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Una noche que me despertó mi padrastro

en Sexo con maduros

Estaba teniendo un sueño maravilloso cuando me desperté por los movimientos de la cama y el adredon que me quitavan —Ven aquí —murmuró mi padrastro. Sus brazos me rodearon y me jalaron hacia su cuerpo.

 

Me giré hacia él, busqué su boca y la encontré y me zambullí en su interior con un profundo y delicioso beso. La palma de su mano se apoyó en la parte posterior de mi cabeza, sujetándome a la vez que él tomaba el control. Enredé mis piernas con las suyas y sentí la áspera mata de pelo, la deliciosa calidez de su piel y los poderosos músculos que había debajo. El suave y rítmico acariciar de su lengua me calmó y me excitó.

Metí la mano entre los dos y agarré su miembro, acariciándolo con un deseo que respondía al suyo. Se agrandó con mi tacto y se alargó hasta que su ancho capullo apareció bajo la cintura elástica de su bóxer. Soltó un gruñido y su cadera embistió contra mi mano.

 

—Puta!!!

—Hazme gemir —susurré.

 

Deslizó la mano por debajo de mi camiseta y sus dedos se movieron por mi vientre hasta que tocó mi pecho. Apretó y la carne se hinchó antes de que sus hábiles dedos me agarraran el pezón. Con un gran conocimiento de mi cuerpo, mi padrastro lo movió en círculo y tiró de la dura punta. Aquella presión me provocó oleadas de para poder frotar mi sexo húmedo contra su pierna.

 

—¿Se está quejando tu precioso coño, perrita? —Mordisqueó la comisura de mis labios y sus palabras me sedujeron—. ¿Qué es lo que necesita? ¿Mi lengua..., mis dedos..., mi polla?

—Papi!!! —gimoteé con descaro cuando se apartó.

 

Mis brazos se extendieron hacia él cuando se levantó por encima de mí. Emitió un leve siseo de consuelo. Después, puso las manos sobre mi cadera para bajarme la ropa interior por las piernas.

 

—Todavía no me has respondido, perrita. ¿Qué quieres que meta en tu coñito glotón? ¿Todo lo que he dicho?

—Sí —susurré—. Todo.

 

Un momento después, mis piernas estaban levantadas en el aire y su oscura cabeza bajaba hacia la sensible entrepierna. Contuve la respiración expectante. Como estaba doblada, no podía ver... El caliente y húmedo terciopelo de su lengua se deslizó entre los tiernos pliegues de mi sexo. —Oh, Dios. —Combé mi cuerpo hasta convertirlo en un rígido arco. Mi padrastro. ronroneó. Yo me removí en un intento por levantar la cadera hasta el éxtasis de su traviesa boca. Sujetó mis piernas para dejarme inmóvil a la vez que me saboreaba al ritmo que él deseaba, lamiéndome por encima y alrededor de la resbaladiza abertura..., mofándose de mi ansia de sentir su lengua dentro de mí. Colocó sus labios alrededor de mi palpitante clítoris y su boca chupó mientras su lengua acariciaba ese punto tan sensible y placentero.

 

—Por favor... —No me importaba suplicar.Pero me hacía esperar mientras me saboreaba, su pelo rozaba la tierna piel de la parte posterior de mis muslos y su lengua me masajeaba el clítoris con una leve presión. Apreté las manos contra mi cara. —Cómo me gusta... No pares... Abrí la boca cuando él lamió más abajo e introdujo una pequeña parte en mi interior... Después, más abajo, bordeando la entrada de mi culo que se estremecía bajo su sedosa caricia. —¡Ah! —jadeé, casi loca por aquella oleada de sensaciones. Mi cuerpo se sacudió cuando por fin me dio lo que quería, su lengua dura entrando en mi escurridiza vagina. —Sí... —jadeé—. Cogeme.

 

Su boca era exquisita, el manantial de todo el control. Zambulléndose en mi delicado cuerpo. Sentí una presión y, después, su dedo pulgar se introdujo por la parte de atrás y empezó a cogerme la tierna abertura.

Esa sensación de plenitud contrastaba con los envites rítmicos de su lengua. Mi vagina se puso en tensión. Estaba acercándome al precipicio del orgasmo. Grité su nombre con mi piel caliente y húmeda. Estaba llena de placer, ardiendo con él. El clímax me destrozó, me hizo añicos.

 

Pero mi padrastro es incansable, y su lengua se deslizó hacia arriba para atacar mi clítoris. Un orgasmo se mezcló con el siguiente. Gimoteando y corriéndome con fuerza una y otra vez, apreté los puños sobre mis ojos.

 

—No más —supliqué con voz ronca y mis piernas temblando mientras mi vagina lanzaba espasmos con otra oleada—. No puedo soportar más.

 

Sentí que el colchón se hundía cuando él se movió y me sujetó los tobillos con una mano. Oí el chasquido del elástico de su bóxer al bajárselo.

 

—¿Cómo lo quieres? —preguntó amenazante—. ¿Lento y suave? ¿Rápido y duro? Dios mío.

—Muy dentro. Fuerte. Se colocó sobre mí y echó mis piernas hacia atrás hasta que quedé doblada por la mitad.

—Estas muy buena —dijo entonces en un tono fuerte y áspero. El exuberante capullo de su gruesa verga se introdujo en mi sexo, acariciando los tejidos ya hinchados y tiernos. Doblada, con las piernas unidas por mis bragas alrededor de las rodillas, sentí cómo se tensaba dentro de mí, tan grande. Su cintura me presionaba y mi carne sensible ardía con la fuerza de su dominación.

 

Aún tenía que darme más. Balanceó la cadera, entrando y saliendo, metiendo su miembro más adentro.

 

—¿Lo notas, puta? —preguntó con la voz ronca por el deseo.

—Tú eres lo único que noto —respondí entre gemidos, ansiosa por moverme, por recibir más.

 

Pero él me mantenía inmóvil a la vez que me usaba como solo un verdadero macho sabe hacerlo, con una habilidad destructiva. Lo sentía... tan duro..., con sus embates incesantes y pausados. Mis dedos se agarraron a las sábanas. Mi sexo ondeaba frenéticamente alrededor de su verga, agarrando la ancha cabeza con una codicia voraz. Cada vez que se retiraba me sentía vacía, me sentia triste, y cada deslizamiento de su grosor me provocaba un placer, una felicidad que recorría mis venas como si fuese una droga.

 

—PUTA!!! aprietas muy rico. Si sigues succionando mi polla con ese coño tuyo tan prieto vas a conseguir que me corra. ¿Es eso lo que quieres, perra? ¿Quieres que te llene del todo?

—¡HAAA! —exhalé, deseando que mi sexo aumentara su dureza. Movió la cadera para empujar de nuevo dentro de mí y suspiró entre dientes mientras yo lo recibía en mi interior.

—Carajo PUTA!!!. A tu coño le encanta mi verga.

 

Se agarró al cabecero y se colocó encima de mí, con mis piernas atrapadas entre ambos. Completamente expuesta y recostada para darle placer, me desesperaba por no poder hacer nada más que mirar cómo enderezaba la cadera y hundía dentro de mí los últimos centímetros de su verga.

El sonido que salió de mi cuerpo fue como un fuerte lamento, con un placer tan intenso que casi me dolió. En la distancia, oí que Gideon maldecía, y sentí cómo su poderoso cuerpo se estremecía.

 

-HAAAAAAA!!!!! Incapaz de hablar, agarré sus caderas y mis dedos se aferraron a sus calzoncillos. Tuve un momento para pensar en lo sensual que era aquello, que mi padrastro no se hubiese molestado en desvestirnos a ninguno de los dos... Entonces, empezó a cogerme, bombeando su cadera con un ritmo incesante mientras su larga verga se zambullía y salía desde la base hasta la punta con rápidas embestidas. Apoyaba todo su peso en los brazos y en las puntas de sus pies y se introducía en mí, clavándome al colchón con su rígido miembro.

Me corrí con tanta fuerza que la visión se me nubló, y mi cuerpo recibió un placer tan intenso que me quedé inmóvil, suspendida en medio de las fuertes oleadas de sensación erótica. Estaba desbordada por mi orgasmo. Sentí un hormigueo de la cabeza a los pies. mi padrastro se detuvo cuando estaba introduciéndose, triturándome, proporcionándole a mi cuerpo la dura longitud de su verga para que yo lo amarrara. Mi sexo se movía con espasmos de éxtasis alrededor de la deliciosa dureza, aferrándose a ella con ansia.

 

—GGGRRR —espetó—. Qué bien me estás ordeñando la verga. Me agité con fuerza tratando de respirar. En el momento en que me hundí en el colchón, saciada, sacó su polla de mi temblorosa raja y se levantó de la cama. Me sentí despojada y levanté la mano hacia él.

 

—¿Adónde vas? levantada, humedecida por mi orgasmo, pero yo no me había mojado con el suyo. —No te has corrido —señalé. Me sentía demasiado lánguida como para ayudarlo a que me quitara la ropa interior.

 

Él deslizó entonces una mano por debajo de mi espalda, me levantó y me quitó la camiseta por la cabeza.

 

—Tú lo querías rápido y fuerte. Yo, lento y suave. Se puso encima de mí de nuevo, esta vez acomodándose entre mis brazos y mis piernas abiertos.

 

En el momento en que noté su peso, su calor, su deseo, me di cuenta de lo mucho que deseaba también que lo hiciese lento y suave. Entonces, aparecieron las lágrimas por fin, liberadas por el calor de su pasión y la calidez de su amor.

 

—Que rico se siente!!!Movió la cadera, metió la punta de su verga dentro de mi vagina y empujó con suavidad, tomándose su tiempo y moviéndose con cuidado para llenarme de él.

Sus labios se movían sobre los míos. —Aprietame la verga —susurró mientras curvaba los brazos bajo mis hombros y colocaba las palmas de las manos en la parte posterior de mi cabeza.

 

Me agarré a él con más fuerza. Sus nalgas se flexionaron contra mis pantorrillas a la vez que se introducía en mí y las manos se me llenaron de su sudor al acariciarle la espalda.

 

—¿Te gusta la verga?

—Sí. me encanta!!!

 

Vi cómo el placer inundaba su rostro al moverse dentro de mí. Lo agarré mientras gemía, todo su cuerpo estremeciéndose con un orgasmo.

 

nuestros cuerpos temblaron por el placer, su leche la sentía salir de mi vagina, no se cuanto tiempo pasamos sin movernos, èl dentro de mí, y yo apretandolo pausadamente. Al final, sin decir nada, salió de mi, se levanto y regreso a su recamara.