miprimita.com

Soy Naamah

en Fantasías Eróticas

Me puedes ver como una niña inocente. Parada castamente al lado de las escaleras del local donde estás bailando con tus amigos. Mi cuerpo es sinuoso, pero no lo resalto con ropas ajustadas, sino que tengo un vestido de esos vaporosos y bien cortos. Con un ligero escote pero sin llegar a ser vulgar.

 

Te observo fijamente durante unos segundos y cuando vuelves tus ojos hacia los míos los desvío rápidamente. Puedo bajar la vista, jugando a ser tímida. O puedo mirar hacia los lados, hacia otro hombre. No sé qué es lo que te gustará a ti, así que juego a hacerlo varias veces para ver cómo reaccionas.

 

Te he elegido entre todos los del lugar por tu altura perfecta, por tu piel oscura, por tus músculos grandes que fuerzan tu remera. Tu pelo ondulado ligeramente largo, y tu barba de días. Tu cuello ancho y tu pecho extenso, ligeramente poblado. Tus ojos oscuros y brillantes y tu sonrisa blanca, perfecta, hermosa. Giras hacia tus amigos y puedo ver tu espalda marcada y tu trasero rígido. Muerdo mis labios sin que me veas. Relamiéndome por dentro.

 

De pronto, te giras y vas hacia la barra, justo al lado de la escalera donde estoy parada. Junto a unas chicas que podrían ser mis amigas. Te pides un trago y en lo que esperas te volteas hacia mí. Yo juego con el dedo en el borde de mi vaso y sorbo un pequeño trago de la pajilla, la mirada clavada en mi bebida, mi atención entera puesta en ti.

 

-No te diviertes? – con tus codos sobre la barra ensanchas tu pecho y me miras de costado con tu bebida en la mano. Yo no quiero hablar todavía, así que te sonrío con la mirada sin despegar los labios y te miro directamente. Agito mi cabeza un par de veces arriba y abajo. Luego vuelvo mi vista hacia mis manos. – Hum… mucho no se nota, tengo que decirte… puedo saber qué estás tomando?

 

Por toda respuesta alargo mi vaso hacia ti. Colocas tu mano sobre la mía y presionas levemente para agarrarlo, pruebas un poco y levantas las cejas en señal de sorpresa.

-Qué dulce! Pero no tiene nada de alcohol! Prueba el mío, a ver si te gusta – te inclinas para apoyar la pajilla en mis labios, jugueteando conmigo. Los abro apenas y pruebo. Es un trago fuerte, de esos que toman ustedes los hombres para demostrar su hombría. Frunzo los labios y aprieto los ojos en señal de desagrado… aunque en realidad soporto eso y más. Tú te ríes sonoramente y me invitas a tomar de nuevo. Yo me niego levantando la palma y vuelvo a mi trago.

 

-Tus amigas se enojarán si te saco a bailar un rato? – preguntas mirando hacia el grupo de chicas que te miran con poco disimulo. Encojo los hombros y dándole la espalda a ellas me acerco más a ti, tomándote de la mano. Sé que puedes sentir el calor de mi cuerpo. Nos alejamos rumbo a la pista.

El sonido es estruendoso, vibra en las paredes y ventanas del local. Lo siento retumbar en mi pecho y en mis sienes. Poco a poco voy dejando que me guíe, soltando mi cuerpo para que se mueva al ritmo. Tú, mientras tanto, no has perdido el tiempo y tu mano se posa suavemente en mi espalda, bien abajo, justo en donde comienza la curva de mi trasero. Sintiendo tu presión allí decido comenzar desde ese sitio todos mis movimientos, que se desplazan hacia mi pecho. Éste se abre y se eleva hacia el frente casi rozando el tuyo. Mis manos suben hacia mi nuca y recogen mi cabello hacia arriba seductoramente.

 

Sé exactamente qué debo hacer para que te vuelvas loco, para que caigas en un absoluto embrujo. Pero voy lento, muy despacio, quiero que saborees cada instante. Espero que lo estés disfrutando… estoy segura de ello.

Giro mi cabeza descubriendo mi cuello y me  doy la vuelta quedando de espaldas a ti. Tu siguiente movimiento será besar o morderme, es por eso que me he expuesto así… pero en lugar de eso es tu mano la que siento en mi nuca, tomando el control de ella mientras la otra se mueve en mis caderas, ambas con una ligera presión. Mis cejas se arquean por la sorpresa al tiempo que sonrío… me gustan las sorpresas… ahora eres tú el que sabe qué hacer.

Muy bien, ahora es tú momento, dirige. Empujas mi nuca hacia abajo y el frente mientras que atraes mi cadera hacia ti, haciendo que me incline provocativamente hacia delante aunque no mucho. Con mi espalda recta y mis piernas levemente abiertas y flexionadas hago que mi trasero se bambolee rítmicamente de abajo hacia arriba y dejándolo caer de nuevo, imitando la forma de moverse de las negras. Flexiono aún más mis rodillas bajando un poco y volviendo a subir, sin dejar que tus manos se desprendan de mi cuerpo. Finalmente elevo mis brazos hacia tu cuello y tiro mi cabeza hacia atrás para que mis cabellos rocen tu pecho.

Me puedes ver como una niña inocente. Pero no lo soy.

Te acabas de dar cuenta.

Me giras hacia ti para tenerme de frente. Tus ojos expresan todo lo que te está pasando por la cabeza. Tu boca se acerca a mi oído, creo que querías hacerme una pregunta, pero en lugar de eso pasas tu nariz por el lóbulo de mi oreja, por mi cuello y mi clavícula. Haces que se me pongan los pelos de punta! Suelto un suspiro suave y abro instintivamente la boca. Entonces tus labios aprisionan los míos y tu lengua se inmiscuye ente ellos. Abriendo un poco más te recibo con avidez, frotando mi lengua contra la tuya. La mía sabe dulce, la tuya sabe fuerte. Mis manos sobre tu pecho aprietan tu remera para contenerse y no acariciar tu cuerpo más de lo debido.

Al soltarnos me miras a los ojos con una sonrisa. Agitado, me preguntas.

-Cómo te llamas?- me sonrío pero no te contesto – Vamos! Yo soy Alessandro, pero puedes decirme Alex. Encantado de conocerte – juegas conmigo dándome un beso en cada mejilla, como si fuera una presentación formal. Me haces reír.

 

Me alejo hacia la barra moviendo mi cuerpo seductoramente; con un gesto pido otro trago y me giro a verte. Sigues en la pista mirándome divertido mientras mueves muy levemente tus caderas, con una mano sobre tu pecho. Poco a poco acentúas tus movimientos al tiempo que bajas una mano hasta tu cinturón y la otra la apoyas detrás de tu cabeza con la clara intención de resaltar tus bíceps, pareciera que me hicieras un baile sensual en medio de la pista. Comienzo a reír. Luego abres los brazos hacia los lados y tiras la cabeza hacia atrás en una carcajada contagiosa a la que me uno. Me acerco a ti y me tomas de las muñecas para hacerme girar. Suelto otra risa que hace eco con la tuya. Eres tan libre y tan seguro de ti mismo, estoy muy satisfecha de mi elección esta noche. La vamos a pasar muy bien juntos. Quiero seguir bailando contigo un tiempo más antes de irnos.

Finalmente, luego de un rato de juguetear un poco al gato y al ratón me canso de hacerme la esquiva y vamos hacia el patio del local. Un lugar al aire libre donde podemos charlar tranquilos sin gritar, justo lo que quiero. Te convido el último trago de mi bebida y decido decirte un nombre

- Me llamo Mia. Pero puedes decirme tuya – sonrío, pero sé que no has escuchado el chiste tonto. Siempre pasa. Mi voz resuena en tus oídos como música encantada, te lo he dicho bajito para que solo tú me oyeras. Es un susurro pero aún así lo sientes como si algo te envolviera despacio desde tu cabeza hacia abajo, recorriendo tu garganta primero como si lo tragaras. Te provoca una sensación placentera en el estómago y en la columna a la altura de la cintura, desciende un poco más y recorre tu perineo desde atrás y por delante llega hasta tu vientre para volver a subir súbitamente hasta tus oídos; te aturde y te canta… como una sirena. Pestañeas y me miras desorientado. Quizás un poco mareado te inclinas y te apoyas en la pared, pongo una mano en tu brazo para darte ánimos. - Es normal, después de un tiempo que me estés escuchando ya no te vas a sentir así.

 

Abres los ojos como platos pero una sonrisa se asoma levemente en tus labios.

 

-Qué eres?

-He dicho que mi nombre es Mia.

-No te he preguntado “quién”, si no “qué”…

-No te he dicho quién soy… mi nombre es Mia.

-Eres… peligrosa? – dudas antes de preguntar, buscando la palabra. Te sonrío traquila.

-Eso depende de ti. – tragas con dificultad. Miras a un lado y a otro lentamente, como buscando

-Estás con alguien? Vas a hacerme daño? – a pesar de que tus preguntas reflejan temor, tu cuerpo no lo expresa.

-Estoy sola. No voy a hacerte nada que tú no quieras hacer. Sólo quiero pasarla bien esta noche. Quieres acompañarme? Si me dices que no, no voy a obligarte a ir conmigo. – desde luego que es una pregunta retórica, todo tu cuerpo se muere por acompañarme, así es como me ayuda mi voz. Sólo tengo que esperar un poco mientras acaricio suavemente tus labios con mis ojos clavados en ellos. Tu lengua sale a probar mi sabor y aprovecho para introducir un dedo en tu boca apenas para dejar que tus dientes muerdan la primera falange. Suspiro suavemente y me acerco a ti. No tengo que esperar mucho más antes de sentir tus brazos apresando mi cintura y tu boca comiendo la mía. Te respondo con avidez, soltando un gemido quedo mientras siento tus manos sobre mi trasero. Luego de un franco apretón, en el que me haces sentir la fuerza de tus manos, te separas y me haces una seña con la cabeza

-Vamos. A tu casa o a la mía?

-Tú mandas – respondo. Yo no tengo casa, confío que responderás lo que todos.

-Vamos a la mía

Sonrío. Me tomas de la mano y me guías hasta tu moto. Una bestia enorme que ruge bajo mis entrañas. Menos mal que me puse ropa interior! Aceleras la máquina y me abrazo fuerte a tu cuerpo, más para que me sientas en tu espalda que por temor a caerme. En poco tiempo llegamos a destino.

Me tomas de la cintura y me ayudas a bajar de un salto. No llegan a tocar mis pies el suelo que tus manos ya magrean todo mi cuerpo con ansiedad desde mis nalgas hasta mi cintura, desde mi nuca hasta mis pechos. Me lames el lóbulo, el cuello, la clavícula, rozas la tela del vestido mientras besas mi pecho. Muerdes levemente mi hombro. Me haces jadear de gozo mientras mis manos en tu espalda arañan levemente tu piel sin hacerte daño. Me sueltas y me giras para mostrarme el camino hacia la puerta de entrada a tu casa. En el umbral, al tiempo que pones las llaves en la cerradura, me retienes contra el marco haciéndome sentir tu dureza en mi vientre. Muerdo mis labios y llevo las manos hacia la cintura de tus pantalones.

Entre besos y apretones llegamos tropezando hasta tu cama. Mi vestido ya ha volado, al igual que tu camisa y tus zapatos. Me agacho frente a tu entrepierna para desabrochar y bajar tus pantalones. Te los quitas tú con ágiles movimientos en tus pies mientras yo me encargo de sacarte el bóxer que ya no puede ocultar tu erección. Se me hace agua la boca casi literalmente y no puedo evitar darte un lametón en el glande con mi lengua caliente. Te estremeces y colocas levemente tu mano en mis cabellos. Acaricio muy suave tus testículos con una mano mientras que con la otra tomo tu pene desde la base y le doy un chupón no tan fuerte en la gorda punta. Te tiemblan las rodillas y te alejas de mí, me alzas y me recuestas en la cama para quitarme lo que me queda de ropa  al tiempo que besas cada parte de mi cuerpo con ardor. Mis manos también se mueven por todo tu cuerpo, aprietan, miman y rasguñan tus músculos hasta llegar nuevamente hasta tu falo. Quiero sentirte completo dentro de mi boca

Me muevo para quedar entre tus piernas sobre ti. Con una mano acaricio tu abdomen, tus costillas, tus tetillas. Con la otra tomo de nuevo la base de tu pene y abro grande la boca después de humedecer mis labios. Siento tu cabeza en mi paladar y bajar hasta mi úvula, controlo mi sensación de arcada e intento seguir bajando pero estás tan duro que no puedo hacer que entres en mi garganta más profundo. Con mi lengua abrazando el tronco comienzo a subir ejerciendo una ligera succión, muy suave. Al llegar al glande la hago girar y jugar con el agujero de tu uretra, luego golpeo con la parte de abajo sobre esa piel tan suave y tirante. Cierro la boca de nuevo y vuelvo a bajar, esta vez un poco más rápido, girando mi cabeza hacia la derecha y mi mano en la base hacia apenas hacia la izquierda. Mi saliva hace que todo resbale deliciosamente. Vuelvo a repetir una y otra vez, aumentando un poco la velocidad. Finalmente sólo subo y bajo bien rápido y mi mano acompaña mi boca. Tus jadeos van en aumento y tu cuerpo se rigidiza.

-No te dejes ir – te ruego, mientras no dejo de mover mi mano

Con un chupón bien fuerte en tu glande te hago gruñir de placer. Río. Me gusta hacerte sufrir. Vuelvo a repetir el sube y baja con movimientos rítmicos y acelerados. Tus manos agarran las sábanas y estrujan mi cabello en tu disfrute. Comienzo a gemir, me estás poniendo tan caliente! Siento que estoy tan mojada ahora mismo! Eso parece ponerte a mil porque comienzas a estremecerte cada vez más. Coloco mi dedo pulgar presionando en tu perineo, justo entre tus huevos y tu ano, para poder ayudarte a aguantar un poco y por un rato dejo de moverme. Parece que eso ayuda.

 

-No te dejes ir

 

Me separo y paso mis senos sobre tu pene. Jadeo y muerdo mis labios. Qué rico se siente! Llevo mis manos hacia mi vulva y toco mis fluidos. Los llevo a tu pene y con ellos lo lubrico aún más. Comienzo a chupar tu glande como su fuera un chupete, y de vez en cuando bajo súbita y rápidamente hasta que chocas contra mis garganta, entonces vuelvo a subir y comienzo de nuevo. Cada vez logro sentirte más profundo.

 

-No te dejes ir… no te vayas…

Agito mi mano sobre tu pene, rápido, mecánico, no aumento más el ritmo pero no lo bajo.

 

-No te dejes ir… no te vayas… no te dejes ir

 

Coloco mi boca una vez más sobre tu glande y logro al bajar que mi nariz choque contra tu vientre. Se me escapan lágrimas de mis ojos. Gimo como si hubiera alcanzado el orgasmo.

No logras aguantar más y pronto siento tu leche en mi boca y bajando por mi garganta… se me nublan los ojos de goce. Ignorando la gran energía que me hace sentir y el éxtasis de sensaciones placenteras que me provocan tus fluidos, te insto a que bajes a mi entrepierna. Tienes que hacerlo lo más pronto posible, antes que toda tu energía se agote. Mis iris ya son una rendija en mis ojos, las comisuras de mis labios se alargan y se curvan hacia arriba. Mi cabello comienza a crecer en ondas voluptuosas, mi corazón y mis pulmones se hinchan y se llenan de poder.

-Bebe! Bebe de mí ahora!!! – Como si fueras un niño pequeño te prendes de mis labios menores que sobresalen seductoramente, bañados en mis jugos. Siento tu lengua lamer y relamer cada rincón húmedo para luego introducirse en mi cueva y beber del líquido que mana de ahí. Noto como la energía vuelve a tu cuerpo al tiempo que mi cabello deja de crecer y mis pupilas se redondean un poco. Comienzo a volver a la realidad y sentir el placer delicioso que me estás dando. Si llego a correrme en tu boca vas a sentir casi tanto placer como yo y el triple de energía. Me pregunto si te lo mereces…

De pronto tu dedo anular ingresa suave pero decididamente en mi interior al tiempo que tu lengua no abandona mi clítoris. Con ágiles giros de tu muñeca haces que los ahora dos dedos en mi interior rocen las paredes internas de mi vagina en los puntos más recónditos y sensibles. Una, dos, seis, veinte veces. Comienzo a tener dificultades para tomar aire. Luego de volverme loca así los retiras hasta casi salir y vuelves a entrar abruptamente, repitiendo lo mismo un par de veces. Abro la boca sorprendida y río de felicidad. Finalmente con el talón de tu mano haciendo círculos apoyado en mi monte de Venus y tus dedos anular y medio en mi interior más profundo flexionas tus dedos haciendo que tus pulpejos golpeen la pared anterior de mi vientre a una velocidad increíble. Para terminar de volverme loca llevas tu dedo índice hacia mi ano y haces leves círculos sin entrar.

Sí te lo mereces!

No me doy cuenta que estoy gritando si no hasta el final. Mis ojos se abren de par en par pero de todas maneras no veo nada, mi pecho se eleva hacia el techo y mi columna se tuerce hacia atrás separándome de la cama. Siento que me mojo entera, siento cómo un chorro abundante de líquido caliente sale de mi interior y brota desde mi vagina como una fuente. Como por instinto abres la boca y bebes cada gota de él, jadeando como un animal.

Gruño. Sé lo que estás sintiendo y estoy contenta de poder habértelo dado, aunque es casi todo mérito tuyo y de tu habilidad. Caes a mi lado experimentando todas las sensaciones, todas las visiones que te traen mis fluidos; mueves tus manos y tus músculos como si investigaras. Sé que percibes tu interior claramente, también todo el exterior y lo que nos rodea de una manera distinta. Te dejo viajar solo mientras me relajo, descansando de mi éxtasis, relamiendo gustosa mientras las réplicas de mi orgasmo hacen que mi cuerpo se contraiga hasta que poco a poco se van apagando.

Te veo parado frente a mí. Sé que me estás viendo como verdaderamente soy. No mi cuerpo de humana si no lo que verdaderamente soy. Te sonrío, esperando que mi aspecto no te atemorice. Elevas tus manos frente a ti haciendo que la energía que mana de ellas, y que ahora ves, se mezcle con la energía que mana de mi cuerpo entero. Me haces cosquillas y suelto una risa nerviosa. Cierras tus manos y me miras inquisitivo. La energía deja de fluir desde tus manos.

-Soy Naamah. Y así como me ves es como verdaderamente soy. – me incorporo en la cama y me paro sobre ella, con las piernas abiertas, las manos en jarra sobre mis caderas, mis pies de puntillas. Los hombros hacia atrás y el pecho hacia fuera. El cuello erguido. Mis ojos son como los de las serpientes y las comisuras de mis labios morados se elevan casi hasta mis pómulos. Mi cabello cae a raudales sobre mis hombros, mi pecho y mi espalda hasta debajo de mis nalgas, negro y muy brillante. El cambio puede ser terrible para algunos, y eso que mi transformación no fue completa, aunque quizás tú me veas exactamente como soy debido a lo que te he dado.

 

 Te miro desde arriba.  No te ves pequeño en absoluto, ni atemorizado como cualquier otro en tu lugar lo estaría. Abres tus manos de nuevo y las diriges hacia mí. Tu energía me golpea y la siento crepitar a mi alrededor. No puedes hacerme daño pero tu manejo del poder que te di me inquieta.

 

– No me tienes miedo. – no es una pregunta.

Ahora eres tú el que no responde. Te subes a la cama y parado frente a mí me abrazas contra tu cuerpo haciéndome sentir en mi vientre tu gran erección.

-No hace falta que te conteste – me tomas de mi trasero y me subes a tus caderas, con mis piernas y brazos me agarro quedando colgada de ti. Tu lengua se clava hondo en mi boca y tus dientes muerden mis labios. Me haces gruñir. Una de tus manos toma mi cuello y lo aprieta levemente. Abro los ojos y te miro desafiante. A ver hasta dónde te animas a ir. Presionas un poco más y sonrío de un solo lado al tiempo que levanto una ceja. Lo tomas como un incentivo, tus dedos se acomodan justo debajo de mi mandíbula, para poder hacer fuerza. Comienzas a elevar tu brazo y me suelto de ti. Cuando lo extiendes completamente y lo  elevas, mi cuerpo cuelga de tu mano casi inerte.

 

Poderoso, así es como te sientes. Poderoso. Y te encanta. Me sonrío. Eres mezcla hombre adulto, mezcla niño curioso. Llevas tu otra mano hacia mi nuca y me atraes a tu boca. Acaricias mi cabello, mis ojos, mis mejillas, mi cuello. Mimas delicadamente mis pechos y te detienes un segundo en mis pezones. Te doblas y me recuestas en la cama besando mi ombligo y mis caderas. Bajas a mis rodillas y mis pantorrillas. Acaricias cada rincón de mi cuerpo con una ternura inmensa. Besas cada dedo de mis pies y te detienes en el arco. Luego gateas hacia arriba y vuelves a besarme en la boca con tus labios cerrados, tan suave que podrías enamorarme. Te colocas sobre mí y guías tu pene erecto y muy duro hacia mi entrada. Me penetras lenta, lentamente. Abro la boca en un gemido que no termina de salir. Contraigo los músculos de mi vagina. Vas a volverme loca.

 

Me miras directo a los ojos mientras mueves tus caderas sobre las mías. Despacito muy despacito. Podría decirse que me estás haciendo el amor. De mis labios se escapa un ronroneo y elevo mis caderas para encontrarte más rápido. Te ríes y te alejas. Me das una nalgada suave y vuelves a hacer todo a tu ritmo pausado, desesperante. Muerdo mis labios… si supieras que puedo destrozarte, pequeño… Pero no, sólo estás jugando, yo sé que sabes que tengo mucho más poder del que muestro.

 

Pronto te cansas del mismo ritmo y me mueves para llevar una de mis piernas hacia tus hombros. Los músculos se tensan y mi vagina te permite entrar más profundo. Me haces resoplar. Bombeas fuerte, cuando tus muslos pegan contra mi entrepierna generan un fuerte sonido que pronto se convierte en un chapoteo debido a los jugos de ambos. Con un brazo levantas la otra pierna hacia arriba y haces que las baje a cada lado de mi cabeza. Es una postura incómoda pero hace que me rinda a tus deseos y eso me gusta.

 

Me martillas incasablemente, bufando y jadeando. Me haces gemir y pegar leves gritos. Llevas una de tus manos hacia mi cuello y lo presionas un poco. Muestro mis dientes agresivamente en una mueca que imitas; no te retractas pero tampoco avanzas. Lames mis labios y sigues un tiempo mas así generando dolor, placer, nervios, golpes eléctricos muy muy cercanos al orgasmo. Entonces llevas tus manos a mis caderas y me das vuelta de una sola fuerza. Me dejas en cuatro patas con las manos contra la pared, siento que voy a explotar.

Suspiro cuando me penetras desde atrás, cuando tus manos amasan mi trasero y se agarran de mis caderas para tirarme hacia ti, clavándote en lo más profundo. Tu pene toca un punto agudo en el interior de mi vagina. Grito, la contraigo y siento como un calor me abrasa por dentro. Ya no puedo pensar o sentir nada más, sólo placer. El orgasmo me noquea y también a ti, te vacías rugiendo dentro mío. Esta vez no puedo hacer nada, las sensaciones son demasiadas y me llevan demasiado lejos. Pierdo la noción de tiempo, espacio, dimensiones y visiones. Me dejo ir.

Cuando vuelvo te miro exangüe a mi lado. Tu pelo es rojo y crece rígido hasta tu cintura, tus brazos grandes terminan en garras al igual que tus piernas, no llego a ver si tienes alas. Abro tus ojos con mis dedos y veo tus pupilas casi inexistentes, un hilo delgado. Tu boca es negra y las comisuras no se curvan hacia arriba sino que se alargan hasta el nacimiento de tus orejas. Sin embargo tu transformación no es completa, te ha faltado poco. Ese poco me lo diste a mí con tu simiente y toda tu energía. Tonto! Hubieras sido un gran compañero. Qué desperdicio!

Chasqueo mi lengua. Estuviste tan cerca. Beso tus labios fríos y ya rígidos.

 

Adiós Alex. Buena muerte.