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Lo difícil que es hacer un intercambio

en Trios

Iván y Samanta fueron los elegidos. Eran un poco más mayores que Luis y Sara, pero ambos estaban convencidos de quedar con ellos. Tras conocerse en una conocida página de contactos, ambas parejas, de 40 y 30 años respectivamente, se enviaron fotos y mantuvieron alguna conversación telefónica para verificar que todo era real.

Luis estaba entusiasmado con follarse a Samanta. A sus 40 años se mantenía perfectamente gracias a una dieta saludable y clases diarias de fitness. Quizás por estar acostumbrado a los pequeños pechos de su novia, los de Samanta, grandes y redondeados, se le antojaban el objetivo de todas sus fantasías.

Tras infinidad de e-mails y mensajes al móvil provocadores, las dos parejas decidieron quedar para conocerse.

Cuando sonó el timbre, un estremecimiento contrajo el estómago de Luis. Nervios y excitación se mezclaron y le impulsaron hasta la puerta. Tras abrirla sonriente, se encontró a Iván, prácticamente de la misma altura (183cm), moreno, ojos marrones y buen parecido.

-          ¿Iván?

-          Sí.

-          ¡Hola! ¡Encantado! ¡Pasad!

El hombre, de unos cuarenta años, entró solo. El anfitrión se asomó tras la puerta, y poco a poco su sonrisa fue decreciendo al comprobar que venía solo.

-          Sí, sólo estoy yo. Vengo sólo un momento para dar la cara, porque me temo que no podremos hacer nada de lo que habíamos hablado.

-          Qué…

En ese momento apareció Sara con una sonrisa que podría haber iluminado una ciudad en un apagón.

-          Hola, soy Sara.

-          Iván.

Tras darse los oportunos besos en las mejillas, la chica también se percató que eran 3 y no 4.

-          Me temo que Samanta no vendrá. Se ha echado para atrás. He venido a dar la cara y disculparme personalmente.

La cara de Luis era un poema, aunque su chica no oscureció su sonrisa.

-          Gracias, dice mucho de ti. Hubiera bastado una llamada, no tenías por qué venir. – le respondió Sara.

-          Bueno, yo soy así. En fin, eso era todo. Os pido disculpas de parte de los dos, y confío en que otro día sí podamos quedar los cuatro.

-          Jooo, con lo que nos habíamos currado la cena – dijo ella entre falsos pucheros.

-          Vaya, de verdad que lo siento. Siempre podéis guardarlo en tuppers ¿no?

-          No sé yo si estará bueno para otro día – intervino Luis.

-          Oye, ¿por qué no te quedas a cenar? Ya sé que no será como nos hubiera gustado, pero al menos así nos conoceremos un poco más. ¿Qué me dices? – dijo Sara con un repentino entusiasmo.

-          No sé…

-          Si quieres llama a Samanta para que venga a cenar, y ya está.

-          Bueno, al final ha quedado con las amigas, así que hasta la 1 o así no estará en casa.

-          ¡Entonces ya está! Te quedas y punto. Ven, deja aquí la americana.

Iván la colgó de un perchero y les siguió al comedor con sus pantalones grises de vestir y camisa blanca.

-          Se está muy a gusto en esta casa. ¿Qué calefacción tenéis?

-          Calefacción central con gas ciudad – dijo Luis.

-          Así puede ir Sara vestida como si fuera verano – respondió sonriente Iván, mirando a la chica de arriba abajo.

Un vestido de verano de la marca Desigual cubría su delgado cuerpo. De color negro y con grandes motivos florales verdes y rosas colgaba desde unos anchos tirantes, pasando por un escote en uve hasta llegar a la falda por la altura de la rodilla.

“Joder”, pensó Iván al ver como los pequeños pechos de la chica se encajonaban, seguramente por la ayuda de un sujetador con push-up, en aquel escote. Blanco el escote, y blanco el resto de la fina piel de aquella morenaza de treinta años.

Una vez sentados en la mesa, el peso de la conversación recaía en los dos hombres.

-          Jo, qué pena que no haya venido Samanta – dijo Luis.

-          Sí, le habríais caído muy bien.

-          Con todo lo que nos hemos dicho por Internet, permíteme que te diga algo en confianza…

-          Claro.

-          Estaba deseando ver sus tetas en persona.

-          Je, je, je

-          Es que en las fotos, ufff, me pongo malo sólo de recordarlo. ¿Tú crees que me habría hecho una cubana?

-          Seguro que sí. Está hecha toda una experta.

-          Joder Iván, a ver si la convences para otra vez. Me he quedado con ganas. ¿Y qué te dijo para no venir?

-          Bueno… que no estaba segura y que prefería cancelarlo. Que quizás más adelante.

-          ¿Y tú estabas seguro? – intervino Sara.

-          ¿Yo?... sí. ¿Y tú Sara? – se quedó embobado mirando su escote. Imaginó cómo debían de ser aquellas dos pequeñas tetitas. La juventud no había menguado y contenían la promesa de estar bien colocadas y ser duritas y turgentes.

-          Si no os llamamos para cancelarlo, te puedes imaginar la respuesta. – Le sonrió con mirada pícara y se fue a la cocina para traer el postre.

Iván no perdió detalle en el vuelo des vestido, y en cómo se ajustaba la falda a aquel trasero tan pequeño y redondito.

-          Luis, ahora me toca a mí hablar de tu chica. Eres afortunado.

-          ¿Te ha gustado, eh?

-          Sí. Tiene un cuerpecito de niña buena que…

-          ¿Qué, qué? Venga, no te cortes.  Por Internet y por mensajes nos hemos dicho de todo, no me vas a asustar ni ofender.

-          Je, je, je. También es verdad. Pues mira, que tu chica tiene una buena follada.

En ese momento llegó Sara con los postres.

-          ¿Me he perdido algo? – los dos hombres se rieron sonrientes.

-          Ya veo. A saber de qué hablabais a mis espaldas.

-          Nada malo mujer – dijo Iván.

-          ¿Seguro? Casi sólo habéis hablado de Samanta. Me voy a tener que poner celosa. – dijo poniendo una cara de falso enfado.

-          Ja, ja, ja. No tienes motivos. Si hubiera venido con mi mujer, a ti sí que te habría comido de postre.

-          Nooo. ¡Con el trabajo que me ha costado hacer la tarta! – Untó un poco de nata en un dedo y se lo llevó a la boca.

-          Con esos labios tienes que hacer maravillas.

-          Sí, no veas lo que te has perdido… Con lo cachondilla que estaba esperando este día…

Iván tragó saliva y sonrió a la chica. Aquella declaración le había puesto cachondo y esperaba que tuviera que levantarse de la mesa por ningún motivo ya que sus anfitriones se darían cuenta.

La conversación no fue a más. Y tras el postre, Iván se levantó para irse.

-          Muchísimas gracias por la cena. Estaba todo riquísimo.

-          A ver si quedamos otro día los cuatro – dijo Luis.

-          Sí. Seguro que Samanta se anima. Ella también tiene ganas de conocerte.

-          ¡Y yo!

-          Luis, encantado – le dijo tras estrecharle la mano. Sara le acompañó hasta la puerta.

-          Bueno Sara, un placer. Vales el doble en persona.

-          Igualmente.

Se dieron dos besos y de repente algo sobresaltó a Iván. La mano de la chica se apoyaba en su paquete y lo acariciaba lentamente.

-          ¿Seguro que quieres irte?

Ella estiró el cuello y él, instintivamente se lo besó.

-          Joder Cati, que no soy de piedra…

-          No me lo creo… ¿Y esto? – dijo apretándole el paquete.

Excitado, Iván se lanzó como el virote de una ballesta hacia sus labios. Ambos se encontraron y comenzaron una danza de lenguas.

Iván hizo descender su mano desde la cara de Sara hasta su pecho. Se lo apretó por encima de la ropa haciendo que su sujetador de encaje se hiciera un poco visible.

Ella le agarró con delicadeza una mano y se metió su pulgar en la boca. Lo succionó lentamente sin dejar de mirarle fijamente a los ojos. Su cuello oscilaba ligeramente arriba y abajo imitando otro tipo de acto sexual y despertando una avalancha de lujuria en su invitado.

Luis contemplaba la escena a poca distancia sin dar crédito a lo que estaba pasando. Poco a poco aquella perplejidad estaba dando lugar a una excitación, contenida por las expectativas fallidas de aquel día con promesas de intercambio de parejas.

Sara rozó el pulgar del hombre contra su apetecible labio. Iván le agarró de la muñeca y la colocó sobre su paquete. Como si de un acto reflejo se tratara, la chica comenzó a frotarle el paquete mientras se besaban con pasión.

El cornudo se acercó desde atrás y acarició el prieto trasero de su novia.

-          ¿No has podido aguantar, eh? – le susurró al oído.

-          Si hubiera venido Samanta, seguro que habrías hecho lo mismo que yo.

Iván aterrizó sus labios sobre el escote de la joven descendiendo por aquella abertura en forma de “V” como si de una pista de esquí se tratara. Besó y chupó la parte carnal que asomaba de sus pechos con la exquisitez de un catador de vinos.

Unas manos corrieron los tirantes haciendo que el vestido bajara hasta la cintura. El precioso sujetador de encaje surgió a la luz, y con él sus pequeños pechos apretados por el relleno y el alza del mismo.

-          Mmmmm, qué tetitas – dijo el invitado.

Las manos se entremezclaron sobre sus pechos, apretando, acariciando, palpando y saboreando a través del tacto su textura.

Mientras la pareja se besaba, su amigo bajó la ballena derecha del sujetador dejando prácticamente al aire su pecho. Pecho blanco como la azucena coronado por un pezón inhiesto, pequeño y rosado, que no tardó en ser engullido por una boca hambrienta. La lengua de Iván tocaba un solo de guitarra sobre el pezón recién despertado.

Sara, entre dos hombres, fue zafada de su vestido y se quedó en ropa interior. Una mano que no reconoció al momento se adueñó de su entrepierna y le masturbó por encima del tanga. Su dueño, Iván, le sonreía mientras frotaba como si quisiera sacarle brillo. Al otro lado de la mano y la carne, su novio le mordisqueaba las nalgas al tiempo que apretaba aquel culito terso y duro.

-          Qué ganas tengo de que me comas la polla – dijo su invitado. – Seguro que lo haces muy bien.

-          No te haré esperar para que lo puedas comprobar…

Iván se quitó la ropa en un periquete y apuntó a Sara con su pene.

-          ¿Al final no te vas? – preguntó Sara con ironía.

-          Me has convencido – dijo sonriente. – Me quedaré a follarte.

Sara agarró aquel falo erecto y se inclinó para acercarse. Le dio cuatro chupaditas con la lengua. No sentía a Luis cerca, y pronto descubrió la razón: la polla de su novio apareció al lado de la de su nuevo amigo.

Con una polla en cada mano, hizo un movimiento como si golpeara con hambre los cubiertos sobre la mesa.

-          ¡Sara, no aguanto más, cómemela! – la voz de Iván sonó desesperada.

El hombre cogió por el pelo a la chica y la guio hasta su sexo. Ella se lo introdujo en la boca, pero fue él quien marcó el ritmo moviendo su cabeza.

-          Así, así, mmmmm.

-          ¡Qué bestia! – dijo ella tras coger aire. A modo de castigo, continuó con el pene de su novio, esta vez, a su ritmo.

Iván le dio cachetitos con su polla en la mejilla  y Sara reaccionó engulléndosela. Aunque la velocidad era buena, el hombre movía la cadera desesperado follándole directamente la boca.

-          Joder Iván, Samanta me debe una ¿eh? – dijo Luis.

-          Uffff. Sí. Podrás hacerle lo que quieras. – contestó mientras forcejeaba para quitarle el sujetador.

El hombre descendió hasta el tanga de la chica, y apenas retirándolo ligeramente hacia un lado, aleteó con su lengua sobre toda la superficie sexual que pudo abarcar.

-          Mmmmm, qué coñito más rico y chiquitito. – dijo antes de hacerlo desparecer de un tirón.

Sara, desnuda, se inclinó hacia atrás apoyándose en su novio mientras Iván le comía el coño.

-          Llevo toda la noche imaginándome mil maneras de follarte – dijo tras hacer una pausa en su ágape.

Ella le sonrió, se levantó, y guio, cogiendo de la mano a Luis hasta el sofá. Allí se sentó, y empezó a chupársela. Iván observó la jugada y cómo, deliberadamente, ella tenía el culo en pompa apuntando hacia él.

Iván se acercó agarrando su pene como si fuera un ariete. Acarició la nalga de Sara sin que esta dejara de dar placer a su chico. Restregó lentamente su pene contra aquella vagina húmeda y cálida, deleitándose con su textura, y en un momento determinado empezó a empujar. Su polla se deslizó casi hasta la base dentro del cuerpo de la joven. Ella paró unos segundos su felación cuando Iván inició un lento mete-saca.

La velocidad fue aumentando y a ella le costaba coordinar su trabajo con boca. Él le agarraba el culo y la atraía hacia sí follándola cada vez más fuerte.

-          ¡Qué culito tienes! – dijo apretándoselo con fuerza con las dos manos.

-          ¡No pares! ¡Fóllame! – gritó mientras masturbaba a gran velocidad a su novio.

Iván continuó follándosela a cuatro patas sobre el sofá resoplando como un animal acorralado. La mano de Luis llegó hasta su clítoris y Sara no pudo aguantar más. Abandonó su comida y gimió como una perra mientras la masturbaban y le follaban el coño. Su orgasmo terminó en un gemido agónico y que casi se cayera del sofá.

-          Ven cariño, que ahora me toca a mí.

Luis ayudó a que Sara aupase su delgado cuerpo encima de ella. Ella, hábilmente se colocó aquel pene que tan bien conocía en su interior.

-          ¿Estás muy cachonda eh?

-          Sí, quiero más polla.

-          En eso te puedo ayudar – intervino Iván, quien se subió de pies al sofá y acercó el pene a su alcance.

Sara cabalgaba sobre su novio mientras que sus tetitas saltaban al mismo ritmo que se metía la polla de Iván en la boca. Su melena era un mantón mecido al viento con  cada rebote sobre el cuerpo de su chico.

Desde su posición, Luis no sólo veía como aquellos pequeños y redondos pechos saltaban, sino cómo su novia engullía una polla que no era la suya. Aquel cuerpo manejable hacía que fuera fácil moverla de la cintura y marcar el ritmo de la cabalgada.

A Iván le excitaba en sobremanera la escena. En un momento dado se agachó para besar a la chica y que acto seguido siguiera comiéndole la polla.

-          Joder Luis, lo siento pero no aguanto más.

Cogiendo a Sara por las axilas la izó y la colocó encima suyo en el sofá, dándole la espalda. Ella no tardó ni un segundo en empezar a cabalgar. Sentado al lado, Luis se masturbaba viendo como su pequeña novia cabalgaba como una putita a aquel hombre.

-          ¡Oh, sí, fóllame Sara! – gemía el hombre.

-          ¡Sí, qué polla tienes!

De forma aparatosa, Luis se subió al sofá  colocándose justo encima de Sara.

-          Cuidado no te equivoques – dijo Iván al verle tan cerca.

Ella le chupó la polla ayudándose con su mano al tiempo que le daba azotes en el culo.

Luis se bajó, e Iván colocó a la chica de lado, recostada en el sofá.

-          ¡Estoy disfrutando mucho follándote!

-          ¡No pares!

-          ¿Así te gusta? – dijo acelerando el ritmo.

-          Mmmm, sí, ¡fóllame!

El novio se entretuvo en preparar el culito de Sara para lo que estaba por venir. Acariciándolo, empleando lubricante y metiéndole un dedo la dejó lista para alojar un pene.

Cambiaron de postura e Iván se tumbó en el sofá. Sara se colocó encima, y tan pronto empezaron a cabalgar Luis intervino acercando su pene al culito de la chica. Se la metió lentamente por el ano, alojando apenas la punta. Los tres se movieron de forma acompasada lentamente mientras hacían un sándwich a Sara.

-          Estoy deseando probar ese culito…

Al poco rato se levantaron para cambiar de posturas.

-          Levántate un momento – dijo Iván.

Luis le hizo caso, llevando consigo a Sara como un koala. En aquella postura, Iván se acercó por detrás y se la metió en el culito. De pies, los tres, disfrutaban follando a la chica por los dos agujeros. La postura era cansada, pero la excitación era tal que no paraban.

Agotados, Luis se tumbó, y Sara le cabalgó mientras se la chupaba a Iván.

-          Si sigues así me voy a correr. ¿Te aviso?

Sara, en silencio, no contestó, sino que le masturbó a toda velocidad dando ocasionales chupaditas a su prepucio. De repente, Iván gimió de forma gutural, y grandes chorros de semen salieron a alta presión de su pene cruzando la cara de Sara. Ella se lo metió en la boca y lo chupó, mientras borbotones blancos caían desde sus labios.

Luis podía contemplar a su chica con la cara llena de lefa, y aquello le animó a seguir follándosela. Cambiaron de postura y en la famosa postura del misionero el chico lo dio todo. A un ritmo propio de la percusión se folló a su novia ante la atenta, y cansada, mirada de Iván. Se sacó el pene, y colocándolo encima de su vagina, dejó que el semen manara como si se tratara de un manantial, formando una poza blanquecina encima.

-          Menos mal que te has quedado a cenar ¿eh Iván?

El hombre sonrió, y besó a la chica sin importarle los restos de su propio semen.

Una vez limpios y recompuestos, acompañaron a Iván a la puerta.

-          ¿La próxima vez vendrás con Samanta? Te has follado a mi novia, pero yo no he catado a tu mujer.

-          Lo intentaré. Ya verás qué guarra es.

Una vez en su casa, Samanta esperaba a Iván. Éste le contó lo que había sucedido.

-          Tendría que haber ido – le contestó su mujer.

-          El chico estaba loco por follarte.

-          ¿Sí?, dame su teléfono.

CONTINUARÁ…