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Mentes dominadas, cuerpos para jugar.

en Control Mental

Helado, sin saber ni como reaccionar. Así me quedé al entrar en la casa que comparto a veces con un compañero cuando tengo que salir a Barcelona por trabajo y verle tranquilo en el sofá mientras un desconocido estaba follandose por el culo a su novia y se la chupaba a un segundo. Pero este otro no era desconocido en absoluto, era un jefe de nuestra empresa al que ambos odiamos, en realidad todo el que le conoce le detesta. Ya desde el primer vistazo su aspecto resulta desagradable, pero eso sería lo de menos si no fuera porque su forma de ser es mucho peor, al final el conjunto resultante es la persona más aborrecible que he conocido nunca, y creo que toda persona con la que he hablado sobre él ha llegado a la misma conclusión que yo.

Desde luego, mi compañero de piso en Barcelona lo odia tanto o más que yo, porque además él le tiene que soportar más a menudo, yo al fin y al cabo vivo en Madrid y suelo ir tres o como mucho cuatro días por semana allí. De ahí que la escena, aunque ya de por si sería chocante, se me antojaba demasiado irreal. Además Lydia, la novia de mi amigo, tan maciza, tan feminista, tan independiente… chocaba frontalmente con el aspecto y la forma de ser de ese hombre al que se la estaba chupando con verdadera ansia, y directamente nos había dicho más de una vez que cómo no nos íbamos de la empresa sólo por no ver a semejante capullo y que desde luego ella no podía ni verle. ¿Estaría chantajeando ese cabrón a mi compañero? otra razón no se me ocurría para que él mirara tan tranquilo como el ser que más odiamos tuviera su polla dentro de la boca de su novia mientras otro le abría el culo.

Cuando al fin conseguí emitir algún sonido, Samuel, que así se llama nuestro odiado jefe, me miró visiblemente sorprendido y molesto, sacó su polla de la boca de la chica y vino hacía mi. Era dantesca la escena de ese despreciable hombre avanzando hacia mí desnudo, quise salir corriendo pero me cogió del brazo diciéndome con su voz de serpiente que qué hacía allí. Al tocarme el brazo parecía que una corriente me atravesaba y perdí inmediatamente el conocimiento, sólo recuerdo vagamente la voz del desconocido que le gritaba que no me tocara.

 

Desperté en mi casa, en Madrid, sobresaltado y sudando. Vaya, ha debido ser una horrible pesadilla, pensé. Mi mujer se incorporó por mi violento despertar, y un poco alterada me preguntó qué tal me encontraba.

-Bien -le dije, miré el reloj y vi que eran algo más de las cuatro- perdona que te haya despertado, he tenido una pesadilla, vamos a dormir que nos queda un rato más, ¿o te he desvelado?

Al mirar a mi mujer con el escotadísimo camisón que llevaba puesto me empalmé casi inmediatamente, a pesar de que había sido una pesadilla muy desagradable, estaba también muy excitado al recordar como tenían a la novia de mi amigo, tanto él como su chica son bastante más jóvenes que yo, él tiene 30 y ella debe tener dos o tres menos y la verdad es que siempre me ha dado morbo y siempre he fantaseado con la idea de espiarla a ella o a ambos practicando sexo. La imagen mental de Lydia en manos de esos dos delante de mi amigo más la imagen real de los magníficos pechos de mi mujer delante eran demasiado y empecé a toquetearla con la esperanza de poder excitarla a ella también y echar un buen polvo antes de dormir otras poquitas horas.

Pero ella no parecía excitarse con mis toqueteos, me miraba con ojos preocupados.

-¿Ya estás bien, Rubén? Me tenías preocupada.

-¿Por qué dices eso, Marta? Sólo he tenido una pesadilla, nada más.

Me miró con más preocupación aún.

-Ni siquiera te acuerdas, ¿verdad? Ayer por la tarde tuvo que venir Manel contigo desde Barcelona. Te desmayaste por lo visto en la casa al llegar. Te llevaron a un hospital y al ver que no tenías nada importante decidieron que era mejor traerte a casa y que reposaras. ¿De verdad ya estás bien? me tenías asustada, pensaba llevarte a primera hora a urgencias por una segunda opinión…

Me levanté de un salto a por el teléfono, ya casi no escuchaba lo que Marta me decía, estaba muy confuso y me estaba poniendo la cabeza como un bombo.

-Calla un momento, por favor.

Lo increíble es que, efectivamente, se quedó callada. Le molesta cuando la mando callar y siempre consigo el efecto contrario, habla aún más pero más fuerte y más rápido y sobre todo más enojada. Pero esta vez es como si le hubiera dado a un botón y se calló sumisamente. Era descabellado pero por mi cabeza cruzó una idea.

-Marta, túmbate… incorpórate de nuevo… desnúdate… mastúrbate… ladra como un perrito…

Todo esto se lo iba diciendo porque, tal y como la idea tan supuestamente descabellada me había sugerido, ella obedecía a todo como una autómata. Ella jamás haría eso. Bueno, está claro que a veces jugamos en plan erótico y sabe que me encanta que se masturbe para mí y alguna vez ha accedido, pero siempre ha sido o tras mucho insistir y con muchas quejas por su parte, o estando muy borracha. O seguía soñando y despertaba de nuevo en breve, o tenía control absoluto mental sobre ella. Lo tenía muy claro a pesar de ser una locura, lo comprendía todo, mi mente de pronto estaba tremendamente clara. En Barcelona tenían hipnotizados a mi amigo y su novia y estaban gozando de Lydia anulando su voluntad y la de Manel. No sé si los dos intrusos en nuestra casa tenían ese poder hipnótico pero supongo que si, porque el odioso Samuel me lo pasó al agarrarme el brazo y el desconocido intentaba advertirle que no lo hiciera, que no me tocara. Pensé en llamar a mi amigo para ver si estaba bien, era la idea que tenía desde que me levanté de la cama, pero no  hizo falta…

De pronto Manel entró en la habitación, me extrañó tanto verle que no reparé en por qué había puesto los ojos como platos, miraba a mi mujer desnuda masturbándose en la cama. Salió inmediatamente. Me daba mucha rabia esa escena pero la culpa no era suya, le dije a Marta que se vistiera y siguiera durmiendo, cosa que hizo inmediatamente, y yo salí fuera de la habitación.

En el salón mi amigo me miró visiblemente nervioso.

-Perdona, tío, he entrado así porque de repente he oído ladridos y me he asustado, por ver qué pasaba. Lo siento de verdad.

-Vale, dejemoslo, hagamos como que no ha pasado nada, tú no has entrado en la habitación antes.

Me miró y asintió. Supongo que había vuelto a pasar, a él también podía darle una orden y su cerebro la asumía.

-¿Qué haces aquí, Manel?

-Ayer por la mañana me levanté a desayunar allí en Barna y te vi en el recibidor, tirado. Intentamos reanimarte Lydia y yo y nada. Llamamos a una ambulancia y te estuvieron haciendo pruebas, llegaron a la conclusión de que no tenías nada y sería simplemente de la fatiga y el estrés de la ultima semana, que te dejáramos reposar y si estabas más de 24 horas así volviéramos. Hablé con tu mujer y le dije como estabas y que te mandaban reposo y que te dejaría allí en la cama lo que necesitaras pero ella insistió que si podía te trajera, que estaría más tranquila si te tenía cerca. Llegamos ya hacia las diez y como estaba cansado, Marta me ofreció dormir en el sofá y ya mañana volvía.

-¿Tú estás bien? ¿Y Lydia?

-Si, claro, perfectamente, ¿por?

-Nada, nada… ¿Has visto a Samuel estos días?

-No, por suerte, aunque tuve que hablar con él por teléfono para explicarle la situación y me dijo que vale, que te trajera de vuelta a casa pero que le debíamos cada día que no fuéramos a trabajar, cualquier cosa de esa rata ya no me sorprende.

En mi cabeza, la imagen de esa “rata” con su mano apoyada en la cabeza de su preciosa novia mientras le hacía una felación, y saber ahora que no había sido una pesadilla, hizo que sintiera pena por mi buen amigo, pero prefería no decirle nada. Al fin y al cabo ni él ni ella parecían ser conscientes de lo que había pasado y si no se tiene conciencia de algo, ese algo no puede hacerle daño. Al menos tuvo la alegría de ver a mi mujer desnuda masturbándose, si bien por otra parte tampoco ese recuerdo lo tiene pues se lo he borrado y la verdad es que soy celoso y gracia no me hizo que la pillara así.

-Descansa lo que necesites, amigo, y muchas gracias por traerme. Por la mañana ya veremos si vuelvo contigo o me quedo algún día por precaución.

Él asintió y obedeció, aunque no lo había dicho conscientemente como una orden, era claro que todo lo que yo dijera era acatado de inmediato. Me acosté con mil preguntas en la cabeza, necesitaba poner orden. No dormí, no me sentía cansado ni con sueño, sólo me tumbé en la cama a pensar. Por una parte, si no era algo pasajero y realmente ahora tenía ese poder mental podría usarlo en mi favor, se me ocurrían muchas maneras aunque las primeras que se me venían a la cabeza eran de tipo sexual. Por otra parte, temía volver a ver a Samuel, supongo que me haría el tonto por ver por dónde salía. Él tiene un don que me ha pasado también a mi, ¿lo sabrá o creerá que yo sigo igual que siempre y me ha borrado el recuerdo como hace con mi amigo? Al pasarme el poder ¿él ya ha dejado de tenerlo o lo conservará? ¿Sería esa la primera vez que abusaba de la pobre Lydia o sería una de muchas? Por cierto, ¿Ella estará ahora sola en nuestro piso de Barcelona o en este mismo momento nuestro odiado jefe estará haciendo con ella lo que quiere?… y… ¿quién sería el desconocido?

 

Por no aburrir a nadie, aunque tengo bastante pensado de como continuar, primero quería escribir y enviar esta introducción por saber si el relato gusta y hay quien quiera que siga.