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Yo, de todos. I

en Gays

YO, DE TODOS.

 

Capítulo I. Acercamiento.

 

Lo veo en la barra, mirándome fijamente. Supongo que tiene veintiséis años, aunque con la luz de este bar no podría poner la mano en el fuego. Me encuentro tomando una copa con una amiga lesbiana, aunque ha conocido a otra chica y ahora están dándose el lote en un pequeño sofá. Estoy cerca de ellas, apoyado en la pared, aburrido y rechazando a algunos cincuentones que se ofrecen a invitarme a otra copa. Les sonrío con educación, pero ya está.

 

Él sigue mirándome. Su indiscreción es casi violenta, y eso me excita. Me sonríe de lejos, y le devuelvo la sonrisa. Parece simpático y agradable. Se levanta, con una cerveza en la mano, y se acerca a mí. Ahora lo veo con más claridad: es ancho de espaldas y más alto que yo (aunque eso es fácil teniendo en cuenta que mido 1'70). Tiene el pelo castaño oscuro, bastante despeinado y barba espesa de semana y media por lo menos. Lleva una camisa marrón claro, remangada por los codos y dejando al descubierto unos brazos fornidos y peludos. Se coloca a mi lado y apoya su mano en la pared, acercándose a mí para hablar debido a la música.

 

- Hola, me llamo Miguel, ¿y tú? -me sonríe.

- Yo Tomás -respondo, algo tímido mientras sigo bebiendo mi copa.

- ¿Y eso que estás solo? Un chico tan guapo no debería.

- Bueno... mi amiga está... -señalo con la cabeza a Marta, mi amiga, morreándose con aquella otra chica. Miguel las mira y se ríe. Joder, adoro su risa.

- Ya veo -dice él-. ¿Tienes algún plan o te apetece improvisar un poco conmigo?

 

A estas alturas yo ya tengo unas ganas increíbles de besarle, pero me contengo con bastante acierto. Él toma un poderoso trago de su cerveza y sigue sonriéndome. No puedo más que responder que sí, que estaría bien improvisar con él.

 

***

 

Ha pasado hora y media desde que he conocido a Miguel, y ahora estoy dirigiéndome a los aseos con él. Bueno, más bien me dirige él, sobándome el culo y mordiéndome con fiereza el cuello. En el rato en el que hemos hablado ha ido cada vez más soltándose, hasta el punto de volverse un maldito animal. Abre la puerta y encuentra a dos tíos, bastante jóvenes, dándose el lote: parece que se han olvidado de poner el pestillo.

 

- Largo de aquí -les dice, con voz grave e imperativa.

 

Los muchachos salen disparados ante semejante hombre. Conforme salen, me empuja hacia dentro con tanta fuerza que hasta casi me caigo. Pasa tras de mí, y sí echa el pestillo. Yo sonrío ante su rudeza, tengo la polla a reventar y unas ganas locas de que me posea. Miguel se abalanza sobre mí y me empotra contra la pared, besándome con tanta fuerza que estoy seguro de que me ha hecho algo de sangre en el labio. Sus manos me soban el culo, apretándolo. Llevo vaqueros ajustados y parece que le gusta mi culo. Acerco mi mano a su paquete, que noto bastante grande debido a cómo se frota contra mí.

 

Entonces, la primera bofetada.

 

- Me tocas la polla cuando yo diga, ¿de acuerdo?

 

Asiento con la cara roja y algo de vergüenza, pero la polla todavía erecta. Sus ojos de animal me vuelven loco y hasta me gusta que me trate así: soy suyo por esta noche, dispuesto a complacerle. Sigue besándome mientras aprieta mis nalgas y yo acaricio su pecho.

De un empujón inesperado, me da la vuelta y me empuja contra la pared, apretando mi cara contra los sucios azulejos. Coge mis manos y las coloca en la pared, mientras me ordena que las mantenga ahí y cierre los ojos. Así lo hago.

Siento cómo se agacha y aprieta con fuerza mis nalgas, haciéndome hasta gritar. Abro los ojos y le miro en un reflejo, y le veo sacando una navaja de su bolsillo. Él se da cuenta, pero yo ya estoy retorciéndome intentando salir. Él se levanta rápidamente empujándome con su propio cuerpo a la pared.

 

- No te preocupes, Tomás. Confía en mí: no voy a cortarte -dice, con voz tranquila y pausada. Por alguna extraña razón, dejo de forcejear-. Ahora, cierra los ojos.

 

Así lo hago, y noto cómo usa la navaja para hacer un pequeño corte en mis pantalones, justo en la zona de mi ano. Escucho cómo guarda la hoja de la navaja y la guarda. Entonces, mete sus dedos en el agujero y estira con fuerza. ¡El muy cabrón me ha roto todos los pantalones! Ahora tengo un agujero del tamaño de una enorme cabeza en el culo. Mete las manos por el agujero y comienza a sobar mis calzoncillos, mientras los rompe también para dejar todo mi culo disponible para él. Es un cabronazo que me ha roto la ropa, pero no puedo dejar de disfrutar con esto.

De pronto, su lengua, enorme y rápida, intenta abrirse paso por mi estrecho agujero, dilatándolo. Sus manos abren mis nalgas y siento un placer indescriptible: su maestría con la lengua es magistral, penetrándome con ella con más fuerza que algunas pollas que me han follado. Gimo cada vez con más fuerza y eso parece que le gusta, pues a cada gemido intenta llegar más adentro con su lengua.

 

Se levanta y me agarra del pelo, estirándome hacia atrás mientras noto su paquete en mi trasero abierto.

 

- Dime qué quieres que haga -me dice, con voz chulesca.

- Quiero que me folles, Miguel -respondo, apretando mi culo contra él, notando toda su polla queriendo liberarse.

- Más fuerte -espeta mientras estira más fuerte del pelo.

- Fóllame, venga -respondo, mucho más alto.

- ¡Más fuerte, joder! -grita él, estirándome del pelo con todas sus fuerzas, casi arrancándome algunos mechones.

- ¡Que me folles, Miguel! ¡Reviéntame el culo, hostias! -grito con la mayor capacidad que tienen mis cuerdas vocales. Creo que el grito se ha escuchado en todo el bar. Estoy seguro de ello.

 

Comienza a reírse y me empuja hacia el suelo, tirándome. Choco contra la puerta antes de caer, mientras él se sienta en la taza del váter y me mira. Yo me quedo en el sitio, devolviéndole la mirada fijamente, mientras él se desabrocha el pantalón y saca su polla.

Ésta apunta directamente al techo, bien gorda y llena de precum. La encuentro deliciosa.

 

- Acércate -me ordena.

 

Así lo hago, a cuatro patas, hasta quedarme frente a frente de su polla. Debe medir unos veinte centímetros, como poco, aunque es sumamente gorda. Sin embargo, lo más interesante de ella es la cantidad de precum que suelta.

 

- Quiero que me hagas una paja.

 

Me coloco de rodillas, sacando bien el culo para que pueda verlo desde su posición, y agarro su enorme falo con ganas. Está muy caliente y húmedo. Comienzo a pajearlo, mirando cómo su capullo queda envuelto en su prepucio para luego bajarlo rápidamente y ver el brillo del precum. Joder, es que no es normal. Parece una polla corriéndose. Sin pensarlo, doy un lametón.

 

La segunda bofetada, bastante más fuerte que la primera.

 

- ¿Te he dicho que lamas? No. Sólo pajéame.

 

Con la cara roja de nuevo, sigo pajeándole. Tengo la polla durísima por la situación, a pesar de su violencia y su tosquedad, pero no me atrevo a sacármela por miedo a otro hostión. Tiene que darme permiso él, y debo encontrar el momento de pedírselo.

Mantengo la posición mientras le masturbo. Tengo la mano llena de precum. Éste incluso me chorrea por la muñeca. Observo la taza del váter, y en ella, un charco de todo el precum que la polla de Miguel suelta.

Me coge de la mano y la aparta. Agarra él mismo su pollón y comienza a moverlo, adelante y atrás, casi rozándome la cara. Cada vez que lo hace un aroma de hombre, macho y semen me golpea las vías nasales y hasta noto el culo más abierto. Sé que me está probando, sé que no debería, pero no aguanto más la excitación.

Vuelvo a lamer su húmedo capullo cuando lo acerca a mi cara.

 

La tercera bofetada llega, y no me pilla por sorpresa, pero la recibo casi con obediencia. Sin embargo, algo sí me deja estupefacto. De un empujón con el pie me aparta, mientras se levanta y se guarda la polla.

 

- Te dije que sólo pajearas, capullo. ¿No sabes obedecer o qué? -pregunta.

- Lo siento, es que...

- ¿Encima contestas? No tienes razón, joder -dice, mientras abre la puerta y se esfuma entre la gente.

 

Yo me quedo en el aseo, muerto de vergüenza e incluso furioso. Joder, ¿si no quería que se la chupara para que me la pone delante de mis narices? Es un idiota, me repito. Es un maldito idiota.

Sin embargo, sigo con la polla dura. Veo su precum todavía en la taza y me abalanzo sobre él, lamiéndolo por completo de aquel váter que tanta porquería tiene que tener, pero me da igual. Su sabor es jodidamente increíble. Sabe fuerte, sabe amargo pero con un toque dulce. Es espeso como el semen y abundante, casi se me pega en el paladar.

 

- Joder, menuda guarra, ¿no? -escucho unas voces detrás de mí, riéndose.

 

Con vergüenza, me levanto rápidamente del váter y salgo, mientras intento apartar con la cabeza gacha a los que me miraban degustar el precum. No me había dado cuenta de que la puerta estaba abierta y algunos curiosos se habían asomado.

Avanzo por el local con el pantalón roto e incluso noto una buena cachetada al pasar sobre un cincuentón al que había rechazado. No me importa: sé que Miguel ya no está aquí así que quiero dirigirme a mi casa lo más rápido posible. Joder, es un imbécil. Es un idiota pero la he cagado. Joder, joder.

 

Quiero volver a verle.