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Reencarnación. (9)

en Sexo con maduras

                                                           Reencarnación  9

Cuando abro los ojos, tengo a Javier delante, dormido aún. Me he debido dar la vuelta por la noche y estoy hecha una bola enterrada en su pecho, con mi cabeza pegada a su cuello y las piernas entremezcladas. Su brazo sigue debajo de mi cabello, y el otro aún me rodea, aunque ahora por la cadera, con la mano bien firme en mi culo. Me rio por dentro, “Hasta dormido le atrae mi trasero.”

Miro el reloj de la pared, sin moverme demasiado, y  veo que son las diez y media. Abro los ojos sorprendida, nos acostamos pasadas las doce de la noche, tras un largo y divertido día de piscina. Ni recuerdo la última vez que dormí  diez horas seguidas, supongo que fue antes de la muerte de Luis.

Suspiro pensando seriamente si levantarme, tengo gimnasio a las once  y si me apuro puedo llegar. Tras pensarlo detenidamente, le digo a mi yo interior “que le jodan”, abrazo a Javier, y vuelvo a esconder mi cabeza donde estaba. Me quedo traspuesta un rato más, hasta que mi galán se mueve y se queda boca arriba otra vez, me acomodo para apoyarme en su pecho y subo una pierna  poniéndosela por encima. Cuando noto algo duro,  enseguida me espabilo, para quedarme mirándole el miembro totalmente duro bajo el bóxer, debido supongo a una erección matutina.

Por fin tengo una buena panorámica, y no me engañaban mis ojos, el chaval va bien armado. Hasta veo que la goma se le separa de la pelvis por su tamaño,  dejando entrever algo de vello púbico recortado y lo que parece el tronco de pene. De forma instintiva mi mano baja de su pecho al vientre, y luego los dedos van acercándose al pubis. Me muerdo el labio, deseando cogerlo sin más y ver qué pasa, pero eso no es jugar, eso sería propasarme con él dormido. No estoy preparada para eso. Tan sólo me quedo mirando, y hago comparaciones mentales con el pene del boy que me  regaló la  mejor follada de mi vida hace unos meses. No parece tan larga, pero si igual de ancha, o eso creo.

Tras un rato voy al baño, no soporto seguir mirando sin hacer nada, y una tiene sus necesidades. Tras asearme, regreso a la cama, y me gusta ver a Javier sentado al borde de la cama, mirándome con ternura, con la erección medio oculta. Me ofrece su mano, me acerca a él y me abraza por la cadera poniendo su cara entre mis senos. Me gusta cómo me mira, y me arrodilla poniéndome a horcajadas  entre sus piernas. Aprovecho venciéndome sobre él, que se echa hacia atrás  para dejarme que lo tumbe. Ronroneo de gusto, y él desliza su mano desde mis muslos hasta mi trasero, sin parar en ningún sitio concreto.

-JAVIER: Así da gusto levantarse.

-YO: He dormido mejor que nunca Javier, no sabes lo feliz que me haces.

-JAVIER: Tú también me haces feliz. – me besa en la cabeza – ¿No tenias que ir al gimnasio?

-YO: Si, pero no voy, prefiero quedarme contigo en la cama. – pongo voz de niña.

-JAVIER: Si es lo que quieres, así será.

Me deja frotarme contra él, mi cuerpo asciende con su respiración, y su miembro duro  me roza entre los muslos. Pero de nuevo, cuando se pone la cosa interesante y bajo mi cadera buscando un poco más de diversión, se alza y me deja de rodillas. Me agarra del trasero y me gira sobre la cama para dejarme tumbada, me come a besos por el cuello y baja por mi cuerpo hasta mi vientre, saltándose mis senos, sube el camisón, y me hace alguna pedorreta que me vuelve loca. Casi le agarro de la cabeza para hundírsela en mi sexo. Luego se relaja y se pone en pie, para irse al baño.

Esos juegos son lo mejor de una relación de pareja, casi se podría decir que lo somos, o nos comportamos como tal, lo ocurrido ayer en la piscina lo confirma. Lo único que falta es el sexo, y me temo que no me lo va a dar, al menos, por ahora.

Le escucho ducharse mientras remoloneo en la cama. Thor ya anda despierto y se sube conmigo al colchón donde jugamos un poco. Cuando sale Javier se lanza a por él, hasta el punto que casi le tira la toalla anudada a la cintura. “Buen chico.”

-JAVIER: Pobre, debe estar como loco por salir.

-YO: Me ducho y me  visto, para bajar a sacarlo.

-JAVIER: No. – se vence sobre la cama, me pone de lado y se coloca detrás de mí. Me besa por el hombro y luego me da otro beso subido de todo en el cuello que me hace cerrar los ojos, mientras siento su mano en mi trasero, agarrándolo y soltándolo con suavidad – Tú te quedas en la cama como la reina que eres, y que te voy a tratar.

-YO: Va…vale. –jadeo más que decir.

Me suelta un fuerte azote, no palmadita, que me enciende más aún. Se queda con mi nalga en la mano mientras sus labios me recorren la espalda. No puedo aguantarme y hecho la cadera hacia atrás buscando su miembro, que al sentir el roce con la toalla, se aleja ante mi desesperación.

-JAVIER: Ahora vuelvo. – giro mi cara y siento un beso fugaz en mi cara, es tan cerca de mis labios que deseo que lo repita para ladearla un poco más, pero no lo hace – dios, no sabes lo duro que me resulta dejarte a ti, y tu precioso  culo, en esta cama.

Me saca una carcajada, casi le digo que no nos deje, y que ya de paso follemos. Es mi cuerpo el que lo pide a gritos. Se pone en pie y se va al salón, cuando regresa ya está vestido, se acerca a darme un abrazo y yo me agarro a su trasero con ganas de tumbarle. Sólo se deja hacer, hasta que me da un beso en la frente y se marcha.

Casi antes de que suene la puerta, ya estoy en la ducha, he cogido el dildo, y en menos de un minuto me estoy masturbando. Nunca me había pasado, estoy que echo fuego por cada poro de mi piel, y ni el agua casi fría,  o el consolador a todo ritmo,  me relajan. Froto mi clítoris hinchado, mientras me penetro sin parar. Mi otra mano me pellizca los pezones y los frota con firmeza. Tras unos quince minutos frenéticos, estallo en un orgasmo que me hace caer rendida en la bañera. Ha sido brutal,  me quedo temblando unos cinco minutos, antes de poder ponerme en pie.

Me doy una nueva ducha, y me cepillo el pelo compulsivamente. Sopeso la idea de comprarme un dildo mayor, el que tengo no me ayuda en nada desde Jimmy. Me pongo un tanga y el camisón para ir a la cocina, a buscar algo de desayuno. En ese momento regresa Javier, con una bolsa de la panadería de abajo, llena de bollos y unos helados de sándwich. Casi me lo como a él por el detalle. Devoro un donut y uno de los helados de pie en la cocina, por poco reviento de tanta comida. Él me mira sentado a mi lado, y me acaricia del brazo, viéndome sonreír sin parar.

-YO: Me encantan estos donuts.

-JAVIER: Lo sé, he preguntado al dependiente y me ha dicho que te gustaban.

-YO: Pero si no sabe mi nombre.

-JAVIER: Le he dicho que eres la rubia más preciosa del mundo, y ha caído enseguida. – me rio por el halagado, pero no es raro, ese panadero me mira con  ganas de amasarme a mí como al pan.

-YO: Gracias por el desayuno.

-JAVIER: De nada. – me acaricia la espalda con dulzura – Bueno ¿Y qué te gustaría hacer hoy?

-YO: Pues no sé.

-JAVIER: Venga, ayer ya me acompañaste a la piscina, hoy te toca elegir a ti.

- YO: Bueno, hace mucho que no voy al cine, y con este calor me apetece estar en un sitio fresco.

-JAVIER: Eso está hecho, además, luego quiero  llevarte a cenar a un sitio. - lo dice mientras  se levanta y limpia la mesa. No es una petición., es casi una orden.

 Es una bobada, pero esa seguridad y firmeza me encantan en un hombre. Rodeándole  le abrazo por detrás, metiendo mis manos por dentro de su camiseta, y  dejo que sienta mis senos en su espalda, me quedo así hasta que termina de limpiar. Luego le doy una palmadita antes de ponerme a hacer la casa. Javier me ayuda, en una hora barremos, fregamos y pongo una lavadora. Durante todo ese tiempo no cesan las carantoñas o los cachetes.

Una vez hemos terminado, se sienta en el sofá, y tira de mi cadera para quedarme sobre sus piernas, abrazo su cabeza con mis manos y dejo que me acune inhalando una fragancia que le encanta de mi cuello, hasta que nos quedamos relajados.

-JAVIER: Me encanta estar así contigo, sentir tu cuerpo y tocarte todo el rato.

-YO: Y a mí que lo hagas.- al notar su mano recorrer mi piel desnuda de las piernas, siento un escalofrío, la forma en que en toca es dulce, cariñosa y muy erótica.

Sus dedos pasan desde mis muslos hasta mi trasero, allí agarran y amasan con fuerza, luego suben por dentro del camisón hasta mi vientre, y justo cuando va a llegar a mis senos, baja de nuevo hasta mis rodillas. Mete su ladeada nariz a oler mi cabello, me centro en no suspirar, y cuando me rodea por la espalda para pegarme más a su cuerpo, de tal forma que mis senos se aplastan contra su barbilla, el calor de mi sexo aumenta.

-YO: Javier, me encanta, no pares, no dejes de tocarme siempre que quieras, me siento genial cuando lo haces. – mis manos recorren su nuca, sus hombros y su pecho.

-JAVIER: Ni loco dejaré de hacerlo, eres preciosa y me siento afortunado de que dejes hacerlo.

Nos quedamos pegados durante un rato, recorriendo nuestros cuerpos,  tomo su cara,  le beso por la mejilla y el cuello. Luego quiero buscar sus labios, pero siempre gira la cara en el último segundo. Pasados unos minutos, no puedo resistirme y acomodo la cadera buscando su miembro, que está como una piedra, le escucho sisear de gusto, aunque me toma de la cintura y me aparta un poco, de nuevo. Es delirante que me encienda de esta manera y  me aleje, tengo una calentura encima que voy a explotar, y ahora mismo necesito  alivio.

-YO: Tengo que ir al baño un rato, ahora vuelvo.  –me pongo en pie, frotando mi trasero contra su pelvis todo lo que puedo.

-JAVIER: Yo… yo también voy al baño, lo necesito…por el sudor.

-YO: Claro.

Siento sus manos en mis nalgas, me amasa bien antes de darme una palmadita y dejarme ir. Me giro cuando se pone en pie y le beso por la barba  mientras me agarro a su cadera, atrayéndole hacia mí, tanto que siento su miembro duro en mi vientre, frotándolo con cuidado de arriba abajo con mi estómago. Luego nos separamos, y cada uno se va a un baño a darnos una ducha y estoy segura que a masturbarnos. Yo al menos.

Me encierro en el baño, y abro el grifo, pero me siento en el WC y me desnudo, el mero hecho de rozar mi clítoris me revoluciona, mis dedos me acarician, deseando que sean los de Javier, froto mis senos y tiro de mis duros pezones, mientras la fricción en mi sexo aumenta. El anular y el índice se juntan, y resbalan por mis muchos fluidos, introduciéndose en mí cuerpo, me retuerzo como acero candente al fuego, gimo y jadeo, cierro los ojos y la imagen de nosotros hace unos instantes, frotándonos el uno contra el otro, está grabada en mi mente, y de ahí, mi imaginación hace que vuele, haciendo aparecer escenas en mi cabeza de él desnudándome, acariciándome allí donde yo lo hago, y penetrándome a la velocidad que yo lo hago.

No sé en qué parte es de la película erótica que tengo en la mente, llegado un punto, mi cuerpo está dando golpes de cadera contra un miembro imaginario. Una corriente eléctrica nace de mi interior y tras encogerme unos segundos exploto en mil direcciones, ahogo mis gritos mordiendo una toalla, y no dejo de frotar hasta que mis piernas recuperan cierta serenidad. Ahora sí, algo mareada, me doy una ducha fresca y me pongo el camisón de nuevo, pero debo ponerme otro tanga, el anterior está tan mojado que me ruborizo.  

Salgo al pasillo, Javier aún no ha salido, y me quedo en la puerta de su baño, tratando de escuchar qué hace, aunque sólo se oye  el chapoteo del agua de la ducha, que bien podría esconder un bombeo de la mano sobre su miembro duro y palpitante. Casi como un guardián de la decencia, Thor acude a mi lado, y me mira con ojos acusadores, así que me voy al sofá, donde me siento, y trasteo con el perro. Mi pierna se mueve nerviosa, oigo que sale del baño y le veo pasar de largo hasta el cuarto de la lavadora, supongo que a meter su ropa sucia.

Cuando aparece, me quedo blanca al vele solo con unos bóxer rojos. Tampoco me voy a poner puritana, tras verle ayer con un bañador que le tapa más o menos lo mismo. Es la naturalidad con que se mueve, como si lleváramos  años casados, lo que me descoloca. Se queda de pie a mi lado, y cruzamos unas miradas extrañas. Casi pareciera que tratamos de leer en los ojos del otro si sabe lo que hemos hecho en los baños. Unos segundos después sonreímos, y no pierdo el tiempo, me abro de piernas y palmeo el hueco entre ellas, mostrándole mi tanga sin el mismo pudor que muestra él ante mi casi desnudo. Se sienta de espaldas y se recuesta sobre mi pecho, le acojo con gusto y le rodeo por el cuello, mientras se aferra a mis muslos.

-YO: ¿Qué tal la ducha?

-JAVIER: Genial, es un lujo tener dos baños, y no tener que andar esperando turno como en mi piso. Además, da una privacidad muy útil.

-YO: Es verdad. –debo reconocer.

-JAVIER: Y con este calor…bueno, nos duchamos mucho.

-YO: Es que necesito aliviarme, sacarme este calor de encima.

-JAVIER: Ya, ya…y yo.

No sé si estamos hablando de refilón del mismo tema, o sólo trata de ocultar que se masturba en mi baño sin mentirme del todo. El resultado es que nos quedamos en esa posición un buen rato, con mis manos recorriendo sus hombros y el pecho, con besos ocasionales por su cuello.

A la hora de comer, pasadas las carantoñas en el sofá viendo la televisión, nos levantamos para ir a la cocina. Dice que quiere cocinar para mí, y que me siente sin hacer nada. Me gusta la idea, hasta que le veo intentar hervir pasta en un cazo pequeño, o coger un cuchillo  de untar para cortar la cebolla. Me pongo a ayudarle y enseñarle algunos trucos de cocina, riéndonos ante sus torpezas, y contándome atrocidades similares de su piso de estudiantes.  Tras cuarenta minutos, hemos conseguido hacer algo similar a espaguetis a la boloñesa, pero a lo que debemos añadir todo el tomate que podemos, ya que se ha pasado con la medida y casi no tenemos salsa para tanta cantidad. Aparto casi la mitad, y el resto lo servimos, para comer uno enfrente del otro.

La charla es amena y fluida, como siempre con Javier, puedo hablar de todo sin cansarme. Tiene una asombrosa capacidad para mantener conversaciones maduras sobre temas relevantes, tiene una opinión bastante coherente sobre todo, política, educación, actualidad,  cine o lo que surja. En momentos puntuales siempre sabe meter una broma que me saca una sonrisa, y cuando lo hace, la lleva hasta el final, haciendo que me duela la tripa de reírme. Es algo natural para él, hace el bobo o dice cosas tontas, pero no da en ningún momento la sensación de inmadurez que debería para su edad. Me veo a mí misma, mirándole anonada mientras reímos, y pienso en lo mucho que me gusta esta sensación.

Al terminar de comer creo que voy a explotar, Javier se ha podido acabar su plato pero yo no he podido con el mío. Por suerte está Thor, al que le echamos las sobras, y el resto de lo que aparté, mezclado con su pienso. Ladra de felicidad al ver rebosar el cuenco, y se lo come con ansias. Mientras recogemos y limpiamos el pequeño estropicio que hemos armado en la cocina, varias veces debemos pedirle más calma, come como si se lo fuéramos a quitar.

Una vez hemos fregado los platos, siento las manos de Javier rodearme por la cintura, es extrañamente erótico sentir que cuando aprieta, la circunferencia de sus grandes dedos casi me circunvalan por completo. Me sujeto al fregadero para no desfallecer al sentir sus labios en mi nuca, y ladeo la cabeza facilitando que sus besos recorran mi piel del cuello, hasta llegar a mi oído.

-JAVIER: ¿Te ha gustado mi comida?

-YO: Bueno, no ha estado mal. - digo condescendiente.

-JAVIER: Que mala eres - sus dedos van a mi vientre para hacerme cosquillas – Bien que has comido.

-YO: No, para, no me toques ahí. – contesto rápida y traviesa, amagando con apartarle las manos.

-JAVIER: ¿Por qué?

-YO: Tengo tripa de embarazada, he comido demasiado.

-JAVIER: Pues yo no lo noto. – se pega a mi espalda y aprieta sus manos en mi vientre.

-YO: Que si, mira.

Levanto el camisón hasta el pecho, froto mi vientre hinchado ante su mirada, que con la cabeza apoyada en mi hombro, debo recostarme para que mis senos no le tapen la vista de mi cintura y mi pubis, cubierto sólo por el pequeño tanga. La ligera curvatura de mi tripa debería ser lo último en que se fije.

-JAVIER: ¡Ohhh si, estás gordísima…! - dice con ironía.

-YO: Para mí sí, como una cerda.

-JAVIER: Será por eso que tengo ganas de hincarte el diente. – me aplasta contra su pecho y juguetea a mordisquearme la oreja, el cuello o el hombro. Me rio y trato de alejarme, pero ni me deja ni quiero, es otro juego en el que nos reímos y lo disfruto, sintiendo caricias peligrosamente cerca de mi pelvis –Anda, no seas boba y si quieres salimos un rato a dar una vuelta para bajar la comida. 

Cuando por fin deja de hacerme cosquillas con su boca en el cuello, me giro mirándole,  alegre, incapaz de contener la felicidad que me producen esos pequeños detalles. Le acaricio los antebrazos, aún pegados a mi vientre, y siento como me balancea con suavidad, esperando que tome la decisión de  salir o no.

-YO: La verdad es que con lo que he comido, solo tengo ganas de echarme una siesta.

-JAVIER: Pues a la cama, mi cerdita favorita.

-YO: ¿Ahora soy una cedita? – pregunto melosa. Su respuesta es girarme y  cargarme al hombro, con mi cara mirándole el culo y su brazo sujetándome de los gemelos – ¡Javier! - chillo entre carcajadas.

-JAVIER: ¡Claro que sí! Mi cerdita  ¿Si no de dónde han salido este par de jamones? – dice a gritos mientras amasa mis muslos hasta mis nalgas, donde suelta un par de azotes, tan fuertes como divertidos.

Me lleva a mi cuarto, ente pataleos y reprimendas livianas. No me coto y le suelto varias palmaditas en el trasero, la posición me lo permite,  hasta le tiro algún pellizco cuando insiste en llamarme cerdita. Es una chiquillada, y me encanta, con Thor detrás ladrándonos, queriendo participar de lo que quiera que sea esto.

Al llegar a la cama, se pone de rodillas en ella, sin soltarme, para luego dejarme apoyar los pies en el colchón, y poder ponerme en pie ante él. Trasteo pegándole alguna bofetada suave en la cara y los hombros, su carita de cachorro arrepentido falsa me conquista aún más, y termino acariciándole la mejilla, aprovechando que me rodea la cadera con sus manos y apoya su cara en mi pecho.

-YO: Eres un bobo.

-JAVIER: Vaya, gracias por el cumplido.

Abrazo su enorme cabeza, para que no se enfade, aunque no hace falta. Noto su respiración en mis senos, con  sus manos bajando y subiendo por mis piernas hasta la cintura, donde me aprietan, con ternura. Sonrío, es la sensación de felicidad la que me inunda, y no deseo que acabe nunca.

Tras unos minutos, suelto su cabeza, pasándole los dedos por el pelo. Sus brazos se mueven veloces, y mientras uno me sujeta de la espalda, el otro me toma de la corva tras las rodillas,  con gentileza me hace tumbarme boca arriba sobre la cama, para justo después recostarse de medio lado sorbe mi. Su rostro acaba en mi clavícula, y me rodea por la cintura, cogiendo postura para dormir. Yo tan solo alzo la cabeza para echarme el pelo a un lado, el resto es abrazarle  y sentir su cálido cuerpo envolverme. 

Dormitamos un par de horas, es una de esas veces en que no duermes del todo, pero está estás tan a gusto que te niegas a levantarte de la cama. Cambiamos de posición un par de veces, siempre con él usándome de oso de peluche, acariciándole el torso con delicadeza.

Nos desperezamos cuando las ganas de ir al baño nos pueden más que la pereza. Regresamos al sofá, me sienta en su regazo y miramos en el móvil qué películas hay en cartelera, me deja elegir una comedia romántica de un actriz que me gusta, y miramos qué cines la tienen y sus horarios. En un par de horas tenemos que estar en un centro comercial de las afueras, así que nos ponemos en marcha.

Javier se pone algo de ropa cómoda y sale con Thor a dar una vuelta, ya estaba gimoteando, seguramente desando expulsar todo lo que había comido. Mientras,  me quedo en casa, dándome un largo  baño y dejando mi piel sube y apetitosa, con perfumes y esencias.

No tengo impulsos  para mastúrbame, y me relajo gozando de la sensación del agua tibia sobre mi cuerpo. Hay momentos junto a este joven que pierdo el control,  mi fuego interior clama ser sofocado, y aunque es placentero a su manera, esos instantes no son nada, en comparación con, por ejemplo, este par de horas de ternura desinteresada durante la siesta. Es algo tan natural como lo sería en una pareja formal,  en el fondo es lo que echo tanto de menos, y puestos a decir, Javier es bastante más  cariñoso que mi fallecido marido, que sin faltarme caricias, nunca me metía mano de esta forma tan evidente.

 Perdida en mis pensamientos, tardo en acabar el baño y salir con sólo la toalla rodeando mi  cuerpo a la habitación, Javier ya ha regresado, está sudando, tumbado en la cama, con la camiseta quitada.

-JAVIER: Madre mía, hace un calor mortal.

-YO: ¿Si? Pues será mejor ponernos algo ligero de ropa.

-JAVIER: Si, y cuanto menos lleves mejor, ya me lo agradecerás.

Sonrío pícara, pensando que terminará dándome las gracias él.

Ante sus ojos, cojo del armario un tanga minúsculo negro de los nuevos, y tras varios “intentos” no puedo quitarle la etiqueta aún puesta,  se lo ofrezco para que se la quite. De un tirón fuerte logra romper la argolla de plástico, y me lo devuelve con mirada cómplice.  Con la toalla anudada por mi cuerpo, me agacho metiendo los pies por las oberturas,  subiéndolo por mis piernas con toda la sensualidad del mundo. Javier se endereza sentándose en la cama, creo que tiene la intención de salirse del cuarto para que me vista sola, transcurridos  unos segundos, decide quedarse y disfrutar del espectáculo. Me giro para darle la espalda, y escojo un sujetador oscuro sin tirantes, que con experiencia me pongo delante de él, tapándome, pero sin prisa. Cuando voy a cerrarlo siento sus dedos en mi espalda.

-JAVIER: Deja que te ayude.

Ladeo la cabeza encantada, y me arriesgo a dejar caer la toalla al suelo, estando sólo con el tanga puesto y el sujetador sin cerrar,  colocado en su sitio. Aparto las manos y recojo mi larga cabellera rubia, facilitando que con un gesto mecánico lo cierre, “Ha mejorado en este aspecto” me digo a mi misma.  Una vez puesto, me recoloco los senos para que me quede de escándalo, estoy de espaldas pero observo que me radiografía por el reflejo del espejo. Cuando acabo, recibo un fuerte azote en el culo, se pega a mí, y me besa del cuello.

-JAVIER: Eres bellísima.

 Me sonrojo por su comentario tan directo, sincero y por cómo me lo susurra. Luego se gira para meterse en la ducha, y mientras él se asea, yo termino de vestirme.

No quiero engañarme a mí misma, rebusco entre las bolsas de ropa nueva que compré,  lo más pequeño que encuentro. Un top dorado elástico, con finos tirantes, que me cubre los senos y algo de mi diafragma, pero con un escote brutal y  mostrando todo mi vientre y mis riñones, logrando ser casi una segunda piel de mi torso. Para colofón, me pongo una minifalda negra, no tiene ni cremallera, la tela estira un poco pero no mucho, y es tan corta que da apuro, son apenas veinticinco centimitos de larga. Tiro de la misma para bajarla todo lo posible, hasta que asumo que no puedo bajarla más.  Al ponerme unos zapatos con algo de tacón, y unos pendientes elegantes, me miro al espejo y creo que me enamoro de mí misma. Estoy de escándalo, y aunque pudiera parecer ropa de putón, haciendo rodar los anillos en mi dedo,  me veo tan espectacular que decido que iré así.

Me maquillo suavemente, realzando los ojos azul cielo, y  cuando estoy haciéndome un ligero cepillado, usando una pinza para un recogido en el flequillo, sale Javier del baño. Sólo con una toalla en la cintura. Se me queda mirando con la boca abierta, y  resopla. No hacen falta palabras, su mirada lo dice todo.     

Me siento y dejo que empiece su espectáculo.

Javier saca de la maleta en que trajo su ropa unos bóxer negros, que imitándome, se pone con la tolla anudada, hasta subírselos. Una vez allí, se la quita, dejando su paquete bien a la vista, y mientras se gira, no pierdo detalle de la forma tan natural y sexy en que se coloca el miembro sobre la pernera derecha,  metiendo la mano por dentro de la ropa interior. Casi salto a morderle el culo cuando se agacha a buscar unos calcetines, y tras ponérselos aparta unos frescos pantalones pirata, pero me dedica una mirada fugaz, y decide ponerse unos pantalones vaqueros rotos modernos, y un cinturón negro que imita la piel. Con cuidado coge una camiseta oscura doblada y se la pone, aunque no la cierra,  aprovecha para echase desodorante y colonia. Se va al baño de nuevo, y cuando regresa ya tiene el pelo engominado hacia un lado, y se ha abotonado la parte de arriba. Para usar sólo lo que había traído para unos días, está guapísimo.

-YO: Estás genial.

-JAVIER: Gracias, aunque me temo que no estoy a la altura. –suspira al decirlo, mientras me pongo en pie, bajándome la falda.

-YO: ¿Me he pasado de atrevida al vestirme?

-JAVIER: Si quieres ir así, por mí fantástico, estás preciosa.

Me come con los ojos, aunque lo dice con aire despreocupado, mientras se calza las únicas zapatillas que ha traído y mete el móvil con su cartera en los bolsillos. Eso me hace recordar que no llevaba el bolso, y meto cuatro cosas en uno pequeño negro, con un largo cordón dorado, que me echo al hombro.

-JAVIER: Vamos, se hace tarde.

Su frase va seguida del ofrecimiento de su mano, la cual tomo encantada. Salimos  de casa charlando como si nada,  cogemos el ascensor hasta el parking, donde caminamos hacia el coche. Aunque parece una bobada tras los abrazos, los besos, las palmaditas o dormir juntos, creo que es la primera vez que nos cogemos de las manos, y no me la suelta hasta que me debo meter en el asiento del piloto. Estoy entusiasmada por lo que esto pueda significar.

Me siento algo ridícula al poco de salir, me debo estar recolocando la falda cada pocos minutos, de tan solo hacer el gesto de pisar los pedales se sube demasiado. Es tan evidente, que la tercera vez que lo hago, noto la mano de Javier en mi muslo, sonríe y dice un “No” burlón con la cabeza. Tiene razón, tras los hechos acontecidos estos días, que él me vea así  debe preocuparme poco, o nada. Hasta me hace ilusión pensar que lo hace porque le gusta mirarme.

Hablamos de cine por el camino al centro comercial, pese a ser fin de semana la carretera de acceso está despejada, es pleno agosto y media ciudad está desperdigada por el resto del mundo de vacaciones. Unos cinco kilómetros dejando atrás la ciudad, tomamos un desvío hacia un gran complejo. Hay varias naves industriales, con tiendas de ropa baratas, menaje del hogar, electrónica y supermercados. Giramos a la derecha y en una amplia explanada, dejamos el coche lo más cerca de la entrada principal.

El súbito golpe de calor al abrir la puerta es enorme, claro, yo no había pisado la calle en todo el día, y ahora, a las siete de la tarde, el asfalto parece que se fuera a derretir. Javier sulfura estirando las piernas, por no querer desentonar e ir arreglado, va a pasar calor con esos pantalones. Cierro el coche a toda prisa, y echamos a andar rápido, hasta que llegamos al portón. Ya con algo de sombra, nos relajamos, y tras unos metros, unas puertas automáticas se abren, un segundo juego de las mismas nos dejan pasar tras cerrase las primeras detrás de nosotros, y esta vez, la diferencia de temperatura es más suave. El ambiente es fresco por el potente aire acondicionado, aunque la bóveda del recinto es de cristal y deja pasar algo de tórrido ambiente exterior.

Todavía queda media hora hasta que empiece la película, así que damos un paseo por los amplios pasillos, llenos de tiendas de moda, zapatos, complementos y ropa de marca por toda la planta baja. La planta superior tiene la zona de restaurantes por un lateral, con todas las grandes cadenas internacionales y locales, al otro lado un variado de tiendas menos serias, con jugueterías, golosinas, dulces, helados, así como telefonía y electrónica. 

Vemos todas de pasada, y pese a la tranquilidad aparente, no dejo de pensar en todos los hombres que se giran a mirarme, vayan acompañados o no de sus parejas. Javier se da cuenta, y me toma de la mano otra vez, pegándome a él. Que lo haga para lucirme, alardear, decir que soy suya o para darme seguridad, me resulta intrigante pero irrelevante. Lo que logra es serenarme y que me olvide de todos, solo estamos él y yo.

Empieza a charlar para distraerme, y termina siendo una conversación animada sobre la forma de educar a los hijos, cuando no paran de salir pequeños críos de todos lados, correteando, gritando, llorando o usando unos coches en miniatura, que se alquilan dentro del recinto, con padres persiguiéndolos como locos.

Al fin llegamos  al cine, en uno de los extremos del centro comercial. Pasamos por debajo de la cartelera, y a la derecha nos acercamos a las taquillas, tenernos suerte al llegar a una sin nadie, y la mujer madura y cansada de otro lado del cristal nos atiende rápida y cortésmente. Nos vamos a la izquierda, donde está la barra  con algo de gente esperando su turno, para comprar un combo grande de palomitas y refresco. Mientras pido, el joven con granos que nos sirve se deleita con mi cuerpo, Javier me rodea por la espalda, abrazándome por la cintura, y apoyando su barbilla en mi hombro,  un poco travieso con sus dedos en mi vientre. Es tan dulce verle marcar territorio que giro mi rostro para besar su mejilla.

Cuando nos sirven, cojo la bebida helada con ambas manos, por su tamaño, con un par de pajitas, y él toma el enorme cubo amarillo, rebosante de granos de maíz tostado calientes, siguiéndome hasta la entrada a la sala de proyecciones. Abro como puedo la pesada puerta con ojo de buey, y pasamos por un estrecho pasillo oscuro hasta llegar a un rellano, en mitad de la pendiente de los asientos acolchados. Javier menciona  la numeración de los tickets, y nos toca subir un tramo de escaleras antes de llegar a nuestra fila. Todavía hay luz,  con gente entrando por las bocanas, y  pese a que no están todos los puestos ocupados, algunas personas deben levantase para dejarnos pasar.

Pese a estar dada la vuelta al caminar de medio lado, noto las miradas obscenas de varios hombres detrás de mí, es un silencio tenso reconocible el que se forma, y hasta escucho  algún comentario de fondo, “Vaya pedazo de culo” o “ Que buena está esa rubia”. Me siento al llegar a nuestros sitios, y adoro la forma en que Javier se queda de pie, mirando hacia atrás con ojos firmes tratando de localizar a quien ha dicho esas frases. Pongo mi mano en su brazo, y le hago sentarse a mi lado.  A la altura de las rodillas hay unos reposa vasos, dejó allí la bebida y me froto las manos por lo fría que estaba al ir llena de hielos.

Nos relajamos un rato, ponemos los móviles en silencio, y Javier aprovecha para hacernos varias fotos. Es una costumbre de los jóvenes hacer instantáneas a cada paso, en mi época no era tan común, pero no puedo negar el atractivo de tener para el recuerdo imágenes nuestras con él pasando  su mano por mis hombros, dándonos besos, juntando nuestras caras o poniendo poses sensuales. El ritual de que me enseñe cómo han salido después,  borrar alguna borrosa, reírnos de otras divertidas y lo bien que se nos ve como pareja en las mejores, es otra cosa a disfrutar.

-YO: Muchas gracias Javier, hacía mucho que no venía a un cine.

-JAVIER: No me las des, yo tampoco soy muy asiduo, con internet ya la gente no viene tanto.

-YO: Es verdad, aunque para mí siempre me ha resultado mejor estar aquí, el ambiente, la comida, la compañía... – digo coqueta.

-JAVIER: Pues a disfrutar.

Se inclina para besarme la mejilla cuando apagan las luces, antes de que se retire le tomo del rostro y le devuelvo varios en la cara, reímos mientras pone el cubo de palomitas entre nosotros, y  ya ha bajado el nivel antes de terminar el aviso con las normas. Están tan calientes y saladas, que debo ponerle las pajitas a la bebida al poco de empezar los trailers previos, mojándome los labios, mientras los asientos de alrededor se van llenando casi al completo.

Trato de centrarme en los próximos estrenos, y no en que de vez en cuando nuestras manos se encuentran al ir a coger palomitas. Me rio a carcajadas con las de risa, y me cubro el rostro con las de miedo, el me acoge en su hombro y me acaricia la espesa melena rubia protegiéndome. Las de acción me dan igual, así que aprovecho para volver a beber. Realmente están muy saladas. Aunque voy cogiendo de poco en poco, a Javier parece darle igual y está comiéndoselas a puñados.

Me cruzo de piernas con lentitud o me coloco el pecho para que se deleite cuando le pillo mirándome, es delicioso ver que no aparta sus ojos de mí aunque sabe que me doy cuenta, y llegado un punto, me sonríe, y aprieta mi muslo con cariño, o se agacha a besarme el hombro.

Al empezar la película me centro en disfrutar de la comedia romántica, él parece disfrutar en las miradas fugaces que le dedico, temo que la temática de la película le aburra, pero se ríe y me hace algún comentario en voz baja que me demuestra interés de su parte. Pasado un rato estoy algo empachada de comer, y con un gesto le digo que no quiero más, así que se pone el cubo en las piernas para seguir  sólo. Tras casi una hora de típico argumento variando algún aspecto, decido ir a buscar más palomitas a su regazo, rebuscando en el fondo, traviesa.

En realidad desde hace unos minutos me estoy congelado. La poca ropa y el chorro de aire puesto a toda potencia justo sobre mí,  me están pasando factura.   Ahora cruzarme de piernas y brazos, frotándome, no es para jugar con Javier, es que tengo frio. Me quiero recostar buscando el calor corporal de mi acompañante, pero el reposabrazos no me deja, es cuando se da cuenta por mi inquietud, y me rodea con el brazo por la espalda, pegándome a él todo lo que los asientos lo permiten. Siento cierto alivio pero la postura resulta muy incómoda para ambos.

Busco la forma de colocarme, pero entre la estrechez de las filas y que me estoy perdido la parte más interesante de la película,  me estoy poniendo muy nerviosa. Estoy a punto de ponerme de pie y salirme, cuando él aparta el cubo de su regazo, y lo palmea. Quiere que me siente en su piernas como hacemos en casa, pero en vez de tirar de mí como hace en privado, ahora en público es una pregunta, por si me molesta. Ni mucho menos, aunque  tampoco quiero  molestar a nadie, ni  que se den cuenta, así que  de forma acrobática logro alzar los pies por encima de sus rodillas, rodeo su cabeza con un brazo, y de un pequeño salto, ayudada por sus fuertes manos, caigo de lleno con mi trasero en su paquete.

Un suspiro sale de su labios, mientras me rio un poco, disculpándome mientras me recuesto sobre su pecho, pero en el fondo me encanta, tras colocar la piernas dobladas, hay tan poco sitio que esta vez no puede alejarme, y debe aguantar aún lo que queda de la película con su miembro, que noto endurecerse, atrapado y creciendo en mi trasero. De todas formas sus manos van a mi espalda y mis piernas, frotándolas con energía, y transcurridos unos minutos se me pasa algo del frío que me estaba haciendo casi tiritar.

El final es desternillante, tirando de tópicos, pero la actriz secundaria cómica que me encanta no para de hacerme reír, y de moverme. Javier con disimulo trata de tomarme de la cintura y moverme para ponerse cómodo, aunque siempre acabo recolocando el culo a mi gusto. La postura  es conmigo notando todo el largo de su pene por el hueco entre mis nalgas, y me encanta que se rinda y se acople.

Cuando por fin termina, y encienden las luces, me giro sobre mi misma frotándome las pestañas con los dedos índices para evitar que se corra el rímel por las lágrimas de risa que me salen. Él se ríe igual, y me hace carantoñas diciendo alguna frasecilla de la película que me hace soltar varias carcajadas.

Es cuando me doy cuenta de que tiene la cara llena de carmín, del gloss de mis labios de los besos  al empezar la proyección, me asombro al ver que también tiene en sus labios. Cuando toma el último trago de bebida, lo comprendo, con la oscuridad hemos terminando bebiendo de la misma pajita, y pensar en sus labios y los míos interactuando de esa manera, me hace sonrojar ante su mirada confusa.  Saco un pañuelo del bolso y le limpio la mejilla, mostrándoselo manchado, y luego me da permio para seguir.

Le quito la mayor parte que puedo, recostada con sus manos en mi cintura, la gente pasa y nos observa, pero la mirada inquisitiva de Javier disuade de cualquier comentario. Luego se centra en  mí, en mis ojos, estamos tan cerca que noto su respiración en mi barbilla, y me dedica un  par de miraditas a mi escote, aplastado contra su pecho. Humedezco con mis labios el pañuelo para ir directa a su boca, explicándole el por qué, y   para dejar que sienta en mis dedos la carnosidad de su rosada piel.

Al terminar casi nos hemos quedado solos en la sala. De un gesto hábil poso mis pies en el suelo entre sus piernas, y con una palmadita en mi trasero, me ayuda a levantarme y ponerme de pie. Ni espera a que me aparte y se alza, rodeándome de cara y abrazándome tan fuerte que me levanta un palmo del suelo.

-JAVIER: ¿Te ha gustado la película?

-YO: Claro, me he reído mucho, solo al final el frio…- se aleja un poco pero aún pegados.

-JAVIER: Ya, lo ponen a toda potencia y claro…

-YO: Menos mal que te tengo a ti  –mis manos bajan de su espalda a su cintura, metiéndose por dentro de su vientre – Mira ¿Lo notas?

-JAVIER: Dios, si que tienes las manos frías.  

Me toma de los dedos, los junta y las lleva a su boca, donde echa algo de aliento cálido, y los frota con ternura. Luego se queda con una de mis manos, y avanza ante mí, sin soltarme y sin miedo alguno a que se le note la evidente erección que aún tiene.

-JAVIER: Salgamos de aquí, debo ir al baño.

No le quito razón, ha sido levantarnos y todo lo que hemos bebido hace que me den ganas de ir al sanitario.  Así que bajamos unos peldaños y regresamos por el pasillo estrecho hasta la puerta con ojo de buey. Al salir todavía hay mucha gente, y nos vamos a los aseos, donde todavía hay más aún. El de hombres está lleno,  no dejan de entrar y salir, mientras que el de mujeres está hasta arriba, y encima hay cola.

Para cuando Javier ha salido del baño, con una notable inferior protuberancia entre las piernas, yo aún no he entrado, así que aguarda a un lado revisando el móvil, cosa que hacemos todos ahora mismo por allí. Al fin me toca turno tratando de no pensar en si le ha escrito su novia, y entro casi desesperada. Pese a la poca higiene tras haber pasado tantas mujeres ya, por una vez mi vestimenta me ayuda, y logro desahogarme sin incidentes. Alguna mirada reprobatoria de muchas a mi alrededor al lavarme las manos, pero salgo contenta y feliz correteando a brazos de mi chico, que me abraza con una enorme sonrisa.

-YO: ¿Qué hacemos ahora?

-JAVIER: Demos una vuelta para estirar un poco las piernas, luego vamos al coche y  a cenar a un sitio.

Asiento con la sensación de que eso hubiera dado igual. Me pego a su torso cuando caminamos y  me rodea por los hombros. Me gusta la sensación  aunque es algo incómodo por mis tacones, me hacen tan alta que al andar debo agacharme, así que al pasar por uno de los pasillos, su brazo baja por mi espalda hasta mi cintura, y allí se queda.

Vamos charlando de la película, recordando lo más gracioso, y cuando me hace reír sin parar le pego en el pecho, él  tan sólo me aprieta más contra su cuerpo. Del contoneo de mi cintura, al final se le resbala la mano a mi cadera, pero allí no hay tanta sujeción, y tras varios intentos fallidos de colocarla, mete su dedo pulgar por el borde de mi falda, dejando el resto caer sobe mi nalga, a la que le dedica un fuerte apretón. Me muerdo el labio de gusto al sentir esa confianza, y mis dedos buscan el bolsillo trasero de sus vaqueros rotos, alojándose para sentir su trasero.

Subimos al piso de arriba, y me acerca a una heladería, donde compramos un crepe caliente con chocolate y nata. Nos vamos a una de las barandillas para tomárnoslo, él se apoya de espaldas a ella, y me gira para pegar mi costado  a su pelvis. Ni rechisto, me dejo vencer sobre su pecho, y al notar su cabeza en mi hombro, le voy  dando alguna cucharadita jugueteando  a acercarme, sintiendo sus manos en mi cintura o  vientre, con  él jugueteando a alejarme,  bromeando dulcemente. Me chupo de los dedos golosa un poco nata derretida al acabar, y tras limpiarme las manos con un pañuelo, bajamos al parking, ya siendo casi las diez de la noche.

Al salir a la calle el calor ha menguado mucho, pero aún se nota. Regresamos al coche bien agarrados el uno del otro, y al subirnos al coche me indica que vaya a Plaza de España. Es fácil llegar ya que la carretera va directa a la entrada de Madrid sur, que es donde se encuentra, pero nos tiramos un buen rato buscando aparcamiento al ser tan céntrico y concurrido.

Es una enorme plaza, que da acceso a la Gran vía, la calle más comercial de Madrid, y uno de los emplazamientos más hermosos de la ciudad, más aún con los últimos destellos del atardecer del verano.  Rodeado de varias travesías principales, y custodiada por dos de los edificios más altos de la ciudad, es una explanada ajardinada con una bonita fuente, un monumento en medio a don Miguel de Cervantes, y luego unos pasadizos internos entre el césped fresco. Todo lleno de turistas, transeúntes, artistas callejeros o vendedores ambulantes.

Al llegar a una de las esquinas, me toma de la mano y nos hace bajar por unas entradas auxiliares al parking que hay debajo de toda la plaza. De golpe caigo en el famoso restaurante chino que hay allí escondido, es muy famoso en todo Madrid pero nunca había ido, sobre todo porque es bastante cutre, y su popularidad  ha crecido en base a que es barato y la gente suele acudir antes, durante o después de sus borracheras, ya que cierra muy tarde. En mi época de hacer eso mismo, todavía no habían abierto.    

Bajamos unos tramos de escaleras de mantenimiento, y llegamos a un pasillo amplio, con una tienda de alimentos,  chinos, una agencia de viajes, china, y en medio el restaurante, que tiene pinta de barra de bar del típico mesón de carretera, pero nos atienden unos camareros de ojos rasgados. Al pasar tienen una pequeña sala con varias mesas, y una cola importante de jóvenes pidiendo comida para llevar en la entrada. Alguno, con bebida de más encima, me dedica miradas y silbiditos, pero al estar sujeta por Javier, les ignoro tranquila.

Nos sentamos en unas mesas viejas y pedimos de una carta mal plastificada, al  menos los precios son buenos. Cuando traen la comanda, sorprendentemente rápido, casi me caigo al suelo. Tras la copiosa comida, las palomitas del cine y la crepe, ahora nos traen unos platos hondos hasta arriba de tallarines fritos y gyozas, empanadillas chinas.  Reímos y charlamos mientras comemos, es tan agradable que me olvido de las paredes mal pintadas, las grietas del techo y la sensación de que en cualquier momento puede salir una cucaracha de alguna esquina.

Termino dejando bastante cantidad de comida en el plato, y Javier se termina el suyo, casi sudando.  Pagamos, y me rio al pensar el dineral que se dejó David al invitarme en el restaurante japonés tan moderno y caro, y aquí estoy ahora, dos días después, en el local más cutre que he pisado en décadas,  y pagando una miseria he comido mejor.

Subimos anadeando de forma torpe de nuevo a la plaza, el tramo de escaleras se vuelve un suplicio al sentir que tenemos la tripa tan llena. Son casi las once de la noche y mañana debo madrugar, pero no me resisto cuando me toma de la mano y damos una vuelta entera al monumento central, lleno de turistas. De nuevo saca su móvil y nos hacemos unas fotos juntos, en varias se coloca detrás de mí, rodeándome con sus brazos, y tras posar, luego me besuquea el cuello o me mordisquea el lóbulo de la oreja, provocándome una sonrisa  divertida que se transforma en coqueta, que queda inmortalizada en su teléfono. 

-YO: Para, me haces cosquillas. – le insto sin muchas ganas.

JAVIER: Es que me gusta verte sonreír.

-YO: Y a mí que me hagas reír.

-JAVIER: Pues no te quejes entonces. – su boca se abre y  busca mi cuello, aunque me giro un poco y termina dedicándome un leve mordisco a mi clavícula.

-YO: Que malo eres.

Es un susurro con voz  melosa, mientras le aprieto la cabeza contra mi pecho. Me encanta sentirle por todo el cuerpo, sus brazos me sujetan y aprietan, y sus labios buscan por toda mi piel dónde me hace doblarme de risa, y dónde mi sonrisa se vuelve más erótica, lugares que no deja pasar por alto. La verdad es que cuando me dedica una palmadita en el culo  antes de alejarse, siento que soy una colegia en sus manos, una que solo desea que me tire al suelo y me haga el amor allí mismo.

-JAVIER: Se hace tarde, y aún tenemos que llegar a casa.

-YO: Es verdad…pero me lo estoy pasando tan bien que me da rabia. – echamos a andar bien pegados el uno al otro.

-JAVIER: Y a mí, no te creas, pero no quiero que mañana tengas mala cara por trasnochar, y  Thor lleva muchas horas ya solo y sin salir.

-YO: Dios mío, es verdad…pobrecillo. – ni me acordaba del perro en casa.

-JAVIER: Y además…- me toma de la cintura, susurrándome unas dulces palabras al oído -  …estoy deseando irme a casa,  espero que no te ofendas, pero es un gustazo dormir contigo. -me quedo paralizada.

-YO: ¿Ah sí? Pensaba que al principio te resultaba incómodo.

-JAVIER: Un poco, la verdad, pero ahora que tenemos este nivel de confianza, debo reconocer que eres una delicia en la cama, te dejas abrazar y te quedas dormida en cualquier postura. A Celia en cambio le gusta más moverse y me fastidia un poco, pero contigo, hago lo que quiero y ni te quejas.

-YO: Pues gracias, y no me ofende para nada, siempre fui de dormir fácil con…con Luis. Y hasta estos días contigo hacia mucho que no descansaba así de bien. Creía propasarme pero si a ti también te gusta…

-JAVIER: Claro, si es que además hueles genial,  lo hermosa que eres…es un lujo. Ojalá durmiéramos juntos siempre.

Me mira a los ojos con tanta determinación que me desarma por completo. Trato de articular alguna palabra pero sólo me sale un aullido leve, apenas audible, y no puedo evita sentir cómo se me cristalizan los ojos. Me entristece ver lo feliz que me hace que me diga esas frases, y a la vez saber que no he conseguido ir más allá aún. Me abraza suavemente, y deja que me acople a su pecho, notando cómo sus brazos evitan que me haga pedazos, y volviendo a juntar las piezas rotas que hay en mi interior.

-YO: Gracias, por todo, por ser como eres conmigo. – consigo balbucear entre algún sollozo.

-JAVIER: No tienes que darlas, me gusta ser así contigo.

-YO: Aún así…

-JAVIER: Las gracias te las tengo que dar yo a ti, por ser la mujer más impresionante del mundo y confiar tanto en mí  –me toma con sus dedos del mentón , alzando mi cabeza, y besándome en la mejilla tantas veces que pierdo la cuenta – Anda, vamos a casa.

No me duelen prendas decir que me abrazo a su torso, y no le suelto en todo el camino hasta el coche. Esta vez su mano no busca mi cintura ni mi cadera, frota con firmeza mi brazo o mi espalda, hasta que al llegar donde habíamos aparcado, me siento entera de nuevo.

Me quito los tacones, una bella tortura, y se los doy para que los sujete, mientras me pongo unas zapatillas cómodas para conducir que llevo en la guantera. Juega con ellos, comparándolos con su pie, bailando con la música de la radio o dedicándoles un leve olfateo fetichista. Me hace reírme para que deje atrás el momento de flaqueza anterior.

Al llegar a casa, bajamos al parking y dejo el coche. Llevo un rato pensando en cómo hacerle ver que ya se me ha pasado el instante de debilidad, y lo hago sentándome en su regazo, con la excusa de así poder ponerme de nuevo los tacones. Me rodea por la cadera con seguridad y mete sus cara en mi cuello, besando con lentitud mientras le regalo primeros planos de mi escote o de mi entre pierna al doblar las piernas. Fingiendo que no me vuelve loca la forma en que me está acariciando, suspiro. Una vez que termino, le abrazo con fuerza por la nuca y luego me giro para salir gateando por el asiento del conductor, ofreciéndole una panorámica espectacular de mí por detrás. No me sorprendo al recibir dos  azotes en el trasero, el segundo es tan intenso que me froto de inmediato en la nalga, mordiéndome el labio por acallar el jadeo, no sé si de dolor o de placer. Probablemente de ambos.

Cuando salgo y le veo rodear el vehículo, lo cierro con el mando y echo a andar traviesa  meneando la cintura. No tarda en ponerse a mi espalda, y entramos en el ascensor con él casi atosigándome por detrás. Ladeo la cabeza cuando siento su boca pellizcarme por el hombro o el cuello, y los  tres pisos que subimos se me hacen muy cortos.

Al salir le dejo pasar primero, casi me arranca las llaves de las manos cuando oye a Thor ladrar, y al llegar a la puerta se agacha para meterlas en la cerradura. Esta vez soy yo la que tomo venganza, y le doy tal cachetada a su trasero que la mano me hormiguea de inmediato, pero ni se inmuta, salvo una sonrisa muy sensual que nace de sus labios cuando me agarro de su culo sin soltarle.

El perro casi nos tira al suelo según entramos, Javier me da un beso fugaz en la mejilla y coge la correa para llevárselo tras unas carantoñas que le hago. Me quedo en casa  porque no soporto más los tacones. Al quitármelos suspiro de puro gusto, y me voy a la cocina a beber agua fría, de paso le pongo al cuenco de la mascota, que está vacío, y le pongo más pienso del poco que le queda. Reviso la casa esperando encontrarme algún desastre del animal, pero está tan bien educado que no hay nada salvo un agujero en el sofá con forma  canina enorme echa bola. Me siento en él para relajarme un rato, estirando los dedos de los pies, y aún siento el cojín tibio del calor corporal, se ha debido tirar horas aquí tirado y sintiéndose sólo, algo muy familiar para mí.

Estoy agotada, y me recuesto para ponerme algo más cómoda. Me rio repasando el día entero, partes de la película, o de  momentos aleatorios, hacía tanto que no me lo pasaba tan bien que añoro de golpe todo el tiempo perdido estos años. Mi cuerpo ya no es el que era, y estoy extenuada, aunque tengo la sensación de que es más por falta de costumbre que por que ya no pueda pasarme un fin de semana entero haciendo cosas.  Pongo la televisión por no quedarme dormida allí mismo, y repaso el móvil, que prácticamente ni lo he mirado. Salvo algún mensaje de Carmen, y las del gimnasio echándome de menos, nadie me ha escrito. Le mando un mensaje a Carlos, y como no responde llamo a mis padres. Mantengo una conversación fugaz con ellos,  que se alegran de saber de mí, agradecidos de verme más alegre según ellos.

Mi madre ya ha empezado con su cantinela de que aún soy joven, y que busque marido pronto antes de echarme a perder, cuando Javier aparece por la puerta con Thor más calmado, que viene lanzado a que lo acaricie, lamiéndome las rodillas. Luego se va a la cocina a comer y beber hasta hartarse. Le sigue su amo, que me dedica una mirada tenue viéndome con el teléfono al habla, y se marcha al cuarto unos instantes. Cuando regresa está ya aseado, sin camisa ni zapatillas y con los vaqueros abiertos mostrado el bóxer por la pelvis. Se sienta a mi lado, y tomándome de los pies, los pone en su regazo, donde comienza un leve masaje que me hace derretirme sobre el sofá.

Hasta que no cuelgo, pasados varios minutos, no cambia de pie, y guarda silencio a la espera de que diga algo. Me cuesta un poco, estoy retozando y dejándole hacer, siendo consciente de que me come con los ojos todo el largo de mis piernas.

-YO: Dios que gusto Javier…gracias.

-JAVIER: Un placer, una vez visto esos tacones que te has puesto para ir tan guapa conmigo, me parece lo mínimo.

-YO: Se te dan muy bien los masajes. – digo cómplice atusándome el pelo,  sin querer admitir o negar nada de su comentario.

-JAVIER: Siempre he tenido mano para estas cosas.

Y a fe que la tiene, cuando me alza de los tobillos y le dedica unos masajes circulares a los gemelos cargados de ir con esos zapatos. Desde el talón a la corva tras la rodilla, va subiendo con fuerza, para regresar con cautela. Poco o nada me importa que haciendo ese gesto se me vea el tanga, estoy en la gloria durante un buen rato.

-JAVIER: Estoy destrozado, tengo unas ganas de ir a la cama que no me las creo.

-YO: Y yo. – digo tras recomponerme un poco del nirvana al que me ha llevado.

-JAVIER: Pues vamos, yo te llevo.

Se alza, y me ofrece sus hombros, quiere que me suba a caballito. Me rio al ponerme de pie sobre el sofá, y saltar sobre  su espalda, donde me quedo pegada, y bien sujeta por su cuello, con sus manos sosteniéndome por los muslos.  Thor nos sigue, casi pareciera que queriendo subirse detrás de mí, pero al llegar al cuarto ladra fuerte un par de veces, y regresa al salón a pasar la noche.

Se deja caer de cara al llegar a la cama, y quedo montada a horcajadas sobre su cuerpo. Le doy unas suaves caricias por su columna vertebral y las cierro con un beso a sus fuertes hombros. Luego me agarro de su trasero para ponerme en pie. Él se gira y queda  sentado en la cama con las piernas estiradas. No le defraudaré, sé lo que espera de mí. Tomo el top por debajo y me lo saco por la cabeza, dejando sólo el sujetador sin tirantes arriba. Luego meto mis dedos pulgares por la cadera de la falda y voy rodeando mi cuerpo hasta sacarla por mis piernas, agachándome con descaro ante sus ojos, que ahora me ven con un tanga minúsculo abajo.

Camino hasta su lado, donde tengo el camisón azul celeste, y me lo pongo por la cabeza, dedicándole un giño sensual, un reto, ya que no ha apartado la mirada ni un segundo. Con maestría me quito el sostén por el escote del  satén ya puesto, y demostrando mi confianza se lo tiro a la cara, antes de irme al baño a asearme. De regalo bostezo y alzo los brazos, para darle una imagen de mi culo antes de dejarle solo.

Tardo un rato en desmaquillarme, cuando salgo Javier ya está  con el bóxer nada más tumbado en la cama, jugueteando con mi sujetador aún en una mano, y  repasando su móvil puesto a cargar en la mesilla de  noche. Espero a que me vea, sonríe y alza un dedo para llamarme.

-JAVIER: Ven aquí preciosa mía.

Suelto una carcajada al escucharle el tono burlón, en realdad disimulo porque me ha gustado. Acudo a su lado, le quito mi sujetador,  dejándolo en la silla al lado del armario, y su mirada al hacerlo es de niño al que le han quitado su chupete.

Luego me tumbo en la cama, al instante me rodea con sus brazos por la cintura y se pega a mi espalda, aparta mi cabello del hombro y posa su cabeza allí, dedicándome unas carantoñas dulces, aunque consigue girar la cadera para no pegar su paquete a mis nalgas.

-YO: ¿Ya estás feliz de abrazar a tu osito de peluche?

-JAVIER: Mucho, aunque creo que si vendieran ositos como tú, muchos adultos aún los usarían. – el cachete que me da es la firma que me hace delirar.

-YO: Mira que eres bobo.

Mi mano se lanza a darle un azote en la pierna, y cuando le doy, le agarro  subiendo por ella hasta la cadera, para atraerle hacia mí. Cosa que hace, pone su brazo bajo mi cabeza y mete el otro por dentro de mi camisón, buscando el calor de mi vientre, jugando con sus dedos a hacer círculos a mi ombligo.  Me arrebujo  sintiendo su respiración rítmica y fuerte, y por último, un beso de dulces sueños en mi nuca.

Continuará...

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