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Sara enseña al primo de su novio

en Amor filial

-Eric, ya tienes tu bebida. ¿Dónde estás?

 

-Voy, primo

El jardín de Hugo estaba radiante. Las flores de verano alumbraban las esquinas y la parra ascendía del suelo a lo alto del porche. Hugo miraba, tras las oscuros cristales de sus gafas de sol, el mar. Siempre agradecía que su casa estuviera frente a la playa, rodeada de vegetación y anchas praderas. Esperaba tranquilo, sentado a cubierto del sol y con una cerveza sobre la mesa. Se pasó la mano por el pelo, acariciándolo. Estar en bañador, con una cerveza y a veinte metros de una playa era un lujo.

-Aquí estoy. Estaba apagando la Play Station.

¿La Play? Hugo frunció el ceño. Deberías apagarla durante el resto del verano. Aquí tienes playa, sol, montaña y cerveza. Solo te queda buscar una amiga y... a disfrutar.

-Sí, claro. Y ya sabes que no me gusta mucho la cerveza.

 

Eric era tímido. A sus 18 años no había gozado de suficientes oportunidades para explorar la buena vida. Vivía en Madrid, en un barrio burgués frío, de edificios altos y sabor a asfalto y tráfico. Y cuatro árboles esmirriados. Y no tenía amigas. Como cualquier adolescente, se dedicaba a exprimir los videojuegos y a perder el tiempo en las redes sociales con sus amigos virtuales. En septiembre comenzaba la universidad, y estaba aprovechando un par de semanas del verano para visitar a su primo.

Bajo la sombra que la parra proyectaba en el porche, los dos primos conversaban.

-¿Preparado para la universidad?

Eric vaciló. -Sí. Bueno, no lo sé.-Te esperan unos buenos años. Harás amigos, vivirás grandes momentos.

 

-¿Eso crees? No sé si podré disfrutarlo. Son situaciones nuevas, gente que no conozco... No sé si estoy preparado.

 

Hugo miró a su primo. Le faltaba atrevimiento, empuje. El chico tenía cualidades: era buena persona, gran estudiante y tenía ganas de experimentar nuevas  sensaciones. Pero le faltaba valor. La timidez y la falta de experiencias vitales lo hacían inseguro. Sería una pena que desaprovechara sus primeros años de independencia y juventud.

El motor de un coche resonó en la puerta del jardín. Los dos primos dirigieron allí su mirada y esperaron.

-Hola, chicos.

Sara abrió la puerta y entró al jardín. Se acercó al porche y sonrió a Hugo.

-¿Aquí nadie se ha bañado?

Eric observó a la chica. La piel tostada de sus brazos y piernas lucía con fuerza. El pelo recogido en una larga trenza y unas gafas de sol de pasta amarilla aportaban carácter a su cara, y la camiseta blanca ajustada dejaba a la vista un canalillo profundo y visible. Envidió a su primo. ¿Sería capaz de disfrutar de una mujer así algún día?

Pasaron el mediodía sentados, hablando mientras tomaban el sol y comiendo lo que Hugo había preparado. Después, el sueño comenzó a desafiarles. Sara se levantó.

-Me voy a dormir un rato.

Con voz melosa, tres cervezas en el estómago y mirada juguetona, se perdió de vista. Su novio siguió su rastro hacia el interior de la casa. Ya en la habitación, el primo de Eric reflexionaba en alto.

-El chico tiene que ganar seguridad. No sé, parece tan tímido... Me da lástima que no haya disfrutado las cosas de su edad. No ha estado aún con chicas y no tiene confianza para intentarlo. Necesita un apoyo. Además, ahora comenzará la universidad. No puede quedarse en un rincón de la clase mientras el resto hace amistades, se divierte y...

 

-¿Y follan por todos los rincones?

-Eso es. Tú sí que me comprendes.

Mientras escuchaba, Sara se iba desnudando. En verano dormía con un ligero top o, directamente, completamente desnuda. La luz de la ventana entraba plena, sin cortinas que interrumpieran. Sara de deshizo del sujetador negro, de encaje, y lo dejó caer en la cama.

 

-Toma, puedes olerlo. O comértelo, si quieres. Sé que te gusta. ¿Es grande, eh?

 

-Cuidado, guapa. Eric está fuera y podría verte. Que estás muy relajada, ¿no?

Sara se volvió hacia la ventana y caminó, de frente y sin cubrirse.

-¿Ah, sí? Pues que mire bien. Yo no se lo voy a impedir. Así sabrá lo que son un buen par de tetas como estas.

Sara se situó junto a la ventana y bamboleó su pecho. Eran grandes, carnosas y llenas, y formaban un buen canalillo porque estaban bien situadas. Si Eric hubiera estado mirando se habría llevado un buen espectáculo.

-Lástima, dijo Sara. No está. Se lo ha perdido.

Se volvió y se acercó despacio hacia la cama.

-Se me está ocurriendo algo, amor.

 

-Madre mía, no puede ser nada bueno cuando me miras así.

 

-Calla, tonto. Tú no quieres que tu primo sea tan inseguro, ¿verdad? Pues tengo la solución. Seré su profesora. Voy a ayudarlo a ganar confianza, a tener seguridad en sí mismo.

 

-¿Cómo? La cara de Hugo era de curiosidad.

 

-Voy a enseñarlo a tratar a una mujer.

 

-Esa es mi niña... No sé ni por dónde vas a empezar pero confío en ti. Ven aquí. ¿Te he dicho ya que mi primo es virgen?

 

-Bueno, dame unos días... Todo tiene solución. Mientras decía estas palabras, Sara se bajaba el tanguita y se acariciaba el pubis. -¿Crees que le gustará mancharme toda la carita, como a ti?

 

-Él tragó saliva. -Qué perra te pones. Me encanta.

Al día siguiente, Hugo recibió una llamada de la oficina. Tenía que desplazarse a Gijón unos días. Se lo contó a Sara y a Eric, metió su ropa en una mochila y salió a  buscar su moto. Mientras la arrancaba y se acomodaba el casco, Sara se acercó.

-Te tendré informado de mis avances. Tu primito se convertirá en todo un hombrecito.

 

-Haz lo que quieras. Solo prométeme que, cuando vuelva, seguirás estando así de buena.

Sara sonrió y le acarició, disimuladamente, la entrepierna.

-Aquí te espero.

Esa misma tarde, mientras comía con Eric, Sara le observaba. Tenía cierto atractivo, pese a ser tan joven. Más alto que ella, de cuerpo delgado y algo fibroso, conservaba buen tipo y su cara resultaba simpática.

-Así que nos hemos quedado solos, Eric

 

-Sí. Yo no quiero molestar. No sé si tienes planes.

 

-Pues sí, tengo un plan.

 

-Vaya, pues nada. Yo no interrumpo, me meto en la habitación con mi Play Station y...

 

-Sara lo interrumpió. -Y nada. Mi plan es con una persona.

La cara del chico palideció. -Bueno... ehhh... me puedo ir si quieres.

 

-Esa persona eres tú.

La cara de Eric pasaba de pálida a roja. -¿Cómo?

-Sí, que quiero pasar estos días contigo. Iremos a la playa, al cine, a cenar...

 

Sara se levantó. -¿Te apetece más ensalada? A mí sí. Pasó junto al chico y le acarició el hombro. -Bueno, quizá tú no quieras. A lo mejor tienes miedo... ¿No quieres que esta chica tan guapa sea tu novia? Mientras se servía algo más de comida, Sara movía levemente las caderas.

-No, por favor. A mí me gustaría estar contigo. Quiero decir, cuando no esté mi primo. Bueno, no sé qué decir.

 

Sara mostró sus dientes blancos con una sonrisa. -No digas nada. Esta noche me llevarás a cenar. ¿Puedes? Y no te preocupes por tu primo. Está deseando que salgas conmigo, que te diviertas. Me ha pedido que te espabile un poco. Y yo quiero ayudarte.

 

 

Por la tarde, Hugo recibió un whatsapp en el móvil:

----- Hola, amor. Este será mi canal para informarte. Con cada mensaje te enviaré una foto. Esta noche me llevo a tu primo a cenar. Me podrá mirar y decir lo que quiera. Y si no lo hace, le intentaré motivar. Me pondré una falda vaquera, por encima de las rodillas, y una camiseta negra. Quiero ponerlo nervioso, a ver si es capaz de concentrarse. Ah, y otra cosa más. Llevaré escote. Mucho escote. Un besito.--------

 

Adjunto al texto estaba la foto. Sara y Eric sonreían y saludaban con la mano.

Lección 1. La cena

 

 

-¿Estás listo, Eric? Tenemos que salir ya.

 

-Sí, estoy en la puerta

 

-A ver, ven aquí.

El chico se acercó tímidamente.

-Mmmm, a ver. -Sara repasó el vestuario de Eric. Si vas a llevarme a cenar tienes que cuidar tu vestuario. Quiero pantalones largos y camisa. Y que no sea muy pija.

-Vale. La actitud sumisa del chico tenía efectos excitantes para Sara. Se sentía poderosa, dominante.

A las nueve en punto entraban en el restaurante. Eric iba detrás de Sara. -Me estará comiendo con los ojos, pensó. Pero debería ir delante de mí. Cuando se sentaron, Sara se recogió el pelo y miró al chico.

-¿Estoy guapa? No me has dicho nada.

La imagen que recibía Eric era imponente. La chica que tenía delante tenía el pelo recogido, la piel morena y un escote generoso y profundo. Y tenía esa chica justo delante, mirándole a los ojos y prestándole atención. Eric pensaba que no sabía comportarse. No había tenido una cena de este estilo con una chica. Y estaba luchando por no bajar la mirada a sus enormes tetas. Nunca había tocado unas. Y le llamaban mucho la atención. Las miró. No se lo podía creer. Las tenía delante, a un par de palmos.

-Bueno, al menos veo que estas sí te gustan. Sara bajó la mirada y se miró discretamente el escote.

-Perdón, no quería mirar. Estás guapa, digo muy guapa, y no sé ni dónde mirar. Eric enrojeció notablemente mientras Sara sonreía.

-No te preocupes. Puedes mirarlas, pero intenta ser disimulado. Las chicas tienen que tener confianza contigo si quieres mirar con un poco de descaro. Si lo haces bien, con un poco de encanto, igual me gusta. Y también me gusta que me piropees. Recuérdalo.

 

Eric sintió crecer su entrepierna y bajó la cabeza.

-De acuerdo. Y sí, me parece que estás guapísima.

Durante la cena, Sara procuraba bromear y liberar al chico de la rigidez. Le tocaba la mano, brindaba con el vino, le guiñaba un ojo, le preguntaba por alguna amiga... Pero no llegaba a más. Esta noche solo quería romper su timidez y ver cómo se comportaba. Al acabar, salieron en busca del coche. Sara había acompañado la cena con vino y veía la situación con morbo. Se encontraba cómoda con el poder que ejercía en el chico.

-¿No vas a dar la mano a tu chica? Eric dudó. -Tienes que ser más cariñoso. A las chicas nos gusta

La temblorosa mano del chico rozó la de Sara y las enlazaron. Llegaron a casa y Sara dio por terminada la primera lección.

Lección 2. El probador

 

 

A la mañana siguiente, Hugo recibió un whatsapp. El texto era el siguiente:

-----------Buenos días. La lección de ayer acabó con éxito. Tu primito no hizo otra cosa que mirarme el escote y temblar. Pero fui buena y dejé que mirara. Le di un par de consejos, cenamos juntos, intenté que se soltara y, al final, nos dimos la manita para ir al coche. Estoy segura de que se calentó y por la noche se masturbó. ¿Crees que debería haberle ayudado? Hoy iremos de tiendas. Me probaré ropita y me tendrá que dar su opinión. . Igual me pongo un poco exhibicionista. Mmmmm, ya veremos.-----------

 

En la foto adjuntada aparecía un tanga rosa sobre la cama

Sara se levantó despacio, saboreando el sol que entraba por su ventana. La luz iluminaba parcialmente su cama y una de las paredes. Se miró al espejo y sonrió. Había dormido con una camiseta amplia, que le cubría el culo pero justo al límite. Decidió salir a hacer el desayuno. Recorrió el pasillo descalza y soñolienta. El movimiento de sus tetas bajo la camiseta delataba la ausencia de sujetador. Ya en la cocina, alcanzó un vaso y algo de leche.

-Hola, Sara. Buenos días.

Eric entraba por la puerta cuando Sara se encontraba de puntillas buscando un poco de pan en una estantería. Notó parte de los cachetes del redondo culo al aire. Si el chico estaba mirando se habrá llevado la primera alegría del día.

-¿Qué tal, Eric? ¿Cómo has dormido?

Sara se volvió y el chico la miró en silencio: el pelo suelto, la cara de recién levantada, la camiseta amplia y corta, las piernas al aire... qué difícil tenía que resultar permanecer impasible ante semejante imagen. Se sentaron en la mesa a devorar unas tostadas con un vaso de leche.

-Parece que hayas visto un fantasma. Dime, ¿te gustaría ir de tiendas con alguna chica como yo, Eric?

 

-Ya me gustaría, afirmó el chico con la tostada en la mano.

-Pues prepárate. Hoy me llevarás.

 

-Bueno, como quieras. Por mí, genial.

 

 Sara se levantó y se acercó al chico. Se situó tras él y puso las manos sobre sus hombros.

-Tendrás que darme tu opinión.

Sara guiñó un ojo y salió de la cocina, moviendo generosamente el culo y permitiendo que el chico disfrutara de esa visión.

Tras pasar la mañana y comer, Sara se fue a vestir. Sacó una falda corta y ancha; sujetador y braguitas transparentes negras y camiseta de cuello ancho. Se veía cómoda y guapa. Cuando estaba eligiendo las botas sonaron unos ligeros golpes en su puerta.

-Soy yo, Sara. Perdona. Te espero fuera. Por cierto, me visto con pantalones largos y camisa, como tú decías.

-Pasa, pasa. Déjame verte.

Eric pasó, con pasos cortos y mirando al suelo. Imaginaba que estaba a medio vestir y no se atrevía a levantar la mirada.

-Bueno, estás muy guapo. Enhorabuena. Yo me he puesto esta camiseta. ¿Te gusta?

-Sí, claro, es muy bonita.

 

A Sara le cruzó una idea caliente. Había que espabilar al chico porque no estaba nada cómodo.

-Espera... quizá te guste más una camisa de cuadros que tengo. Es nueva. Mira, es esta.

Se acercó al armario y descolgó una camisa de cuadros blancos y negros.

-¿Bonita? Ya sé lo que haremos. Siéntate ahí.

Sara sentó en la cama al chico y se situó delante de él, dándole la espalda. De la manera más natural posible, y mirando al espejo de la habitación, comenzó a quitarse la camiseta. El sol aún entraba por la ventana, con menos fuerza y con luz teñida de naranja. El espejo estaba bien iluminado y la imagen de la chica estaba bien definida: el sujetador negro con ligeros adornos de Sara apareció majestuoso, apretando los enormes volúmenes en su interior. Ella desvió ligeramente su mirada buscando la expresión del chico. Él, blanco como la leche, inmóvil, con los ojos fijos y la boca algo abierta, tenía el rostro del perfecto alucinado. Era la primera vez que veía así a una chica, al natural. Sara alcanzó la camisa y se la puso con movimientos lentos. Se abrochaba poco a poco los botones, dejando los dos superiores abiertos. Se giró.

-¿Te gusta?

 

-Sí, es preciosa.

-Y yo, ¿te gusto? Me tienes que piropear, recuerda.

Eric enrojeció, se levantó y, tras balbucear tímidamente, salió por la puerta. Sara sonrió y notó endurecerse sus pezones. Sabía que exhibirse tenía efectos morbosos en ella, y el chico se había ido caliente y avergonzado. 

Se dirigieron al centro comercial y a las tiendas. Sara guiaba al chico entre la ropa y le preguntaba. Le enseñaba faldas, camisetas, medias, sujetadores...

-¿Te gusta?, ¿Crees que me sentaría bien?, Este vestido me gusta. Pero necesito una opinión.

 

-Está bien, es...

 

-No, aquí no. En el probador.

La cara de Eric se desencajó. Dudó. Esbozó una media sonrisa avergonzada.

-Vamos, Eric. Arriba ese ánimo. ¿Qué dirían tus amigos si te vieran en esta situación? Acompañándome al probador... ¡Vamos!

Entraron en el pasillo de probadores. Sara buscó el más alejado de la entrada y abrió la cortina.

 

-Quédate fuera. Me tengo que desnudar.

Sara corrió la cortina pero dejó una pequeña parte abierta. Desde fuera se divisaba parte del cuerpo de la chica. Comenzó a desvestirse. Se abrió los botones de la camisa y se la quitó. Las tetas pugnaban por salir del sujetador. A cada movimiento oscilaban con pequeños brincos. Se bajó la falda y se miró al espejo. Ropa interior negra y una sonrisa pícara. Desde fuera, Eric luchaba por mirar. Estaba muy excitado pero no se atrevía. No tenía el arrojo necesario. Pero no aguantó la tentación. Si estiraba un poco el cuello, podría ver parte del cuerpo desnudo de la chica. Y lo hizo. Con el corazón latiendo fuerte, se asomó. Sara estaba de espaldas, con las braguitas transparentes y la espalda cruzada por el sujetador.

-Eric.

El chico se colapsó. ¿Le habría visto? Le iba a regañar.

-Pasa, Eric. Necesito opinión.

Eric, tanteando la cortina, asomó un poco la cabeza, mirando al suelo. Sara se giró y mostró su cuerpo. Se puso el vestido y lo miró.

-¿Cómo lo ves? Y cierra la cortina, que me van a ver desde fuera...

-Sí, claro. Tras cerrar la cortina, balbuceó. -Te queda bien, aunque parece un poco ajustada... por ahí. El chico señaló con los ojos al pecho de Sara.

-¿Aquí? La chica se palpó las tetas. Claro, es que son demasiado... grandes. ¿No crees?

Sara miraba al chico con las manos sobre sus pechos.

-Eh... sí. No sé.

Sara se estaba calentando y el chico ya lo estaba desde hace rato. Decidió darle un pequeño recital. Se sentía poderosa y, ahora,  generosa.

-¿Has visto alguna vez unas tetas, primito?

 

-Sí, claro... ehhhh, una vez, una chica que... y...

-No has visto ninguna, ¿no? Sara sonrió. -A tu primo le encantan. Me las acaricia constantemente. Mientras hablaba, la chica empezaba a quitarse el vestido. Hablaba despacio, de manera sugerente y mirando al chico con seguridad. Esta situación le estaba dando morbo: tenía al chico rendido a sus pies, se sentía dominadora y estaba disfrutando con su exhibicionismo. Además, escuchaba voces alrededor de personas que pasaban a otros probadores. Cualquiera podría verla si se abría un poco la cortina. Dejó el vestido en el suelo y se puso de frente al chico. Su sujetador era sexy, con ligeras transparencias.

-¿Quieres... mmmm... verlas, amor?

Eric estaba pálido. Miraba la cara de Sara y bajaba la vista hacia el sujetador. No hablaba.

-Tomaré eso como un sí, amor.

Sara llevó sus manos a la espalda y desabrochó lentamente el enganche. Los pechos dieron un pequeño respingo. Estaban a punto de liberarse frente a los ojos desorbitados del chico. Sara se quitó el sujetador. Y el chico creyó marearse y se apoyó en una pared. Las tetas aparecieron. Enormes, llenas, preciosas. Con los pezones marrón claro, la piel un poco menos morena que el resto del cuerpo y un buen canalillo formado por su buen tamaño. La chica quiso alargar la magia del momento. Dejó el sujetador en una banqueta de manera lenta, sintiendo el bamboleo de las tetas, y haciendo disfrutar así al chico. La visión de Sara inclinada hacia delante y sus tetas balanceándose y colando en todo su tamaño estaba haría las delicias de cualquiera. Sara se incorporó y se volvió a situar delate de Eric.

-¿Te gustan? A tu primo le encantan. Me las acaricia cada vez que puede. Se excita mucho... Mientras hablaba, se las acariciaba, apretaba y las cogía desde abajo, como pesándolas. -¿Sabes? Le encanta meter su cara aquí, entre las dos. Sara se juntó las tetas y las levantó un poco. Pero bueno, no me dices nada de las braguitas. Me las he puesto para ti. ¿Qué tal? Sara dio media vuelta y le mostró el culo. Se veía la mitad de los cachetes. Eric seguía alucinado. Apoyado en la pared, miraba pero callaba. Se le veía encantado pero no era capaz de articular palabra.

-Bueno, primito. Ahora tienes que irte. Si sigo así cualquiera me puede ver desnuda.

 

Sara se acercó un poco al chico y le besó en la mejilla. Sus tetas quedaron cerca pero no llegaron a tocarlo. La chica se fijó en el bulto de la entrepierna de Eric. Sonrió. Pensó que, quizá, por la noche sería más generosa aún con él.

Ya en casa, los dos disfrutaban de la cena en el salón. Sara estaba situada delante del chico, con las piernas cruzadas. Aún estaba vestida con la falda y la camisa de botones. Cada vez que ella se despistaba, Eric bajaba la mirada en busca de las piernas de la chica. Sara lo veía, y de vez en cuando las abría ligeramente. Quería darle ese gusto y comprobar si se estaba empezando a desatar. Tenía que dejar de comportarse como un adolescente tímido. Se estaban bebiendo unas cervezas y Sara, como la noche de la cena, estaba alcanzando un buen puntito con el alcohol. Los dos estaban calientes, y Sara comenzó a notar cómo se humedecía su rajita. Si hubiera estado aquí su novio lo hubiera arrastrado sin consideración a la cama. Pero tenía delante a su primo, un chico tímido y bien caliente. Pensó que, el pobre, estaría cargado de leche. Medio mareada pero alegre, se levantó y se despidió. Se fue a su habitación y encendió la lucecita de la mesilla. Se desnudó, quedándose solo en bragas. Estaba muy caliente. Se acarició el pubis y se cubrió con las sábanas. Pensó en Eric. Tenía que quitarle la timidez. Se sentía cachonda y con ganas de jugar, de exhibirse otra vez. Llamó a Eric. Al poco, unos pasos sonaron por el pasillo y unos golpes acariciaron la puerta.

-Pasa, amor.

Eric entró en la habitación. El ambiente era muy cálido. La luz tenue, las sábanas blancas suavemente iluminadas y  la cara de Sara sonriéndole . Se situó delante de la cama con la mirada baja. Sara se incorporó, dejando a la vista sus dos tesoros. Apoyó su espalda en el cabecero.

-Tengo un regalo para ti. Ya eres un hombre. Tienes que saber qué siente tu primo cuando me toca. Ven.

Eric se acercó despacio. Se sentó en la cama y no se movió más. Sara sonrió, se mordió el labio inferior y cogió la mano del chico. La condujo suavemente a su teta derecha. Eric no se lo creía. Iba a tocar esas enormes tetas. Sara posó la mano del chico sobre su teta.

-Amásala, acaríciala. Es tuya.

Eric la acarició suavemente. Empezó a amasarla con cuidado. El pezón respondió y comenzó a endurecerse. Eric se atrevió con la otra mano y tocó la otra teta. Empezó a acariciarlas y a levantarlas. Su tacto y peso le encantaban. Su cara era de excitación y de felicidad. Tras un rato más así, Sara se sintió muy caliente. Los pezones duros y la respiración rápida delataban su estado. Podría follárselo allí mismo. Arrancarle la virginidad y permitir que se corriera donde quisiera. Tenía que parar. Le retiró suavemente las manos. Eric obedeció sumiso.

-Ya basta, amor. Me ha encantado, y espero que a ti también. Sara miró el bulto desmedido del pantalón del chico. -Veo que sí. Escucha, amor. Tendrás que aliviarte tú. Ve a tu habitación y disfruta. Imagina que estoy a tu lado. La chica le señaló la salida con la mirada.

 

-Claro, como tú digas.

Cuando el chico se disponía a salir, Sara le llamó.

-¿Sabes lo que le gusta hacer a tu primo cuando me acaricia las tetas?  Eric miró curioso. -Correrse en ellas.

Lección 3. La fiesta

 

 

----------Hola, amor. Ayer fue un día de grandes avances. Puedo decir que he dado un par de clases magistrales a tu primo. Espero quitarle poco a poco la timidez con las chicas. Hoy intentaré que me lleve a una fiesta que tiene con unos amigos. Quiero parecer su novia y hacerle ganar seguridad. Le va a dar un subidón de autoestima. Por cierto, te dejo una foto con lo que tu primo vio y tocó (mmmmm, sí, tocó, has leído bien) ayer. Te mando un caliente beso -----------

 

 

En la foto que iba junto al texto aparecían las tetas de Sara en primer plano.

Llegaron a la fiesta por la tarde. La casa de uno de sus amigos era grande y tenía un buen jardín. Allí se reunieron multitud de jóvenes. La entrada de Eric y Sara fue espectacular. Un grupo de chavales se percató de la atractiva compañía de su amigo y le rodearon. Le agasajaron a preguntas y el chico presumió de novia. Dijo que era un rollo de hace unos días y que era mayor que él. Los chicos miraban a Sara con descaro y ella pensaba en lo inocentes que eran. Un pequeño grupo de chicas se fijó en la pareja e intercambiaron opiniones a su modo, es decir, cuchicheando y con miradas discretas. Una de ellas, Paula, de la edad de Eric, no le iba a quitar los ojos al chico en el resto de la noche.

Cuando se liberaron de la presión de los amigos, Sara apreció este interés y se lo contó a Eric.

-No me dirás que no te has dado cuenta. esa chica te mira con ojos golosos.

 

-Es Paula. Me gusta, pero no sé qué decir. No me gustaría decir una tontería y echarlo todo a perder.

 

-Qué tonto... Mira, Eric, yo me lo he pasado muy bien contigo estos días. ¿Te acuerdas de la cena? Podrías invitar a cenar a quien quisieras. Además, ya no eres un inocentón. ¿Te tengo que recordar cómo me tocabas anoche? Mmmmm, vamos a bailar.

La música estaba alta y muchos chicos bailaban desperdigados por el jardín. Sara empujó discretamente al chico hacia un lugar iluminado, asegurándose que el grupo de Paula podría verlos. Empezaron a bailar. Los movimientos de Eric eran torpes y tímidos, pero cada vez agarraba más el cuerpo de Sara.

-¿Ves cómo te mira? Mmmm, tienes que ponerla celosa. Agárrame el culo.

 

-No, ¿qué dices? ¿Aquí?

 

-Vamos, Eric. Aprovéchate de mí.

Eric posó con vergüenza su mano derecha en el culo de Sara. Los pantalones vaqueros ajustados que llevaba permitieron acariciar sin dificultad toda su curva. El chico estba, de nuevo, alucinado y excitado. Sara colocó su muslo en la entrepierna de Eric, notando toda su dureza. Le habló al oído.

-Mmmm, que tienes aquí... Estás empalmado, amor. Eric tornó el color de su piel a un rojo intenso. -¿Por qué no vas a ver a Paula y le dices que te gusta? Que yo solo soy un rollo, que no te gusto.

 

De nuevo, Sara empujó con discreción al chico. Se apartó y se colocó escondida tras un arbusto. Observó cómo Eric llegaba junto a Paula y hablaba con ella. Estaba hecho. Había conseguido que ganara seguridad, aunque solo fuera tratándole como a un medio novio y, por supuesto, calentándole. Nada como excitar a un jovencito para inducirle a conseguir algo. En ese momento, el teléfono de Sara sonó. Era Hugo, que ya estaba en casa. Era el momento de volver allí y follar.

Se acercó a Eric y le tocó la espalda. Paula la miró con cierto odio. Le contó que se volvía a casa. Cuando casi salía por la puerta, Eric pronunció su nombre.

-Espera, Sara. Quiero decirte que... te agradezco que te hayas portado tan bien conmigo. Para mí siempre serás mi amor platónico. Sé que mi primo sabe que me has ayudado. Os lo agradezco a los dos.

 

-Qué mono, mi amor. Te mereces un regalo final. Sara sonrió con su cara de juguetona. Si esta noche vuelves pronto, quizá te puedas acercar a mi habitación. No sé, igual te espera un bonito show.

 

Sara llegó a casa y besó a su novio.

-Misión cumplida. He dejado a tu primo con una chica. Espero que se la ligue.

-Oye, guapa. ¿Qué es eso de que anoche... Sara lo cortó. -Calla, mi amor. Y déjame ver.

Sara le palpó la entrepierna y le mordió una oreja.

-No tocó que tú no hayas disfrutado ya. Vamos a cenar, que luego no te me escapas.

Tras la cena y un buen vino, los dos estaban entonados. Sara salió apareció en el salón con unas braguitas y un sujetador amarillo.

-Cómeme las tetas. Ahora. Le agarró del brazo y le arrastró a la habitación.Ya en la cama, Hugo se situó sobre Sara. Los dos estaban desnudos completamente. Sara tenía la polla de su novio en la mano y él le mordía los pezones. Estaban duros y grandes.

-¿Te tocó los pezones también?

-Mmmm, claro que sí. Se puso muy caliente. Estaba empalmado como tú ahora, y tuve que enviarle a su habitación a que se hiciera una buena paja.

 

-¿Por qué no se la hiciste tú?

 

-Mmmm, ¿te hubiera gustado, cerdo?

 

-No lo sé, quizá. Los dos rieron.

Eric estaba llegando a la casa. Después de atreverse a hablar con Paula, había quedado para el día siguiente con ella. La llevaría a cenar, tal como había hecho Sara con él. Llegando a la puerta del patio, el chico pensaba en lo que había aprendido estos días. Tenía más seguridad en sí mismo y sabía que podía atraer a una chica. Agradecía de corazón el empujón que la novia de su primo le había dado. Entró en el jardín. Estaba oscuro, con las flores cabizbajas y todos los rincones emanando misterio. Le resultó curioso. Con el día y la luz del sol, todo era festivo, veraniego, alegre. Pero la noche cubría de silencio y  enigmas el jardín. Un aroma dulce impregnaba el ambiente. Era una planta particular, el galán de noche, que florecía por cuando el sol se ocultaba. Podía quedarse toda la noche disfrutando de ese momento de silencio y placer. Pero estaba cansado. Entró en casa sigilosamente. No quería despertar a nadie. Pero un extraño murmullo llamó su atención. Provenía del final del pasillo, cerca de la habitación de su primo. Se acercó en silencio y pudo identificar ese extraño sonido. Eran gemidos. Una sensación morbosa recorrió su espalda. El pasillo solo estaba iluminado por dos velitas, que daban un ambiente mágico a la situación. Pero la puerta estaba entreabierta. Se acercó un poco más. Asomó ligeramente la cabeza y abrió los ojos. La habitación de su primo estaba levemente iluminada por una lámpara, que teñía la imagen de un color cálido. Sobre la cama estaban su primo y, como una diosa, Sara. Ambos desnudos, tumbados boca arriba. La mano de su primo se perdía en la entrepierna de su novia. Eric se agachó para evitar que le vieran. Sabía que no debería espiar, pero el morbo era enorme. Estaba excitado y quería disfrutar. El cuerpo espigado y fibroso de su primo estaba en tensión, intentando ofrecer placer a su novia. Ella, con los ojos cerrados, gemía melosamente. Hugo, muy activo, se irguió y acercó su cara al pecho de su novia. Comenzó a besar esas dos tetas con delicadeza. Las amasaba con las manos y las besaba con la boca. Eric recordó su tacto, su peso. Sara abrió los ojos encontró la mirada de Eric. El chico hundió el cuello y pensó que se moría del susto. Pero la sonrisa de Sara le tranquilizó. Hugo seguía su trajín y no se había percatado de nada. La chica llevo su dedo índice al los labios pidiendo complicidad a Eric. El chico estaba avergonzado, curioso y excitado. Se recostó en el suelo y se dejó llevar. Sara tumbó a Hugo y se levantó. De cara a Eric, se puso de rodillas sobre la cama y pidió a su novio que le besara el ombligo y fuera bajando. Eric no había visto ningún coño en vivo. Le pareció una obra de arte. El pubis de la chica tenía pelo, arreglado y bien cortado, pero era espeso y negro. Debajo, la rajita permanecía limpia, a la vista, visible, sin pelo a su alrededor. Hugo se apartó un momento y la imagen apareció plena: Sara miraba con sonrisa sensual a Eric, mientras abría ligeramente su raja con las manos. Se estaba exhibiendo frente al chico. Hugo volvió a entrar en escena y tumbó a su novia. Se situó entre sus piernas y perdió su lengua bajo el pubis de la chica. Eric veía y almacenaba cada movimiento, cada gesto, cada gemido. Era una clase magistral en vivo.  Sara volvió a tomar el protagonismo. Cerró las piernas y tumbó a Hugo. Subió a horcajadas sobre su novio. Estaba de frente a Eric, que seguía agazapado y disfrutando de su papel de voyeur. Sara agarró el rabo de su chico y, mirando a Eric, se lo metió. Sara estaba caliente, estaba ofreciendo la última lección al chico y, además, estaba disfrutando con una sesión de exhibicionismo. Sentía mucho morbo porque estaba manejando la situación a su gusto. La penetración aumentó el ritmo y Sara estaba gozando. Sus tetas estaban libres, bailando al ritmo de sus brincos. Eric tenía esta imagen delante, a un metro de su cara. La pareja estaba follando a gusto, con gemidos y palabras obscenas a discreción.

-Fóllame, cabrón.

 

-Me encanta que te pongas tan zorra. Te voy a comer el coño hasta que te escuche chillar.

Hugo cambió el tono de su gemido. Sara se percató y paró en seco. Se sacó el miembro de Hugo y le indicó que se pusiera de pie, de espaldas a la puerta. Sara se colocó de rodillas delante de él y, mirando obscenamente a Eric, se metió la polla de su novio en la boca. Comenzó una lenta mamada, mirando a los ojos de Eric. El chico estaba inmóvil, blanco, pero muy excitado. Sara aumentó el ritmo y Hugo gimió de manera ronca y profunda. Eric no veía lo que estaba pasando pero sabía que su primo se estaba corriendo. Pensó en huir de allí, pero Sara se levantó y avanzó hacia él. Hugo se tumbó en la cama. Sara salió de la habitación y cerró la puerta. Miró a Eric. La imagen era impactante. El chico, acurrucado en el suelo, miraba hacia arriba; Sara, de pie y desnuda, lo miraba sonriendo. La chica apretó el interruptor de la luz y su cuerpo quedó expuesto ante la mirada del voyeur. Sus tetas estaban salpicadas de leche, y su mejilla también tenía un lechazo. Los dos se miraban en silencio. Sara llevó un dedo a su teta derecha y lo restregó. Después, se llevó el dedo a los labios y lo relamió.

-Seguro que tu leche está igual de buena que está, Eric. Quién sabe, igual algún día podré comprobarlo…

 

Sonrió y se perdió en el baño. Eric, impresionado, se retiró a su habitación. Mañana sabía lo que hacer con Paula. Ahora estaba preparado.