miprimita.com

Voluntad esclavista

en Otros Textos

Si me querés a tus pies primero tenés que acariciarme: los ojos, la boca, el cuello y las piernas. Acariciarme en Ego, llenar de mieles mis oídos y lograr que mis dientes se muestren cada vez que te piense. Vas a lograr que mis muslos se abran si sabés cómo conducirte, y si sabés cómo moverte habrás puesto un grillete alrededor de mi muñeca. Sin embargo, todavía no le has puesto candado… para eso tenés que darte la vuelta y, tan de repente como apareciste, tenés que marcharte. Soltar palabras inconexas y distantes es el próximo paso. Podés, incluso, hasta expresar desagrado de manera más o menos explícita sobre algo íntimamente mío, mejor si es algo que no pueda cambiar.

 

Te voy a mostrar el dedo del medio, probablemente el mismo que use para pensarte en mi próximo encuentro con el alcohol. Es ahí donde podés volver. No hacen falta ni las disculpas. Simplemente tenés que recordar cómo tocarme, cómo hacerme subir. Voy a hacerte gozar, ya vas a ver. Voy a cumplir todas tus fantasías y probablemente haga cosas que ya juré antes nunca volver a hacer. Y luego, en mitad de la noche, desaparecé sin dejar rastro, lográ que me termine preguntando si de verdad alguna vez te tuve en mi cama. Te voy a odiar ¡oh sí! Pero te voy a pensar todos los días. Me tenés a tus pies. Voy a pensar mi ropa, mi pelo, mis horarios, mis días para vos. Preocupate por verte bien, por verte ocupado, no hace falta que seas feliz, simplemente mantenete activo y saludable.

 

Visitá mi cama de vez en cuando si te place. Nunca dejes que la luna se vaya a dormir sin salir de ahí. Me vas a tener a tus pies, sí, pero de verdad no veo de qué te va a servir. Mi mente va a estar ya agotada de tanto barajar errores y posibilidades, mi cuerpo no va a moverse igual porque mi confianza va a estar mellada. Mis ojos definitivamente van a haber perdido su brillo entusiasta y quizás se muestren apresurados, aprehensivos, interrogantes. Mi boca sólo va a sonreír cuando la tuya me dedique un gesto similar.

Ahora bien, te advierto cuidado. Hay un punto de inflexión que debés tener en cuenta. Y es que nunca estoy sola. A mi lado estoy yo que he mirado en el espejo cómo poco a poco me he ido destrozando y poniendo debajo de vos. Voy a hacer un poco de ruido, buscarte con los viejos ojos, con los viejos labios. Pero eso que quise ver en un principio en vos termina siendo mi propio reflejo, mi propia luz. Es entonces cuando voy a ver mis manos sujetando tus pies contra mi cabeza y los voy a quitar sin esfuerzo, sin que lo notes. Y voy a limpiar mis ropas y pellizcar mis mejillas para que recuperen su color. Voy a besar mis rodillas llenas de moretones y mis plantas van a cortar las raíces de una sacudida. Voy a girar la cabeza y ver mi verdadero objetivo, ese que ignoré cuando me aparté del camino porque una cosita muy bonita me atraía hacia un costado. Voy a sacudir mi cabeza y mis hombros y con pasos de danza voy a volver a mi senda.

Con el tiempo vas a ser el agridulce recuerdo de cómo me olvidé de mí pero siempre volví para amarme.