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Aventuras y desventuras de una escapista novata

en Sadomaso

Como en mis dos relatos anteriores  http://www.todorelatos.com/relato/110711/  http://www.todorelatos.com/relato/110416/  los personajes de este relato están sacados (con permiso del autor original) de los comics digitales "Carey, queen of escapism" que se autoedita en internet una persona llamada "Artdude". Estos personajes me encantan, pero lo cierto es que el giro "gore" que le da a sus tramas no me seduce en lo más mínimo, así que me estoy divirtiendo escribiendo estos relatos para darles mi propia visión, que solo en parte se corresponde con la del autor original.

Para quien no conozca estos comics, que supongo que será la mayoría de la gente, Carey Carter es una especie de Houdini femenina que da a sus espectáculos de escapismo un marcado toque erótico y hasta porno. Es sudafricana de nacimiento y vive en la época actual en una ciudad ficticia llamada "Janus City". En este relato me he ido unos quince años atras, para narrar el origen de su vocación. Los otros personajes son Laura, su madre, española de nacimiento, y Kate, su mejor amiga.

La historia es sencilla y con pocas pretensiones, ya que simplemente me estoy divirtiendo "jugando" con los personajes. Eso si, espero que esté razonablemente bien escrita y se lea con agrado; ya que por la edad de los personajes no resultaría creible que hubiese mucho sexo, al menos si he intentado que, además de un toque divertido, tenga erotismo y morbo.

Carey Carter: Las aventuras y desventuras de una escapista novata:

Janus City, Marzo del año 2000

-- ¡Mamá, ya estoy en casa! -gritó Carey entrando en tromba por la puerta. - ¿Mamá, estás o no estás? ¡Mamáaa! - Tras tirar con descuido sobre el sofá del salón los libros, los bolígrafos  y la carpeta de apuntes forrada con fotos de Brad Pitt recortadas de revistas, Carey recorrió con exuberancia juvenil, mitad a pasos zanquilargos, mitad a saltitos, todas las habitaciones de la casa en las que su madre podría estar.

"Estoy de compras con tu hermana y tu tía. No nos esperes para cenar. Mamá", decía la nota que Carey encontró pegada en la puerta de la nevera. "¡Fantástico!" -pensó- "Van a cenar fuera, así que tengo por lo menos tres horas para ensayar a mi anchas".

Sin perder tiempo, Carey se encerró en su habitación, con el corazón latiéndole deprisa, excitada por  la perspectiva de poder practicar su nueva afición durante un buen rato sin miedo a que en cualquier momento se abriese la puerta y su madre la sorprendiese, con la previsible retahíla de gritos y recriminaciones... No, seguro que su madre no se lo tomaría nada bien si supiese de sus recientes intereses. Mejor mantenerlo en secreto, al menos de momento.

De dos patadas se deshizo de los mocasines negros y los mandó bajo la cama. Después se quitó lo largos calcetines blancos, que tiró de cualquier manera sobre una silla, la formal blusa blanca y la faldita plisada. La corbatita a rayas con los colores del colegio que completaba su uniforme siempre se la quitaba nada más salir de clase y se la guardaba en el bolsillo de la chaqueta o en el estuche de los bolígrafos, si no llevaba chaqueta por hacer calor. La verdad es que solía envidiar a las chicas de los institutos públicos, que podían ir a clase con la ropa que les diese la gana. Pero ella asistía al instituto femenino más prestigioso de Janus, y no le quedaba más remedio que vestir a diario el uniforme que marcaba la dirección del centro. En realidad lo peor venía los días en que tocaba clase de educación física, ya que entonces la obligaban, como al resto de sus compañeras, a llevar un horrible chándal color amarillo canario que parecía haber sido elegido por alguna directora con graves problemas de cataratas. Todas lo odiaban, y poco se imaginaban que sólo un par de años después, Uma Thurman y una peli llamada "Kill Bill" iban a poner de moda un chándal casi igual.

Carey dejó su ropa en un desordenado montón sobre la silla y se puso tan erguida como pudo frente al espejo de cuerpo entero de la puerta del armario, mirando con curiosidad su cuerpo, solo vestido con unas sencillas braguitas blancas y un sujetador del mismo color, sin especiales adornos. Menos de un año antes, Carey era una adolescente no muy alta y con unos kilos de más, que adoraba el chocolate y esas estupendas trenzas de masa frita típicas de su Sudáfrica natal, llamadas "koeksisters". Sin embargo, el deseo de dedicarse de lleno a su recién descubierta pasión la había llevado, de un tiempo a esta parte, a privarse con gran fuerza de voluntad de comer cosas que sabía que engordan.

Pero esto no bastaba. Carey sabía que necesitaba un cuerpo fuerte y flexible. Para empezar, nada de volver a fingir una torcedura de tobillo o un ataque de flato para librarse de clase de educación física. Ahora era, de todas las chicas de su clase, la que más rápido corría las vueltas que mandaba la profesora a la pista deportiva, y la que con más ganas hacía los abdominales y flexiones, aguantando con disciplina el cansancio y el ardor en los músculos. Además, como actividad extraescolar se apuntó, junto con su mejor amiga Kate, al equipo de gimnasia artística del instituto, que entrenaba tres tardes a la semana.

Todo esto, unido a un reciente "estirón" probablemente provocado por el cambio de dieta y el deporte, trajo consigo que lo que Carey veía ahora en el reflejo del espejo ya no era una adolescente bajita y regordeta, si no una muchacha de cuerpo un poco larguirucho, pero delgado y atlético.

Con buen humor, se entretuvo durante un rato en hacer el payaso frente al espejo, imitando las típicas poses de los fisiculturistas. La verdad es que con tanto deporte se le marcaban ya un poco los músculos de los bíceps y de los muslos, y la redondez de su barriguilla había desaparecido del todo, sustituyéndose por una incipiente "tabla de lavar la ropa". Después, como buena adolescente, fueron sus tetas las que centraron su atención. Se quitó el sujetador y comenzó a levantárselas y juntarlas imitando el atractivo "canalillo" que se apreciaba en los escotes de Laura, su madre, cuando esta todavía estaba en activo y vestía sus trajes de actuación. Admiraba mucho a su madre y le encantaban esos trajes y la sexy figura que lucía sobre el escenario. ¡Cuánto le gustaría ser igual que ella! Al menos en cuanto a escote, no llevaba mal camino. Los pechos eran la única parte de su cuerpo en que la grasa no había desaparecido. Más bien al contrario: últimamente, se había vuelto incluso más "mullida" por esa zona. Y desde luego no se quejaba. Sabía que otras chicas buscaban el realzar su figura metiendo algo de relleno en su sujetador. A ella no le hacía ninguna falta.

Cuando se cansó de admirar con curiosidad los recientes cambios en su anatomía, decidió no perder más tiempo y comenzar con su nueva y apasionante afición. Rápidamente se subió a una silla para alcanzar el altillo de su armario y sacó de él una gran caja de cartón cuadrada y plana, hasta ese momento oculta bajo un montón de edredones y sábanas. Tras abrir la tapa, tiró el contenido de la misma sobre la colcha de la cama: varios rollos de cuerda de cáñamo y cordel de nylon de distintos grosores, un par de esposas, unas cadenas, tres o cuatro candados de distintos tamaños, varios juegos de ganzúas y llaves maestras y pequeños manuales sobre cómo usarlas, e incluso, complemento iconográfico que le encantaba, un "gag-ball" o mordaza de cuero con una gran bola de goma roja en su centro.

Para cualquier chica de su edad le habría sido casi imposible conseguir varios de esos objetos, ya que sólo podían adquirirse en un sex-shop o en una tienda de material para investigadores privados. Sin embargo la madre de Carey, aunque ya retirada, era una escapista mundialmente famosa y había usado esos objetos rutinariamente en sus actuaciones. Carey sólo tuvo que esperar la oportunidad de colarse, en compañía de su inseparable Kate, en el almacén que su madre tenía alquilado para guardar los útiles de su oficio, y elegir aquellos objetos que pensaba que está, probablemente, no echaría de menos.

¿Desde cuándo sentía Carey la vocación por el escapismo? Probablemente desde hacía años; sin embargo, hasta hacía unos meses, sólo era una idea abstracta alojada en un rincón de su mente. Su padre y su madre habían sido pareja artística llevando sus espectáculos de escapismo por todo el mundo durante casi quince años. Al principio Carey tenía terminantemente prohibido asistir a las representaciones de sus padres, ya fuese en los teatros, ya en los late night shows de TV en los que solían actuar. El alto riesgo de estas actuaciones así como su altísimo contenido erótico sin duda habrían sido demasiado para la sensibilidad y el entendimiento de una niña.

Sin embargo, cuando Carey llegó a los catorce años, la pareja de escapistas fue consciente de que prohibir algo a un adolescente es incitarlo a romper esa prohibición, cosa nada difícil dado que varios de sus espectáculos habían sido editados en DVD. Antes o después, la curiosidad de Carey acabaría venciendo, de modo que ambos pensaron que lo mejor era permitir a Carey, y algún tiempo después a su hermana menor, asistir a los ensayos de los números del repertorio de la pareja con menos peligro y más suaves en cuanto a carga erótica. A Carey simplemente le maravillaron.

Afortunadamente, ni Carey ni su hermana estuvieron presentes durante el accidente que costó la vida de su padre, durante el ensayo del arriesgado escape de una guillotina. Hacía de esto ya dos años pero Laura, la madre de Carey, todavía no se había repuesto y de hecho había anunciado su abandono de los escenarios pocos días después del suceso. Para Carey y su hermana también había supuesto un gran dolor. Sin embargo, la fuerza y las ganas de vida de la juventud se había impuesto y hacía tiempo que de forma natural habían dejado atrás el estado de ánimo del luto.

Aproximadamente un año atrás Laura decidió que Carey ya era lo bastante mayor como para satisfacer su curiosidad sobre la profesión de sus padres, y le permitió ver, sin restricciones ni censuras de ningún tipo, todas las grabaciones de sus espectáculos. Fue durante su visionado cuando Carey decidió que eso que veía en la pantalla, y no otra cosa, es a lo que se deseaba dedicar en la vida.

La razón de esa decisión ella misma no la conocía. Carey ya sabía el significado de conceptos como los de "masoquismo" o "exhibicionismo", pero no tenía la madurez para comprenderlos realmente, y menos para reconocer esas tendencias en ella misma. Sólo sabía que el simple hecho de practicar en su casa a atarse los tobillos y las muñecas con trozo de cuerda diluía su mente en una extraña neblina erótica que le encantaba. La idea de poder hacer algún día sobre un escenario este tipo de cosas, en lugar de a escondidas en su habitación, era su fantasía favorita.

-- "¿Por fin!" -pensó nerviosa- "Por fin tengo tiempo de intentar un escape completo". Hasta ese momento Carey no se había quedado sola en casa el tiempo suficiente como para intentar algo así. Cuando su madre, su tía o su hermana rondaban por la casa, generalmente se limitaba a encerrarse en su habitación con la excusa de estudiar para practicar con trozos de cuerda como hacer y deshacer nudos con rapidez, o como abrir cerraduras con la ganzúa.

Al principio usaba como sujeto de prueba un osito de peluche casi de tamaño natural que tenía sobre la cama desde la nochebuena en que siendo niña Papá Nöel se lo regaló. A veces sujetaba con esposas y cadenas unidas con candados sus patas gordezuelas de felpa marrón, pero lo más divertido era atarlo de cuerpo entero, intentando imitar los nudos y lazadas de unas cuantas de fotos de bondage japonés kinbaku, que había descargado a su ordenador "de estrangis" un día en que su madre se olvidó de conectar el filtro parental de internet. Si escuchaba los pasos de Laura por el pasillo, rápidamente agarraba el osito y lo escondía a empujones dentro del armario, detrás de los abrigos. Le habría costado explicar a su madre por qué el amiguito al que dormía abrazada desde niña de pronto estaba maniatado como una sumisa de ojos rasgados. Por suerte hasta entonces todo había quedado en falsas alarmas y nunca la habían pillado.

Las pocas veces que había conseguido quedarse sola en casa durante más de unos minutos, había practicado amarrando sus tobillos y rodillas, o incluso sus muñecas, aunque siempre con nudos sencillos, fáciles de deshacer. ¡Pero hoy tenía toda la tarde para ella sola! ¡Al menos tres horas! ¡O más! Hoy si tenía tiempo de poner en práctica todo lo que había aprendido y atarse por completo usando cuerdas, esposas y hasta el "gag-ball", para luego volver a soltarse. No era un escape tan peligroso como los que su madre solía hacer en escena, pero no estaba exento de riesgos. ¿Qué pasaría si no era capaz de soltarse y su familia al volver se la encontraba desnuda y maniatada? ¡Menuda vergüenza! Pero eso era parte de la gracia de todo el asunto. Y por supuesto, tenía que atarse desnuda. Ni se había planteado otra cosa. Llevaba semanas fantaseando con ello, anticipando el momento. Le producía "morbo", aunque  tampoco tenía del todo claro que significaba realmente esa palabra.

Carey no había sido una muchacha precoz en los asuntos sexuales, sino más bien todo lo contrario. Por supuesto hacía años que se masturbaba, y gracias a las clases de educación sexual en la escuela y las charlas con sus padres sabía todo lo que hay que saber respecto a la  reproducción, las prácticas sexuales más comunes y los peligros del sexo sin protección. Sin embargo cierta sobreprotección familiar, el asistir a un instituto femenino y de moral conservadora y sobre todo el fallecimiento de su padre habían retrasado el que Carey se interesase especialmente por estos temas.

Lo cierto es que, a pesar de tener una edad en que era común que otras chicas ya hubiesen tenido relaciones sexuales, hasta el momento, los únicos contactos de Carey con el erotismo se habían limitado durante mucho tiempo a furtivas búsquedas por internet de páginas "guarrillas" -como ellas decían- con su amiga Kate cuando los fines de semana se quedaba a dormir en su casa, ya que los padres de esta eran menos cuidadosos que Laura con el filtro parental. Así, entre risitas nerviosas y sobresaltos al escuchar  pasos por el pasillo, Carey y Kate habían descubierto juntas el material pornográfico más tópico y les había bastado para satisfacer su curiosidad y alimentar su fantasía.

Sin embargo, las grabaciones de los espectáculos de los padres de Carey, que esta en seguida había compartido con su amiga, parecían haber revelado en ambas una parte de sus naturalezas hasta ahora oculta. Unos días después de tomar su decisión, Carey decidió confesar a Kate su intención de dedicarse profesionalmente al escapismo; esta había acogido la confidencia con entusiasmo, convirtiéndose de inmediato en su compinche, animadora y primera fan. Desde entonces sus navegaciones sigilosas por internet incluían rápidas pero profundas inmersiones en los fondos más oscuros y escabrosos de la red, buscando información sobre el escapismo erótico y las técnicas de bondage con cuerdas y esposas. Obviamente eso las llevo, de rebote, a conceptos relacionados como el sado-masoquismo y el exhibicionismo. Era un mundo que empezaban a descubrir y, como se ha dicho, sólo a medias a entender, pero que las atraía y turbaba a partes iguales.

¡Kate! Tenía que telefonearla ahora mismo. Su amiga no la perdonaría si no la avisaba para asistirla en su primer escape, ahora que por fin se había presentado la oportunidad. Llevaban tanto tiempo hablando de ello y planeándolo hasta el último detalle...

-- ¿Señora O´Connor? Soy Carey... ¿Ha llegado ya Kate del insti?... Sí, que se ponga  por favor... ¡Kat, hoy es el día! Si, sisisisi, me han dejado toda la casa para mi hasta la hora de la cena por lo menos. ¡Si tía, deja lo que estés haciendo y ven a mi casa! Yo voy a empezar ya para no perder tiempo y a lo mejor no puedo salir a abrirte la puerta, así que como el portero te conoce, pídele la llave y entra tu. ¡Si tía, va a ser la bomba! Y ya sabes: nada de ayudarme a soltarme. Tengo que hacerlo yo completamente sola, como si estuviese en el escenario. Si no, no tiene gracia.

Como le había dicho a Kate, no quería perder tiempo, así que se quitó las braguitas blancas, única ropa que le quedaba puesta, y se sentó en la mullida alfombra junto a la cama. Para empezar, decidió intentar en ella misma un arnés de cuerpo entero como los que había ensayado en su osito de peluche, con la diferencia de que el osito no tenía tetas, y ella sí. Y fueron precisamente sus tetas las primeras en recibir sus atenciones.

Primero eligió la cuerda de cáñamo de tres cuartos de pulgada, la dobló por la mitad y se hizo un lazo simple tipo "presilla de alondra" por encima de los pechos y por debajo de los omoplatos. Se lo apretó bien, cuidando de que no le resultase excesivamente molesto, y procedió a pasar varias veces alrededor de su cuerpo los cabos libres de cuerda en lazadas paralelas a la primera. Después pasó un sólo lazo de cuerda por debajo de sus pechos, y lo unió en la espalda con un fuerte nudo a los lazos anteriores. Para terminar,  cogió un trozo de cuerda de media pulgada y un metro de largo, y con él hizo unos tirantes para el tosco sujetador sin copa que tenía en mente. Para ello pasó esta cuerda hasta su mitad por su "canalillo" para unir con él con dos vueltas  las lazadas por encima y por debajo de sus tetas, y anudó ambos cabos simétricos de esa nueva cuerda detrás de su cuello, como los cordones de un bikini, aunque mucho más tirantes ; notaba sus pechos apretujados y proyectados hacia adelante por las lazadas superiores y la inferior, y hacia arriba por los tirantes desde a su cuello. La cuerda no cortaba la circulación de la sangre, ya que dejaba libre la parte lateral de los pechos, y la sensación no era nada molesta. Como una caricia fuerte y continuada. Le gustó, y mucho.

También notaba los pezones más duros e inflamados que nunca, y se entretuvo en apretujarlos con los dedos, notando su textura dura y rugosa y su tacto suave; después comenzó a tirar de ellos con fuerza, sintiendo un placer masoquista que la sorprendió a ella misma. Alguna vez había acariciado sus pezones mientras se masturbaba, pero se había sentido decepcionada al no sentir nada especial. Sin embargo, ahora los notaba extraordinariamente sensibles y ávidos de caricias intensas y hasta dolorosas. "Me gustaría ponerme unas pinzas en los pezones"-pensó- "¿Servirán las de tender la ropa? No creo que aprieten demasiado... Quizá las pinzas metálicas que uso para sujetar los "tochos" de apuntes del insti... Pero ahora no puedo ponerme a buscarlas... Además, no quiero que Kate me vea con ellas puestas, menuda vergüenza; la probaré próxima vez, cuando esté sola".

Después fue su coñito lo que centró su atención. Primero pasó una nueva presilla de alondra por su cintura; la apretó bien y pasó los dos cabos libres por detrás entre sus glúteos y los labios de su vagina, todavía sin depilar por primera vez, para recogerlo por delante y atarlo a la lazada de las caderas formando un tosco y apretado tanga; tras esto, se puso de pie para observarse en el espejo. No era un propiamente un karada de cuerpo entero, pero no estaba nada mal.  El efecto de la cuerda de color claro entre el vello oscuro y rizado de su vagina y pubis era extrañamente erótico, y la sensación que esta producía al apretujar su botoncito, más que interesante. Y sus pechos se veían extraordinariamente realzados con el bondage. -"Estoy guapa" -pensó- "No, lo que estoy es buena. Parezco una de esas guarras de internet... Yo también soy una guarra ahora... Una salida... una cochina..." Estos pensamientos la estaban poniendo cada vez más caliente. Sin darse cuenta de lo que hacía, metió un dedo por entre su pubis y la cuerda que lo dividía en dos, y comenzó a tironear de ella con fuerza hacia arriba, hasta hacerse verdadero daño en las caderas, los labios menores y el clítoris. Con la otra mano, se apretujaba entre los dedos el pezón de su pecho izquierdo.

-- ¡Tía, que haces...! -La voz de Kate detrás de ella la sacó de su ensimismamiento. De inmediato apartó sus manos del "bondage" y notó el rubor subirle a las mejillas. Como le había indicado, Kate había pedido la llave al portero de la finca, y concentrada como estaba en decirse guarradas a sí misma y ponerse cada vez más cachonda, no la había oído entrar.

-- Jajaja, estas igual que las japonesas de internet... ¡Qué pasada, tía, que fuerte! ¿Qué se siente con las cuerdas? -dijo Kate a girando a su alrededor y mirando como hipnotizada las cuerdas que ya empezaban a dejar marcas impresas en la delicada piel de la muchacha- ¿Puedo tocarlas, a ver cuanto aprietan?

-- Bueno, si quieres... -dijo Carey todavía turbada por su propio impudor y un poco sorprendida del entusiasmo de su amiga. Kate estaba ahora a su espalda y pensó que se limitaría a tocar los nudos del "sujetador"  bajo los omoplatos, pero lo que hizo fue lo mismo que había visto hacer a Carey, pero en el lado opuesto de su cuerpo: con cierto esfuerzo pasó su dedo índice por la cuerda justo encima del lugar en que esta penetraba entre los glúteos, y comenzó a tironear de ella.

-- Si que está apretado... ¿No te duele? ¿O te gusta?... ¿O te duele y te gusta? -dijo Kate con voz extrañamente ronca y pastosa.

Le dolía y le gustaba, desde luego, sobre todo lo segundo. Y mucho más ahora que se lo hacía su amiga que un momento antes cuando se lo hacía ella misma. Carey cada vez estaba más sorprendida por la actitud de Kate... Aunque no tanto como por la suya propia. Como se ha dicho, llevaban algún tiempo viendo juntas en internet porno bastante fuerte, pero "oficialmente" no lo hacían para excitarse. La excusa que se daban para hacerlo era que necesitaban informarse sobre asuntos relacionados con la futura carrera de Carey . Su actitud, una vez que dejaban atrás la fase de las risillas nerviosas y la bromitas, era seria y casi científica... Pura fachada. Lo cierto es que Carey, tras esas sesiones, aprovechaba el primer momento de intimidad para masturbar su clítoris con la mente llena de imágenes de mujeres y hombres atados y amordazados. Lo que no se le había ocurrido pensar es que a su amiga le pasaba lo mismo.

Pero lo que Carey quería ante todo era probarse a sí misma que podía ejecutar un escape exitosamente, así que con la voz un poco temblorosa pidió a Kate que parase y la ayudase a seguir preparándose para el escape, o se les acabaría el tiempo.

La siguiente fase del "bondage" que tenían hablado era tejer, con la soga más gruesa, un enmallado de nudos de bucle puestos en paralelo que fuese desde los tobillos de Carey hasta su cintura. Son nudos sencillos de hacer y deshacer, pero laboriosos. Sin embargo, Kate los hizo con dedos hábiles y rápidos. Se notaba que había practicado en casa; además no olvidó dejar los nudos más sueltos a la altura de las rodillas, de modo que Carey pudiese doblarlas. Sin embargo, en ningún momento había dejado Kate de echar ojeadas, con una ansiedad muy mal disimulada en la mirada, a los pequeños glúteos o al pubis de su amiga, afelpado y obscenamente dividido por la cuerda.

-- ¡Chica, que habilidad con los nudos, pareces un marinero! -dijo Carey intentando dar a su voz un tono ligero que distendiese el ambiente. Tanta atención la estaba turbando y excitando a partes iguales, y necesitaba estar más relajada y concentrada si quería tener éxito en su escape.

-- O una nawashi.

-- ¿Una... nagüasi? ¿Y eso que es?...

-- Jejeje, he estudiado más que tu. Ya ves lo buena asistente que soy. En Japón, el nawashi es el "maestro de las cuerdas", el que sabe hacer estos "bondages" tan complicados a la sumisa... Que eres tú.

-- ¡Pero bueno, tía! De sumisa nada, verás cuando me suelte la patada en el culo que te voy a pegar.

-- Jaja, es broma, tía. Pero si que se de esto más que tu. ¿A que no sabes cómo se llama el "bondage" que te has hecho en las tetas -dijo Kate aprovechando para meter un dedo entre ellas y tirar hacia arriba de la cuerda.

-- Aaaay... ¡Tía! Te estás tomando muchas confianzas... No, Kat, no sé cómo se llama. -dijo Carey fingiendo irritación.

-- Se llama shinju, que significa "las perlas" -dijo Kate en voz baja al oído de Carey, haciendo cosquillas en su oreja con su aliento.- Y el del culito se llama sakuranbo, que significa "las cerezas".

-- "Las cerezas"... repitió Carey en voz baja, impresionada tanto por los nuevos conocimientos de su amiga como por su extrañamente erótica actitud. Aun gustándole sobre todo los chicos, Carey sentía cierta atracción sexual hacia su propio sexo. Sin embargo, hasta ahora era simplemente una mera fantasía abstracta y difusa, en absoluto destinada a hacerse realidad. Y menos con su amiga Kate. Sin embargo, la tarde estaba tomando un rumbo... "No, esto es una tontería, la cabrona de Kate sólo me está tomando el pelo." -se dijo a sí misma- "Tengo que concentrarme en el escape".

-- Claro, como a ti no te salta el dichoso filtro parental cada vez que te metes en alguna página guarrilla...

-- ¡Qué va tía, si esto viene en el CD de la enciclopedia "Encarta" que me regalaron estas navidades!

-- ¡Te quedas conmigo!

-- Que no, nena, que se encuentran un montón de cosas por ahí, si sabes buscar...

-- Jajaja, tía, hoy me estás dejando alucinada. Anda, átame los brazos por atrás.

-- Jajajajajaja

-- ¡Kat, pero de qué te ríes ahora!

-- De que también sé cómo se llama eso en japonés. Cuando la sumisa ruega al maestro -bueno, maestra-  ser atada, se dice shibararetai.

-- ¡Y dale con la sumisa! ¡Te la estás ganando tía! Yo soy escapista, no sumisa. Cuando me suelte, la "maestra" va a tener que salir corriendo si no quiere que le dé un bofetón.

-- Ya, ya.... pero eso será cuando te sueltes. Ahora eres toda mía y te puedo hacer lo que quiera -dijo Kate tras terminar de atar las muñecas de Carey a su espalda con un nudo llano asegurado con un nudo simple hecho con los lazos del llano, similar al que usan las mamás para atar los cordones a los niños pequeños, para no se les desaten al correr. Un cachete a mala idea en el culito -que notó bastante, a pesar estar casi cubierto con la trama de bucles- puso la guinda a la bravata de la "maestra".

La verdad es que Carey iba de asombro en asombro esa tarde. De las dos, ella siempre había sido la que tenía más personalidad, mas empuje, más madurez... la que llevaba la voz cantante, mientras que Kate siempre había sido la seguidora. Esta tarde en cambio, los roles habían cambiado. Kate se estaba comportando con una desenvoltura y una decisión desconocidas, y Carey se sentía cada vez más cómoda en su papel de... sumisa. En esos momentos ya no tenía ganas algunas de escapar de las ataduras, descubrió sorprendida. Solo quería que Kate siguiese atándola y atándola y atándola...

"Shibare...¿toti?... shibera... ¿tai? Mierda, ya no me acuerdo de la palabreja. La sumisa ruega al maestro ser atada... ¡Qué fuerte! Hay que ser muy guarra para pedir eso... muy zorra... ¡Y es lo que yo estoy haciendo!" -pensó Carey, dejándose vencer por el morbo por segunda vez esa tarde- "Tonterías. Tengo que centrarme en la escapada. Como siga en este plan, van a volver y me van a pillar así. Concentración, concentración..."

-- Ahora los codos juntos a la espalda ¿verdad? Esto te lo haré con cuidado, que tiene que doler...

-- Aaay, ¿No me lo ibas a hacer con cuidado, cabrona?  -dijo Carey al notar a Kate tirar con fuerza de los cabos del lazo de alondra que acababa de hacer sobre sus codos, juntándolos bajo sus omoplatos.

-- ¿Te he hecho daño? Perdona tía.

-- Tranquila, Kat,  no te preocupes, cuando me relajo no me duele. Además, me tengo que acostumbrar... Está bien así. Termina el nudo.

Esta vez Kate se lo puso fácil, ya que se limitó a dar varias lazadas más alrededor de los brazos, y con los dos palmos de cabo sobrante, dar otras cuantas lazadas más, esta vez entre los brazos y alrededor de la lazada que los unía. Estaba bastante apretado, pero sin nudo que asegurase la cuerda, se podía soltar simplemente haciendo fuerza y torsión con los codos.

-- Muy bien, y ahora ponme las esposas.

-- Shibararetai, shibararetai... Estoy segura de que estás intentando acordarte de la palabra desde hace un rato. Deberías decir: "La sumisa Carey ruega respetuosamente a su maestra Kat ser atada". Shibararetai, a ver si se te queda, sumisita mía -se chanceó Kate dando un pellizco juguetón a su amiga en una teta.

-- Shibararetai... ¡Las narices, Kat! Te estás tomando este rollo de la sumisa y la maestra muy en serio. Y deja ya de meterme mano, que no me mola...

-- Que no te mola... Jejeje, no sé yo... Me parece que tu también te estás tomando esto más en serio de lo que dices... ¡Venga, reconócelo! ¿A qué te gusta que ate y te meta mano? -dijo Kate empezando a hacer cosquillas a Carey en el vientre y la cintura. Carey se retorcía intentando escapar  de los dedos perversos de su amiga, pero ya completamente atada poco podía hacer aparte de doblarse sobre su vientre o rodar sintiendo tensarse dolorosamente la lazada que unía sus codos a la espalda cada vez que apoyaba su peso sobre ella.

-- Jajajaja ¡Para ya, cabrona! Ayyyyy -decía Carey con los ojos llenos de lágrimas sin parar de reír y retorcerse.

-- ¡Nada de eso hasta que digas "Maestra Kat, me gusta que me ates y me metas mano" - respondía Kate riendo a su vez, pero sin parar de torturar a su amiga.

-- Jajaja ¡Vale, vale, pero para, que me voy a mear de la risa!

-- ¡Dilo, sumisilla Carey, vamos!

-- Jajaja "Maestra Kat... Jajajaja Aaaayayay Jajaja... Me gusta que me ates y me metas mano.¡ Átame y méteme mano, pero para ya con las cosquillas, que me meo! ¿Contenta, guarra?!

-- Muy bien, sumisilla Carey, la maestra Kat accede a las tres peticiones. ¿Ves? Dejo las cosquillas, te ato...- dijo Kate cerrando las esposas sobre las muñecas ya atadas con cuerdas de Carey...- ¡Y te meto mano! -dijo Kate apretujando un pezón de Carey y tirando de él- ¿No era esto lo que hacías cuando he venido? Se notaba que te gustaba... A ver qué tal yo...

Rápidamente Kate se sacó por la cabeza el polo que llevaba puesto, y comenzó a tironearse de su propio pezón por encima de la tela del sencillo sujetador. Sus pechos eran bastante más pequeños que los de Carey, pero más puntiagudos. Sus pezones juveniles se adivinaban claramente bajo la fina tela.

-- Pues no... Yo no siento nada, sólo me duele un poco... ¿A ti si te gusta? ¿qué sientes? -dijo recuperando de golpe el tono casi académico con el que solían hablar cuando discutían lo que veían en sus investigaciones en internet.

-- Creo que es por las cuerdas... Antes de atarme no sentía nada, pero ahora si da gustillo, están muy sensibles... No sé explicarlo.-dijo Carey con voz velada por la vergüenza.

-- ¡Pues que eres una masoca, esa es la explicación! -respondió Kate con una gran sonrisa. -Eres una masoca y una sumisa y te da gustillo estar atada.

Ya sin cortarse, Kate comenzó a sobar descaradamente las tetas de Carey, ligeramente amoratadas después de más de una hora de bondage.

-- ¡Y tu eres una bollera! Tía, que soy otra tía...

-- Si, pero no te apartas...

"Y es verdad" -pensó Carey- "Le estoy dejando que me sobe las tetas sin resistirme... Joder, si hasta estoy arqueando la espalda para que sobresalgan más... ¡Pero qué me pasa esta tarde, que estoy hecha una salida! ¿Y de qué va Kat? ¿Qué nos está pasando?"

-- ¿Te gustaría verme a mí las tetas, Carey?

-- ¡Pero si estoy harta de vértelas en la ducha después de los entrenamientos!

-- Si, pero ahora no haces más que mirármelas desde que me he quitado el polo. -dijo sin dejar de acariciar los pechos de Carey, levantándolos con la mano, como si los sopesase.

"Eso también es verdad, y no me había dado ni cuenta, se me van los ojos... Esta cabrona lleva toda la tarde calándome... ¿Pero qué nos pasa? Hoy es como si no fuésemos nosotras"

-- Ale, ya está -dijo Kate quitándose el sujetador y dejándolo en el suelo. Al contrario que los pechos de Carey, ya redondos y plenos, los de Kate eran juveniles, pequeños y puntiagudos. Las areolas eran totalmente redondas, grandes y rosadas, y destacaban como pequeñas cúpulas coronadas por el pezón sobre el todavía escaso relieve del pecho en sí. Efectivamente, Carey le había visto las tetas a Kate decenas de veces, pero esa vez era distinta, y no sabía explicarlo. No las encontraba bonitas, la verdad es que eran un poco raras, con tan poca base para unos pezones tan grandes... pero le habría encantado tocarlas y hasta besarlas... Jamás lo diría en voz alta, pero definitivamente si, le encantaría tocarlas...

-- ¿Quieres tocármelas tu a mi? -dijo Kate, leyendo por enésima vez esa tarde la mente de Carey.

-- No sé cómo, así atada... -dijo sin pensar, saliéndose por la tangente, pero al mismo tiempo asintiendo implícitamente.

-- Espera, ponte boca abajo -respondió Kate empujando suavemente a Carey para hacerla rodar sobre su vientre y agachándose sobre ella para dejar sus pechos al alcance de sus manos atadas.

Carey comenzó a estirar los dedos ansiosamente, notando la suavidad y la dureza de los pechos de su amiga con las yemas, e incluso llegando a pinzar los huidizos pezones en varias ocasiones. Tras unos instantes así, Kate se agachó un poco más, apoyando la cabeza en la base del cuello de Carey, confundiendo su melena rubia con la negra de su amiga. Esto permitió que sus pezones descansasen en las palmas de su amiga  y que esta le pudiese magrear sus tetas con la mano entera. Ninguna de las dos decía nada en esos momentos. Carey notaba sus mejillas arder por el rubor y de excitación, y su cuello por la respiración cada vez más pesada de su amiga. Por un lado, estaba pasando la tarde más excitante de su vida, incluso más que la primera vez que vio sin censura uno de los números de sus padres. Por otro lado, estaba descubriendo cosas de Kate y de sí misma que la llenaban de perplejidad y turbación. Por fin, Kat se levantó y Carey, al girarse sobre su espalda, pudo ver el azoramiento en los ojos de su amiga y el rubor encendiendo también su cara. En ese momento, para variar, fue Carey la que adivinó los pensamientos de Kate, y se dio cuenta de que su actitud imperiosa y desenvuelta tenía mucho de teatro y fachada; en realidad estaba tan confundida y nerviosa como ella. Eso la reconfortó y le dio ánimos para retomar el control de la situación.

-- Jajaja, estamos locas, tía -dijo con ligereza en la voz- ¡Ni que fuésemos "lesbis"! Venga, vamos dejar de hacer bobadas, que sólo nos faltaría que nos pillasen así mi madre y mi tía. Ahora ponme lo del cuello cómo hablamos el otro día, y al terminar ya puedes poner en marcha el cronómetro, a ver cuánto tardo en soltarme.

-- ¿Carey, estás segura de lo del cuello? No sé, yo lo veo peligroso...

-- Es que los escapes tienen que ser peligrosos, Kate, si no, no tienen gracia. Además, para eso estás tú aquí, para que no me pase nada... ¿O te creías que sólo venías a tocarme las "tetis", so cochina?

-- Bueno, como digas... Pero no te voy a hacer un nudo corredizo como dijiste. Eso es muy peligroso. Te voy a hacer un "as de guía", que es más seguro.

-- "Te voy a hacer un as de guía..." Realmente pareces un marinero, Kat.

-- Pues este nudo lo aprendí en una página de alpinismo... ¡De verdad que he estudiado mucho! No eres la única que se ha tomado esto del escapismo en serio.

Kate cogió otra gruesa cuerda de nailon de la caja de cartón y pasando el chicote alrededor del cuello de Carey, tumbada boca abajo, hizo con destreza el citado as de guía, a pesar de que la cuerda era de las de tender la ropa, iba plastificada, y resbalaba al hacer las lazadas. "Esta cuerda es una castaña, no se dobla bien... El nudo va a quedar medio suelto... Mejor así" -meditó Kate -"que el nudo no quede fuerte, no vaya y la bruta esta se me ahogue".

 El cabo mayor resultante lo estiró hasta que quedó bien tirante y lo pasó por debajo de las lazadas de los codos. Después, doblo las rodillas de Carey todo lo que pudo y ató el extremo del cabo a sus tobillos. De este modo, si Carey estiraba las piernas, tensaría el cabo arrastrando hacia arriba los codos, provocando dolor en los hombros, y lo que es peor, oprimiendo la tráquea y dificultando su respiración. Aunque la verdad es que en principio no había ninguna necesidad de estirar las piernas. Era sólo para darle un poco más de "picante" al bondage.

-- Bueno, ya está... Tijeras preparadas por si te tengo que soltar deprisa, cronómetro... Cuento tres y empezamos. ¡Una, Dos...!

-- Espera Kat, espera, todavía no, que se me olvida una cosa. Bueno dos. Primero me tienes que poner la mordaza de bola que está encima de la cama, y luego me haces una foto de recuerdo con la "Polaroid" de mi madre, que se la he cogido de su habitación y la tengo que poner en su sitio otra vez antes de que se entere.

--¿También quieres que te amordace? Shibararetai, shibararetai... -dijo Kate riendo mientras pegaba otro pellizco en la teta a Carey. Tras hacerle morder la bola y cerrar la hebilla de las correas de cuero sobre la nuca de su amiga, Kate tomó la polaroid del cajón.

-- Mira aquí, sumisilla, y sonríe -dijo apoyando una rodilla en el suelo y encuadrando la foto para que entrase el cuerpo entero. Al intentar sonreír, un hilo de baba  se deslizó entre la mordaza y los labios de Carey, en dirección al suelo.

Kate apretó el disparador de la cámara y recogió la hoja cuadrada de papel fotográfico que salió de la ranura, pero impaciente, no  esperó a verla revelarse. Sin mirar, dejo cámara y foto sobre la mesita de noche de Carey y cogió el cronómetro del suelo.

-- ¿Ahora si empezamos?

-- ¡Fgi, fgi! -respondió Carey asintiendo con fuerza y casi estrangulándose al haber olvidado por un momento la cuerda que aprisionaba su cuello.

- Tres, dos, uno...¡Tiempo!

Sin perder un instante, Carey rodó hasta borde de la alfombra. Le gustó comprobar que a pesar de todas las distracciones imprevistas, había tenido el detalle de profesionalidad de no olvidar el lugar concreto en el que debía comenzar el reto, de modo que, como había ensayado en los días anteriores, al rodar dos veces sus manos irían a dar justo al lugar del pico de la alfombra en que había escondido previamente la llave de las esposas.

Sin dificultad logró hacerse con la llave y en cuestión de unos segundos la anilla de metal ya se había abierto con un "clic", colgado las esposas sólo de una de las muñecas. Abrir la cerradura de las esposas era una de las cosas que podía practicar fácil y discretamente aunque estuviese su familia en la habitación de al lado, de modo que en las últimas semanas lo había hecho sin cesar, hasta que los movimientos le salían automáticos.

Satisfecha de sí misma, comenzó a estirar los dedos para alcanzar los nudos de las muñecas. Kate no había querido ponerle las cosas demasiado difíciles en este primer escape, de modo que los nudos, aunque no estaban sueltos, tampoco estaban excesivamente apretados. El más difícil fue el primero simple. El segundo, de lazo, similar al de los zapatos, se deshizo simplemente tirando de uno de los cabos tras cazarlo con las uñas de dos dedos.

Ahora faltaban las ataduras de los codos. Una vez que las soltase, el resto iría rodado... Demasiado fácil y rápido. Le apetecía seguir atada un rato más. Se sentía tan a gusto así... De pronto, Carey sintió un súbito  arrebato masoquista y quiso experimentar estirando las  piernas poco a poco y tensando así la cuerda que unía sus tobillos con las de sus codos y su cuello. El dolor de los omoplatos aumentaba progresivamente al levantarse los codos, conforme Carey aumentaba la tensión de la cuerda. La sensación de ahogo también era cada vez más opresiva. Sin embargo, sin saber muy bien por qué, Carey siguió tirando de la cuerda con las piernas, incrementando de este modo más y más estas sensaciones, que extrañamente ya no le parecían desagradables. "Me gusta... Yo sola me hago esto.. Y me gusta... Yo sola me hago esto... Y me gusta..." era lo único que Carey era capaz de pensar.

-- ¡Tía, que haces, que te vas a ahogar! Gritó Kate alarmada al ver que el nudo aguantaba más de lo que ella pensaba y agarrando las tijeras para cortar la cuerda. En ese momento, casi fuera de sí, Carey dio una última patada fuerte hacia abajo y el as de guía se deshizo, dejando el cuello libre.

-- ¿Carey, por qué has hecho eso? ¡No hacía falta, joder! Casi te ahogas y no hacía falta para soltarte... Estás loca, tía, como las putas cabras, me has dado un buen susto.

Una vez calmada y recuperado el aliento, Carey comenzó a subir y bajar los hombros alternativamente, haciendo al mismo tiempo fuerza para separar los codos. Las lazadas, pese a ser numerosas y apretadas, sin un nudo que las asegurase fueron perdiendo fuerza poco a poco gracias a estos movimientos. Cuando Carey las notó casi sueltas, se limitó a rodar sobre sus espinillas y alzarse de rodillas en un ágil y elegante movimiento, dejando que la gravedad hiciese su trabajo y las flojos lazos se deslizasen por sus brazos hasta el suelo.

Ya estaba casi todo. La trama de nudos en bucle que la cubría desde las caderas hasta los tobillos como un pantalón de una sola pernera estaba ya bastante suelta después de tantos movimientos y retorcimientos, y en todo caso, eran nudos que requerían más tiempo que habilidad para deshacerse. Comenzó aflojando las primeras lazadas de los tobillos y después pasó al extremo contrario, soltando del todo las de sus caderas, que hacían el efecto de un cinturón. A partir de ahí, ya podía quitarse la trama como quien se quita una falda de tubo, y es lo que hizo, tirando la red de cuerda a la caja. Ya desharía los nudos tranquilamente más tarde. Fuera la mordaza, un poco de masaje con los dedos para recuperar el movimiento de las mandíbulas... Y ya está.

-- ¡Para el cronómetro!

-- ¡Todavía no, te falta el "bondage" de las tetas y el chochito!

-- Eso da lo mismo, lo que importa es que ya estoy libre.

-- Pero...

-- ¡Schsss! Ese ruido... ¡La puerta! ¡Joder, ya están aquí, hay que guardarlo todo!

-- Yo lo guardo, tu vístete -dijo Kate lanzando de una patada su sujetador debajo de la cama y poniéndose el polo de correprisa. Menos mal que había ido dejando las esposas y las cuerdas en la caja conforme Carey se las había ido quitando. Recogió la cadena, los candados y el gagball y lo echó a la caja, le puso la tapa, la tiró de cualquier manera dentro del armario y cerró la puerta.

-- Tía, no cierres el armario, que necesito unos pantalones. -A esas alturas, Carey también había escondido sus bragas y sujetador debajo de la cama y se había puesto la blusa sobre el "bondage" de su pecho, abotonándola hasta arriba como cuando llevaba el corbatín del uniforme, para tapar las marcas de su cuello. Sin embargo, al empezar a ponerse la falda, cayó en la cuenta de que tenía la piel de  piernas y brazos totalmente marcada por las cuerdas que había "vestido" durante casi dos horas. Rápidamente se bajó las mangas de la blusa para taparse las marcas de los brazos, pero para las piernas sólo servirían unos pantalónes. Kate volvió a abrir el armario y le tiró los primeros que encontró, los del odiado chandal amarillo. Al subírselos, Carey cayó en la cuenta, a pesar de las prisas, de cómo le seguía oprimiendo y estimulando el clítoris la cuerda y de lo húmeda que tenía la entrepierna. Notaba tan pegajoso el vello de los labios de la vagina y hasta la cara interna de los muslos que por un momento casi tuvo miedo de que se empapase la fina tela del pantalón como si se hubiese orinado... "Buff... da lo mismo.  Que mi madre pensase que se me ha escapado un poco de pipí me daría menos corte que la verdad. Ay, que ajustados que son los putos pantalones. ¿Y si se nota que no llevo bragas? ¿Y si se nota la cuerda? ¿Se transparentan los pelillos? ¡Los pezones se me marcan a lo bestia en la blusa! Ayayayay..." -su cabeza iba a mil en esos momentos de nerviosismo, mientras terminaba de vestirse.

-- ¡Carey, nena, ya hemos llegado! ¡Mira lo que te hemos comprado!

-- Espera mamá, no pases todav...

-- ¿Pero que habéis estado haciendo, chicas? Estáis acaloradas y con la ropa de cualquier manera...

-- Nada mamá, es que ya sabes que el sábado tenemos campeonato de gimnasia y hemos estado entrenando algunos ejercicios de "suelo" en la alfombra. El "spagat", las posiciones de ballet, los equilibrios...

-- ¿Y vosotras creéis que una habitación tan pequeña es sitio para eso? No habréis roto nada con todas esas patadas y saltos que dais, ¿verdad?

-- No mamá, no te preocupes, sólo hemos hecho ejercicios estáticos.

-- ¿Seguro...? Bueeeno... Anda Kate, cariño,  arréglate el pelo, que menuda bronca te va a dar tu madre si te ve llegar con esa pinta... Al final hemos pensado pedir pizza y cenar en casa. Quédate si quieres, Kate, y después de cenar te llevo yo en coche a tu casa. O duermes aquí, lo que tú quieras. ¡Mira Carey, que camisetita te he comprado!. Te la ha elegido tu hermana. ¡Mira que mona es!... ¿Oye, qué hace mi polaroid aquí...? ¿Y esta foto...?

¡CAREYYYY!