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B i l l e t – d o u x [ 4 ]

en Lésbicos

B I L L E T – D O U X

CAPITULO 4

El verano se estaba acabando y yo ya ni siquiera me reconocía. ¿Dónde está aquella Laura que soñaba con sueños de princesa? Estaba desapareciendo junto al verano y esta noche iba a festejar su ida.

 

— ¡Ya abro yo, papá! — grité al escuchar el timbre.

Baje las escaleras y abrí la puerta. No me sorprendí al ver a Rocío, pues habíamos quedado para ir juntas a la última fiesta del verano. La gran fiesta de disfraces de Leo… Supongo que la expresión de la cara de mi padre era culpa de Rocío por haber escogido estos disfraces que parecen sacados de una película porno. Rocío miraba detrás de mí, así que gire mi cabeza y allí estaba mi padre… con sus ojos abiertos como dos platos. Su mirada me recorría entera, culpa de esta cortísima minifalda que apenas llegaba a la mitad de mi culito.

— Buenas noches, señor Whitewell— saludaba Rocío a mi padre. Caminaba hacia él mientras se desprendía de su largo abrigo, el cual tapaba su disfraz de colegiada.

— Vaya, vaya… ¿Y esos disfraces? — pregunto él después de haberle dado dos besos a Rocío.

— Iremos a una fiesta de disfraces. Espero que no te importe que te la robe unas cuantas horas— cogió mi mano para irnos, pero al abrir la puerta nos encontramos con que estaba lloviendo…

— Oh… ¡qué pena! — escuchábamos a mi padre decir mientras nos comenzábamos a quejar…

— ¡Papá, papá! ¿Podrías llevarnos, por favor? — le suplicaba yo con el ruido de la lluvia de fondo.

— Ya sabes que el coche está en el taller, amor. Si a tu amiga le parece bien, puede quedarse a dormir…— Rocío y yo nos miramos, no nos pareció tan mala idea.

— ¡Muchas gracias, señor Whitewell! — le dio otro beso a mi padre y nos fuimos corriendo hacia mi habitación. Pude ver como la mirada de mi padre estaba totalmente perdida en como nuestros culitos se balanceaban al subir las escaleras.

— Que pena… me voy a quedar sin ver como Leo te folla el culo. ¡No es justo que me vieras a mí primera así! — decía Rocío una vez que se tumbó en la cama. Como yo fui la última, me tocó a mí cerrar la puerta de la habitación.

— Y no te imaginas cuantas ganas tengo de ver lo putita que te pones, Laura…— su mirada estaba clavada en mis ojos. Los míos en cambio miraban su cuerpo; como de abiertas estaban sus piernas y como se movía su mano dentro de su tanga.

— Rocío…— me callo con una tentadora y muy apetecible petición…

— Cómeme el coñito, Laura. Como te hubiese gustado comérmelo aquel día en los vestuarios— y lo dejo ante mí. Estiraba su tanga con una mano y con la otra separaba sus labios vaginales.

— No te lo voy a comer… ¡te lo voy a devorar! — me puse a cuatro patitas en el suelo y comencé a gatear hasta ella.

Yo mordía mi labio y mi mirada estaba posada en ese delicioso coñito que iba a comer. Ella no tardó en morder los suyos también, pues el primer lamido que le di le encantó. Continué con pequeños bocados que luego se hacían más y más grandes, no iba a dejar nada de ese delicioso manjar. Jugaba con sus labios vaginales, los mordía y los estiraba, al igual que su clítoris. Y ella no sabía agradecérmelo mejor que gimiendo como una gatita en celo.

—Lau… ¡Uhm! Ven, zorrita come coños. Te voy a enseñar cómo se come uno— su dedo me indicaba que subiera a la cama y así lo hice. Me subí a la cama y me puse encima de ella, hacíamos un precioso sesenta y nueve.

Mi falda no molestaba por lo corta que es, así que solo tenía que poner de lado mi tanga. Empecé a sentir su mano frotármelo todo y en círculos. ¡Bff! Mis suspiros chocaban con su coñito, pues estaba muy concentrada comiéndoselo sin despegarme de él. No paso mucho tiempo cuando su lengua ya jugaba en mi clítoris, era como si la punta me rozara sin parar… yo le comencé a hacer lo mismo.

— Lau, he traído un juguetito que nos irá muy bien…— dijo después de haber estado un buen rato metiéndonos los dedos en nuestros coños mutuamente. Me aparte de encima para que lo pudiera agarrar y un vez que ya lo tenía en su mano, yo pare mi culito para ella… se lo ofrecí y noté como sus manos me bajaban el tanga para que no molestara.

— ¡Pero si lo tienes usado y todo, puta! — sus manos se posaron sobre mis nalgas y las estiraron, no faltaban azotes. — ¿Tienes un amiguito nuevo? — decía riendo, pero eso no le impedía dejar caer saliva en mi culo.

— ¡Mm! No te imaginas lo bien que se le da follar culitos— la saliva bajaba recorriendo mi coñito.

— Seguro que te encanta chupársela mientras te llena el culo de dedos, ¿verdad que sí? — se colocó delante de mí y sujetaba el dildo como si fuera una polla.

— Sí, me encanta— me empecé a morrear con la punta del dildo y que gustito sentir sus dedos frotar mi ano. Metía apenas la punta de uno de sus dedos y lo sacaba para seguir frotándolo, hasta que entró y no salió más…

— No me lo puedo creer. ¿Te lo han follado hoy, Lau? ¡Lo tienes flojísimo! — su dedo se movía recordándome lo rico que es ese placer…

— Follado y llenado hasta desbordar de lechita…— las risas de Rocío me hacía sentirme una puta. Otro dedo más entro y el placer ya estaba mejorando.

— Hay que ver las cosas sucias que dices con esa boca, eh. Vamos a callarla por un ratito y que haga lo que mejor hace… ¡Mamar! — me clavo todo el dildo en mi boca, la tenía llena de él…

— Vamos, Lau— tuve que dejar de lado ese pequeño dolor que me causo y empezar a chupar. Demostrarle lo bien que me como una polla… Sus dedos no se detenían, pues mi culito estaba encantado de recibirlos.

— Ay, Lau… Si fuera chico, me pasaría todo el día follandote la boca. En serio… pones una cara de putita mamona tan preciosa…— ahogaba mis gemidos chupando el dildo. Saco sus dedos y ya volvía a sentir mi culito dilatado, pedía polla a gritos… Ella me saco el dildo de la boca y camino hasta poder ver mi culo.

— Pero mírate… vestida de putita colegiada y con su culito pronto para tragarse una polla. ¿Qué pensaría tu papi si te ve así? — frotaba la punta del dildo que deje lleno de babas por mi culito, sentía las ganas que tenía de llenármelo… Y lo confirmo cuando empezó a hacer presión y mi culito cedió tan fácil.

— ¡Aaah! Ro… mételo todito, por favor…— le suplicaba a mi amiga como una puta que le gusta tener su culito lleno. Y lo hizo, se reía de mí a la vez que me lo follaba complaciéndome.

— ¡Ay, sí! ¡Qué rico! ¡Me encanta, Ro! Me lo follas delicioso… ¡Uhm! — el dildo entraba y salía… a Rocío le gustaba ver como de dilatado me quedaba el culo y eso a mí me ponía muchísimo, pero más la sensación tan placentera de tener mi culito follado. De cómo se estira siguiendo los movimientos del dildo… Mi móvil sonaba, pero no tan fuerte como mis gemidos. Quien quiera que fuera seguía insistiendo. Rocío dejo completamente el dildo enterrado en mi culo y cogió mi móvil. Volvió a acercarse a mí y a la vez que me seguía follando el culo, empezó a lamer mi coño. “Joder, Laurita… Me encanta tanto lo putita que eres conmigo que no puedo dejar de pensar en follarte el culo cuando llegue a casa por la mañana”. Rocío había puesto el manos libres y no me lo podía creer… “Me gusta tanto tu culo que me estoy haciendo una paja en el baño de la disco mientras huelo el tanguita que llevabas puesto ayer...” Esa voz no podía ser la de él… Rocío estaba escuchando las cerdadas que decía mi hermano al teléfono… Y esta hacía chupones en mi coño para que él los escuchara. “¿Laura?”.

— Hola, no te preocupes. Tu hermanita está disfrutando como una puta de cómo su mejor amiga le folla el culo— “¡No!” se me escuchaba gritar en el fondo. Rocío acababa de enterarse de que soy la puta de mi hermano… El movimiento de su mano estaba descontrolado… Pero eso sí, el morbo era muy diferente y me gustaba.

— Deberías escucharla, ¿también gime así cuando te la follas? —

— Ro, por favor, no… corta… ¡Mmmm! —

— ¿Qué dices, putita? ¿Acaso quieres que pare? — y suplique como nunca al sentir que el dildo se salía y no volvió a entrar.

— ¡No, no! Por favor… Sigue follandome como me gusta, como una puta que le encanta sentir su culito bien usado— mi hermano seguía escuchando…

— Sé que te pone que tu hermano te escuche, puta— se escuchaba por toda la habitación el chapoteo del dildo en mi culo… “Joder, Laura… Eres Rocío, ¿no? Nunca olvidaría esa voz… cuantas pajas me haría con escucharte diciendo cerdadas. Follaselo bien, coño, que le encanta. Haz que se corra que adora hacerlo mientras juegan con su culo de zorrón”. Rocío se prendió de mi coño y no lo soltó… su mano me follaba tan rápido y yo lo disfrutaba…

— ¿Y qué tal si dejo que tu hermanita se corra en mi cara? — “Genial, joder… ¡dios que dura me la habéis puesto, putas!”.

— Ro, detente… ¡por favor! No más, se me va a salir… Aaah… ¡Se me sale, Ro! ¡Uuuuhm! — el morbo de que mi hermano me escuchara gemir al otro lado del teléfono, de tener a mi mejor amiga comiéndome el coño y dejando que me destroce el culo me ponía tanto, pero tanto… Tanto que empecé a correrme a chorros en la cara de mi amiga cuando mi ano se salió fuera… Los chorros golpeaban contra su cara y mi hermano tan contento de escucharlo, de escuchar como ella disfrutaba que pasará eso.

— Mmmm… sí, Lau, lléname la cara de chorros. ¡Mmm! — corto el teléfono cuando mi hermano estaba hablando, como si sólo lo hubiera usado para que yo me sintiera así de guarra… pero no me importo.

— Puta…— susurró. —Ahora vengo, preciosa.

— Sí…— asenté primero con la cabeza. Ya no sabía que ocurría a mi alrededor, el placer fue tanto… Había alcanzado el mayor de los nirvanas. Rocío salió de la habitación y cerró la puerta, yo me quede tumbada en la cama hasta quedarme dormida.

— ¡Aah! ¡Yeah! ¡Fuck me! — Rocío contemplaba escondida desde detrás de un mueble del salón como mi padre miraba una película porno. Se acercó despacio, pero él se dio cuenta de su presencia cuando ella pronuncio su nombre con los labios que acaban de beber los jugos de su hija, añadiendo una sonrisa pícara.

— Señor Whitewell…—