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Ayudando a un vecino

en Sexo con maduros

Pasados unos minutos, yo no podía creer lo que acababa de pasar, de cómo una chica a la que tildaban de muñequita hermosa terminó cogiendo en una casa tétrica y mojada por la lluvia con un viejo sucio en su horrible y mal oliente cama. También el calor de tanto sexo se disipaba y caía en la cuenta de que afuera llovía y hacía frío. Don Alfredo pasada la calentura parecía estar recobrando su personalidad tosca y tajante... Estábamos los dos agitados y cansados.

Hola, mi nombre es Romi, soy de la Zona Sur del Gran Buenos Aires (Argentina) y esta historia que les voy a contar ocurrió en el verano, a varias cuadras de mi casa. Vivo en un barrio humilde de clase media trabajadora, bastante tranquilo y con buena relación entre los vecinos y vecinas... O casi todos.

Para que se vayan dando una idea de cómo soy, paso a describirme: tengo 25 años, pero por mi aspecto, mucha gente me cree de 19 años aproximadamente, soy de pelo negro ondulado, piel muy blanca (como si no conociera el sol), de estatura algo baja, muy menudita de cuerpo, mis tetas son chiquitas, pero tengo lindo culito y unas piernas divinas, mi piel además de ser muy clara, es muy suave y bien cuidada, y de cara soy muy bonita. En fin, lo que comúnmente se conoce como "una muñequita". Además tengo una personalidad muy reservada, no soy de esas chicas alocadas ni muy fiesteras, y eso ha hecho ganarme la mirada de muchos hombres que seguro me veían como a alguien con quien tener algo serio quizás.

En fin, era verano y ya habían pasado las fiestas de Navidad y año nuevo, y estábamos en esos días de enero en los que no pasa nada de lo aburridos que son, y para colmo de males, me había quedado sin trabajo y si bien vivo con mi familia, eso me tenía a mal traer ya que me había acostumbrado a ser independiente en lo económico y a no depender de nadie, a diferencia de la inútil de mi hermana a quien mis padres la criaron muy princesita en cuna de cristal y su único sueño era encontrar a un tipo con plata para que la mantenga y así ella no mover ni una uña. Los días pasaban y entre el calor agobiante y el aburrimiento se hacían eternos.

Todo iba así hasta que mi mamá me cuenta que se enteró por vecinos que había una pequeña oferta laboral en una casa particular, para los quehaceres domésticos y esas cosas, ya que el dueño de la casa hacía muchos años que había enviudado y sus hijos no suelen ir a verlo mucho que digamos; él era Don Alfredo, un tipo al que yo escuchaba que no tenía fama de muy buena persona y en el barrio estaba mal visto por los vecinos, y sus hijos con tal de no estar con él ni aguantarlo preferían pagarle a alguien para que se ocupara de su casa. Al principio la idea no me gustaba, yo venía de otro trabajo donde me ocupaba de otras cosas y con otro entorno pero que por la mala situación económica fui perjudicada en un recorte de personal. Pero también sentía que otra opción no tenía por el momento, y que quizás alguien se me iba a adelantar, así que a regañadientes tuve que aceptar.

Para la "entrevista" tenía que verme con una hija de Don Alfredo y ella me indicaría qué cosas hacer y cuánto se me iba a pagar. Así que fui a casa de ella con una musculosa muy linda de color rosa y un shortcito de jean cortito (en verano por el calor me gusta vestirme con ropa muy corta por una cuestión de comodidad). Ella me dijo que mi tarea sería ocuparme de los quehaceres domésticos y de dejar preparada la comida para que su padre comiera y luego quedara listo para ir a dormir, y que no se requería que yo cumpliera tiempo completo así que al terminar volvería a mi casa. También me advirtió que su padre tenía un carácter bastante especial y que no le llevara tanto el apunte porque generalmente era muy malhumorado y no le importaba como eso podría caer en las demás personas, así que, entre que no estaba muy entusiasmada con mi nuevo trabajo, el dueño podría ser un verdadero dolor de cabeza.

El día había llegado, así que fui vestida similar a como fui a ver a su hija, y al llegar a la dirección que me pasaron, noté que a su casa la conocía de vista por pasar muchas veces y llamarme la atención por lo muy deteriorada que ésta se encontraba; prácticamente era similar a esas películas de terror donde el o la protagonista debe armarse de coraje y entrar a una casa abandonada y embrujada. Por fuera era tétrica e imaginaba que por dentro también, cosa que comprobé al golpear la puerta y que me abriera el mismo Don Alfredo. También comprobé que era cierto eso que decían, ya que traté de saludar cordialmente y el viejo casi ni se inmuta, y no parece decidido a cambiar su cara de pocos amigos... Don Alfredo era un hombre viejo, de 68 años tal como me dijo su hija, con un aspecto descuidado que sobrepasaba lo desagradable: era gordo, con esa típica panza de vino, de contextura física enorme (con lo chiquita que soy yo, hasta un adolescente es enorme al lado mío, pero este viejo era realmente enorme), con abundante pelo hasta los hombros, rizado, todo enmarañado y canoso, tenía también una abundante barba de las mismas características que su pelo, su piel era muy oscura, su ropa muy vieja y daba la impresión de no bañarse muy seguido.

- Hola, buen día, soy Romi, la chica que mandó su hija para empezar a trabajar acá...- No pude terminar que el viejo me interrumpió con voz tajante:
- Sí, ya estuvo esa por acá ayer, hizo visita de médico, dejó artículos de limpieza y por suerte se fue! Las cosas están en el baño, te muestro dónde es así ya conocés también.
 
Cuando entré a su baño casi siento una mezcla entre ganas de vomitar y de llorar por la impotencia que me daba tener que depositar mis energías en un lugar tan asqueroso.
 
- Bueno, no sé qué arreglaron con mi hija, así que podes empezar por donde tengas ganas - Decía con total frialdad mientras se sentó a ver algo de tele - Ah, y me parece que esa ropa no te ayuda mucho, tendrías que haberte traído algo más cómodo para poder trabajar, bah, digo ¿no?
 
La verdad es que Don Alfredo tenía razón, mi musculosa era blanca y nueva, podía tranquilamente ensuciarse, y mi short era de jean y ajustado y no me daba mucha movilidad que digamos, además de que se ensuciaría también con mucha facilidad. Busqué las cosas de limpieza y gracias al cielo habían guantes de goma para no arruinar mis manos, así que me puse en acción. En la casa había mucho olor a encierro y a cosas viejas, los muebles estaban viejísimos y muy maltratados, y los pisos y paredes daban la impresión de estar sucios desde hacía años. Abrí las ventanas pero el olor no se iba a ir tan fácil, la verdad estaba ante todo un caso aparte; y a todo esto, Don Alfredo estaba sentado viendo una televisión de esas muy viejas con la pantalla redondeada, de tamaño algo chico, solo con los canales de aire que se veían algo lluviosos y sin dirigirme ni media palabra. El aire se cortaba con un cuchillo. Lo que me había dado más trabajo fue el baño, y luego preparar algo de comer para luego poder irme. Guardé la comida en un tupper para que luego la comiera y me disponía a irme, cuando me dice:
 
- ¿Entonces mañana vas a venir a la misma hora, no? Tenés que venirte más cómoda para trabajar.
 
Ni las gracias me dio, aún así tomé en cuenta su consejo y me fui a mi casa pensando en lo inútil de mi esfuerzo al limpiar esa casa que prácticamente no cambió en nada, seguía igual de horrorosa y el olor no pude hacer que se vaya del todo. Y ya el sólo hecho de saber que tenía que volver los siguientes días me desagradaba bastante, pero era al menos para tener unos pesos hasta que consiga otro trabajo.
 
Al día siguiente fui ya más cómoda para la ocasión, con una remera sin mangas, de mi talla pero no tan ajustada sino que un poco más holgada y con un shortcito de tela de esos bien cortitos. Don Alfredo seguía en su mala onda, aparte por el calor que lo ponía de mal humor. Así, los días iban pasando, y si bien no me pagaban mucho, tampoco me daban miserias. La estadía allá se hacía extenuante y monótona debido al muy mal estado de su casa y lo mal anfitrión que era el viejo ese, sumado a que por más que se me pidió que no le siguiera el apunte, yo a veces no me quedaba callada cuando me remarcaba algo.
 
Algo que noté una tarde fue que Don Alfredo, mientras yo estaba ocupada, cada tanto miraba mis piernas, pues los shorts que usaba mostraban las piernas enteras, pero no pasaba de ahí ni tampoco me miraba todo el tiempo, de manera que yo seguía mi trabajo lo mejor que se podía... Hasta que una vez, el viejo recibiría visitas en mi horario, así que me pidió que fuera por la tarde allá y no temprano como siempre. Hice lo que me pidió; cuando llegué a la casa, la o las visitas ya no estaban y en la mesa habían cajas de vino barato y un olor también a vino, por lo que supuse que estaba tomando con algún amigo. Al momento de terminar, ya era de noche y me daba cosa tener que volver sola a casa, para colmo había cortado con el idiota de mi ex como para pedirle que me pasara a buscar. Para peor, pedí un auto para que me alcance a casa pero los remises no entraban por ahí debido a que a esa parte del barrio la consideraban zona peligrosa. El viejo me dijo que por esa noche me hacía un lugar para dormir si yo aceptaba, y como parecía no haber más opción, acepté muy a mi pesar, así que Don Alfredo fue hasta un viejo compartimiento que había en el patio trasero de su casa y trajo un colchón bastante gastado y algo sucio para que yo tirara al suelo y durmiera en el comedor. Avisé a mi casa que no iba a ir e inventé que me quedaba en lo de una amiga para que no me hicieran un interrogatorio de porqué no volvía. Así que junté valor, me acosté y Don Alfredo se encerró en su habitación (el único lugar de su casa al que todavía nunca había tenido acceso ya que el viejo no me permitía entrar). La noche fue una de las más largas de mi vida. Casi que no duermo, sólo lo logré un par de horas, el resto de ese tiempo me sentía rara por no dormir en casa, muerta de calor y luchando con los mosquitos que se querían dar un festín con mis piernas.
 
Eran las 06:30 am y como estaba despierta, me levanté para poder irme, afuera ya era de día y ya se podía salir, cuando en eso Don Alfredo sale de su habitación y se sorprende al verme, y claro, se habrá dormido como un oso y ni recordaría que me quedé a "dormir" acá, y estaba en plan de irme cuando me dice:
 
- Al venir ayer más tarde la casa quedó ya en condiciones, así que hoy si querés podes tener el día libre. Pero mañana volvés a la hora de siempre, eh.
 
Imagínense mi alegría! Le agradecí y me fui a casa, total le decía a mi familia que iba a dormir por "quedarnos despiertas toda la noche charlando con mi amiga". Los siguientes días eran siempre lo mismo, aunque con el plus de que Don Alfredo me miraba a veces con disimulo y otras veces sin disimular nada, además de varias contestaciones que yo ya me animaba a darle debido a su mal genio... Hasta que un día, TODO cambiaría...
 
Ese día el viejo tendría visitas otra vez (había pasado más de un mes de aquella noche que pasé ahí), y maldecía para mis adentros porque quizás de nuevo tendría que quedarme ahí. Al mediodía, mi mamá miraba las noticias, y el pronóstico anunciaba lluvia para todo el día, pero la verdad es que había un sol que quemaba y un calor como el de todos los días, hasta que la hora llegó y tuve que irme mientras escuchaba a mi hermana quejarse de estupideces siendo que ella siempre tiene todo servido. Seguía el día caluroso, así que salí con una musculosa algo holgada, de esas que son abiertas a los costados, y con un pequeño short de tela floreado. Iba tranquila hasta que, cuando estaba a media cuadra de llegar, se nubla todo de repente y se empieza a levantar un viento algo fresco, al menos me faltaba poquito para llegar y ya mi casa me quedaba algo lejos para volver a buscar algún saquito de lana. Así que comencé con mi trabajo limpiando las cajas de vino barato y las colillas de cigarrillos mientras Don Alfredo me comentaba que se avecinaba la tormenta, como todo viejito que sabe y habla sobre el clima. Todo seguía su curso hasta que comienza a llover, muy para mi desgracia ya que todo esfuerzo fue en vano: la casa estaba repleta de goteras y por ende se estaba llenando de agua mientras que las paredes se atiborraban de humedad, tirando abajo todo el trabajo que estaba haciendo. Me rendí por completo, sólo quería volver a casa y dejar este trabajo! Don Alfredo sólo alcanzó a reír, nunca lo había visto así, y eso que yo pensaba que iba a reaccionar mal porque la lluvia inundaba su casa, pero no. La noche llegó y de nuevo la proposición de quedarme a dormir, pero el suelo y las paredes estaban todos mojados, entonces el viejo me ofreció quedarme en su habitación (sí, a la que nunca había entrado) porque era el único lugar sin goteras, y fue a buscar el colchón, con la noticia aún peor de que el colchón se mojó todo porque el lugar donde estaba guardado también estaba repleto de agua. Entonces me pidió que lo acompañe a su cuarto y ahí íbamos a ver qué solución encontrábamos.
 
Si su casa era un despojo de cosas viejas y deterioradas, su habitación no era la excepción: las paredes estaban muy sucias, el olor a encierro era peor que en el resto de la casa, había humedad por todas partes, un placard viejo y con las puertas rotas, una silla vieja de madera y una cama matrimonial casi echada a perder, con un colchón viejo y una sábana que vaya a saber cuándo fue la última vez que vio el agua, que era donde el viejo dormía. Fue ahí cuando Don Alfredo me dijo que me acomodara donde quisiera, y elegí la silla y me senté ahí diciendo en vano (porque ni él ni yo lo creíamos) que ahí iba a estar cómoda.
 
- Bueno chiquita, acá hay lugar, pero si querés quedarte ahí, es tu elección.
- Sí, acá estoy bien, gracias.
- Mirá que está haciendo un poco de frío, ¿te trajiste algo de abrigo? Mis frazadasy cosas de invierno las guardo donde el colchón y de seguro todo está mojado también.
- No, no traje, pero no se preocupe, tampoco es tan grave.
- Bueno, como digas...
 
Y así quedamos un largo rato en silencio, hasta que el viejo rompe el hielo con preguntas que me hacía, hasta que surgió una pequeña charla:
 
- ¿Y no tenés novio vos nena?
- Lo tenía, pero hace rato que no salimos más, mejor para mí, era un imbécil.
- Aaahhh, ¿y se puede saber por qué no funcionó más la cosa?
- Es que la cosa no funcionaba y ya, eran siempre peleas.
 
El viejo miraba concentrado, cuando luego dijo con tono burlón y altanero:
 
- Seguro era un pendejo de mierda que no sabía ni tratar con una mujer como vos.
- Usted siempre con sus comentarios, ¿no?
- ¿Segura que no querés venir acá? Mirá que hay lugar, soy gordo pero tampoco ocupo todo, ¿o le tenés miedo a un viejo inútil y arruinado como yo?- Y largó una risa ronca y algo fuerte.
- Mire, cállese y duerma de una vez por favor!
 
El viejo se reía...
 
- Todavía no me preparé para dormir, soy un pobre viejo arruinado ya, vos porque sos joven y tenés energía, yo no. Y ya veo porqué tu novio no está más con vos, tenés un carácter podrido, se habrá buscado otra más divertida!
- Justo usted lo dice! El más amargado del mundo! - Y me reí porque me causó gracia decirle eso.
- Vos seguro no le gustabas a tu novio ni él a vos, él no te calentaba y tampoco vos a él!
- ¿¿¿Y a usted quién le dio calce para meterse en mi vida??? Aparte él no sabía ni calentarse, era un idiota!
- Entonces vos quizás no lo hacías bien...- Claramente el viejo me estaba provocando y yo como una idiota por acostumbrarme a pelear con él caí en el jueguito -A ver, ¿cómo harías vos para calentar a un hombre? y yo después te digo si está bien o mal.
 
Don Alfredo seguía con su tono burlón y soberbio, y yo estaba decidida a ganarle la discusión, así que le iba a mostrar cómo calentar a un hombre, total es un viejo inservible que ya está fuera de combate desde hace mucho y ya ni debe funcionar para nada, pero si cree que se va a quedar con la victoria se equivoca!
 
- Ya vengo don, voy al baño.
- Y yo me voy a preparar para dormir porque me vas a provocar mucho sueño, aprovecho que te vas al baño para ponerme mi ropa para dormir, jajajaja!
 
Viejo maldito, ya va a ver quién soy! Fui al baño, y me decidí calentarlo para que se deje de molestar y se duerma de una vez, así que me propuse que si lo iba a hacer, lo iba a hacer en grande: me saqué mi shortcito, mi musculosa y mi corpiño, y quedé en tetas y con una bombachita color rosa de esas que dejan medio glúteo afuera, y así fui a su repugnante habitación. A todo esto, Don Alfredo se había puesto su "ropa de dormir" que consistía en una camisa de mangas largas muy gastada de obrero, lo que con sus manos callosas daba a entender que habría sido albañil en el pasado, y un pantalón joggin que por la suciedad que tenía no se sabía de qué color era originalmente. Cuando entré, él estaba de espaldas a mí y al escuchar la puerta y voltearse a verme, cambió por completo: estaba como loco, se arrodilló en la cama, se agarraba la cabeza, gritaba, aplaudía, como si su equipo hubiera ganado un campeonato. Eso me parecía entre exagerado y hasta ridículo, como que tampoco era para tanto, pero pensé que quizás hace muchísimos años no ve a una mujer semidesnuda frente suyo. Estaba nerviosa, pero no lo quería demostrar, así que di una vueltita tipo modelo, me agarré mi pelo y hacía poses mientras él no lo podía creer, veía mi piel suave y blanquita combinada con mi bombachita rosa, que contrastaba con la tierra y humedad de su habitación. Luego me acerqué y me recosté boca arriba con las rodillas dobladas al borde de la cama y mis pies tocando el suelo mientras él estaba al lado mío arrodillado en la cama como loco, sólo le faltaba golpearse el pecho como un gorila.
 
- POR FAVOOOOOR!!! MIRÁ LO QUE SOS, NENITAAAAAAA!!!! CÓMO ME ESTÁS CALENTANDOOOO!!!!
 
Yo estaba extrañada, sus reacciones me preocupaban, pensé que le iba a dar un ataque o un infarto, así que con mi pelo tapaba un poco mis tetas, pero él se negó a eso:
 
- NOOOO NENA NOOOO, NO TE TAPES POR FAVORRRR!!!
 
Me asombraba mucho el hecho de ser yo la que provocara tal calentura en un hombre hasta volverlo casi fuera de sí, que casi olvidé el hecho de que estaba semi en bolas en su cama mal oliente. Pero esto era así, y eso generaba una sensación rara en mí, me sentía una mujer que sabe calentar y que podía ser deseada. Y ahí estaba el viejo horrible ese, que cada vez se calentaba más y más mirándome las tetas y jadeando y gruñendo con voz gutural a lo animal salvaje. Y fue ahí que Don Alfredo no aguantó más, no se sacó su ropa porque quizás eso me ahuyentaría, entonces tenía que actuar de inmediato, y así vestido con esos trapos sucios me acostó boca arriba y de cuerpo completo en su cama, se arrodilló sobre mi cintura dejando inmóviles mis piernas, y con una mano agarró mis dos manos y me levantó los brazos a la altura de mi cabeza como si estuviera atada, dejándome totalmente indefensa y a su completa merced, y con su otra mano comenzó a acariciarme las tetas que, si bien eran muy chiquitas, a él no parecía importarle eso. Su mano era enorme y callosa, y al ser mi cuerpo tan menudito, su mano abarcaba mucho, y así se entretenía manoseando mis tetas y mi torso desnudo. Luego, con la mano que tenía libre, me agarró de las dos manos, dejándolas así como estaban, a la altura de mi cabeza (como si le hicieran falta las dos manos con la fuerza que tenía) y tenía mi pecho y abdomen a su entera disposición, así que ni lerdo ni perezoso, empezó a chupar y besar mis tetas, su cabeza era grande, así que también abarcaba mucho, mis tetas y mi torso se perdían entre su enorme cantidad de pelo blanco y su enorme barba desprolija. Besaba y chupaba mis tetas con total desenfreno, aunque yo luego empecé a sentir una gran incomodidad porque al ser yo tan menudita, su boca y barba además de abarcar mis tetitas, abarcaban mis axilas descubiertas, provocándome cosquillas, cosquillas que también sentí cuando besaba mi ombligo. Y fue ahí cuando empecé a hacer fuerza con mis brazos pero fue inútil, el viejo no era ningún debilucho como quiso hacerme creer. Cuando por fin mis tetas se liberaron, fue directo a mí boca y la besaba con desesperación, ahora mi cara y mi boca estaban perdidas en todo ese matorral de pelo y barba, sumado al desagradable aliento a vino que se echaba. Cuando me soltó, me dio vuelta con una facilidad enorme, como si yo fuera un muñeco, me puso boca abajo y repitió su acción de capturar mis manos quedando yo con mis brazos estirados hacia adelante mientras él sujetaba mis manos y se abalanzó con su áspera ropa encima mío sintiendo su peso sobre mi indefenso cuerpito. Ahí comenzó a besar mis hombros y mi espalda, también los costados de mi cuerpo, hasta que soltó mis manos e iba bajando mediante besos por mi espalda hasta llegar a mí colita, fue ahí cuando quise reaccionar:
 
- ¿Qué cree que hace?!!
- Tranquila bebé, no te va a pasar absolutamente nada... Por favor, qué pendeja hermosa que me voy a comer!!!
 
Cuando quise darme vuelta, él ya estaba completamente desnudo, su cuerpo era un espanto, su piel era tan oscura que no se distinguía su color de la suciedad que pudiera tener. Y fue ahí cuando vi su pene, era una mini réplica suya: gordo, grandote, arrugado, oscuro y con abundante pelo canoso y enmarañado. Lo que más me sorprendió fue su grosor, yo suponía que me quebraría a la mitad con tan solo la punta, y fue ahí que se lo dije, casi con tono de nena indefensa:
 
- Don Alfredo! Usted me va a lastimar con eso tan grande que tiene ahí!
 
Él sólo gemía con voz ronca y grave, estaba decidido a embestirme a pijazos y no parecía cambiar de opinión, así que me sacó mi bombacha quedando completamente desnudita frente a ese viejo en su sucia habitación, y ahí su boca fue directo a mi sexo, besando y lamiendo primero mis labios para luego jugar con sus dedos gruesos y ásperos. Yo no lo podía creer, estaba siendo masturbada por el anciano al que odiaba, y encima el viejo lo sabía hacer de una forma bestial, que me provocaba gemidos primero suaves y luego más intensos. Mientras chupaba mi clítoris, con sus manos volvió a acariciarme las tetas mientras que con mis manos yo tocaba su horrendo pelo, pero es como que no me importaba a esta altura, ya que me sentía en las nubes por tal trato que me estaba dando y fue tanto que terminé mojando su cara con mis fluidos mientras arqueaba mi espalda y me volvía loca de placer.
 
Ya quería sentirlo dentro mío, así que agarré su enorme miembro y empecé a pajearlo. Se puso como loco, gritaba y jadeaba con un vozarrón ronco mientras yo seguía volviendo loco a mi viejo y sucio amante.
 
- Así bebé, así. Seguí pajeándome, que en breve la vas a tener toda adentro!!!
 
Don Alfredo ya sentía que se venía cuando sacó mi mano de su verga para no acabar y me puso de costado dándole la espalda mientras él se acomodaba detrás mío y levantándome una pierna, arrimaba su pija a mi concha. Me decía que estuviera lista para que me la metiera, yo estaba lista hacía rato, ya no aguantaba más. Cuando me quise dar cuenta, el viejo me estaba metiendo la pija en la conchita, al ser muy gruesa, me causaba algo de dolor, pero conforme iba perforando, yo iba siguiendo su ritmo (si, una chica de 25 como yo siguiendo el ritmo de un viejo de 68 cuando debería ser al revés).
 
- Nena, tenés la conchita bien estrecha y me está aprisionando la pija! Se nota que el boludito de tu novio no sabía ni coger! Jajaja!
- Ay por favor, métamela toda adentro, hágame suya! Hágame lo que quiera!
 
Esas palabras por lo visto lo volvieron más loco aún, por lo que empezó con el mete y saca mientras me tenía agarrada de la cintura. Yo me volvía loca ante esa pija que vaya una a saber cuándo fue la última vez que tuvo contacto con el agua y el jabón. Él seguía y seguía, sentía su respiración en mi nuca, yo mordía mis labios y gemía como una condenada. Yo estaba delante suyo pero quería más contacto con la persona que me estaba llevando a las nubes, así que al estar atrás mío, con mi brazo llegué a rodear su cuello por detrás, dejando mi teta izquierda cerca suyo. Nos besamos en la boca, luego él fue a mi teta, con la mala suerte de que al chuparla, otra vez su barba rozó mi axila (estaba casi en su cara) haciéndome cosquillas, lo que provocó en mí una ligera y aguda risa. El viejo, al notar esto, con una sonrisa maliciosa besó y lamió mi axila a propósito para molestarme, cosa que me provocó otra risa:
 
- Jajaja, ay Don Alfredooo, no sea maloooo!
 
Al ratito Don Alfredo se levantó y me besaba en la boca mientras con su mano acariciaba mi conchita nuevamente, hasta que me echa boca arriba y él se echa encima mío en la clásica posición del misionero. Yo sabiendo la que se venía, con mis manos me agarraba de las maderas de la cabecera de la cama, como si eso fuese a mantenerme a salvo de esta brutal montaña humana que era Don Alfredo, además como si esas maderas viejas sirvieran de algo. Yo sentía su pija abriendo paso para entrar a mi pequeño y suave cuerpo, y así fue, el viejo bombeaba y me volvía loca, mis manos apretaban esas maderas venidas a menos mientras él gritaba y gritaba como desquiciado, cuando yo de nuevo sentí otro orgasmo que hizo que mi mente volara de nuevo, y al rato él también se venía, así que saliendo de mí, su lechita voló hacia mi cara mientras el viejo parecía que agonizaba y me ordenó a que me la tomara toda, cosa que obedecí sin protestar. Luego nos besamos apasionadamente en la boca, y recordando que además de cogerme me bromeaba, de nuevo levantó mis dos brazos a la altura de mi cabeza y con la otra mano me hacía cosquillas en las axilas y en mi ombligo, esta vez haciéndome carcajear.
 
Pasados unos minutos, yo no podía creer lo que acababa de pasar, de cómo una chica a la que tildaban de muñequita hermosa terminó cogiendo en una casa tétrica y mojada por la lluvia con un viejo sucio en su horrible y mal oliente cama. También el calor de tanto sexo se disipaba y caía en la cuenta de que afuera llovía y hacía frío. Don Alfredo pasada la calentura parecía estar recobrando su personalidad tosca y tajante... Estábamos los dos agitados y cansados.
 
- Nenita, vení a acostarte así ya dormimos.
- Voy a buscar mi ropa al baño y...
- No, vení a acostarte así como estás.
- Pero estoy empezando a tener frío, Don Alfredo.
- No importa, vení que te cubro y nos tapamos con la sábana.
 
Sólo llegué a ponerme la bombachita y mientras él sólo se puso su camisa mangas largas de albañil y se tiraba a la cama, yo me acosté en tetas a su lado, él poniéndome en posición cucharita se acomodó detrás mío y nos tapamos, me tenía agarrada de las tetas mientras besaba mis hombros y yo con mi brazo extendido hacia atrás le acariciaba su nuca y nos dormimos así...
 
Y bueno, ésta fue mi historia de cómo una situación indeseable puede terminar convirtiéndose en la más inesperada aventura. Les dejo saludos, espero les haya gustado este relato (un poco extenso, lo sé, jaja!) y será hasta la próxima!