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B i l l e t – d o u x [ 1 ]

en Lésbicos

B I L L E T – D O U X

CAPITULO 1

 

 «Podría decir que sólo me habían usado para matar sus placeres, pero mentiría si no dijera que a mí me gustaba ser usada de esa forma», le explicaba a mi novia tras encontrar videos pornográficos caseros en donde yo soy la estrella principal.

— Nunca creí que llegarían tan lejos… ya sé que fui una gran idiota por dejar que pasara todo eso pero…— decía yo preocupada por lo que pasaría desde este día con ella y conmigo. Las dos permanecíamos sentadas en la mesa del comedor. Mi novia no decía nada, simplemente miraba cada uno de los videos desde su notebook. Sólo se escuchaba mi voz, mis gemidos y los insultos que me decían los chicos recorrían toda la sala… Y después de un buen rato, aún con mi mano sujetando la suya, se atrevió a hablar.

— ¿Qué fue lo que te llevo a acabar así… puta? — Mar me miraba directamente a los ojos. Y esos se morían por hablar…

Esa pregunta hizo despertar muchísimas memorias hasta recordar aquel verano. Yo aún era una cría y faltaban unas semanas para que las clases comenzaran otra vez. No eran más de las once de la mañana cuando mi mejor amiga y yo llegamos a la piscina municipal. Entramos y subimos a los vestuarios mientras hablábamos de nuestras cosas. Allí, me deshice de mi camiseta larga y casi translucida. La cual era perfecta para usar sólo con el bikini, ya que dejaba al descubierto mi culito. También me quité mis sandalias marrones con tacones. Mi amiga también se había quitado su ropa, que era aún más provocativa, y quedó solamente en un pequeñísimo bikini. Pasamos el rato nadando y hablando… Me daba cuenta de que se fijaba mucho en el socorrista, que estaba buenísimo por cierto. Cuando salimos, él se quedó mirándonos y mi amiga se dio cuenta de eso. Sin que yo me enterara, ella se acercó a mí por detrás y tiro del lazo de mi bikini para que cayera y que el chico pudiera ver mi culito. Y lo consiguió. “¡Rocío!” fue lo único que pude decir al ver la parte inferior de mi bikini en el suelo. Ella sonreía pícaramente y señalaba detrás de mí, así que giré mi cabeza y el chico no apartaba sus ojos de ese culito prieto que le hacía perderse… No tenía otra opción, o era volver a casa sin bikini o girarme y dejar que él me viera todo. Y lo hice, me gire, me agache, pero con mis piernas abiertas a cada lado, dejándole ver todo mi coñito depilado. Vi como el chico dio unos pasos y siguió mirando, así que me apresure en agarrar mi tanguita y salí corriendo a los vestuarios con mi cara más roja que un tomate. Rocío lo vio todo escondida en la puerta de los vestuarios.

— ¡No me creo que le hayas dejado ver eso! — se le dibujo una sonrisa de lado a lado, como si se alegrara de que yo dejara que otros vieran mis partes más íntimas.

— ¡Tonta! No lo vuelvas a hacer…— decía yo mientras ambas nos quitábamos nuestros bikinis y los arrojábamos en el banco frente a la taquilla donde estaba nuestra ropa. Mientras íbamos a las duchas, ella me decía que se había dado cuenta de cómo me miraba el chico mientras nadábamos y de lo bueno que estaba, es verdad.

 «Si yo fuera tú, ya me lo estaría comiendo todo…» escuché mientras el agua fría empezó a caer sobre mí, como si intentara aliviar ese calor. Mi amiga no tenía esa suerte, su ducha no funcionaba.

— Joder… ¿Qué le pasa ahora a esto? No funciona… Oye Laura, ¿te molesta si me ducho contigo? — se quejaba ella… y ya era tarde para negarme, pues sus brazos ya estaban pegados a mi mojada cintura. Me estaba abrazando por detrás y podía sentir como sus tetas se apretaban contra mi espalda.

— ¡Qué fría está el agua! — había exclamado en voz alta mientras el agua nos mojaba a las dos así de juntas…

— ¿Así está mejor? — le pregunté mientras iba calentando más el agua.

— Uhm… Sí, mucho mejor— me respondió a la vez que se ponía a mi lado y extendía sus brazos hacia arriba. No voy a negar que no miré como el agua le caía en su pecho, en sus tetas… Que sexy se veía.

— Vaya culazo tienes, Laurita. Lo volviste loco. No te sacaba el ojo de encima— dijo mientras yo recibía un azote de “broma”.

— No mientas, tonta… ¿Quién podría fijarse en mí? — no voy a negar que me sonrojé cuando me dio ese azote…

— ¡No miento! Yo lo llenará a mordisquitos…— Rocío, para. Por favor… No me digas esas cosas… Pensé yo. Pero lo único que me salió fue…

— Ni si quiera me han dado un beso y ¿me van a comer el culo? —

— ¡¿Qué?! ¿Cómo que nunca te han dado un beso? — sorprendida, coloco sus manos en mi cintura casi al comienzo de mis muslos. Sus ojos estaban abiertos como dos platos.

— No me lo creo, Laura— siguió diciendo ella, pero yo no sabía que contestarle…

— ¿Sabes? Un beso es de lo más excitante. Y si alguna vez te gustaría aprender, ya sabes que me tienes para todo. Tanto para lo malo como para lo bueno. A mí no me molestaría enseñarle a mi mejor amiga a comer bocas— decía entre risas. No me parecía tan mala la idea…

— ¿De verdad me enseñarías? — Intentaba entrar en su juego tímidamente…

Ella no me contesto porque sus labios estaban ocupados dándome ese primer beso. Los atrapé y no los deje ir. Yo seguía sus movimientos y mis brazos ya estaban rodeando su cuello. Empecé a sentir como su lengua quería jugar con la mía y seguí su juego, nuestras lenguas se enrollaban mutuamente. Por otra parte… sus manos me comenzaron a apretar con ganas, pero se deslizaron por mi cintura hasta llegar a mi culito. Se agarró muy fuerte a él y cuanto más apasionado era el beso, más caricias me daba ella allí. Que calor, vaya… Como para no tenerlo si alguien empieza a separar y a apretar mis nalgas, sintiendo como mi ano se estira… como mi coñito se abre… Su mano bajo más y comenzó a frotar mi agujerito, su dedo hacia círculos en mi ano. Yo me dejaba hacer… Cada vez que su dedo se movía, se iba enterrando más en mi culito. Poco a poco hasta resbalar entero. Solté un gemido y por culpa de eso, el dedo empezó a jugar con mi culito. Me lo estaba follando. Oh, qué sensación tan maravillosa…

Termino recorriendo mis labios con su lengua antes de quedarnos mirando como dos enamoradas.

— Ahora dame tú un beso, Laura…— susurro. Y yo no tarde mucho en cumplir su deseo. La besaba poco a poco, pausadamente. Le daba uno y luego saboreaba el sabor de sus labios, después le daba otro… hasta que no pude aguantarme más y empecé a besarla tal como me había enseñado. Nuestras lenguas comenzaron a bailar juntas.

— ¿Qué tal lo hago, Rocío? — le pregunté entre beso y beso.

— Aprendes muy rápido… Besas como toda una putita— me susurraba. Yo podía sentir su respiración contra mis labios.

— Me encanta hacer esto contigo…— le había confesado en voz baja.

— Lo siento muchísimo, Laura, pero me he puesto tan cachonda…— coloco uno de sus dedos en mis labios, parando todos mis besos. Podía sentir el sabor de su dedo… y sabía a culito de zorra.

— Yo… yo también estoy cachonda— dije con ganas de más…

Ella se sentó en el suelo apoyando su espalda en el muro que separa las duchas unas de otras. Abrió sus piernas y las flexiono. Llevo una de sus manos a su coñito y se lo frotaba todo…

— ¿Te importa si me hago un dedito? No puedo más…— decía intentando callar sus gemidos.

— Yo tampoco me aguanto… Y más si te pones a hacer guarradas delante de mí— me senté, abrí mis piernas y la acompañe con ese frote de nuestras manos con nuestros coñitos.

— Pero lo malo es que soy virgen y… bueno, no podré meterme los dedos— añadí.

— No te preocupes… Pronto ya no podrás decir eso— sus palabras quedaron atrapadas en mi cabeza, pero lo que hizo que se fueran fue ese gemido que se escuchó por todo el vestuario.

— ¡Uuuuhm! — esos gemidos me ponían aún más y el problema es que ella no paraba.

Escuchar sus gemidos hacia que frotarme el coñito se sintiera más rico y aunque yo intentara ahogar mis gemidos, no podía. “¡Mmm…!”, “¡Aah…!”. La miraba sin perder detalle de sus juegos… Y de repente, un par de sus deditos empezaron a entrar en ese apretado coñito. « ¡Qué rico me la metes, amor… mmm… la quiero todita dentro… uuuhm! » A la vez que decía eso sus dedos entraron enteros dentro de su coñito. Empezó a moverlos muy rápido… Que sexy se veía. El vestuario estaba lleno, lleno de nuestros gemidos. Mi mano no paraba de moverse y era imposible teniéndola ahí, follándose su coñito con sus dedos. Rocío decidió meter un tercer dedo y fue entonces cuando a los segundos empezaron a salir gotas blancas que caían por su culito. “Bfff…”. Eso me puso aún más. Admito que relamía mis labios imaginando que lamia esos chorritos blancos. “¡Aaah…! Más, amor… Follame como una putita”. Con cada palabra que decía, más blanco se le ponía el coñito. No lo pensé dos veces y fui gateando a cuatro patitas hasta ella. Me cole entre sus piernas y con mi lengua, le empecé a limpiar el coño. Se la pasaba por todos lados, sin parar. ¡Que delicia! Note como su mano se movía más fuerte hasta correrse a chorros. ¡La zorra de Rocío me había dejado toda mi boca y toda mi cara blanca! “Bfff…”. Sus brazos se extendieron hacia mí y ella me sujeto de mi cabeza mientras se acercaba. Nos comíamos con la mirada… pero ella sí que se comió algo realmente. Fue pasando su lengua por mi mejilla izquierda, limpiándome… Tragándose sus propios jugos y luego, un pequeño beso para terminar con lo que había pasado.

En el camino a nuestras casas, ella saco el tema de mi virginidad. Me preguntaba si me gustaría perderla y yo le dije que sí, que lo deseo.

— ¿Sí? Pues si tienes tantas ganas deberías venir a una fiesta que hay este sábado. Procura no ir muy tapada, ya sabes que quiero decir— decía riéndose.

— Jajaja. ¿A qué hora es? — le pregunte interesada.

— ¡Empieza a las diez de la noche! ¡Pasaré a por ti, no te preocupes! — me gritaba ya que nuestros caminos se separaban aquí.