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La habitación de los gemidos

en MicroRelatos

Hola cielito. Aquí estoy de nuevo, en esta habitación que guarda secretamente mis suspiros, mis anhelos, mis pensamientos hacia ti...y mis gozos, sí, mis gozos...Aquí encerrada, donde tantas veces te he imaginado conmigo, quitándome las braguitas para después atarlas a mis muñecas....en uno más de esos juegos tuyos que tanto te ponen...y tanto me ponen. Porque, cielito, ya sabes que una de las cosas que más me excitan...es excitarte. Si te sé excitado, todas mis mariposas se revolucionan por aquí debajo...me humedezco...y todo mi tesorito —me encanta que llames así a mi coño— se moja, vibra, palpita...y es inevitable mi deseo de jugar con él hasta el clímax.

Todo ha empezado al hablar contigo por teléfono. Al oír tu voz, dulce, sensual, pausada... mi imaginación empezó a volar. Tú me hablabas de  cuántas cosas me harías si estuviésemos juntos. Y sólo con eso, ya lograbas que por todos los poros de mi cuerpo brotase la lujuria. Como tantas veces, empezaron esos deliciosos orgasmos dérmicos que tanto me gustan. Pero esos orgasmos dérmicos son preludios de más. Y por aquí debajo, todo empezó a hervir. Y el deseo ha sido más fuerte que la cordura. Así que, al terminar de hablar contigo, me he metido en esta habitación secreta, presa de unas irrefrenables ganas de masturbarme. Y como resulta que en el bolso llevo el delicioso juguete que tú me regalaste, me lo he traído a este cuarto de los gemidos (Tengo que decirte que llevarlo en el bolso se está convirtiendo ya en una excitante costumbre. Me asusta que me lo puedan descubrir, pero eso mismo, y saber que lo llevo conmigo,  también me excita). 

Pues eso, aquí me tienes. En “nuestro cuarto de los gemidos” (me encanta llamarlo así, porque, cuando lo uso para esto, es nuestro). Y aquí encerrada, me he bajado las braguitas, despacio, ceremoniosamente, como lo harías tú si estuvieras aquí. Después las he enrollado entre la muñeca y el brazo, como sé que a ti te gusta que lo haga. Me he sacado unas fotos de todo para después mandártelas. Y me he puesto a jugar con mi juguete.  Estaba muy, muy excitada (y aún sigo, que lo sepas). Ha sido un camino rápido hacia el placer, pero dulcísimo y ha llegado muy intenso. He gozado como una loca. Me he corrido como siempre que lo hago contigo, absolutamente sin control. Ha sido uno de esos maravillosos y explosivos orgasmos que tú consigues en mí. Me he mordido los labios para no gritar, pero no he podido evitar que se me escapara algún gemido. Espero que no me hayan oído, aunque no sé yo, no sé...

Y después, cielito, todavía muy excitada, aún recuperando la respiración, se me ha ocurrido una nueva travesura, una perversa idea, que estoy segura que te gustará mucho. Me he envuelto apretadamente las braguitas en mi muñeca, de manera que ya no se nota que son unas bragas (parecen una cinta de esas de recoger el pelo pero enrollada sobre la muñeca) Pero yo sé que son mis bragas y eso me mantiene la excitación). Con ellas así, me pongo a escribirte estas líneas. Y después, regreso a la oficina...

Y ya en mi mesa, con mi jefa frente a mí, con las braguitas convertidas en una coqueta y original pulsera, cojo el móvil y te mando las fotos que me he sacado antes. Después, me paso las líneas que antes he escrito al ordenador, y me pongo a corregirlas. Así que aquí me tienes: con mi jefa delante (que cree que estoy escribiendo algo del curro) con el juguete en mi bolso (cada día me mola más tenerlo cerca) con falda (como a ti te gusta) sin bragas (como a ti te entusiasma) excitada y húmeda (como a ti te excita) apretando mi coñito entre los muslos, y jugando de nuevo con el morbo. Imagino cómo te pondrá leer esto y ver estas fotos. Y, claro también me pongo...

Sí, cielito, otro día te mandaré una foto de este nueva colocación de las braguitas...ahora, juega...y córrete tú. Córrete para mí. Derrámate pensándome. “Viéndome”. Ya sabes el efecto que eso causa en mí...

Besitos...