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Antes de nada, presentarme, me llamo Sara, tengo 38 años. Desde hace muchos años tengo pareja estable, nunca he tenido una vida sexual maravillosa, pero esto me ha cambiado la vida.

Hace unos meses me quedé clavada de la espalda, después de varios días tomando antiinflamatorios decidí, ir hacerme un masaje. Encontré andando por el centro de Barcelona un Centro de estos de belleza, me dio buena impresión, a más estaba desesperada, accedí a entrar y me atendió una chica oriental, le pregunto y me dijo que en 5 minutos me podía hacer un masaje su marido, accedí a esperar, me dolía mucho la espalda.

En breve salió ese señor con un aspecto físico muy normal, no me atraía en absoluto, me pareció bien que me lo hiciera él, pase a una sala con una camilla, me quite la parte de arriba dejando mis senos liberados del sujetador, el masaje transcurrió normal, él presionaba fuerte mis músculos, parecía realmente que sabía hacerlos.

Mis visitas eran más o menos una vez a la semana, llegue a depender de esa hora, él me trataba bien, y me realizaba sesiones de reyki, me quitaba dolores varios, y en su escueto español, parecía que teníamos un buen feeling.

Desde que empezaron los masajes, empecé a notar que estaba más activa sexualmente, me masturbaba con más regularidad, y empapaba las braguitas diariamente, empecé a ver porno, y a imaginar muchas fantasías, sodomizaciones, un poco de bondage, eso me ardía la sangre, empecé a sentir que cada vez que ese señor me acariciaba, despertaba en mi un sentimiento más animal, sentía mi sexo más caliente, y a veces, hasta me dolía.

Un día, que me sentía con dolor en todo el cuerpo, le pedí que me masajeara las piernas, las notaba entumecidas, ese día me atreví a quedarme solo con braguitas debajo de esa toalla rosa con la que él siempre me tapaba. El masaje empezó como siempre, cuello, cabeza, espalda, pero al llegar la final de la espalda, sentí algo distinto, me tapo la cabeza con una pequeña toalla como solía hacer, mientras yo intentaba mirar por el agujero donde queda la cara cuando te masajean, sentí como sus manos, ponían la otra toalla siendo aguantada por la costura de mis braguitas, y como esos masajes en la espalda cada vez bajaba más hacia mis glúteos, pensé que era normal, le había pedido las piernas, seguí sintiendo como cada vez entraban más, hasta el punto que me abrió un poco las nalgas, allí fue cuando inmóvil, desee que ese masaje fuera un poco más atrevido de lo normal, notaba mis braguitas húmedas, desee que no se diera cuenta, por otro lado quería que me aliviara el dolor que sentía dentro de mi vagina. Él siguió abriendo las nalgas cuando sentí un dedo húmedo del aceite de masajes como jugaba con mi ano, empezó haciendo circulitos hasta que sentí como lo introducía por completo, respiré hondo, no sabía si me encantaba o molestaba, pero no podía moverme, mientras tenía ese grueso dedo dentro de mí, sentí el cálido calor encima de mi espalda de la toalla que había puesto, seguía es dedo dentro, ahora presionaba fuerte dentro y apretaba la pared contigua a la vagina, mi cuerpo quedó inmovilizado, con la mano libre bajo mis bragas, no mucho, solo hasta las rodillas, luego bajo un lado para dejar libre un pierna, no sé por qué pero mis piernas se abrieron, dejando al aire el olor y humedad de mi sexo, sentía el calor de mi flujo, sacó el dedo de mi culo, pero no lo iba a dejar libre, sentí como cogía algo de la mesa auxiliar, y oí el ruido de la botella de aceite, eso me hizo calentarme más, estaba allí tumbada, boca abajo, sentí el calor de sus manos en mi culo, como el dedo intruso volvía a entrar por el ano cerrado otra vez, sentí como lo masajeaba, sentí como hundía ese dedo en mí, mi virgen ano, ahora sentía la presión de un cuerpo extraño, empujaba suave pero con firmeza, parecía que mis nervios podían más que mi lujuria, sin más sentí como su brazo pasaba por debajo de mis caderas y me hacía ponerme de rodillas, con el cuerpo apoyado totalmente en la camilla, él a un lado mío, introdujo el extraño aparato dentro de mí, era grande, o lo sentía grande, pero me encantó, sentía que me corría, pero me aguanté, apretó un poco más hasta que noté dentro todo eso, había un final, con el dedo acabó de hundirlo dentro de mí y sentí como si tuviera una cuerda con la que tiraba a fuera y lo volvía a hundir.

El flujo resbalaba por mil muslos y sentí esa cálida mano cómo empezó a arcaizarme el sexo, no lo podía creer, su esposa estaba fuera y él dándome el placer de mi vida, empecé a sentir las contracciones en mi vagina y como él seguía acariciando sin más, paso la mano por la espalda y al llegar a mi cara, sentí que apartaba los cabellos de mi cara, acariciaba mi rostro, sentía vergüenza pero al mismo tiempo deseaba que volviera hacerme lo mismo, debió leerme los pensamientos, sentí como retiraba el aparto de mi ano, y volvía a introducir sus dedos, esta vez eran dos, entraban sin barreras, entraban adentro y los movía con energía, ya no dolía nada, esa presión me calentaba otra vez, volvió a introducir el largo aparato esta vez sin parar una vez metido todo, dejo de presionarlo, estaba adentro, ni culo se cerró a su paso haciéndolo preso dentro de mí, me bajo las piernas, dejándome llena, empezó a abrirme las piernas hasta que sentí mis pies flotando en el aire, con una mano masajeaba mi culo, fuertemente, intentando mover el aparato dentro de mí con la otra empezó a acariciarme los labios de mi sexo, primero por fuera, luego por dentro, mis fluidos y el aceite facilitaban esa tarea, cuando rozaba el clítoris, sentía un placer inmenso, quería correrme, pero él se dedicaba hacerme sufrir, pasados unos minutos, acostumbrada ya a su mano, y moviéndome a su ritmo, con un dedo presionó e l botoncito, y sentí correrme, me corrí como nunca, no podía más que jadear, dejo su mano allí, hasta que las convulsiones remitieron, levanto de nuevo mi cadera y como un automatismo, el aparto desconocido salió de mi ano, cerrado por las convulsiones, él tiro ligeramente del cordón y lo sacó del todo.

Acabo su masaje en las piernas y pies, y con una toalla secó todos mis flujos y aceite, me tapó, y salió sigilosamente, una vez vestida ya aun aturdida observé un dildo medianito encima de la mesita, no pude impedir sonreír al verlo, salí a la recepción donde esa señora oriental me esperaba con una sonrisa,

-      Mi marido dice que para el jueves que viene a la misma hora, ¿va bien?

-      Si, si aquí estaré, gracias

Si queréis saber más hacérmelo saber