla de su novio con la otra mano, comenzó a tocar su chichi con la que había humedecido. Aunque estaba chorreando, Elizabeth volvió a humedecer su mano, saboreando sus flujos por un instante, mirando al mirón con cara de cerda, y con la misma cara bajo a tocarse de nuevo.

–Joder que caras estas poniendo, me vas a matar. Pero mejor que no lo mires más así o se lo va a tomar como invitación.– comentó Jaime.

–No lo hago para eso eh, es solo que me da morbo que me mire, pero como se acerque le escachas la cabeza.–

–Jaja, tranquila, pero cuidado que si yo fuera él, al verte así me volvería loco y si me miraras así, al menos querría probar suerte a ver que pasa.–

–Vale, vale.– añadió Elizabeth intentando contener sus miradas.

 

Jaime ya no aguantaba más, así que puso a Elizabeth a cuatro patas y se colocó tras ella. Rápidamente dio unos lametazos a su chichi quedándose con su sabor en la boca, e inmediatamente le metió la cola es su muy lubricado chochito.

Tras empezar a follarla cacheteó su culo un par de veces, y luego empezó a manosear sus tetas mientras le lamía el cuello.

–Mira como nos mira, estará que se muere por verte tan cerca y no poder tocarte.– susurró Jaime a su oído.

Elizabeth giró la cabeza y miró al hombre, realmente veía desesperación en su rostro, esa cara marcaba una excitación que pocas veces había visto, –Joder que morbo.– musitó entre dientes.

Jaime se incorporó un poco para embestir con mayor fuerza a su chica, y al levantar la vista su sorpresa fue absoluta. Otro par de chicos los miraban desde el frente, y a la espalda había una pareja que también observaba.

–¡Elizabeth! Hay más gente mirando.–

La chica se giró a un lado y a otro a ver quien había, se quedó sin aliento un segundo, estuvo a punto de parar y salir corriendo, pero entonces vio que las pollas de todos los chicos que la miraban estaban duras como acero, y de repente el miedo pasó a ser lujuria.

–Fóllame, ¡Fóllame!– dijo de forma audible para todos los presentes, –Quiero que vean como me follas.– prosiguió en un tono más bajo y sucio solo para su novio.

 

Jaime al oírla empezó a metérsela aún con más ganas. Elizabeth meneaba el culo como una autentica zorra sacada de la mejor película porno, había empezado a disfrutar el momento sin duda alguna.

Miraba a todos, y todos la miraban a ella, se sentía deseada, preciosa, y morbosa, era una diosa y todos la veneraban.

La pareja que los miraba era bastante joven, y ambos de buen ver y depilados, la chica delgada de pechos pequeños, el chico también delgado y con una polla acorde a su tamaño, pero con una erección grotesca, tanto que la novia tuvo que empezar a chupársela para intentar rebajarla, aún así, las miradas del resto se seguían centrando en Elizabeth.

Los otros dos chicos eran atléticos y guapetes, también sin un solo bello en el cuerpo, uno rubio y otro moreno. El rubio contaba con una buena cola, larga y gorda, el moreno la tenía de dimensiones más normales. Mientras miraban a la pareja, el moreno comenzó a acariciar la del rubio, y no tardó en seguir los pasos de la otra chica, y empezó a realizar una buena mamada al rubio. Elizabeth se molestó levemente por el echo de pensar que quizás miraran más a su novio que a ella, y quizás un poco por el desperdicio de esa cola tan enorme, pero se le pasó pronto al ver que a quien miraban era a ella, quizás añorando tener un cuerpo como el suyo, o tal vez su belleza, pero fuera como fuere, estaba claro que la adoraban sobre cualquier otra cosa del paisaje.

Los gemidos de placer de Elizabeth se acentuaban por segundos, y aún crecieron más al ver como el primer hombre que la observaba reventaba de tal forma que el chorro de semen que lanzó voló varios metros hasta caer justo al lado de donde ella posaba la mano izquierda. El hombre no dejó de mirarla a los ojos ni un solo instante mientras se corría, y ella pudo notar como en su mente la atravesaba con su ardiente polla. Elizabeth encogió la mano junto a la que había caído el semen y cerró los ojos, el olor del semen llegó hasta su nariz, y curiosamente no le produjo ningún tipo de repulsión, le olió a alago y devoción, le olió a deseo y satisfacción, su coño chorreó con fuerza unos instantes.

Pero su polvo no había terminado aún, Jaime la volteó tumbándola boca arriba en la arena, luego se colocó dejando la pierna derecha de Elizabeth entre las suyas, y subiéndole la otra hasta su hombro, una vez así comenzó a penetrarla de nuevo, pudiendo hacerlo de forma más profunda a la vez que la observaba mejor y ella veía el entorno en mejores condiciones también.

Elizabeth estiraba el cuello para mirar tras ella y veía a la pareja gay claramente, volvía la vista a delante y allí estaba la pareja hetero. Felaciones en ambos lados, y mientras el primer mirón seguía con la polla en ristre sin perder ni un solo centímetro, ni bajar el ritmo de bombeo.

Las piernas de Elizabeth temblaban de placer, el orgasmo se sentía venir desde los dedos de los pies, todo empezó a retorcerse en ella, que lo aguantaba para disfrutar un instante más de esa sensación y ese morbo que la rodeaba. La corrida del rubio llenó la boca del moreno, y este comenzó a lamerle las pelotas mientras el mismo se corría en la arena por tocarse con su mano; la chica hacía lo propio con sus dedos y su clítoris mientras observaba a Elizabeth y comía polla, la leche de su novio también bajó por su cuerpo chorreando entre sus tetas y resbalando hasta su coñito en el momento de su clímax. Y así también llegó el momento para Elizabeth, cuando sus admiradores se habían saciado les regalo los mayores gemidos y se perdió en un orgasmo sin fin, que la corrida de Jaime acentuó con creces, haciendo que perdiera la consciencia durante un instante. Elizabeth perdió las fuerzas dejando su cuerpo tendido en la arena, mientras Jaime daba los últimos empujones en su interior, extendió los brazos en cruz y suspiró. La humedad bajo la mano de Elizabeth hizo que abriera los ojos y girara la cabeza en dirección a ella, bajo el dorso de su mano rebosaba la corrida que antes había caído en la arena, llena de granos de la misma y aún espesa. Antes de que le diera tiempo a reaccionar, una gran salpicada blanca cayó por todo su antebrazo, desde la palma de la mano al codo, el mirón original había conseguido correrse de nuevo, y esta vez la visión de ver como ella tenía un orgasmo, le había dado mayor potencia de alcance, suficiente para llegar a tocar con sus fluidos lo que no podía tocar con sus manos, un pequeño espasmo se produjo en el interior del chichi de Elizabeth al sentir el caliente líquido en su piel. Orgulloso se giró y se fue, al igual que el resto de los observadores.

Jaime y Elizabeth permanecieron unos minutos en silencio, luego el salió de ella dejando que toda la leche rebosara a borbotones, Elizabeth se incorporó con cuidado.

–Voy al agua a limpiarme el chichi y esto.– dijo mostrando la corrida en su brazo.

–Joder, ¿Y eso?–

–El tío ese que se ha emocionado y ha llegado hasta aquí con la corrida.–

Jaime rió un segundo, –Pero, ¿Se ha acercado?–

–No, no, desde allí, que se ha corrido dos veces y la segunda más fuerte.–

–Si es que estás demasiado buena, ya te lo dije.–

–Después de esto voy a tener que creérmelo...–

Ambos rieron y se pusieron en pie para ir a limpiarse juntos a la orilla, mientras se abrazaban y besaban, y Elizabeth bromeaba con lanzar el semen a un lado y otro. Al llegar al agua se fundieron en un beso y sonrieron, al fin y al cabo aún quedaban días de playa.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CAPÍTULO 6

EL CHAT YA NO ES SUFICIENTE

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Vuelta a casa tras las vacaciones, siempre es horrible, aunque esta vez habían vuelto con jugosas experiencias que recordar. El sexo exhibicionista había sido sin duda un gran descubrimiento para la pareja, no se había repetido nada tan intenso como el primer día, se limitó a algún mirón descarado o en la lejanía, hubo morbo, aunque ambos ansiaron más de un día que se repitiera el primero.

La ciudad dejaba menos posibilidades de juego, pero el nivel avanzado que habían obtenido les hacía dar vueltas a la cabeza para encontrar algo divertido a lo que jugar en la urbe. Ya no era Jaime el único pensador, Elizabeth había empezado a apasionarse por el juego, y quería innovar tanto o más que Jaime, solo esperaba una oportunidad.

 

Los días pasaban, y las ideas eran buenas pero insuficientes, sexo en el parque y en lugares públicos, sesiones de sado picantes, todo iba subiendo en intensidad, pero realmente querían algo más fuerte, así que llegó la idea, sexo en webcam.

Era algo que la pareja ya había hecho en el pasado, y realmente no ofrecía nada nuevo en sí mismo, pero tenía el componente que quizás echaban de menos, la interacción. Quizás que les comentaran o hablaran podía ser ese toque morboso que andaban buscando.

Jaime creó un perfil en una página, buscaron alguna máscara con la que taparse la cara, y luego comenzaron a chatear.

El principio parecía morboso, pero fallaba algo, las mascaras sobraban y el morbo no era el mismo, los comentarios eran burdos y tópicos, no había nada especial en comparación a otras actividades.

–Esto es una mierda.– dijo Elizabeth, –Solo dicen tonterías y la máscara es superincomoda.–

–Ya... No sé, quizás habría que hacer algo más picante... ¿Traigo al Toby? Jaja.–

–Vale, pero pa que te chupe la cola a ti.– dijo Elizabeth picajosamente.

–No deja, deja. Pues habrá que pensar otra cosa.–

–La vez que hicimos la cam con la Sara y el Santi si que me dio más morbo, sería porque los conocíamos o algo.–

–No sé, puede, o quizás porque era lo primero que hacíamos de ese tipo.–

–Ya... también es verdad. No sé, podemos avisarles y decirles que ponga la cam.– dijo Elizabeth algo ansiosa y salida.

–Estás salidilla eh... Venga vamos a ver si responden.–

 

Jaime escribo un mensaje a la otra pareja.

–Estamos conectados... ¿Queréis jugar por cam?–

Unos minutos más tardes ambas parejas estaban frente a sus ordenadores.

Sara y Santi eran una pareja joven, con algo de experiencia en temas de intercambios, y con mucha en temas de juegos traviesos. Vivían en otra ciudad, de ahí que nunca hubieran estado juntos los cuatro a la vez, y que el trato con ellos fuera más sencillo.

Empezaron a hablar y a contar experiencias, Sara y Santi se sorprendieron de todo lo que habían hecho Jaime y Elizabeth, les resultaba increíble.

 

–¿Y no os animáis a más?– Preguntó Sara.

–No, no, así nos va bien, lo que pasa que ahora queremos algo morbosillo como lo de principio de verano, por eso os hemos dicho lo de la cam.– respondió Jaime.

–Ok, ok, sabéis que nosotros encantados.–

Elizabeth se posicionó en el teclado, –Bueno aunque por cam no es el mismo morbillo pero para quitar el mono vale jiji.–

 

Una sonrisa traviesa surgió en la cara de Sara, miró a Santi con complicidad. –Bueno, si queréis dejamos la cam y vamos a veros, los cuatro en la misma habitación, que en vivo molará más.–

Jaime y Elizabeth se miraron unos segundos y sonrieron, a ambos les apetecía esa experiencia, y más pudiendo hablar y oír a la otra pareja de cerca. La cam era muy poco, había que concretar una cita.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CAPÍTULO 7

LA CITA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Al fin llegó el día de la esperada cita.

Elizabeth libraba ese fin de semana, estarían totalmente disponibles para pasar un día tranquilo.

A las once de la mañana la pareja fue a recoger a sus amigos a la estación, era la primera vez que los cuatro estaban juntos en persona. Ciertamente era algo incomodo y extraño, se habían visto desnudos y habían hablado de temas muy íntimos, tan íntimos como el sexo y las fantasías sexuales de unos y otros.

Por dónde empezar, cómo romper el hielo, nada mejor que ir a tomar algo y hablar de cosas triviales, así que sin tan siquiera dejar las maletas en casa, decidieron ir a relajarse con un poco de alcohol de bares.

Unas cervezas y pronto la conversación fue tomando color.

–¿Estáis nerviosos?– preguntó Elizabeth.

 

Todos se miraron y rieron.

 

–Un poco.– dijo Sara, –aunque tampoco tanto –añadió.–

Elizabeth bajó la cabeza enrojeciéndose, –Jo, es que yo soy nueva en esto, y me pongo nerviosa.–

–No pasa nada mujer.– le respondió Sara riendo, –Al principio es raro pero veras que en un rato se pasa.–

–Es que me da vergüenza hablar de estos temas así en persona.– añadió Elizabeth.

–Tranquila, no lo fuerces, si sale solo.– increpó Jaime mientras le cogía la mano. Elizabeth le sonrió y se apoyó en su hombro tapándose la cara avergonzada.

–A Sara y a mi al principio también nos costaba mucho, pero al final nos reímos un montón sin que tuviera que pasar nada.– intervino Santi.

Jaime continuo su parlamento, –Claro, si además no es nada que no hayas hecho ya, nos hemos visto los cuatro por cam, y en vivo ya nos han visto alguna vez, esto es solo más directo.–

–Ya, ya, pero no sé, ¿Cómo empezamos? ¿Llegamos y nos desnudamos y ala al tema o qué? Jaja.–

Todos rieron.

–Ya irá surgiendo, que salga solo y punto.– dijo Jaime.

Sara tomo la palabra, –Mira con que tengáis claro lo que queréis hacer y lo que no, vale, nosotros os vamos a respetar en lo que queráis. De momento solo nos miramos y se toca cada oveja con su pareja, bueno y si quieres túy yo jugamos un poco y los ponemos cachondos jiji.–

–Eso me gusta.– respondió Elizabeth riendo.

 

Durante un buen rato siguieron la conversación entre risas, y hablaron de temas sexuales y otros tantos, luego marcharon a comer algo y poco a poco la situación quedó muy relajada, mientras el morbo de que llegara el momento de verse los cuatro sin ropa iba subiendo, las miradas cómplices se sucedían, los guiños, y las insinuaciones.

El tiempo pasó rápido y antes de darse cuenta eran las seis de la tarde, el momento de volver a casa había llegado.

 

Sara y Santi solo iban a pasar una noche en la ciudad, así que iban a dormir en el piso de Elizabeth y Jaime, eso daría más tiempo y posibilidades de juego.

Nada más llegar a casa, les mostraron el piso y les dejaron acomodarse en la habitación pequeña. Luego decidieron que estaría bien que todos se asearan un poco para así relajarse algo más.

Cada pareja se quedó en su habitación y se fueron turnando para entrar al baño y darse una pequeña ducha. Mientras Elizabeth estaba bajo el agua, Jaime entró al baño a observarla.

–¿Qué haces?– Preguntó Elizabeth.

–Ya sabes que me gusta mirarte... Además voy a poner un poco en situación a estos.–

Jaime sacó su móvil y comenzó a grabar a Elizabeth a través de la mampara, su cuerpo sinuoso se desdibujaba tras el cristal con el vaho y las gotas de agua que resbalaban por él. Elizabeth rápidamente entró al juego y se contorneo de la forma más sexy que pueda imaginarse. En el pasado este tipo de videos le habían dado morbo, pero saber que en unos segundos lo mandaría a una pareja que descansaba en la habitación de al lado, la excitaba de sobremanera. Elizabeth pasó el chorro de la ducha por su chichi, puso el agua bien caliente y en menos de un segundo tuvo que retirarlo, estaba demasiado cachonda para aguantar el chorro sin correrse, tenía que calmar ese morbo o no disfrutaría de la experiencia.

El video terminó con un pequeño gemido de Elizabeth y acto seguido fue enviado a Sara, a través de la puerta se pudieron oír alagos al cuerpo de Elizabeth, que Jaime le reprodujo, esta salió de la ducha para oírlos por ella misma, el ansia sexual la consumía por completo en esos momentos.

 

Las parejas ya listas, se arreglaron en sus respectivos cuartos, se pusieron bien atractivos todos, pero tapados, el juego tenía que ir poco a poco.

Ambas chicas optaron por llevar corset y medias con liguero, y remataron con falda corta y botas. Los chicos, más normalitos, prefirieron camisetas ajustadas y vaqueros, que ya marcaban sus erecciones desde el primer momento.

 

Ya eran las ocho, cuando los cuatro se sentaron a tomar unos calimochos para entrar en calor de nuevo. El alcohol de la mañana había bajado, y aunque el pudor no había vuelto, si que querían soltarse un poco más.

Nuevamente la conversación empezó con calma, pero esta vez rápido se fue al tema sexual.

–¿Jugamos un poco para romper el hielo?– preguntó Sara.

–¿Qué tipo de juego?– quiso saber Jaime.

Sara se levantó y se acercó a Elizabeth, se inclinó hacia ella, –De este tipo.– dijo dando un pequeño pico a los labios de la chica.

Elizabeth se sorprendió pero no se retiró, y tras ese pico vino otro, y luego un comienzo de beso que prometía ser apasionado. Santi y Jaime sonrieron y se situaron bien para ver mejor el momento.

Las dos chicas comenzaron a besarse con ímpetu, casi sin separar sus labios pasaron al sofá, y allí Sara se echó sobre Elizabeth, que abrió las piernas recibiéndola en un abrazo lésbico.

Los dos chicos volvieron a recolocarse para mirarlas mejor, el beso se alargó unos minutos, y estaba claro que ambas lo disfrutaban con creces. Jaime se situó a un lado del sofá y Santi al otro, cada uno tiró de su chica y las separaron mientras acariciaban sus cuerpos, Elizabeth y Sara aprovecharon cada instante para saborear sus labios mientras se alejaban. Acto seguido las parejas comenzaron a besarse y tocarse, se notaba que llevaban demasiadas horas aguantando, y el deseo se había apoderado de ellos por completo.

Jaime empezó a meter mano de forma obscena a Elizabeth, quien miraba mientras tanto como Santi hacía lo mismo con Sara, ambas chicas intercambiaban miradas deseosas, y se repasaban de arriba a abajo.

Jaime se puso en pie y Santi le siguió, luego hicieron que sus chicas se arrodillaran ante ellos y se sacaron las colas, las dos sin dudarlo comenzaron a lamerlas.

Elizabeth observo la polla de Santi, le había parecido grande por la cam y quería ver si en persona seguía siendo notable, pudo comprobar que no estaba nada mal y tenía un grosor apetecible, tardó en verla bien, ya que Sara la comía con tal ansia que a penas la dejaba un segundo al aire. Los chicos se acomodaron sentándose en el sofá mientras ellas hacían su trabajo.

Elizabeth miraba a los ojos de Jaime, y acto seguido observaba como la chupaba Sara, después pasaba a ver la cara de placer de Santi, que la miraba a ella más que a su chica, Sara también la miraba, y Jaime a penas apartaba la vista de ella, sin duda era el centro de atención y deseo, y eso le encantaba.

Mirar otros ojos mientras comía la polla de su novio le resultaba de los más tórrido, se sentía muy cerda y su chichi palpitaba ante ese hecho.

Los novios no podían aguantar más e intercambiaron posición con sus respectivas chicas, ambas quedaron sentadas en el sofá, y las faldas fueron levantadas y los tangas arrancados. Las lenguas de Jaime y Santi, se hundieron en los coñitos de Elizabeth y Sara respectivamente, las chicas disfrutaban de su momento mirándose y alargando las manos para tocarse entre ellas.

La mano derecha de Sara acariciaba el pecho izquierdo de Elizabeth, mientras que se reproducía de forma opuesta el tocamiento de parte de esta. Manosear un pecho y que los suyos fueran manoseados por una chica era extraño y placentero, sin duda la experiencia prometía ser impresionante.

Jaime se quitó la camiseta y acto seguido los pantalones, Santi siguió sus pasos, luego desprendieron las faldas de sus chicas y pasaron a una acción más notable. Ambos deseaban sentir el calor en sus pollas y así lo hicieron, metieron con ímpetu sus colas en sus chicas, y ambas abrieron bien las piernas para que la otra pareja pudiera ver esa majestuosa entrada.

Las piernas de Elizabeth y Sara se cruzaron en el aire y se enredaron, debido a lo que Jaime y Santi se las abrían, sentir el calor de la otra chica en su piel daba más morbo a la situación, ambas deseaban tocarse y sentirse.

Jaime agarraba las piernas de Elizabeth a la altura del culo, mientras que Santi tomaba las de Sara por las rodillas, la pierna de Elizabeth fue a descansar sobre el brazo de Santi y se pegó más a la de Sara, al notarla Santi deseó acariciar esa pierna, pero sabía que no debía hacerlo, pero una de las embestidas de Jaime hizo que el cuerpo de su chica se moviera bruscamente, la pierna bajó separando la mano de Santi de la rodilla de Sara por un instante y yendo a parar al muslo de Elizabeth. A Elizabeth le encantó sentir una mano más sobre su cuerpo, y Santi disfrutó ese momento como ningún otro.

–Perdón.– dijo Santi preocupado, mientras quitaba la mano.

–A mi no me ha molestado...– dijo Elizabeth picaramente mirando a Santi y luego a Jaime, este rió y añadió, –No pasa nada, es normal que haya un poco de contacto. Además ya veo que a esta cerdita no le preocupa... jaja.–

Elizabeth sonrió a Jaime al oír esto, –¿Me puede tocar un poco entonces? ¿No te molesta?–

Jaime la miró con intentando leerle la mente, sonrió, –Si es la pierna y para que yo te pueda follar mejor no pasa nada.– respondió sacando la lengua.

Elizabeth al oír esto alargó la mano cogiendo la de Santi y la puso en la parte interna de su pierna de nuevo, mientras miraba a Jaime con picardía.

–Agarra, agarra, que si me deja aprovecho.– Añadió con tono obsceno.

–¡Qué morro!– dijo Sara, –Yo también quiero.– prosiguió.

Elizabeth la miro aguantando la risa, –No, no, Jaime es solo mío, así que nadie toca.– Elizabeth quitó la mano de Santi de su pierna.

–Jo... – increpó Santi.

Sara miró a su chico que le ponía ojitos pidiendo permiso, ella asintió, cogió la mano de Santi y la colocó sobre Elizabeth una vez más.

–Bueno, pero solo por hoy que se lo ha ganado.–

Santi sonrió y comenzó a acariciar la pierna de Elizabeth mientras follaba a su chica, Elizabeth por su parte disfrutó el momento de tener las manos de su novio en el culo, las de una chica en las tetas y la del otro chico en la pierna, tantas manos la hacían ponerse muy guarra.

 

A pesar del morbo de la postura, todos quería cambiar y buscar más formas de jugar. Las chicas pasaron a ponerse a cuatro patas sobre el sofá mirándose de frente, y los chicos tras ellas empezaron a zarandearlas con sus colas, había morbo en mirarse de frente pero impedía que pasara nada más, así que manteniendo la postura a cuatro patas bajaron al suelo y ellas recostaron sus cabezas sobre el sofá, una al lado de la otra.

Santi estaba más preocupado de mirar el culo de Elizabeth que el de su novia, no podía apartar los ojos deseosos de él, Sara estiraba la mano y se lo tocaba a Elizabeth, Jaime hacía lo propio, y Santi era el único que no podía disfrutarlo. Elizabeth se dio cuenta de el ansia con que la miraba, se sentía de nuevo como en la playa, una diosa adorada por todos, y quiso ser una diosa complaciente, no sin antes pedir permiso.

–Quiero más manos... me faltan manos encima chiqui, mmm.– dijo a Jaime a modo de petición.

Jaime sonrió, –Que guarrilla estas tú ¿No? No te pases pidiendo eh...–

Jaime hizo un gesto a Santi, que no tardó ni un instante en aprovecharlo, su mano se posó en el culo de Elizabeth.

–Mmmm...– suspiró Santi al palparlo, –¡Joder, qué culo!–

Elizabeth se sobrecogió al oírlo y notar su mano, miró en dirección a Sara y esta se acercó a ella y mordió sus labios, ambas se fundieron en un beso húmedo y caliente, que sus novios observaban atentos mientras se las follaban.

 

El salón se había quedado pequeño, ya no daba más de sí, así que Jaime cogió en brazos a Elizabeth y la llevó al cuarto grande indicando a Santi y Sara que les siguieran.

Al llegar allí la tiró sobre la cama, y Sara se recostó con ella. Jaime se colocó tras Elizabeth y le empezó a aflojar el corset.

–Si os ha gustado su culo, lo vais a flipar con sus tetas, son perfectas.– dijo Jaime justo en el momento de desprenderla del corset.

Elizabeth se ruborizo y tuvo el reflejo de tapar sus pechos pero Jaime se lo impidió. Santi y Sara quedaron atónitos mirándolos, y la segunda, no pudo aguantar y se lanzó a lamerlos, Elizabeth la recibió con sorpresa y placer.

Santi se colocó rápidamente tras Sara y empezó a follársela mirando como chupaba las tetas de Elizabeth, por un momento casi explota y no le quedó más remedio que parar.

–Yo necesito un momento.– dijo Santi.

Todos rieron. Sara aprovechó para quitarse el corset también y dejar sus pechos a la vista de todos, Elizabeth al verlos tampoco se aguantó y decidió tocarlos y lamerelos. Las dos chicas empezaron a acariciarse sobre la cama, y pronto llegaron los besos y las manos de Sara se deslizaron hasta el chichi de Elizabeth. Al sentir los dedos de Sara en su agujerito, Elizabeth tuvo un pequeño espasmo, no podía imaginar que iba a llegar a eso ese día, y ahora que lo sentía estaba ansiosa por ir más lejos con la chica.

Sara pareció leerle el pensamiento, porque pasó de besar su boca a su cuello, y luego a sus pechos, siguió bajando mientras que Elizabeth cerraba los ojos, esperando el ansiado momento. La lengua de Sara se deslizó por su ombligo, y siguió su curso hasta al fin llegar a motivo de su deseo. El aroma interno de Elizabeth la embriago y sin pensarlo dos veces, recorrió con su lengua los labios de su cuerpo de abajo a arriba, y acto seguido comenzó a lamerlos, besarlos y hundir su lengua en ellos.

Elizabeth se estremecía mientras las manos de Sara la acariciaban, no era la mejor comida de su vida, pero había un morbo especial en ella, y al abrir los ojos y ver a Jaime mirándola fijamente; sin perder detalle de cada gesto de placer de su rostro; el morbo creció a infinito. Agarró a Jaime y lo acercó a ella para besarle y tocarle, las manos de Jaime se volvieron locas en los pechos de su chica, y Elizabeth tuvo que contenerse para no dejarse llevar por el orgasmo que sobrevenía.

Santi entró en juego y empezó a lamer el coño de Sara, Jaime se incorporó y metió su cola en la boca de Elizabeth, el placer era demasiado grande para poder aguantar en esa postura, y Elizabeth se vio obligada a separar la boca de Sara de sus labios.

–Para, para, o me correré y ya me dejáis lista para todo el día.– dijo Elizabeth hiperventilada.

Se tomó un momento de relajación, con Jaime abrazándola desde atrás y besando su cuello. Mientras Sara se tumbó boca arriba para que Santi la lamiera mejor, pero solo unos segundos después estaba de lado, mirando a Elizabeth, mientras que Santi se colocaba tras ella y empezaba a follarla.

Elizabeth seguía excitada, y necesitaba que la rellenaran a pesar de que no sabía si podría aguantar.

–Metémela un poquito, pero suave.– susurró a Jaime.

Poco a poco Elizabeth sentía la polla de su novio dentro, mientras veía una escena porno en vivo, estaba en la gloria, había tenido más de lo esperado, sus fantasías habían sido plenas, pero aún faltaba algo, probar el sabor de la entrepierna de Sara, y ya puestos, no podía dejar pasar la oportunidad.

Elizabeth se acercó a Sara y comenzó a besarla, Jaime le sacó la cola para que pudiera moverse bien y bajara besando el cuerpo de Sara, reproduciendo lo que ella le había hecho antes. Al llegar donde quería llegar, Sara levantó la pierna, Elizabeth vio a pocos centímetros la polla de Santi abriendo por completo el coño de Sara, la líbido le subió un poco más, y aún se volvió a incrementar al notar la lengua de su novio en su chichi.

La postura de Sara no era la más cómoda, así que se quiso tumbar boca arriba, pero Santi no tenía interés en salir de ella. El chico quedó bajo su novia, un poco de lado, con un movimiento más reducido de penetración, pero no por eso menos placentero, estiró la cabeza para intentar ver como Elizabeth empezaba a lamer el chochito de su novia, y aunque la postura no le daba el mejor plano, era más que suficiente.

Elizabeth se colocó a cuatro patas entre las piernas de Sara y Santi, y Jaime se incorporó y empezó a follarle el chichi, lo cual le daba una mejor visión.

Elizabeth tenía reparo en empezar, ya que la polla de Santi seguía en el interior de Sara, eso le impediría comerlo bien y además podía hacer que tocara la cola sin querer. Giró la cabeza y miro a Jaime.

–¿Se lo como así?– preguntó con unos ojitos de deseo a los que no se le podía negar nada.

–Como tú quieras preciosa.– respondió Jaime con morbo en la mirada.

Elizabeth sacó la lengua y la acercó a la parte superior del chichi de Sara, el olor a sexo era muy notable cuanto más se acercaba, era un olor que hubiera despertado el deseo en la persona más frígida que haya existido, así que en Elizabeth no hay palabras para describir lo que despertó.

Su lengua empezó a darle los sabores del clítoris de Sara, solo podía lamer una pequeña parte para no tocar la polla de Santi, pero era suficiente.

Elizabeth estaba disfrutándolo sin duda, estaba siendo follada mientras comía un coño y tenía una polla rozándole la cara, quizás era incluso demasiado, porque su mente se nublaba y tenía nuevas apetencias, una cola tan cerca tenía que terminar por llamar su atención.

–Así no lo puedo comer bien jo...– dijo con tono sugerente.

–¿Por qué no?– preguntó Jaime.

–Porque esta la cola y si lo como bien le daré con la lengua.– respondió Elizabeth poniendo voz de niña pequeña que pide un caramelo.

–Eso quieres eh cerdita...– inquirió Jaime con tono sádico.

–Mmm...– gimió Elizabeth con picardía.

–Cometelo como tú quieras preciosa, que yo te voy a estar mirando todo el rato.–

Elizabeth sonrió y alargó bien su lengua para comer ese chichi en toda su plenitud. Sus labios y lengua tomaron contacto con la parte baja de la polla de Santi, quien al sentirla dio varios espasmos que hicieron que su polla endureciera aún más. Los fluidos de Sara resbalaban por la cola, y Elizabeth los recogía con la lengua y los llevaba hasta el clítoris de esta. No era el cunilingus que había imaginado, pero desde luego no le faltaba ni un ápice de morbo del que hubiera tenido en sus mejores fantasías.

Pronto Elizabeth empezó a acariciar su chichi mientras comía el otro y sentía la cola de Jaime dentro, quizás se perdió tanto en los sentidos, que no se dio cuenta que había empezado a acariciar los huevos de Santi con la otra mano, y al percatarse de ello, pensó que ya puestos a su chico no le importaría, además lo estaba viendo todo.

La intensidad de las embestidas de un chico y el otro a sus respectivas novias, empezaron a ser más fuertes y salvajes, tanto que fue casi imposible evitar que la cola de Santi saliera disparada de Sara. En ese momento lo primero que quiso hacer Elizabeth fue hundir su lengua en el interior de esta, y así lo hizo alcanzando el placer a través del paladar, ese sabor le hizo perder la cabeza un segundo, y ardió en deseo. La polla de Santi estaba junto a su cara, llena de esos sabrosos fluidos, por un momento ni si quiera era una cola, tan solo un palo bañado en un delicioso caramelo que ella ansiaba con locura.

Elizabeth sabía que no podía lamer esa cola, pero también que dada la postura que todos mantenían era la única que podía cogerla y volver a meterla en Sara, así que para placar su deseo lo hizo sin pensar y la cola entro de nuevo. Jaime pareció entenderlo y no se molestó por este hecho, además había notado que Elizabeth se excitó con lo ocurrido debido a la fuerte presión que ocasionó con la vagina en su cola.

Jaime tenía la mirada clavada en Elizabeth, observaba como estaba más cerda por segundos, y que amasaba las pelotas de Santi con ganas.

De repente la polla volvió a salir del interior de Sara, Elizabeth volvió a hundir su lengua con ganas en la chica, pero esta vez no una sola vez, el sabor en ese momento la perdía por completo, y nuevamente el rabo empapado en los deliciosos flujos se mostraba ante ella. Elizabeth fue a meterlo de nuevo en el interior, pero casi por reflejo, dio un lametón antes, desde las pelotas al glande, y metió la puntita en Sara, pero se quedó completamente quieta, por una parte por lo que acababa de hacer, por otra por las ganas de lamer un poco más esa polla.

Elizabeth giró la cabeza con miedo, Jaime la observaba atento.

–Se me ha escapado.– dijo con la boca pequeña y una pequeña sonrisita.

–¡Qué cerda que eres!– contestó Jaime riendo.

–Lo siento.– añadió Elizabeth nuevamente con voz de niña, pero esta vez algo arrepentida, aunque con un indicio de petición de nuevo.

Jaime sonrió y pegó la cabeza de Elizabeth al chichi de Sara, la cola de Santi volvió a su movimiento entrando y saliendo de la chica.

Pero el morbo había llegado a unos límites demasiado grandes como para que la cola de Santi no volviera a escapar del interior de su chica.

Se volvió a repetir la buena comida de coño, y acto seguido Elizabeth fue a meter de nuevo la cola dentro, pero la miró con deseo unos segundos, deseaba lamerla pero no podía, y por un instante giró la mirada hacia su novio, quizás buscando permiso. Jaime al verla puso cara de malo, le clavo bien adentro su cola, y le agarró la cabeza para pegarsela a la polla de Santi, inmediatamente Elizabeth la lamió en toda su longitud un par de veces, llevándose todos los flujos de Sara con la lengua, miró un segundo a su novio que la observaba atento y vicioso, Elizabeth sonrió al ver esa mirada en Jaime y abrió la boca metiéndose la verga de Santi por completo en ella.

Elizabeth lamía la polla con ganas mientras su novio la observaba, le empezaban a faltar manos, así que tuvo que dejar de tocarse para poder tener una mano en la cola de Santi y otra en el coño de Sara. Por su parte, Sara que estaba con la mirada al cielo, noto el cambio, ya no tenía ni polla ni lengua dentro, solo dedos, así que la curiosidad hizo que bajara la vista. Al mirar en dirección a su coño, vio a Elizabeth con toda la polla de su novio en la boca, una serie de sensaciones contradictorias pasaron por su cabeza en ese momento, pero el morbo las superó a todas.

–Así, cometela entera ¡Joder!– exclamó Sara mientras agarraba la cabeza de Elizabeth para apretarla fuerte contra la polla de Santi, haciendo que esta le llegara a la garganta.

Elizabeth tragó la polla como pudo y alzó la vista hacia Sara, que la miraba con una cara de zorra sádica que hizo que el chichi de Elizabeth se humedeciera hasta gotear empapando las sabanas.

Desde el punto de vista de Elizabeth y Jaime, casi parecía que a quien comía la polla era a Sara, lo cual provocaba un inElizabethnte morbo en la pareja. Santi logró asomar la cabeza para mirar la entrepierna de su chica, y ver como en ese momento Elizabeth lamía su cola mejor de lo que se lo habían hecho en su vida.

Sara se incorporó sentándose en el vientre de Santi y empezó a frotarse el coño, Elizabeth hizo lo propio al quedar libre la mano que usaba para la chica. Sara empezó a hacer gestos sucios y pervertidos, que solo hacían parecer aún más que la polla que Elizabeth se comía fuera la suya. Era una imagen digna de ver y que no tenía ni el más mínimo desperdicio. Sara hacía que Elizabeth chupara bien la cola, casi sin dejarla respirar, la agarraba del pelo y dirigía su cabeza para que la comiera tal y como ella quería, Elizabeth se dejaba manejar sin oposición alguna, se sentía un objeto sexual, y en ese momento era lo que más placer podía proporcionarle.

–Me vais a matar.– gritó Santi en un gemido que prevenía de orgasmo en caso de no parar.

Sara al oírlo se quitó de encima de Santi y fue a besarle el cuello, por primera vez la polla que comía Elizabeth tenía rostro de verdad. Jaime y su novia miraron a la cara de Santi, que estaba en una mueca de éxtasis y placer, para ambos fue chocante ver lo que realmente llevaba haciendo Elizabeth un buen rato, comer la polla a otro chico, pero, al igual que le pasó a Sara, de todos los sentimientos contradictorios que tuvieron, ganó el morbo, y el chichi de Elizabeth se contrajo con fuerza sobre una polla de Jaime en pleno auge de llenado, sintiendo ambos un gran placer.

–Correte en su boca.– susurró Sara al oído de Santi, mientras frotaba su coño con fuerza, –Quiero ver como le llenas la cara de leche con tu polla.–

Al oír las palabras de Sara, Santi no pudo aguantar más y su cola explotó en la boca de Elizabeth, haciendo que le rebosara el espeso semen a chorros. Sara saltó hacia Elizabeth y le agarró la cabeza para que no sacara la polla de su boca, sin dejar de tocarse. Elizabeth no pudo evitar tragar parte de la leche que salía incesante de la cola de Santi, y aunque la sensación de ahogo era agobiante, también fue determinante para que su coño se apretara más e hiciera que Jaime estallara en su interior. Al sentir tanto semen en su boca y en su chichi a la vez, un violento orgasmo le sobrevino haciendo que por más que le agarrara la cabeza Sara, la polla de Santi saliera disparada de su boca, y con ella un último chorro hacia su cara.

Elizabeth gemía descontrolada mientras que Sara se lanzó a lamerle la cara y la boca, la leche de su novio en la cara de otra le sabía mucho mejor, y tanto orgasmo al rededor terminó por regalarle el suyo propio.

Sara se dejó caer en la cama junto a Santi y comenzó a besarlo apasionadamente, aún con restos de semen en la boca. Elizabeth cayó rendida entre las piernas de Santi quedándole la cola pegada a la cara, mientras que Jaime dio unos últimos empujones en su chichi y se echó sobre ella.

Elizabeth se quedó pensativa, ahora que el calenton había pasado, se daba cuenta de lo ocurrido, y le entró el pánico al pensar en que diría Jaime. Rápidamente se dio media vuelta para abrazarlo.

–Chiqui, lo siento, lo he hecho sin pensar.–

–Tranquila guapa, no es nada, yo estaba contigo, así que no importa, te he dejado que lo hicieras. ¿Te arrepientes? ¿No te ha gustado?– preguntó a su chica intentando tranquilizarla.

–No es eso, es por ti, que me preocupo.–

–Tranquila, yo estoy bien.–

–¿Aún me quieres?–

–Claro que sí tonta, más que nunca y cada día más, nunca podría dejar de quererte.–

Elizabeth sonrió y miró dulcemente a su novio, –¿Aunque tenga semen de un tío por la cara?– dijo con tono simpático, mientras abría de par en par los ojos.

–Aún así, te quiero de todas formas, y de todas formas estas preciosa.–

Elizabeth sonrió.

–Bueno, y ¿Te ha gustado o te arrepientes?– volvió a preguntar Jaime.

–Claro que me ha gustado, me ha encantado chiqui, pero porque ha sido contigo.–

Jaime sonrió y la abrazó con fuerza, –Anda, ve a lavarte un poco que así no puedo besarte.– dijo riéndose.

Elizabeth lo abrazó con fuerza, –deja que te abrace un segundo y ahora voy a ducharme, ¿Te ducharás conmigo?–

–Claro que sí preciosa.–

Unos minutos más tarde Santi y Sara fueron a su habitación, y Jaime y Elizabeth a la ducha de nuevo.

El morbo seguí en el ambiente, y a Jaime le fue imposible contenerse, tenía que comerle el chichi a Elizabeth de nuevo, ella lo recibió con gusto, y a pesar de la incómoda postura en la ducha, se corrió con gran facilidad, la lengua de Jaime le dio un orgasmo más maravilloso que cualquier otro que pudiera haber tenido ese día con más ayuda.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CAPÍTULO 8

LA NOCHE NO ACABA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

A pesar de la gran actividad física de la tarde, las dos parejas decidieron salir a dar una vuelta por la noche, al fin y al cabo era sábado y ya que Sara y Santi habían venido de propio, había que aprovechar el viaje.

Al principio, cuando salió cada pareja de su habitación, se sintieron raros, pero pronto empezaron a hablar sin más, y sin tocar el tema pero si insinuarlo. Según avanzó la noche la cosa fue relajándose de nuevo. Los temas se caldearon y empezaron a comentar lo ocurrido, las conversaciones eran de lo más tórridas imaginables.

–Me ha encantado ver como se la comías a Santi.– le dijo Sara a Elizabeth aprovechando una visita al baño.

–La verdad que me ha dado morbo hacerlo, y sobretodo porque Jaime me miraba. No me había imaginado en la vida que haría algo así.–

–Es que para ser la primera vez y sin tenerlo planeado... no ha estado nada mal eh.–

Elizabeth asintió algo sonrojada.

–Y ¿qué te ha parecido la cola de Santi?–

–Jo que vergüenza...–

–Bah, que no pasa nada mujer, estaba rica a que sí.–

–La verdad que estaba bien, aunque prefiero la de Jaime, lo siento.– respondió Elizabeth poniendo una expresión de es lo que hay.

–Jaja, ya imagino que la de Jaime te gusta más, es normal, a mi me pasa con la de Santi, aunque me viniera una enorme me seguiría gustando más la suya.–

–Pues sí, creo que me pasa lo mismo, aunque tener la cola de Jaime en el chichi y la de Santi en la boca mmm, supera una sola eh, bueno, pero porque una de las dos era de Jaime que si no ni de coña, y si me dan a elegir me quedo la suya sola, aunque para una vez no ha estado mal, jiji.–

–Hay algo mejor... que son las dos colas a la vez dentro, eso te volvería loca.–

–Ufff no creo que pudiera, por atrás me cuesta bastante, y dos a la vez me mataría, y además me correría en un segundo.–

–Bueno, pero no tiene que ser una delante y otra detrás, yo prefiero las dos por delante, es una pasada.–

–¿Qué dices? Eso me reventaría más todavía. A mi no me caben dos por ahí, y luego además no me iba a enterar de nada con una sola.–

–Qué dices, no mujer, que no es así que se estira mucho y luego eso se cierra y se queda como siempre. Otra cosa es que siempre lo hicieras así, pero no te preocupes.–

–Bueno, de todas formas eso ya si que no lo probaré, porque Jaime me mataría solo por pensarlo.–

–Pues después de lo de esta tarde quién sabe, que al final le has comido la polla a Santi sin haber planeado nada, y no parece que le haya molestado.–

–Ya... Pero son cosas muy diferentes, no creo que le hiciera gracia que otro me follara.–

–Bueno, pero ahora que te ha visto después de lo otro, y que sigues prefiriendo su cola, también ha podido cambiar de opinión.–

–Sí, a ver, ya sabía que otro no me iba a gustar más, pero ahora ya me he dado cuenta que como hacerlo con Jaime no nada en el mundo.–

–Claro, es eso. Aún estás a tiempo de probar lo otro, y ya verás que si lo hacemos con morbo te deja probar, que tienes a Santi para que os ayude a cumplir la fantasía.–

–Jo, pero no quiero que nadie toque a Jaime, que me pondría celosa.–

–¡Qué morro! Jaja. Bueno, que yo ya lo experimenté, te dejo a Santi, que el pobre esta que se muere por probarte y ahora más, así se lo regalo.–

–Pero que no he dicho que sí eh.–

–Bueno deja a ver que pasa, tú ya sabes que tienes mi permiso.–

–Vale, vale.– dijo Elizabeth pensando para sí misma que eso no iba a pasar ni en broma.

La noche siguió su curso, y las dos parejas bebieron un poco más y mantuvieron las bromas sexuales. El morbo era notable durante toda la noche, y aún más cuando volvieron a casa andando, entre bromas las dos parejas iban comentando lo ocurrido ahora que nadie les oía.

 

–Yo me creía que estaríais más cortados, pero si que imaginaba que algo más de lo que teníais pensado haríais, aunque me he sorprendido.– dijo Sara.

–¡Pues anda que yo!– añadió Santi.

–Pues sí, la verdad que ha sido raro. Yo tampoco tenía en mente llegar a tanto, me imaginaba que dejar que tocarais un poco a Elizabeth sí, pero ya está.– respondió Jaime.

Sara echó una mirada cómplice a Elizabeth y preguntó,–Pero, ¿Te ha gustado verla hacer eso?– Elizabeth se quedó de piedra al pensar por donde iba la frase, pero no perdió detalle de la respuesta de su novio, realmente quería saber que pensaba pasadas unas horas.

–Bueno... ha sido raro, pero en el momento es que me daba morbo la idea, y ya puestos pues dije, venga... y la verdad que me ha molado, estaba supermorbosa chupándole la polla a Santi, además desde ese ángulo nunca la puedo ver a menos que la grabe.–

Elizabeth se sonrojó y aunque en el pasado pensar que su novio pudiera disfrutar viéndola así le molestaba e incluso enfadaba, ahora le resultaba de lo más morboso.

Sara ya no dijo nada más del tema, ni siquiera preguntó si querría verla hacer más, simplemente se acercó a Elizabeth y la agarró del brazo para cuchichearle al oído, –Ya verás como si lo hacemos bien te deja que te folle Santi.–

Al oír esto la chica se sobresaltó, le parecía que ya no era una idea tan descabellada, y por un momento le dio mucho morbo.

 

Al llegar al piso, estaban indudablemente animados, aunque la conversación siguió por otros derroteros, siguió siendo sexual, y el contenido había pasado a ser las fantasías sexuales de Sara. No paraba de hablar de sexo en grupo con muchos chicos, esa era su preferencia claramente, aunque ya había probado a una chica al fin, lo cual desarrollaba algo más sus fantasías, mientras entraban por la puerta Sara comentaba su nuevo sueño.

–Pues con tres o cuatro chicos para mi molaría, pero después de hoy se me ocurre que molaría que estuviéramos Elizabeth y yo con cuatro chicos para cada una.–

–Alaaa, ¿Qué dices?– dijo Elizabeth.

–¡Ni de coña!– contestó Jaime.

Sara rió, –Venga hombre si después de lo de hoy no debería molestarte, que te ha gustado que se nota.–

–A ver, una cosa es una cosa, pero la otra implica mucho más.– defendió Jaime

–Pero, ¿Qué diferencia hay? ¿Qué es una cosa y qué es otra?– insistió Sara.

–Pues no es lo mismo que le coma la polla a un chico así estando solo los cuatro, a que tenga cuatro pollas queriendo entrarle por todo el cuerpo.– respondió el chico.

–Yo eso tampoco querría eh,– interrumpió Elizabeth, –más de dos ya es demasiado.– Tras decir la frase Elizabeth se percató de que no había dicho una, si no dos, así que para disimular su desliz de pensamiento decidió reír como si bromeara.

–Ah con dos sí quieres ¿No?– dijeron Jaime y Sara casi al unisono. Aunque cada uno con un tono muy distinto.

–Que es broma chiqui.–

–Ya, ya...– balbuceó Jaime.

Elizabeth rió levemente y Sara lo hizo más.

–Bueno, entonces quedamos en que comerle la polla a Santi estando los cuatro sí vale ¿No?– dijo Sara.

Jaime veía venir por donde iban las preguntas, contestó muy retórico, –Bueno, eso valió antes dada la situación.–

–¿Entonces ahora no le dejarías hacerlo?– insistió Sara.

–No ya no, eso antes que estaba cachondo, pero ya solo se tiene que comer la mía.–

Sara sonrió con malicia, –¿Y si te ponemos cachondo de nuevo?–

La chica tomó a Elizabeth de la mano y la llevó a la habitación grande, allí empezó a besarla.

–¿Esto ayuda para calentarte?– dijo mientras mordía la boca de Elizabeth.

–Ayuda, pero no vas a conseguir más.–

Santi y Jaime se acomodaron para ver a las dos chicas en acción, Sara no se cortó y rápidamente desnudó a Elizabeth y se volvió a desnudar ella, quedando ambas de nuevo solo con las medias. Elizabeth no puso impedimento alguno, realmente iba algo cachonda y el ímpetu de Sara hacía que le hirviera el chichi, así que simplemente se dejaba llevar.

–Santi ven.– dijo Sara.

Santi se acercó a su chica y esta le sacó la polla para comérsela, mientras indicó a Elizabeth que le comiera el coño, quedando Sara a cuatro patas sobre la cama con la lengua de Elizabeth en el chocho y la polla de Santi en su boca.

–¿No te gustaría ver así a Elizabeth?– dijo Sara con tono sinuoso.

–Creo que estás muy bien tú en esa posición.–

Sara miró con descaro a Jaime mientras hundía la cabeza de su chica contra su coño, sonrió y siguió chupando la polla de Santi.

 

Jaime comenzó a desnudarse, Santi hizo lo propio, y se colocó tras Elizabeth para comerle el chichi. Los cuatro quedaron en una depravada fila sexual, donde el placer estaba garantizado.

 

Sara se dio media vuelta quedando boca arriba en la cama, indicó a Santi que bajara un poco para seguir chupándosela, mientras que Elizabeth metía la cabeza entre sus piernas para saborear su vagina.

Sara masajeaba la cabeza de Elizabeth mientras lamía las pelotas de su novio, Jaime pasó a una posición más activa y comenzó a follar a Elizabeth a cuatro patas.

Entre las lamidas de polla, Sara paraba para acercarse a Elizabeth y besarle los labios como si no hubiera otros en el mundo, cada vez que lo hacía el beso era más intenso que el anterior, hasta que terminó por besarla tan apasionadamente, que ambas se abrazaron y manosearon como si no hubiera nadie más en la habitación. Elizabeth quedó sobre Sara, entre sus piernas que la abrazaban con fuerza, y enrollándose morbosamente para su chico y el de ella. Sara aprovechó para liberar una mano y comenzar a acariciar la cola de Santi, a la vez que la atraía hacia ellas, cuando estuvo lo bastante cerca agarró con fuerza la polla y la llevó a su boca, metiéndosela por completo en ella. Sara miró a Jaime, quien se había tumbado sobre la espalda de Elizabeth para seguir follándosela, volvió a besar a la chica y cogió la polla para ir acercándola a las bocas de ambas. Jaime veía claramente las intenciones de Sara, cualquiera las hubiera visto, así que tiró de Elizabeth hacia él, separándola de Sara, que se quedó a solas con la cola, pero no le importó, se sentó y comenzó a comerla mientras miraba a la pareja.

–Ala, que no me dejas enrollarme con ella.– dijo Elizabeth.

–Es que eso no es lo que intentaba ella.– respondió su novio.

Elizabeth la besaba con los ojos cerrados, con lo cual no había llegado a ver lo que Sara planeaba, pero al decir Jaime eso rápidamente se dio cuenta de lo que intentaba, –Jojo, no me había dado cuenta.–

–Bueno, se va a quedar con las ganas, hoy ya se ha llegado al límite.–

Sara puso la mayor cara de zorra que supo, –Venga, si lo estas deseando, deja que lo hagamos, las dos comiendo la cola... seguro que te encanta ver eso.–

–No, no, que si no aquí tenéis ventaja unos sobre otros.– contestó.

–No, porque yo solo tengo una cola y querría dos.– replicó Sara.

–Para nada, tienes una cola y un chichi, que es lo que querías, así que no te quejes.– sentenció el chico.

Sara se vio perdida, así que agarró la cabeza de Elizabeth de nuevo para meterla entre sus piernas, de nuevo pasaron a una escena mucho más sexual y menos hablada.

Estaba claro que con razonamiento no iba a conseguir lo que pretendía, además Elizabeth no parecía inElizabethda en el tema, antes la había llegado a provocar con insinuaciones, tocamientos, ahora tenía que buscar algo similar.

 

Sara tomó una mano de Elizabeth y la dirigió por su cuerpo, para que le tocara las tetas, luego sacó su cabeza del coño e hizo que empezara a lamerle los pechos, la polla de Santi volvía a estar a su alcance, pero era como si estuviera a kilómetros, así que pensó en lo que pasó antes, en como Jaime terminó cediendo a esa mamada, y tuvo una idea.

Sara se levantó en la cama, poniéndose de pie, y empezó a jugar con Elizabeth como si de una dominatrix se tratara, hacía que le lamiera las piernas de arriba abajo y luego le acercaba el coño a la boca. Elizabeth se estaba excitando mucho con ese juego, y a su vez Sara se empezaba a relajar y disfrutarlo más, con lo que sus flujos empezaron a brotar con más fuerza y embriagaron de nuevo a Elizabeth. Ahora ya la tenía a ella donde quería y en el estado que le inElizabethba, Jaime empezaba a disfrutar mucho la imagen, así que solo quedaba el siguiente paso. Sara hizo que Santi subiera a la cama y se colocara tras ella, entonces abrió las piernas y pasó la polla de este pegada a su coñito, dejándola empapada en sus jugos. La cola no sobresalía mucho, pero suficiente para que se viera la punta completa cuando Sara cerró las piernas.

–Bueno, no le dejas que se la chupe a Santi, pero ¿Y a mí?– dijo Sara con voz de zorra y mirada acorde.

Jaime se quedó de piedra, realmente volvió a darle morbo la idea de ver eso, aunque nunca se le había quitado pero quería contenerlo, ahora le resultaba más difícil, tanto que su polla se endureció aún más en el interior de Elizabeth, quien la notó al instante palpitar en su chichi, el morbo también creció en ella de inmediato, miró la polla y la vio bañada en los flujos que tanto le gustaban. Sara acariciaba la polla como si fuera suya y se estuviera haciendo una paja en dirección a la cara de Elizabeth, esta y Jaime estaban a mil mirando la escena y casi por magia se produjo un impulso combinado. Jaime no pudo aguantar el morbo y embistió con fuerza a Elizabeth que se desequilibró hacia delante debido a tal estimulo, y su libido la llevó a abrir la boca y lanzarse a comer esa polla frente a su cara. De repente Elizabeth tenía de nuevo la cola de Santi en la boca, y la lamía con ganas, mientras que Jaime lejos de molestarse empezó a follársela con mayor ímpetu.

Sara sonrió orgullosa, había conseguido su objetivo, ya solo tenía que dar un poco más de juego para que no se cortara. Agarró a Elizabeth por los pelos y la pegó bien a la polla, –Comemela zorrita.– decía una y otra vez.

Jaime y Elizabeth estaban a punto de caramelo, ya nada iba a detenerlos, así que Sara levantó la pierna y la pasó sobre la cabeza de Elizabeth dejando en su visual a Santi, se apartó de ellos y se echó en la cama a mirar la escena.

Santi le follaba la boca y Jaime el coño, era muy excitante, y aunque no fuera ella quien estaba en esa posición, le resultó incluso más morboso verlo que de haberla ocupado.

Jaime ahora era consciente de la mamada que su novia le estaba haciendo a Santi, al igual que Elizabeth también lo era, y volvió a ser chocante, pero a la vez morboso, incluso el morbo empezó a ser mayor que viendo a Sara, la verdad es que todo era más tórrido de esta forma, y dado el nivel de deseo que había en el ambiente, era justo lo que necesitaban.

Sara decidió ir un poco más lejos, se acercó a Jaime y le susurró al oído, –Tumbate tú y miranos.–

Jaime, algo traspuesto por el momento que vivía, hizo caso y se echó a contemplar la escena.

La chica se colocó detrás de Elizabeth y empezó a realizarle un cunilingus mientras esta seguía comiendo la polla de Santi.

–Ves como que nos cambiáramos ella y yo de posición molaba.– dijo Sara con una sonrisa perversa mientras clavaba su lengua en el chichi de Elizabeth.

Jaime vio entonces que era lo que Sara quiso hacer al principio, la misma posición pero con Elizabeth en medio, y era cierto, no le resultaba nada desagradable la visión, de hecho tuvo que empezar a tocarse mirando tal acontecimiento.

Sara sonrió orgullosa, y entonces se arrodilló tras Elizabeth para hacer como si se la follara, la imagen fue apoteósica para Jaime que soltó un alarido al verla, sin duda Sara iba por buen camino.

Acto seguido la chica se quitó de la trasera de Elizabeth y se puso junto a ella, acariciándola y besándole el cuello, hizo que esta se sentara y una vez así, Santi bajo de la cama y ambas empezaron a comerle la polla al unisono. Jaime se resituó para ver bien la escena, la rabia y los celos ardían en su interior, pero el morbo los aplacaba, la visión era digna de ser contemplada sin interrumpirla por nada.

Unos minutos de mamada y Sara decidió hacer un nuevo cambio, quitó a Santi de se posición y puso a Jaime en ella, cambio que Elizabeth recibió con alegría, ya que tal como llegó empezó a lamer la polla de su novio con una pasión sin igual, sin duda la echaba de menos. Sara estaba cerca de ellos, y Elizabeth se temió que intentara chuparla ella también, así que la apartó antes de que a esta ni se le pasara por la cabeza. Sara no dijo nada, solo tomó la posición adecuada entre las piernas de Elizabeth para comerle el chichi.

Ahora era Elizabeth la que estaba sentada comiendo polla mientras a ella le comían el coño, Santi pasó a follar a Sara que se encontraba a cuatro patas, la fila se había vuelto a producir, pero esta vez con un cambio de posiciones.

Sara hizo que Elizabeth pasara a estar a cuatro patas y luego se tumbó boca arriba para comerle el coño. La visual había cambiado, y desde el punto de vista de Jaime, Santi estaba detrás de su chica embistiendo, aunque la perspectiva no llegaba a engañar. Sara dejó de comer el coño y se deslizó hacia arriba chupando los pechos de Elizabeth y luego simplemente tocándolos ya que se colocó completamente bajo esta. Cuando la posición fue la adecuada levantó las caderas tanto como pudo, dejando su coño lo más pegado posible al de Elizabeth, de repente la imagen si era mucho más completa, y parecía que Santi se la estuviera follando. El morbo recorrió el cuerpo de Jaime, y el semen se agolpó en su cola queriendo salir, pero pudo sacar la cola de la boca de Elizabeth para impedir esto. Sara aprovechó el momento para besar a Elizabeth y manosearla, y Jaime se apartó un poco para apretarse la polla y relajar la presión de sangre que había en ella. Dese la distancia aún parecía más real lo que veía, y eso no le ayudaba a bajar la excitación.

Sara se estiró como pudo y puso las manos de Santi en las caderas de Elizabeth, de repente la imagen era casi real, y la cola de Jaime soltó un poco de leche, tanto Sara como Elizabeth pudieron ver ese momento.

–Es el momento de hacerlo.– dijo Sara en voz baja al oído de Elizabeth, quien se puso nerviosa y excitada a la vez.

Sara salió de debajo de Elizabeth y se acercó a Jaime, –Me toca mirar a mi un poco, hacedle algo vosotros.– le dijo mientras lo llevaba hasta Elizabeth.

Después se acercó a Santi para inclinarlo hasta el coño de Elizabeth para que se lo comiera. Jaime estaba ansioso de ver como lo hacía, tanto que giró a Elizabeth para que se sentara y así poder ver como la lengua de Santi la acariciaba.

Elizabeth tomó la cabeza de Santi por los pelos y la refregó con fuerza en su entrepierna, si bien no era una comida tan buena como las que le hacía su novio, si que era muy excitante tenerla.

Sara volvió a tumbarse y masturbarse mientras observaba al trío que se había formado. Quizás era la más excitada después de todo, tanto por la visual como por estar consiguiendo lo que quería.

–Metémela.– suplicó Elizabeth a Jaime necesitada de sentir su cola dentro.

Jaime la volteó en la cama y empezó a follársela mientras que Santi pasó a colocarse junto a su boca para que se la chupara. Elizabeth estaba muy salida, se sentía a rebosar de placer, no se podía pedir más, pero entonces Jaime tomó la iniciativa. Se colocó de lado a Elizabeth levantándole la pierna y empezó a follársela así, acto seguido indicó a Sara que se acercara a comerle el coño.

–Espera no, eso no, que si no querrá comerte la polla.– dijo Elizabeth.

Jaime pensó una nueva situación, quizás que Santi se lo comiera, pero podía resultar violento en tal caso, aunque, por suerte, no hizo falta pedirlo, Santi se lanzó a hacerlo ante la negativa de que lo hiciera Sara.

–Tranquila que yo no se la querré comer, jeje.– dijo Santi.

Elizabeth y Jaime sonrieron y miraron expectantes al chico, este empezó a lamer el clítoris con cuidado de no tocar la polla.

–Si le das a la polla sin querer no pasa nada Santi, a ti te dejo jiji.– burló Elizabeth.

–Eso, eso.– añadió Sara ansiosa.

Ambos chicos se miraron y pusieron cara de resignación, se rieron e hicieron caso omiso a los comentarios.

 

Elizabeth al fin pudo saborear una cola dentro con lamida simultanea, no era espléndida la lamida, sobretodo por culpa de hacerla con cuidado, pero era mucho más cómodo que tocarse e infinitamente más morboso.

 

Sara seguía tocándose mirando a los tres, sin participar más que con comentarios cerdos al oído de Elizabeth.

–Ahora, dos colas dentro, aprovecha, que estas en la postura perfecta.–

Esas frases hacían temblar las piernas de Elizabeth, ciertamente la curiosidad y el deseo se había apoderado de su coñito, y estaba ansioso de comer las cosas de dos en dos.

Jaime oyó a Sara susurrar a Elizabeth, y vio como esta se estremecía con cada frase, como se mordía el labio y se ponía más y más cachonda, eso hizo que él mismo empezara a estar más salido aún. Sabía perfectamente que Elizabeth jamás lo pediría, así que decidió dar el paso, miró a Santi y le indicó con la mano que se incorporara, su polla se mostró ante el chichi de Elizabeth erguida y hambrienta de coño, Jaime se excitó de sobremanera al verla, y Elizabeth tampoco quedó impávida.

Con un gesto de la mano, Jaime indicó a Santi que se acercara a Elizabeth mientras él sacaba un poco la polla para dejar paso. Ambas colas se situaron a la entrada del cuerpo de la chica y apretaron al unísono hacia el interior, haciendo que las paredes del coño se pegaran como lycra a ellas. Elizabeth sintió una gran presión en su chichi, un dolor desconocido pero muy placentero, y un gran alarido salio desde lo más profundo de su garganta.

Los dos chicos comenzaron a moverse cada vez más rápido y sincronizados, y el coño de Elizabeth empezó a recibir las colas con más aceptación cada vez.

Jaime veía como Santi miraba con ansia a Elizabeth mientras se la metía una y otra vez, deslizándose entre sus piernas, follándosela como si no hubiera mañana, el morbo de ver esto era mucho mayor de lo que fantaseando podría haber imaginado un día de los que su lado malo hacía gala, pero también era igualable al morbo que estaba viviendo Sara con la misma imagen. Elizabeth era la que sentía placeres nuevos y estaba más centrada en eso que en lo que pasaba, porque de hacerlo le hubiera sido imposible contener su orgasmo ni un solo segundo.

Jaime decidió cambiar la postura, dejó a Elizabeth a cuatro patas y colocó la polla en la boca de Elizabeth, dejando que Santi se la follara desde atrás. Sin duda al chico le habían quedado ganas de ver esa imagen de forma real, con tanto juego de antes.

Para Elizabeth tener una sola polla dentro fue un bajón de sensaciones, pero por otra parte que la polla fuera de otro mientras ella comía la de su novio, mantenía la libido en auge. Santi no se movía mal dentro de ella, le gustaba sentir esa cola nueva, y aunque no fuera la de su chico le daba placer suficiente, aunque era más que probable que a solas no le hubiera convencido, pero por ese día esa cola tenía suerte y se podía llevar buena nota sin quedar nada mal, aunque aún así no igualara ni de lejos a la de Jaime.

Jaime sacó la cola de la boca de Elizabeth y se acercó a ella, –¿Te está gustando cerdita?– preguntó antes de morderle la boca.

Elizabeth le respondió con un beso al ritmo de las embestidas que Santi le practicaba, besar así a su chico era sin duda algo que la ponía aún más cachonda, –Sí mi amor, pero quiero otra vez las dos colas.–

Jaime sonrió, –Que guarrilla... pues ahora lo vas a tener.–

Jaime se tumbó en la cama junto a Sara, esta se apartó para dejar sitio, indicó a Elizabeth que se le pusiera encima, esta lo hizo tan rápido como pudo, debido al ardiente deseo que tenía de sentir de nuevo las dos pollas dentro, inmediatamente Jaime le metió la cola y acto seguido Santi le siguió. De nuevo el coño parecía que fuera a reventar, se ajustaba tanto a las dos vergas que no podía distinguir donde acababa una y donde empezaba la otra. Elizabeth sin ni siquiera tocarse sentía un gran placer, pero sus dedos estaban locos por acariciarse y dejarla experimentar el máximo de los máximos.

Sara la miraba orgullosa, y Jaime no dejaba de tocar sus pechos con devoción, Santi apretaba su culo y la metía tan fuerte como podía. Las dos colas se hicieron una y el movimiento fue perfecto, los dedos de Elizabeth se soldaron a su chichi y se fundieron en un éxtasis continuo de minutos que parecieron horas. Sara se abalanzó sobre Elizabeth y le empezó a lamer las tetas y tocárselas, pero Elizabeth quería la boca de su chico, así que se echó sobre Jaime y empezó a besarlo mientras Sara le tocaba las tetas entre los dos cuerpos como podía.

Jaime aceleró el ritmo de sus caderas y Santi intentó seguirle, Elizabeth hizo lo mismo con su mano y de buenas a primeras el orgasmo sobrevino, y su coño se apretó con tal fuerza que pareció dejar hueco para una sola cola donde había dos, la presión era tan grande que ambas pollas estallaron casi a la vez dentro de Elizabeth, y la inmensidad de leche que salió, a pesar de haber descargado unas horas antes, hizo que el orgasmo de Elizabeth fuera aún más sabroso e intenso, sintió esa catarata de semen en su interior y sus gritos llegaron a todo el edificio. Beso con pasión a su chico, no quería separarse de su boca por nada, y luego descansó sobre su pecho mientras que las pollas terminaban de vaciarse en su interior haciendo que sus piernas aún temblaran.

Santi sacó la cola de dentro de Elizabeth y el semen salió a borbotones resbalando por las pelotas de Jaime, Sara se puso a mil al ver esto, y su instinto la incitó a lamer esa corrida de los huevos, pero sabía que no debía, así que simplemente se corrió mirando como el chichi de Elizabeth expulsaba la mezcla de sus novios sin parar.

Elizabeth quedó sobre Jaime sin decir nada y Santi y Sara entendieron que quería estar a solas con su novio. Ambos se fueron de la habitación despidiéndose.

Durante unos minutos hubo silencio, Elizabeth sentía muchas cosas y pensaba demasiado, le daba miedo mirar a los ojos de Jaime temiendo no ver amor ya en ellos, pero fue este quien levantó su cabeza y la besó, –Te quiero preciosa.–.

Elizabeth miró a Jaime y vio esa luz de siempre en sus pupilas, vio que a pesar de todo, solo había sido sexo, y lo que tenía allí abrazándola no iba a cambiar.

–Hazme el amor.– susurró Elizabeth al oído de Jaime, este empezó a moverse lentamente y a pesar de que el chichi de Elizabeth estaba algo cedido en ese momento, sentía con toda claridad la polla de su novio, y le sabía a gloria, mejor incluso que con las dos dentro.

Jaime volteó a Elizabeth y se colocó sobre ella, siguió moviéndose en su interior mientras que los últimos fluidos masculinos que quedaban en ella se escurrían hasta la sabana pasando por su precioso culito.

Elizabeth ni siquiera se tocaba, solo sentía a Jaime, el amor con que este la besaba y tocaba, el amor con que le hacía el amor. No pudo tardar mucho, había tanto sentimiento que un intenso orgasmo llenó por completo su ser, y con su mirada hizo que Jaime la acompañara en tan delicioso momento. Ambos volvieron al clímax, más intenso y puro, mucho mejor que ningún otro orgasmo del día, y al fin Elizabeth rompió a llorar de alegría, como solo la cola de Jaime podía hacerla feliz.

La pareja quedó sobre la cama, sin moverse, abrazados hasta dormir, y así se mantuvieron toda la noche. Había sido un día intenso y ahora tocaba el descanso de los reyes en los brazos del ser amado.

 

A la mañana siguiente Elizabeth y Jaime se levantaron pegajosos en todos los sentidos. Los fluidos corporales estaban secos en sus cuerpos, pero era el amor que se procesaban lo que los hacia más adherentes.

Salieron de la habitación rumbo a la ducha y allí se amaron un poco más, eran como dos niños con juguetes nuevos del que no quieren separarse ni un momento.

A la salida del baño se encontraron a Sara y Santi, hablaron y rieron, luego estos se asearon y marcharon los cuatro juntos rumbo a la estación.

Era hora de dejar ese fin de semana atrás, pero los cuatro sabían al despedirse que no lo olvidarían.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CAPÍTULO 9

UPSS, SE ESCAPÓ

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La pareja había alcanzado un nivel mayor que el que podían haber llegado a imaginar. Ahora ya las inquietudes estaban más saldadas, pero aún había más temas que podían desarrollar, al fin y al cabo no habían indagado mucho en ninguno de los que habían probado hasta el momento, y quizás era hora de ir un poco más lejos en todo.

 

Jaime tenía claro lo que quería hacer ahora, así que aprovechó una de las sesiones sado para llevar a cabo una fantasía que Elizabeth le había incitado a tener tiempo atrás.

Cuando la chica estaba bien atada Jaime tomó un poco de mermelada y se la untó por todo el coñito. Elizabeth de inmediato supo lo que quería hacer.

–No iras a traer al perro...–

–Jaja, tú que crees.–

–Serás cabrón, que no me puedo mover.–

–Esa era la idea.–

Jaime llamó al perro que vino corriendo, y lo subió a la cama, una vez en ella le dio a probar de su dedo un poco de mermelada.

–Ni se te ocurra eh.– dijo Elizabeth intentando parecer enfadada, aunque estaba más nerviosa y divertida que otra cosa.

–¿Qué más da? Si es tú perrito, además ¿Querías cosas nuevas no?–

–Por eso que es mi perrito, eso no.–

–En la playa dijiste que precisamente solo lo harías con tu perrito jojo.–

–Pero lo decía en broma.–

Jaime acercó el perro al chichi de Elizabeth, este empezó a olisquear ansioso.

–¡Para!– dijo Elizabeth con risa nerviosa.

–Jo... me lo debes, que tú disfrutaste el otro día todo lo que quisiste y más, esto es un regalo para mi, por haberme provocado el día aquel con el perrito y por dejar que el otro día le comieras la polla a un tío y te follara.–

 

Elizabeth pensó por un momento que tal vez si que se lo debía, y tampoco sería para tanto, incluso le daba algo de morbo la idea aunque se esforzaba por hacer ver que no era así.

 

–Lo del otro día me dejaste hacer tú sin que yo pidiera permiso, me lo diste sin más.– increpó la chica.

–Sí, bueno, por eso ahora te pido permiso y no lo hago directamente, si sabes que quieres probarlo.–

–Joo... un tío normal habría pedido que le dejara hacerlo con una tía pero tú no, tú el perro...–

–Jaja, pero si esto te va mejor, que si te pidiera lo otro te jodería más.–

–No sé, a lo mejor lo otro me gustaba.–

–Que va, si casi pegas a Sara al acercarse a mi cola.–

–Bueno, pero un poco de morbete si que me daba.–

 

Jaime al oír esto se relajo y puso sonrisa de malo, sin darse cuenta el perro quedó apoyado en la cama y un poco suelto.

 

–Ah ¿sí? Eso no me lo habías dicho...–

–Ya... porque me da morbete pero también miedo, y tampoco quiero hacerlo.–

–Ya imaginaba...–

–Bueno, no sé, pe, pee, pee ahh...–

 

El perrito se había ido solo hasta el sexo de Elizabeth y había empezado a lamerlo con una velocidad pasmosa, a la chica se le escapó un gemidito de la impresión y al mirar abajo y ver a su perro el morbo latente que tenía al respecto surgió con gran fuerza.

 

Jaime se dio cuenta de lo que pasaba, –Ala, perdona que se ha escapado.– dijo alarmado mientras tomaba al perro para separarlo de su dueña.

Elizabeth se quedó sin saber que decir al dejar de sentir la lengua del animal, no quería que se la quitara de sus labios, pero tampoco quería admitir que le había gustado.

 

–Perdona bonita, lo siento, lo siento, que solo estaba jugando.– se disculpaba Jaime una y otra vez.

–No pasa nada, nada...– Elizabeth se mordió el labio inferior con deseo, –lo sueltas otra vez...–

Jaime se quedó de piedra al oírla decir eso, y el perro se volvió a escapar de sus manos aprovechando la inmovilidad de estas.

Rápidamente volvió a lamer a la chica, que cerró los ojos y se dejó llevar. Jaime se apartó un poco y se echó junto a ella para mirarla.

–¡Joder! No me creo que esto esté pasando.– dijo el chico.

–Calla y dame tu cola.– respondió Elizabeth ansiosa.

 

Jaime puso la cola a la altura de la boca de Elizabeth, y esta se la chupó con esmero, en solo unos segundos le estalló en la cara y acto seguido Elizabeth tuvo un dulce orgasmo provocado por su mascota.

Ambos se miraron y rompieron a reír.

–¿Qué coño ha sido eso?– exclamó Jaime.

–No lo sé, pero me he puesto un montón, y no he podido aguantarme.–

 

Jaime desató a Elizabeth, y le ayudó a incorporarse.

 

–Sabes qué.– dijo Elizabeth.

–¿Qué?–

–Me has dado una idea de lo próximo que quiero hacer, esta vez elijo yo y serás tú el que esté atado, amordazado y con una venda en los ojos.–

–Oye que hoy ni te he vendado ni amordazado.–

–Bueno, pero yo si que te lo haré a ti...–

–Qué miedo me das, no sé si fiarme de ti o salir corriendo.–

–Tú fiate que te gustará.–

–Ok, pero ese día dejamos al perro en casa de tu madre.–

–Jaja, tú a callar, que haré lo que yo quiera como tú cuando me atás.–

–No sé, no sé...–

–Confía en mi, te gustará y mucho.–

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CAPÍTULO 10

SORPRESA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Sábado por la tarde, Elizabeth y Jaime estaban tranquilamente en casa pensando que iban a hacer esa noche, pero de repente un mensaje llegó al móvil de Elizabeth.

 

–Es la hora.– dijo la chica.

–¿La hora de qué?– preguntó Jaime confundido.

–La hora de que me obedezcas y sin rechistar.–

 

Jaime se quedó algo descolocado, mientras Elizabeth lo agarraba de la mano y lo llevaba hasta el dormitorio.

 

–Espera aquí.– dijo tajante, –Y que ni se te ocurra moverte.– añadió.

 

Jaime esperó impaciente para ver en que acababa todo eso. Para empezar Elizabeth acercó una silla y le indicó que se quitara la ropa y se sentara, él chico lo hizo sin poner pegas. Luego la chica tomó cuerdas, esposas y cadenas, y comenzó a atar a su novio con firmeza.

 

–Tranquila que no me voy a escapar.– dijo Jaime riendo.

–Ya, pero es que tampoco quiero que puedas moverte.–

–Me das miedo.–

 

Elizabeth sonrió perversamente.

Una vez bien atado su novio, pasó a vendarle los ojos asegurándose que no podía ver nada ni deshacerse de la venda, y luego puso una mordaza fina en su boca.

Jaime se sentía algo indefenso y agobiado, nunca había estado tan inmobilizado, pero la verdad es que le resultaba morboso el asunto a pesar de todo, así que simplemente dejó que Elizabeth siguiera el juego mientras él trataba de relajarse y tranquilizarse.

 

Ahora todo era oscuro, solo había sonidos nada más, y el oído del chico poco a poco se agudizaba buscando cualquier ruido que le indicara que estaba pasando.

 

Apertura y cierre del armario, movimiento de perchas, ruido de tacones, fue lo primero en oírse. Después el sonido de escritura en el móvil, y llegada de mensajes, y tan solo unos minutos después otro mensaje al móvil y Elizabeth abrió el portero.

El ascensor... después la puerta, había llegado alguien, y Elizabeth le dejó entrar sin decir nada ni ella ni la otra persona.

–Pasa al cuarto.– fue la primera frase que pudo oír hasta el momento.

Besos, sí, eran besos lo que podía escuchar, dos bocas se mordían y comían con pasión. No era precisamente una imagen que quisiera imaginar, quién sería, tenía claro que no quería que otro chico besara esos labios que le pertenecían y adoraba por encima de todo.

Quizás fuera una chica... eso no era tan molesto, pero no podía verlo, y eso si que no le gustaba.

El ruido de ropa cayendo al suelo. Elizabeth estaba montando algo ante sus ojos pero él no podía verlo, era frustrante, qué pasaba, qué hacía, solo había una persona más o eran varias. El corazón de Jaime empezó a palpitar a gran velocidad, y sus oídos se cerraron, tenía que relajarse, sino no podría oír nada, y era lo único que le quedaba.

–Mmmm...– gimió alguien.

Era una chica, eso estaba claro, pero era Elizabeth u otra, eso no tanto. Lametones, sí, estaban chupando un chichi, lo tenía claro. De repente el chico se percató de que su polla estaba durísima y chorreando, a pesar de los nervios, su cola tenía vida propia, y tal vez ella veía lo que pasaba y le estaba gustando.

 

Una sensación, en el cuello, un aliento.

–No sabes lo que te estas perdiendo.– susurró Elizabeth, –¿Quieres verlo?–

Jaime movió la cabeza arriba y abajo con fuerza.

 

–Jummm, aún vas a tener que esperar un poco, y solo te dejaré ver si te portas bien... A ver como está la cola de momento.–

 

La mano de Elizabeth agarró la polla de Jaime y este tuvo un espasmo de placer.

 

–Así me gusta... y además está mojadita...–

Elizabeth empezó a acariciar la cola con suavidad, y a tocar la puntita con sus dedos, jugando con los flujos que salían de ella.

 

–Ven y comeme el chichi un poco.– dijo la chica a la otra persona de la habitación.

Elizabeth comenzó a chupar la polla de su novio, mientras se oía como alguien le chupaba el chichi a ella, los gemidos de placer de Elizabeth eran notables, y sin duda producidos por un buen cunilingus, y unos tocamientos ágiles.

 

Jaime estaba muy excitado, sintiendo la boca de Elizabeth en su boca y el aliento cálido de sus gemidos en el pubis.

Cuando ya había dejado de pensar en todo y simplemente disfrutaba del momento, una mano desprendió la venda de sus ojos. Al mirar abajo allí estaba, una chica rubia que le comía la polla imitando la forma en que lo hacía Elizabeth, como si esta le hubiera dicho cada movimiento que hacer, como lamerla y como mover la lengua, sin duda había tenido que instruirle con frutas y juguetes para que hubiera alcanzado tal nivel de similitud.

Elizabeth se puso ante Jaime y le quitó la mordaza, –¿Te gusta tu sorpresa?–

 

Jaime no supo responder, lo último que hubiera esperado en la vida era ver a otra chica con su cola en la boca, y mucho menos siendo la chica dirigida por su novia.

Simplemente asintió confuso con la cabeza.

Elizabeth se echó en la cama, desde donde veía perfectamente como la otra tía le comía la cola a su chico, y empezó a tocarse sin perder detalle. Por alguna razón eso le estaba dando tanto morbo como cuando fue ella la que recibió las caricias de otras personas, incluso mucho más. No había sido una mala idea después de todo.

 

Jaime no perdía de vista a Elizabeth, apenas miraba a la otra chica, no le inElizabethba, lo que le gustaba es ver como su novia se ponía guarra mirando como otra se la chupaba.

Elizabeth podía ver el deseo de Jaime en sus ojos, y sabía lo que tenía que hacer. Se levantó en dirección a la chica y la agarró por el pelo, entonces empezó a dirigir el movimiento de su cabeza, como semanas atrás le había hecho Sara a ella, y comprendió enseguida el porqué aquella chica no paraba de hacérselo en su momento. Manejar de esa forma a otra tía para que le diera placer a su novio era más que morboso, no tenía nombre ni palabras para describir lo que sentía, sin tocarse y sin nada más que utilizar a esa chica en esa manera, su chichi ardía y palpitaba de placer, goteaba como si se lo estuvieran comiendo y llegó a pensar en algunos momentos que podría tener un orgasmo simplemente mirando y dirigiendo, sin más.

Pero, quedarse aquí ahora, sería algo decepcionante, había cosas que aún no había probado con una chica, y quería empezar por ahí.

Elizabeth separó a la chica de Jaime y se la llevó a la cama, una vez allí empezó a comerle el coño mientras su novio las veía. Agarró a la chica de una de las piernas y puso su chochito en dirección a Jaime, luego se colocó encima de ella formando un sesenta y nueve, y volvió a lamerle el chichi mientras la otra hacía lo mismo. Desde esa posición su novio podría ver a la perfección como movía su lengua entre los labios vaginales de la chica, y eso hacía que Elizabeth se pusiera más cachonda.

Tras unas buenas lamidas, Elizabeth decidió probar algo que ya le venía en falta desde hacía tiempo, se colocó ente las piernas de la chica cruzando las suyas, y formaron una tijera perfecta, ambas empezaron a frotarse impacientemente deseando sentir el coñito de la otra contra el suyo, y sin duda era tan placentero como esperaba. Un jugoso roce provocaba pequeños espasmos de placer en sus vulvas, Elizabeth empezó a frotar sus pechos mientras se movía tan rápido como podía, sabía que un orgasmo era difícil de conseguir así, pero no importaba, era suficientemente placentero como para estar horas así sin la necesidad de nada más, y sobretodo si su chico no quitaba ojo de todo lo que pasaba.

La mente de Elizabeth comenzó a enturbiarse, el sexo la invadió por completo, y sus límites desaparecieron, quería más y más, tenía las herramientas y el juego, era hora de atreverse a dar el siguiente paso.

Con un fuerte pesar separó su chichi del de la rubia, y luego hizo que esta se levantara. La dejó parada ante Jaime.

 

–¿Qué te parece la zorrita que te he traído? Está buena ¿Verdad?–

 

El chico no se había dedicado a mirar a la otra hasta ahora, y por primera vez se fijó en ella. Sin duda Elizabeth tenía buen gusto para las chicas, buenas curvas, pechos turgentes, piel blanca y suave. La chica estaba bastante bien aunque no llegaba a ser como Elizabeth, además era rubia, lo cual sabía perfectamente que a Jaime no le entusiasmaba, quizás por eso la eligiera así, para evitar tener celos y saber que para él solo sería un objeto al igual que en su día lo fue Santi para ella.

 

– Ven aquí.– dijo Elizabeth tirando de la mano de la chica. La puso muy pegada a Jaime y luego se colocó tras ella, hizo que abriera un poco las piernas y se agachó para meter su cabeza entre ellas y así lamerle un poco más el sexo.

Jaime miraba atento, sin poder ver muy bien a su novia desde esa posición, así que tuvo que admirar a la chica y ver las caras de placer que le proporcionaba la lengua de Elizabeth.

Las piernas de la chica se abrieron más, y un empujón hizo que cayera sentada sobre las piernas de Jaime.

 

–Follatelo.– ordenó Elizabeth.

 

Jaime se quedó sorprendido al oír esto pero antes de que pudiera decir nada, o si quiera preguntar a Elizabeth si estaba segura, esta se acercó a él y le agarró la cabeza para que mirara bien como la rubia tomaba su polla y se la metía dentro.

 

–Como te guste su chichi más te mato.– dijo Elizabeth con un tono entre amenaza y broma, y luego propició un fuerte mordisco en el cuello de Jaime.

 

La otra chica empezó a cabalgar a sorprendido novio, que totalmente inmóvil no podía hacer más que disfrutar del momento. Elizabeth lo besaba y tocaba mientras que la otra hacía gala de sus dotes de vaquera. Jaime sin duda estaba gozando el momento, pero aún faltaba algo y Elizabeth se lo quería dar. Las cuerdas y cadenas que ataban al chico cayeron al suelo, y Elizabeth tomó sus manos, ahora liberadas, y las colocó sobre el cuerpo de la rubia.

 

–Aprovechate de ella.– le susurró su novia al oído.

Jaime empezó a acariciar el cuerpo de la chica y subió sus manos hasta sus pechos, luego le agarró el culo y comenzó a dirigir los movimientos de su pelvis.

 

–Serás cabrón, te gusta eh... Pues follatela como a una perra para que te vea, no quiero que seas cariñoso con ella, solo un cerdo guarro.– dijo Elizabeth mientras ella misma empezaba a tocar su chichi.

Al oír sus palabras Jaime se levantó de la silla tomando en peso a la chica, y la dejó caer sobre la cama, empezó a embestirla con fuerza y sin aspavientos, la chica gemía de placer como si nunca se la hubieran follado así.

Elizabeth se acercó por atrás a su novio y lo abrazó, empezó a morderle la espalda y a arañarle el pecho mientras que con sus caderas seguía el ritmo de las de este como si ella también se follara a la chica, –Así, así, metésela más, que le duela.–.

Jaime levantó la pierna izquierda de la chica y la colocó en su hombro, acto seguido le clavo la polla tanto como pudo, la rubia dio un alarido de dolor placentero, e intentó frenar un poco al chico, pero ni él ni Elizabeth estaban inElizabethdos en bajar el ritmo, así que mientras que Jaime la volvía a hundir en ella con más fuerza, Elizabeth le agarró las manos a la chica impidiendo que lo detuviera.

Los gemidos de la otra podrían hacer pensar a cualquiera que estaban matándola, no obstante sus caras mostraban morbo y placer sin igual. Jaime quería más, tiró se la pierna de la chica hacia el lado, haciendo que esta se volteara por completo pivotando en su polla como eje, y quedando así a cuatro patas sobre la cama, mientras el desde el suelo seguía metiéndosela con fuerza. Era el momento de que su chica volviera a escena. Elizabeth se colocó tumbada en la cama y abrió las piernas, se posicionó colocando la cabeza de la rubia entre ellas, y esta empezó a comerle el coño de nuevo.

La pareja se miraba a los ojos, mientras que abusaban de la chica casi sin hacerle caso. Elizabeth miraba como su novio la clavaba en otra sin dejar de mirarla a ella ni un solo momento, y ella sentía la lengua de la chica en sus bajos haciendo lo propio.

Jaime empezó a poner una expresión cada vez más malvada y sádica, y Elizabeth se moría de morbo al verle esa cara. El chico empezó a magrear a la otra con el mismo ímpetu que se la follaba, y Elizabeth le agarraba de los pelos haciendo que no se pudiera separar de su chichi.

Ambos clavaron los ojos en las pupilas del otro, y supieron exactamente que su pareja iba a llegar al clímax, y sin más, juntos se corrieron, uno en el coño y la otra en la boca, mientras que la chica se ahogaba en flujos y chorreaba leche hasta tal punto que tuvo un orgasmo solo para no morir de placer.

 

Jaime se quedó mirando fijamente a Elizabeth aún con la cola dentro de la chica, y esta hacía lo mismo con la boca aún en sus labios.

Esta vez era el chico quien no sabía que ocurriría ahora, o que pensaría su novia, demasiada incertidumbre para tan solo unos segundos.

 

–Largate.– dijo Elizabeth a la chica, quien sin decir nada recogió su ropa y salió de la habitación, –¡Follame!– dijo en cuanto se quedaron solos.

 

Jaime se lanzó con una pasión desbordada sobre Elizabeth y empezó a hacerle el amor sin que su cola se resintiera un ápice por acabar de correrse.

Las caricias y los besos se sucedían sin pausa, el olor a sexo que los dos cuerpos desprendían llenaba la atmósfera de lujuria, y en un abrazo de piernas y brazos la pareja se fundió en un placentero orgasmo como el que solo el ser querido puede regalar.

 

Había sido rápido, pero intenso, y aún así, al terminar ya estaban solos en el piso. La chica había desaparecido tal y como había pactado previamente con Elizabeth, el juguete solo tenía que durar lo que durara el primer polvo, luego sobraba, porque su chico era solo suyo.

 

 

–Ha sido impresionante.– dijo Jaime.

–¿Quién la chica?– preguntó Elizabeth algo preocupada.

–¿Qué chica? Ah, no, no, el sexo de ahora, contigo vidita.–

 

Elizabeth sonrió y besó a Jaime, –¿Y la chica no te ha gustado?–

–Te prefiero a ti mil millones de veces guapa.–

–Ya, ya, pero n¿N te ha gustado que la trajera?–

–Bueno sí, ha estado bien, me ha dado mucho morbo que lo hicieras.–

–Jiji, entonces ¿Te he sorprendido?–

–Jamás hubiera pensado que harías algo así al vendarme los ojos, creía que verme con otra chica te mataría de celos.–

–Y me los da, muchísimos, pero también morbete, no sé explicarlo.–

–Ya, te entiendo, a mi me pasó lo mismo el día de Sara y Santi. Es extraño.–

–Pero me ha gustado, creo que gana el morbo a los celos, pero eso sí, lo haces con otra sin mi y te mato.–

–Jamás lo haría, lo sabes, si realmente para mi ha sido como si la tía ni existiera, y seguro que se ha dado cuenta.–

–Ya, ya me he dado cuenta que has pasado un poco de ella, al final me ha dado penita y todo, pero claro con este cuerpazo que tengo no la ibas a mirar a ella jaja, es broma.–

–No es broma, que lo tienes.–

Elizabeth besó a Jaime en la mejilla, –Gracias cari, pero sé que esa estaba mejor que yo.–

–Ni en sueños, más quisiera esa.–

–¿De verdad?–

–Te lo juro. Tú eres la tía más perfecta que hay, eres demasiado para mi, te lo aseguro.–

–¿Sí? Pues nada, me tendrás que buscar entonces más chicos para que me hagan chikichiki, jojo.–

–Pues a lo mejor es lo siguiente que hago... jaja.–

–No, que lo decía en broma, que contigo me basta y me sobra. Bueno, aunque jueguecitos de estos de vez en cuando molan, pero no todos los días.–

–Ya, pues eso haremos, de vez en cuando jugamos un poquito así, y mientras entre nosotros solitos.–

–Eso me gusta.– dijo Elizabeth con una gran sonrisa y abrazó a su novio.

–Una pregunta.– añadió Jaime, –¿Desde cuándo tenías pensado esto? Osea, ¿Desde cuando te daba morbo lo de verme con otra chica?–

–En verdad, me lo dio ya el día con Sara y Santi, pero no me esperaba todo lo que pasó y no fui capaz de decirte que lo hicieras.–

–Sí que te lo tenías callado, ni me lo imaginaba.–

–Pues pensé que se me había notado aquel día.–

–Para nada, creo que ninguno nos dimos cuenta.–

–Mejor, así te he sorprendido más.–

Jaime abrazó a Elizabeth y le dio un beso en la frente, –Me encanta estar echado a tú lado en la cama después de hacerte el amor, los dos solos, y además poder hablar de todas estas cosas y estar bien. No será que ya no me quieres y por eso te daba igual verme ¿No?–

–Créeme, creo que ahora estoy más enamorada todavía. No tengo ninguna duda.–

 

La pareja se achuchó sintiéndose más unida que nunca, y ambos se dieron cuenta de que todo daba igual, porque se querían con locura y todo lo demás no tenía importancia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CAPÍTULO 11

QUIEN HUBIERA IMAGINADO ESTO

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

–¿Qué te parece esto? Es demasiado ¿Verdad? Jojo.– dijo Jaime mientras manejaba el ordenador.

Elizabeth se acercó y miró la pantalla, –Bueno, y por qué no, tampoco es para tanto, por probar...

 

Había pasado ya tiempo más que suficiente jugando los dos solos, y como habían planteado, de vez en cuando, estaría bien probar algo distinto para jugar un poco.

En todo esos meses habían tenido tiempo suficiente para plantear opciones, tenían claro que no querían quedar con nadie de su ciudad, y tampoco repetir con personas que ya habían estado, quizás salir fuera era lo mejor, a visitar a alguna pareja como los visitaron a ellos, eso resultó morboso, y además daba la posibilidad de aprovechar el viaje vacacional de ese puente que venía en pocos días.

Estuvieron buscando opciones varios días hasta que apareció esa ante sus ojos, realmente no era lo que buscaban, pero ninguno de los dos podía negar que alguna vez hubiera pensado en ello, y ahora, había llegado la hora, frente a la puerta de una discoteca alquilada para una fiesta privada, unos segundos ante la puerta para tomar aire, y se acercaron a llamar.

 

–¿Estás segura?– Preguntó Jaime.

–Estoy cagada, pero si no nos gusta nos vamos y ya.–

–Vale, pues... vamos...–

 

Jaime llamó a la puerta e inmediatamente un tipo trajeado y de complexión de culturista abrió.

 

–Buenas noches, invitaciones por favor.– dijo el portero.

–Buenas.– respondió Jaime entregando un par tickets.

 

Sin más palabras la pareja pasó al interior del edificio. Un largo pasillo de entrada terminaba en una segunda puerta, tras esta estaba la sala principal, unos segundos extra ante ella para volver a tomar aire, y sin más la atravesaron.

Nada más pasar, la sorpresa fue inmediata, llegaban algo tarde, así que la fiesta ya había tomado el cariz deseado. Todo estaba dispuesto con colchones redondos, camas, sofás amplios, y todo tipo de mobiliario cómodo para practicar el sexo. Algunas parejas aún estaban hablando, pero la gran mayoría se encontraba en plena acción, intercambiando cónyuges unas con otras. Hace unos meses jamás hubieran pensado que entrarían en un sitio así, pero ahora ya no podrían volver a decir, sin mentir, que nunca habían estado en una orgía.

El lugar estaba lleno de gente guapa, de hecho, el anuncio que encontró Jaime en Internet exigía la admisión por físico en el grupo de parejas swinger que organizaba. Era un desfile de belleza y cuerpos apetecibles.

Justo en la entrada, un stand que hacía las veces de guardaropa les esperaba, ya estaba todo el mundo desnudo y tapado a lo sumo con una toalla o lencería sexy, así que no era lógico seguir con ropa allí. La pareja se desnudó, Jaime tomó una toalla y se la puso al rededor de la cintura, Elizabeth se quedó en ropa interior, dejando el sujetador, liguero, tanga y medias, la chica tampoco se deshizo de sus botas de tacón.

 

–Ufff, ¿Y ahora qué?– dijo Jaime.

–A mi que me cuentas, tú eres el que sabes de estas cosas.–

–Yo nunca he venido a un sitio así, no se que hacer.–

–Pues a mi me da palo, si tú no haces nada nos vamos.–

–Tranquila, ya hago algo...–

 

Jaime tomó a Elizabeth de la mano y la llevó hasta un sofá vacío, una vez allí le indicó que se sentara, y sin más empezó a besarla y acariciarla. El chico empezó a jugar con sus dedos entre las piernas de su novia y jugueteó con su sexo unos minutos sobre el tanga, luego lo apartó un poco y lamió su mano para tocarla con suavidad. Pronto otras parejas empezaron a fijarse en ellos, y algunas se acercaron hasta donde ellos estaban.

Una pareja bastante atractiva se sentó junto a ellos, y nada más unos segundos más tardes otra más se sentó al otro lado. Una de las chicas era morena de pechos grandes y lencería blanca parecida a la de Elizabeth, la otra castaña de pechos pequeños y medias negras, los chicos eran rubio y moreno respectivamente, ambos completamente desnudos cubriendo solo sus colas con pequeñas toallas blancas. Los cuerpos de los cuatro eran bastante atléticos, el chico rubio parecía algo hormonado debido al gran tamaño de su torso. Sin duda la pareja rubio morena eran muy dada al gimnasio y la estética, mientras que la de moreno castaña era más normalita a pesar de estar en muy buena forma.

Las dos parejas comenzaron a tocarse también, y pronto el calor del momento subió. Las miradas se intercambiaban entre unos y otros, era hora de subir de grado.

Jaime fue el primero en pasar a mayores, se puso de rodillas en el suelo y quitó el tanga a Elizabeth, luego empezó a lamerle el chichi mientras esta desabrochaba su sujetador para que los chicos pudieran ver sus pechos perfectos.

Casi instantáneamente, los otros novios siguieron el ejemplo, e hicieron lo mismo que Jaime. Las chicas se miraron entre ellas y se arriesgaron a lanzar las manos unas a otras, y todas fueron bien recibidas, Elizabeth era la que se llevaba la mejor parte al estar en medio, ella tocaba a las dos chicas mientras que las otras solo la tocaban a ella.

Los tres chicos dejaron caer las toallas al suelo y se levantaron para tener una mamada a tres, y ni por un momento hubo duda en ellas, que se lanzaron por las colas de sus novios. A pesar de estar bien entregadas a lo que hacían, miraban a los lados para ver las pollas de los otros chicos. Elizabeth miró primero la del rubio hormonado, esperando ver una cola gorda y grande, pero realmente no estaba tan acorde con su tamaño y era muy normalita; luego giró la mirada hacia la del moreno, esa sí que era digna de mención, quizás era la cola más gorda y larga que había visto nunca, por su mente paso la idea de que eso no le cabría dentro, pero el morbo de intentar meterla en su interior era tan intenso que el chichi se le humedeció intensamente, quizás empezando a lubricarse por si tal elemento tenía que abrirse paso entre sus paredes.

 

Los chicos empezaron a cruzar manos también, y a tocar a las chicas de los otros, todos parecían contentos de ver como otras manos acariciaban lo que era suyo, incluso en sus rostros se mostraba cierto disfrute asociado a esas caricias ajenas.

Las chicas parecían tener ganas de probar a los extraños que tenían cerca, y tanto la rubia como la castaña quisieron intercambiar posiciones con Elizabeth, esta al poder elegir pensó por un momento en que quizás a Jaime le molestara si iba por la grande, así que la duda le hizo tomar ambas en las manos, y sin darse cuenta de repente ambas chicas fueron por la cola de su novio mientras que ella se veía con dos penes ante su cara.

A pesar de la suculenta comida que rozaba sus labios, Elizabeth no quitaba ojos de donde había ido a parar la que era de su propiedad. Las dos chicas empezaron a lamerla al unísono, y por turnos la metían en una boca y otra. Celos y rabia requemaban el interior de Elizabeth al ver que dos chicas comían a la vez su bien más preciado, y además ella no era una de las afortunadas, sin duda ella quería que la primera vez que dos bocas tocaran a la vez la cola de su chico, una fuera la suya, pero realmente era justo, ya que la primera cola que ella comió junto a otra chica no fue la de él, y además él también estuvo de espectador. Aún con todo la chica estaba más salida por ver lo que hacían que enfadada, así que dejó la vista al primer plano y volvió a ver las dos vergas que sostenía en sus manos, cual meter primero era la pregunta, pero la respuesta de su libido fue, las dos.

Abriendo la boca tanto como pudo, Elizabeth introdujo las dos pollas en su interior, la conjunción de sabores y texturas hicieron que su paladar fuera un torrente de sensaciones, y la salivación creció exponencialmente. Cuando las tuvo bien empapadas las sacó de su boca y empezó a lamerlas conjuntamente como si de un helado doble se tratara, y luego paso a chupar una punta y otra alternándose.

La cola más gorda llenaba bastante su boca, aunque al haber tenido dos dentro ya no le pareció tan abundante, de todas formas sus dientes rozaban toda la superficie sin remedio; la otra polla le resultaba más fácil de chupar y quizás más gustosa a la acción. Mientras intercambiaba de una a otra, la que quedaba libre la masajeaba con la mano, intentando mantener las dos lo más duras posibles.

Elizabeth levantó la vista y Jaime, que estaba recibiendo los favores de las lenguas de dos autenticas expertas en el tema, tenía la vista clavada en ella, y ni por un segundo la separaba de su chica, al ver esto, Elizabeth sonrió contenta, y decidió dedicarle las mejores caras de zorra de su repertorio junto con unas mamadas al mismo nivel, para que su chico disfrutara de ver que cerda podía llegar a ser.

Los dos tíos disfrutaban de la boca de Elizabeth más que de ninguna otra en su vida, y sus manos ya se movían nerviosas en el aire esperando el momento de tocar su cuerpo.

De repente había más parejas al rededor mirando atentos la escena, todos observaban a Elizabeth, y parecían muy inElizabethdos en ella. Un par de chicas dieron permiso a sus novios para que se acercaran para intentar ser aceptados por Elizabeth, y pronto, dos pollas más blandían erectas junto a su cara. La chica no sabía que hacer, las pollas no tenían mala pinta, ninguna era tan grande como la del rubio, pero una de ellas, a pesar de ser corta era quizás hasta más gorda. Elizabeth ni siquiera miró las caras de los chicos, tan solo miró a su novio y levantó las cejas sonriendo, como diciendo, qué hago, con la mirada. Jaime no pudo evitar sonreír también y giró la cabeza encogiéndose de hombros. Elizabeth hizo el gesto de chupar polla poniendo cara de cerda mientras se reía, y su chico asintió riendo, ella entonces miró a las cuatro pollas y sonrió a Jaime encogiendo los hombros, a modo de imitación, y sacó la lengua justo antes de cambiar su expresión a la de una autentica cerda salida.

 

Elizabeth tomó las dos pollas nuevas en sus manos, y volvió a comer una y otra de las que ya tenía, intercambiándolas, luego, paso a chupar la de su mano derecha y tras esta la izquierda. Le costaba centrarse en tanto rabo, de ser tres podría haber tenido las manos y la boca ocupadas a la vez sin que sobrara ninguna, pero cuatro no era buen número, así que optó por abrir más la boca y meterse como pudo dos en ella mientras que acariciaba las otras con los dedos.

 

Por su parte, Jaime seguía disfrutando de la visión mientras las dos lenguas juguetonas de las chicas lamían sus huevos y cola. Miró por un momento abajo, y ambas estaban totalmente entregadas y mirándolo con deseo, Jaime sonrió y volvió a mirar a Elizabeth.

 

Los cuatro chicos ardían en deseo de probar más de la chica, y el más grande de ellos dio el paso. La tomó en peso y la subió a su cintura, Elizabeth por reflejo se agarró a ella con las piernas, y el chico colocó su verga en el chichi de esta. La dejó caer suavemente y la polla entró sin problemas gracias a la lubricación de la que estaba haciendo gala su coñito, Elizabeth sintió un ligero placer al tener por fin una polla dentro que calmara sus ansias de ser rellenada. Rápidamente otro de los chicos se colocó tras ella y empezó a lamerle el culito intentando dilatar el agujero para poder pasar a él. Elizabeth se puso algo nerviosa al notar esto, últimamente había tenido más anal, pero solo con su pareja y además estando muy preparada, no estaba por la labor, pero entonces los otros dos chicos comenzaron a acariciarla y sentir las ocho manos masculinas en su piel hizo que se olvidara de lo que el tío de atrás intentaba.

De buenas a primeras, dejó de tener una lengua en la trasera, para pasar a tener otra cola intentando entrar en ella. Elizabeth se abrazaba al tipo fuerte mientras este la penetraba, y mantenía los ojos cerrados intentando no pensar demasiado en nada, pero al notar la otra cola abrirse paso hacia su interior, sus ojos se abrieron de par en para, y entonces giró la vista a su chico, Jaime tenía cara de sorprendido, de ver semejante escena que su novia estaba protagonizando. Elizabeth lo miró con la boca entreabierta en un comienzo de jadeo, que terminó en un gran gemido al notar que la polla de su culo había logrado su objetivo. La chica cerró los ojos y gritó de placer estirando el cuello en una mirada al cielo, para luego volver a abrirlos y mirar a su novio con deseo y morbo, mientras jadeaba de placer y su rostro se tornaba en muecas de zorra.

Varias parejas empezaron a rodear al quinteto que se había formado con Elizabeth y se hacía difícil mirarla en plenitud, pero Jaime podía seguir viendo sus ojos, mirándolo sin descanso, que era lo que realmente quería observar.

Los dos chicos la follaban en el aire con buen ritmo, clavando sus pollas hasta el fondo de la chica, a Elizabeth le resultaba imposible cocarse, y aunque otro de los chicos que la acariciaba, intentaba masturbarla, no era lo mismo, y el placer no era tanto como debería ser, aún así era suficiente para poder aguantar una verga en el culo sin que le llegara a doler más que el gusto obtenido.

 

Elizabeth se sentía muy cerda en ese momento, tenía muchas manos tocándola, y dos colas que la embestían sin piedad, pero sobretodo, tenía a su chico que la miraba a ella, y solo a ella, de entre todas las que había en aquella inmensa sala. Eso era sin duda lo que si que le proporcionaba lo que ella buscaba.

La postura comenzó a hacerse difícil, y los chicos decidieron que era hora de follarla mejor y compartirla entre los cuatro. Así que el grande la levantó más alto haciendo que las dos colas salieran de ella, y luego la tomo en brazos, empezó a caminar con ella hasta llevarla a una gran cama cuadrada que había en mitad de la sala.

Elizabeth había perdido de vista a Jaime, y eso no le gustaba en absoluto, lo buscaba por todos lados pero no lo veía, y ahora estaba en mitad de una cama rodeada de cuatro tíos que solo pensaban en follársela sin piedad. Las manos volvieron a su piel, y las pollas a buscar su boca, pero Elizabeth por primera vez desde que todos los juegos empezaron meses atrás, se sentía incómoda y no quería estar ahí.

Mientras tanto, Jaime había vivido una experiencia similar, la gente se agolpó ante él y taparon la vista de Elizabeth por un segundo, momento en el que las dos chicas se levantaron e intentaron llevarlo a un sofá. De repente Elizabeth había desaparecido, y ya no pudo pensar en otra cosa. Las chicas intentaron retenerlo para que se las follara allí mismo, pero Jaime salió corriendo a buscar a su chica.

 

Elizabeth estaba muy agobiada, mientras un gran circulo de gente a todos los lados de la cama la observaba. Pero entonces, entre toda la turbe, se abrió paso cu chico, y su expresión cambió a una felicidad plena. Jaime se sintió aliviado al verla, y aún más al darse cuenta de que ella también lo buscaba, y que no hacía nada ni se dejaba tocar por nadie al faltarle él. Ambos se fundieron en un gran beso.

–No me dejes sola más por favor.– suplicó Elizabeth.

–Jamás preciosa, no dejaré que te separen ni un metro de mi, te lo prometo.–

–No me gustaba esto sin ti jo, no sabía si te habías quedado con las zorras esas.–

–En cuanto se te han llevado de allí las he dejado tiradas, solo me importas tú. ¿Quieres que nos vayamos?–

–Lo que desees mi amor.–

–Por como te miran a lo mejor nos matan si te me llevo jeje.–

–Sí que nos miran sí, pero me da igual, soy tuya y haces conmigo lo que tu quieras.–

Jaime la besó de nuevo con más ganas que nunca, –Es que... ufff... como te quiero preciosa.–

–Y yo vidita.–

 

La gente los miraba expectantes, esperando permiso para volver a abalanzarse sobre Elizabeth, la pareja solo estaba atenta el uno al otro.

 

–Nos miran mucho jojo.– dijo Jaime.

–A ver si nos van a hacer algo de verdad.–

–Los mato a todos antes tranquila.–

 

Las dos chicas que le chupaban la cola a Jaime aparecieron entre la gente.

 

–Mira, ahí vienen a buscarte tus fans.– dijo Elizabeth algo picada.

–No te quejes que tú tienes a cuatro que están aquí esperándote como perritos, y a un montón de gente mirándote con deseo.–

Elizabeth sonrió, –Ya... no creía que estaba tan buena, si yo soy normalita.–

–Ya te lo he dicho mil veces, no hay mejor tía que tú, y todos se mueren por un poquito de ti, si es que es por eso que te he tenido que traer, porque eres demasiado y hay miles de personas que quieren adorarte.–

–Jojo, entonces ¿Me tengo que dejar que me sigan follando?–

–Si quieres... tú decides, sea lo que sea voy a estar aquí sin perderte de vista.–

–Y mientras con esas dos chupándotela ¿No?–

–Si no quieres mi cola no la toca nadie que no seas tú.–

–No, que no pasa nada, que no me van a estar a mi cuatro y tú solito, además me pone ver como te desean esas dos guarras.–

–Jaja, como quieras, ya sabes que sino me uno y tienes cinco para ti.–

–¡Si ya no puedo con cuatro! Tendrías que echar a uno o dos, porque tú vales por los cuatro a la vez.–

–Ohhh, que majica que eres.–

–Es que nadie me lo hace como tú mi amor.–

–Bueno, entonces qué, ¿Te lo hago yo y mando a todos esto a la mierda o dejo que te adoren un poco más?–

–Ummm... no sé... deja que me adoren un poquito pero sin dejar de mirarme y luego los mandas a todos a tomar por culo y me lo haces tú mil veces.–

 

Jaime sonrió y dio un beso a Elizabeth, luego se separó un poco e indicó a los chicos que podían tocarla. Elizabeth sonrió picaramente y se echó hacia atrás en la cama abriendo la boca, e instantáneamente ya tenía una cola dentro de ella.

Jaime se puso a observarla mientras cogía la cabeza de la chica morena y la llevaba a su entre pierna, la otra chica rápidamente se unió a la primera y ambas volvieron a lamersela en conjunto.

 

Elizabeth tumbada en la cama era mas accesible por todos, así ahora podía tener dos pollas, una en cada mano, otra en la boca, y al cuarto chico comiéndole el coño. La postura era placentera, pero le impedía ver a Jaime, así que se movió lo suficiente para comer la polla mirando de lado y poder ver a su chico sin perderlo de vista.

 

El chico de la cola más grande se tumbó en la cama y colocaron a Elizabeth sobre él, esta se sentó en su polla y comenzó a mover las caderas mientras miraba solo a su chico. Otro de los tíos se puso frente a Elizabeth y le dejó su cola en la boca, y el de la cola corta y gorda se se puso atrás intentando follarle el culo de nuevo.

Elizabeth estaba tranquila, pero con las paradas su culito no estaba para visitas, pero Jaime le sonrió y la tranquilizó con la mirada. Cogió a una de las chicas y la puso a cuatro patas, en una posición similar a la que había quedado su novia, y entonces empezó a metersela por el culo, como le estaban haciendo a Elizabeth. Al ver esto, la mente de la chica, le hizo pensar que era su novio el que le empujaba desde atrás, y su culito de abrió poco a poco como una flor, a pesar de gran grosor de la cola.

Elizabeth se sentía muy llena, y de hecho, lo estaba, por cada uno de los agujeros que le podían meter una cola, tenía una, pero el cuarto chico quedaba suelto. Ella estaba demasiado ocupada en lo que hacía y en observar a Jaime como para prestar atención a un tío que ni le importaba y además le sobraba, así que no reparó en lo que este hacía ni decía.

Ninguno de los chicos paraba ni un momento de decir comentarios alabando el cuerpo de Elizabeth, y tampoco dejaban se decirle lo cerda que era o de preguntarle cosas como si le gustaba estar llena y otras similares. Elizabeth respondía a veces casi por reflejo, así que ante la pregunta, ¿Te han hecho doble por el coño alguna vez? respondió de forma automática y sincera con un sí, sin pensar en lo que podía venir tras esta respuesta.

El chico libre indicó al polla gorda que saliera de su culo, y tras esto se puso en la misma posición pero con su polla en dirección al chichi de Elizabeth, la chica empezó a sentir una fuerte presión en su coñito que no esperaba para nada, y antes de poder negarse tenía una segunda cola penetrándoselo. Realmente, la última vez que probó eso lo había disfrutado, y esta no tenía porque ser menos, así que llevo su mano derecha al chichi para masajearlo y poder aguantar lo que se le venía encima. Pero lo que no podía sospechar, es que la presión de su interior aún tenía que aumentar más, ya que el de la cola gorda no tenía intención de abandonar su posición.

El chico abrió las piernas y se colocó sobre el culo de Elizabeth, luego bajo su polla casi de forma perpendicular, y volvió a hundirla en el ojete de la chica. Los ojos de Elizabeth se quedaron blancos al sentir eso, no había palabras para describir el dolor y placer que recorría su cuerpo. Miró a Jaime sin saber bien si pedirle ayuda o que no perdiera detalle de lo que le hacían, así que simplemente cayó y lo miró fijamente, transmitiéndole todo lo que sentía con sus ojos. Jaime dejó al instante a la chica que se estaba follando y se acercó a Elizabeth para acariciarle la cabeza. El chico que le follaba la boca a ella tuvo que sacarle la cola debido a que la chica estaba demasiado tensa como para mantener algo que pudiera ser arrancado dentro de su boca.

 

–Tocate, tú puedes preciosa.– susurró Jaime a su oído.

 

Elizabeth no creía que pudiera aguantar con tanta cola, y aunque tener a Jaime al lado la calmaba, y que hubiera dejado a dos tías solo para acariciarla le encantara, no sabía si resistiría ni un segundo más.

 

–Estoy contigo, y estás preciosa, ojala pudiera hacerte una foto para que vieras el morbo que das, tan llena, tan... joder, no sabes como se te ve, que tienes a todo el mundo atento a ti, extasiados mirándote deseando ser uno de los que te tocan, los tíos y las tías, todos, y tú puedes con todos, lo ven en lo que aguantas, en esas caras de dolor y placer que estas poniendo, en lo preciosa que estas aún a punto de que te revienten.– le dijo Jaime con tono morboso y cálido.

 

Elizabeth se embriagó por sus palabras, y sus orificios comenzaron a dilatarse y lubricarse con las caricias de la voz de su novio. Miró a alrededor, y como aquel día en la playa, todos los ojos eran solo para ella, pero ahora había muchos más, y no era solo la cola de su novio la que la penetraba había tres distintas entre su chichi y su culito, y una cuarta aguardaba ante su cara. Elizabeth besó a Jaime y luego alargó el cuello para volver a coger la cuarta polla entre sus labios, y como la mejor de las actrices porno del mundo, se manejó con cuatro colas mostrándose como la diosa del sexo que era, y como no podía ser de otra forma, tomó la polla de Jaime y la llevó también hacia su cara, para mirarlo sin cesar mientras chupaba las dos y era follada por tres.

El momento era del todo increíble, y Elizabeth comenzaba a acostumbrarse al dolor de forma que solo quedaba el placer, y tanto era ese placer que le costaba mantener las pollas en la boca sin arrancarlas de un mordisco, pero el mero hecho de tenerlas ahí mejoraba todo, así que no quería que salieran por nada.

Los chicos disfrutaban aún más que ella, y hacían un tremendo esfuerzo por alargar el polvo y no correrse, pero cada vez les costaba más. Ver el cuerpo de Elizabeth los hacía estremecer, y aún más viendo todo lo que le hacían a la vez, la gota que colmaba ese gran vaso de morbo era que ellos mismos participaran en tal acto. La presión era grande, muy grande, para todos, desde el culito cerrado que apretaba y dejaba sentir en su interior las embestidas de las otras dos pollas contra la que ocupaba ese lugar; el mismo chichi de esas otras dos, que se pegaba a la polla enorme y la otra que aún siendo de un tamaño más adecuado apenas cabía dentro; las de la boca que se marcaban con los dientes por culpa de una mandíbula que no podía abrirse más pero que tampoco quería soltarlas.

Elizabeth estaba a punto de correrse todo el tiempo, pero de hacerlo sabía que solo quedaría dolor y quería retrasarlo, pero cuando vio el momento en el que debía rendirse, se dio cuenta de que le era imposible. El sexo era de lo mejor, y las sensaciones únicas, pero el orgasmo no quería aparecer en su cuerpo, aún así no tenía quejas, ya que el placer era enorme, pero poco a poco se estresaba de no tener recompensa a tal hazaña.

 

Sin previo aviso el otro chico de su boca se corrió con un gran chorro que le hizo escupir ambas pollas. Trago parte sin remedio, y la demás le fue proyectada a la cara en otros dos potentes chorros. Elizabeth apenas podía ver, y su cara estaba completamente blanca, en otro momento quizás hubiera tenido arcadas al sentir eso, pero ahora solo la puso más cerda, y aún más al ver como todos los presentes estaban encantados de ver la leche resbalar por su cara, y que su novio la miraba orgulloso y enamorado. La chica volvió a agarrar con los dientes la polla de Jaime y la chupó de arriba abajo sin parar. La leche ardiente aún se movía en su boca, dando un extraño y cálido placer a la cola de su novio.

Las mamadas de las parejas a su alrededor no tardaron en manifestarse, y las corridas fueron rápidas debido al alto voltaje que la escena estaba proporcionando.

Algunos chicos se acercaron a Elizabeth en el momento de su corrida y bañaron su espalda, ella las sentía quemar su piel y no podía evitar echar una mano atrás y restregar la leche por su cuerpo, bajando hacia su culo y usándola finalmente para lubricar su chichi.

Jaime la miraba en éxtasis mientras ella clavaba las pupilas en sus ojos, Elizabeth sabía como ponerlo aún más cachondo y disfrutaba con ello. Empezó a mover las caderas para dar más ritmo a las pollas que la empalaban, porque por si solas a penas lograban tener ya el énfasis suficiente. Nada más moverse la gorda del culo y la pequeña del chichi reventaron potentemente en su interior, ríos de lefa salieron a chorros de sus orificios al sacar ambas colas de dentro. Al retirarse, el culo de Elizabeth quedó muy abierto, tanto que podía verse su interior, el coño estaba igual, y gracias a que la cola que aún quedaba era grande podía sentir algo.

Aprovechando la libertad de movimiento, la chica se incorporó para cabalgar bien la enorme verga que aún palpitaba en su interior. Jaime se puso de pie con las piernas abiertas sobre el otro chico para que Elizabeth pudiera seguir chupándolesa. Por más que se tocaba y movía seguía sin correrse y el chico de abajo estaba a punto.

Elizabeth, desesperada, agarró al chico de la cola grande y lo hizo girar dejándolo sobre ella, –¡Fóllame!– gritó ansiosa.

El chico empezó a follarla mientras que Elizabeth reclamaba la polla de Jaime en su boca, este, rápidamente se la metió de nuevo. El otro embestía tan fuerte y rápido como podía pero a Elizabeth le sabía a poco, y ella misma se movía compulsivamente intentando conseguir más. El chico terminó corriéndose con un gran gemido y su semen no se mantuvo ni un segundo en el chochito de Elizabeth debido a lo abierto que estaba.

–Vaya mierda de tíos.– gruñó la chica, –No saben follar, quiero que me folles tú Jaime, por favor, fóllame que estos mierdas no saben.–

 

Jaime, cogió a Elizabeth y la abrió bien de piernas, –Ahora mismo preciosa.–

 

Empezó a follársela con ímpetu y unas ganas que ni el mismísimo dios podría describir. Elizabeth se movía, y se tocaba, –Tengo el chichi demasiado empapado, limpiamelo.– dijo con tono muy cerdo.

Jaime se quedó pensativo un segundo, no sabía bien que quería decir, pero ella se lo aclaró cogiéndole la cabeza y llevándola a su coño. Una vez allí supo que no había nada que pensar ni nada que negarle tras la impecable actuación que ella estaba teniendo, y sin más comenzó a lamerle el chichi lleno de leche.

Elizabeth se estremeció de placer al notar la lengua de su chico dejándola limpita, miró abajo y verlo casi le dio el orgasmo deseado. Necesitaba aplacar el calor que le entró de repente y cogió la primera polla que se puso a su alcance para chuparla, no le duró ni un minuto antes de que le llenara la boca y la cara, y nuevamente tuvo que coger otra. Llego a coger al menos dos más antes de agarrar a Jaime y hacer que volviera a metérsela.

Jaime, empezó a clavársela de nuevo con fuerza y pasión, mientras mordía su cuello y besaba la profanada boca llena de flujos. Elizabeth se moría de placer de tener así a su chico, no le hacía falta nada ni nadie más, todo era perfecto, pero quería darle una última grandiosa imagen, antes de sucumbir al deseo por completo. Se giró sobre Jaime y se puso a cabalgarlo, llamo a varios chicos y la rodearon, pasó de polla a polla, sin descansar un solo segundo, pidiendo que le echaran todo encima. Los tíos empezaron a pelear por un sitio cerca de ella, para derramar su leche en ese deseado cuerpo o esa preciosa cara, los más afortunados lograban que parte cayera dentro de su boca,

Elizabeth cabalgaba a Jaime mientras este magreaba su cuerpo y observaba como poco a poco todos esos tíos se lo pintaban y decoraban de blanco. La piel de la chica se tornaba aún más pálida al verse cubierta de tantos fluidos. Las manos de Jaime se impregnaban en la leche al tocar los pechos de Elizabeth, cada vez eran más y más, hasta que resbalaron hasta llegar a la cama y la piel del chico.

Cuando ya no quiso más se echó sobre su novio y dejó que sus cuerpos se pegaran. Un tío aprovechó el momento para meterla en su coñito junto a la de su chico, pero Elizabeth la sacó de un manotazo, –No quiero más colas, solo la de mi novio.–, y todos se apartaron simplemente a mirar.

 

Jaime volteó a Elizabeth se nuevo y agarró sus piernas poniéndolas en sus hombros, y clavó la cola tan profunda que Elizabeth tuvo que frenarle con la mano, pero insistió hasta que esta le dejó abusar de ella sin impedimentos.

Se unieron en un abrazo sin fin, en unos besos eternos, y un movimiento perfecto. EL cuerpo de Elizabeth comenzó a temblar y su chichi se contrajo como si nunca hubiera entrado una sola cola en él, atrapando la polla de Jaime con la intención de vaciarla y no dejar salir ni una gota fuera de él.

–¡¡Ahhhh!!– gimieron y gritaron al unísono la pareja, en un volumen tal que nadie en la sala dejó de oírlo.

Un orgasmo sin nombre recorrió sus cuerpos y los llevó al más puro éxtasis, durante un beso prolongado y unos ojos clavados en los del otro sin tan siquiera parpadear.

 

La pareja se quedó inmóvil y satisfecha, mirándose sin decir ni una sola palabra, hasta que al fin volvieron a unirse en un gran beso lleno de caricias, mientras todos los espectadores se alejaban.

 

–¿Has visto?– preguntó Elizabeth.

–¿El qué?–

–Que no hay otro como tú, ni cuatro pollas han conseguido lo que tú me das con un solo beso.–

Jaime sonrió satisfecho al oír esas palabras, –Y a mí, nadie me da lo que tú, y no hay nada en el mundo que pudiera ni asemejarse a lo que consigues hacerme sentir con solo mirarte.–

–¿Te ha gustado verme así?–

–Me ha encantado, pero por el ansia que tenía de ser yo el que te tocara. Y a ti, ¿Te ha gustado?–

–Sí, mucho, pero no por ellos, sino por ver como me mirabas, y que rechazabas a todas las tías solo para mirarme. El momento que me has faltado me he muerto, me quería ir de aquí.–

–Yo también. Por eso siempre quiero que estemos juntos, da igual lo que hagamos o dejemos de hacer siempre que sea el uno al lado del otro.–

–Yo lo quiero todo siempre contigo, no ves que todos los demás no valen.–

–A ver si va a ser porque me quieres, y estas enamorada de mí más de lo que piensas.–

–Pues va a ser que sí, que te quiero con locura y estoy más enamorada de ti de lo que jamás he estado.–

 

Jaime sonrió y abrazó fuerte a Elizabeth, era hora de limpiarse e irse, pero podían disfrutar de estar en los brazos del otro unos minutos más.