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Virginia y David

en Sexo Oral

                                                                                 VIRGINIA Y DAVID (1)

Llevaban tiempo besándose y acariciándose con ternura, como lo que eran, dos adolescentes que acabaran de descubrir el amor que creían verdadero. Ella era más bien baja, con un precioso pelo negro como el azabache y unos ojos oscuros como el carbón. Sus pechos eran más bien pequeños, propios de sus 14 primaveras. Él era de la misma edad, bastante más alto y también moreno. Jugaba al futbol desde los 5 años, con lo que se cuidaba físicamente y estaba relativamente fuerte para su edad. Eran compañeros de clase,  y se conocían desde parvulitos. De hecho, los padres de ambos, si bien no se podía decir que fueran amigos,  sí que manteían una buena relación fruto de las reuniones escolares surgidas a lo largo de los años.

Lógicamente, a esa edad ninguno tenía experiencia sexual. Ella hacía apenas un año que había tenido su primera regla, y solamente le preocupaban sus estudios, fruto de un padre duro y exigente. Él, en cambio, quería llegar a ser futbolista algún día, y aunque no descuidaba los estudios, tampoco destacaba sobremanera. Ella se consideraba aún muy joven y no deseaba perder la virginidad todavía. Pero quería querer y sentirse querida, besar y ser besada, abrazar y ser abrazada, mas sabía que los chicos no se conformaban únicamente con eso. Y lo sabía por su hermana mayor, que contaba con 17 años, tres más que ella. Cuando Marta había perdido la virginidad, a los 16, había respondido a las preguntas de Virginia. Y le había contado cómo eran los chicos en la cama, qué buscaban, qué querían, y, sobre todo, qué no querían. Y por ella sabía que tenían fijación por los pechos de las chicas, y también que harían cualquier cosa porque ellas se metieran el pene en la boca. Virginia había realizado una mueca de asco ante tal idea. Le contó que el sexo era reciprocidad; tú me das, yo te doy, como debiera ser en muchas circunstancias de la vida.

Dejó de pensar en su hermana mayor en cuanto sintió la temblorosa mano de David acariciándole un pecho por encima de la ropa mientras seguían besándose. Por un momento se le pasó por la cabeza retirarla pero se dejó hacer. La mano de él era algo brusca pero la sensación era ligeramente agradable. Le delató que sus pezones se irguieron cuando la mano se centró en el pezón, dándole pequeño pellizcos. Al ver que ella no oponía resistencia a sus caricias, David comenzó a desabrocharle la blusa, dejando ver un pequeño sujetador blanco. Ella le garró del cuello y siguió besándole, excitada, mientras él terminaba de quitarle la blusa y comenzaba a hacer lo propio con el sujetador. Al notarlo, ella se irguió y se separó de él, algo confusa. Él enrojeció ligeramente, como avergonzado por su atrevimiento o sorprendido ante su reacción.

-          Perdona, Virginia, pensaba que…

Ella no dijo nada, y tras mirarlo con ternura unos instantes, esbozó una ligera sonrisa mientras procedía a desabrocharse el sujetador

Cuando hubo terminado, no apartó la vista de los ojos de él, quien a su vez temblaba de excitación ante la visión de esos pequeños y blancos pechos, coronados por dos pezones rosados y erguidos.

-          ¿Te gustan? Fue la pregunta nerviosa de ella

-          Oh, Dios. Acercó una mano que se detuvo a medio camino, dubitativo al recordar la reacción previa de Virginia. La miró, expectante

Ella asintió con la cabeza. Sinn perder más tiempo él abarcó un pecho con cada mano, pero lo hizo con suavidad. Cerró los ojos, a la par que ella, disfrutando de su textura y acariciando sus pezones con el pulgar, excitado a más no poder y con la respiración entrecortada.

Ella emitió unos suaves gemidos. La sensación era agradable y notó la excitación de él. Volvió a recordar las palabras de su hermana acerca de lo mucho que les gustaban a los chicos los senos femeninos

Él estaba disfrutando mucho, pero quería dar el siguiente paso, que era cambiar las manos por la boca. Sin embargo, pese a sus enormes ganas, no se atrevía

-          Son… preciosos, Virgi, acertó a balbucir, nervioso. Y entonces cogió ánimo. ¿Puedo…?

Ella, que había permanecido con los ojos  cerrados desde que él comenzara a acariciarle, los abrió repentinamente. Sabía, por su hermana, qué quería hacer él. Marta le había dicho que era una sensación bastante agradable (aunque no tanto como cuando te besan “ahí abajo”), pero que realmente eran casi los chicos los que disfrutaban más al hacerlo. Así, se limitó a sonreír a David. A él le sobrevino un escalofrío de placer al saber que tenía libertad para besar y chupar aquellos hermosos y suaves pechos, y no se hizo de rogar. Intentando disimular su tremenda excitación, acercó su boca al erguido pezón derecho de ella, y sin más dilación, cerró los labios sobre él succionando fuertemente, como si le fuera la vida en ello. Sabía que lo hacía torpemente, pero ambos eran conscientes de la inexperiencia sexual que ambos atesoraban. Ya habría tiempo para perfeccionar las formas. Sólo querían descubrir. Ella soltó un fuerte gemido de satisfacción  y él un gruñido de igual sentimiento. Virginia acarició cariñosamente la cabeza de él, y le dio un beso en la nuca, mientras él no paraba de chupar, completamente excitado

Se sentía extasiado de su sabor. Sabía por su amigo Arturo que resultaba muy excitante chupar los pechos de una chica, pero no pensaba que fuera tanto. No podía dejar de chupar ese sabroso pezón, algo salado, pero lo dejó para centrase también en el otro, quien pedía el mismo trato. Escuchaba a la joven Virginia emitir pequeños gemidos de satisfacción, de placer, lo que le excitó aún más ya de lo mucho que estaba. Podría seguir así durante horas y horas, estaba convencido

Virginia estaba disfrutando mucho de su primer escarceo sexual. Dios santo. Le encantaba lo que David le estaba haciendo y notaba, tal y como su sabia hermana le había contado, que él también estaba disfrutando mucho. Chupaba con ansiedad, con ganas, como si no hubiera un mañana y gemía entrecortadamente a la vez que ella. Le recorrió un escalofrío al recordar a Marta diciéndole que cuando te lo hacían “ahí abajo” era cuando realmente una chica veía las estrellas. ¿Cómo sería entonces, si era mejor que lo que le estaban haciendo ahora?  ¿El paraíso en la tierra? Él iba alternando succiones en los dos pechos, que estaban erguidos de manera ostentosa, desafiantes y llenos de la saliva dejada por el muchacho. Al cabo de unos minutos, y viendo que él no tenía intención de parar, ella le levantó la cabeza de su pecho y observó su cara, plena de excitación. La contempló unos instantes, mientras él hacía fuerza para volver a bajarla y seguir alimentándose de ella.

-          No. Ya es suficiente, David, le dijo con ternura. Ya tendremos más tiempo. Pero me ha encantado lo que me has hecho. Y sé que a ti también, lo cual me halaga.

Él se sintió complacido al escuchar esto y volvió a besarla en la boca. Embravecido ante sus palabras, le desabotonó, sin amago de duda esta vez, el pantalón. Ella le ayudó con un movimiento y enseguida estuvo en ropa interior delante de él. Acercó su nariz a la entrepierna de ella y observó complacido como las bragas estaban humedecidas, fruto sin duda de su buen hacer reciente. Rozó su sexo con la nariz y entreabrió su boca al pasarla por la zona, como haciendo entrever a la chica lo que le esperaba. Hacía apenas unos minutos se sentía un pardillo sin experiencia sexual, y aunque seguía considerándose como tal, se sentía eufórico y pletórico de confianza. Deseaba lamer el sexo de ella tal cual había hecho con sus pechos, y no le cabía la menor duda de que ella le permitiría un acto tan íntimo. Al contrario que con los pechos, no sabía si le gustaría hacerle eso, pero desde luego no se sorprendió al descubrir que tenía muchísimas ganas de probarlo. Procedió a bajarle las bragas sin que ella pusiera la más mínima resistencia, y él, nuevamente excitado, sacó mecánicamente la lengua para dar un rápido lametón de prueba a esa rosada y prácticamente rasurada vagina virgen. Ella emitió un breve pero intenso grito al sentir su lengua, y mecánicamente abrió las piernas a la vez que subía su pubis para acercarlo a la boca de él, que esperaba tenso, expectante. De manera hábil, ocupó toda su vagina con la boca, a la par que sacaba su lengua y procedía a lamer con ansia y hambre todo lo que encontraba a su paso.  Virginia no pudo contenerse más y comenzó a gemir fuertemente,  con lo ojos cerrados. La lengua de él la torturaba con violencia, y ella, fruto de su inexperiencia y de las sorprendentes habilidades del joven, sintió como se le nublaba la vista y experimentaba el mayor placer de su corta vida. Él, que había descubierto que le gustaba el sabor del sexo femenino, sintió como se le llenaba la boca de fluido, con un sabor especial que le excitaba y le animaba a seguir chupando y succionando con mayor fuerza aún. Estaba a punto de correrse por el placer que estaba sintiendo, y eso que ni se había tocado ni tampoco le había tocado ella… aún. Ella fue relajándose poco a poco pero él no apartó su boca de su sexo. Ella ahora se había erguido, sudorosa, y contemplaba extasiada cómo él seguía abarcando su sexo con la boca, acertando en ocasiones con el clítoris, lo que le llevaba a experimentar nuevos espasmos de placer

-          Dios mío, David. Ha sido… maravilloso. Pero para ya, por favor. Oh Dios, cuánta razón tenía mi hermana, se dijo. Si no paras, voy a volver a venirme

Él levantó por un momento la vista, parte de su cara completamente empapada de los fluidos de ella y, con voz, soñadora y temblorosa, le dijo

-          Hazlo otra vez, Virgi. Eres maravillosa y sabes maravilloso. No me cansaría de probarte

Dicho esto, volvió a bajar la cabeza y a lamer nuevamente su sexo, esta vez como si fuera un perrito. Ella le dejó hacer y apenas unos minutos más tarde volvió a caer en un prolongado orgasmo sin que él apartara su boca de su sexo saboreando y tragando el fruto de su placer. Ella, aún con la respiración entrecortada, observó divertida que él ni siquiera se había quitado los pantalones, a pesar de la enorme y visible, y probablemente dolorosa, erección que presentaba. Como si le hubiera leído el pensamiento, él se levantó de la cama y de un único y rápido movimiento se quitó a la vez pantalón y bóxer. Su miembro, circuncidado y completamente liberado, surgió erguido, apuntando al cielo y con el glande húmedo. Ella lo miró durante un instante, admirando su tamaño y grosor, e instintivamente acercó su mano para acariciarlo. Él, completamente excitado tras haberse alimentado de la muchacha durante tanto tiempo, sabía que se correría en cuanto ella le tocara. Su pene dio varias cabezadas cuando sintió su mano. Ella acarició su pene con ternura, con cariño, posando su pulgar sobre el glande, tapando la abertura de la que seguía fluyendo líquido seminal…

Virginia acariciaba su pene. Nunca había visto uno, y ahora estaba tocando uno grueso y largo. No sabía exactamente lo que tenía que hacer. Imaginaba, tal y como le había contado Marta, que él esperaba que se lo metiera en la boca, pero pese a todo el placer que él le había dado, ella sentía muchas reticencias a hacerlo. Estaba segura de que no le iba a gustar, pero recordó lo mucho que había disfrutado él cuando se metía el sexo de ella en su boca y lo chupaba con ganas. Mientras dudaba, masturbaba lentamente el sexo de él, que emitía gemidos ya completamente descontrolados

-          Oh, Dios, Virg. Me corro. Oh, Diossss. No pares ahora. Más rápidooo. Ahhhhh

La joven, excitada ante estas palabras, aumentó la velocidad de su mano y en unos instantes él se corrió violentamente, mediante espasmos, sin dejar de gritar. Gruesos chorros de semen salieron disparados por todas partes, ya que él se contorsionaba con violencia mientras ella seguía subiendo y bajando su mano cada vez más rápido. Uno de ellos fue a parar a su nariz, con lo que Virginia no pudo reprimir una mueca de asco mientras se limpiaba la blanquecina y pegajosa pasta con la mano izquierda. Tenía un olor fuerte, ni bueno ni malo. Simplemente fuerte. Cuando él por fin se relajó totalmente, ella se limpió su mano derecha, empapada de la simiente de él, con la sábana, e hizo lo propio con la izquierda.

-          Oh, Dios, Virg. Ha sido maravilloso. La mejor paja ajena de mi vida. Bueno, y la primera. Has estado genial

Ella se sorprendió ante estas palabras, ya que consideraba que no había hecho gran cosa. La tremenda excitación que atesoraba el chico había hecho la mayor parte del trabajo

-          Madre mía. Virgi. Quiero probarte otra vez. Tienes un sabor maravilloso, ¿lo sabías?

Ambos habían acordado que aún no harían el amor, ya que ella decía no estar ni sentirse preparada, y considerarse demasiado joven aún para perder la virginidad. Pero él dudaba, después de lo que había acontecido hasta ahora, que eso fuera sí. Él le había hecho el amor con la lengua, dos veces. Y a él le había encantado tanto como a ella, así que, ¿qué diferencia había entre  hacerle el amor con la lengua o con el pene? Él no veía ninguna,  pero estaba disfrutando mucho y estaba dispuesto a esperar el tiempo que ella considerara oportuno, días o meses. Y quería volver a besar todo su cuerpo

Ella tenía dudas. Había disfrutado muchísimo con lo que le había hecho David, algo muy íntimo. En sus planes no estaba perder la virginidad aún, pero la intimidad de él bebiendo de su sexo le había hecho dudar. Aún así, decidió que debía esperar, y supuso acertadamente que, aunque él se hacía probablemente la misma pregunta, la esperaría.

No respondió a su pregunta. Claro que deseaba volver a experimentar el mayor placer de su corta vida. Y el hecho de que él también deseara proporcionárselo una vez más aumentó su autoestima.

Se tumbó en la cama y se relajó. Él acercó su boca hasta sus pechos, pero esta vez fue más despacio, besando su contorno y dando suaves lametones en ambos pezones. Ella, con los ojos cerrados, se dejó hacer. Le encantaba que él besara, lamiera y chupara sus pechos, pero deseaba que se entretuviera poco y bajara hasta el auténtico centro de su placer. Él también lo deseaba, eso era evidente por sus suspiros de placer, pero quería darle el trato adecuado a esos magníficos y jovencísimos pechos. Los lamió, chupó y succionó con fruición, en lo que ella emitía gemidos suaves de placer. Sin dejar de hacerlo, y de manera sorpresiva, bajó su mano derecha hasta el sexo de ella e introdujo dos dedos en su abertura. Ella dio un fuerte respingo y empujó la cabeza de él hacia abajo, en espera de que esos juguetones dedos que se movían inquietos dentro de su ser fueran sustituidos por la hambrienta boca del imberbe David. Él no se hizo de rogar, y tras dar un cariñoso beso en cada pezón, que a ella le encantó por la ternura con que lo hizo, bajó hasta su sexo de forma lenta, dando pequeños besos y lametones por la zona del ombligo. Él, nuevamente con la respiración temblorosa y entrecortada, abrió la boca y frotó sus labios en los de ella, que mecánicamente abrió sus piernas lo más que pudo para darle mayor libertad de acción. Él deseaba hundir su boca en esa fuente de placer, pero aguantando su deseo y el de ella bajó dándole pequeños besos hasta los pies, cuyos dedos besó uno a uno. A ella le gustó, pero estaba impaciente. La excitación le volvió cuando él nuevamente subió dando pequeños besos por la sensible cara interna de sus muslos. Ella tenía las piernas tan separadas, mostrando su sexo rosado y anhelante, que algunos fluidos se le escapaban por los muslos. David no estaba dispuesto a dejar escapar semejante manjar, y lo lamió con glotonería. Ella volvió a gemir ante esto, y él, sin resistirlo más, procedió a tapar con su boca todo el sexo de ella en lo que comenzaba a sorber como si fuera lo último, nuevamente extasiado ante ese sabor que cada vez le gustaba más. Los gemidos de ella se habían convertido en gritos desenfrenados, confundiéndose con los de él. Dios santo, si seguía comiéndola de esa manera, él también podría correrse sin tocarse. Sabía exquisito y esperó impaciente el fruto de su placer que aún llegaba a cuentagotas, pero que no tardaría en convertirse en un auténtico chorro

-          David. No pares ahora, por favor. Sigue chupando. Oh, Dios, sigue. Me muerooo. Dios, qué placerrrr. Ya, ahora. Me corroooo.

David notó los espasmos de ella, que movía la pelvis de manera casi salvaje, y para que ninguno de los dos se hiciera daño, sujetó con ambas manos las caderas de ella sin dejar de chupar esa deliciosa vagina. Cuando ella se corrió violentamente entre salvajes alaridos, presionó aún más si cabe su boca contra la vagina, en lo que su boca succionaba con toda la fuerza que le permitían sus mandíbulas. Tragó con deleite la gran cantidad de fluidos que emanaban de su sexo, y no separó la boca hasta que supo que ya no quedaba nada de lo que alimentarse. A continuación se tumbó a su lado dándole un beso en la sudorosa frente. Ella se irguió aún con la respiración agitada, y le abrazó. Él le devolvió el abrazo y ella notó nuevamente su dureza.

-          Poniendo voz de pícara, le miró y le dijo. Creo que ahora es mi turno. Dios santo, te lo has ganado, tío.

Bajó dándole pequeños besos por su torso de deportista, hasta que llegó a su pene, que estaba erguido en su totalidad. Ella lo aferró con la mano, y procedió a repetir lo que había hecho antes. Él se acomodó en lo que ella subía y bajaba su mano con lentitud y delicadeza sobre su pene, con la boca entreabierta. Dubitativa, besó por primera vez el pene de David por su base sin dejar de mover la mano. Él aumentaba la respiración y pequeñas gotas de líquido preseminal comenzaban a aflorar en el glande. Sin pensarlo, dio un rápido lametón en la punta, apropiándose de ellas, lo que hizo que él diera un respingo de sorpresa y placer.

-          Por favor, Virgi, gimió él. Chúpala

Era la señal que esperaba la chica. Dejando de lado sus temores, apartó la mano y cerró su boca sobre el glande, subiendo y bajando la cabeza mientras succionaba con fuerza pero con delicadeza, probando por primera vez, y sin importarle el sabor y si le gustaba o no. Sólo quería devolverle el placer que él le había dado. Él, sorprendido, gimió de auténtico placer y se sintió en la obligación de avisarle cuando notó que estaba a punto de correrse, para que ella pudiera apartarse. Sin embargo, Virginia estaba muy excitada, y cuando él la avisó, ella cerró la boca sobre su glande mientras con la mano le masturbaba casi con violencia. El muchacho se corrió con fuerza y ella sintió una oleada de placer ante sus estridentes gemidos y la presencia de su semen en la boca, que poco antes le había parecido poco menos que asqueroso.  No tenía la más mínima intención de tragarlo, pero tampoco podía dejar de chupar, así que cerró los ojos y no tuvo más remedio que tragar para no atragantarse. No le gustó el sabor, si bien tampoco le desagradó tanto como había supuesto. No separó su boca del pene de él hasta que él dio un último espasmo. Ella realizó una última y fuerte succión y se sacó lentamente el pene de la boca mirándole a los ojos. Se relamió y, tras darle un beso en la punta de la nariz, se tumbó a su lado. Él no podía articular palabra y se limitó a mirarla, sonriendo.

Era el comienzo de algo muy hermoso.

( Continuará?)