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Seda y Látigo

en Fantasías Eróticas

Era viernes y acababa de terminar mi turno de trabajo, como cada tarde esperaba a que Samuel cerrase la biblioteca y conectase la alarma, me despedía de él y me marchaba a casa.

- Que tengas buen fin de semana con tu familia Samuel. –Dije mientras me despedía con la mano.

- Igualmente Grace. –Me sonrío de forma fraternal. Era como un padre para mí.

Caminaba hasta casa como cada día y siempre me paraba en el mismo supermercado que hay bajo el edificio para comprar la cena.

Compré lo que necesitaba para el fin de semana de forma que no necesitaría salir de casa solo y exclusivamente para salir a correr.

Al entrar en el recibidor del edificio me topé con mi increíble vecino que vive frente a mi piso.

Era el hombre más atractivo que conocía, con sólo escucharle se erizaba mi piel como si me hubiese acariciado. Su voz ronca y profunda me hacía imaginarme como sería estar con él a oscuras y desnudos.

Era alto y atlético pero sin tener los músculos marcados, de tez morena, ojos verde agua, los rasgos de su rostro eran duros y afilados no era guapo pero si atractivo de una forma que le hacía parecer peligroso, su pelo moreno y sedoso con algunas canas salteadas le hacían parecer interesante. Era como un antiguo guerrero irlandés, de esos que había en mis novelas cada fin de semana.

Estaba esperando el ascensor, de modo que me uní a la espera no pensaba subir a un noveno piso por las escaleras después de un día duro de trabajo.

Les saludé de forma automática con un “hola” apenas audible que respondieron al unísono de la misma forma.

A su lado iba una impresionante morena, era el tipo de chica que cuidaba cada detalle de su físico, de esas chicas que cuentan las calorías cada vez que come algo. Una modelo de los ángeles de Victoria’s Secret.

Tan distinta a mí.

El reflejo del ascensor dejaba ver a una chica pequeña de curvas sinuosas, pelo rubio rizado rebelde apenas contenido en un moño recatado, ojos verde oscuros ocultos tras unas gafas grandes que me hacían parecer una estricta institutriz, blusa blanca, falda larga y oscura. Un pequeño ratoncillo de biblioteca.

A quién quería engañar, jamás competiría con una chica como ella.

Me fijé que llevaba una maleta, así que imagino que pasarían el fin de semana juntos.

Subimos juntos en el más estricto silencio. Luego nos separamos en el rellano y cada cual se fue para su casa.

Cada fin de semana había una chica distinta, era el tipo de hombre que no tenía sentido esperar una relación a largo plazo.

Esa noche me fui a la cama pronto para despertarme temprano e ir a correr a primera hora de la mañana.

Al día siguiente me levanté temprano y me preparé para ir a correr, mientras esperaba el ascensor la chica salía del piso de mi vecino junto con su maleta y se paró junto a mí esperando el ascensor también.

- Buenos días. —Dije por cortesía.

- Buenos días. –Respondió por educación.

Llegó el ascensor y ambas entramos, con tan mala suerte que no tendría la maleta bien cerrada y lo que había dentro de esta se esparció por todo el ascensor.

Me agaché para ayudarle a recogerlo todo, cuando me di cuenta de lo que estaba recogiendo me sonrojé tontamente como si nunca hubiese visto juguetes sexuales.

- Siento este desastre. –Dijo la chica disculpándose.

- No pasa nada, puede pasarle a cualquiera. –Le sonreí con comprensión.

Me recorrió de arriba abajo con la mirada como si estuviera examinándome. Para finalmente decir:

- Sabes creo que encajarías perfectamente en nuestra empresa. Sí algún día te quedas sin trabajo llámame.

Me dio una tarjeta y se fue sin decir nada más.

Me quedé mirando la tarjeta donde había un logotipo en rosa con letras en negras donde se podía leer “Seda” y abajo un número de teléfono.

Guardé la tarjeta en el bolsillo del pantalón, me puse los auriculares y comencé mi ruta.

Volví a casa me duché y me dispuse a investigar sobre la chica y la empresa. Internet es una ventana abierta y sabiendo buscar puedes encontrar todo lo que necesitas.

La chica se llamaba Sophia era el nombre que aparecía como contacto en la página web aunque su nombre verdadero era Emma.

La página web en la que salía era tanto de chicas como de chicos que se ofrecía como compañía para eventos sociales además de algunos servicios especiales como dominantes y sumisos.

Me quedé asombrada cuando lo vi. Que podría tener yo para encajar en esa empresa, si solo soy un pequeño ratoncillo de biblioteca.

Había leído muchísimo sobre sumisión y dominación. Siempre había querido ser dominante, pero nunca había dado con alguien que pudiese practicarlo hasta que me topé con esta chica y supe que mi querido vecino era un sumiso.

No voy a aceptar la oferta de trabajo pero quizás pueda hacer algo por mi cuenta y juegue un poco con mi vecino.

Salí a comprar algunas cosas a un sex shop que había cerca de casa, era una nueva experiencia para mí.

Compré algunas cuerdas de seda, un vestido de látex, un pequeño antifaz, ropa interior sensual a parte de algunos juguetes.

Lo guardé todo en una maleta, me duché, me unté crema corporal y me puse la ropa interior sensual, el vestido de látex y el antifaz. Lo organicé todo como si fuese un ritual. Era mi primera vez en este caso y no quería que nada fallase.

Cogí mi maleta y me dispuse a salir.

Tomé aliento antes de tocar tres veces la puerta.

Me abrió la puerta estaba desnudo de cintura para arriba sólo llevaba una toalla alrededor de las caderas.

- Hola Ángel. –Dije con voz sensual.

- Hola, no recuerdo que tuviéramos hoy cita. Pero no importa, pasa estaba pensando en llamarte. –Sonrió ladinamente. – ¿Tú nombre es?

- Eso no importa pero puedes llamarme Alexa.

Me acerqué le quite la toalla, le hice tumbarse en la cama mientras me quitaba la gabardina.

Le oí gemir cuando me vio y eso me hizo sentirme poderosa, sensual, como una diosa. Sonreí sensualmente.

- Dios nena, podría llevarme todo el día tocando ese delicioso cuerpo.

- Sí, pero lo harás cuando yo te diga y como yo te diga, mientras tanto deberás referirte a mí como ama. –Dije con altivez.

- Sí ama. –Dijo sumiso.

Le llevé las manos arriba y lo até a la cama, una mano a cada esquina de la cama.

Puse música sensual, me movía al son la música mientras rozaba mi cuerpo con mis manos, hasta quitarme el vestido.

Él no paraba de mirarme comiéndome con los ojos. No quitaba la mirada de mis generosos pechos, sin duda alguna lo que me había acomplejado tanto tiempo ahora era objeto de deseo de muchos.

Me desnudé por completo, cogí un consolador y me senté frente a él y empecé a pasar el consolador por mis pechos donde activé el vibrador para pasarlo por mis pezones. Aquello era realmente adictivo el sentirme así de poderosa.

- Mírame, no puedes apartar la vista. –Le ordené.

Bajé el consolador por mi cuerpo hasta llegar a mi vagina, lo froté antes de introducirlo, todo bajo la mirada expectante de él.

Sentía como me devoraba con la mirada y su respiración cada vez más agitada.

Dejé el consolador a un lado y me subí a la cama de tal forma que puse mi sexo a la altura de su boca.

- Ahora lámelo. –Ordené agarrando su pelo para guiarle.

- Sí ama. –Respondió con un brillo hambriento en los ojos.

Fue como si el cielo se abriese para mí, jamás había sentido nada tan placentero, movía mis caderas al ritmo que su lengua se movía sobre mi clítoris una y otra vez haciendo que todo se volviera borroso para mí, me dejé ir, era la primera vez que tenía un orgasmo tan rápido.

Bajé de la cama recuperando el control de la situación rápidamente. Me fijé en su erección y era enorme, eso tenía que ser doloroso.

Me acerqué a la maleta y cogí un dildo anal vibrador pequeño que había comprado y lo unté con lubricante.

Levanté una ceja en señal de pregunta, cuando él me dijo:

- ¿Cómo sabías que quería probarlo? Nunca se lo he dicho a nadie.

- Lo he intuido. –Le sonreí de forma coqueta.

Lo activé y se lo puse, lo desaté, le puse una venda en los ojos y le amordacé. Cogí una fusta que traía en la maleta y la pasé primero con suavidad sobre su espalda, para luego darle suave pero rápidos toques sobre esta de tal forma que no dejaba marca pero picaba lo suficiente para que sintiera lo que llamaban el placer-dolor, pasé la fusta por su maravillosa erección con suavidad haciendo que se estremeciera deseando que ese contacto fuese mi mano y no la fusta.

- Ponte en cuatro. –Le ordené.

Con cada azote que le daba gemía como si fuese lo mejor que había probado. Lo agarré del pelo con firmeza pero sin tirones, sin hacer daño hasta tenerlo de rodillas.

- Ahora sumiso vas a tumbarte y voy a follarte como nunca nadie te ha follado, vas a acordarte de mí mientras vivas, vas a suplicar por alcanzar el orgasmo. –Le susurré al oído y le quité la mordaza.

- Sí ama. –Respondió.

Se tumbó bocarriba, le besé vorazmente como si se me fuese la vida en ello, era la única oportunidad que tenía para estar con él así que la iba a aprovechar lo mejor que pudiese.

Besé sus pezones, bajé recorriendo su cuerpo con mis labios y mi lengua.

- Por favor lámela. –Me suplicó.

- No te he dado permiso para hablar sumiso, ¿acaso no entiendes las reglas? –Le dije con voz ronca mientras pellizcaba sus pezones.

- Lo siento ama. –Dijo gimiendo.

Le quité la venda de los ojos y bajé mi boca hasta su polla, mientras le lamía una y otra vez, recorriendo toda la extensión con mi lengua sin quitarle la vista fija de sus ojos.

No apartaba la vista de mi boca, tenía los músculos tensos por el deseo. En el momento en que apartó la vista paré.

- Joder, ¿Por qué paras? –Me recriminó.

- Porqué aquí mando yo, sumiso. –Volví a pellizcarle los pezones.

Me subí encima y empecé a follarle primero muy suave moviendo las caderas muy despacio, balanceándome con lentitud.

- Bien he jugado como tú has querido hasta ahora, ha sido una tortura suave pero muy larga, querías que te suplicara y ahora lo estoy haciendo así que por favor o me follas fuerte o déjame follarte porque ya no puedo más. –Me dijo con el rostro desencajado.

Ese fue mi detonante para terminar lo que había empezado. Moví las caderas rápido y con fuerza cabalgando sobre él, como si no hubiese un mañana.

Tocó mis pechos y pellizcó mis pezones con fuerza algo que me hizo volverme loca.

- Joder nena así se hace. –Agarró mis caderas para hacer la penetración más profunda.

Me abrazó y me tumbó en la cama quedando el encima entonces todo se volvió borroso, sólo podía sentirlo a él, su abrazo, sentir como entraba y salía dentro de mí, su dureza. Me estaba volviendo loca cuando sentí como él alcanzaba su orgasmo y yo llegaba al mío.

Fue increíble. Me agarró por las caderas, me atrajo a él y me besó.

- Gracias muñeca. –Me sonrió y se fue a la ducha.

En ese momento agarré todas mis cosas y me fui a casa sin dejar rastro de nada, había estado genial pero él no podía saber que era yo.

Llegué a casa me duché, guardé todo lo que había en la maleta y volví a ser la que era antes de que ocurriese todo esto.

Al día siguiente tenía que trabajar, el fin de semana había pasado tan rápido que apenas me había dado tiempo a pensar.

Salía del ascensor en dirección a trabajar cuando me topé contra un torso fuerte y duro. Me recoloqué las gafas en su sitio. Mientras él se disculpaba y entraba en el ascensor.

Lo miré a los ojos y él se quedó mirándome a los ojos fijamente, cuando las puertas se cerraban pareció reconocerme.

- ¡Tú! –Exclamó sorprendido.

En ese momento salí a paso rápido del edificio. Necesitaba aire frío para disipar el sobrecalentamiento que había tenido interiormente. Puse rumbo al trabajo, el mundo no se para porque sí.