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Mi joven compañero de trabajo y su novia son míos

en Orgías

Fue algo imprevisto, pero a la vez, muy excitante. Mi compañero de trabajo, con apenas diecinueve años, luchaba por definir su sexualidad; su preciosa novia me agradeció, extensamente, que yo dejara que él indagara en sus deseos a través de mí.

Desde que Pablo llegó al trabajo, su mirada perdida demostraba miedo a no caer bien, también mostraba una extrema sensibilidad. Para entonces, yo ya he salido con varias compañeras de trabajo, con todas ellas lo había hecho, con algunas sólo una vez, con otras varias veces. Pablo se enteró de mi facilidad para ligar y me preguntó qué sentía al ser tan deseado, le dije yo, personalmente, que solo placer. Otro compañero quiso hacerle la vida imposible a Pablo, por ser Pablo el nuevo y algo torpón y por mostrarse demasiado vulnerable; le dije a ese otro compañero que dejara que Pablo se hiciera al puesto y no lo agobiara.

— ¿Y si no lo dejo en paz para que aprenda?, tu que vas a hacer.

—Decirle a todo el mundo lo miserable que eres y, si no es bastante, ya ideare algo que te sobrecoja, nunca hablo por hablar, ya lo sabes Luis.

No volvió a meterse con él, Pablo se acostumbró a su puesto y se hizo popular por su eficiente forma de trabajar. Nos hemos hecho amigos, pablo ya lleva un mes en el puesto.

Pablo se enteró de cómo lo había defendido, su agradecimiento fue muy efusivo; pero los siguientes días su mirada era algo más que amable, se ruborizaba cuando hablaba con él, no me llevaba la contraria en nada y yo sentía que me había puesto en un altar. Yo no deseaba tanto alago, lo había ayudado porque yo creía que era lo mejor. Pablo me dijo que había hablado con una compañera con la que yo lo había hecho el amor y, que le contó que yo tenía una "gran porra"; me pregunto que si era verdad.

—Pablo, para que me preguntas eso, ¿a ti que más te da?

Curiosidad, solo curiosidad Antonio.

—Bueno, algo hay de verdad; pero qué más da, todos tenemos un colgajo.

Yo tengo veinticinco años, dicen que atractivo, con un cuerpo atlético y un pene que es como un garrote gordo de veinte centímetros de longitud, que apunta a la izquierda, cosa que dicen que lo hace más duro aún y, que quien lo prueba no lo olvida. Esto no se debe decir, lo sé, pero para el sexo no soy nada recatado ni humilde, necesito ser así, por eso escribo lo que vivo.

Pablo me invitó a su casa a comer y a bañarme en la piscina, una gran casa; son una familia adinerada. Yo tengo seis años más que Pablo, pero parecen más, mi altura, mi corpulencia y mi rostro así lo hacen parecer. Pablo es también bien parecido, pero más delgado y un rostro excesivamente juvenil para su edad. Al llegar su novia fue un encanto conmigo, se llama Laura y es un primor de mujer, veinte años, algo regordeta pero muy atractiva para mi gusto. La madre de Pablo, divorciada, fue la anfitriona perfecta: me trajo varias veces mi refresco con hielo hasta la piscina, hizo una paella perfecta e incluso me ofreció una habitación para echarme la siesta, cosa que acepté. Dolores, así se llama la madre, tiene un cuerpo muy atractivo para tener más de cuarenta años. En la siesta dormí desnudo y mientras me tocaba los "colgantes" imaginé que era la señora dolores la que me los acariciaba, escuché la puerta de la habitación y era la señora Dolores desprendiéndose de la ropa y metiéndose en la cama. No rechisté, me la folle en la postura tradicional, soltándole el moco sin compasión y dándole unas arremetidas que la dejaron traspuesta. Ese día transcurrió así, el siguiente día solo estábamos Pablo y yo, él se empeñó en enseñarme a tocar el piano. Los dos sentados frente al piano, Pablo tocaba como los ángeles, yo solo lo aporreaba sin dejar de prestar atención a como lo hacía el. Pablo, al explicarme, me miraba la bragueta como un acto reflejo que no pudiera evitar, de pronto me dijo.

—Antonio, ¿te la puedo ver?

— ¿El qué?

—Ya sabes, tu "porra".

—Pero que dices.

—Mi pene es muy normalito, unos doce centímetros, me hace ilusión verte el pene, como algo, no sé, que más que nada es mi curiosidad por ver lo que me han contado las chicas.

No dije nada, solo éramos dos amigos. Me desabroché la cremallera del pantalón, deslice el slip hacia abajo y me saque la polla. Gorda pero no dura, solo mostraba la mitad de su longitud, pero si se me veía en todo su grosor, una buena porra. Pablo me la miraba embelesado cuando dijo

— ¿puedo verla dura? 

Me la agarré y me moví el pellejo con mi mano derecha, le comente.

—Si tocas el piano a la vez que me la meneo me costará menos.

Mientras sonaba el piano yo cerré los ojos y me la menee imaginando a la madre de Pablo, tan amable; con ese coño que tanto disfruté al follármela la visita anterior. A los dos minutos ya notaba la dureza entre mis dedos, abrí los ojos, me mire el pene y vi que estaba duro, duro y brillante, una polla venosa, gruesa como un vaso de cubalibre. Pablo tocaba el piano y ladeaba la cabeza para mirarmela, nervioso me habló.

—Qué barbaridad, pareces un caballo, es tan robusta y grande; ¿te la puedo tocar un poco?

— ¿Que dices?, joder tío.

—Solo un poco Antonio, por favor, déjame sentir su tacto.

—Bueno, vale, pero solo un poco.

Tengo que decir que me excité lo más grande viendo a mi sensible, joven y vulnerable compañero de trabajo queriendo tocármela, coño, la verdad es que me puse caliente, caliente. Su mano, más que tocármela, me la acariciaba Mi polla adoptó el "modo hierro", mostrando una dureza descomunal, Pablo me dijo.

— ¿Puedo hacerte una foto sin que se te vea la cara?

—Joder Pablo, vas a más.

—Te explico, le dije a mi novia que las dudas que sabe que tengo, contigo las quería poner a prueba; si me dejabas. Ella me dijo que le excitaba la idea y, que si era capaz de hacerlo, que le mandara una foto, que quería ver lo que yo le había contado sobre lo que me dijeron.

Pensar, que su preciosa novia quisiera verme la polla me puso a cien.

—Coño Pablo, hazme las fotos que quieras, a mi también me excita la idea, pero; ¿y si le gusta a tu novia y quiere probarla?

—Pues será un placer para mí que se lo hagas a Laura, de verdad Antonio, un placer si ella lo llega a desear.

Sus palabras redoblaron mi excitación y le dije al chaval.

—Menéamela otra vez que se ha agachado un poco, y cuando este "fotogénica", dispara.

Pablo comenzó a apretar mi pene, subiendo y bajando mi pellejo con su mano izquierda. Con la derecha acariciaba mi glande, de color rosa oscuro. Separó la mano derecha y empezó a hacerme fotos, metió la mano en mis vaqueros y, con dificultad me sacó los huevos también. Con todo mi "paquete" al aire y agarrándomelo con su mano diestra, me hizo otra tanda de fotos. Le temblaban las manos mientras, escogiendo las mejores, se las mandaba a su novia por wasap; con solo un comentario escrito, según me dijo: la tengo cogida ahora cariño.

Al poco sonó el pajarito de su móvil indicando que su novia había contestado.

— ¿Qué dice? —pregunté.

—Dice que no me quede en agarrártela, que te la chupe.

—Ni hablar.

Él escribió de nuevo a ella diciéndole mis nones y ella contestó. 

—Dice mi novia que si me dejas chupártela, cuando vuelva, que está de compras, te dejará que te la folles por donde quieras.

Pensé en aquella rubia preciosa, a la que había visto en bikini en la piscina, la imaginé desnuda y en pompa esperando mi pene y solo pude decir.

—Trato hecho, chúpamela compañero.

Su boca se acercó a mi pene, lo besó; me bajé el pantalón hasta las rodillas y, sentado como estaba en la banqueta, lo deje hacer abriendo mis piernas. Me sentía extrañamente poderoso, y más sabiendo que la rubia estaba de camino. Pablo se mojó los labios y comenzó a besarme la punta con besos sonoros, era la primera mamada totalmente consentida por mí que me hacía un hombre. Su boca se abrió hasta que parecía deforme, se tragó mi glande; parecía que no le entraba más, la novedad. Le agarré el cuero cabelludo con mis dos robustas manos y apreté su cabeza contra mi polla, le metí más de la mitad. Pablo cambió de postura y pasó de estar en cuclillas a estar de rodillas delante de mí. Sus ojos soltaban lágrimas por el esfuerzo y agarrándome por la espalda se tragó todo mi miembro hasta hacer que mis generosos testículos tropezaran con su barbilla. Se quedó quieto con toda adentro, mirándome a los ojos con mis gruesos veinte centímetros ensanchando su cuello. 

Cogí su cabeza con las dos manos y la zarandee atrás y adelante como si me hiciera yo una paja con ella, como un guiñapo. A punto de correrme entró su novia por el fondo del salón; me quedé quieto y le dije a Pablo.

—Déjala dentro de la boca, quiero que tu novia te vea así, que se excite y que tome el relevo.

Se acercó Laura, preciosa, vestido vaquero cortito, no dijo nada. Se puso al lado de Pablo, lo beso en la mejilla y le dijo al oído con voz fuerte.

—Pablo, te quiero, que contenta estoy con lo valiente que has sido al probar lo que deseabas.

Laura se puso de rodillas junto a él, acercó su boca a la de Pablo y succionó mi escroto atrapando uno de mis testículos en su boca; lo chupó como si lo quisiera disolver. Yo estaba que me moría de placer. Pablo me mordió un poco la base del pene mientras respiraba torpemente por la nariz. Le dije.

—Pablo, le toca a tu novia.

Tiré de mi culo hacia atrás y a Laura se le salió mi huevo de la boca, seguí tirando más atrás y, mi polla salió del todo de la boca de mi compañero de trabajo. Al salir de su boca mi glande, gordo como una manzana pequeña, la boca de Pablo hizo tal sonido que impresionó a Laura. Ella vio mi polla, ahora al natural, dio un suspiro y abriendo su boca como una leona se la tragó en dos golpes; ¡como chupaba la rubia!, movía su cabeza como si le hubiera dado un aire, coño que me dolía la polla y todo. Les dije a los dos.

—Creo que no voy a poder aguantar más, joder, que casi me corro.

Laura se la sacó de la boca, se quitó el vestido y las bragas; se puso en pompa (un culazo de 10) y me dijo.

—Échamelo todo dentro, que tomo la píldora y quiero sentir el calor de tu leche, cabrón.

Se la metí en el coño de golpe, ella dio un gritito; y Pablo dijo, ¡joder como te ha entrado cariño! La dejé muy adentro sin moverla unos segundos, había deseado tanto a esa graciosa rubia. Luego me moví a tal ritmo que, mis piernas hacían ruido al tropezar con las piernas de Laura, mis huevos golpeaban sus cachetes. Mientras tanto Pablo hizo varias fotos desde cerca de la penetración. Sentí un tirón en mis huevos y estos se contrajeron contra la base de mi pene, sentí salir mi semen ampliando mi uretra. Mi cabeza liberó la tensión y sentí como si estuviera mareado y muy dichoso. Laura cayó de lado sobre el suelo, agotada, su vagina manaba mi semen, muy blanco ese día; un semen que se deslizó hasta el suelo. Mi polla quedó en el aire dando saltitos y soltando gotitas mientras comenzaba a menguar. 

Me quedé a dormir esa noche en la misma cama con los dos; la madre de Pablo regresó de madrugada, cuando yo ya me había ido, pero antes de que ella regresara y, estando los tres en la cama, me desperté empalmado y despertándolos también a ellos les dije a los dos.

—Por favor, ¿podéis darme el gusto de poner los dos vuestros culos en pompa?, juntos, uno junto al otro; que me gustaría penetraros por detrás los dos, alternado vuestros culos, ¿me dejáis?, lo haré bien.

—Sí —dijo Laura

—Lo que tú quieras, si lo deseas —dijo Pablo.

Nos habíamos duchado juntos los tres antes de acostarnos y esa extraña pareja, con sus dos claritos culos en pompa esperándome, olían a limpio. Les dije que me esperaran así en pompa. Fui a la cocina y batí un huevo con un poco de mantequilla y dos cucharadas de harina de freír en un tazón (se me ocurrió a bote pronto "la receta"). Me acerqué a la cama viendo que sus culos seguían en alto, metí mi mano en el tazón y cogí un pegote de esa masa espesa y se lo estampe en el culo a Pablo; cogí otro pegote y se lo plante a Laura. Con las dos manos unte mi pene con la masa, estaba empalmado como un borrico. Apreté contra el culo de Laura y con un poco de esfuerzo se la clave entera en varios achuchones, su ano se dilató al poco, se la saqué. Con sorpresa comprobé que, al acercar la polla al culo de mi amigo, su ano se abrió ante mis ojos como una flor; permitiendo su laxitud metérsela, de golpe, hasta los huevos. Metía y sacaba sin compasión, Pablo daba gritos suaves que eran como suspiros. Lo dejé con el culo abierto y se la metí de nuevo en el culo a Laura. Todo estaba aceitoso, mi pene quería reventar. Se la saque a Laura y les dije a los dos.

—Oye, daros la vuelta, que me quiero correr viéndoos, por favor.

Se pusieron de rodillas en la cama mirándome y abriendo mucho las bocas. Yo me puse a meneármela de pie frente a ellos, mis huevos colgaban llenos de la masa aceitosa, ¡joder que corrida! Mi semen manó en varios chorros espesos, arqueado. No apunté a sus bocas, no, apunté a sus ojos, haciendo que sus párpados se pegaran. Ya corrido, le metí el pene en la boca a mi compañero de trabajo y le dije.

—Límpiamela a fondo y, trágate todo.

Con sus ojos sellados temporalmente con mi semen, succionó mi pene tragando los restos de mi semen y de la masa de huevo y mantequilla. Después chupó mis huevos como un profesional, hasta mi culo llego su lengua, haciéndome estremecer por su forma esmerada de limpiar mi cuerpo hasta en los lugares más recónditos.

No hace mucho de ese día, pero desde entonces, me los he cepillado tres veces más a los dos juntos; sintiéndome extrañamente poderoso. El otro día, con el calor estival, me empalmé en el trabajo y, no pudiendo esperar a tenerlos juntos, me llevé a Pablo al almacén, una vez allí le dije.

—Pablo, chúpamela hasta que libere mi tensión dentro de tu boca.

De su boca brotaba mi semen y, al mirarlo a los ojos; rodeados de  trastos viejos los dos, él agachó la mirada y vi que estaba avergonzado, pero a la vez feliz. Mientras mi semen bajaba aún por su garganta, Pablo besó la punta de mi miembro con un beso de total entrega y sumisión.

(C) Antonio Alexilo 2018