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Infidelidad con Nenita

en Hetero: Infidelidad

La relación con mi novia Sara estaba en un momento seco tras descubrir su infidelidad con mi mejor amigo. Ninguno de los dos había hablado sobre el tema, pero el tanga empapado que me encontré en el suelo en una visita de mi amigo era una prueba irrefutable. Ella sabía que yo tenía conocimiento sobre lo que había pasado, pero ninguno de los dos comentaba el tema.

Esto hizo que habláramos poco en general y que la relación se enfriara un poco.

Entre los variopintos e-mails que recibíamos de lectores de nuestros relatos, me sorprendió uno de una chica. De nombre Paula y apodo “Nenita”, me llamó la atención que su interés estaba centrado en mí, y no en nosotros como pareja o en mi novia directamente (como era lo habitual).

Con el resquemor de la infidelidad de Sara bien presente, decidí contactar con ella.

Al poco tiempo hicimos buenas migas y me quedó claro que no era ni una broma, y que su interés era muy real.

Paula tenía 26 años, aunque como pude apreciar en las fotos que me envió, aparentaba menos. Su piel bronceada de enmarcaba en un precioso cuerpo de piernas largas de 170, una prolongada melena morena lisa, unos seductores ojos marones y un pecho delicioso de 85 copa C (tal y como ella me describió y pude comprobar en fotos).

Nuestro intercambio de e-mails evolucionó a chatear por Skype. Las conversaciones eran cada vez más morbosas y el deseo se apoderó de nosotros. Una frontera de bastantes kilómetros nos separaba, ya que ella vivía en Canarias.

Tras nuestra última sesión a distancia con Webcam, ambos acabamos desesperados porque nuestros cuerpos se conocieran al fin.

Empecé a trazar un plan con ella para conocernos y dar rienda suelta al deseo acumulado que cada vez pesaba más.

El plan consistía en que iría a una isla de Canarias a hacer un curso único de especialización que me iría muy bien para el trabajo. Contraté el curso, y me aseguré que durara lo suficientemente poco como para que no mereciera la pena que Sara viniera.

El curso lo contraté en una isla diferente a la de Paula, para que así pudiéramos tener más intimidad. Por desgracia, para que todo fuera más realista, el curso me ocuparía las mañanas. Tenía que cumplir para mantener mi coartada.

El día señalado llegó, y antes de que pudiera darme cuenta, ya estaba en el avión rumbo a Canarias.

Una vez en el aeropuerto de destino, llamé al móvil de Paula para ver dónde estaba ella. Habíamos intentado sincronizar los vuelos para coincidir en el aeropuerto. No me cogió el teléfono. Fui a un monitor, y vi que su vuelo ya había llegado.

Empecé a ponerme nervioso, y maleta en mano, a recorrer el aeropuerto.

La llamé 3 veces más sin éxito. Había transcurrido una hora, y tenía el tiempo justo para coger un taxi y llegar al inicio del curso.

Desalentado y algo frustrado, llamé una última vez sin éxito y me dirigí a la parada de taxis.

Llegué al primer taxi de la fila, y abrí la puerta de atrás.

-          ¿Te importa que compartamos taxi?

Me giré malhumorado, y me sorprendió un rostro sonriente de tez bronceada.

-          Pa.. ¿Paula?

Ella sonrió aún más, y ante mi paralasis temporal, me abrazó.

No tuve apenas tiempo de nada más, ya que nos metimos en el taxi.

Se disculpó por haberle hecho esperar, pero se había dejado el equipaje de mano, móvil incluido, dentro del avión. Me dijo que estaba tan nerviosa, que no se dio cuenta que se lo había dejado hasta que casi salió por la puerta de embarque y me quiso llamar para avisarme que había llegado. Tras eso, fue un lío volver al avión, y que tras recuperar el móvil, me llamó 2 veces, pero comuniqué.

Nos reímos por la situación y nos quedamos mirando sin saber qué hacer.

-          Eres guapísima Paula. La realidad supera la ficción.

Apoyé mi mano sobre su cara, y la bajé hasta pellizcarle la barbilla. Ella sonrió y se acercó un poco más a mí. El corazón me palpitaba a mil por hora. Me acerqué un poco más a ella. Nuestros labios estaban a tan solo un palmo uno del otro. Aún le estaba mirando a los ojos, cuando sin caber cómo, nuestros labios estaban pegados. El frescor a menta de su aliento inundó mi boca. Nuestras lenguas se abrazaron lentamente en un beso hasta que un carraspeo del conductor nos llamó la atención.

Habíamos llegado a las oficinas donde se hacía el curso. Le di dinero a Paula para que pagara el taxi en su llegada al hotel donde nos hospedaríamos, y me bajé corriendo para llegar al curso.

Éste había empezado hacía unos minutos. Me presenté, e intenté concentrarme en las sesiones didácticas del mismo sin éxito. Mi vista enfocaba a la pizarra, pero mi cabeza, mi cuerpo y mi corazón sólo podían enfocar  hacia el recuerdo cercano de Paula.

Aquello iba más allá de la venganza por una infidelidad.

A la hora de comer, algunos compañeros del curso propusieron ir todos juntos a un sitio cercano e incluso de organizar grupos para hacer un poco de turismo por la tarde. Me excusé diciendo que había quedado con un familiar, y salí despedido hasta el hotel.

De camino llamé a Paula, y me dijo de encontrarnos en un restaurante que le habían recomendado en el hotel. El tiempo era justo como para ir al hotel, así que nos vimos directamente allí.

Me bajé del taxi tras pagar, y allí estaba ella, sonriente, esperándome en la puerta.

Su prolongada melena oscura caía sobre los tirantes de su top blanco, del cual resaltaba su escote con sus preciosos pechos talla 85 copa C. Su bronceada piel me cautivó, y sus largas piernas me despistaron. Lucían fantásticas naciendo de aquel peño short vaquero. Unas chanclas de vestir completaban su sencillo, pero precioso en su delgada figura, atuendo.

Nos quedamos mirándonos como dos vaqueros antes de un duelo. Nos sonreíamos en la distancia. Seguro que ella se debió de sentir observada, aunque no dio síntomas de que le molestara.

Sin saber muy bien cómo, me encontré frente a ella. Mi mano se deslizó inconscientemente a su nuca, y atraje sus labios hacia los míos. El contacto fue cálido y lento. Como si dos continentes chocaran y el mundo se derrumbara lentamente. Nos separamos y nos quedamos mirándonos unos segundos hasta finalmente entrar en el restaurante.

Contra toda etiqueta, acerqué mi silla a la suya en la mesita redonda en la que nos sentaron. Pronto, entablamos una conversación más propia de amigos que se conocieran de toda la vida. Ella notó que estaba cansado por el largo vuelo y tanto correr por el curso.

-          Después de comer podemos echar una siesta, que hará mucho calor como pasear. – me dijo sonriente.

Apoyó su mano sobre mi pierna, y un escalofrío recorrió mi cuerpo.

A lo largo de la comida, me fue imposible evitar mirarle el escote. Un gran canal se extendía a través de su top blanco. Ella se debió de dar cuenta, porque muchas veces se inclinaba hacia delante al hablar. Me estaba provocando.

La sangría que nos estábamos tomando nos estaba llevando a risas fáciles. En un momento dado a Paula se le cayó un cubierto al suelo. Se agachó a recogerlo, y recobró la postura lentamente para que pudiera ver su escote en todo su esplendor. Se acercó a mi oído, apoyando una mano en mi pierna, y me dijo:

-          Si estuviéramos solos, quizás habría buscado algo más que el cuchillo en el suelo…

Mi mano se posó en su suave pierna y le dije:

-          ¿Ah sí? ¿Qué habrías buscado?

-          Esto… - me dijo acariciando mi pierna hasta llegar a mi paquete.

Tuve una erección casi instantánea y Paula retiró su mano en cuanto llegó el camarero.

Después de comer, nos retiramos al hotel. Entramos cogidos de la mano, y tuvimos que contener nuestros impulsos en el ascensor al no estar solos.

Una vez dentro de la habitación, nos abrazamos y empezamos a besarnos. Mis manos se apoyaban en su cintura mientras ella me acariciaba el pelo. Sus besos eran una delicia; dulces, tiernos y a la vez pasionales.

Nos tumbamos en la cama, y tras un par de besos empezamos a notar los efectos del cansancio del viaje combinados con los de la sangría. Mi último recuerdo antes de dormirme consistía en sentir el cálido cuerpo de Paula abrazado al mío y su lenta respiración sobre mi pecho.

Me desperté con un beso de mi amante, que sonriente me animó para ir a la playa. Nos cambiamos de ropa, y en seguida llegamos a una playa cercana al hotel.

Encontramos un buen sitio en el que extender las toallas, y nos quitamos la ropa veraniega que llevábamos. Me quedé boquiabierto viendo el precioso cuerpo de Paula. Ella se puso una mano en la cintura como si estuviera posando para una foto, sin dejar de sonreírme.

-          Paula, eres preciosa.

-          ¡Gracias! Je, je,je.

Su colorido bikini de tonos amarillos, naranjas y violetas contrastaba con su perfectamente esculpido y bronceado cuerpo. Me senté rápidamente en la toalla.

-          ¿Qué te pasa? – me preguntó.

-          No te lo vas a creer, pero verte así me ha hecho reaccionar al momento. Ahora mismo no podría llegar hasta el agua.

-          Ja, ja, ja, ¡anda ya!

-          Mira…

Separé las piernas, y mi bañador formó un bulto en forma de tienda de campaña canadiense.

-          Ja, ja, ja. Ya veo… ya….

Aprovechando el radiante sol, nos quedamos en bikini y bañador respectivamente y Paula me miró sonriente con la crema protectora en la mano.

-          Será un placer – respondí a su silenciosa pregunta.

Paula se dio la vuelta despacito, para que me percatara en su culito perfecto y se tumbó boca abajo.  Mientras abría el bote, pude ver como ella se desataba la parte de atrás del bikini con una mano.

Me senté sobre su culito, y aquel contacto no hizo sino endurecer todavía más mi erección.

Unté la blanca crema en mis manos y las coloqué sobre su espalda. Al principio la esparcí lentamente, para después aprovechar el contacto para masajearla los omoplatos y los hombros.

Me bajé de su culo y preparé más crema. Empecé por sus piernas hasta llegar a sus nalgas. Me la jugué y apoyé mis manos en su culo. Estaba durito y apetecible. Mis manos lo amasaban en círculos mientras el color de la crema se iba difuminando.

Paula no decía nada, aunque sonreía. Mi masaje descendió hasta la juntura entre su nalga y pierna. Era una zona peligrosa, muy cercana a la braguita de su bikini. La primera vez que rocé su braguita dio un respingo involuntario, aunque después, me dio la impresión de que incluso ponía el culo un poco en pompa para que yo me acercara a esa zona.

Acaricié su espalda con la punta de los dedos provocándole un escalofrío. Sonriente, se dio la vuelta dejando sus hermosos pechos apuntándome.

-          Joder Pau, ¡qué tetas tienes!

-          Je je je. Sólo quería hacerte sufrir un poco más.

-          Mmm – le dije al oído – No sabes lo que haces… - le di unos mordisquitos en la oreja. – Sería capaz de follarte aquí mismo, a la vista de todos.

-          ¿Y por qué no lo haces?

-          ¡Qué cabr…!

Suspiré y me fui, con las manos en los bolsillos para disimular mi erección, al agua.

Al poco raro llegó Paula.

-          Pensaba que querrías terminar de poner crema en el cuerpo. Pero no te preocupes. Ya lo he hecho yo.

-          Ahora mismo te pondría crema, pero dentro de cuerpo.

-          Mmmm. Ya sabes que tomo pastillas. Me encantaría sentirlo.

Cuando el agua me llegaba hasta el cuello Paula me abrazó.

-          Me tengo que agarrar a ti, porque yo ya no hago pie aquí.

Noté su suave piel apretándose contra la mía. Sus piernas se cerraron como una pinza en mi culo, y mi pene se apretó contra su braguita. El ir y venir de las suaves olas hacían oscilar nuestros cuerpos y que sus pechos chocaran con mi cuerpo. Yo le agarraba por la cintura, y en aquellos momentos no era un ser racional; sólo un primate pensando en follar, follar y follar.

Nos besamos y rozamos, parando de vez en cuando cada vez que se acercaba un bañista. Los dos estábamos muy excitados, pero finalmente decidimos volver al hotel.

Justo cuando nos íbamos a duchar, me llamó mi novia, Sara. Paula se despidió como dándome a entender que había perdido la oportunidad. Tras contarle los trozos del día que se podían contar, colgué el teléfono. Paula ya estaba vestida para salir a cenar.

Me duché y me vestí en el mismo baño y nos fuimos a cenar.

En el restaurante, nos sentábamos al lado del baño. Todo el mundo que entraba o salía, ya fuera hombre o mujer, dedicaba una mirada más o menos larga a Pau. El vestidito rojo de verano le quedaba fenomenal. Su corte por encima de las rodillas no se podía apreciar, pero su escote en palabra de honor era todo un escaparate de lujo. Sus pechos se apretaban – seguramente por causa de un sujetador push-up – formando un escote delicioso y apetecible en su piel morena. Se había maquillado con sencillez. Paula estaba preciosa.

-          Joder Pau… ¡estás increíble!

-          Je, je, je. Ya será para menos.

-          Creo que no soy el único que se ha dado cuenta. Nadie que pase por aquí puede evitar echarte un ojo.

-          ¿Sí? No me había dado cuenta – dijo con una sonrisa traviesa.

-          Bueno, no te preocupes, el que te tiene bien echado el ojo soy yo.

-          ¿Te gusta el vestido pues?

-          ¡Ufff! Ahora mismo… ¡te deseo tanto!

-          Y yo a ti…

Acerqué mi mano bajo la mesa hasta llegar a su ropa interior. La noté cálida y algo húmeda.

-          Ya lo veo… - le dije sonriendo con malicia.

-          Creo que tú no podrás ir al baño en un rato – dijo tras ponerme la mano sobre el paquete y comprobar que estaba en erección.

-          Me tienes así todo el día.

Ella se rio a mi costa y se acercó peligrosamente a mi oreja.

-          Dime, ¿qué tienes ganas de hacerme? Quiero oírlo.

Me mordí el labio y le respondí con voz excitada.

-          Pau, quiero follarte hasta que me grites que pare, que no puedes más. – Le di un mordisquito en el cuello y ella me contestó con una voz muy sensual.

-          Igual eres tú el que me lo grita… Ya sabes que soy multi-orgásmica.

-          Sólo hay una forma de averiguarlo.

El camarero nos trajo la carta de los postres.

-          Luis, ¿sabes qué quieres de postre?

-          Sí, ahora mismo lo que más me gustaría es comerte el coño. Debe de estar delicioso…

-          Shhh, calla, calla, que nos van a oír.

En ese momento llegó el camarero y nos preguntó qué queríamos. Ambos nos miramos y nos reímos ante el desconcierto del chico.

Pedimos la cuenta, y a los pocos minutos, ya estábamos besándonos en el ascensor del hotel.

-          Nenita, no sé si podré aguantar a llegar a la habitación.

Ella se rio, y nada más abrirse las puertas del ascensor se fue corriendo hasta la habitación. Le seguí, y entré justo detrás de ella cerrando la puerta a mi paso.

La agarré desde atrás frenándola y apretándola contra mí.

-          ¡No te escaparás!

Ambos nos reíamos por el juego y más cuando le dije que tenía que haberme visto correr por el pasillo del hotel con el pantalón hinchado por el bulto que tenía entre las piernas.

Apreté su cuerpo contra el mío para que pudiera notar mi erección. Ella estiró las manos y me apretó el culo. Podía ver a través de un espejo de la habitación cómo ella, excitada, se mordía el labio de abajo. Mis manos sopesaron su cintura y fueron subiendo hasta el nacimiento de sus pechos.

-          Nenita, me encanta tu cuerpo…

Le besé el cuello mientras  le bajaba el vestido desde arriba. Reflejada en un espejo, pude ver sus preciosos pechos encajados en un sujetador muy sexy. Le acaricié las tetas por los flancos para luego juntárselas lentamente. Sus manos buscaban mi paquete por encima de la ropa y lo acariciaban con ansia.

Me rocé contra su culito y ella, para no caerse, se apoyó en la cama.

-          Mira el espejo… parece como si me follaras a cuatro patas.

-          ¿Y eso te gustaría, verdad?

-          Sí Luis… quiero que me folles.

Yo no cabía en mí mismo de la excitación.

Paula se dio la vuelta, me cogió por la nuca y me besó con una pasión desenfrenada. Me hizo girar, y tras darme un pequeño empujón, me hizo caer de espaldas sobre la cama. Sin tiempo para recuperarme, saltó encima de mí como una tigresa. Me besaba con los besos más lujuriosos que jamás había probado. Me faltaba el aire, pero yo también estaba muy excitado.

Le levanté la parte de abajo del vestido hasta llegar a su culito. El tanga debía de ser muy pequeño, ya que me costó encontrarlo. Le acaricié el culo y le apreté las nalgas con mis dos manos dejándole la piel unos segundos más clara por la presión. Ella se contoneaba rozándose sobre mi paquete.

Abrí los ojos y me separé lo justo para poder ves sus preciosas tetas oscilando hacia mí. Sopesé su pecho izquierdo, y me llevé el pezón a la boca. Lo saboreé y jugueteé con él en mi lengua para luego pasar al otro.

-          Me encantan tus tetas, preciosa… Son perfectas.

Ella me respondió apoyándolas sobre mi cara y restregándolas como si me quisiera borrar el rostro. Yo se las chupaba hasta     que ella se echó hacia atrás y se levantó. Terminó de quitarse el vestido rojo lentamente, haciéndome sufrir y que algo diera martillazos dentro de mi pantalón por semejante visión.

Pau siguió besándome. Me mordía el labio y nuestras lenguas luchaban como dos dragones entrelazados.

Me desnudó de cintura para arriba y me acarició lentamente, sin prisa. Acarició mi pecho imberbe y sentí su cuerpo sobre el mío. El suave roce de piel y el calor de esta hasta que ambos cuerpos eran uno.

Noté como una presencia extraña se abría paso por mi pantalón. La mano de Paula iba directa y certera hacia su presa. Era una mano cálida. Se apoyó sobre mí para poder agarrarme el pene y noté su corazón contra el mío. Latía a mil por hora.

-          Ufff, Pau, tengo muchas ganas de follarte…

-          Tendrás que esperar.

Con habilidad, me quitó los pantalones dejándome en calzoncillos. Me acarició las piernas  hasta llegar a mi entrepierna. Me sonrió y me besó los pezones. Siguió bajando con sus besos hasta el obligo y justo encima de mi ropa interior.

Su mano se introdujo en mi calzoncillo y destapó mi pene. Estaba en una erección tan dura que dolía. Me quitó el calzoncillo y movió su mano sobre mi polla lentamente sin dejar de mirarme.

-          Luis, ¿qué quieres que haga?

-          Ufff, quiero que me la chupes Nenita, por favor, cómemela…

Se colocó el glande sobre los labios y dejó que se deslizara dentro de su boca lentamente todo lo hondo que pudo. Emití un gemido de satisfacción, y ella me miró sonriente. Empezó a chuparme solo la puntita lentamente haciendo que me volviera loco porque me la chupara entera.

-          Mmmmm, me encanta tu polla…

Pau me sorprendió cogiendo mis manos y colocándolas sobre su cabeza.

-          Lo estás deseando… fóllame la boca.

Flipando, empecé a mover mi cintura y ella a comerse mi polla al mismo ritmo. Aceleré hasta que me dio la impresión que estaba viendo una película porno. La saqué de golpe con un ruido de succión.

-          Ufff, tengo que ahorrar fuerzas.

Ella volvió a la carga, agarró mi miembro y comenzó a chuparla a toda velocidad. Su saliva resbalaba por el falo mientras me la chupaba como una diosa.

-          Síiii Nenita, qué bien lo haces. Me encanta.

Me estaba follando con la boca hasta que volví a  sacármela para no correrme. 

Paula se encaramó sobre mi cuerpo y noté el volcán de su coño rozarme la polla.

-          Pau, no sabes la de veces que he soñado con este momento...

Ella me agarró el pene y empezó a restregarlo contra su coñito.

-          Mmmmm, estás muy mojada. Voy a follarte Nenita…

Pau se dejó caer un poco hacia atrás y noté como mi polla se abría paso. Entró despacio, pero entera. Le agarré las nalgas como si fuera una excavadora y ella empezó a moverse lentamente. Me gemía al oído y yo le respondía con los mismos sonidos de placer.

Ella se movía y yo también, favoreciendo en cada salto que se metiera mi polla hasta el fondo. Estábamos abrazados y nuestros cuerpos se rozaban como dos placas tectónicas chocando.

Subí mi cuerpo hacia arriba y ella enrolló sus piernas en mi cintura. La agarré de la cintura y empecé a hacerla botar a toda velocidad.

-          Sí Luissss, ¡más! ¡Fóllame, soy toda tuya!

Aumenté el ritmo, e hice un esfuerzo titánico por no correrme. Ella gemía muy fuerte hasta que noté como su coño se contraía y ella me abrazaba con más fuerza mientras se corría.

Se  dejó caer sobre mi cuerpo respirando de forma entrecortada.

-          Esto acaba de empezar, le dije jadeando.

Agarré su culito, y levantando un poco mi cintura, empecé a amartillarla con movimientos de cadera más propios de la construcción. Ella gemía entre delirios de pasión y yo disfrutaba a la vez que me concentraba en no correrme.

Apoyó sus manos mi pecho, me arañó y empezó a gritar como si le fuera la vida en ello mientras se volví a correr.

-          Ufff, ha sido demasiado…

Le besé la cara, el cuello y los pechos mientras se recuperaba.

Pau estaba tumbada boca arriba mirándome. Se llevó un dedo a la boca y después al pezón. Con su otra mano se tocó el sexo provocándome.

-          Ven y fóllame…

Abrió las piernas para recibirme y mi polla entró de un solo golpe al mismo tiempo que caía sobre ella. Echó sus brazos hacia atrás agarrándose a la almohada mientras yo la follaba.

Me miraba mordiéndose los labios y no pude aguantarme de no dejarme caer sobre ella y besarla. Estaba muy excitado y estábamos follando, entre gemidos, con mucha pasión. Le besé el cuello y ella me apretó contra su cuerpo.

-          Córrete dentro de mí, sí, mmmmm

Aceleré el ritmo con nuestros cuerpos pegados hasta que noté que se corría. Aquello fue el detonante; no pude aguantar más y exploté. Gimiendo como un oso, moví mi cuerpo como si me dieran descargas eléctricas y me corrí dentro de Pau.

-          Sí Nenita, me encanta, te deseoooo…

Ella gemía con cada embestida que seguí dando hasta que terminé de correrme. Nos quedamos ambos abrazados sobre la cama. Noté mis fluidos caer de dentro de su cuerpo pero no quise molestarla. Levanté la sábana y nos tapé a los dos. Ambos nos dormimos abrazados hasta el día siguiente.

Al despertarme, Pau no estaba conmigo. La llamé, pero no estaba en la habitación. Nada podía hacerme imaginar lo que nos esperaba ese día…

[CONTINUARÁ…]

PD.- Dedicado a neniiiiitap, con todo el deseo y sensualidad de este relato.