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No me lo podía creer. ¡Habías venido! Ya me había resignado a que no, había entendido tus razones y tus miedos. Y me disponía a pasar la tarde tranquilo. Había dormido un poco de siesta y ahora pensaba en levantarme y dar un paseo. En ese momento llamaste tú. 

-Estoy aquí. Dime la habitación y subo. 

No lo podía creer. Quedé sin reaccionar. Te titubeé el número de habitación y esperé. Llamaste. Te abrí. ¡Qué guapa! ¡Qué alegría!....¡Qué abrazo tan intenso nos dimos!  ¡Cuántas ganas acumuladas!  ...Pero todo eso lo sabes. No quiero ser pesado escribiéndote cosas que hemos vivido juntos. Pero, brujita, déjame que me recree unos minutos reescribiendo los detalles de tu  encantadora acción cuando dejamos de darnos ese largo abrazo...

-Échate en la cama...

Me quedé sorprendido. Te reíste. Y, cielo, ya sabes el efecto seductor que tu risa tiene en en mi. Y, aún entre risas, empezaste tu juego encantador...

-Esta mañana he tenido mucho placer, mucho. Lo sabes cielito. Ha sido un orgasmo impresionante. Intenso, largo, de locura. Cómo hacía mucho que no lo había tenido. Y tú estabas en él. Ya te lo he dicho. De principio a fin has estado. Tanto, que he susurrado tu nombre mientras me corría, te he llamado. Te he tenido ahí conmigo...como otras veces que no te he dicho

Echado en la cama, te escuchaba atento y atónito. Te sentaste a los pies...

-Esta mañana, después de correrme, me has dicho que lo harías tú imaginando que te yo comía ...¿lo has hecho?

-No- balbucí...

Sonreíste y miraste mi paquete. Te inclinaste hacia mí ...

—¿Qué está pasando por aquí debajo...?

Miraste con descaro mi entrepierna. Tu mano se posó suavemente sobre la hinchazón de mi sexo. Las yemas de tus dedos empezaron a moverse delicadamente sobre mi abultamiento procaz. Mi excitación creció. Estiré mi brazo. Mis dedos se entremetieron en tu sujetador y alcanzaron uno de tus pezones. Duro. Turgente. Excitadísimo. Tu escalofrío al sentir mis caricias sobre él me produjo a mi otro, que me recorriò desde la cabeza hasta la punta de los pies. Me incorporé para besarte. Pero me empujaste suavemente hacia atrás ...

-Schssst....luego. Los besos, luego. Ahora, déjame hacer a mi...

Mi verga estaba escandalosamente tiesa. Miraste y sonreíste traviesa.

—Me gusta haberte puesto así - susurraste

Y empezaste a acariciar. Tus manos buscaron la cremallera del pantalón. Y la encontraron. La bajaste con habilidad. Tu mano traviesa supo llegar hasta los interiores de mi sexo y atrapó, lasciva, mi verga ardiente. 

—mmmmmmm—murmuraste sensual y divertida ...

—uffffffffff — ronroneé....

—Está mañana he jugado conmigo y ahora, el es turno de hacerlo contigo...

A la vez que pronunciabas estas palabras, me desabrochaste el cinturón y abriste del todo mi bragueta.

—Quítate el pantalón...

Lo hice. El pantalón y todo. Me quedé desnudo. Tú te quitaste la falda, la blusa, el sujetador...quedándote en braguitas y tacones. Terriblemente sensual. Y te diste la vuelta, para mostrarme despacio tu curvita deliciosa. Esa que sabías que me volvía loco. Te pasaste los dedos por ella...Mi verga rabiosamente enhiesta necesitaba recuperar el tacto de tu mano sobre ella. Pero te hacías de rogar...la mirabas....y la mirabas....

—Me gusta tu polla....

Y la cogiste de nuevo con tus manos de brujita. Con estudiada parsimonia, te acuclillaste junto a mi, acariciando la polla de su sitio, dura como una piedra, y la empezaste a besar....Yo no daba crédito...pero estaba excitadísimo...y lleno de morbo...Tus manos abrazaban mi verga, la acariciaban, tus labios la recorrían, la lamías, le dabas suaves besos en la punta, la masturbabas en un rítmico y suave movimiento arriba y abajo, la hacías crecer increíblemente ...

—Me encanta tu polla —volviste a decir—. Es preciosa. Es mi juguete.

Y jugabas con ella. Pasando las yemas de los dedos por su cabeza, besándola, apretándola con fuerza. Los roces de tu lengua con mi glande me aumentaban furiosamente la erección, has extremos ni siquiera imaginados por mi mismo. Era como si mi verga hubiese adquirido una dureza perenne, inagotable, de veinteañero. Entre caricia y caricia, entre beso y beso, entre lametón y lametón, terminaste metiéndola toda en tu boca y diste comienzo a una succión sublime, a una mamada increíble que me proporcionaba el mayor de los goces que jamás pudiera imaginar. Me olvide de dónde estábamos. Entorne los ojos y me abandoné por completo al placer que me estabas dando. La calidez y la humedad de tu boca envolvían mi verga. Chupabas. Avariciosa. Lujuriosa. Como una experta. A la vez que lo hacías, con la otra mano por la bragueta me acariciabas los testículos. Noté como los espasmos de placer me aprisionaban el sexo. Estaba próximo a correrme. Ya casi no podía aguantar más

—Estoy a punto —te dije. Y aún pude acertar a coger uno de los kleenex de  de la mesita para dártelo, para que recogieses la explosión en él.

—No —dijiste— Hazlo en la boca. Córrete en ella....

Y me dejé ir. Me corrí como un bárbaro. Tuve que esforzarme en contener un grito explosivo. Al sentir mis espasmos, apretaste más tu boca, con insolente codicia. Y recibiste mi explosión de esperma sin dejar de chuparla. Yo apretaba tu cabeza contra mi, te clavaba las manos en la nuca. Apretaste tus labios más y más. Hasta asegurarte de que cesaban los últimos empellones de mi pene. Lo mantuviste dentro de tu boca hasta que cesaron los espasmos. Después, fuiste deslizando los labios por el tronco hasta que liberaste el glande por completo. Pude ver un hilillo de semen en las comisuras de tus labios preciosos. Con tu boca cerrada, hiciste, ostentosa, el gesto de tragar. Para hacerme ver que recogías en el fondo de tus entrañas el resultado de mi placer. Te tragaste mi esperma. Relamiste mi verga. Cuidadosa y dulcemente. La acariciaste. Y con la misma parsimonia que te habías agachado unos minutos antes, te acercaste a mi. Y me diste un largo, larguísimo beso...y yo, aún aturdido de placer ...te besé.

Y tras un largo beso, nos abrazamos y nos quedamos dormidos