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El último verano de Pablo Iglesias III

en Parodias

Capítulo 8.

 

Carmen ni siquiera sabía ya para qué había ido con Pablo a la cabaña sobre el acantilado.

No le gustó que Pablo dijera que ver Juego de Tronos era un desahogo, no le gusto por ella, porque se sentía de esa misma forma y no le gustaba… Aunque lo cierto es que Pablo era lo mismo para ella. Ambos habían decidido que ese fin de semana sería suyo, para desquitarse, para relajarse, y ambos notaban una punzada de incomodidad en la base del cráneo. La conversación que tenían pendientes parecía estar lejos de llegar.

Carmen leía en voz alta los capítulos de Juego de Tronos que tenía en su móvil mientras Pablo la escuchaba atentamente. Ella intentaba hacerle ver la magia que a ella misma le había atraído y ayudado a superar momentos difíciles de su vida, él se sentía envuelto en su voz. La lectura era completamente innecesaria, tenían su propia magia, pero parecía que no lo sabían y Carmen era una auténtica y radical talifan.

El móvil de Carmen se quedó sin batería de improviso. Carmen pegó un pequeño gritito y corrió a conectarlo al primer enchufe que encontró.

-¿Te ha gustado? –Le preguntó a Pablo.

Pero no obtuvo respuesta. Pablo estaba durmiendo y Carmen había estado tan absorta en la lectura que ni siquiera se había dado cuenta. Se sintió un poco mal, pero le gustaba mirar a Pablo dormir. Se acercó hasta él y volvió a tocarle el pelo. OBSESSED OBSESSED.

Entonces, por sorpresa, Pablo la abrazó y la tumbó junto a ella. La olió como si oliera a rosas y le dijo Tú me gustas más.

Pablo se durmió y Carmen lo consiguió, pero solamente después de darle mil vueltas rápidas, frenéticas, a la cadena que salía de la cabaña e iba a parar al mar. Nunca, ninguno de los dos, estuvieron más bellos que mientras dormían abrazados.

Capítulo 9.

-Presta atención que lo que voy a decir es importante y a lo mejor te pierdes: Llego al mitin, a veces suena, We are the champions, para hacer partícipe a la gente, para que vean que la horizontalidad sigue latente, otra veces suena Calma Pueblo, para hacer notar mi hiperliderazgo, para presumir de barrio, de fuerza, para que suene una canción que habla de violencia, de explotar en la casa blanca mientras le digo a todo el mundo que la única solución es votar, votarme a mí. Es como cuando el Nega canta sobre que busca a alguien que se queme contra el banco central europeo y luego se ríe de la gente que habla de usar la violencia y no cree que la única solución sea votar, votarme a mí. Es un tema complejo –dije Pablo Iglesias a Carmen, que todavía no sabía muy bien el motivo de que Pablo estuviera escenificando y explicándole la dinámica de sus mítines, se había despertado con las pilas cargadas-. Es un gran acierto por mi parte, del populismo latinoamericano, elegir una canción de Calle 13 cuando casi nadie de mi electorado a odio hablar de ellos. Se meten con los mismos medios de comunicación que me han ensalzado. ¿Sabes? Yo soy producto de la espectacularización de la política y la espectacularización de la política es algo que crítico porque molo mogollón. Lo que no dicen los medios que me dan la palabra lo digo yo, porque soy así de rompedor. El País me cambia un titular de un artículo escrito por mí mientras en otro artículo me comparan con grupos terroristas, y yo, que soy valiente, me ofendo y pido explicaciones del motivo por el que me han cambiado el titular. Soy la polla, Carmen, la polla. Cojo un videoclip de un tío con un cinturón de explosivos y lo uso para explicarle a la gente que dar aplausos silenciosos es la polla, cojo una canción de crítica al vaticano y yo aplaudo con sonido al Papa que se viste como un espermatozoide salido de mi polla, la polla Carmen, yo soy todas las pollas del país. Entro con esa música al mitin y todo el mundo me aplaude y me ovaciona.

¡PLAS! ¡PLAS! ¡PLAS!

OOOAAAAHHH!!!!!

¡Queremos un hijo tuyo Pablo!

¡Eres la polla Pablo!

¡Dinos en directo las cosas que dices en la tele!

-Me abraza todo el mundo, me tocan el culo, las señoras se acuerdan de lo que era tener flujo vaginal, es mi vida, mi día a día, muy duro…

Carmen tenía los ojos abiertos como platos, la boca tan abierta que si le llegan a meter una polla ni se entera. ¿Por qué volvía a pensar en Alberto Garzón dándole unidad popular bien duro?

-Subo al escenario y me crezco. A veces, en las raras ocasiones en las que me pongo nervioso, me imagino a la gente desnuda y pienso… Pobres… No son yo. Y entonces saco mis armas, digo: ¡Pantuflo! Y el auditorio rompe a carcajadas. ¡Casta! Y los aplausos son ensordecedores. Luego ofendo a algún grupo étnico, como cuando dije: Esto va de indios; yo gran coleta morada… Pero como no hay indios aquí no pasa nada. El populismo es eso, Carmen, hacer lo mismo que el enemigo para ganar y no darme cuenta de que el enemigo gana cuando uso sus armas. ¡Soy la polla, la polla! Voy a penetrar al sistema y lo voy a romper desde dentro. ¡Soy más macho que nadie!

¿Lo de Alberto y su novia irá en serio? ¿Se enfadará Pablo si le digo que le llame y hacer un trio? Pensaba Carmen, que siempre había sido un poco despistadilla…

-Después, cuando he dicho las mismas frases vacías de siempre, y alguna nueva, después de demostrar que no hay ninguna diferencia entre la gente que se apoya en la barra de bar y discute de política con el palillo entre los dientes y yo, aunque yo soy más leído y me siento muy solo cuando hago referencias que este pueblucho inculto no consigue pillar, pues… ¿Sabes? Da igual las palabras que yo use, cuando yo uso una palabra quiere decir lo que yo quiera que diga… Ni más ni menos.

-Pero… ¿Se puede hacer que una palabra signifique muchas cosas? Una cosa y la contraria.

-La cuestión es saber quién es el que manda, eso es todo…

-Y ahí, sobre el escenario, manda tu polla.

-¡Exacto! Veo que eres lista además de bonita… Para demostrar que no tengo ni pizca de ego y que mi hiperliderazgo es muy plural y que la horizontalidad aún existe, en alguna parte, pero existe, pues dejo que los pringadillos que me acompañan hablen un poco… Es entonces cuando te escribo, cariño. Me gustas tanto, me gusta tanto que me prestes atención de la forma en que lo haces ahora, mirándome fijamente, sin casi pestañear, con la boca abierta y callada, como absorta en mis palabras…

-Sí, claro…

-Te juro que cuando la CIA me pagué todo lo que me debe nos lo vamos a pasar muy bien.

-¿Qué has dicho?

-¿Qué?

-¿Que qué has dicho de pagar?

-¿Yo? Nada, nada, deben ser mis palabras que perturban tus pensamientos de muchachita sencilla de provincia.

-Sí, algo de eso debe ser… Alberto tiene pinta de pollón y seguro que ha leído Canción de Hielo y Fuego…

No puedo hacerla más de sufrir… Piensa Pablo, sabiéndose un hombre deseado y amado casi tanto como idolatrado por su fina dialéctica y mejor persona.

Pablo avanzó hasta Carmen, la coge desprevenida, mientras ella calculaba cuánto tiempo le llevaría llegar hasta Málaga. Los labios de Carmen aparecen justo frente a los de Pablo, él no lo duda ni un instante y la besa…

Aaaahhhh!!!!! 

Carmen gime, no puede evitarlo… Pablo le mete toda la lengua hasta el fondo de su coño.

Capítulo 10.

Cuanto más sacaba Pablo la lengua menos pensaba Carmen en Alberto… En realidad sólo había pensado en él por casualidad, como alivio al Pablo político que era incapaz de descansar un segundo de su propio rollo. Le excitaba, no había duda, pero le bastaba con Pablo, el auténtico,  siempre y cuando fuera Pablo. Empapándole el coño con su saliva, moviéndole los labios mientras subía con ansía para acariciar su clítoris y le miraba con carita de extraño cachorro chupón y lamedor.

Carmen le cogía del pelo y con su puño le hacía una nueva coleta apretándolo contra ella, contra su coñito, estampándole la cara para que ambos quedasen marcados. ¡Qué calor hacía! Una gota de sudor surgió del cuello de Carmen y si hubiera estado atenta a su recorrido hubiera visto que era tragada por Pablo junto al flujo que no dejaba de emanar.

Gemía Carmen de placer mientras Pablo no dejaba de pensar Yo quiero que se corra y lo voy a conseguir porque lo quiero, si un hombre no consigue que una mujer llegue al orgasmo es porque él, el hombre, no quiere que la mujer consiga el orgasmo.

El cuerpo de Carmen se contorsionaba, se había movido hacía adelante mientras la cara de Pablo se hundía y hacía retroceder la pelvis de ella.

Ahmmm! Ahm! ¡Chupa cabrón! ¡Comételo todo! Ahmmm!

¡Qué roja! ¡Qué hermosa! ¡Tan roja como yo! Pensó Pablo sobre la vagina de Carmen. Su clítoris es una torrecita entre pequeños montecitos, si estuviera en una carretera, montando en bicicleta, los llamaría tetitas. Cuanto más las babeo más quiero mojarlas. Me agarra fuerte, sabe lo que quiere, es como yo. Me cuesta respirar y es que ni siquiera lo quiero, sólo me falta el aire cuando lo pienso. No quiero respirar nada que no salga de su coño. Su puto coño. No quiero ni mirarlo. Su coñito. Es el abismo. Me va a devolver la mirada, se va a meter dentro de mí mientras yo me introduzco. ¿Puede existir algo más sabroso, algo más tenebroso, cómo puede gustarme tanto y darme miedo al mismo tiempo? Si la dejo es capaz de ahogarme, es capaz de meterme la cabeza dentro de su coñazo, de su puto coño, de esa obra de arte que es carne y que no quiero dejar de comerme. ¡Peo! ¡Peo vaginal! ¡Pedorreta infinita! Bien seguida, metralleta, justo encima de mi nariz, hipnotizándome. Aromatizándome. ¡Mmmm! ¡Puta puerca! Me la pone a reventar. No deja de salirme precum. Me voy a correr y tengo las manos marcando su sitio en sus caderas. ¡Apriétame la cabeza entre tus muslos! Soy un jornalero en un maravilloso invernadero y sólo quiero lluvia. ¡Lluvia! Te voy a llenar el significante…

Dedos varios invadieron la anatomía de Carmen. Por delante y por detrás. ¿Alberto qué? PABLO IGLESIAS. ¡Ahmmmm!

¡Aaaahhmm! ¡Ahm! ¡Aaaaaahhhmmmm!!

Pablo estaba decidido a ser el presidente comecoños. El primero de todos los presidentes al que le gustaba comerse un buen coño y que le empaparan de arriba abajo. El primer presidente que hacía gozar de verdad, que sacaba gemidos como otros presidentes se sacaban ronquidos en el congreso. Su retrato estaría coronado por un precioso coñito flotante a modo de aureola, brillante, majestuoso, rojizo y palpitante, absolutamente mojado.

Dos dedos bajaron y ¡zas! Los ojos de Pablo se abrieron más que nunca, sintió que se le salían, sintió un pinchazo en sus tobillos doblados y su polla dio un respingo. Apretaron fuerte el pezón derecho de Pablo, más fuerte, mucho más. Era la señal, la señal, por si acaso Pablo no notaba su boca llena de flujo y algo más, mucho más.