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Descubrí que, en familia, también se goza

en Confesiones

Me encontraba en Córdoba. Había tenido que viajar por tareas profesionales y, por un contratiempo impensado, debía quedarme ese fin de semana. Claudio, mi marido, no me pudo acompañar ya que, María José, mi hija, debía quedarse en casa, debido a que su padre también estaba de viaje. Cosas que suelen suceder en padres separados.

Claudio y María José tenían, y todavía la tienen, muy buena onda. Desde que se conocieron. A pesar de que venía a ocupar el espacio de su padre. Pero por suerte, todo se dio de la mejor manera. Incluso, ella, más allá de la buena relación, le prestaba mucha atención, respecto a las sugerencias o consejos que él solía darle, cuando así se presentaba la situación. Todo marchaba dentro de lo normal hasta que, una noche, cuando estábamos re caliente en la cama, tocándonos como locos y diciéndonos todas las fantasías que habíamos acumulado durante la semana, Claudio me dispara que había visto a mi hija totalmente desnuda. Yo, en medio de lo alzada que estaba y chorreándome toda, le digo: “Mmmm, no me digas” “¿Y te gustó lo que viste?... “Estaba preciosa” me responde: “Con esos pechos, ya bien creciditos. Su conchita toda marcada, cerradita y sus rubios bellos alrededor. No sabes cómo me puso. Y cuando le vi el culo, me contuve apenas. Tiene un culo igual que la madre”. Mientras me relataba eso, su pija se le había puesto a reventar y su cabeza mojada, delataba que el momento que había tenido con María José, lo había puesto a punto caramelo. ¿Pero ella te llegó a ver? Le repregunté naturalmente. “Siií…fue cuando la fui a llamar para que venga a comer. Había salido de bañarse”. ¿Y ella que hizo cuando te vio allí? Se quedó quieta, sorprendida, sin reaccionar, pero le vi morderse los labios, mientras se tocaba los pezones, toda nerviosa”. No sé si fue el relato o el estado en el que yo me encontraba que, sin pensarlo siquiera, le pregunté cómo reprochándole a la vez: ¿Y cómo no te acercaste a comerle la boca; esas tetas que deben estar cómo un durazno aterciopelado; chuparle esa concha sabrosa que debe estar pidiendo a gritos una pija? Y él, sin pensar en la respuesta, me declaró: “No sé cómo me contuve, tenía la pija que se me reventaba, la hubiera comido toda con la boca. Saborearla a más no poder y, cuando su cuerpo esté todo sudado de la calentura, subirle las piernas y clavarle la pija despacito hasta que llegue hasta el fondo y hacerla mía. Mmmm amor. ¿Tienes muchas ganas de cogértela a la nena? “Sí mi vida, quiero cogérmela toda, hacerla gozar cómo una perra en celos, cómo a la madre y llenarla de leche. Que sea toda mía y ella me tenga para cuando quiera”. La situación marcó a fuego nuestros cuerpos que, esa noche cogimos cómo dos locos hambrientos. No recuerdo las veces que acabé, ni las que Claudio descargó su leche, tanto en mi boca, como en mi concha y mi culo sedientos de sexo.

Ese episodio, volvimos a tocarlo unas dos o tres veces. El mantenía sus ganas intactas a la de su relato, a pesar de que me había expresado que, más allá de la fantasía y su calentura, no se atrevería a dar ese paso, debido a que no quería que eso ocasionara una herida entre nosotros. Y yo, lejos de molestarme que mi hija fuera a ser desflorada por mi hombre. Lo había tomado con una naturalidad que me llamaba a curiosidad. Más, hasta pensé que, era preferible que Claudio fuese quién la hiciera conocer el sexo, y no un extraño o aventurero, que finalmente  le pudiera dejar alguna secuela no querida. Pero bueno, así estaban las cosas, hasta esos días.

Al segundo día de encontrarme en Córdoba, Claudio me llama para ver cómo estaba. Pero el motivo principal de la comunicación no era precisamente eso, sino que María José la había manifestado esa mañana, antes de ir al colegio que, no quería dormir sola a la noche por qué había escuchado ruidos y tenía miedo. Algo muy extraño, ya que nuestro departamento, por ser semipiso, tiene palier compartido, solamente con el de al lado. Lo que coincidimos con mi marido en la charla. Acto seguido, le insinúo: ¿No será que la nena quedó igual que vos, después de ese día en que la viste desnuda? El, riéndose, cómo para quitarle importancia al hecho, me responde: “No creo que ella sea tan fantasiosa cómo la madre”. No la subestimes, le repliqué, para tranquilizarlo con mi conclusión. No te hagas rollos, si no te molesta que duerma contigo, dile que sí. Vos sabrás que hay que hacer si ella se pone inquieta en la cama. Hasta hoy, todavía estoy sorprendida con mi respuesta. Bien, demás estar decirles, como deben imaginar todos ustedes, qué es lo que pasó a partir de ese día entre Claudio y María José. Mi hija, esa noche cumplió con su pedido. Llegada la noche se fue a nuestra cama para dormir con el marido de su madre y, ocurrió lo que tenía que ocurrir. Terminó siendo desvirgada y recontra cogida, a más no poder, a partir de esa noche de viernes y todo el fin de semana, hasta el martes de la semana siguiente, que yo regresé de Córdoba. Los hechos acaecidos prometo contarlos oportunamente. Pero, a lo que sí quiero adentrarme, es a lo que sucedió a mi regreso.

Durante la cena de esa noche, Claudio me contó con lujos de detalles lo que había ocurrido con María José. Creo que jamás, escuché con tanta devoción un relato de lo que había hecho mi hija durante mi ausencia. Y más con él, tratándose de mi marido. Creo que en la cuarta parte del total de lo escuchado, mi estado era incontenible. Temblaba inusitadamente, como si estuviera conectada a una red magnetizada. Mi cabeza era un volcán a punto de erupción. Mis pechos endurecidos cómo si quisieran amamantar, y mi vagina empapada y palpitando de una manera inevitable de contener. Sin descifrar, a ciencia cierta, el motivo que lo provocaba, no podía dejar de imaginar y conformar en mí mente, a manera que Claudio me relataba los episodios de su encamada con ella,  el cuerpo desnudo de María José retorciéndose de placer, entre caricias, besos y roces. Ver su concha, toda ternura, abierta y gozosa de sexo, derramando sus jugos en torrente, mezclados con el blanco seminal de mi hombre. Creo que la sensación de querer estar allí, en ese momento, superaba cualquier posibilidad futura de gozar en la cama. Quería formar parte de esa escena, aunque ya se hubiese concretado sin mí. No pude aguantar más. Tomé las manos de mi hombre, le comí la boca con todo el placer que tenía encima y le dije: “Amor, no puedo más, quiero que me cojas cómo a ella. Que me hagas sentir lo puta que ella se pudo haber sentido y que me hagas todo lo que se te venga en mente. Quiero sentirte abotonado en mí. Quiero ser tu perra, como jamás esta noche. Por favor”. Debo haber sido muy convincente, porqué, Claudio, sin pronunciar palabra, me tomó de la mano y me arrastró hacia el dormitorio, no sin antes sacar la botella de champagne, que recién había abierto, del balde, para seguir el festejo en el recinto del placer.

Ni bien ingresamos, tomó mi cabeza entre sus manos, hundió sus manos entre mi cabellera revuelta de antemano, me comió la boca de una manera tan tierna y furiosa al mismo tiempo, su lengua habitó los laberintos más recónditos de ella y me tiró de espaldas sobre la cama. El recorrido de sus manos, de abajo hacia arriba, hizo que mi vestido de lycra desembocara sobre mi cabeza, para quedar arrollado entre las sábanas. Aferré con mis manos inquietas mis pechos reclamadores de caricias y froté sus pezones, como avisándoles lo que se venía. Mi culote de encaje negro, empapado de mis jugos irreverentes, no tardó en abandonar mis caderas, para permitirme abrir de par en par mis piernas, apoyar mis pies sobre el placentero colchón y dejar que la boca lujuriosa de Claudio, a la vez que producía inconfundibles sonidos de la mamada más ansiada, absorbía el pegajoso jugo de su río crecido. “Asiiií, así, así amor, cómeme la concha que te extrañó. Quiero que tu boca me coja la concha cómo se la comiste a ella. Quiero saber cómo gozó que se la chuparas toda…Haayyy mi vida, que placer…Siiii, quiero toda tu lengua adentro. Pajeame el clítoris con tus labios. Así, así…que puta me ponés. ¿Así se retorcía tu nena…te pedía que la cojas con la boca?”

-------Sí, mi amor, le encantaba. Se ponía así de caliente…Me decía: “Papi, cómeme toda la conchita…toda, toda…Es tuya papi…Hace rato que estoy caliente con vos. Desde que me miraste…Quiero que seas el primero que me coja. Quiero tu pija. Toda tu pija papi. Quiero ser tuya como mami…Quiero que me hagas gritar como ella grita cuando la coges… ¿Sí papi?...Así me decía.

“¿Me prometes cogerme cómo te la cogiste a ella, guacho? Aayyyyy, voy a acabar…Me vengo, me vengo. No pares, más, mássss…¡Aaahhhhh…uuuuugggg…siiiiii ..aaahhjjjj! “La acabada fue tremenda. Para colmo soy multiorgásmica y chorreo como si se abriera una canilla sin solución de continuidad. Fue de tal forma que, una enorme mancha de agua plena dibujó la sábana como si fuese un mapa….Acto seguido, tomé su pija, más hermosa y gruesa que nunca y la forcé a entrar en toda mi boca, convertida en vagina alternativa, para saborear esa carne tan deseada y lubricada de líquido seminal…Luego de estar un largo rato deleitando mi garganta, me dio vueltas, me puso en cuatro, alcé mis caderas, y no dándome tiempo a más, enterró la dimensión de su verga sin prurito alguno, hasta que sus bolas increíbles rebotaban en la mata de mi vello púbico, que a esa altura, era una selva bañada de reiteradas lluvias de nuestros sexos. Su pija iba y venía en su recorrido imperturbable, mientras sentía su cabeza inconfundible abriéndome los deseos más impensados en la naciente de mi vientre. “Dale mi amor, cógeme toda, toda. No dejes ni un instante en darme esa pija divina que me hace tan feliz. Quiero sentirla toda, como nunca lo hice. Imaginarme cómo te cogías a mi nena, sentir lo que ella sentía, pedirte lo que ella te pedía, sentirme tu puta, como ella lo fue…Hace más hembra, más puta. Quiero hacer todo lo que quieras y te haga feliz. Ahora más que nunca. Sabes que soy tuya. Y ahora más que nunca, por qué también es tuya mi nena y tiene tu pija y tu leche bien adentro….Quiero que la hagas bien puta, como me hiciste a mí….Que placer mi vida”. En todo ese tiempo, volví a tener orgasmos increíbles, haciendo que ya la cama, fuese un mojado lecho de morbo en vuelo…En un determinado momento, me di cuenta que él quería descargar su lechoso regalo en toda mi concha entregada, entonces, sin pérdida de tiempo, le dije: “Sácala amor, quiero que me la entierres por el culo, que te está esperando ansioso. La sacó, casi chorreando, levanté más mis nalgas, mojé la entrada con el jugo pegajoso de mi concha enfiestada, abrí con mis manos las nalgas, para facilitar la tarea y su pija, Iniesta y soberbia se abrió paso por el hirviente conducto del placer más maravilloso y se hundió a su suerte. Fue como si me penetrara un hierro caliente, pero necesario. Pegué un grito de soberbia y bienvenida y me entregué sometida a la más perversa, pero dichosa suerte de ser culeada en toda su plenitud…. “Aaah, nooo, que cosa más maravillosa. No hay como tener una pija enterrada en el culo amor…. Así, así quiero que me cojan siempre. Quiero todas las pijas que quieras en el culo…Soy la mujer más feliz con una pija clavada en el orto…. ¿A ella también la culeaste amor. Tiene el culo como su mami. Goza como goza mamita con la pija adentro? Decime que se la enterraste y la llenaste de leche como a mí, decime que sí, amor?

-------Sí, mi vida. También le hice el culo. Al comienzo le dolía, pero después gozó como una perra. Igual que la madre. Acababa sin parar…Es tan puta como vos, mi vida…Y le encanta la leche. La quiere toda adentro.

Mientras esa pija, que amo, hacía de las suyas en mi culo, cada vez más abierto y entregado al goce sin fin, mis manos no dejaban de enterrarse en mi concha abierta, mojada y ávida de algo más para no sentirse tan sola. “Amor, culeame así, vuelvo, vuelvo a venirme mi vida… no aguanto más. No sabes lo que daría para que María José estuviera aquí para comerme la concha, mientras vos me haces el culo. Así quiero estar. Que ella me coja con vos..Siiiiiiiii”. En pleno trance, giro la cabeza hacia el costado izquierdo para reposar mi cabeza, cuando alcanzo a divisar que, casi bajo el marco de la puerta (que había quedado entreabierta) y por la oscuridad del pasillo, la figura de María José era testigo presente de la presente escena. Vaya a saber desde cuando habría estado allí. Pero era evidente que venía de su cama. Su pelo suelto sobre sus hombros, sus pechos incipientes al descubierto y su mano derecha perdida bajo su tanga blanca de encaje (era una de las mías) se deleitaba, sin ninguna duda, en los misterios de su conchita. Por una milésima de segundo, pensé en parar toda mi pasión en pleno proceso, pero algo más fuerte cambió totalmente la idea original. Y sin aviso previo, ni siquiera en consulta con Claudio, habilité su presencia como si más. “Corazón, no te quedes ahí parada. No tengas miedo. Ven, por favor. Ven mi chiquita. Mira cómo se la cogen a mami. Sé que estás calentita y que también te gusta. Tranquila, ven mi amor, disfruta con nosotros”. En tanto, Claudio al escucharme, intentó parar su cometido, pero lo tranquilicé de un soplido. “No pasa nada amor, quiero que esté con nosotros y que goce sin ningún trauma. Seguí cogiéndome mi vida, no pares. Ven mi chiquita”. La hice recostar en sentido inverso al mío. Y sin sacarme la pija de Claudio de mi culo, lo arrastré hacia adelante, lo que me permitió tener el cuerpo de ella bajo el mío, empezar a acariciar su cuerpo, con esa dulzura y amor de madre, pero también, incomprensible para algunos, pero maravilloso para mí, con ese deseo de hembra, poder descubrir y deleitarme con el cuerpo de esa pendeja bella que nació de mis entrañas, pero que había logrado despertar el más morboso y caliente deseo jamás imaginado. A medida que acariciaba su cuerpo, notaba que iba perdiendo el miedo de la situación y de su impensada, quizá, experiencia. Entrecerraba sus ojos, un delicado gemido brotaba de sus labios y sus manos, se ocupaban de tocar insistentemente sus pezones. Cuando mi cara quedó a la altura de la suya, mi boca se depositó sobre la suya y, ante el primer contacto, abrió sus ojos con gran sorpresa, como preguntándose si le estaba permitido. A lo que amengüe con gran placer: “Tranquila mi vida, quiero que goces cada instante. Quiero besarte, sentir tu boca y que sientas la mía. Estás tan preciosa y me calientas tanto, que quiero que seas toda de mami.  Cerró nuevamente sus ojos y me dejó hacer sin ninguna resistencia, a la vez que sus brazos iniciaron un dulce recorrido por el mío y empujar mi cabeza sobre la de ella. En todo ese instante, pero que parecía ser una eternidad, a Claudio se le había puesto la pija más soberbia, la llegada de María José había potenciado, sin duda alguna, el escenario y el clima de la noche. No dejaba de culearme, pero ahora con más paciencia y consistencia en las embestidas. Sus manos, sostenían mis nalgas, la decoraban de chirleadas, de esas que me ponen más perra y puta. Luego de besarnos por un largo rato, levanté mi rostro y, mirándola con toda la ternura que tengo por ella, pero incrementada por hacerla mía, le pregunté a mi hija: ¿Estás bien mi vida…te gusta mami, te calienta?

----Si ma…me encanta como sos..Nunca imaginé esto… Me calienta mucho como sos, me encanta tu boca, tu cuerpo…como me tocas. ¿Me vas a coger?

“Si mi vida, mami te va a hacer gozar toda. ¿Quieres chuparme la concha, te gustaría?

----Nunca lo hice, pero debe ser hermosa. ¿Me dejas?

Me apoyé sobre mis brazos, mientras Claudio seguía serruchándome con su verga sin parar. La hice ponerse a la inversa y su cabeza se colocó bajo mi concha, quedando su boca a la altura de mi concha y las bolas de Claudio y, comenzó, poco a poco, a enterarse el sabor de los jugos de su madre, el placer de su concha y, de paso, volver a saborear las bolas de él que ya conocía. La interacción no duró mucho tiempo, ya que ante tal incentivo no tardé más de 10 minutos en volverme a correr a chorros sobre la cara de mi hija y, Claudio, de igual manera, me llenaba el intestino de su leche más caliente que otras veces. El momento fue perturbador y único. María José, a pesar de mis acabadas múltiples, parecía no inmutarse de la situación, su boca y su lengua no dejaban de deleitar mi concha, suya como jamás había imaginado, a la vez que la leche de Claudio había rebasado la cavidad disponible y se deslizaba por las partes bajas de mis nalgas y mis piernas, a lo que mi hija, como si fuese una gran experta, tomaba ese aditivo especial con sus labios…Así estuvimos un buen rato, hasta que el cansancio, sobre todo el mío y el de Claudio, nos obligó a tomar un respiro. Lógicamente para mi nena, la función recién comenzaba.

Después de tomarnos un tiempo para reponer fuerzas y fantasías, ayudados con unos buenos tragos de champagne, el juego recomenzó con las barreras levantadas, especialmente yo con María José. De quién me ocupé, puntualmente, dando riendas sueltas a mis fantasías despiertas desde el relato de mi marido. Todo mi ser la disfrutó con ese placer incomparable, del que llega sin aviso previo. Mi boca se impregnó del perfume de su cuerpo, del sudor de su calentura, de los gemidos de su pasión, de los jugos de su concha, del olor inconfundible de su hambre expuesto. Chupé horrores su concha. Con el placer de descubrir que había heredado lo más preciado, según los hombres, de su madre: También es multiorgásmica. Eso, me hizo muy feliz. A ella me dediqué un buen tiempo. Luego, como era de esperarse, se entregó ansiosa y más que contenta a Claudio. Verla cómo disfrutaba, era cogida, pedía pija, leche y acababa, hizo que me pajeara de una manera casi animal. Sin pensarlo, la noche se hizo un hilo muy delgado. Ya, con la luz del sol evidente, nuestros cuerpos se entregaron al descanso sin más remedio.

A partir de allí, todo lo que después vendría, iban a ser regalos sin culpa ni reproches. A todos, hasta la próxima….  //Gloria.