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Siesta, Sexo y...¿Trío?

en MicroRelatos

Era la hora de la siesta. Él dormía. Ella entró sigilosa como una gata. Junto a la cama, se desnudó. Sin hacer ruido. El suéter, la blusa, la falda, las medias, el sujetador, las braguitas...fueron cayendo suavemente hasta el suelo. Con todo cuidado, levantó el edredón. Y completamente desnuda, se deslizó adentro. El roce de su cuerpo con la sábana le erizó la piel. Ya había llegado excitada y deseosa, gracias a sus fantasías, que la tenían encendida y palpitante, pero ese contacto de su cuerpo desnudo con las sábanas siempre era un estímulo placentero adicional. Se acercó a él, que también estaba desnudo. Poco a poco, lo fue abrazando, hasta envolverlo. Lo llenó de besos. En la piel de todo su cuerpo. En el torso, los hombros, el cuello, los labios. Le acarició. Le susurró dulzuras. Él despertó. Sorprendido. Incrédulo...y excitado. Las sabias manos de ella se habían apoderado de su verga y la removían de su letargo, hasta endurecerla como una tranca. Entre caricias, tocamientos y besos, ella montó sobre él. Y sus hábiles manos condujeron aquella polla hasta la entrada de su coño. Palpitante. Deseoso. Vibrante. Húmedo. Y la empujaron, hasta que el glande entró entre aquellos empapados labios vaginales. Para lo que vino a continuación ya no necesitó las manos. Las dedicó a estimular más aún aquella fuente de  sensibilidad que eran sus pechos. Sus pezones, turgentes y duros, marcaban su enorme excitación. Y abajo, el coño, rezumante de flujos y deseo, se abrazaba a la verga hasta engullirla bien dentro, apretándola y ciñéndola con fruición. Ahora ya era toda ella la que actuaba: sus caderas, su pelvis, su cuerpo entero, cabalgaba salvajemente sobre él, en un polvo brutal, desmedido...Se aceleraron los jadeos. Ella gritó como una posesa cantando a gritos su placer, su inmenso orgasmo. Fue largo, intenso, placentero, bestial. Como también lo fue la explosión de semen que el climax de ella arrancó en él. Entre gemidos, y a la vez que ella, él se corrió como un animal, inundándola de esperma. 

Quedaron tendidos, jadeantes, extenuados de placer...

Su marido la miró y exclamó:

-¡Vaya manera de follarme, cariño!  Éste de hoy vale por dos...

Ella asintió. Y, sonriendo, pensó que sí, que realmente había sido un polvo doble: el que había echado con su marido ...y el que había tenido con su amante, a quien su mente había metido en la cama con ella desde el primer momento, y a quien había cabalgado y follado salvajemente. Como una loba. Con todo el poder de una brujita mágica...

Y ahora sí, relajados y exhaustos, durmieron la siesta.