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Estrenando la sauna

en Hetero: General

Llevábamos ya un tiempo yendo a ese gimnasio. No era muy grande ni moderno pero nos pillaba cerca de casa,  no solía haber demasiada gente y no era muy caro. Para nuestras necesidades era suficiente. Simplemente un sitio donde hacer un poco de ejercicio y liberar las tensiones del día.

Solía ir con mi amigo Santi. Nos conocíamos desde hacía años y nos llevábamos muy bien. Cuando tienes el típico día que te da pereza ir siempre viene bien alguien que te obligue a ser constante y hacer el esfuerzo.

Hace unos meses el gimnasio cambió de dueños y aunque al principio no se notó después vimos que iban a empezar a hacer modificaciones. Compraron la lonja de al lado y se decidieron a hacer una ampliación. Como soy bastante curiosa intenté enterarme de qué iban a añadir porque con la tontería quizás empezaban a subir las tarifas. Pero con los nuevos dueños no tenía la misma confianza y no soltaban prenda. Querían anunciarlo sólo cuando estuviera listo.

A Santi se le ocurrieron un montón de teorías. Por supuesto ninguna razonable debido a que le encanta bromear y no pierde la oportunidad de decir tonterías. Yo me río un montón con él, es otro de los motivos por los que me gusta que vayamos juntos al gimnasio. Siempre es mejor hacer ejercicio mientras tienes una sonrisa en la cara.

Así que hemos pasado los dos últimos meses con el ruido de fondo de las obras, algo más de polvo en el ambiente y discutiendo las teorías de Santi mientras corríamos en la cinta. La que más le gustaba era que iban a poner un ring para hacer peleas ilegales en el barro de chicas en bikini y por eso lo llevaban con secreto. Como me encanta pincharle el globo le dije que creía que tenía razón pero que las peleas en realidad serían de hombres musculosos en tanga cubiertos de aceite. Desde ese momento su teoría favorita es que van a poner un local de timbas clandestinas, con humo de puros en el ambiente y apuestas muy altas. Y no me ha vuelto a mencionar a las chicas en bikini.         

Al final llegó el día de la inauguración cuando casi no me acordaba de ello. Un lunes fuimos al gimnasio al salir de trabajar y nos encontramos con unos carteles en la entrada anunciando la novedad. Habían instalado una sauna con acceso directo desde los vestuarios. En el mostrador nos dieron unos panfletos explicándolo con mayor detalle. Se veía alguna imagen y no parecía que fuera demasiado grande pero le pegaba a nuestro gimnasio de supervivencia. Casi parecía que la habían construido ya con apariencia de vieja y usada. Miré las tarifas y comprobé que los que ya teníamos el bono de un año la podíamos utilizar sin coste adicional.

- Al final te quedas sin partidas ilegales de poker. Parece que lo que han construido es una sauna.

- Eso es lo que quieren que creas. En realidad es una tapadera y detrás de todo el vapor hay una cortina por la que se accede a la sala secreta.

- Jajaja, ¡seguro! ¿Te apetece probarla luego?

- Pero no tengo bañador.

- No hace falta, Santi. Puedes ir sin ropa y taparte con una toalla si lo necesitas.

- Es que nunca he estado en una. ¿Realmente qué haces en ella?

- Básicamente sudar y pasar calor.

- Pues Lucía, no veo entonces diferencia con el gimnasio normal. Pero bueno, si vas a estrenarla la probaré yo también un poco a ver la experiencia.

- Vale. Luego concretamos.

Nos metimos cada uno a su vestuario correspondiente y nos cambiamos para ponernos la ropa de hacer ejercicio. Yo llevaba mis mallas negras habituales y un top deportivo rosa de esos ajustados que dejan la tripa al aire. Debido al tamaño de mis pechos necesitaba ropa de ese estilo que me los sujetara perfectamente ya que si no sería incapaz de hacer deporte. Todavía recuerdo lo mal que lo pasaba en las clases de educación física cuando desconocía que existían esas prendas y al correr mis tetas iban botando alternativamente arriba y abajo ante la mirada de todos los compañeros.

Estuvimos nuestra hora habitual sin parar mas que para cambiar de aparatos. Entre bicis, cintas y alguna máquina creo que conseguimos quemar los excesos del fin de semana. Mientras hacía ejercicio no me pareció ver que el nuevo servicio hubiera hecho que vinieran más clientes al gimnasio. Estaba tan vacío como siempre. Supuse que todavía no se habría enterado la gente y aunque esperaba que no empezara a llenarse a partir de ese día ya que prefería que estuviera desierto tampoco quería que quebraran por hacer una inversión que no les fuera rentable.

- Bueno Santi, ¿entonces te animas a probar la sauna? – le dije mientras volvíamos a los vestuarios.

- No sé, ¿cuánto vas a estar? Tengo que preparar aún la comida de mañana y no quiero llegar muy tarde a casa.

- ¿Una media hora? Si te apetece. Si no, lo dejamos para otro día.

- Bueno, por media hora no pasa nada. La probaré entonces. Luego te cuento mis impresiones cuando nos veamos fuera – me dijo entrando en su vestuario.

- ¿Cuando nos veamos fuera? – pregunté extrañada a la nada porque Santi ya había desparecido dentro del vestuario masculino.

Pensando en qué habría querido decir mi amigo entré en el vestuario. Tan sólo había una chica que parecía que se había duchado hacía poco y se estaba terminando de vestir. Se había colocado bien las tetas en el sujetador e iba a abotonarse una camisa. Sin prestarla demasiada atención me dirigí a mi taquilla. 

Tras abrirla me senté en el banco y me quité las zapatillas y los calcetines. Después me quité el top liberando de su presión a mis pechos que agradecieron de nuevo un poco de movilidad. Me incorporé y me bajé las mallas. Mis tetas colgaron al inclinarme y golpearon mis muslos cuando levanté las piernas para sacarlas de las perneras. Finalmente me bajé las bragas quedándome completamente desnuda. Guardé la ropa en la taquilla y me enrollé una toalla alrededor del cuerpo para taparme. Así vestida me dirigí a la puerta de la sauna que conectaba directamente con el vestuario.

Nada más entrar noté el aumento de temperatura y el vapor del ambiente y empecé a sudar. La sala estaba completamente vacía. Me dirigí a uno de los bancos situados contra la pared y me senté a esperar a mi amigo. Al cabo de unos minutos se abrió la puerta y vi entrar a un chico completamente desnudo con una toalla en la mano. Su cuerpo era delgado, sin marcar excesivamente los músculos pero que se notaba que estaba en forma. Mis ojos no pudieron evitar dirigirse a su pene que colgaba de un pubis cuyo vello estaba arreglado. Pese a estar flácido se apreciaba grande y se movía ligeramente acompañando cada uno de los pasos del chico. Levanté la mirada y nuestros ojos se encontraron. ¡Era mi amigo Santi! Cuando pareció reconocerme tras un momento de incredulidad cogió rápidamente su toalla y se la anudó alrededor de la cintura ocultando sus partes nobles.

- ¿Pero qué estás haciendo aquí? – me gritó mientras se acercaba a donde estaba sentada.

- Esto… ¿eres Dory? ¿No íbamos a probar la sauna? – contesté sin entender.

- ¡Me refiero en la sauna de los tíos!

- Jajajaja – me entró la risa floja en ese momento. – ¿De los tíos? No has leído el panfleto que nos han dado, ¿verdad? Sería muy típico de ti.

- Bueno, quizás lo haya leído en diagonal.

- Santi, la sauna es compartida. No hay una para tíos y otra para tías – le dije intentando contener la risa con dificultad. – ¡Joder! ¡Ahora lo entiendo! Por eso has dicho que nos veíamos a la salida.

- ¡Ahhh! ¿Por qué no has dicho nada? ¡Qué vergüenza! – se lamentaba mientras se sentaba a mi lado en el banco.

- ¡Vamos, vamos! Tampoco es para que pases vergüenza. Con lo bien dotado que estás – le dije medio en broma medio en serio para que se le pasara el corte.

- ¿Encima te has fijado en…? – dijo señalándose la toalla aparentemente incapaz de nombrarlo por su nombre en mi presencia.

- Jaja. ¿Qué esperabas? Entra un tío con la polla al aire normal que se me vayan los ojos a ella para ver cómo la tiene.

- Joder, qué pesadilla.

- Por favor, Santi. No exageres, no creo que sea para tanto. Vale, sí. Te he visto en pelotas. Pero ya está.

- Pero vas a pensar que soy un pervertido – mi amigo empezó a hablar atropelladamente. – Que en realidad sabía que estabas aquí dentro y he pasado sin toalla para que me vieras desnudo. Y te he puesto en una situación incómoda porque quería exhibirme y que me vieras la… la…

- Santi. Ya. Cálmate. Sé de sobra cómo eres. Nos conocemos desde hace un montón de tiempo. No soy una mojigata que se va a escandalizar por que me enseñen un pene y menos si ha sido un accidente. Está claro que ha sido un malentendido. Es mucho más propio de ti el meterte en un lío por no leer un cartel que el querer mostrarte en pelotas delante de mí. No eres un exhibicionista. Eres un despistado que está siempre en las nubes.

- Vale. Gracias, creo.

- Y un poco torpe también. A veces no me prestas atención. Te olvidas de los cumpleaños… - empecé a enumerar claramente de broma.

- ¡Bueno! ¡Ya vale! – contestó riéndose un poco. Parecía que se le pasaba un poco el disgusto. – Perdona. De verdad.

- Tranquilo Santi. No ha pasado nada.

Intenté que pensara en otra cosa recordándole sus teorías de la timba escondida en alguna pared de la sauna pero aunque me seguía el juego no bromeaba de la forma habitual así que estaba claro que seguía comiéndose la cabeza por lo que había pasado.

- ¿Sigues rayado?

- Lo siento tía, ya sé que no pasa nada pero no se me va de la cabeza.

Me empezaba a preocupar su actitud. Para mí no había pasado nada grave, una simple anécdota. Vale, le había visto la polla y ahora sabía cómo la tenía. Pero no entendía que le estuviera afectando tanto. Estaba claro que tenía que hacer algo para arreglarlo y tomé una decisión.

- Oye Santi.

- ¿Sí?

- Mira…

Cuando su cabeza se giró para mirar hacia mí, agarré mi toalla y empecé a tirar hacia abajo descubriendo mis grandes pechos. Sus ojos se abrieron como platos al ver ante él la piel de mis tetas salpicada por las gotitas de sudor debido al calor de la sauna.

- ¿Pero qué haces? – me dijo con un nudo en la garganta sin poder evitar mirármelas.

- Ahora ya estamos empatados. Yo te he visto la polla y tú me estás viendo las tetas. Así que ya puedes dejar de rayarte.

- Joder tía, no sé que decir.

- Jajaja, pues no sé. ¿Te gusta lo que ves?

- Ya lo creo. Me encantan tus tetas.

- Ale, en paz. Y por favor, nada de estar raro conmigo por otra tontería como esta.

Volví a coger la toalla y me la subí tapándome otra vez los pechos. Después continuamos hablando como si no hubiera pasado nada. Creo que al darse cuenta de que yo no le daba importancia a que me viera desnuda le tranquilizó y que era verdad que tampoco le iba a dar importancia a que le hubiera visto el pene. Yo me sentí satisfecha, por un lado parecía que se le había pasado el disgusto y por otro el recibir el halago sincero hacia mi cuerpo me subía un poquillo el orgullo. En una de estas cuando le miré para contestarle mis ojos se posaron en su toalla y me di cuenta de que un bulto hacía que permaneciera levantada.

- ¿Y esa tienda de campaña? – le pregunté entre risas.

- Mierda, pensaba que no te ibas a dar cuenta. Es por tu culpa.

- ¿Yooo? – pregunté irónicamente haciéndome la sorprendida.

- No sé, ¿cómo esperas que éste reaccione si de repente me enseñas las tetas y veo lo grandes que son? – se justificó mientras se señalaba el bulto tapado por la toalla.

- No creí que fuera para tanto. Me has visto con ropa ajustada y escotes mil veces. Joe, si me ves todas las semanas con el top deportivo que marca perfectamente su forma. A estas alturas debías saber perfectamente de qué tamaño eran.

- A ver, ya sabía que las tenías grandes pero una cosa es intuirlo debajo de la ropa y otra verlas sin nada y confirmar realmente su tamaño y forma.

No me podía creer la conversación que estábamos teniendo. Debía haber algo en el ambiente o el calor de la sauna nos estaba afectando. Hace unos momentos mi amigo se estaba muriendo de vergüenza porque le había visto desnudo por accidente y ahora estábamos tan tranquilos sentados uno junto al otro y hablando del tamaño de mis tetas mientras él tenía una erección descomunal tan sólo tapada por una toalla. Noté que yo también empezaba a excitarme con la excitación.

- Me parece que entonces a mí también me toca confirmar su tamaño y forma. Antes estabas muy lejos – le dije mientras levantaba su toalla sin darle tiempo a reaccionar y permitiéndome contemplar desde un lateral su polla completamente vertical sosteniendo cuál mástil la tela con la punta.

Santi intentó quitarme las manos de la toalla y volverse a tapar pero sin mucha convicción. Ahora que no estaba siendo un accidente parecía que no le daba tanto reparo que le viera su miembro y tan sólo disimulaba que oponía algo de resistencia. Tras mirarla durante unos instantes no pude evitarlo y alargué mi mano debajo de la toalla y cerré el puño alrededor de su enhiesta polla notando la dureza y el grosor directamente con el contacto de mi piel. Mi amigo dio un pequeño respingo al no esperarse mi acción pero ya no volvió a intentar retirarme la mano.

- Parece que el gimnasio te está dando resultando. Has endurecido todos tus músculos – comenté mientras mi mano subía y bajaba por su pene.

- Esto no es mérito del gimnasio sino tuyo – contestó suspirando de placer.

El aire de la sauna se caldeaba y no por el vapor precisamente. Con mi mano izquierda retiré la toalla de mi amigo dejando a la vista cómo su polla era masajeada por mi mano derecha. Contemplé con detalle su glande descubierto, rosado y ligeramente humedecido por la excitación. La base de su grueso tronco y sus testículos estaban depilados mientras que su pubis tal y como me había fijado al entrar tenía algo de vello recortado.

Nunca había sentido esa clase de atracción por mi amigo. Nos llevábamos muy bien y compartíamos muchas cosas. Teníamos la suficiente confianza como para ir al gimnasio juntos pero no había tensión sexual entre nosotros. Y de repente por un accidente, una cosa que lleva a la otra y ahí estaba yo masturbándole en la sauna. Aunque hubiera querido parar en ese momento no creo que hubiera podido. La situación me estaba excitando demasiado.

- Qué bien lo haces – dijo entre gemidos.

- Tengo buen material con el que trabajar – contesté incrementando un poco el ritmo de la paja.

- Puedo… uff… ¿puedo vértelas de nuevo?

Por toda respuesta tiré con mi mano izquierda de la toalla y volví a descubrir mis pechos. Quizás fuera mi imaginación pero me pareció notar que su polla daba un respingo al volvérmelos a ver. Noté cómo me las comía con la mirada, cómo trataba de no perder detalle de ellas.

- Si quieres puedes tocarme las tetas – le contesté a la pregunta que no se estaba atreviendo a formularme.

Alargó la mano y casi con miedo la posó en mi pecho derecho. Noté su piel caliente sobre mi seno. Cómo intentó abarcarlo con la palma de la mano y descubrió que no era capaz. Lo apretó un poco notando su consistencia y con dos dedos empezó a recorrerlo suavemente, acariciando cada curva y pasando de vez en cuando por el pezón que ya había reaccionado y estaba duro y apuntando al horizonte. Colocó su mano debajo de mi pecho, como si fuera la copa de un sujetador y lo levantó ligeramente.

- Pesa un montón – comentó sorprendido.

- Ahora me entenderás cuando te digo que a veces me duele la espalda.

Su mano se dirigió a la otra teta y repitió la operación. La acarició, la tocó y la levantó de la misma forma como queriendo descubrir las diferencias entre uno y otro pecho. Yo estaba cada vez más caliente. Siempre me ha excitado que jueguen con mis tetas y mi amigo lo estaba haciendo especialmente bien. Sin poderme aguantar más me abrí la toalla y dejé a la vista el resto de mi cuerpo. El triangulito de vello de mi pubis, mojado por la humedad del ambiente, daba paso a mis labios inferiores, completamente abiertos y mojados por la humedad de mi interior.

Santi entendió enseguida lo que quería y tras contemplar desde su posición la única parte de mi cuerpo que le quedaba por admirar colocó su mano izquierda sobre mi coño. Noté su palma apoyándose sobre mi vello y cómo sus dedos exploraban mis labios inferiores buscando acariciar con sus yemas mi clítoris. Cuando encontró lo que estaba buscando una descarga de placer recorrió mi cuerpo y mi puño se cerró con fuerza sobre su polla.

Comenzó en ese momento una carrera frenética por darnos placer mutuamente. Seguíamos sentados el uno al lado del otro. Nuestros brazos cruzándose. Yo con mi mano derecha sobando su polla y él con su mano izquierda explorando mi coño y su mano derecha acariciando mis tetas. En ese momento pensé por primera vez que si alguno de los escasos clientes del gimnasio entraba en la sauna me vería completamente desnuda, con las piernas abiertas mientras me masturbaban y tocaban las tetas y yo le hacía una paja a un tío. Pero estaba tan excitada que me dio igual y seguí disfrutando y haciendo disfrutar.

Seguimos un buen rato así hasta que noté que la respiración de mi amigo se empezaba a acelerar y miré hacia su polla justo en el momento en el que se contraía y lanzaba un enorme chorro de semen por los aires. Casi como si fuera en cámara lenta observé cómo la leche ascendía hasta bastante altura para luego caer contra el suelo dejando un hilillo de líquido blanco. A ese primer chorro le siguieron una media docena más. Cada uno con menos fuerza y sin tanta cantidad pero suficiente para manchar bastante el suelo y que cayera por mi mano y su pene. Santi me confesó más adelante que le había sacado más semen del que había soltado nunca de una sola vez.

Me limpié la mano en la toalla y me dediqué a disfrutar mientras mi amigo se concentraba en mí. El ritmo de su mano se incrementó sobre mi agujerito y me introdujo un par de dedos. Los metía y sacaba rápidamente mientras rozaba las paredes de mi coño sin dejar de prestar atención a mi clítoris. Pronto su mano estuvo completamente mojada de mis fluidos. Mis tetas subían y bajaban rápidamente siguiendo mi acelerada respiración. Yo me dediqué a acariciarme el pecho que tenía libre. Pellizcándome el pezón y agarrándome y apretándome la teta.

No tardé en contraerme y aunque procuré no ser muy escandalosa no pude evitar gemir de placer cuando me llegó el orgasmo. Disfrutando de la sensación nuestras respiraciones poco a poco fueron recuperando su ritmo habitual. Nos miramos y supimos que todo estaba bien y sin decir nada nos levantamos y fuimos cada uno a su vestuario dejando en el suelo de la sauna la abundante corrida de Santi.

Me duché y me vestí. A la salida me encontré con mi amigo y caminamos juntos un rato hacia casa. Vivimos cerca y la mayor parte del camino es el mismo. Aunque en ese momento no hablamos acerca de lo que había pasado la naturalidad de nuestra conversación hacía evidente que no iba a cambiar nada. Desde entonces seguimos siendo amigos y no nos hemos planteado que nuestra relación sea diferente pero cuando cruzamos las puertas del vestuario y nos metemos en esa sauna si estamos solos nos volvemos a quedar desnudos y nos damos placer mutuamente.