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Despues de la noche de año nuevo 2 Carnaval

en Amor filial

Lo que pasó después de la noche de fin de año II . (La fiesta de carnaval)

Mi nombre es Sonia. Tengo 35 años y estoy divorciada.  Desde la noche de fin de año mantengo una relación incestuosa con Carlos, mi hijo de 16 años

Después del día de Reyes, Carlos terminó durmiendo en la cama conmigo y terminamos haciendo  el amor con regularidad.  Fue un mes muy hermoso en el que me volví a sentir de nuevo enamorada y me hizo sentir mucho más joven.

En la ciudad donde vivo se celebra, cada vez con más fuerza, la noche de carnaval. Durante esa noche, nos disfrazamos todos y con la excusa de que no se nos reconoce sacamos los pies del plato. Carlos me propuso salir juntos en Carnaval. Me pareció una idea muy buena. Había salido algún día durante aquel mes, pero no nos sentíamos cómodos. Éramos una pareja que llamaba mucho la atención por la diferencia de edad.

Pero durante la noche de Carnaval se permitía todo. No sería extraño vernos haciendo pareja, y además, iríamos disfrazados. Comenzamos nuestros preparativos. Fuimos a una tienda de Carnaval, y nos pusimos a elegir los disfraces. Carlos eligió rápido. Eligió un disfraz de Spiderman. Era un disfraz ajustado al cuerpo, con una capucha que le tapaba la cara, excepto la boca y los ojos.

mí me costó más elegir. Al final, con la ayuda de Carlos, me decanté por un disfraz de diablilla, con unos cuernecitos en la cabeza, un vestidito de tirantes finos y una falta más corta que la mitad de los muslo, y un manto negro por fuera y rojo por dentro para cubrirme del frío. Pensé que debidamente maquillada no me reconocería nadie. El traje lo complementaría con unas medias rojas y unas botas altas de caña negra.

Unos días antes de Carnaval, después de hacer el amor, mientras los dos estábamos abrazados, Carlos me dijo que fantaseaba con la idea de hacerme el amor en la calle, delante de todos.

Me excitó la idea. Me dio mucho morbo. Me imaginaba en una de esas plazas que durante el año sólo se usan para celebrar el fin de semana el botellón, pero que durante los carnavales se llenan de parejitas haciendo el amor.  

Llegó la noche de Carnaval. Rosa me llamó para quedar. Yo seguía enfadada con ella, así que le dije que no.  Iba a salir con Carlos, y tal vez con algún amigo. Tal vez con Fernandito. Fernandito era un muchacho al que yo conocía desde que estaba en los primeros cursos de primaria. Era rubio, de ojos azules. Se había puesto muy guapo, la verdad.

Estaba ansiosa por salir a la calle. Me vestí y me maquillé. Me puse debajo del disfraz el conjuntito roja que Carlos me había regalado por el día de Reyes. Era un conjunto formado por una tanga indecentemente provocativa y un sujetador que no me cubría los pezones. Carlos me miraba cómo me vestía y se relamía. Pude comprobar que debajo del ajustado disfraz de Spiderman se percibía una prominente erección. Se colocó la capucha del disfraz y nos fuimos de la casa, bajando por el ascensor.

Antes de llegar, Carlos me había subido la falda y me había pellizcado las nalgas. Me reí nerviosa. Salimos de la casa agarrados por los hombros, bailando y chocando nuestras caderas.

Fuimos a un bar del barrio. Estaba lleno de gente. Hablábamos y nos reíamos todos con todos.  Nos tomamos dos pelotazos cada uno, y nos fuimos bailando hasta la plaza, acompañados de algunos amigos y amigas de Carlos. Sus amigos no dejaban de echarme piropos, porque, la verdad es que me sentía más sexy, provocativa y deseable que las chicas que nos acompañaban. Me apunté al botellón y seguí bebiendo. Carlos hablaba con todos y me vigilaba discretamente.

Uno de los amigos se puso demasiado pesado. Le hice una mueca a Carlos, y nos perdimos. Recorrimos las calles fuera del barrio, cogidos de la mano y de la cintura. Nos metimos en otro bar, y otro bar, y otro bar.

Sonó el móvil de Carlos. Lo sacó y leyó el chat. –Es Fernando, que dice que donde estoy- Me dijo.

-Dile que venga, quiero reírme con él- Le dije a Carlos agarrándolo del cuello.  –Sí, Si, Ahora después viene. He quedado en otro sitio. ¿Vamos?-

Salimos del bar. Carlos tiró hacia una calle estrecha que no iba a ninguna parte. – Mira, este sitio es perfecto- Me metió en un hueco apartado que no podía ser considerado ni siquiera un callejón, que alguna zorrita de sus amigas le había enseñado antes a él.

-Pero, ¿No hemos quedado con Fernando?- Le dije, apoyada contra la pared de uno de los edificios que delimitaban el pasillo. – No te preocupes, seguro que se retrasa-

-Pero aquí no nos va a ver nadie hacer el amor. ¿O sí?- Le dije poniendo voz melosa. –Siempre pasa alguien-

Carlos me besó en la boca. Era junto a los ojos, la única parte de la cara que no le tapaba la máscara.  Y me cogió de las caderas. Comenzó a subir mi falda y luego me agarró con fuerza de las nalgas. La bebida me hace ponerme muy ardiente. Pasé mi mano por su bragueta y sentí como su pene se inflaba. Nuestros cuerpos se juntaron y sentí su verga en mi vientre. Sentí el cuerpo de Carlos en mis pechos. Miré hacia la calle cuando escuché unos pasos que anunciaban a alguien acercarse y luego alejarse en dirección contraria. Nuestro escondite estaba oscuro, y eso nos daba seguridad.

Nos seguimos dando el filete de una manera indecente. Sonó el móvil de Carlos de nuevo.

 -Fernando- Anunció Carlos. Se separó de mí y se asomó. –Espérame aquí- Me dijo. Y salió del escondite. Antes de un minuto volvió. -¿Ya has vuelto?- Le dije.

No me contestó. Vino acelerado. Me besó imperiosamente y me agarró de las nalgas. Apretó mis nalgas, y luego cogió los bordes de la tanga y la bajó deslizándola por mis muslos. Pasé los brazos por su espalda y así le cubrí con mi capa, mientas él subía mi vestido hasta dejar mis pechos al descubierto. Se puso a devorar mis pechos como no lo había hecho ningún día anteriormente. Apretaba con sus labios en mis pezones y estiraba para ponerse a mamar de ellos.

-¡Métemela! ¡Vamos!- Le dije cuando ya estaba excitada.

Él se abrió la cremallera del disfraz, que era como un mono de trabajo, y se sacó el pene, que sentí entre los labios de mi vagina. Me agarró de los muslos y me mordió en el hombro. Yo arqueé mi cintura y eché mi cuerpo hacia atrás, apoyándome aún más en la pared. Comenzó a penetrarme y a moverse enérgicamente contra mi cuerpo. Metí una mano dentro del mono y le agarré por la espalda. -¡Vamos! ¡Fóllame! ¡Así!-

Su ariete se deslizaba una y otra vez dentro de mi vagina. Los dos estábamos muy bebidos, y eso retrasaba el orgasmo, pero los dos estábamos muy calientes. La excitación de hacerlo en plena calle, el morbo de poder ser vistos hacían que estuviera cada vez más cerca del orgasmo, que sentía que me iba a llegar de un momento a otro.

Escuchamos que venía un coche. Me apretó contra la pared mientras me follaba. De repente la callejuela se iluminó, y esa luz llegó tenuemente hasta el pasaje en que nos habíamos escondido. Para mi sorpresa, Spiderman tenía los ojos azules. Una lucecita se me encendió en el cerebro -¡Fernando!-

Fernando, el amigo de Carlos de toda la vida se asustó. -¡Doña Sonia!-  Estaba tan sorprendido como yo. La fiesta no iba a acabar ahora. Luego ajustaríamos cuentas. Yo quería correrme

-¡Sigue! ¡No pares!- Le dije mientras movía mis caderas en dirección opuesta a su pene. Fernando comenzó a follar todavía con más energía. Me excité todavía más al darme cuenta de lo que había organizado Carlos, haciendo que follara con su mejor amigo sin saberlo.

Comencé a gemir. Me agarré a él con toda la fuerza y le agarré de la máscara que cubría su cara y me sumergí en una sensación de gran placer físico mientras sentía mi vagina llena del semen de Fernando.

 –Has sido un chico malo.- Le susurré en la oreja. -Ahora cuéntame cómo has llegado hasta aquí-

Fernando empezó a tartamudear –Bu..Bueno. Yo…Yo… Carlos me dijo que había ligado y que Usted me esperaba aquí. ¡Pero yo no sabía que era Usted!-

Le besé en la boca. Le metí la boca hasta la campanilla. – Eso para que no me llames de Usted. Ahora asómate y llámale. Seguro que está vigilando en la entrada del callejón.-

Fernando se asomó e hizo una seña, indicándole a Carlos que se acercara. Al parecer Carlos no quería acercarse, porque Fernando repitió la señal varias veces, cada vez con más énfasis. Me quité las bragas y las guardé en mi bolso,  y me asomé al callejón. Carlos debió pensar que era mejor que le tragara la tierra cuando me vio. Pero entonces sí se acercó, con la cabeza gacha esperando una bronca.

Yo no quería bronca esa noche. Me dirigí a los dos muchachos. – Estamos en Carnaval. Hace muchos años que no disfrutaba de una noche de Carnaval- . Miré a Fernando – Como sabes, me divorcié el año pasado, y este es mi primer carnaval de divorciada.-

Miré a Carlos. –Hoy no me voy a enfadar, pero mañana me tendrás que dar muchas explicaciones de por qué has hecho esto-

Carlos intentó defenderse. Se quitó la máscara del disfraz. -¡Ha sido culpa de él! ¡Lleva desde los trece años contándome que se masturba pensando en ti. Yo sólo quería darle la alegría-

Fernando se puso colorado y saltó también –¡Pero yo no sabía nada!- Carlos se dirigió a él. -¡Te lo pensaba decir luego!-

Me quité la máscara. Me los coloqué a cada uno de ellos debajo del brazo y los saqué del pasaje y del callejón.- ¡Chisss! ¡No quiero que discutáis! Estamos en Carnaval y lo vamos a pasar bien!-

Me puse a mover las caderas al ritmo de una música imaginaria. Los chicos pasaron la mano por mi cintura y los tres salimos de la callejuela y nos incorporamos a la corriente de gente que disfrutaban de la noche.

Le susurré a Carlos al oído –No llevo puestas las bragas. ¿Quieres comprobarlo?- Carlos no tardó en subir por detrás la falda de mi traje. La capa de diablesa me protegía de miradas indiscretas. Sentí su mano en mis nalgas. Separó mis nalgas y sentí la yema de sus dedos en mi sexo.- ¡Qué rico!- Me dijo. Luego se lo repetí a Fernando. Se lo tuve que repetir otra vez para que entendiera que quería que me metiera mano. Acabé con una mano de cada muchacho cogiéndome las nalgas.

La corriente de gente se tornó más densa, y mi hijo y su amigo me metían mano de forma descarada delante de todo el mundo. La capa evitaba que resultara evidente lo que todo el que venía detrás nuestra imaginaba. Aquello me volvía a poner muy cachonda.

-Carlos, tu y yo tenemos una cuenta pendiente- Le dije sin importarme que Fernando se enterara. Carlos me miró con desconfianza. – Tenemos que hacer el amor delante de todo el mundo ¿No recuerdas?- Carlos puso cara de satisfacción.

Nos dirigimos a un parque cercano. Como supusimos, estaba lleno de parejas haciendo algo más que manitas. Carlos quería esconderse, pero yo le dije que no; que podía resultar peligroso. Además, quería que me viera la gente que pasara por la calle. De hecho, no me iba a poner ni la máscara.

Encontramos un banco a unos diez metros de la calle, un poco en la oscuridad. Fue una suerte encontrarlo, porque estaban casi todos ocupados. Nos sentamos los tres. Comencé a meterle mano en el pito a los dos chicos, aunque claro, Carlos reaccionó con más rapidez que Fernando. Por su parte, ellos levantaron mi falda y cada una manoseaba la parte interior de uno de mis muslos. Carlos fue el que se apoderó de mi coño, acariciando mi clítoris y deslizando cada tanto, un dedo por mi raja húmeda.

Lo besé en la boca, larga y profundamente. Luego hice lo mismo con Fernando.  Después bajé la cremallera del disfraz de Carlos, que era exactamente igual al de Fernando, comprado seguramente en la misma tienda,  y le saqué el pene del disfraz. Me recosté sobre su vientre y metí la punta de su pene en mi boca. Le hice una mamada corta, para ponerlo a cien, y luego me puse de rodillas en el banco, poniendo las piernas a ambos lados de su cintura.

Procuré taparnos a los  dos con la capa, extendiéndola por el banco, y cogí su pene con suavidad y lo llevé hasta el borde de mi vagina. Comencé a sentarme sobre Carlos, reduciendo la distancia que había entre nuestros muslos y haciendo que su verga se clavara en mi vagina. Yo estaba muy húmeda, y la verga me entró rápidamente.

Carlos arqueó su espalda para meterla más aún. Le cogí la cabeza con las dos manos mientras comenzaba a montar sobre sus muslos. Él me agarró de la cintura. Luego metió la mano por debajo del vestido y me cogió de las nalgas. Las separó y sentí su verga deslizase por mi vagina con más fluidez. Hundió su cara entre mis pechos, por encima del vestido. Entonces me bajé los  tirantes del vestido. Los saqué de mis brazos, y luego los del sujetador.

El vestido quedó arrugado alrededor de mi cintura. Carlos comenzó a devorarme los pechos, mientras yo apoyaba mis manos en sus hombros para cabalgarle mejor. Me acerqué a su oreja y le susurré un reproche – Eres un hijo de puta, Carlitos-

Mientras seguía follándomelo, volví a susurrarle – Eso que me has hecho hoy no se le hace a una señora. Me has entregado a otro hombre.-

Carlos intentaba moverse a mi ritmo contra mí, pero yo pesaba demasiado. Comencé a moverme restregando mi coño en sus ingles. Fernando no paraba de tocarse mientras nos miraba. Alzó la capa para ver como follábamos y ya no la dejó caer hasta el final. Sentí la pasión de Carlos en la presión que hacía contra mis nalgas.

Comprobar que Fernando nos veía follar era la guinda del pastel al morbo que me producía el murmullo de la gente al pasar a diez metros de ahí y la compañía anónima de todas aquellas parejitas dispersas por el parque. Comencé a sentir que el orgasmo empezaba. El climax aumentaba desde el interior de mi vientre hacia el borde de mi vagina y mis pezones. Carlos clavó sus dedos en mis nalgas y lo sentí tensionarse bajo mi cuerpo. Echó la cabeza hacia detrás –¡Me corro!- Me dijo al final. Sentí como salpicaba mi vagina con su semen y comencé a correrme yo también

Lo cabalgué a todo galope en el último momento. Yo también me eché hacia detrás colocando mis manos en las rodillas de sus piernas abiertas. En un momento, perdí el control de la capa. No es que quedara totalmente desnuda, pero se veía una buena parte de mi cuerpo, y sobre todo, que estábamos follando “a pelo” en el parque.

Quedé abrazado a Carlos y nos besuqueamos en el cuello. Fernando estaba a nuestro lado. Me pregunté qué pensaría de nosotros. Lo miré. No podía disimular su excitación. Miré su paquete. Tenía una soberbia empalmadura.

Me recompuse el disfraz y Carlos se abrochó la cremallera del suyo. Tiramos por la otra parte del parque, porque una cosa es que te vean y otra que te señalen. Saliendo por el otro lado del parque, podrían suponer lo que quisieran, pero no tendrían ninguna certeza.

 

Se me ocurrió darle una lección a Carlitos, por prepararme la encerrona de la noche. – Vamos los tres a casa- Les dije con tono meloso.- Y nos preparamos una cenita rápida.  Y así nos fuimos los tres, agarraditos, bailando samba, con mis brazos sobre mis hombros y mis nalgas en sus manos.

Llegamos a la casa. Nos montamos en el ascensor. Mientras subía le propiné un muerdo a Fernando mientras Carlos se me acercaba por detrás y apartando la capa me ponía su pene, entre su disfraz y mi falda y me manoseaba las tetas. 

Salimos del ascensor y nos metimos los tres en la casa. Les preparé una cosa rápida: un bocadillo de tortilla y un cola-cao bien caliente. Mientras se lo bebían, fui a mi cuarto y busqué las esposas que Carlos me había regalado por Reyes. Estaban sin estrenar. Comprobé cómo funcionaban. Cuando Carlos terminó de cenar, le enseñé las esposas. – Me lo debes, Carlitos. Te has portado muy mal y me las tienes que pagar.-

Carlos sonrió. Fernando nos miraba serio. Al final extendió las muñecas, como un acto de complacencia. Busqué una silla de la cocina y me la llevé al dormitorio, y detrás de la silla, a ellos. le dije a Carlos que se sentara y que pusiera sus manos a la espalda. La silla estaba enfrente de la cama. Cuando lo hizo, usé las esposas en sus muñecas, dejando una de las guías del respaldo de la silla entre sus brazos. Ahora no se podía levantar y mover sin levantar toda la silla y además, el borde del asiento no le dejaría ponerse recto.

 

-Ahora vas a estarte ahí quietecito mientras yo y tu amigo Fernando follamos- Carlos se sacudió en la silla. Fernando tenía cara de incredulidad. –Yo..Yo…Señora…Sonia… Yo- Empezó a tartamudear de nuevo.

Me comencé a quitar el disfraz con parsimonia y coquetería. Carlos protestó -¡Suéltame!- Yo le respondí. - ¡Cállate o te tapo la boca!- Cogí mi bragas del bolso. Las olí. Olían a coño excitado. Se las pasé a Carlos por la nariz. -¿Quieres que te meta esto en la boca?- Se rindió y se calló.

Fernando entonces comenzó a desnudarse. Aquel chiquillo que nos acompañaba a la piscina municipal había crecido bastante, como Carlos, se le había ensanchado la espalda y desarrollado los músculos, aunque  no podía disimular que tenía 16 años. Me acerqué a él y le tiré del pito un par de veces y lo dejé en mi mano. Lo sentí crecer.

-Vamos a follar como hay que follar, en una cama y sin prisas ¿Vale?- Fernando asintió con la cabeza.  - ¿Has pensado muchas veces en mi?- Le pregunté. Fernando dijo que sí. -¿Te has pajeado pensado en mí?- Fernando agachó la cabeza avergonzado y volvió a asentir.

Yo me propuse darle un poco de morbo a la cosa, y aunque no fuera cierto le respondí – Yo también he pensado en ti y me he masturbado pensando en ti muchas veces.- Los dos estábamos juntos. Nuestros cuerpos no acababan de salir de la ducha precisamente, pero en ese momento éramos dos animales en celo. Su miembro creció rápidamente al escuchar aquella falsa confesión.

Comenzamos a besarnos y a acariciarnos. Yo estaba con un sentido puesto en Carlos. Lo escuchaba respirar excitado.  Comenzamos a acariciar nuestro sexo. El me acariciaba los labios y el clítoris y yo deslizaba mi mano alrededor de su pene.

Me senté en la cama y tiré de él mientras me tumbaba. Él me siguió. Estábamos los dos tirados en la cama y seguíamos acariciándonos. Y yo seguía mirando de reojo a Carlos, que me miraba con desesperación.

Cogí de nuevo el pene de Fernando y lo llevé hacia mi coño. Él se puso entre mis piernas. Metí su verga en la vagina. Comenzó a montarme. Su culo se alzaba y se hundía entre mis muslos. Me embestía despacio, hasta que me notó lubricada. Entonces comenzó a follarme de forma agresiva, como lo había hecho en el pasaje, en plena calle. Le susurré al oído. – Despacio. Disfruta del momento. No te aceleres.-

Fernando comenzó a penetrarme con más suavidad, más despacio, a un ritmo parecido al de las olas del mar, pero sacando y hundiendo su pene profundamente cada vez que se movía. Yo comencé a hablar en voz alta, para que Carlos me escuchara

-Muy bien, mi machote. ¡Así! ¡AsÍ!-

Miraba a Carlos y parecía que tenía la cara contraída por la rabia. Me miraba enfadado. Miré su entrepierna y se podía ver un marcado bulto. Mientras Fernando lo movía suavemente dentro de mí. Yo proseguía con los elogios.

-¡Qué bien! ¡Eres el mejor follador que he tenido en mi vida! ¡Sigue así! – Y seguía poniendo una cara de extremo placer. Le dije al oído a Fernando –Dime cositas guarras, que me excitan!-

Fernando comenzó a decirme cosas, en un tono más bajo, pero creo que Carlos las podía escuchar  - ¿Te gusta cómo te follo, zorrita? - ¡Sí!¡Me gusta mucho!-

Fernando me atrapó las tetas con la boca mientras me follaba y luego me las soltó colocando su cabeza junto a la mía. Cerré mis piernas en un lazo por detrás de la cintura.  Comenzó a moverse más rápido.-¡Ay! ¡Que me haces! ¡Cariño! ¡Soy tuya! ¡Soy tuya!- Siempre te quise follar, desde que tenía diez años- me respondió.

Fernando se animaba al escuchar todo aquello. Sus movimientos eran cada vez más intensos. Le estaba costando, porque el segundo siempre se hace más esperar que el primero. Yo seguía diciendo aquellas cosas para que se excitara, y para indignar a Carlitos.

Al final me anunció la llegada de su orgasmo. -¡Me voy a correr!- Yo me había estado retrasando así que comencé a correrme con él.

Me porté de una forma escandalosa mientras me corría. Chillé -¡AAAhhhh!. AAAhhhhh!- Sobreactué.

Los dos quedamos exhaustos en la cama, uno encima del otro. Fernando me acariciaba los senos mientras yo le acariciaba las nalgas. Miré a Carlos. Ya no nos miraba. Miraba al suelo. No me di prisa con Fernando. Estuvimos un rato juntos abrazados. Luego me levanté para ir al baño,  y miré a Juan como si no estuviera. Pero me percaté de la mancha de humedad que cubría sus ingles.

Me tumbé y me abracé con Fernando. -¿Lo vas a dejar ahí?- Me dijo intentando que tuviera compasión de Carlos. Le guiñé el ojo. -¡Sí!-

Estuvimos hablado los dos. Él me contó que era su musa y su fetiche sexual, y el de Carlos, desde que se les ponía tiesa. Le sonsaqué y le dí confianza. De cuando en cuando miraba disimuladamente a Carlos. Antes de dormirme me levanté y lo solté. Carlos dudó si venir a la cama con nosotros, pero creo que se dio cuenta de que no lo quería allí.

Me volví a follar a Fernando por la mañana, en la ducha. Luego se fue y Carlos estuve sin hablarme varios días.