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Amame una vez más

en Erotismo y Amor

By Zahory.

Pensando en cómo seducirte, fue que descubrí, que deseaba ser algo más. Quería que fuera especial, quería “acción” esa noche y la tendría. Quería que entendieras, que conmigo serías más feliz, que te amaba. Analicé mis opciones, si te violaba, sería divertido, y vaya que quería diversión, pasarla bien. Así que estaba decidida a que esta noche por primera vez en nuestra vida, durmieras junto a mí.

Desde que me desperté fuiste mi primer pensamiento… un texto con el habitual “hola bebe buenos días” era todo lo que necesitaba para ser feliz, pues es tan sencillo estar a tu lado, tan fácil que se vuelve respirar, tan bonito que se vuelve vivir, pero había comenzado a querer más, a quererlo todo, así que no dormiría hasta conseguir mi propósito; demostrarte que estabas enamorado de mi, como yo de ti, que el fuego nos había quemado a los dos.

Vi la hora y tenía el tiempo justo antes de que llegaras del trabajo, entre a la ducha, lave meticulosamente mi cabello, me depile las piernas y me arregle el montecito, lo puse coqueto para ti…

Exfolie mi piel, para que se sintiera aún más tersa al tacto; lave muy bien cada rincón de mi cuerpo. Me unte una crema especial de esas que tienen aroma y sabor a vainilla, perfume mi cuerpo en lugares estratégicos, en mi nuca, tras mis oídos, en medio de mis senos y al elegir mi “ajuar” me coloque un sostén transparente, un liguero y unas medias rojas, tacones y nada más… me dispuse a esperar decidida a que pasaras la noche conmigo, espere… y espere; te esperé, y no llegaste. Me dormí en el sofá sin consumar mi plan.

Esa noche tuve un sueño… El amor de mi vida me amaba, sentía  igual que yo, aunque pensara diferente y tuviese un cuerpo diferente.

Al igual que yo, deseaba envejecer conmigo, estar conmigo, morir conmigo… En mi sueño, siempre se preocupaba por mí.

Ese breve momento fui feliz, pero solo fue eso, un sueño. Pues cuando desperté, solo yo amaba, solo yo deseaba, sola… porque estaba sola. No me amaban, moriría así… Yo esperaba, pero ¿quién me esperaba a mí?

En otra dimensión, quizá tu alma y la mía se encontrarían, en otra dimensión quizá, pudieras llegar a quererme tanto o más que yo, en otra vida, podríamos ser tan felices, pero en esta vida, quizá separarse sería lo mejor... Pero con solo pensarlo ya dolía.

Es difícil comprenderte y vivir contigo a ratos, pero día a día, despierto con las ansias de verte, escuchar tu voz, sentir tu calor y tenerte solo para mí, sin compartirte.

En otra vida quizá, podamos al menos ser más que amantes, quizá podamos ser solo tú y yo, sin terceras personas, fundirnos en un solo ser, poder darle vida a la vida. Quizá en otra vida…

En otro tiempo tal vez, tan solo tal vez… puedas ser solamente para mí y yo para ti.

Pasaron los días, días en los que no apareciste, y de repente un día, resucitas, con flores y chocolates, ¿qué esperas?, ¿qué te haga fiesta?, ¿qué te ruegue que me hagas el amor, solo porque hace días lo anhelo?

Me miras con precaución, depositando un sobre con dinero, sobre la mesa de centro… mi mensualidad, la parte que me toca por ser tu querida. Solo eso aspiro a ser con este hombre entrado en años, al que amo locamente, y del que quiero ser algo más que “la otra”.

– ¿Estas molesta?

–Vete al diablo.

– Si, lo estás.

–Genio.

–Hubo un problema familiar y tuve que hacer acto de presencia, perdón por no avisar.

–No te preocupes.

– ¿Cómo pue

do compensarte?

–Quédate a mi lado está noche…

–Sabes que no es posible, por más que yo quiera, debo volver con ella.

– ¡Ella! Siempre ella, que te aleja de mi lado.

Enfurruñada en mis adentros, porque te deseo y no puedo tenerte, porque no hemos podido dormir juntos una noche entera, porque solo te tengo a ratos y en los pocos ratos que te poseo, debes hacerlo de prisa. Yo…

–Sabes que te quiero.

– ¿Por qué lo preguntas?

–Te lo estoy diciendo…

–No, eso sonó a pregunta.

–Te quiero. –Silencio…

–Vete con “ella” y que te aproveche, solo espero que algún día, seas capaz de admitir, que a quien amas es a mí, que por quien sientes amor es por mí, y que lo que con ella tienes, hace mil años que termino.

–No te comportes como una niña malcriada, ten paciencia.

– ¿Paciencia? Más de la que he tenido, ya sería demencia.

–Perdón.

–Ya lárgate. –Grito dándome la vuelta.

Se escuchan pasos, la estática ha cambiado, y me  indica que está en la puerta, a punto de irse, de alejarse y dejarme sola con mis pensamientos, con mis ganas, conmigo misma. Se abre la puerta; da un paso más y la puerta se cierra. Se ha ido, al menos por el momento, no sé cuando lo volveré a ver…

Corro hacía la ventana y miro a través de la cortina para ver si sale por el jardín. Espero… 1 minuto, 2 minutos… 3… y de pronto unos fuertes brazos me han estrechado contra su pecho, una boca tibia y deliciosa me devora impaciente el cuello, en un instante todo en mi está en llamas.

– ¡Te quedas!

–Te quiero, te lo dije  y te lo quiero comprobar.

En ese instante y como si lo hubiese visto en mis sueños, comienza a besarme apasionadamente, a despojarme del vestido y con el de mis miedos e inseguridades, al quitarme la fina lencería, se va mi pudor y el poco recato que aún quedaba, porque soy su amante, aunque soy la que está “a la sombra” en ese momento es mío, él  está escondido a mi lado, deseándome a mí, olvidándolo todo por mí, conmigo. Olvido mis pensamientos, mi coraje, y cualquier otra cosa, cuando comienza a poseerme a tirar mis barreras con un solo beso.

Me tiene a su merced, y es que nadie puede resistirse, o al menos yo no puedo, no quiero, le amo, quiero que me ame, aunque sea solo un momento, aunque sea solo ese instante, aunque sea solo en la cama, quiero que sea solo para mí, aunque sea en mi sueño, lo quiero, lo amo.

Le quito la chaqueta, la camisa y el cinturón, ya después lo vestiré para “ella” para “su mujer” pero en ese momento, la reina soy yo. El se deshace de los zapatos y me arroja en la cama, yo trepo provocándolo, abriéndome de piernas para él, tocando mis pechos, indicándole que él puede hacerlo también.

Me observa, y me encanta que lo haga, me siento hermosa, me siento plena, me encanta que mire como toco mi cuerpo, como me ofrezco y me abro lo más que puedo para que él introduzca su miembro dentro de mí, y sin reparo, observa mi montecito, coqueto como lo he dejado, se lame los labios, intuyo que saboreándolo y le invito a probarlo, introduciendo mi dedo en la boca y después en mi hendidura, él se contiene, pero sé que me desea, sé que quiere poseerme entera.

Se agacha y poniendo mis piernas sobre sus hombros chupa mi sexo sin control y sin remordimientos, sin prisa me penetra con la lengua, muerde, succiona, estira y me vuelve loca, me hace acelerar el corazón, humedece todo mi ser, e incluso le hace el favor a mi ano, que hace semanas lo extraña.

Sentir su aliento en mi sexo, me hace perder la razón. De pronto me azota en el culo y eso me enciende, me incita a provocarlo, poniéndome en cuatro, su posición favorita, en la que puede apreciar mi culo, y mis pechos colgando, sé que lo enloquezco, y sé que se muere por penetrarme desde atrás.

Siento como escupe en mi ano, y con sus dedos distribuye la saliva, se preocupa porque no me duela, no sabe el placer que eso me provoca, intenta una, dos, y en la tercera, me introduce el pene por completo, hasta adentro, ya estoy acostumbrada, ya estaba deseosa, ya lo esperaba.

Me embiste una y otra vez, mientras manosea mis pechos que se mueven al tiempo de cada embestida. Toco mi clítoris asegurando mi placer, y mi ano se contrae, eso le gusta, lo escucho gemir.

Me besa la espalda, me jala el cabello mientras se aferra a mis caderas, para darme más y más duro, y cuando está a punto de correrse, lo escucho decir “que rica mi niña”.

Eso me provoca, me hace empujar más contra él, para que termine de vaciarse en mí, y a la par, también me dejo ir.

Caemos en la cama, abrazados, mientras me besa en los ojos, la nariz y la boca, le acaricio la melena, ya con canas, muy escasas, pero evidentes, y no puedo creer, que lo tenga ahí.

–Te amo. –susurro, obteniendo silencio. Y ante tan evidente respuesta, mi corazón se quiebra en mil pedazos, en fin, es lo que tengo, lo que acepte, ahora me aguanto, pero mientras lo tenga ahí junto a mí, me lo follo hasta que me canse.

Así que me subo en él y le doy a chupar cada uno de mis senos, mientras traviesamente él juguetea con mis orificios, me penetra con los dedos, el ano y la vagina, haciéndome sentir delicioso.

Comienza a reavivar su erección y dispuesta a aprovechar, la dirijo a mi vagina, donde me empalo yo solita una y otra vez, él me toma por las caderas, y me impulsa a la vez que doy brinquitos sobre él, echo mi cabeza hacia atrás y el cabello me acaricia la espalda, disfruto de él, de su compañía y de su miembro.

Me toca los pechos, los amasa, los aprieta con rudeza, me jala los pezones, los excita, los retuerce despacito, provocándome un dolorcito rico en las entrañas, y ahí está de nuevo gimiendo y diciéndome lo rica que está “su niña”.

Tiene obsesión con mi ano, seguro porque “su mujer” nunca le ha permitido el honor, pero yo, yo se lo concedo todo, se lo entrego todo, es más, hasta lo abro para él. La habitación ya huele a semen, a sexo, a saliva y sudor, y aún seguimos entregándonos al placer, hasta caer rendidos.

Me jala del cabello y me obliga a bajar a chuparle el pene, los testículos, es mío, todo mío, ese suculento manjar, que tanta alegría me ha dado, cuando lo introduzco en mi boca, está salado, húmedo, sabe y huele a él, su semen me fascina y dispuesta a provocar que se corra en mi boca, me esmero en hacerle el oral de su vida, introduciendo su pene lo más que puedo, hasta tocar mi campanilla, es delicioso tener la boca llena, y jugar con mi lengua, enroscarla alrededor, chuparle, besarle, masturbarle, escucharlo gemir, viendo lo que esta “niña” puede hacerle, no tardo mucho, cuando lo siento contraerse, ya viene, está a punto y de repente un chorro espeso me golpea en la lengua, sale con fuerza, es salado, calientito, es mi premio, lo chupo todo sin derramarlo y se lo muestro en mi boca, alucina cada vez que hago eso, y sin más, lo trago de una, y sin hacer muecas.

Él limpia los restos que quedan en la comisura de mis labios, con el dedo, los chupo ávida de él, sonrió traviesamente, satisfecha con mi triunfo y nos abrazamos fuertemente, cayendo rendidos por el cansancio.

La luz que entra por la ventana, cae sobre la piel de mis párpados sacándome del letargo. Lentamente muevo cada músculo de mi cuerpo, primero los dedos de los pies, los tobillos, las piernas y de pronto, al sentir la sábana resbalar, siento un escalofrío recorrer mi cuerpo desnudo.

A mi mente llegan un sin fin de imágenes, sensaciones, olores, y se me eriza la piel de sólo recordar.

Tu piel caliente, tus fuertes brazos, esos besos que te quitan el aliento, la fuerza de tu embate y como mi corazón siente ese vuelco cada vez que te escuchaba gemir.

Las sábanas tienen tu aroma, mi cuerpo arde de pasión ahí donde lo tocaste, dónde lo besaste... Mis manos hormiguean al recordar tu cuerpo desnudo, se recrearon con tu piel un buen rato y fui feliz, fui realmente feliz, como jamás lo he sido antes.

Muchas veces le di placer a mi cuerpo, pocas veces placer a mi alma, pero contigo, el placer es completo, al cuerpo y al alma... Y es que cuando se complementan ambas cosas, todo se vuelve indescriptible, caminas entre algodón de azúcar, un minuto es eterno y es lo más valioso del universo, una caricia es vital, un beso la vida.

Al abrir los ojos te miro junto a mí, tan bello, tan fuerte, tan mío, que aunque no me lo digas, sé que me amas, aunque hoy te irás, dejándome sola, no sé por cuantos días, me has hecho feliz, el resto de la semana.