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Academia masturbatoria : Segunda Sesión

en Autosatisfacción

Volvía a recorrer la sala y repasé mentalmente todo lo que necesitaba para la sesión de hoy. Veamos…-Me dije- Mesa baja con patas cilíndricas de metal, mesa alta de doble cristal con dos cojines, espejo perfectamente situado junto a algunos almohadones que el que se mira en él puede verse a sí mismo pero detrás de él también puede ser visto y sofá con respaldos firmes y posa brazos amplios….Sí…creo que todo está listo.- Sonreí y pensé – Valeria, tú siempre tan perfeccionista….-¿Pero quién no lo es? Y más cuando se trata de darse placer a una misma.

Eran las seis y media de la tarde y mis alumnas estaban a punto de entrar en la academia. Me precipité rápidamente a los vestuarios femeninos y revisé que las taquillas de mis chicas estaban provistas del conjunto de ropa interior del día: sujetador y braguitas rosas (estas últimas con una abertura, que en ese instante estaba cerrada con un botón, justo en la zona de su agujerito). Sonreí para mis adentros al imaginarme la sensación que les invadiría en el momento de ponerse la prenda. Ese botón frío y de metal les rozaría su montecito más preciado y no podrían evitar contraerse, tal y como me había ocurrido a mi hacía exactamente 30 minutos en frente de César. Éste, al ver mi reacción, se había acercado a mí con paso decidido y me arrancó la abertura dejando al descubierto mi ya húmedo chochito. Sin decirme ni una palabra y completamente decidido, me colocó sobre el borde de la mesa de la oficina y me lamió mi rajita, de arriba abajo y de lado a lado. No paró de dar tregua a mi chochito y de decirme lo sexy e inigualable que era – ¿Sabes? – Me decía entre lametón y lametón – A pesar de tener esta academia y de ver a tus alumnas, no hay ninguna que me excité como tú – Otra lametada – Ninguna – Colocó su lengua en mi agujerito e trazó varios círculos – Por eso y por mucho más espero tenerte siempre conmigo – Lametada al tiempo que colocaba mis piernas sobre su cuello y acercaba su boca y cabeza a mi conejito más, si es que eso era posible. Comenzó a lamerme, a mirarme y a hablarme muy eróticamente hasta que acabé con una gran explosión de fluídos y gritos que inundó la academia. Afortunadamente estábamos solos. Como os comenté anteriormente, César y yo llevamos juntos 4 años y cada día estamos más y más enamorados. Ese enamoramiento no nos ha hecho caer en la rutina, al contrario. Hemos perdido las vergüenzas y juntos exploramos más y más el sexo para darnos placer mutuamente.  Solo al recordar esto comencé a excitarme de nuevo. Me regañé – Basta, siempre te pasa lo mismo Valeria – me dije para mi misma.

Volví a entrar al salón con la intención de recibir a mis chicas en pocos minutos. Por fin, entraron. Lidia y Carmen, las menos tímidas entraron las primeras. Pude notar perfectamente el cambio entre el día anterior a este. Hoy estaban mas relajadas, más seguras de sí mismas. Nada más entrar, les indiqué con un gesto en la mano que se parasen. Por supuesto obedecieron. Me acerqué a ellas, les sonreí perversamente y al igual que César había hecho conmigo, les arranqué la abertura de las bragas, la cual mostraba su caliente cueva. Pude ver perfectamente como la sorpresa dejaba pasar a la excitación en sus rostros. No dijeron palabras. Me sentí halagada. Sabía que confiaban plenamente en mí. Con otro geste les indiqué que se mantuvieran en silencio.

Las últimas en entrar fueron Rafaela, Carlota y Sandra, el grupo de las más tímidas. Con un poco de tacto y sabiendo que si les arrancaba bruscamente su abertura de las braguitas se quedarían un poco cohibidas, les dije:

-      ¿Veís lo que he hecho con vuestras compañeras? ¿Podéis ver como asoman su clítoris? Voy a dejar los vuestros al descubierto solo si os habéis excitado cuando el botón de la abertura os ha rozado placenteramente. Decid la verdad, ¿Quién se ha excitado?

Tras un breve silencio y miradas evasivas debido al pudor, las tres levantaron la mano.

-      Lo que me temía, sois unas zorritas que estáis deseando correros – Les dije con cariño mientras les guiñaba el ojo. Por fin sus clítoris asomaron ansiosos.– Muy bien chicas, lo que os tengo preparado para hoy es muy especial. Ayer fuisteis unas alumnas ejemplares y avanzamos muchísimo en el tema de la autosatisfacción. Espero que hayáis hecho bien los deberes porque hoy vamos a ir un poco más lejos – Pude ver como sonreían e incluso  se ruborizaban al recordar cómo probablemente practicaron la noche anterior en sus casas. – Por vuestra expresión deduzco que sí…Perfecto, así me gusta chicas. No olvidéis que si vosotras no sabéis lo que os gusta, nadie podrá adivinarlo por vosotras…Como iba diciendo, hoy vamos a vivir una experiencia basada en los sentidos….en lo que siente nuestro chochito.

En ese momento todas miraron alrededor y se preguntaron para que eran todas aquellas cosas: las mesas, el espejo, el sofá…

-      ¿Sabéis? … Me estoy empezando a calentar muchísimo y estoy deseando tocarme y meter los dedos dentro de mi chochito, pero me temo que primero os tengo que explicar qué vamos a hacer hoy. No os preocupéis  y por favor, dejad la vergüenza en el vestuario. Confiad en mi.

Agarré a Rafaela, una de las más tímidas y la conduje (seguida por las demás) a la mesa baja con patas de metal. Le indiqué que se sentara en el suelo de forma que una de las patas quedara entre sus piernas. Por su cara, el rubor de sus mejillas y el hecho de que se mordiera los labios pude comprobar que estaba ansiosa por saber qué le deparaba aquello. Todas nos sentamos en frente de ella de forma que podíamos ver su chochito y piernas.

-      Te voy a colocar este antifaz, para que  te evadas a cualquier lugar o fantasía que quieras. Quiero que te dejes llevar y que nos muestres lo que tu cuerpo te está pidiendo. No te cohíbas. No pienses que haces algo malo y sobre todo, disfruta.

Pulsé el  “play” del equipo reproductor que teníamos en la sala (el cual podía proyectar imágenes y sonido en las cuatro paredes de la sala) y comenzó a sonar música porno. Gemidos suaves, sensuales, voces sexys, de hombres y de mujeres, así como muchísimas palabras que se dicen durante el sexo, todo ello combinado con la música que hace que te excites, como en las películas porno.  Vi que Lidia y Carmen ya se estaban acomodando para ver el espectáculo que Rafaela les iba a ofrecer, y por ello, una copiando a la otra, se habían bajado el sujetador de tal modo que sus grandes pechos quedaron al descubierto. Las demás, se acariciaban disimuladamente las caderas y el comienzo de su vagina. Por supuesto, me las imaginé que deberían estar palpitantes, húmedas y ávidas de deseo. Como me gustaría verlas y darles placer- pensé.

Todas teníamos una visión de primera línea de lo que ocurría con los dedos juguetones de Rafaela. Primero comenzó acariciándose el cuello y después fue bajando poco a poco a sus pechos. Involuntariamente, fue abriendo sus piernas más y más. Después, dio paso a pellizcarse los pezones acompañando esta acción con unos gemidos que no podía controlar debido a su toqueteo y la música de fondo. Todas estábamos muy excitadas. De pronto, no tuvo pudor. Acercó su chochito a la pata de metal de la mesa, de forma que los labios vaginales rodeaban y acariciaban aquella pata cilíndrica y de grosor igual que una polla. Observamos su cara de placer y todas quisimos transportarnos a esa experiencia, sin embargo, yo tenía una experiencia diferente preparada para cada una de ellas. Rafaela comenzó a mover su coñito de arriba abajo. Deseaba más, quería rozarse entera. Solo ella sabe que se estaba imaginando en ese momento.

-      Así, así…ummm…por favor…más….-gemía al tiempo que se tumbaba, colocaba las piernas sobre la mesa y acercaba su húmedo chochito a aquella barra. Podíamos oír, ver y oler sus fluidos golpeando contra ese metal. No cesaba de moverse. Al igual que las otras. Éstas intentaban buscar un mínimo roce. Algo que les apaciguara el calor que inundaba sus coñitos. Pero no les dejé que se tocaran con los dedos, simplemente algún roce con el pie, o la pierna. Nada más. Quería que cuando se corrieran, lo hicieran bien alto, fuerte y glorioso. Por supuesto, sus rajitas y la mía no paraban de lubricarse. – Oh sí, así, fóllame, bien fuerte, acércate…Sí….!ah…

Rafaela, continuó abriendo y cerrando su chochito con las manos, y piernas, buscando nuevos placeres. Cuando esa postura no le satisfacía lo suficiente, probó otra nueva. Se puso a cuatro patas en el suelo, de tal forma que la pata de la mesa queda entre sus nalgas bien prietas. Si se movía de arriba abajo, la barra le acariciaba también su clítoris y su ano. De mientras, la respiración de las demás chicas comenzó a agitarse y me imploraban que por favor, hiciera algo con sus viciosos coñitos. Sin embargo, muy a mi pesar (ya que yo también deseaba darme un buen y merecido orgasmo) me tuve que contentar con la imagen que tenía delante: un culo y chocho lleno de fluidos que se iban distribuyendo por toda la pata de la mesa. – Quién fuera ella….- se me escapó. Sin embargo, pensé que una vez se fueran, iba a hacer las mismas prácticas que mi alumna Rafaela, que no paraba de gemir, gritar y restregarse.

-      Por Dios…que rico…que bien…ah ah, sí…sigue….AHH – continuaba Rafaela mientras que comenzó a frotarse frenéticamente el clítoris mientras que aquella barra cilíndrica seguía administrándole buenas dosis de placer….- Me voy a correr…me voy a correr…OH SÍ SÍ SÍ…FÓLLAME….UMMM….que gustito…así …así….ahhhhh…..

Rafaela seguía disfrutando de sus placenteras contracciones cuando me acerqué a ella, le acaricié su sensible vaginita y le susurré al oído: - Lo has hecho genial, tus compañeras están excitadísimas…estas deseosas de restregar su coño contra algo….- Rafaela comenzó a excitarse nueva mente recreándose con su imaginación sobre los húmedos y sabrosos coños de sus compañeras. – Ahora te sugiero que sigas experimentando, cuando te canses, y necesites nuevas diversiones, te invito a que veas cómo disfrutan tus compañeras…-

Vale…-jadeó Rafaela mientras se volvía a iniciar en la autosatisfacción.

-      Bueno chicas….como veo que vuestros coñitos hacen agua y que necesitáis apagar ese fuego que os abrasa las entrañas, no nos detendremos tanto tiempo en cada una de vosotras, ya que sino, estallaréis con solo imaginar que vuestro chochito recibe las mismas atenciones que los de la compañera que estéis mirando.

Conduje a  Carlota a frente al espejo. Las restantes, Lidia, Carmen y Sandra se situaron detrás del espejo. Carlota no sabía que sus compañeras iban a poder ver todos sus juegos y caricias que iba a dar a su húmedo coño.

-      Colócate así, frente al espejo. Ahora sube y apoya las piernas, una a cada lado, sobre el bloque de almohadones. Así…¿ves? – Le dije al tiempo que comencé a acariciar su ya húmedo y palpitante clítoris. Pude ver que su cara se contraía, al igual que su coño. Deseaba más. Se lo abrí, dejé expuestos sus labios y su clítoris, que no hacía otra cosa que aumentar su tamaño. También las dos nos centramos en esa viscosidad brillante, que emanaba de su agujerito. Acerqué mi dedo índice, y tras varios círculos, mi dedo estaba completamente impregnado de su ser. Estaba en su justo punto: espeso y jugoso. Lo distribuí a lo largo de su rajita, para que estuviera más empapada aún. Carlota no alejaba la vista de su conchita y estaba deseosa de hacerla correrse. Me puse de pie y me situé detrás del espejo. Lidia, Carmen y Sandra estaban prácticamente con las narices pegadas al espejo. Eran unas espectadoras ocultas que no podían controlar sus instintos y se estaban acariciando con la misma braguita, apretándola contra su clítoris.

-      Sois unas perversas….pero quién os puede culpar…yo misma no me he podido resistir a ese acogedor chochito…Carlota –dije elevando mi voz.

-       Um..-se oyó, un gimoteo procedente de ella.

-      Que sepas, que estamos admirando como te tocas, como te retuerces…como saboreas tu olor de los dedos….estamos en frente de ti pero tú no nos ves…

-      Ah…-fue lo único capaz de articular

-      Simplemente decirte que las bragas de tus compañeras están completamente empapadas de sus jugos…y están a punto de explotar. – Dije mientras acariciaba por detrás los coños de las tres.

-      Eso…me hace sentir…UMM..ahh…os gusta?

-      Sí…-dijeron al unísono.

-      Que sepáis que me voy a correr, pensando en vosotras….Dios….que bien…veis mi chochito? Solo quiero abrirlo más y más….- Con una mano se abrió los labios dejando al descubierto su inundada cueva. – Me encantaría tener una lengua ahí-…¿Veís? Ah….oh….

-      Venga chicas…ahora es vuestro turno….

Dejamos atrás a Carlota para que pudiera correrse bien a gusto. La observé mientras nos poníamos de pie, que no perdía detalle de su cuerpo, y más, de su adorado coñito hasta que explotó en un buen orgasmo. No dejó de acariciarse en ningún momento y volvió a la carga unos segundos después, insaciable.

Invité a subirse a Sandra a la mesa de cristal, de forma que se quedó medio incorporada, con las rodillas sobre la mesa, al igual que la postura que adopta la mujer en la postura del misionero.

-      Sandra, te voy a colocar este Ipod y voy a poner el volumen un poco fuerte. Es para que te concentres. Oirás el sonido de estas imágenes que voy a proyectar en la pared. Se trata de ti. Tenemos cámaras en este salón, que ayer grabaron tu sesión masturbatoria.  Vas a oírte y a verte a ti misma. Por supuesto, la demás que están en el salón también podrán ver las imágenes proyectadas en la pantalla. ¿Te parece bien?

-      Sí…- esa idea la excitó de inmediato.

Un instante después las imágenes de ayer de Sandra se estaban reproduciendo en toda la sala. Videos de ella gimiendo, primeros planos de su ano y su chocho, jugos vaginales, Sandra ruborizada…Sandra corriéndose…era como una película porno en la que ella era la protagonista. Estaba tan concentrada en el audio y en las imágenes que no se percató que yo, Lidia y Carmen estábamos debajo de la mesa  sin perder detalle de sus movimientos. Podíamos ver como se masturbaba, se metía los dedos (imitándose a ella misma el día anterior), como se restregaba contra el cristal de la mesa…como sus jugos caían sobre la misma…podíamos verlo todo. 

-      Vosotras dos – refiriéndome a Lidia y a Carmen – habéis sido muy buenas hoy. Y por eso, os voy a dar un premio por haber esperado más tiempo que las demás, pero no lo vais a disfrutar hasta el final. Colocaros tumbadas la una frente a la otra con los pies en alto y apoyándolos en los de la otra. Así…-dije mientras abría y expandía sus coños…- Um…que húmedos están…me encanta…estáis haciéndolo muy bien. Quedaros así un momento…

Regresé con un gran consolador. Lo iban a compartir, cada una por un extremo. Cuando me acerqué a ellas, estaban completamente anonadas con la visión que tenían por encima de sus cabezas (el caliente culito y chochito de Sandra que estaban completamente desbocados). Lidia y Carmen estaban casi tan cerca la una de la otra, que por un momento sus coños se juntaron e involuntariamente comenzaron a restregarse a la vez que dejaban escapar varios gemidos.

-      Chicas! – las regañé…aunque no pude evitar reírme…y sentir un poco de celos. – Separaros…Como sé que todas ansiáis una gran polla, a vosotras dos os voy a dar la oportunidad de sentir una. – Introduje el consolador en sus vaginas.

-      Oh Dios…- exclamó Lidia…- me encanta…que gusto….ahí ahí…

-      Oh…ah… sí…sigue….-jadeaba Carmen mirando a las vistas que tenía sobre su cabeza. Sandra ya iba  por su segundo orgasmo.   Y el consolador se estaba empapando de los jugos que salían por los chochitos de las dos.

Se mantuvieron así un rato, hasta que comenzaron a jadear más rápido y más fuerte. Casi no se veía ni rastro del consolador, ya que las dos querían más y más y este debía ser compartido por las dos por cada extremo. El consolador estaba completamente hundido en los coñitos de Carmen y Lidia.  Cuando ya no podían aguantar más las hice parar. No quería que se corrieran. Todavía no. Esto iba sobre sensaciones y querían que sintieran esa frustración, esas ganas incontenibles para que finalmente explotaran sin más ayuda que la de ellas mismas. Con mirada recelosa pero a la vez perdida de deseo (les acababa de privar de uno de los mayores placeres) me siguieron hasta el sofá.  Ordené a Lidia que se situara sobre el posa brazos. Que lo follara, básicamente. Mientras que Carmen se monto sobre uno de los respaldos, como si estuviera galopando a un hombre.

-      Ahora chicas, enseñadme lo que sabéis hacer con vuestros chochitos. Que se inunden de agua y de placer. Dejadlos libres. Regaladme un buen espectáculo.

Comenzaron a jadear y a moverse sin parar. Cada una estaba centrada en su propia fantasía sexual. No hacían más que moverse y restregarse. Su chocho y el sofá eran uno. Estaban tan mojadas que el mínimo roce hacía que se estremecieran. Carmen se pellizcaba las tetas mientras que Lidia abría su culo más y más. Lo quería todo.

Yo, ocupé mi lugar en mi sillón. Desde ahí pude observar todo. Orgasmos, palabras al aire, súplicas, jadeos y gemidos. Abrí muy bien mis piernas y comencé a masajear mi clítoris. Volviéndolo loco. Necesitaba introducirme algo, estaba a punto de explotar. Como no tenía nada a mi alcance, me tuve que contentar con mis dedos que aun así sirvieron. Estaba mojadísima. Arqueé la espalda y comencé a dar pequeños saltitos cogiendo el impulso gracias a mis piernas que descansaban sobre el apoya brazos del sillón. Concentré mi vista en esos deliciosos y húmedos labios vaginales de Carmen y Lidia que estaban contrayéndose a causa del gran orgasmo que acababan de tener. Con esa imagen, las tetas de Carmen, el culo en pompa de Lidia, los ruidos vaginales, y jadeosy sabiendo que César no me quitaría el ojo a través del cristal, fui cabalgando hacia un orgasmo que captó la atención de mis alumnas y me dejó completamente exhausta y satisfecha.