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Encuentro en el bar

en Gays

Soy un chico joven de 27 años. Alto, guapo y con un buen físico. Me gusta ligar con chicas aunque me cuesta porque soy muy tímido.

Un día fui a un bar musical que nunca había ido. No sé muy bien que hacia allí, supongo que tenía ganas de bailar y tomar unas copas.

Cuando estaba sentado en la barra noté una mirada muy intensa, que me absorbía por completo. Era la mirada fija de un chico corpulento y fuerte, pero lo más inquietante era su forma de mirar. Parecía que me había hipnotizado. Casi no podía moverme y él lo sabía. Tenía los ojos claros pero su cara era recubierta por una piel oscura y gozaba de una larga melena negra, algo que aun provocaba más expectación.

Jamás me había pasado algo similar, ni con las muchas chicas con las que había estado. En pocos minutos se fue acercando a mí y poco a poco e inexplicablemente me puse nervioso y me quedé paralizado. Yo era heterosexual, jamás me había gustado un chico, - pero no hay de qué preocuparse-  pensé. Solo querrá hablar y me ha impresionado, ya está.

Pero ya lo tenía delante cuando con una voz rota y excitante me susurró: eres mía. Al escuchar eso al lado de mi oreja mi cuerpo fue un estallido de emociones incontrolables. Hubo una explosión de nervios, miedo y asco a la vez. No supe reaccionar. Me quedé paralizado. Él, aprovecho mi inoperancia y discretamente me cogió de la mano y me llevo a un sitio más íntimo dentro del local. Yo me dejé llevar, no podía hacer otra cosa. Había perdido el control de mi cuerpo y mi mente, se había apoderado de mí por completo.

Sin darme cuenta, me encontraba apoyado en una pared mientras ese chico me metía la mano dentro del pantalón. Acariciaba mi pene de forma suave y placentera. Me cogía el prepucio, lo tocaba. Acariciaba los testículos, el bello y todo lo hacía con una ternura preocupante. Noté como me excitaba sin querer, advirtiendo de ello una considerable erección. Yo le decía, o al menos lo intentaba, que parara, que no quería seguir, que no me gustaba. Pero ni caso.

De repente me bajo los pantalones y él se bajó los suyos. Me cogió la mano y la acerco a su pene. Sentí mucho asco pero cuando la toque no podía soltarla. Era enorme y parecía que estaba a punto de explotar. Estaba jugosa ya que habían salido las gotitas pre seminales. Él ya se había excitado. Me quedé mirándosela, incrédulo mientras le masturbaba sin cesar hasta que vi cómo se acercaba a mi boca. Dije que no, que no quería eso pero aquel chico me dominaba. Me tenía controlado, sin saber cómo liberarme de su mirada.

Una vez la tuve en mi boca no supe parar. Empecé a lamer de arriba abajo esa gran polla. Ni con las dos manos podía sujetarla. Me gustaba, la había empapado, estaba chorreando y marcaba mucho sus venas. Quería más.

Mientras yo se la chupaba el chico empezó a masajearme el ano. Aquello sí que no quería permitírselo. Le quité la mano enfadado y dije: ¡esto sí que no! Pero con sutileza siguió dándome gusto con su dedo y me volvió a meter su enorme pene en la boca.

Extrañamente mi ano empezó a palpitar, a abrir-se. Era la primera vez en mi vida que notaba una excitación anal. En ese momento vi como sacaba la polla empapada de mi saliva y me ponía a cuatro patas. Entonces empezó a apretarla en mi culo. No sé qué paso pero mi mente se fue. El siguiente paso fue notar sus 24cm dentro de mí. Entraba y salía de una forma implacable y constante. Yo no podía moverme, no podía hacer nada más que notar como aquel chico me follaba con toda la fuerza posible. Empecé a sudar y los ojos los tenía en blanco, parecía que me iba a desmayar. No sé si del dolor, del placer o ambas cosas.

Ante esa situación, el chico decía: ¡te gusta mi polla ¿e?! Él quería más y más, quería follarme de esa manera cruel, sin yo quererlo. Empezó a empotrarme con más fuerza, notando como el capullo iba creciendo dentro de mí, a punto de estallar. No recuerdo el tiempo pero para mí fue infinito. Tuve una sensación rara, entre repulsión e impotencia pero a la vez sentí un placer inexplicable. No quería ser follado de esa manera pero me daba un gusto increíble. No era capaz de parar aquello.

En el momento del clímax saco su pene y apuntó a mi cara. Me dijo: ¡pajeame rápido! Y en unos segundos cubrió mi rostro con su espeso y oloroso esperma. Yo aún estaba aturdido. Él se fue sin decir nada.

Cuando volví en sí, me encontré tirado en un rincón de un bar con la cara y parte de mi ropa llena de semen, solo y con el culo penetrado. Y me dije: ¿pero qué ha pasado? Me han follado, se han corrido en mi cara y se han ido, esto es lo que ha pasado. Fue la humillación más placentera que he vivido nunca.