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Rubén

en Erotismo y Amor

Boh! cómo me mola todo... casi no puedo reprimir la sonrisa y la emoción, lo veo en mis ojos verdes en el espejo retrovisor de dentro del coche. Los paísajes, los pueblos,... Todo el día de viaje, estoy agotada. Primeros de septiembre, ya es por la tarde. No sé muy bien porque me han dado esa beca si era un chollo, pero tengo las llaves de un piso, pequeñito, también entraba en la beca,... 9 meses, a tomar por culo, en un sitio fantástico, para seguir aprendiendo, una gran oportunidad. Sólo ganas de irse, de aprender, tener varios títulos y dominar algunos idiomas, esa había sido mi gran baza.

  • Gire 1a en la rotonda y a 100m encontrará su destino - amo el Navigator de mi Android.
  • Miau miau miiiauuuu - maúlla mi gatito en su transportín, que se ha pasado el viaje drogado hasta las cejas.
  • ¿Ya te estás despertando, Froid? tranquilo que ya hemos llegado.

Me bajo, estiro las piernas, los brazos, la tripa... uh!! Me quito las gafas de sol, miro la calle. Sí, genial. Me meto en el coche, dejo la puerta abierta que entre el aire y recojo cables, cargadores, el iPod, el móvil,... enrollo todo y al bolso. Un chico camina por la acera, se me queda mirando algo descarado, no me doy cuenta y se mete en el portal donde me voy a meter yo, me sigue mirando mientras espera el ascensor, como bajo a mi gatito (miau miau miau), mi portátil, una maleta, y uuuuff! una caja... no puedo con la caja. Lo veo salir del portal y lo tengo a mi lado ya.

  • No vas a poder con todo ¿necesitas ayuda? - estoy agachada tirando de la caja, que desisto, no puedo sacarla del coche, y... Dios, es muy alto.
  • Jaja!! - ¡maldición! tiene razón, la risa me da tiempo para pensar - pues si eres tan amable.
  • ¿Qué te llevo?
  • Pues, yo llevo el portátil y el minino, y tú la maleta si no te importa, lleva ruedecitas.

Lo gracioso es en el ascensor, porque vamos al mismo piso.

  • Perdona, yo soy Nina ¿te llamas?
  • ¿Cómo?
  • Nina.
  • Puffff.
  • Puuuuffff ¿qué? - qué idiota.
  • Nada.
  • ¿Y tú? - insisto.
  • Rubén.
  • ¿Rubén?, que vulgar, ¿no? todo el mundo se llama Rubén puuuffff! - y le hago una mueca - Pero gracias Rubén por ayudarme, puuuuffff.

Me cuenta que desde hace 2 años el piso es ocupado por becarios, los dos anteriores chicos muy desaliñados. Me ayuda a darle a la luz, al agua, uf! estoy perdida, incluso con las ventanas que no las sé abrir. Ese chico alto, misterioso, simpático, de ojos verdes, le he mirado el culo y la espalda varias veces,... hay que bajar a por la caja. Me dice que con el piso hay plaza de parking, los desaliñados la tenían, que me abre él la puerta.

Tuve que llamar a su puerta a las 22h pasadas, me supo muy mal, pero no sabía encender el calentador y necesitaba ducharme, además, oía música en su casa, estaba despierto. Así que tras varios intentos de llamar a su timbre, como si una fuerza extraña desconectara mi cerebro de mi dedo, conseguí llamar y me abrió con una enorme sonrisa. Tras ayudarme me dijo que le encantaría quedarse pero que tenía que trabajar al día siguiente y que se tenía que ir,... tímido, era tímido. Así que sonreí:

  • Claro, te entiendo, es muy tarde y yo mañana también tengo que trabajar mucho, tengo que hacer de este sitio un lugar habitable... ¿te veré por la tarde? - le pregunté al tímido, me había caído bien, quería verle otra vez.
  • Si quieres.
  • Vale.

Por la mañana dejé mi nueva casa habitable tras darme un palizón. Puse mi nombre en el buzón, había una nota de Rubén, su número de móvil, sonreí y me lo guardé.

Estuvimos por la tarde hablando de nuestras cosas, le dije que si no le importaba que se sentara que yo tenía que seguir haciendo cosas un rato, tardé poco y me senté a su lado en el sofá, hablamos de nuestras cosas a que nos dedicábamos, que hacíamos,... era un bromista, demasiado ácido a veces, se las devolvía. Me miraba. Le dije que teníamos que ir disolviendo la asamblea que tenía que hacer unas cosas, me miraba los labios, quería un besito de despedida y no se atrevía. Yo sí, me acerqué, le rocé un poco los labios y me aparté unos centímetros, vino a por más, bien bien, me cogió las mejillas con suavidad, no quería que me escapara. Ahora sí que nos besamos y repetimos... y le sonreí.

  • Pues nada - en un susurro - deberíamos irnos, ¿no?
  • Sip.
  • Vale.
  • Te veo luego.
  • Vale.

Cogí mi bolso, él también se levantó, se fue a su casa y yo me fui a la calle, tenía que hacer unas cosas.

Antes de acostarme, pasadas las 12, le mandé un mensaje al móvil: “Buenas noches Rubén”. Sabía que era yo y que dormía en la habitación de al lado. También me deseó las buenas noches.

Empezó el curso... él a su rutina y yo a la mía, allí hacía un frío que pela, llovía mucho. Empecé a conocer gente, a hacer vida.

Me había dicho que estaba reventado, que iba a dormir toda la tarde, yo tenía que leer unas cosas en el tablet, a las 20:30 empecé a golpear rítmicamente la pared de la habitación, él me contestaba. Yo volvía a hacer una secuencia, y él contestaba... ¡es que contestaba a todas! vale, ¡ya basta! cogí el móvil y le mandé un mensaje:

  • ¿Tienes hambre? ven a casa que te invito a cenar.
  • ¿Qué tienes?
  • Comida para personas y para gatos, lo que tú quieras. Anda, ven, y deja de preguntar tonterías.
  • Vale...
  • ¡Ah! estoy en pijama y no me voy a vestir de otra forma para recibirte, te lo advierto.
  • Yo voy a ir desnudo.
  • Mejor... no te iba a abrir la puerta sino.

Pasamos un rato agradable. Al terminar me dijo que si nos íbamos a su casa a escuchar música puesto que mi casa ni música, ni tele ni nada, que era una asocial, sólo con el iPod, suspiré y le dije que bueno. Estuvimos riéndonos un rato. Compartiendo una pera en su sofá, me rodeaba con su brazo y me la daba a comer con sus manos y luego comía él... y luego nos besábamos. Tenía los brazos largos, tanto como él. Puse mi mano en su muslo, en su abdomen, de vuelta a su muslo. Me tumbó en su sofá, con cuidado, uf!! Estaba muy nerviosa y muy excitada, esa mezcla explosiva.

Estaba ya pasada de revoluciones, desde hacía rato, al lado suyo, su olor, sus besos. Puse su mano entre mis piernas mientras se tumbó encima de mí para seguir besándome, me encantaba sentir el peso de su cuerpo sobre el mío. Tenía que retirarme de su boca para poder coger aire, me estaba mareando, pero un mareo delicioso. Cuando se lo hice un par de veces, retirarme de su boca, se puso de rodillas delante de mí y me quitó los pantalones del pijama y con ellos las braguitas. Junté las rodillas y las pegué al respaldo del sofá, no tardó en separarlas con sus manos y en enterrar su boca entre mis piernas. Arquee la espalda, suspiré, una corriente eléctrica recorrió mi cuerpo. Bajé la mirada y me encontré sus ojos, no pude seguir mirando, cerré los míos y eché la cabeza atrás. ¿Pero qué me hacía? Suave suave. Me cogí a un cojín. Con el dorso de mi pie acariciaba su torso. Paró para quitarle la camiseta, le molestaba. Pude coger aire, gemir, recuperar la conciencia un segundo, pero la tregua fue un instante. Supo calentarme poco a poco, de la zona más insensible, hasta la más sensible, el clítoris, no lo atacó hasta que él no llamó su atención, entonces fue cuando lo castigó sin piedad.

  • Rubén... me voy a correr en tu boca, no pares con lo que haces por favor, por favor - le dije avisándole.

No me contestó, siguió y siguió hasta que gemí fuerte, hasta que cogí una de sus manos con la mía y con su otro brazo me cogía fuerte. Con mi otra mano cogía su pelo. No paraba, no paraba, era jodidamente bueno.

  • Fóllame Rubén, te lo mereces...

Le cogí de debajo de los hombros y le subí un poco para arriba, aunqué él hizo todo el trabajo, yo estaba agotada. Se bajó un poco los pantalones sin quitárselos del todo, le miré, quería vérsela, sonreí, bien bien, estaba contenta con lo que veía y me penetró.

Que me follara como le diera la gana, me daba igual, ya me había hecho perder los papeles, no aguanté ni 3 embestidas cuando estaba teniendo otro orgasmo con su polla dentro. Cuando un hombre te lo come bien ya da igual si folla mejor o peor, aunque Rubén follaba muy bien, pena que estaba tan cachonda que no iba a poder disfrutarlo, al menos esa vez. Él también estaba muy mal, cuando sintió cuando mis músculos se relajaban y contraían, mi cuerpo temblar, el recuerdo de cómo me había corrido en su boca, sentirme entre sus brazos, correrme con él dentro, se fue también, le sentí gemir, me encantaba oírle. Me abracé a su cuerpo. Se quedó como un guerrero herido encima de mí, reponiéndonos los dos. Empecé a reaccionar acariciando su espalda desnuda con mis dedos, aunque seguía con los ojos cerrados.

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