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Las cronicas de Calendel (Valeria Dreamfire 1)

en No Consentido

Buenos días, tardes, noches. Mientras escribía la quinta entrega de la saga “Las desventuras de la profesora” he tenido algunas ideas que quería escribir antes de que se me fueran de la mente. La temática es de fantasía, por lo que si no le gusta a usted esta temática… no creo que le guste esta saga. Aún así, os invito a leer este relato, y quién sabe..., a lo mejor le gusta aún con todo. He tratado que sea de la mejor calidad posible, pero para cualquier cosa, corrección o solicitud, podéis escribirme y os atenderé con la mayor diligencia posible. Solo desearos que disfrutéis este texto tanto como yo de escribirlo.

 

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Valeria alzó la espada y golpeó con fuerza, pero fue desviado con facilidad por su adversario. Las fuerzas le empezaban a flaquear, y el demonio que se alzaba ante ella parecía no ceder terreno. A este ritmo perdería aquel combate que tanto esfuerzo había supuesto: tantos amigos perdidos, tantas horas derrochadas, tantos enemigos derrotados… todo por aquel bien superior. La espada de Darker se alzó, preparándose para bajar y finalizar el encuentro. Valeria cerró los ojos y se preparó. Respiró profundamente y cuando la espada comenzó a bajar trazó un arco que la colocó detrás de su oponente. Apuñaló su espalda, justo donde se encontraba su negro corazón y retorció la espada dentro. Un grito de dolor que perforaba los oídos salió de la boca de la criatura. El aire comenzó a ser absorbido en la herida, hasta que derrepente la presión fue demasiada y explotó. Valeria cayo de espaldas, con un fragmento de su espada en la mano. Abrió los ojos lentamente y se quedó mirando al lugar donde antes había estado el demonio. Ahora en el lugar solo quedaba su armadura, como una carcasa vacía. Lo había logrado. Había logrado acabar con el mayor enemigo de la humanidad. Ella Valeria Dreamfire había eliminado a Darker, el devorador de almas. Respiró pesadamente mientras cerraba los ojos, agotada por el esfuerzo.

 

Valeria despertó en su cama. Estaba empapada en sudor e hiperventilada. Recordaba una y otra vez aquella noche, y ella sabía el porqué. Ella estaba maldita, obligada a revivirlo en sus sueños para el resto de su vida. Ya lo sabía antes de la batalla, pero en su momento le pareció escaso castigo por una recompensa tan alta. Ahora no pensaba igual. De aquella batalla hacía ya tres meses, pero para ella parecía que había pasado una vida entera. La rutina de aquellos días la estaba asfixiando. Hacía demasiado de cuando era una caballero errante normal. Ahora le tocaba interpretar el papel de heroína del pueblo, y aquello no le hacía sentir la satisfacción prometida.

 

Su vida como guerrera había sido aburrida, pero la promesa de un futuro mejor la hacía continuar. Pero ahora que tenía ese futuro, no era menos desdichada. Vivía en una mansión, dentro de las murallas de la ciudad capital. Tenía sirvientes, guardaespaldas, mayordomos, y todo tipo de gente que trabajaba para ella. Comía las mejores delicias hechas por los mejores cocineros y dormía en los mejores colchones. Tenía vistas a hermosos jardines con aromas que nunca hubiera imaginado. Su armario estaba cargado de ropajes de alta tela y sedas de lugares extranjeros. En sus bibliotecas tenía más libros llenos de conocimiento para una mente curiosa de los que podría leer en toda su vida. Incluso su rutina no le obligaba a hacer ninguna tarea que le implicara un alto ejercicio físico, por lo que el agotamiento era un problema del pasado. No necesitaba trabajar para vivir. Era el sueño de toda persona que viviera en Calendel. Pero para ella solo era infeliz.

 

Valeria se levantó y caminó hasta el espejo. Su cuerpo se mostraba desnudo, sin dejar escondido ninguno de sus detalles. Su piel clara sería inmaculada de no ser por dos cicatrices, una a la derecha del ombligo en forma de tajo y otra debajo del cuello del disparo de una ballesta, y un lunar que le asomaba a la izquierda de su nariz respingona. Sus ojos almendrados parecían dos océanos oscuros en los que perderse bajo su visión. Cejas perfectamente cuidadas, un poco prominentes, pero finas y depiladas. Su cara era fina, delicada, con unos labios ligeramente más gruesos de lo normal. Su rostro mostraba una expresión seria, casi señorial. Su melena, oscura azabache, caía ondulada por su cadera hasta la altura de la cintura. A pesar de los productos y las horas de peinado era tan indómita como siempre, como su dueña. Valeria era una belleza, ya antes lo era, y la vida de lujos no le había cambiado un ápice. Su cuerpo también se mantenía como antaño. Hombros ligeramente anchos como su cadera y una cintura delgada con vientre plano. Sus senos eran más grande que la media, pero eso también se debía a la edad, como el tamaño de sus nalgas. Ella ya no era una jovencita como cuando comenzó sus andanzas. Durante quince años estuvo vagando por los caminos de toda Calendel, buscándose la vida para vivir, pero incluso aquella vida era mejor que la anterior.

 

Ella era la hija de una importante familia de la aldea de Cosmi, un pequeño puerto que se dedicaba principalmente a la pesca de las sardinas. Su padre era lo más parecido a un gobernador, y trato a su hija como si fuera hija de uno. Valeria no conocía otra cosa que no fuera la costura, el canto, el baile, y otras tareas mundanas que la aburrían y la espantaban. Se sentía como un pájaro encerrado. Quería ser libre y disfrutar de la vida, o eso creía ella. Unos meses después de su dieciséis cumpleaños un caballero apareció en la finca. Las historias que contaba de libertad y gloria se atesoraban en la mente de Valeria, y robando algunas prendas, una espada y un caballo, partió a la aventura o más bien a sus desventuras. Los primeros años solo estuvieron llenos de dolores, ampollas y cenas frías bajo algún árbol; temiendo siempre que alguien la violara y la matara, no necesariamente en ese orden. La verdad es que lo de la violación no la asustaba por ser casta… no lo era. Ella había perdido su castidad hacía años, una historia graciosa. Unos bandidos intentaron violarla cuando solo tenía unos meses de aventura. Al final los mato a todos menos a uno, y fue cuando la punta de  su espada tocó la garganta del muchacho cuando decidió jugar con él antes. Desde entonces violaba a todos los hombres que derrotaba antes de matarlos, no por el placer del sexo, sino por el placer de la humillación. Si. Aquello era divertido. Ver a un hombre humillarse ante ella era divertido. Hombres que solo hacían comentarios soeces sobre violarla o degradarla. Era... justo… bueno, tal vez no era justo lo que se pudiera decir… pero si divertido. El sexo era divertido también, pero ella siempre noto que faltaba algo. Como si faltara una llama.

 

Pero si hubo un cenit en su vida fue cuando le contaron la historia del devorador de almas. Antes vagaba sin rumbo, haciendo trabajos de poca monta. No era desdichada, pero tampoco era una vida para tirar voladores. Tenía el sobre nombre de “la placa oscura” por la forma de su coraza, una lámina de acero totalmente negra que ocultaba su silueta. Hacía trabajos de buena recompensa, y continuaba como todos los aventureros, esperando el día en que no fuera lo suficientemente rápida para escapar de las garras de alguna trampa o de una espada. Estaba sentada en una taberna de la capital tomando una cerveza y cuando dos jornaleros comenzaron una discusión a costa de la recompensa por la cabeza de Darker. Su boca se llenó de bellas palabras, de recompensas, fama, gloria, todo lo que una persona necesitaba para estar satisfecha. Valeria no podía resistir esas palabras: felicidad absoluta ¿Que era la felicidad? Ni siquiera creía haberla experimentado ¿Era esa la ambición de la gente? No lo sabía, pero era tentadora la idea de dejar de corretear por el monte como una pordiosera. Se armó de valor y durante cinco años completo todos los enigmas para enfrentarse a aquel demonio, un viaje lleno de dolor, muerte y miseria. Y ahora todo lo veía en vano.

 

Valeria suspiró. Era demasiado aburrida aquella situación. Necesitaba aire nuevo ¿Aire? Una estúpida idea se apareció en su mente ¿Y si hacía una escapada al monte? Si. Era una idea estúpida. Ella había pasado quince años para vivir bien y ahora quería volver a lo mismo… aunque si fuera solo una misión... Si. Una misión como antaño. No la haría feliz, pero al menos rompería la rutina y trabajaría un poco. Tener un motivo para dormir era más que suficiente para ella ahora. Abrió su armario y sacó la armadura que le habían fabricado. Era perfecta. Era un coraza de acero negro que se fijaba a su cuerpo a la perfección. Se podía despedir de su vieja armadura pesada. Esta armadura era una joya, ligera y más resistente. Estaba hecha de una aleación de diamante y azabache, dándole un aspecto perfecto para ella. La armadura le cubría entera, no era como esas armaduras de videojuegos que revelan más que cubren. No. Esta era una armadura de combate, una armadura que donde no tenía placas tenía una cota de malla protegiendo. Solo tenía un pequeño fallo, no tenía casco. No porque no se lo hicieran, sino por la arrogancia de ella que se negaba a ponerselo. Antes decía su nombre como si fuera un secreto, ahora lo pregonaba a los cuatro vientos. Ser reconocida le gustaba, le hacía pensar que su logro la diferenciaba de los demás, y así lo veía en verdad. Ella era la valiente que se había enfrentado a un demonio, aquello era imposible para un humano medio, menos aún para una criatura del averno como era Darker.

 

Llamó a un par de criadas para que la ayudaran a ponerse la armadura. No le hacían falta, pero disfrutaba viendo a aquellas jóvenes obedeciéndola. Las dos niñas se afanaron lo mejor que pudieron a la hora de colocarla, pero era la primera vez que tenían en sus manos una armadura, y aquella aunque fuera diseñada para que fuera fácil de colocar, sin la experiencia era una tarea aparatosa. Valeria se comenzó a impacientar y comenzó a darles voces y a golpearlas con la mano abierta. En el fondo solo quería una excusa para hacerlo. Le divertía golpearlas. Le divertía maltratarlas. Le excitaba hacerlo. Si. Esa era la palabra. Y era uno de los pocos lujos de los que de verdad disfrutaba. Ser rica y poderosa le había permitido tener a mano un gran harem para torturar como quisiera: hombres o mujeres; ancianos o niños; humanos, elfos, orcos… daba igual. Todos ellos servían como si fueran esclavos para sus designios por un mísero sueldo que apenas les servía para alimentarse. La muerte de Darker había salvado al mundo de un tirano para poner en su lugar a otro todavía peor. Por lo menos, Darker solo te asesinaba para alimentarse, pero no torturaba ni se deleitaba del dolor. Valeria era un demonio real. Una diablesa sin corazón que solo se regocijaba del dolor y la degradación. Y ella disfrutaba,... por lo menos por fuera.

 

Tras colocarse la armadura salió de su mansión para dirigirse a alguna aldea. Necesitaba una misión tranquila, no muy complicada y a su vez lo suficientemente excitante. Marchó sobre su corcel al galope. Sabía dónde podía encontrar lo que buscaba. En menos de un par de horas llegó a la aldea de Tarley. Tarley, la aldea de los novatos como era conocida, solo estaba a una pequeña distancia de la ciudad capital. Allí era donde todo caballero errante o aventurero debía comenzar. El porque era obvio, la zona era de escaso valor material, por lo que apenas había criaturas o malhechores que les interesara sus caminos. La aldea en sí no disponía de demasiado: una posada, una cuadra, unas cabañas donde vivían leñadores y hortelanos. El lugar rezumaba pobreza, pero aquello era perfecto para los novatos. Valeria dejó el caballo en la cuadra y le tiró una moneda de oro al mozo.

 

-Te hago responsable de mi caballo.- El chico trago saliva al escuchar la dura y poderosa voz de aquella mujer. Una voz fuerte para una mujer fuerte.

 

Se encaminó a paso decidido hacia la posada mientras la gente se quedaba mirándola y murmuraba a su paso ¿Y por qué no iban a hacerlo? Ella era casi como una diosa para ellos. Espera, ¿por qué debía ser tan modesta? Ella era una diosa para aquellos aldeanos. Recordó cuando llegó por primera vez a aquel lugar. A penas eran siete habitantes, todos ellos muy mayores. Eran amables con los jóvenes de los que dependían e intercambiaban y recompensaban con nabos las misiones que cumplían. Ya en ese entonces le parecía un lugar patético, ahora más si cabía. Gente muy anciana o muy joven que no podía atender sus propias obligaciones. Era normal que nadie se preocupara por ellos.

 

Entró por la puerta de un portazo qué silencio el lugar… o lo habría hecho de haber habido alguien dentro que no fuera el mesonero. El hombre, bajo y panzón, limpiaba las jarras de cerveza con aire despreocupado. Tenía una calva arrugada con manchas del sol y la misma cara que un cerdo. Vestía un mantel muy manchado sobre una camisa empapada en sudor y unos pantalones negros. Valeria se quedó dudando durante un instante y luego comenzó a acercarse con aire imperial. Al estar frente a él se presentó.

 

-Soy Valeria Dreamfire, “la placa oscura”. Vengo por un trabajo.-

 

El hombre se quedó mirándola sin cambiar su expresión y continúo con su tarea.

 

-¿Estas sordo, posadero?- Dijo lo último con un aire de desprecio, como si ser posadero fuera algo denigrante.

 

-No, niña. Solo que no es la primera vez que viene un héroe proclamándose el más audaz, siendo en verdad el más bocazas.- Parecía casi cansado al decir aquello, como si estuviera harto de decirlo.

 

-¿Como osas hablarme así?-Su rostro se encendió de ira. Deseaba echarle la mano a la espada, pero se controlo.-Yo no soy una mera aventurera. Yo soy quien derrotó a Darker “el devorador de almas”. Muestra más respeto, aldeano.-

 

-Si, si, si,... mi señora.- El hombre se maldijo por tener que aguantar aquella sarta de chorradas y continuó.- Aún con todo, debo comunicar que ya no quedan misiones. Solo una de alto nivel que no es apta para la mayoría de la gente que busca trabajo…-

 

-Ya te lo he dicho, posadero. Yo no soy la mayoría. Deja de hacerme perder el tiempo y háblame de la misión.-Estaba enfadada, pero la curiosidad la invadió.

 

-Sí… señora. Es una misión de recuperación.-El hombre sacó un mapa lleno de agujeros de la zona. Señalo un pequeño claro al norte mientras continuaba hablando.- Unos bandidos han robado algo, tal vez un tesoro. No se especifica en la carta. La misión es obtenerlo… pero se exige no establecer contacto con los bandidos. No sé los motivos, pero es una condición obligatoria…-

 

-Mejor. Un reto más divertido.- Valeria había cambiado de opinión. La misión, que en un principio la quería simple, se había convertido en una más atractiva e interesante por algún motivo.

 

Recogió toda la información que se tenía y emprendió camino hacia el claro. No estaba lejos, a una hora por el bosque, por lo que decidió ir a pié. El caballo además podía hacer mucho ruido, por lo que desbarataría el sigilo. Los olores y los sonidos del bosque la hicieron recordar su vida de antaño. El recuerdo de la gente, la buena cerveza después de una misión, el sabor del jabalí asado… buenos recuerdos de una vida más sombría. Pero tras la hora de marcha lo único que sentía era dolor y cansancio. Aquello era de lo que había huido, y ahora recordaba el porqué. Empezaba a añorar su mansión, con sus lujos y privilegios. Pero ella tenía una reputación, y no podía irse atrás antes siquiera de comenzar.

 

Sudada e hiperventilando llegó al linde del claro. Allí había un campamento de apenas tres personas. Pero no parecían bandidos. No. Aquella gente parecían mendigos. Eran dos muchachos aún imberbes que no vestían más que unos pantalones roídos. Parecían gemelos, o al menos su apariencia era muy parecida. Eran bajos y escuálidos, y tenían una melena rubia apagada. El tercer hombre era un anciano. Era tan alto como ellos, pero se veía mejor alimentado. Tenía los ojos vendados y sujetaba un bastón. Era ciego. Valeria sonrió para sí. Aquello no era misión ni para un novato. Se fue a acercar directamente cuando recordó la condición. Aquello la hizo dudar un segundo. Podía acercarse y acabar con la misión de golpe o podía hacerla más divertida… y probándose que aún podía hacer como antaño misiones ¿Probarse ella misma? Que estupido. No. Ella no necesitaba probarse. Ella podía hacer la misión como quisiera. No tenía que dudar. Si quería podía robarles el dinero bajo sus narices. Si. Eso iba hacer. Podía hacerlo. Y lo iba hacer así porque quería ella.

 

El campamento tenía un par de tiendas muy rudimentarias alrededor de una pequeña fogata. Habían puesto dos troncos para poder sentarse alrededor. Detrás, sobre un tocón, había un pequeño cofre. El anciano estaba sentado sobre uno de los troncos, dando la espalda al cofre. Los jóvenes estaban discutiendo y peleando… parecían más perros salvajes que humanos. Valeria se acercó entre los árboles lo más que pudo y al llegar a cierta distancia comenzó a avanzar lo más agachada que pudo. Al principio avanzó lento, pero ante la falta de guardia de los bandidos comenzó a ser más descuidada. Cuando estaba enfrente del cofre ya andaba totalmente recta y con su paso firme habitual. Una sonrisa apareció en su rostro. Que fácil había sido. No se habían dado cuenta de su presencia en ningún momento. Cogió el cofre y lo abrió lentamente. Ya estaba hecho. La vista de Valeria comenzó a nublarse y cayó al suelo.

 

Valeria despertó sobresaltada ¿Qué había pasado? ¿Donde estaba? Tenía un fuerte dolor de cabeza. Se llevó la mano a la frente y notó que estaba ardiendo.

 

-¿Ya te has despertado?-Una voz muy profunda la habló. Ante ella estaba el ciego, que fijaba su mirada en ella. Valeria fue a decir algo pero solo un sonido seco salió de su garganta. Se llevó las manos al cuello y que estaba helado.

 

-Perdona. Tuve que congelarte el cuello para que la maldición no se propagara.- El anciano leía los movimientos de ella sin necesidad de verla. -No esperaba que sucediera nada… pero estos chicos son unos inútiles.- Se acercó y susurró unas palabras a la vez que alzaba la mano. Una sensación de calor muy intenso apareció en su cuello. Tosió un par de veces y noto como su voz volvió.

 

-Cof, cof. Hijo de puta ¿Sabes acaso a quien te has atrevido a atacar?- Valeria estaba encendida. Su ira era palpable.- Yo soy Valeria Dreamfire. Esta afrenta no puede ser perdonada.- Echó su mano a la espada,... solo para darse cuenta que no estaba. Pero tampoco estaba su armadura. Se la habían quitado y ahora vestía lo que parecía un saco de patatas que apenas le llegaba hasta medio muslo.- M...mi armadura… mi espada…¿Donde estan mis cosas?-

 

-Si, lo siento mi señora. Tuvimos que quitarlas para curarle.- El hombre hablaba de forma pausada. No le había gustado como ella se había dirigido a él… pero lo vio como algo normal. -En cuanto descanse un rato se las devolveremos...-

 

-¿Cómo?- Valeria se estaba irritando más a cada momento.- No. Me darán mis cosas ahora. Sucios mendigos… ¿pero quienes os habéis creído para tocarme? Yo soy casi como una diosa para vosotros. Suerte tendréis si no decido mataros ahora.-

 

-Por favor, contrólese. No creo que nos merecemos este trato. Hemos hecho lo imposible por cuidarla aún cuando usted nos ha intentado robar…- El hombre estaba empezando a perder la paciencia con ella, pero la guerrera parecía no darse cuenta de ello.

 

-¿Qué no os lo merecéis? Sois unos bandidos y unos pordioseros. Robar a un ladrón no es un delito. Pero qué sabrá una basura como tu. Todos vivimos tiempos difíciles pero no nos dedicamos a robar a la gente honrada.-

 

-Mi señora, si cree que robamos algo,... no es así. Yo puse la misión. Quería entrenar a los jóvenes para que sean guardias en un futuro,... pero parece que no dio resultado. La maldición era para que no abrieran el cofre. Lo sentimos mucho, pero no somos bandidos. Por favor, deje de llamarnos así…- El hombre inclinó su cabeza en una reverencia a modo de disculpa. Pero nada parecía aplacar a la mujer.

 

-¿Qué? ¿Ni siquiera era una misión de verdad? Me habéis mentido. Pase que mintáis a unos novatos,... pero yo soy una guerrera con prestigio. Reportare esto y se os juzgará por difamación. Disfrutare viendo vuestro cuello en el extremo de una soga.-

 

-Disculpeme… pero estamos empezando a cansarnos de su actitud. Si sigue así no me creo capaz de seguir aguantando,... ni de seguir queriendo aguantar,...- Las venas del rostro del anciano se empezaron a marcar.

 

-¿Aguantar? ¿A que te refier…?... ¿Dónde están los otros dos?- Valeria se dio cuenta de la situación demasiado tarde.

 

-Je,je,je. Están detrás mío. Desde que la vieron desnuda han querido jugar con su cuerpo… he tenido que gastar mucha energía para controlarles,... son jóvenes muy fuerte,... pero estoy llegando a mi límite,... si te das prisa, puede que puedas jugar al gato y al ratón con ellos, jejeje.- Una sonrisa burlona apareció en el rostro mientras aferraba con más fuerza el bastón.

 

Valeria alzó un poco la vista y quedó aterrada ante lo que vió. Los dos jóvenes estaban detrás del anciano. Estaban de rodillas y parecía que luchaban con una fuerza invisible por levantarse. Su rostro parecía la de un depredador,mostrando los dientes con una sonrisa furtiva. Sus ojos estaban clavados en ella, con una mirada que solo se podría describir como deseo. Sabía que era lo que querían, lo que deseaban,... y lo que pasaría si caía en sus manos. Se levantó como un resorte y corrió hacia el bosque tan rápido como pudo. Aún estaba mareada y no podía correr bien, pero tal vez pudiera ocultarse en el bosque. Justo cuando llegó al linde del bosque oyó aullidos detrás de ella y como unos pasos apresurados comenzaron a perseguirla. Corrió, corrió, y siguió corriendo. Debía huir. Si tuviera su arma podría matarlos… incluso podría enfrentarse a uno solo desarmada, pero su soberbia no era lo suficientemente grande como para no darse cuenta de que estaba en inferioridad. Corría tanto como sus piernas le daban. Sus muslos le ardían y estaba empezando a quedarse ahogada. La buena vida le estaba pasando factura, y su mente le traicionaba al oír como sus perseguidores le recortaban la distancia rápidamente. No podía huir. La iban a atrapar. La iban a… No. No. No. Tenía posibilidades. Aún podía… ¿esconderse? Si. Si. Podía esconderse, pero ¿donde?

 

Justo en ese instante pasó delante de un árbol con el tronco vació. El agujero en su tronco era lo suficientemente grande para esconderse. Se metió dentro y comenzó a rezar. Dioses, dioses. La iban a pillar. La iban a pillar. El ruido de las pisadas cada vez era más alto. Parecían rebotar en sus oídos con más intensidad. La angustia la atrapaba ¿Qué podía hacer? Su respiración se cortó al ver al primero pasar corriendo a toda velocidad. No se detuvo ni por un instante ¿Los había evitado? No. Podía oír todavía al segundo. Aún no había pasado. Justo antes de que le pudiera ver dejó de hacer ruido. Se había detenido. Durante unos instantes no se oyó nada. La estaba buscando. Se había dado cuenta de donde estaba. Tenía que salir de allí. No. No ¡No! Tenía que estar tranquila. Él no sabía dónde estaba. Tenía que estar tranquila. Pero esta desapareció de golpe al oír lo siguiente.

 

-¡Te huelo!- Una voz, casi como una risa burlona penetró dentro de ella como una espada.- ¡Te huelo, zorra! ¡Puedo oler tu coño! ¡Tu jugoso coño de perra! ¡Sal para que nos podamos divertir!- El muchacho empezó a acercarse donde estaba ¿Sería verdad? ¿Podría olerla? No. No era posible. Su corazón estaba empezando a acelerarse. Se apretó contra el tronco del árbol. Quería fundirse con él.- ¡Vamos, zorrita! ¡Llevo mucho sin catar un buen coño!- Estaba cada vez más cerca, ya casi encima.

 

El corazón de Valeria se detuvo al instante cuando apareció el muchacho delante ella. Y sabía dónde estaba. No la había mentido. Sus ojos se posaron sobre ella, sonriendo ante el inminente bocado.

 

-Te dije que te olía, zorra.- Empezó a acercarse, muy lentamente, saboreando el miedo en los ojos de ella.- Tu coño huele en todo el bosque.-

 

El tiempo parecía detenerse. La adrenalina empezó a bullir en la sangre de Valeria. El miedo se apoderaba de ella. Tenía que hacer algo. Tenía que hacer algo o… La mano del muchacho se cerró alrededor del cuello de ella. En ese instante, la mujer reaccionó. Alzó la pierna y le arremetió una patada que le hizo volar un par de metros. Aquello cambió la perspectiva de ella. Era más alta y más fuerte que él. Se estaba dejando dominar por el miedo. Tenía que recordar. Si. Recordar. Ella era Valeria Dreamfire. Había estado en situaciones peores y había salido ilesa. Su rostro cambió. Ya no era una gatita asustada. Ahora, era el rostro de una leona. De una fiera dispuesta a asesinar. Avanzó contra el hombre. Esta era su oportunidad. Su momento. Aún en el suelo le arremetió una patada en su rostro. Se tiró encima y comenzó a asestarle golpes en la cara, cabeza, pecho… donde pudiera. El joven no se defendía, o más bien no era capaz de defenderse. No supo cuántos golpes le había asestado, solo paro cuando quedó agusto. Se quedó allí, en esa posición, de rodillas al lado del cuerpo. Le dolían los nudillos, cubiertos de sangre del joven. La cara de este era un poema. Una sonrisa sádica se dibujó en el rostro de Valeria. Respiraba con dificultad, pero se vanagloriaba de su pelea.

 

-¡¿Lo ves, hijo de puta?! ¡¿Ves lo que sucede por enfrentarte a gente de más nivel?! ¡Yo soy Valeria Dreamfire! ¡Yo soy una guerrera! ¡Recuerdalo cuando…! ¡Ah!-

Un empujó por la espalda la pilló por sorpresa. Besó el suelo con su rostro mientras notaba presión en la zona de la nuca y algo le tiraba de la cintura.

 

Con la emoción se había olvidado de mirar a los alrededores. El otro muchacho había vuelto y se había posicionado a su espalda, viendo perfectamente la apertura en su despreocupada actitud. No se lo pensó dos veces y se abalanzó sobre ella. Y ahora controlaba la situación. Tenía una mano sobre su cabeza, impidiendole el más mínimo movimiento, mientras que con la otra buscaba su objetivo. Forzó las piernas de la mujer, hasta que consiguió situarse entre ellas. Su polla parecía que iba a reventar el pantalón. Necesitaba follarla, necesitaba violarla. Y eso iba hacer. Sacó su polla de los pantalones y la penetro de golpe. Un espasmo sacudió el cuerpo de Valeria. La barra de carne le había entrado sin estar ella siquiera preparada. Un grito ahogado salió de su boca y cuando comenzó a moverse el dolor de la fricción la envolvió. La estaban violando. Violando. Gritó y pateó pero no era capaz de quitárselo de encima. Con cada movimiento el dolor le quitaba energía. Si esto seguía así, la situación se le escaparía del poco control que podía tener. Los gritos empezaron a convertirse en sollozos y luego en súplicas… pero no era lo único que cambió. El dolor estaba pasando a ser placer. Su coño comenzó a lubricarse ante tanta estimulación. Sus lagrimas corrían por su mejillas, no solo por el hecho del dolor, sino también por sentir placer. Unos gemidos entrecortados que parecían más un lamento comenzaron a salir de su boca. Su cuerpo dejó de moverse, agotado y derrotado ante la situación. El joven no decía nada. La lujuria le había invadido y sólo podía disfrutar de la situación. Libero la cabeza de Valeria para agarrar con ambas manos la cadera de la mujer. Ella no ayudaba, pero tampoco ofrecía resistencia. Solo se dejó usar como un pedazo de carne sin vida. El joven aumentó el ritmo y ella sabía lo que significaba.

 

-No. No te corras dentro.-Suplicó con sus últimas fuerzas, indefensa ante aquella situación.- Por favor. Haré lo que sea, pero no te corras dentro.

 

Pero el joven la ignoró completamente. Su coño era una delicia y no iba a renunciar a él por unas súplicas vanas. Dio dos envites más y descargó dentro de ella con un aullido. El semen le llenó su útero en su totalidad, notando como fluía la pesada carga en su interior. La soltó y Valeria se deslizó sobre el suelo hasta quedar planchada boca abajo sobre el suelo. Estaba exhausta, pero el calor de su vientre la despertó. Su mente gimoteaba pensando en la idea de quedar embarazada por aquel hombre mientras sus brazos luchaban por arrastrarla lejos de él. Pero el muchacho estaba lejos de haberse aburrido de ella. La dio la vuelta y la volvió a penetrar. Valeria movió los brazos como intentando defenderse futilmente. Los golpes que le daba en el pecho solo consiguieron una bofetada para calmarla. Se quedó clavada y su captor aprovechó para follarse aquel coño que había marcado para sí.

 

-Tu coño es una delicia, zorra. Apretado y húmedo. Un buen coño de puta.- El joven decía aquello como si fueran halagos, como si ser una puta fuera algo bueno.

 

-Por favor. Por favor, para. Para. Me duele.- Valeria comenzó a suplicar entre gemidos.

 

-Ja, no es dolor zorra. Es placer. Se que estas disfrutando.-

 

-No. No. No.-

 

-Deja de mentirte.- Le colocó la mano en el coño y comenzó a masajearlo a la vez que subía el ritmo. -Acepta que eres una puta, ja.

 

-No. NO. ¡¡¡¡NOOOOO!!!!- A la vez que gritaba notaba como un orgasmo le ascendía haciendo que sus piernas vibraran.

 

Se estaba corriendo. Corriendo mientras era violada. Aquello era lo más denigrante que le había sucedido nunca. El placer y la vergüenza se juntaron con el cansancio, haciéndole flaquear las fuerzas. La intensidad por parte de él no estaba disminuyendo y en poco rato el placer volvió a dominarla. Podía notar como por instinto apretaba sus paredes con fuerza contra su polla. Sus piernas se aferraron a él. No podía evitarlo. Su cuerpo se lo pedía y su mitad inferior actuaba por voluntad propia. Gemía y maldecía algo ininteligible. Sus manos la cubrían el rostro, avergonzada totalmente.

 

Fue en el punto cuando su cuerpo se dejó llevar cuando noto que alguien le agarraba de las muñecas y se las separaba bruscamente. Valeria pudo ver con horror que el otro joven se había levantado. Tenía la cara ensangrentada e hinchada, pero aún así sonreía. Colocó cada rodilla en cada lado de su cabeza y pudo ver su polla totalmente erecta frente a sus ojos. Se asustó por su tamaño. Sabía lo que quería y le parecía imposible. No entraría en su boca. Cerró la boca pero las embestidas de otro la hicieron gemir irrefrenablemente.

 

-Tranquila, puta. Ya te tapo yo la boca.- Y de un tirón le metió la polla en la boca.

 

En un primer instante quería cerrarla, cortarsela de un mordisco. Pero no tenía fuerza en la mandíbula. No era capaz. Solo podía intentar empujarla con lengua, lo que no hacía otra cosa que dar más placer al hombre. Podía notar como la cabeza le tocaba la garganta, abriéndose más de lo normal ante la invasión. Entonces comenzó a moverse. La saliva se deslizaba fuera de su boca, juntándose con sus lágrimas. El sabor llenó su paladar. Era un sabor fuerte, amargo y desagradable. Los movimientos hacían que su escroto chocara contra su nariz, haciéndole cosquillas con la mata de pelo que la envolvía. Su cabeza solo la demandaba aire, aire y aire, luchando vanamente por liberar sus vías respiratorias.

 

-Dioses. Que boca tienes puta.-

 

-¡¡¡Aggg!!! ¡Uf! ¡¡Ag!!-

 

-Joder, y cuando intenta hablar es mejor, jaja.-

 

Ahí, indefensa ante los dos asaltos, la mente de Valeria la abandonó a su suerte. Su espíritu de lucha estaba flaqueando. Prefería enfrentarse a demonios, ogros o krakens antes que a estos jóvenes. Eran novatos, inexpertos, pero la habían derrotado como si fuera una novicia. Y la humillación era demasiada. Las lágrimas y el dolor parecía que eran lo único que era capaz de entender ahora, y al juntarlo con el sexo la estaban volviendo loca ¿Y si esto era el placer de verdad? Mientras lo pensaba su visión se fue oscureciendo al ritmo que algo le subía desde su sexo.

 

Al poco rato los tres reventaron en un orgasmo unísono. El semen corrio, disparado directo al estómago y útero de Valeria. Este último se desbordó ante tanta cantidad, derramándose de su coño a pesar de seguir siendo penetrada. Al sacar sus pollas se oyó un sonido de descorche, como al abrir una botella de vino. El semen brotó por ambos agujeros, sin oposición. Ella estaba reventada. Sus ojos estaban en blanco y su rostro tenía una expresión desencajada. Poco a poco se fue desmayando ante la falta de oxígeno.

 

-Parece que la puta se ha desmayado.- La miraron mientras reían. Estaban cansados, pero satisfechos por su captura.

 

-¿Qué más da? Llevemos al campamento.-  Se levantaron y vistieron con lo poco que tenían. La agarraron por cada pierna y la arrastraron lentamente.

 

-Ja, la verdad es que me gusta la idea de tener un coño para por la noche.-

 

-Si, y cuando encontremos un recambio la podemos vender en alguna posada.- Una sonrisa sórdida apareció en sus rostros.

 

-Una idea magnífica, hermano.- Un cúmulo de sórdidas ideas se agolparon en la mente de los muchachos mientras se dirigían a su campamento, deseosos de contarles su plan al anciano.

 

Ser violada para el resto de su vida por gente a la que consideraba inferior. Convertirse en un objeto, en un ente solo útil para su uso…¿A caso ese era el destino de Valeria Dreamfire, la legendaria guerrera? Solo el tiempo lo dirá.