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La propina

en Dominación

Viernes. Viernes cuando termina la jornada laboral. ¿Hay algo que suene mejor que eso? La semana había sido horrible, había pasado más tiempo en la oficina que en casa y pese a todo parecía que el trabajo acumulado no se terminaba. Salía varias horas más tarde de lo que debería y estaba exhausta. Necesitaba desconectar y olvidarme de las preocupaciones durante un par de días. Al fin y al cabo el lunes volvería a encontrarme en la oficina con todo lo pendiente esperándome y más me valía recuperar fuerzas.

Conduje hasta casa con el piloto automático puesto. Hago el trayecto cada día y a veces me doy cuenta de que voy pensando en otras cosas y sin embargo llego a mi destino. Sé que debería prestar más atención a la carretera pero hay veces que es inevitable. Por suerte el viaje no es demasiado largo. En apenas media hora ya he llegado si no hay un atasco, cosa que ocurre con mucha frecuencia. Y bendito el día que me decidí a alquilar una plaza de garaje. Solo me faltaba a estas horas ponerme  buscar un hueco libre.

Por fin llegué a casa. Dejé el abrigo en el armario de la entrada y me dirigí al dormitorio. Los zapatos empezaban a molestarme y lo único que quería era ponerme cómoda.

- ¡Ahora salgo, estoy en el baño! – me anunció la voz de mi pareja a través de la puerta según avanzaba por el pasillo.

Una vez en la habitación dejé el bolso sobre una silla y con un suspiro de alivio me bajé de los zapatos. No llevo mucho tacón pero tras un día agotador tenía los pies ligeramente hinchados y notaba que me apretaban.

Iba a empezar a ponerme cómoda cuando los brazos de mi pareja me rodearon por detrás y con un fuerte abrazo y notando su frente apoyándose en mi largo pelo castaño me transmitió toda la energía que me faltaba en ese momento.

- ¿Qué tal estás, cariño? Por fin se terminó la semana – me dijo con ternura.

- Agotada. Como sigamos en la oficina a este ritmo me va a dar un ataque.

- Habrá que hacer algo para que te recuperes.

Sus manos se apoyaron sobre mis hombros apretando ligeramente e iniciando un suave masaje. El simple contacto era liberador y notaba cómo la tensión iba decreciendo con cada movimiento de sus dedos. Cuando consideró que mis hombros se habían relajado lo suficiente sus manos descendieron lentamente hasta apoyarse sobre mis pechos. Sus caricias sobre la ropa me activaron enseguida y mis pezones se endureciendo marcándose a través de la blusa. Notaba cómo sus palmas recorrían mis voluminosas tetas y cómo eran apretadas y tocadas sin pausa. Tengo las tetas muy grandes y sensibles y mi pareja sabe que me encanta que jueguen con ellas y que cualquier contacto en esa zona me excita enormemente.

Sentí cómo me retiraba el pelo desde atrás y comenzaba a besarme en el cuello mientras botón a botón me desabrochaba la blusa. Una vez suelta no tardó en quitármela del todo y tras acariciarme de nuevo las tetas sus manos se dirigieron al cierre del sujetador. Con la práctica que da el hacerlo diariamente me lo soltó inmediatamente y sentí cómo la presión que mantenía apretados mis pechos desaparecía de golpe. Debido al volumen que tengo necesito indudablemente el sujetador pero siempre es un alivio cuando al final del día puedo quitármelo y sentir la libertad de movimiento.

Deslizando la mano retiró la prenda y dejó a la vista mis grandes tesoros gemelos. Ahora ya sin tela que molestara, sus manos volvieron a acariciarme mientras mis pezones se clavaban en sus palmas que apenas eran capaces de abarcar mis tetas.

Agarrándome de la cintura y con un giro me dio la vuelta y tras mirarnos un instante a los ojos comenzamos a besarnos en la boca. Los besos eran intensos, apasionados. Como si nos fuera la vida en ello. Mi mano acariciaba su nuca, justo donde acababa su pelo corto y rubio. Mis tetas se aplastaron contra las suyas y notaba la tela de su camiseta rozando mis pezones. Era mi turno de liberarla así que nos dejamos de besar un momento para poder agarrar la parte inferior de su camiseta y subírsela hasta quitársela. Su sujetador negro quedó a la vista pero le duró puesto tan solo un momento ya que mis dedos se dirigieron inmediatamente al cierre y tras soltarlo le quité la prenda dejando a la vista sus dos preciosas tetas medianas de areolas rosadas.

Volvimos a besarnos y ahora mis pechos apretaban y sentían directamente los suyos sin ninguna prenda que se interpusiera. Notaba sus pezones endureciéndose contra mi piel y su calor sumándose al mío. Nuestras manos acariciaban nuestras espaldas hasta llegar y agarrar nuestros culos. Pronto sentimos que nos sobraban también esas prendas. Mi chica bajó la cremallera de mi falda y cayó al suelo tras ello. Tan solo me quedaban puestas unas braguitas azules que no tardó en retirar dejándome completamente desnuda. Con un pequeño empujón me tiro sobre la cama mientras ella se quitaba los vaqueros y sus bragas para igualar mi vestuario.

Nuria se unió a mí en la cama. Sus labios recorrieron cada centímetro de mi piel. Comenzando desde abajo fue ascendiendo besando mis piernas, mi vientre y mis pechos hasta llegar a mi boca donde nuestras lenguas hicieron contacto e intentaron ocupar la boca de la otra.

Sin dejar de besarme sus dedos se dirigieron a mis otros labios ya ligeramente húmedos por tanta caricia y empezó un movimiento rítmico arriba y abajo provocando que mi rajita reaccionara y comenzara a abrirse a ella. Mis manos se agarraron a su espalda, empujándola hacia mí mientras disfrutaba del placer que me estaba regalando.

Cuando mi chica consideró que estaba lo suficientemente mojada y sus dedos se introducían con facilidad dentro de mi coño se incorporó levemente y escuché cómo abría uno de los cajones de la mesilla y buscaba algo. Sin apenas darme tiempo a preguntarme qué estaba haciendo agarró mis brazos y me los sujetó por encima de la cabeza notando de pronto que algo se cerraba alrededor de mis muñecas. Al notar que las manos de Nuria me soltaban intenté moverme pero mis manos estaban sujetas al cabecero de la cama.

- ¿Me… me has esposado? – pregunté sorprendida.

- Llevas toda la semana estresada, tomando decisiones y con preocupaciones. Hoy te vas a olvidar de todo eso. Te dejarás llevar y te dejarás hacer.

- ¿Dejarme llevar?

- Sí. Lo que queda de día harás todo lo que te diga. ¿Entendido?

- No conocía esta faceta de ti.

- Tranquila, Blanca. Confía en mí, ya verás cómo disfrutas.

Incapaz de oponer resistencia sentí cómo mi chica me mordisqueaba cada una de las tetas. Primero el pezón izquierdo y luego el derecho. Después su lengua recorrió mi rajita hasta llegar al clítoris donde se entretuvo hasta que me arrancó unos gemidos de placer.

- Ahora vengo – me dijo levantándose de la cama y saliendo de la habitación.

No tardé en descubrir qué me tenía preparado mi novia. Cuando Nuria volvió a entrar al dormitorio llevaba un arnés atado a la cintura. La visión de su cuerpo completamente desnudo con sus atrayentes curvas y un gran pene erecto de plástico rosa donde debería ver su coño depilado resultaba al mismo tiempo perturbador, morboso y excitante.

- ¿Qué te parece la polla de tu novia? – me preguntó.

- Guau. Es enorme. No sabía que tenías una – contesté incapaz de apartar la mirada de ella.

- La he encargado especialmente para ti – me dijo. – ¿Alguno de tus novios la tenía así?

- No. Ninguno la tenía tan grande – admití. – Y desde luego ninguno la tenía rosa.

- Chúpame la polla, Blanca – me ordenó acercándose a donde me tenía atada. – Nunca te he visto hacer una mamada.

Nuria se subió a la cama y de rodillas acercó su polla a mi cara. Giré la cabeza y abrí la boca para meterme el consolador. Estando esposada a la cama la libertad de movimientos era escasa pero conseguí empezar a chupársela. Mi novia me facilitaba la tarea moviendo sus caderas rítmicamente para introducir y sacar la polla de mi boca. Mientras yo la recorría con mi lengua y la apretaba con los labios.

- Qué bien la chupas, cabrona – me alabó. – Si no fuera de plástico ya me habría corrido en tu cara.

Cuando Nuria consideró que ya había humedecido lo suficiente el consolador, se apartó de mi cara y se dirigió a los pies de la cama. Agarró y separó mis piernas dejando expuesto mi coño abierto. Con una mano en su polla la comenzó a introducir en mi interior. Entre la saliva que cubría el aparato y lo mojada que yo me encontraba, el consolador se deslizó sin ningún problema dentro de mí.

En cuanto notó que me entraba perfectamente, mi novia inició un movimiento rítmico de forma que la polla de plástico entraba y salía de mi coño como si fuera una de verdad. Se notaba que no estaba acostumbrada a ello pero aun así la sensación era placentera. El consolador era más grande que las pollas de los chicos con los que había follado y me llenaba más. También se notaba que era más rígido que un miembro de carne y hueso pero el roce en mi interior era igual de satisfactorio. Mis gemidos pronto empezaron a inundar la habitación mientras sentía el aparato dentro de mí. Nuria además con una de sus manos frotaba mi clítoris incrementando mi sensación de placer. Yo atada no podía más que dejarme hacer pero estaba disfrutando tanto que no me importaba.

- Me encanta cómo se te mueven las tetazas al follarte así – comentó Nuria sin dejar de penetrarme. Con cada embestida mis peras se bamboleaban y giraban casi en círculos sin estarse un momento quietas.

- ¡No pares, Nuria! ¡No pares! – es lo único que podía decir entre gemido y gemido.

Mi chica le estaba cogiendo el truco a tener polla y sus embestidas cada vez eran más rítmicas y seguidas. Junto con sus caricias con los dedos pronto sentí que no aguantaba más.

- ¡Me corro, me corro! – grité al sentir cómo mi coño se contraía y el placer inundaba mi cuerpo.

Mi novia se detuvo con la polla dentro de mí y al sentir que mi cuerpo se relajaba tras el orgasmo sacó el consolador empapado con mis flujos. Nuria se acercó a la cabecera de la cama y apoyando una mano en una de mis tetas me besó en la boca. Mi pecho ascendía y descendía rápidamente debido a mi respiración acelerada.

- ¿Has disfrutado, cariño? - me preguntó

- Ya lo creo. Se te da bastante bien lo de tener polla.

- Solo ha faltado que me corriera sobre tu cuerpo. ¿Los chicos con los que has salido lo hacían?

- A alguno sí que le gustaba y me llenaba siempre la cara o las tetas de semen – Nuria era lesbiana y le solía dar morbo que le contara cosas que había hecho con chicos y que ella no había vivido. – Bueno, ahora te toca a ti disfrutar, ¿no?

- Hoy no. Hoy soy yo la que manda y hace todo. Tú déjate hacer. – me dijo mientras me quitaba las esposas. – Ahora ve a ducharte.

- Sí, capitana – le contesté de broma como si fuera la superior de una serie que solíamos ver.

- Voy a pedir que nos traigan cena. Así nos llega para cuando salgas.

- De acuerdo.

Me bajé de la cama aun con la respiración agitada por el orgasmo y desnuda fui a la ducha. Sentía el flujo recorrer mis muslos y mis tetas moverse libres con cada paso. Me encanta esa sensación de andar con ellas al aire y cómo se mueven tanto que parece que tienen vida propia.

Mientras estaba ya debajo de la ducha y el agua se llevaba los restos del sexo y el cansancio del día sentí cómo se abría la puerta del baño. Desde la puerta Nuria contemplaba cómo me duchaba a través de la mampara transparente. Ella ya estaba vestida de nuevo con su camiseta y vaqueros.

- Qué mal te tratan en el trabajo, Blanca. Menos mal que me tienes para levantarte el ánimo – me dijo desde la puerta mirando cómo frotaba mi cuerpo con la esponja.

- Esto compensa todos los malos ratos de la semana.

- ¿Sigues estando tú sola para todo?

- No, esta semana al menos he tenido algunos momentos la ayuda de Sofía pero no es suficiente.

- ¿Sofía? Esa era la que tenía las tetas bastante grandes, ¿no? Creo que me enseñaste una vez una foto.

- Jajaja, veo que te acuerdas de lo importante. Sí, las tendrá como las mías más o menos. Suele llevar ropa ajustada o escotada y se las marca bien.

- ¡Uy! ¿Tengo que ponerme celosa?

- Nah, tranquila. Es hetero y tiene novio. Pero al menos me alegra la vista en el trabajo.

- Pues aprovecha y mira todo lo que puedas. Pero luego cuéntame lo que ves.

- Siempre lo hago.

- Recuerda que hoy sigues teniendo que obedecerme en todo y dejarte hacer. Cuando salgas de la ducha no puedes ponerte nada de ropa. Nada de sujetador, nada de bragas, nada de pijama. Tan solo el albornoz.

- Como quieras. Ya estoy acabando.

- ¿Te dejarás hacer todo lo que diga sin protestar?

- Claro Nuria, Después del orgasmo que me has dado hoy haré todo lo que digas.

Cuando salí de la ducha y tras secarme tal y como me había pedido Nuria tan solo me puse el albornoz para tapar mi desnudez. Apenas había acabado cuando escuché el timbre de la puerta y a Nuria abriendo para recoger la comida que había pedido.

- ¡Blanca! ¡Ven a ayudarme! – me gritó.

Nos cruzamos por el pasillo mientras ella llevaba la comida a la cocina.

- He dejado el dinero en la mesita. Págale al repartidor – me dijo.

Saludé al repartidor, un hombre de mediana estatura que estaría en la treintena y tras preguntarle cuánto era me puse a contar el dinero que había dejado Nuria. Noté cómo me miraba al estar tan solo cubierta con un albornoz. Mi chica volvió justo cuando le estaba dando las últimas monedas.

- ¿Le has dado propina? – me preguntó situada ligeramente detrás de mí.

- Eh, no. Ahora le doy – contesté. La verdad es que no suelo darla cuando me traen algo y ni lo había pensado.

Pero Nuria tenía otras intenciones y sin previo aviso llevó sus manos al cinturón de mi albornoz y de un tirón lo soltó provocando que se abriera dejando a la vista mi cuerpo completamente desnudo. Los ojos del repartidor se abrieron como platos al empezar a ver partes de mi cuerpo que deberían permanecer ocultas. Aun no sé por qué dejé en ese momento que me dominara mi chica. Nunca habíamos hecho algo así y de pronto dejé sumisamente que me exhibiera sin protestar.

Ya fuera por el morbo o porque le había dicho a mi novia que me dejaría hacer lo que quisiera pero no opuse ninguna resistencia cuando me retiró por completo el albornoz y dejó que cayera al suelo. Me sentí completamente expuesta ante el repartidor. Sin taparme ante el desconocido dejé que sus ojos recorrieran cada centímetro de mi piel y que admirara el cuerpo que veía por primera vez desnudo. Noté que se detenía mirándome las tetas, seguramente su gran tamaño lo impresionaban pero tampoco perdió la oportunidad de descender la mirada. El triángulo de vello recortado del pubis destacaba sobre mi piel pálida y atraía también su mirada.

- ¿Te gusta la propina? – preguntó mi novia, - Por cierto, ¿cómo te llamas?

- Soy Ovidio, encantado. Y sí, es la mejor propina que me han dado nunca – contestó sin dejar de mirarme.

- ¿Te gusta cómo tiene las tetas mi chica? – preguntó de nuevo Nuria mientras me agarraba los pechos desde atrás y los levantaba y movía para enseñárselos bien desde diferentes ángulos y que apreciara su tamaño y forma. – Las tiene enormes, ¿verdad?

- Ya lo creo – afirmó sin dudar. – Soy un fanático de los pechos grandes y debo decir que son los mejores que he visto nunca.

- ¿Te gustaría usarlos? – ofreció Nuria.

- ¿Usarlos? No entiendo – preguntó confundido Ovidio.

Mi chica apretó mis hombros haciendo que me arrodillara en el suelo y el repartidor entendió en ese momento a lo que se refería Nuria. No imaginaba que mi novia fuera capaz de esto pero yo en ese momento no podía negarme a nada. Me estaba excitando enormemente el sentirme expuesta ante un desconocido y que admirara mi cuerpo de esa forma.

Ovidio se desabrochó el pantalón y se lo bajó junto con los calzoncillos dejando a la vista un pene ya completamente erecto tan solo de mirar mi cuerpo desnudo. Nuria seguía detrás de mí y dejó caer saliva sobre mi canalillo. Noté cómo se escurría por la curva del pecho y tras repetir la operación extendió con la mano el líquido por la zona interior de mis tetas. Ovidio no perdía detalle al ver a dos chicas acariciándose las tetas delante de él con toda naturalidad.

Cuando Nuria consideró que estaba preparada le hizo una señal al repartidor que se acercó y colocó su pene entre mis pechos. Con las manos cogí mis tetas y las apreté cubriendo su miembro de tamaño mediano. Sin dejar de apretar las tetas comencé a moverlas arriba y abajo. El pene de Ovidio se deslizaba gracias a la saliva de Nuria y notaba cómo su piel cubría y descubría alternativamente su glande.

El repartidor se dejaba hacer con suspiros de placer sin dejar de observarme. Mi chica quiso participar y después de soltar saliva una tercera vez sobre mi canalillo colocó sus manos en los laterales de mis tetas y me ayudó a apretar y masturbar a Ovidio con ellas.

Poco tiempo después noté cómo se tensaba el pene del repartidor y los chorros calientes de semen saliendo disparados a través de mi canalillo. Uno de ellos alcanzó la altura de mi garganta mientras que el resto quedaron en mis tetas. Tras notar que se había corrido Nuria dejó de apretar mis pechos y nos levantamos. Ovidio se subió los calzoncillos y se abrochó los pantalones sin dejar de observar mis tetas ahora llenas de su leche. Había soltado bastante cantidad y la separación entre los dos pechos y los laterales interiores estaban cubiertos del pegajoso líquido que empezaba a deslizarse hacia mi vientre.

- Ha sido la mejor propina que me han dado nunca, nunca la olvidaré – dijo Ovidio al despedirse. – Tiene unos pechos magníficos. Gracias.

- ¡Estás loca! – le grité a mi novia una vez que cerramos la puerta.

- Jajaja, puede. Pero te ha gustado, admítelo.

- Sí, ha sido morboso.

- Venga, vamos a cenar. ¿Y sabes? Creo que no te vas a poner el albornoz lo que queda de noche. Quiero verte las tetas llenas de semen.

- ¿No me vas a dejar limpiarme? – protesté.

- Por ahora no.

Después de cenar volvimos a follar, esta vez ya de forma normal y dejándome darle placer yo a ella. Pero aquella experiencia había abierto una puerta que desconocía que existiera y no sería la última vez que me sometiera a mi novia y dejara que me exhibiera.