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Fin de año en Familia

en Amor filial

Aquella nochevieja mi novio y yo nos separamos. Él se fue con sus padres a pasarlo con su familia, y yo hice lo propio con la mía.

Pese a haber estado un poco pendiente del móvil y en comunicación con mi novio, la cena estuvo realmente divertida. Entre las bromas de mi tío y mi hermano, y la afinidad con mis primos, se me pasó el tiempo volando.

No me había vestido de gala para aquella noche; iba más bien cómoda con una camiseta de manga larga ajustada de color blanco y escote en “U”, y unos pantalones negros ajustados. Si tuviera que describirme lo haría como una chica muy delgada, de 170cm de altura, y morena con el pelo largo. Sé que no está bien que lo diga yo, pero a mis treinta años aparento bastantes menos.

Mis primos Kike y Antonio, bastante más jóvenes que yo, habían llegado a ese punto en el que la diferencia de edad no se notaba tanto, y podíamos hablar de cualquier cosa y hacer bromas. Eran totalmente diferentes: Kike, dinámico, fanfarrón y muy marchoso, mientras que Antonio era bastante friki, amante de los ordenadores y de pasar más tiempo dentro que fuera de casa.

Su aspecto físico también evidenciaba estas diferencias de caracteres. Antonio tenía el pelo en ese estado intermedio anterior a la melena, lo cual le daba un aspecto desaliñado. Vestía unos vaqueros y una camiseta de Iron Maiden.

Kike por el contrario, llevaba un pantalón beige, cinturón marrón y una camisa  azul. Su pelo engominado y mirada inteligente eran reflejo de su carácter.

Tras comer las 12 uvas, y las correspondientes felicitaciones, la gente empezó a prepararse para irse.

-          Antonio, ¿no has quedado con ningún amigo para salir hoy?

-          Sí.

-          ¡Qué me dices! ¡Vaya sorpresa! – le dije. - ¿Dónde iréis?

-          Bueno… hemos quedado para jugar online.

-          Ja, ja, ja. Tendría que habérmelo imaginado.

Los mayores se despidieron, ya que se iban a tomar algo fuera de casa.

-          Venga, vamos a tomarnos unos chupitos. Igual así Antonio se anima  a salir – propuso mi hermano.

-          Voy a por el tequila – dijo Kike sonriente.

Tras un par de vasitos, mi hermano se despidió. Me quedé hablando con Kike, que en breve se iría también, y me di cuenta que Antonio no estaba.

-          ¿Y Antonio?

-          Me apuesto lo que quieras a que está arriba, en su cuarto, jugando con el ordenador.

-          Voy a ir a ver…

Subí hasta el primer piso del adosado y me encontré con la puerta de su cuarto cerrada. Precavida, llamé a la puerta, y mi primo me dijo que pasara.

Efectivamente, allí estaba él con los cascos puestos frente a la pantalla del ordenador.

Estuve un rato con él, preguntándole cosas, y concentrado, apenas me respondía con monosílabos. Decidí jugármela y ver si conseguía que reaccionara.

Me puse a mirar distraídamente una estantería con comics, y me saqué el sujetador sin quitarme la camiseta. Lo escondí bajo un cojín de la cama y me acerqué.

Nada. Antonio seguía a lo suyo.

-          Oye primo, ¿crees que yo podría aprender a jugar?

-          Claro que sí. – dijo tras resoplar por la interrupción.

Me explicó los principios del juego y me dijo que me sentara para probar.

Sentada en la silla del ordenador, desde detrás, me señalaba cosas en la pantalla para darme indicaciones.

-          Muy bien prima.

-          ¡Ja! Esto está chupado.

Sonreí, no por el juego, sino porque a través del reflejo del monitor podía ver cómo mi primo no sólo miraba la pantalla sino también mi cuerpo. En aquellas alturas ya se habría dado cuenta que no llevaba sujetador y que mis pequeños pero tersos pechos se marcaban en mi camisetita.

-          ¿Y no tienes novia primo? – le dije girándome.

-          ¡Te van a matar! ¡No quites la vista de la pantalla!

Antonio cogió los mandos del teclado y del ratón apartando mis manos, salvando la situación en el juego. Uno de sus brazos rozaba el lateral de mi pecho. Atrevida, me giré, y al hacerlo, restregué mis tetitas sobre su brazo.

-          Gracias por salvarme.

-          De nada –dijo concentrado en el juego.

-          Oye Antonio, ¿aún eres virgen?

-          ¡Qué cosas preguntas! ¡Eso es cosa mía!

-          ¿Te pone nervioso estar con una chica en tu cuarto?

-          ¡Qué! ¡pero si eres mi prima!

-          ¿Entonces te pongo nerviosa yo?

-          ¡No!... digo, ¡sí! Me pones nervioso con tanta pregunta.

Me percaté que sus ojos se le iban de la pantalla a mi cara y de forma muy rápida, a mis pechos. Me quedé mirándolos de forma despreocupada. Los pezones se marcaban como dos pequeñas bolitas a través de la ropa.

-          Ja, ja, ja. Seguro que te has imaginado tener alguna chica en este cuarto. Venga, no te hagas el duro. Sé sincero.

-          Pues claro prima. No tendré novia, pero me gustan las chicas.

-          ¿Y te has tocado pensando en ello? – al decirlo, levanté los brazos y me estiré, haciendo que mis pequeños pechos se marcaran en la camiseta. Esta vez sus ojos se posaron más de un segundo en mi cuerpo. Sonreí.

-          Eh…. joder prima. Pues sí, ¿y qué?

-          Seguro que te has hecho muchas pajas aquí mismo donde estoy sentada.

Mi primo me iba a contestar indignado, pero se detuvo en seco. Le había cogido una de sus manos y lo había dejado sobre mi pecho. Antonio se lamió el labio nervioso y se me quedó mirando sin saber qué hacer.

Con mi otra mano, apreté la suya contra mi pecho.

-          ¿Te gustan? – sentí cómo él apretaba tímidamente su mano.

-          S… sí. Está durita. – dijo nervioso y sin parpadear.

-          Puedes probar la otra…

Con la boca abierta, me agarró el otro pecho y lo apretó en su mano. Con una mano en cada pechito, empezó a amasar lentamente. Le miré sonriente y pude apreciar la incipiente erección que se marcaba en su pantalón.

-          ¿No te gustaría verlas? – dije bajándome un poco la camiseta y enseñando un hombro.

-          Sí…

-          Pues quítame la camiseta.

Torpe, me hizo caso y pronto me encontré sentada en aquella silla, frente a mi primo, con las tetas al aire. Mis blancos pechos estaban coronados por dos endurecidos y pequeños pezones rosados. Antonio miraba sin poder creérselo.

-          ¿Te las imaginabas así?

-          No…

-          ¿No?, entonces ¿cómo?

-          Pues más pequeñas…

-          Ja, ja, ja. Me alegro haberte sorprendido. Así que… ¿ya te habías imaginado mis tetas?

-          Bueno, yo…

-          Venga, sé sincero.

-          Sí prima.

-          Si me respondes a esta pregunta, te dejo que me las toques. – sus ojos se abrieron como platos.

-          ¿Te la has cascado alguna vez pensando en mí?

-          Sí. ¿Puedo?  - dijo señalando mis pechos.

-          Sí.

Antonio las palpó con suavidad, como si sus dedos fueran barcos navegando por un mar en calma.

-          ¿Has besado a alguna chica alguna vez?

-          Eh… no – respondió con cierta vergüenza.

-          Ven…

Se acercó como un cordero asustado, y corté la distancia que nos separaba agarrándole de la nuca. Tenía los ojos abiertos cuando nuestros labios hicieron contacto. Su inexperiencia le hizo reaccionar con lentitud y sólo llegó a dar un beso de la misma forma que lo hubiera hecho en la mejilla. Le empujé más hacia mí e introduje mi lengua dentro de su boca. Sin experiencia en la materia, no salió a mi encuentro hasta pasados unos segundos. Pronto, las tornas se cambiaron y mi primo me devoró la boca con pasión.

-          Aprendes rápido. ¿Qué es lo que más te gustaría hacer ahora?

-          Chuparte las tetas.

-          ¿Y por qué no lo haces? Estamos solos en la casa…

Antonio me agarró las tetas apretando un poco y haciendo que los pezones formaran diferentes formas geométricas imperfectas con la presión. Arrodillado frente a mí, besó con dulzura ambos senos.

Sentí el calor de su boca como un horno precalentado cuando se metió mi pezón izquierdo en la boca. Mamó del pecho como un recién nacido, y noté su lengua juguetear con mi bolita. Al separarse, un brillo de humedad resplandecía en la zona. Repitió la operación con el otro pecho y empecé a notar un calor que no provenía de la calefacción central de la casa, sino de una parte más íntima.

-          Ponte aquí – dije tras levantarme y sentarme de cara al respaldo de la silla.

Antonio se colocó enfrente de mí y sin mirarle a los ojos, me dispuse a desabrocharle el pantalón vaquero. Se lo bajé y me quedé mirándole. Su cara se transformó cuando le acaricié el paquete por encima del calzoncillo. Su mirada suplicaba que siguiera adelante. Sonriente, metí la mano en su prenda íntima y agarré su joya. Saqué su pene totalmente erecto a la luz y comencé a masturbarlo lentamente.

Mi primo sufría y disfrutaba una agonía placentera.

-          ¿Quieres que te la chupe?

-          Sh… sí.

-          Pídemelo tú.

-          Chúpamela prima – dijo tras unos segundos de silencio.

Apoyé su prepucio en mis labios, y dejé que pasara despacito dentro de mi boca. Me quedé unos segundos con aquel falo metido casi entero en la boca, y repetí la operación entre los suspiros de mi primo.

De repente la puerta se abrió y entró Kike, mi otro primo.

-          Me he dejado el móvil podéis llama… ¡pero qué coño!

Todos nos quedamos mirándonos incrédulos. El silencio se rompió por un sonido de succión cuando vacié mi boca.

-          ¡Ja, ja,ja! – dijo soltando una risotada. – Ya te dije Antonio que nuestra primita era muy puta. ¿Te las ibas a follar eh?

-          Yo… - empezó a decir.

-          No, no, si por mí fenomenal. Con la de pajas que te habrás hecho pensando en ella. – Antonio miró al suelo avergonzado.

-          ¡Y tú seguro que también! – intervine yo.

-          ¿Yo? Pues alguna ha caído, para que vamos a engañarnos. Ahora que te veo con las tetitas al aire, creo que me haré alguna más.

-          No le digas esto a nadie por favor – dijo Antonio.

-          Tranquilo primo, todo queda en familia. Además, seguro que Sara sabe cómo hacerme callar la boca. – dijo acercándose.

-          Eres un capullo.

Kike besó a Sara con la pasión de un ligón de discoteca.

-          Así me gusta. Levántate Sara.

Ella obedeció y él le bajó el pantalón dejándola en braguitas.

De pies, Kike la besó con ansiedad mientras que Antonio le acariciaba las piernas y el culo.

Sara empezó a desabrochar, a la sombra de su amplia sonrisa, los botones de la camisa de Kike. Una vez descamisado, se giró hacia Antonio y le besó mientras que su otro primo se terminaba de desnudar. La chica sintió algo que le rozaba el culo; se giró y pudo ver como Kike le sonreía con malicia, pene en mano.

Con pleno control sobre la situación, la joven se arrodilló y tardó apenas unos segundos en meterse la polla de Antonio en la boca. Con la otra mano agarró la de Kike y la meneó muy ligeramente, provocando ansiedad por su parte.

-          ¿Por qué no me la chupas a mí también primita?

Ella le sonrió, y tras unos segundos más de hacerle sufrir, desatascó su boca y la llenó con el falo que le faltaba por probar.

-          Ohhhh sí  Sara, ya sabía yo que la comías bien.

Lenta pero en profundidad, Sara se la chupó a Kike. Rápidamente alternó al pene de Antonio, y lo succionó a aún más velocidad.

-          ¿Qué gusto, eh primo?

-          Ni que lo digas.

-          ¿Te gusta cómo nos la come nuestra primita?

-          Sí Kike…

-          ¿Por qué no se o comes tú? Te encantará probar su chochito. Venga Sara, ¡a la cama!

La chica se tumbó boca arriba, y Kike le quitó sin muchos mimos las braguitas.

-          ¿No te lo tendré que explicar, eh Antonio?

-          Creo que no.

Sara le recibió abriendo sus lisas piernas mientras que él se acercaba a su sexo. A apenas unos centímetros podía percibir su olor y el calor que emanaba; aquello no hizo sino ponerle más cachondo.

-          Venga primo. – Le animó ella – cómemelo.

La joven respiró hondo y cerró los ojos cuando sintió labios y lengua en sus partes íntimas.

-          Así, muy bien, chúpame la bolita – le dijo refiriéndose al clítoris.

-          ¿Y yo qué? – dijo Kike dándole unos golpecitos con el pene en la cara.

-          Acércate…

Kike se sentó lo más cerca que pudo de la cabeza de su prima.  Ella le agarró el pene, y se lo metió en la boca.

-          Mmmm. Me encanta como la chupas. ¿Te gusta cómo te lo come Antonio?

-          Mmjá – consiguió decir ella.

-          Pues que te lo deje bien preparado, porque te vamos a follar que no veas. ¿Quién te gustaría que lo hiciera primero?

-          Antonio – dijo liberando su boca.

-          Ja, ja. ¡Qué suerte tienes! – respondió chocando su mano contra el hombro del aludido. - ¡Venga, fóllatela ya!

Antonio, nervioso, acercó su pene a al coño de Sara. Ella se inclinó, y le atrajo hacia sí. El pene entró hasta el fondo con mucha facilidad. De forma instintiva, el chico inició un profundo mete saca.

-          No vayas muy rápido o te correrás en seguida – le aconsejó su primo. – Ponla un poco de lado. Así, muy bien.

Con una pierna sobre su hombro, Antonio aceleró su ritmo haciendo oídos sordos a los consejos. Sara gemía mientras su primo se la follaba muy excitado.

-          Toma – dijo Kike mientras le acercaba su pene a la boca.  – no te olvides de mí.

El chico notaba las vibraciones de los gemidos que emitía aquella boca directamente sobre su pene.

De repente Antonio se apartó respirando con dificultad.

-          ¿Estás bien? – preguntó Sara.

-          Sí, sí. Uff, casi me corro.

Los tres compartieron unas risas.

-          Venga, basta de tonterías – dijo Kike acomodándose en la cama – guapa, ven aquí a que te folle.

Sara se acercó despacio, y tras pasar una pierna, colocó sus rodillas a los lados del chico. Él se agarró la polla, y dura como estaba, golpeó con ella contra el culito de la chica.

-          Qué ganas tengo de follarte. ¿Te imaginas la de pajas que nos habremos hecho entre este y yo pensando en ti a lo largo de los años?

Ella sonrió con malicia, y agarrando la punta del pene, lo guió hasta su interior. Kike reaccionó, y cogió a su prima por las nalgas  haciendo que estas subieran y bajaran lentamente.

-          Mmmmmm. Qué coñito tienes prima. Es una delicia. Me encanta.

-          Cállate y fóllame.

-          ¿Eso quieres? ¡Ahora verás!

A golpe de cadera, Kike movió su cintura a toda velocidad haciendo que su pene perforara como una herramienta de minería.

Sara gemía como una loca, mientras que Antonio se masturbaba contemplando la escena. Los ojos de Antonio estaban clavados en aquellos pequeños pechos, que subían y bajaban rápidamente.

Kike frenó un poco, y fue ella quien no dejó de mover su pequeño y redondito culo hacia delante y atrás.

-          ¡Joder prima, cómo follas! Venga Antonio, dale un poco tú también.

Cambiaron de postura y Sara se puso con el culo en pompa. Mientras Antonio se la follaba de forma sosegada, Kike se la metía por la boca de forma pausada para poder durar un poco más.

-          Sara, creo que no voy a aguantar mucho más. – Dijo Kike.

-          ¿Te da igual si me corro? – dijo al ver que ella no contestaba.

-          Haz lo que quieras primo – respondió al fin la chica.

Kike comenzó a masturbarse a toda  velocidad frente a la cara de su prima.

-          Sí putita, sí. Aghhhh.

Un chorro a alta presión de semen salió disparado de la punta de su pene y le cruzó la cara. Otros tantos le mancharon la barbilla y los labios.

-          Ohhh, sí, qué gusto.

Acabada la faena, el chico empezó a vestirse mientras que los otros seguían follando a lo perrito.

De repente un ruido les alertó.

-          Mierda, Antonio, deben ser tus padres. Yo les distraeré antes de irme. ¡Daos prisa!

Saltaron como resortes y se vistieron de forma apresurada mientras oían los pasos de Kike bajando a recibir a los dueños de la casa.

Más tarde, Sara estaba metida en la cama de invitados con un pijama prestado por su tía. Al parecer sus tíos se habían tragado la historia de que ella no se encontraba muy bien y que se quedaría a dormir.

Se levantó para ir al baño, y al salir se quedó mirando la puerta del cuarto de Antonio. Sonriente, se acercó.

Abrió en silencio, y la cerró tras de sí. Su primo la miró sorprendido pausando su partida de ordenador.

-          ¿Es que tú no te cansas de jugar? – le susurró.

-          Yo…

Antes de terminar su respuesta, Sara se arrodilló bajo la mesa del ordenador. Palpando el paquete de su primo, localizó en seguida su pene que ya estaba erecto. Lo sacó al aire libre y empezó a chuparlo rápidamente.

Antonio contenía hacer cualquier ruido. Agarró las tetitas de su prima por encima del pijama y las apretó excitado mientras ella seguía haciéndole una mamada. Estaba tan cachondo que podría correrse en cualquier momento. No sabía cómo decírselo a ella sin hacer ruido. Le quedaba muy poco y ella no respondía a sus susurros. Intentó apartarla, pero ella no hizo caso.

Con los nervios a flor de piel, el chico no aguantó más, y se corrió. Notó cómo su semen llenaba la boca de su prima y cómo ésta no decía nada. Al terminar, ella le sonrió. No quedaba ni resto de semen en su boca. Le dio un beso, y Antonio sintió el sabor de su propio semen cuando su lengua se metió en su boca.

A la mañana siguiente, ella actuaba con total normalidad durante el desayuno.

Antonio sonrió pensando en que este sería su segundo desayuno.