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Mi venganza

en Hetero: Infidelidad

             

                Me llamo Jorge. Soy un hombre de 35 años y estoy casado con Virtudes. Nos conocimos hace 15 años, cuando ella contaba con 18 años, y 5 años más tarde nos casamos. Tenemos una vida acomodada ya que yo tengo un buen trabajo, y mi mujer, aunque no trabaja, tiene dos casas, además del chalet en el que vivimos, que heredó de sus padres, y que al estar alquiladas generan prácticamente un sueldo cada mes.

                Vivimos en un chalet adosado en las afueras de Madrid.  No es muy grande, pero para los dos nos sobra. Tiene un pequeño jardín y una valla con arizónicas que impiden la vista desde el exterior. Como decía antes, es una herencia de su padre, por lo que no tenemos hipoteca              

                Llevábamos dos semanas con mucho ajetreo en el trabajo, ya que teníamos que realizar la entrega de un proyecto muy importante e íbamos justos de tiempo. Todos esos días yo salía siempre tarde, sobre las 21 o 22, cuando lo habitual es salir a las 18. Siempre avisaba a mi mujer cuando me retrasaba para que me esperara para cenar o para que preparara la cena en caso de que llegara a una hora razonable.

                El caso es que un día el proyecto estaba prácticamente finalizado y cuando salí de casa por la mañana le dije a mi mujer que estábamos a tope y nos faltaba poco para cerrarlo, que llegaría tarde seguro porque queríamos terminarlo ese día. Se lo dije con la intención de llegar a casa pronto y sorprenderla. Llevaría unas flores y unas flores para compensar mi “ausencia” las dos últimas semanas.

                Durante el día en el trabajo ultimamos la documentación y dejamos todo listo para la semana siguiente, que es cuando se lo presentaríamos al cliente. Cuando llegaron las 17 y viendo que había poco que hacer me fui para casa.

                De camino, paré en una floristería para comprar un pequeño ramo, y pasé por el supermercado para comprar una botella de vino.

                Llegué a casa y aparqué el coche en la puerta del garaje. Mi mujer suele aparcar dentro el suyo, y al ser de una plaza, yo siempre lo dejo fuera. Cogí las flores y el vino, cerré el coche y me dirigí a la puerta de entrada. Pasé y cerré la puerta con cuidado, ya que últimamente roza y además de hacer ruido se estropea por la parte del roce. Mientras caminaba hacia la puerta de la casa a través del jardín, vi que la luz de nuestro cuarto estaba encendida, así supuse que Virtu, es así como la llamo, estaría allí.

                Abrí la puerta despacio, con la intención de subir y darle una sorpresa.  Cerré la puerta y me quité el abrigo colgándolo en la percha.  También me quité los zapatos y me puse las zapatillas de casa. Es el ritual de todos los días. Mientras hacía esto escuchaba alguna voz, así que me asomé al salón pensando que la televisión estaba encendida, pero no era así.  Me extrañé un poco porque no era normal que Virtu subiera a las visitas arriba, pero pensé que le estaría enseñando algo de la casa, de ropa o algo así…

                Mientras subía las escaleras me dí cuenta que las voces no era de una conversación normal. Más bien se trataba sobre todo de gemidos y frases sueltas. De repente reconocí la voz de mi mujer diciendo:

-          Siiiiiiii, ¡joder, dame más fuerte! Ahhhh

Mientras que una voz de hombre contestaba:

-          Toma cerda, ¡¿te gusta así?!

-          Ahh, ahh, ahh – gemía mi mujer

De repente me quedé pálido. Me dio un escalofrío desde la cabeza a los pies. Me temblaban las piernas y apenas podía subir las escaleras. Sólo pensar en que mi mujer me pudiera estar engañando me provocaban ganas de morirme. Dejé las flores y el vino en el suelo.

Como pude, subí las escaleras y me dirigí a nuestra habitación, cuya luz estaba encendida. Iba despacio, temblando como un flan. Pasé el cuarto de baño y las voces eran más nítidas. Incluso creí reconocer la voz del hombre, se trataba de mi vecino Alberto, que también estaba casado y con quien teníamos una buena relación, tanto con él como con Sonia, su mujer. No éramos íntimos, pero sí nos saludábamos, alguna vez habíamos tomado algo juntos, etc…

Cuando llegué a la puerta de la habitación me asomé y lo que vi me dejó paralizado. Efectivamente estaban mi vecino Alberto y mi mujer follando como salvajes. Mi mujer estaba a cuatro patas, mientras que Alberto detrás suya le taladraba el coño a una velocidad de vértigo mientras que con una mano le cogía de la cintura, y con la otra le tiraba del pelo hacia atrás, haciendo que su cabeza se inclinara hacia atrás.

Me volví al pasillo y me apoyé en la pared. Fui resbalando por la pared hasta quedar de cuclillas, no tenía fuerzas para estar de pie. No podía creer que mi mujer me estuviera haciendo esto.  Los gritos de mi mujer me devolvieron a la realidad.

No sabía que hacer… entrar y ponerme a gritar como un loco … irme de allí… Creo que en ese momento ni siquiera podía hablar, como si estuviera totalmente afónico, así que opté por sacar el teléfono y grabarlo.

Asomé el teléfono por la puerta sigilosamente, mientras por la pantalla veía lo que ocurría. Con la velocidad que le estaba embistiendo no creo que duraran mucho, mi mujer no paraba de gemir:

-          Ahh, ahhh… dios ¡¡no pares!! – decía mi mujer

-          Eres una puta, ¿a que sí? – decía él.

-          Siiiiii – replicaba ella

Mientras tanto él le soltó del pelo y se chupó un dedo. A continuación puso el dedo en el ano de mi mujer, introduciéndoselo uno o dos centímetros.

-          Nooo, sáca el dedo – le dijo ella gimiendo

-          Venga puta, que te va a gustar – contestó

-          Que no, que no. No me gusta. ¡Sácalo ya! – dijo mi mujer con un tono más elevado.

Él lo sacó, agarró su cintura por los dos lados, y continuo con el vaivén aún más fuerte. El choque de sus caderas con el culo de mi mujer se oía en toda la casa. De repente empezó a resoplar y gemir más intensamente. Se estaba corriendo en el interior de mi mujer. Ella tenía la cabeza hundida en la almohada y también estaba teniendo un orgasmo, ya que le temblaba el culo , cosa que le pasa siempre cuando tiene un orgasmo en esa postura.

        Alberto se dejo caer sobre mi mujer mientras que a mi se me caían las lágrimas por la mejilla. Ella le dijo que por el culo no se la metía ni su marido, que no le gustaba. Yo no tenía fuerzas para decirles nada, así que guardé el teléfono, bajé las escaleras cogiendo el vino y las flores y salí de casa sin hacer ruido.

        Me metí al coche y no sabía que hacer, sólo quería llorar. Arranqué y decidí dar una vuelta para intentar tranquilizarme. No sabía cómo había podido ocurrir, eramos una pareja que nos queríamos, nos llevábamos bien, nos compenetrabámos…

        Después de una hora y media dando vueltas por la ciudad, volví a casa. Había decidido hablar con mi mujer del tema, e irme a dormir a un hotel esa misma noche. Cuando llegué y aparqué en mi puerta, volví a sentir el mismo escalofrío desde la cabeza a los pies.

        Salí del coche y cuando me disponía a atravesar la puerta de la calle, noté cómo se abría la puerta del chalet de al lado, el de Alberto. Me detuve y esperé. Salió por la puerta Sonia, la mujer de Alberto, iba a tirar la basura. Ella me vio y me saludo. Intenté decirle algo pero no me salía la voz, al final simplemente levanté la mano devolviendo el saludo.

        Se me cruzaban mil cosas por la cabeza. Cuando volvió de tirar la basura, me acerqué a ella y sin poder contenerme rompí a llorar. Sonia, preocupada, me preguntó que qué ocurría.  Tomé aire durante unos segundos:

-          Verás, he venido hace un rato a casa, y al entrar he descubierto a Virtu acostándose con otro en la cama – le dije.

-          ¿Cómo? – contestó ella

-          Lo que has oido, tal cual. Los he visto en la cama – añadí.

-          No me lo puedo creer. Lo siento mucho. ¿Y qué te ha dicho? – preguntó

-          Nada. No he podido decirles nada. Simplemente me he ido – contesté

-          ¿Y le conocía a él? – me preguntó

-          Sí- contesté. Verás, es un poco dificil decir esto pero… estaba con tu marido – le dije

Ella me miró y sus ojos comenzaron a humederse. Me confesó entre lágrimas, que tenía dudas con él porque se comportaba de manera extraña desde hacía unos meses, pero que jamás pensaría que tendría una aventura con alguien que ella conociese. Le enseñé el video que había grabado y explotó en lágrimas. Tras unos minutos, le expliqué mi intención de hablar con Virtu e irme de casa, pero ella me convenció de que eso no podía quedar así. Que en el caso de separación,  además de humillado y destrozado, me iba a quedar en la calle. Ella estaba en una situación similar, porque su casa era de Alberto, ya que la tenía antes de que se casaran.

Decicidimos pensar en algún plan para poder vengarnos, y mientras tanto intentaríamos actuar lo más normal posible.

Cuando entré en casa, mi mujer sonriente me saludó con un beso y me dijo que la cena estaba lista. Sentí como una puñalada en el pecho. Me fui a la ducha y lloré bajo el agua hasta que estuve más tranquilo.

Al día siguiente, cuando  salí para ir al trabajo, Sonia que estaba esperando mirando por la ventana salió de casa y se me acercó:

-          Tengo un plan – me dijo

-          ¿Cual? – contesté

-          Si quieres nos tomamos un café en el bar y lo hablamos – me contestó

-          Vale – dije.

Fuimos al bar y mientras tomábamos un café me contó lo que había pensado.

-          Tenemos que chantajearles para que sean ellos los que se vayan de casa y no nosotros. Ya que nos han humillado, que al menos no tengamos problemas econónomicos por ese motivo – me dijo

-          ¿Y cómo prentedes chantajearles? – pregunté

-          Pues vamos a tender una trampa a Alberto, y vamos a grabarle realizando algún acto sexual humillante para despues amenazarle con difundirlo – me contestó

-          ¿Quéeeee? – dije yo sin creérmelo

-          Pues eso. Vamos a grabarle mientras le dan por el culo. Y a chantajearle con ese video. -  afirmó Sonia.

-          ¿Y cómo piensas hacerlo? – pregunté

-          Voy a preparar una especie de juego. Le ataré. Y luego vendrá un negro, al que contrataremos, para follarle el culo – dijo sin ningún titubeo.

-          Eso es una locura – dije. Además sería una violación y nadie querrá arriesgarse a ir a la cárcel por eso.

Ella se quedó pensando.

-          Tienes razón – dijo. Entonces serás tú quien lo haga.

-          ¿Pero estás loca? – le contesté

-          ¡Se ha follado a tu mujer delante de ti! – replicó

Me quedé pensando. El sentimiento de humillación y dolor se iba apartando dejando sitio al de venganza. Así que di mi aprobación, pero ¿qué pasaba con Virtu?

-          Una vez que tengamos el video de Alberto. Haremos algo parecido con Virtu, y él nos ayudará.

-          ¿ Y qué haremos para poder chantajearla? – me preguntó

-          Ella me comerá el coño. Si no te cede la vivienda, difundiremos que es lesbiana y le gusta comer coños, además de alguna cosa que se nos ocurra. – contestó ella.

-          Está bien, eso haremos – afirmé.

La verdad es que me parecía una locura, pero no tenía nada que perder y era tal la humillación que sentía, que estaba dispuesto a cualquier cosa. Sonia se encargó de organizar todo, y durante la semana me dijo que el viernes había preparado algo especial con Alberto, y ese día le tocaría a él. Me dijo que pensara en alguna excusa para salir de casa el sábado, ya que si el viernes todo iba bien, el sábado sería la cita de Alberto  con Virtu.

        Le dije a mi mujer, que un compañero de la oficina se casaba y el sábado me iría de despedida de soltero, así que llegaría prácticamente el domingo por la mañana. Ella me dijo que no había problema.

        Llegó el viernes. Sonia me había dicho que a las 22 empezaría el juego y que dejaría la puerta abierta para que yo pudiera entrar sin que Alberto se enterara. Cuando llegó la hora, le dije a mi mujer que me iba a dar una vuelta. No era raro, porque lo hacía habitualmente.

        Con cuidado y sin hacer ruido salí de mi casa y entré en la de los vecinos. Tal como me había dicho, la puerta estaba abierta, así que entré. Su casa era igual que la mía, así que subí por las escaleras y me dirigí a la habitación de matrimonio.

        Cuando me acerqué a la puerta y me asomé, me quedé con la boca abierta. Alberto estaba boca abajo en la cama, atado de pies y manos a cada una de las esquinas de la cama, es decir, con los brazos y piernas extendidos y abiertos hacia las esquinas. Sonia estaba sentada delante suya, con las piernas abiertas y el coño en la cara de Alberto. Mientras él le comía el coño, ella le pegaba en el culo con una fusta.

        Ella levantó la mirada y me vio. Ambos sonreimos. Se levantó y le iba diciendo a Alberto:

-          Muy bien machote, ahora vamos a hacer otra cosa, ¿vale? – le preguntó

-          Claro, lo que quieras – contestó.

-          Ahora un amigo mío te va a follar por aquí – dijo mientras ponía un dedo en el ojete del culo, y me hacía una señal para que entrase.

Cuando Alberto me vio, dijo que qué coño pasaba e intentó zafarse. De repente, Sonia le dio un golpe con la fusta en la rabadilla que lo escucharían hasta los vecinos.

-          ¡Cállate cabrón! – dijo. Tú nos has jodido, y ahora él te va a joder a ti.

-          ¿Estás loca o qué coño te pasa? – gritó.

-          ¡Qué te calles! – dijo ella, dándole otra vez en la espalda y dejándosela marcada.

Alberto se dio cuenta de que no era ninguna broma y decidió no abrir la boca. Los latigazos que se había llevado no eran ninguna broma y le habían hecho  sangre incluso.

        Como sabía que para mi iba a ser un problema tener una erección para darle su merecido a ese cabrón, me tome una viagra mientras esperaba fuera.

        Me quité la ropa mientras Sonia cogía un bote de lubricante. Mi polla estaba bastante dura, la pastilla estaba haciendo efecto. Le dí el móvil a Sonia para ella grabara.

-          Ten cuidado de no grabarme la cara – le dije

-          No te preocupes – contestó

-          Ahora me vas a mirar y me vas a pedir una polla para tu culo – le dijo Sonia a su marido.

-          Ni loco – contestó él

-          ¡Vamos! – dijo ella mientras levantaba la fusta de nuevo.

Alberto, humillado, se percató de que no tenía escapatoria. Me lo iba a follar con golpes o sin ellos, así que decidio obeceder.

-          Dame polla por favor – dijo él

-          ¿Te gustan las pollas? – le preguntó Sonia

-          Sí, me gustan las pollas – contestó

Sonia me hizo una señal para comenzar. Cogí el bote de lubricante y le eché sobre el ojete. Empecé a meterle un dedo. Era una sensación nueva para mí, ya que nunca lo había hecho. Entraba con facilidad, así que empecé a meter dos dedos. Sonia lo iba grabando todo, yo mientras metía y sacaba los dedos cada vez más rápido.

                A continuación,  me coloqué encima de él y apuntando mi polla contra su culo empecé a empujar.  Entraba muy facilmente, la dilatación había hecho su trabajo y era como penetrar un coño, aunque se notaba bastante más apretado. Cuando le había metido el capullo, di un golpe de caderas y le ensarté la polla hasta el fondo.

                Alberto dio un grito de dolor. Yo comencé un mete saca mientras Sonia lo grababa. Acercaba la camará a mi polla mientras le taladraba y después le enfocaba la cara a Alberto. La verdad es que me estaba gustando, y con la polla tan tiesa por la pastilla no tenía ningún problema de erección.

                Noté como iba a correrme en breve así que aceleré el ritmo y comencé a gemir. Sonia se dio cuenta:

-          Alberto, ¿quieres que este macho te llene el culito de leche? – le preguntó

-          Te digo que si quieres que te llenen el culo de leche – repitío Sonia tras el silencio de Alberto.

-          Sí, quiero que me llene el culo – contestó

Comencé a bufar como un toro. Notaba como el semen subía desde los huevos hasta la polla. Sentía como salían los chorros de semen directos a al interior de su culo. Me estaba corriendo como un animal. Después de 5 o 6 empujones, saqué mi polla lentamente. Sonia se acercó para grabar como el semen salía de su culo y resbalaba por sus huevos hasta la cama.

Terminada la sesión, informamos a Alberto de nuestras intenciones. Si no quería que hicieramos llegar ese video a todos sus conocidos, tendría que preparar una cita con Virtu para el día siguiente, diciendo que sabía que yo no estaría en casa. Debería atarla en la cama, tal como habíamos hecho con él y esperar a qué llegaramos.  Además de eso, tendría que ceder la propiedad de la vivienda a Sonia.

Alberto,  totalmente humillado aceptó, pidiendo por favor que no enseñaremos el video a nadie.

Al día siguiente, todo iba según lo planeado. Yo me fui de casa sobre las 20. Cuando llegaron las 22, tanto Sonia como yo entramos en mi casa. Despacio subimos a la habitación y vimos a Virtu atada de pies y manos, tal como había estado Alberto el día anterior, mientras el le masajeaba las piernas.

Al vernos entrar, Alberto se apartó de la cama y se sentó en una silla que había junto a la cama. Virtu le miró extrañada, y viendo que él miraba hacia la puerta, ellá miró también. Cuando nos vio su cara era un poema, una mezcla de sorpresa y humillación.

-          Pero, ¿Qué es esto? – dijo ella gritando

-          Eso digo yo, ¿esto que es? – contesté

Ella no sabía qué decir, así que hablé yo:

-          Sé que te has estado follando a este. Ahora te voy a devolver la humillación que me has hecho pasar – le dije

-          ¿qué vas a hacer? – preguntó

-          De momento te vas a comer el coño de Sonia, vamos a grabar en video lo cerda que eres, y le vas a decir a la cámara lo que te gusta comer coños.

-          ¿estás loco o qué? – sí, le contesté

Sonia ya se había desnudado, así que se colocó en la cabecera de la cama, abrió las piernas y cogió del pelo a Virtu, acércandola a su coño.

-          Cómetelo – le dijo

-          No – contestó

Cogí un cinturón del cajón y le di un latigazo en el culo. Se le saltaron las lágrimas del dolor.

-          Cómetelo – repitió Sonia

Virtu ya lo había entendido, así  que se acercó un poco más, sacó la lengua y empezó a lamer el coño de Sonia de arriba abajo. Sonia, se apoyó en la pared inclinándose hacia atrás. Yo mientras me acercaba con la cámara y hacía un primer plano de la cara de mi mujer chupando ese coño.

Lo estaba haciendo estupendamente. Lamía de arriba hacia abajo, paraba y daba lengüetazos rápidos y corto sobre el clitoríx de Sonia, la cual estaba casi con los ojos en blanco.  Me fui alejando poco a poco para ampliar el plano, siempre manteniendo la cara de Sonia fuera de plano.  Estaba un metro por detrás de mi mujer y tenía la polla durísima viendo esta escena. Miré a Alberto y estaba igual que yo.

Desde esa posición veía el culo de mi mujer que estaba ligeramente en pompa. No me lo pensé dos veces, esta iba a ser por fin la oportunidad de sodomizar a mi mujer, algo que había intentando multitud de veces y que ella odiaba y nunca me había dejado hacer.

Le dí la cámara a Alberto y le dije cómo tenía que grabar. Si no hacía caso o hacía tonterías, difundiríamos el video del día anterior.

Me acerqué a mi mujer por detrás y empecé a meter mi lengua en su culo. Mi mujer tiene el coño con pelos, y en el culo tiene algunos también, así es como me gustan.  Ella dijo que qué estaba haciendo, pero rápidamente Sonia le cogió del pelo aplastándola contra su coño.

Le pedí a Alberto el lubricante que tenía en mi mesita. Le eché en el culo y repetí la misma operación que el día anterior, metiendo primero un dedo, luego dos… llegando a meter hasta tres dedos.

Acercándome al oido de mi mujer le dije:

-          Nunca has querido que te follara el culito, pero hoy es un buen día para haccerlo – le susurré

-          Noooo, por favor – contestó ella

-          ¡Cállate y chupa! – le gritó Sonia, tirándole del pelo

Me puse entre sus piernas,  le cogí de las caderas levántadole el culo un poco más, y apunté mi polla hacia su magnífico culo. Mi mujer tenía un culo espectacular, digno de ser follado hasta reventar. Hice lo mismo que el día anterior, le metí el capullo, y una vez dentro, dí un empujón hasta que mis cojones chocaron contra su coño. Ella dio un grito de dolor.

        Se la saqué poco a poco, y cuando sólo estaba el capullo dentro, voví a meterla hasta el fondo. Repetí la operación 6 o 7 veces. Tenía el culo muy apretado y la sensación era maravillosa.

        Después de eso se la saqué entera, tenía el ojete totalmente abierto y hacía pequeñas contracciones. Se la volví a meter hasta el fondo y empecé un vaiven.

-          Plaf, plaf, plaf – el sonido de mis caderas contra su culo inundaba la habitación

-          ¿Te gusta que te rompan el culito mientras te comes un coño, putita? – le pregunté

-          Siiii – contestó ella con desgana.

Estaba tan cachondo que no aguanté ni 5 minutos. La agarré por las caderas y con una fuerza brutal empecé a penetrarla sin piedad. Me corrí como una bestia en su culo, mientras que Alberto no perdía detalle con la cámara.

        Cuando me vacié por completo, le pedí la cámara a Alberto y grabé cómo se la sacaba del culo. La tenía un poco manchada de mierda y semen:

-          Chúpamela – le dije a Alberto

-          Peroooo… yo… yo… ayer…. – decía tartamudeando.

-          ¡Que lo hagas! – le grité

Alberto agachó la cabeza y se acercó a mi polla. Se metío el capullo en la boca y comenzó a juguetear con su lengua, limpiando los restos de semen y mierda de mi mujer.  Empezamos a escuchar unos gemidos fuertes de Sonia, iba a correrse. Me aparté de Alberto y me acerqué a las chicas.

                Sonia estaba teniendo un orgasmo brutal mientras Virtu seguía chupandole el coño. Llevaba más de 20 minutos y no aguantaba más. Sonia cogía a Virtu de la cabeza, haciendo que su lengua entrase aún más adentro. Sonia terminó y se recostó hacia atrás resoplando, mientras que Virtu caía rendida sobre el colchón.

                Tras un par de minutos de descanso, Sonia le pidió a Virtu que acercara su boca al coño. Pero esta vez no tenía intención de dejarse comer el coño. Cuando la boca de mi mujer estaba a 5 centímetros del coño de Sonia, ésta empezó a mear, echando el chorro directamente en la boca de mi mujer. A ésta le dio un arcada y se movió,  con lo que el chorro de orina le caía en la cara. Esta humillación fue demasiado para mi mujer, la cual empezó a llorar.

                Finalizada la venganza, le explicamos las condiciones del chantaje tal como hicimos con Alberto el día anterior. Ella se iría de casa, cediendome la propiedad. Tampoco puso pegas. Prefería perder una casa, teniendo otras, que sentirse aún más humillada si el video se hacía público.

                Ambas parejas nos divorcionamos y apenas supimos nada de los ex. Sonia y yo alguna vez hemos quedado y hemos echado polvos grandiosos viendo los videos.