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Su ex-follamigo me hizo cornudo (II)

en Hetero: Infidelidad

Eran las 2am; Sofía ya estaba dormida desde hacía una hora. En el momento en que ella había estado en la cama desde que llegamos a la casa, conversando compulsivamente por WhatsApp, yo estaba ordenando y limpiando todo, trabajo que me costó un gran cansancio y excesivo sudor. Entré a la ducha a eso de las 12. Tenía pensamientos depresivos al dimensionar todo lo que ocurrió durante la jornada y, como solía ocurrir, comenzaron a transformarse en pensamientos morbosos; volvía a tener una gran erección en segundos. Salí, me sequé, me detuve un momento frente al espejo. ¿Qué estaba haciendo de mi vida?

Fui a la pieza, tomé el celular de Sofía y volví al baño. Me senté en la taza y comencé a ojear sus conversaciones. Las únicas que había tenido desde que llegamos a la casa fueron con una amiga y con Ignacio, que revisé de inmediato.

En un principio, parecían charlar como verdaderos amigos, hasta que me mencionaron. Ella le dijo varias cosas; que al comienzo estaba confundida y también "enojada y sentida" conmigo, pero que después que le fui sincero comenzó a abrir su mente y fantasear con otros, especialmente con él. Que lo llamó únicamente con el propósito disfrutar de nuevo su verga, que estaba necesitada, que se había aburrido del porno y las masturbadas y que necesitaba follar, agregando algunos otros detalles:

S: es que el pico de mi pololo es taaan fome, es como corto y delgado y aparte que dura cn suerte 10 min!

I: jajajaja que maal, no se que decirte.. creo que ahora entiendo tu desesperacion en el cine xD aunq lo que si no entiendo es como le contaste todo lo q hicimos y lo acepto!

S: lo acepto xq.. no se, supongo q porque no m ve ganosa, enojona, a lo mejor solo quiere q me divierta un rato? no se 

I: y mi pico q tanto te gusto de 1 a 10??

S: 15... es q te prometo q no recordaba q fuera tan grande jaja en realidad es mutante... q te dieron cuando chico?

I: me hicieron con amor supongo jajaja pero no creo que sea taanto como dices o si?

S: ayy siempre tan humilde, tu crees q me gusta acaso tragar semen? q me gusta atorarme? todo eso lo hago xq no estoy muy conciente al lado de tu verga, cmo q me hipnotiza

I: jaja aunk no lo creas hace tiempo q no me la chupaban tan rico! y aparte hace tiempo q no culeo con mi polola xq d verdad ya no me calienta, no se q le vi cuando empece a salir cn ella

S: o sea q vuelvo a ser la preferida??

I: see jaja aunq te falta pasar la prueba de fuego!

S: y esa seria??

I: en tu casa tendremos tiempo para ver eso jaja ;D

S: es la casa de mi pololo XD pero de verdad no importa solo el vive ahi...

No podía creerlo, estaba leyendo todo eso y sin siquiera tocarme la verga ya estaba por correrme. Pero tenía que guardar el orgasmo para algo mejor, así que una vez que dejé el celular en donde estaba originalmente me calmé y, con el mayor esfuerzo del mundo, me acosté, tardando aproximadamente una hora y media en bajar la erección que tenía y otra media hora en quedarme finalmente dormido.

Desperté a eso de las 11am. Sofía ya estaba despierta, aunque no sé por dónde andaba. Me lavé la cara y fui a buscar algo al refrigerador, y la hallé en la cocina desayunando.

—¡Hola amor! ¿Cómo estás? —le pregunté.

—Bien —me respondió mientras comía—. Oye, hace unos minutos el Ignacio me dijo que pasaría por acá a almorzar. Hoy en la mañana muy temprano salió a trotar a Bustamante y me dijo que este es el lugar que le quedaba más cerca, y yo le dije que encantada.

—¿Pero no que venía en la noche? —pregunté un tanto sorprendido—. Uff, bueno, veré qué puedo hacer mientras lo atiendes.

—Pero si cocinas muy bien amor, algo se te ocurrirá, jaja —respondió ella con una gran sonrisa, dándome un beso en la mejilla.

Mientras Sofía se duchaba y arreglaba, yo tomé su celular, que estaba en la mesa de la cocina, para ver lo que le había dicho a Ignacio. El mensaje decía "vendras ahora después de hacer ejercicio? jaja parece q recuerdas mi debilidad x el sudor x3". Dejé el aparato donde estaba y comencé a improvisar una lasaña que, con el paso de los minutos, me di cuenta que estaba formidable.

Ya eran las 12:30. Sofía apareció en el umbral de la cocina vestida bastante parecido al día anterior, pero más puta, si eso cabía, acentuando el rojo de sus labios y uñas de pies y manos y lo corto de su mini, además de unos tacones rojos altísimos.

—¿Cómo me veo amor? —me preguntó, torciendo un poco la cadera y mirándome con una sonrisa avasalladora.

—Me dan ganas de joderte, ¿con eso te lo digo todo? —respondí embobado al ver cómo lucía su escote gigante y su culo gordo, y con intención de acercarme a ella.

—Pero puedes saciar tu calentura viendo porno, amor. Y no te acerques mucho más, porque si dejo que me beses como puberto baboso se me correrá el rouge y me dejarás asquerosa. Si te interesa tanto pajearte prende la cámara de video y tendrás para rato jaja.

—¡Pero si el Ignacio llegará todo sudado de trotar, ni se dará cuenta! Por favor, solo un besito.

—Amor, no quiero ser repetitiva ni pesada, por fa. Lo que sí te pediría es que vayas a buscar la cámara ahora, tengo una idea —respondió Sofía terminantemente.

Algo decepcionado por siquiera poder tocar a mi novia, corrí hacia el cuarto y busqué la cámara de video, volviendo inmediatamente. Sofía seguía en el umbral de la puerta, y me hizo grabarla mientras torcía las caderas, se agachaba mostrando el delgado hilo que cubría su vagina y dejaba ver gran parte de su ano, se chupaba los dedos, etc.; todo ello sin dejar de mirar a la cámara. En una ocasión se metió un dedo seco en la vagina y salió no húmedo, sino mojado, pegajoso. Su cara tenía un rubor poco usual. Estaba caliente y ansiosa, como nunca la había realmente conocido. "¿Pensaste alguna vez que serías director porno?", me preguntó en tono algo irónico ante mi silencio y excitación, siguiendo con sus juegos, hasta que sonó el timbre. La seguí con el lente de la cámara, que grababa cada segundo de aquel extraño momento, hasta la puerta. 

Apenas ésta se abrió, se alzó la imponente figura de Ignacio, seguida de un salto de Sofía hacia sus brazos y el cierre de la puerta por parte de él mientras ella se le aferraba. Todo sucedió muy rápido, pero ahí estaba yo, grabando al par, que en los primeros segundos parecían buenos amigos.

Ignacio llevaba una camiseta, unos short y zapatillas Adidas. Su pecho y piernas estaban completamente rasurados y un poco bronceados, y el sudor emanaba de su cuerpo abundantemente, de modo que su olor tardó poco en invadir el pequeño espacio del living-comedor. Si yo lo sentía tan fuerte, no imaginaba a mi novia, que tenía su cara enterrada en sus abdominales y sus manos acariciando la parte baja de su espalda.

Antes incluso de notarme, Ignacio, con sus manos enormes, agarró a Sofía por las nalgas y la levantó hasta que sus caras quedasen al mismo nivel con la misma facilidad con la cual yo levanto a un chihuahua. Ella, sin vacilar un solo segundo, pegó rápidamente sus labios a los de él, perdiéndose ambos en un beso profundo, esos en que las lenguas chocan, se mezclan y a veces se escapan sin control, para luego mirarse con pequeños jadeos. "Esto me recuerda tanto al verano del 2009... ¿te acuerdas?", le preguntó ella mientras lo miraba sin parpadear. Yo solo observaba cómo las manos de Ignacio se enterraban en el culo gordo de mi novia y lo magreaban sin parar, e inconscientemente enfocaba ese punto con la cámara, hasta que me daba cuenta qué estaba haciendo.

Cuando por fin Ignacio dejó a Sofía de pie, se acercó a mí, siempre llevándola por la cintura, y me saludó preguntándome cómo estaba el "anfitrión", aplastándome de paso la mano. Yo le respondí un "bien" algo frío y ella le pidió que pasara a sentarse al sofá y a mí que fuera más "buena onda" con él mientras iba por un vaso de limonada. Mientras el grandulón se acomodó, yo dejé a petición de ella la cámara, enfocándolo en un rincón de la sala, y luego me senté en un sillón cercano.

Hubo un momento de silencio algo incómodo, que fue interrumpido por Sofía de inmediato. "Pídenos lo que sea, de verdad... ¿quieres comer ya? ¿Está todo bien?", le preguntó ella preocupada y servicial mientras él vaciaba con rapidez el vaso. El único gesto que hizo fue abrir un poco su brazo desocupado, a lo que ella entendió que debía acomodarse a su lado. Una vez sentada y aprisionada por uno de los fibrosos brazos de su compañero, él comenzó a acariciarla levemente, partiendo por sus hombros desnudos y terminando en sus muslos, que tocó y apretó a su gusto mientras ella sonreía de forma coqueta. Yo, sentado, seguía observando mientras mi pene gritaba por salir, disimulando tanto mi calentura como mi incomodidad.

—Oye —me dijo de repente Ignacio—. Mientras me entretengo un rato con tu polola, ¿me puedes sacar las zapatillas y calcetines? Que me molestan mucho.

—Ok —le respondí, acercándome de a poco a sus pies, que estaban apoyados en un pequeño banco frente al sofá.

A medida que me fui acercando, noté que el tono autoritario de Ignacio, su sudor y su cuerpo estaban sobreexcitando a Sofía, que ya comenzaba a besar su pecho y a pasarle la lengua de a poco, lamiendo y relamiéndose con su sudor mientras le subía la camiseta. Sus pequeñas manos amasaban con lujuria su duro abdomen mientras su boca se fundía con la de su amante, para después besar y lamer su pecho, tetillas, axilas... ensuciando todo lo que con tanto esmero se arregló hacía un momento. La cámara seguía grabando todos los segundos de aquella pareja fogosa mientras yo, que ya estaba a pies de Ignacio, comencé a sacarle las enormes zapatillas y a sentir el fétido olor que emanaba de sus calcetines. En el momento en que agarré tímidamente la punta empapada de uno de ellos, miré a Sofía y vi una de sus grandes tetas agarrada por la mano de su compañero, que apenas alcanzaba a cubrirla. Jugaba con uno de sus pezones —que yo normalmente no puedo ni tocar— insistentemente, sacándole gemidos cada vez más intensos. Yo me paralicé viendo eso y olvidé mi tarea.

—¡Ya pues! ¿qué te pedí? ¡Sácamelos rápido maricón! —ordenó Ignacio, golpeándome la cara con su planta mientras hundía la suya entre las tetas de mi novia.

Me costó sacar los calcetines por lo pegados que estaban al sus pies, y cuando por fin lo logré él siguió molestándome, golpeándome la cara con sus pies húmedos de sudor mientras se comía las tetas de Sofía, que ya estaba desnuda de arriba. De pronto, escuché un gran gemido: mi novia ya estaba acariciando su verga y al comprobar nuevamente su tamaño comenzó a sentir escalofríos de placer.

—¿Me lo quieres sacar ya, Sofí linda? —le preguntó él mientras la agarraba del pelo—. Sácalo y empieza a pajearme... muéstrale a tu pololo cuánto te gusta el pico de tu ex.

—S... sí... —respondió ella jadeante—. Tenemos que consentir mucho a Ignacio... él es la visita más especial... hazle caso en todo... —seguía, mientras bajaba sus pantalones y bóxer de una vez, revelando de a poco el pene más grueso que podría imaginar en mi vida, quizás similar a algunos de nuestra lista de "favoritos" del porno, que Sofía me hacía ver mientras la masturbaba. El solo hecho de pensar en estar cerca de ese garrote moreno, con una cabeza gorda y acorde al grosor del tronco y que emanaba un olor que mezclaba sudor y semen, me ponía mal, y me hacía querer la posición de Sofía con más ganas que nunca, sabiendo que eso no sería posible.

—Y por fa, antes de empezar a mamármelo, dile a Jorgito que me chupe el dedo gordo del pie, que lo chupe con ganas —agregó Ignacio.

—Ya lo escuchaste, amor —respondió mi novia—. No me dejes en vergüenza y haz lo que te dice Ignacio.

Sin replicar nada, pero tampoco sin perder de vista a Sofía, me metí uno de los enormes dedos de su amigo en la boca y comencé a chupar tímidamente hasta que él me dijo "chúpalo como maraca, como si chuparas un pico". Parece que ese deseo de dominación era muy excitante para él, porque en aquel momento mi novia estaba lamiendo un auténtico mástil erecto, una verga que no podía estar más dura, mientras yo me metía ese grueso y largo dedo a la boca y lo lamía de la misma forma que ella, relamiéndome mientras miraba su mástil erecto.

La verdad es que ver a mi novia en ese momento chupar un pene y unas bolas tan grandes con tantas ganas solo me hacía ver los pies de Ignacios como dos grandes vergas que, obligado, tenía que lamer. Bajo sus órdenes, comencé a remplazar el sudor de sus plantas y dedos por mi saliva, mientras Sofía hacía lo mismo con su pene. En la posición en la que estaba, podía sentir cómo él se estremecía cuando su glande llegaba a la garganta de ella, que se dilataba de esa manera solo para recibir esa enorme cabeza. Parecía además tener un fetiche especial con sus bolas, que se metía a la boca y chupaba alternadamente mientras le hacía el mejor sexo oral de su vida.

Pasaron varios minutos de ser literalmente pisoteado por el amante de mi novia para que todo ello se detuviera.

—Uff, maraca de mierda, mejor dejemos la chupada hasta acá o harás que me corra con lo inspirada que estás, y esa no es la idea, ¿o sí? —dijo Ignacio jadeante y un tanto risueño—. Ahora hay que retomar nuestra rutina de ejercicios que dejamos botada hace años, jajaja, ¡ves que me acuerdo de lo que me preguntaste hace rato! Mira, ahora son... las 1:25... calculo que como a las 4:30 estaremos listos, aprox., ¿qué crees tú? —preguntó Ignacio con ademán de personal trainer.

—Lo que tú me digas, en serio, todo me parece bien viniendo de ti... —respondió una embobada Sofía.

—Dile a tu pololito que nos guíe a la pieza entonces, para ensuciársela un poco, jajaja —respondió con risas.

—Ya sabes Jorge, muévete —me dijo Sofía por inercia mientras terminaba de desnudar por completo a su amigo.

Así, Ignacio volvía a levantar a Sofía, de esta vez él completamente desnudo y con su verga apuntando hacia el cielo y ella solo con las ligas y los tacones rojos, y yo simplemente caminaba hacia la pieza mientras escuchaba detrás sus juegos de saliva. En el camino, Ignacio alcanzó a hacer un pequeño juego para molestarme: mientras íbamos caminando por el pasillo, él le metió uno de sus dedos, casi tan gruesos como mi pene, en la vagina y le dio un orgasmo en cosa de segundos, haciéndola gritar de forma desesperada.

Llegando a la pieza, él me dijo lo siguiente:

—Ya, maricón, ahora vas a aguantarte el peso de la cámara porque tendrás que filmar como por dos horas mientras me culeo a tu polola. Trata de filmar bien todos los ángulos para que después podamos ver un buen video —dijo él en su tono habitual—. Puedes hacer una última cosa antes de esto... si quieres le das un besito a tu polola.

—¿Por qué me haces esto? Yo ahora solo te quiero a ti —replicó Sofía.

—Déjalo, no seamos tan malos, si imagínate todo lo que tendrá que soportar después —concluyó Ignacio.

Me acerqué entonces a Sofía un tanto desesperado, planeando liberar algo de tensión sexual en ese beso. La miré a los ojos y ella me dijo "el Ignacio nunca dejaría que le chupes el pico, no es un maricón como tú. Pero si me besas vas a sentir algo parecido", y pegó su boca a la mía, haciéndome sentir todo el sabor a líquido preseminal y sudor que tenía el pene de su amante. Me tuvo unos segundos así, y luego me soltó bruscamente. "Ahora vuelve a tu lugar y graba bien".

Dicho esto, Ignacio me apartó con su brazo haciéndome perder el equilibrio y casi caer al suelo, y comenzó a besar con pasión a Sofía mientras ambos se acostaban lentamente en la cama. Mi rol desde ese momento era únicamente el de grabar, pero recordé con temor que ya no quedaban preservativos en la casa: hace mucho tiempo que no me acostaba con mi novia y ella no usaba ningún tipo de método anticonceptivo. Con un nudo en la garganta, se lo dije tímidamente.

—Mira, aunque hubiera un puto condón acá, ¿tú crees que Ignacio usa condones normales como los tuyos? —me preguntó con desprecio mientras masturbaba el duro y mojado pene de Ignacio.— La única vez en la vida que he usado condón es contigo, tu mierda de pico nunca me ha penetrado sin eso —agregó—. El Igna me follará sin nada y se correrá afuera para que Jorgito no se preocupe, ¿cierto lindo? —le preguntó a su pareja.

—Claro... ojalá me acuerde de eso en todo caso, jajaja —dijo con abundante risa.

—No te preocupes, tonto, a ti te perdono lo que sea —respondió finalmente Sofía.

Dicho todo esto, y ante mi impotencia, Sofía e Ignacio se dieron el gran beso previo a la penetración. Sus pequeñas risas, su saliva y sus lenguas, el roce de sus pieles, sus susurros, sus caricias genitales; todo eso lo escuchaba, veía y grababa en aquel momento, aplicando zoom en donde me parecía, enfocando distintos puntos. Era lo único que podía controlar yo, en cualquier caso. 

Ignacio comenzaría abajo, apuntando su espada hacia el techo, y Sofía arriba, con su vagina a centímetros del garrote que tanto deseaba.

—¿Estás lista para las sentadillas, amor? —le preguntó Ignacio —. ¡Recuerda que el el sexo es la mejor forma de hacer ejercicio!

—¡Ay, imbécil, me dijiste amor! ¡Eso sí que lo había olvidado! —respondió sonrojada y jadeante Sofía—. ¡Estoy tan mojada que entraré al tiro! —agregó, soltando el peso de su cuerpo sobre el pene de su amante.

Me encargué de enfocar bien ese momento: la verga de Ignacio abriéndose paso de una sola vez y rápidamente en la vagina de Sofía, dejando ver únicamente sus bolas. Su grito fue monumental y yo apenas podía creerlo; pero era cierto, tal hazaña solo fue posible porque la vagina de Sofía era en realidad un chorro de lubricante en aquel momento. Lo que solo parecía dolor en un primer momento cambió a medida que mi novia comenzó a hacer el ejercicio, que parecía conocer a la perfección pese a que no lo practicaba en años. Ahora todo lo que sentía Sofía era placer.

—¡Mierda, mierda, mierdaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! —gritó mientras su vagina se comía la verga de Ignacio—. ¡Por qué mierda tienes el pico taaaaan ricoooo, me voy a correer!

Llevaban unos treinta segundos y mi novia ya estaba al borde del orgasmo. Su poca resistencia física hizo que pronto dejara de mover las piernas para dejarle todo el trabajo a Ignacio, que era su especialidad. En ese momento aprendí que la clave para que una mujer tenga orgasmos sin siquiera tocarse el clítoris es, además de tener una buena herramienta, hacer lo que hizo él en ese momento: penetrarla con rapidez y un movimiento amplio. Desde luego, cuando yo penetraba a Sofía casi no podía moverme porque la verga se me salía, mientras que la de Ignacio parecía no terminar nunca.

—¡¡¡Ah... ah... maricón, tu pico me llega hasta el útero, me choca tan rico, mierda, mierda, mierdaaaaa me corrooooo!!! —gritó Sofía mientras se corría por segunda vez aquel día, contrayéndose muchas veces con Ignacio dentro, que sabía perfectamente cómo llevar el ritmo de su mástil para continuar follándosela.

—¡Agárrate fuerte maraca, que te de daré varios más! —le grito él.

Después de ese segundo orgasmo, Sofía se puso en cuatro y se agarró del respaldo de la cama e Ignacio comenzó a embestirla con furia. Grabé esa escena desde arriba para destacar lo ancho que se veía su pene mientras la follaba.

—¡Ahhhhhhhhh amor, solo tu pico me deja así, es taaan gruesoooooooo por favor no pares! —imploraba Sofía.

Pero la última intención de Ignacio era parar. Mientras le metía el sólido garrote, uno de sus dedos comenzó a hurgar en su culo, ya usado antes por él y nunca por mí.

—¡Tu zorra se siente tan bien, Sofi! No me culpes si me corro dentro, ¡de verdad! —añadió muy excitado Ignacio.

—¡No te vas a correr ahora mierda, dame más orgasmoooos! —rogó mi novia.

Y cuando ella le decía eso, él solo aumentaba el ritmo y lograba las contracciones que tanto deseaba ella, haciéndola gritar y estremecerse de placer mientras era penetrada sin tener un solo respiro. Fue, de hecho, en su cuarto orgasmo, que yo me corrí sin siquiera tocarme, manchando toda mi ropa interior y obligándome a ver y seguir grabando a la pareja, rompiendo mi escepticismo: una verga con experiencia podía no solo mantenerse erecta incansablemente, sino que también aguantar magistralmente la eyaculación. 

El rato que siguió, Ignacio siguió dominando a mi novia como quiso, dejándome sorprendido de su fuerza y resistencia. Aún podía, mientras grababa todas esas escenas, saborear la derrota; el sabor de sus pies y su sudor en mi boca, la tortura que tan bajo me hizo caer y tanto me empalmó hacía un rato. Parece que él se dio cuenta de ello, especialmente porque al acercarme a grabar algunas imágenes que nunca olvidaría (como la vagina abierta de Sofía cuando él sacaba su verga grueso por unos segundos), lo hacía inconscientemente a sus pies y a veces a los de ella, quizás como única forma de intentar participar en el coito, hasta que finalmente el semental me concedió una gracia.

—Ya maricón, si sé que te quedó gustando. Lámelos como quieres, lámeselos a tu polola también, pero si lo haces sigue grabando —me dijo, mientras ambos estaban en la misma posición que en un comienzo: él acostado boca arriba y moviendo sus caderas, penetrando sin parar a mi novia. 

Yo me acerqué a un costado de la cama y partí con los de Sofía, que se agitaban constantemente por las fuertes embestidas de su amante. Mientras lamía como estúpido sus plantas podía sentir algo de la energía de esa penetración, que para lograr otro orgasmo comenzó a hacerse más rápida. Pronto lo supe: sus pies se arrugaron, su cuerpo vibró; mi novia estaba teniendo su quinta corrida. Ellos continuaron inmediatamente con lo suyo mientras yo me aproximaba al otro extremo de la cama, donde estaban los pies de Ignacio, y comenzaba a lamerlos con la misma pasión mientras, con una mano, grababa su monumental pene apareciendo y desapareciendo dentro de mi novia. La cámara captaba cada segundo de cómo ese grueso tronco oscuro se deslizaba dentro y fuera, cómo el gran y blanco anillo de flujo vaginal y líquido preseminal se esparcía de a poco en su largo y ancho. Pasaron varios minutos más hasta que Ignacio volvió a exigir.

—Apóyate en la ventana, ¡apoya tus manos ahí y grita como perra, como puta! —le ordenó Ignacio a Sofía después de pasada ya una hora y media.

—¡Aaay eso dime puta, por fa, sigue diciéndome puta, que ahora solo soy eso, solo sirvo para eso! —respondió ella.

El cuerpo de mi novia parecía solo responder a estímulos sexuales, como si obedeciera y se corriera por la inercia de la penetración; después de todo, hacía mucho que no sentía tanto placer físico. Apoyadas una de sus manos en la ventana y otra en la pared, subió una de sus gruesas piernas al velador y comenzó a recibir las estocadas de Ignacio por debajo, que embestía como animal enjaulado, que golpeaba la entrada de su útero con el glande mientras adecuaba su vagina al grosor de la verga. Las tetas enormes de ella rebotaban morbosamente excepto cuando las dos manos de su amante las agarraban, y su culo gordo se agitaba sin parar. Pasaron solo unos pocos minutos así para que mi novia expresara sus auténticos deseos.

—¡¡Aaay, Ignacio... ah...  de verdad necesito que te corras dentro mío... no importa si me dejas embarazada, HAZLO!!

—¡Lo voy a hacer si tanto quieres, pero primero pórtate bien! —respondió Ignacio aumentando el ritmo de las estocadas . Ya escuchaste, ¿no imbécil? —dirigiéndose a mí—. El pendejo que salga de esta follada es tuyo, no mío, ¿queda claro? Y eso será solo culpa de tu polola maraca, que quiere toda mi leche dentro —dijo, aumentando más aún el ritmo y deshaciendo a mi novia en el suelo con un sexto orgasmo.

Esto último me dejó mal, tan mal que me corrí de inmediato y después tuve que salir de la habitación, dejando la cámara encendida... podría buscarla después de que ellos terminaran, después de todo. "¡Deja la puerta cerrada!", alcancé a escuchar por parte de mi corneador. 

Mi insignificancia se hizo notar; no solo no me dijeron nada más al salir sino que mi novia siguió gritando con igual intensidad dentro de la habitación, permitiéndome notar todos los orgasmos que siguió teniendo hasta la hora acordada por Ignacio. Me paseaba por el pasillo con el pene durísimo después de haberme corrido dos veces, y ya me hallaba masturbándome nuevamente al escucharlos follar, al escuchar a Sofía recibir el mayor placer de su vida en esa habitación y en esa casa que tanto sudor y sangre me costó obtener, y que aún seguía pagando.

Cuando ya se acercaba la hora, me vi impulsado a volver a la pieza; tenía que ver cómo acababa Ignacio. Había escuchado un total de cuatro orgasmos más de Sofía desde que salí, resultando un total de diez sin contar si ella se había corrido sin gritar alguna vez. Cuando entré, se estaban levantando de la cama sudados y dispuestos a darle fin a todo de una vez. Ignacio dirigió a Sofía a la pared y se miraron, apretujados, mientras él la penetraba por delante, mezclándose en un gran beso. Con la cámara los filmé de perfil: un perfil perfecto, mi novia baja, tetona, caliente; su amante alto, musculoso, penetrándola contra la pared y dejándola apenas respirar. 

—Sofi... —le dijo jadeando—... Me voy a correr... prepárate... iré muy rápido —le advirtió.

—Cuando lo hagas... —le dijo ella, sonriendo—... asegúrate que tu cabeza llegue hasta el final, que toque fondo... así puedes embarazarme más fácil... —respondió sin medir ni un poco lo que decía.

Luego de ese consejo, Ignacio comenzó a aumentar la velocidad a un punto ridículo; la fricción que estaba haciendo dentro de su vagina, aún mojada, la hizo poner los ojos en blanco y preparar su onceavo orgasmo. Tras un grito mudo, Ignacio detuvo su verga en la entrada de su útero, acariciándole el fondo, y explotó en una gran eyaculación dentro de Sofía, mientras ella gritaba de placer, se estremecía y apoyaba la cara en su pecho. Mi novia temblaba, lloraba y sudaba sin parar mientras el semen comenzaba a correr hacia abajo copiosamente, ensuciando de inmediato la alfombra y rodeando su enorme verga, aún dura. Yo, que hacía un rato ya había sacado mi pene y me masturbaba frente a ellos, me corrí por tercera vez.

Sofía se desplomó en el suelo e Ignacio la recogió, dejándola en la cama. Ante una señal de él, apagué la cámara y volví a la cocina para terminar el plato que había comenzado a hacer hace horas, mientras él la abrazaba, besaba y acariciaba. Conversaban de la follada y rememoraban cosas de años atrás, ella apoyaba su cabeza en el pecho firme de él y acariciaba sus abdominales. Finalmente, se quedó dormida. Le di una gran porción de lasaña a Ignacio, que se trasladó pronto a la cocina con estómago rugiendo, y luego me fui a mi escritorio, al fondo del pasillo, algo apartado. Traspasé el video completo a mi laptop, me puse los audífonos y comencé a verlo un poco y a masturbarme obsesivamente mientras Ignacio ya volvía a nuestra habitación a dormir con Sofía. El resto de aquél día fue lo pasé en esa habitación. Por los ruidos de la casa, asumí que a eso de las 8pm ambos despertaron y comenzaron a acariciarse de inmediato. 

El único motivo por el que volví unos minutos a la habitación fue para reproducir el video en la tele, ya que al parecer ambos tenían la fantasía de verlo mientras volvían a follar. A su petición, y viendo cómo se daban los primeros besos con lengua, subí el volumen y comencé a escuchar los sonidos de la televisión y al mismo tiempo los de ellos, como una suerte de eco de la follada anterior. Salí de la habitación y me senté un rato al medio del pasillo, masturbándome compulsivamente hasta quedar seco y volviendo a mi escritorio para, luego de unos minutos comenzar de nuevo a hacerlo, de esta vez masturbándome chupando un vibrador que le había comprado hacía un tiempo a mi Sofía. Solo hacia las 3am pude concentrarme y planificar un par de horas unos asuntos de relativos a mi trabajo antes de caer como saco de patatas en el sofá del living.

Ignacio recién se iría el lunes de la casa, día en que los tres teníamos que trabajar. No sabía cuándo volvería, pero sabía que mi novia no podría esperar mucho tiempo. Después de todo, ella recuperaba de esa forma la única vida sexual que la llenó por completo en su vida, y yo cumplía la fantasía que tan morbosamente había recreado siempre en mi mente pero que nunca pensé cumplir. 

Hoy en día, el bebé que cargo en los brazos, resultado de su primer encuentro, parece estar creciendo sano en un hogar aparentemente normal, adoptándome a mí como figura paterna tanto emocional como legalmente. A ruego de mi novia, lo llamamos Ignacio. Sofía, por su parte, sigue teniendo encuentros con Ignacio, ya no tanto dentro de la casa por la dificultad que significa el bebé, y ha experimentado otras cosas que podrían ser parte de uno o más próximos relatos.

FIN