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Mía.

en Sexo con maduras

Cierto día estaba aburrido y maquinalmente me dediqué a mirar mis cuentas en alguna de las tantas webs de BDSM.

Patios de colegio, en manos de grupos de pavos reales, palmeros y fauna diversa curiosa. La mayoría funcionan como una forma encubierta de contactos y son coto de caza semiprivado de estos grupos.

Pero, a veces, muy de vez en cuando, publican cosas interesantes; antes que los palmeros las desvirtúen por intereses del grupo y en apoyo de la caza de alguno/a.

Con su parte buena y mala, estoy en ellos y participo. Eso sí, menos de lo que me gustaría, por tiempo y por desencanto de que sirva realmente para ayudar a alguien o enseñar. Pero leo todo lo que se escribe en los distintos apartados y sigo aprendiendo. A veces, hasta aporto un granito, que se pierde en los miles de post de los palmeros.

Aunque mi trabajo de vez en cuando me permite alguna que otra libertad, no dispongo del tiempo de abueletes y desocupados, que se pasan el día en estas webs y escriben miles de post, aunque solo sea para saludar y mostrar que están al pie del cañón. Y sinceramente, mi tiempo libre lo dedico a lo importante, más que a estar por estar.

En general, hay cuatro tipos de sumisas. Las que han masticado y bien masticado el sistema, las que tienen amo, las vainillas que sólo buscan sexo duro y las novatas en busca de amo. Nunca pensé en encontrar nada en estas webs.

Pero….¡Quién lo diría!

Su perfil no era nada especial. Quizás, otra madurita que había leído el “50 sombras….” Y buscaba un poco de morbo. Un poco de sexo duro, para poder presumir con sus amigas de que ella ya lo había probado.

¡¡¡ Para nada una sumisa de verdad!!!

Sin embargo……..

Empezamos a hablar…….

Y mientras me desgranaba su vida, sus decepciones, sus deseos y lo que buscaba; me reafirmaba cada vez más en mi primera opinión.

No dudaba que lo quería de verdad. Pero, aún tenía que descubrir, si solo buscaba la emoción de probar algo nuevo, simplemente, o poder fardar que lo había probado. Seguir una moda, a fin de cuentas.

Aunque no sabía qué, no dudaba que ella estaba dispuesta a hacer lo que fuera para conseguirlo.  El problema es que, por suerte o por desgracia había dado conmigo. Un cabronazo que la enseñaría sí. Pero que también la usaría sin compasión.

Habría tenido más suerte de haber hecho caso a los pavos reales de la página. Le habrían dado unos azotitos, le habría hecho que se la chupara; quizás con un poco de suerte si alguno había tomado viagra ese día; la habría follado. Así tres o cuatro sesiones hasta que ella misma se diera cuenta que la habían utilizado y pusiera fin. Pero, al menos cada cual se habría podido llevar lo que buscaba. Ellos/as otra muesca en el cinturón de la que pavonearse y fardar, coreados por los palmeros. Ella cumplir su fantasía, aunque luego no comentara a nadie la verdad.

No me importaba pasar un buen rato con ella y hacer su fantasía realidad.

Pero no era eso lo que buscaba. Buscaba algo especial. Un diamante entre tanto barro. Alguien a quien descubrir y formar poco a poco. Una compañera, una parte de mí.

La otra cara de mi moneda.

Pasamos mucho tiempo chateando. Yo no la creía. Ella trataba de convencerme de que era cierto lo que me decía. Lo normal es que durante estas conversaciones terminemos descubriendo que es un tío, haciéndose pasar por mujer. O un niñato pajillero, que no se sabe muy bien el placer que busca. O, las mínimas de las veces, una chica, que al final no pasará de calentarse un poco con la charla y nunca quedará. Al final quise salir de dudas. Y le propuse quedar.

Y para mi sorpresa ……………. ¡Terminamos quedando!

Algo realmente difícil de lograr. Ya que, en estas webs si tratas de hablar con 100 mujeres, lo normal es que termines hablando con 10. Y de cada 100 con las que hables, que quedes a los sumos con un par.

Y que encima seáis compatibles……… pues ……..

¡O me había tocado la lotería o me iban a dejar colgado!

Con las lógicas dificultades de tiempo y espacio me las arreglé para quedar donde no le pudiera causar problemas con su vida normal. Es muy normal que no atreviéndose a decir que no, queden contigo y luego no aparezcan o les surjan mil cosas que les impiden ir en el último momento.

Aunque no terminaba de creerla, su insistencia me decía que podía fiarme de que aparecería. Pero también había algo más. Llamémoslo intuición, pero algo me decía que había mucho que descubrir en ella. Que era una mujer que había sido desaprovechada por los hombres. Que no habían sabido ver lo que había en ella y lo que podía ofrecer.

Cuando la vi llegar lo primero que pensé es que el vestido que llevaba no le hacía justicia. Venía hecha una mar de nervios, pero aún así vino. Una madurita bien conservada con una amplia sonrisa. Piernas delgadas, bonitos pechos. No muy alta. Con un poco de barriguita. Tenía muchas posibilidades.

Sin querer mi imaginación, empezó a jugar con qué tal estaría vestida de esta o aquella forma. Como le sentarían unas medias o unos largos tacones. Tiene un bonito cuello, perfecto para un collar de metal.  Cuando empecé a imaginarla de rodillas, paré de dejarme llevar por la imaginación. No era momento aún.

No lo negaré. Me gustó desde que la vi.

Venía con unas inmensas gafas que ocultaban sus ojos y que no me permitían apreciarla en toda su dimensión.

Cuando se las quitó, pude ver nerviosismo y miedo, pero a la vez determinación y que estaba disfrutando de la situación. Esto mejoraba por momentos.

Necesitaba que se relajara y poder hablar con ella en sitio público, en el que no tuviéramos a todo el mundo pendiente de nuestra charla. Simplemente me dejó que la condujera al primer sitio que reunió todo esto.

Durante el camino y en el sitio, el cambio fue radical. Tímidamente, pero con decisión empezó a hablar y a aparecer, eso que yo buscaba.  Había estado allí desde niña y una familia controladora, hasta cierto punto lo había coartado tanto como amplificado. Una veintena de años de matrimonio y un amante, no habían sabido sacarlo, aunque se habían aprovechado de ello. Hasta que ella, simplemente se dijo, que quería disfrutar de la vida antes de que fuera tarde.

La habían follado, sí. Había disfrutado. Pero no se había sentido plena. Se había engañado ella misma con que eso era lo normal. Y se había acostumbrado a una cotidianidad que cada vez la dejaba más insatisfecha. Llegando a un punto en que sus mejores momentos eran los que ella sola se proporcionaba. ¡¡¡Qué desperdicio!!!

Había mucho potencial oculto y tenía que sacarlo a la luz.

La primera vez, la follé en la esquina de la nave donde trabajaba su marido. Desde donde estábamos podríamos haberle visto si hubiera salido. La excitaba tanto el hecho de estar haciéndolo en un sitio público, en el que cualquiera podría vernos, como el morbo de tener tan cerca a su marido. Una mezcla de miedo y excitación que hizo que se corriera a chorros.

La siguiente vez la llevé un poco más abajo del polígono, desde el que salía una carretera que tomaban muchas furgonetas de trabajadores. Y entre unos coches la desnudé y la hice gemir como una perra. Mi intención es que hubiera parado una de las muchas furgonetas de obra llena de trabajadores. Y haber hecho que todos se la follaran allí mismo. Para que estos mismos chicos, lo contaran y que llegara a oídos de su marido; que se habían follado una puta en el polígono. No hubo suerte, ya que una carretera tan concurrida, ese día apenas tuvo tráfico. Ni siquiera una parejita de la guardia civil. Así que me tocó hacer los honores. No me importó, ya que estaba preciosa, desnuda, en mitad de la calle, gimiendo como la perra que es.

Hablábamos cada día. Y cuando no podía verla, jugaba con ella en la distancia. Sacaba el vicio que había en ella y la hacía correrse una y otra vez. Muchas veces cuando llegaba la familia la encontraba muy cansada, ya que la había hecho correrse varias veces.

Su poca vida sexual con su marido cambió drásticamente. Ahora yo le decía cuando podía o no, follar con su marido. La vida del cornudo mejoró sensiblemente, ya que necesitaba que estuviera contento, para yo poder disfrutar de ella a mi antojo. Así que la ordené tenerlo contento. Incluso que lo provocara y follara cada cierto tiempo, para descargarle de semen y que no pensara.

Paralelamente su familia pudo disfrutar de su cachondez. Después de correrse se pasaba por el coño los cubiertos con que iba a comer la familia o sus cepillos de dientes. Aclararé que no había menores en la familia, sino hijos e hijas mayores, que se dedicaban a no hacer nada y no ayudarla en casa, ni en nada; pero si reclamar de todo.

Su marido, además, en más de una ensalada, en la salsa o en una crema, probó mi semen. Que ella celosamente llevó a casa para dárselo … de condimento. Había una morbosa venganza, que disfrutaba, por no haber sabido descubrirla, después de tantos años.

Cada vez la iba conociendo mejor y nuestra relación se afianzaba aún más, hasta formar parte de mi y yo de ella. Mucho más profunda que la de un matrimonio normal. Mucho más intensa. Mucho más viciosa.

Sería un error pensar que nuestra relación se basaba únicamente en el sexo, ya que nos estábamos conociendo íntimamente a nivel de persona a persona. En el sexo había mucho aún que recorrer y como amo-sumisa aún más. De momento, aunque pudiera parecer muy intenso, estábamos empezando a jugar nada más.

Si. Nuestros juegos eran intensos, porque nuestra relación era intensa. No era simplemente un amante, con el que tener más de lo mismo que tenía cotidianamente. Día a día se sentía cada vez más parte de mi y yo de ella. Se entregaba a mí, hasta el punto de hacer todo lo que le pidiera. Juegos como que vistiera de esta u otra manera, con ropa interior o sin ella, incluso que fuera provocando a los chicos en determinados sitios eran lo mínimo que hacía. El meter mis dedos en su coño, para probar su sabor, siempre que quería. Besarla, magrearla o exhibirla. Llevarla a mi lado cogida del cuello, como un par de enamorados.

No es solo que yo se lo pidiera y ella obedeciera. Siempre pudo negarse e incluso se reveló a veces. No me importaba porque sabía que solo estaba intentando hacerse valer y al final, terminaría haciendo lo que le pedía. Estaba dentro de ella y luchaba por salir. Yo simplemente le daba salida. Podía enseñarla mil juegos, pero no podía hacerla disfrutarlos, si no estaban dentro de ella. Yo era la excusa para acallar su conciencia y su vergüenza, de lo que no se atrevería a hacer sola. Pero…. si era una orden, toda esa culpa, desaparecía y entonces, liberada…daba rienda suelta a la puta viciosa, que disfrutaba como nunca y sin cortarse un pelo.

No era mi intención destrozar su vida. Seguía siendo ante todos, la esposa devota, ama de casa impoluta, hija, madre. Sus amigas, sus relaciones, su vida normal, no se veían afectadas. Esa parte quería que fuera bien, de echo mejoró desde que nos conocimos, ya que toda esa tensión que se tragaba, por no poder mostrarla, pudo darle rienda suelta sin que afectara a su vida diaria.

Pero cuando estaba a mi lado, cuando oía mi voz…. se transformaba en mi perra, dispuesta a hacer todo lo que le pidiera. Eran como la noche y el día, la señora y la puta. Se podría pensar que tenía graves problemas psicológicos, pero no era así. Había sido siempre así, solo por educación, por lo que se siempre le habían contado que debía ser… lo había ocultado. Y con la persona que debía haberlo sacado, su marido, no había habido la confianza que debía haber habido para hacerlo realidad. O simplemente él se aprovechó egoístamente, de lo que le ofrecía. Creo que a más de una lo ha vivido. Incluso un amante que tuvo, solo disfrutó del sexo con ella, mientras le interesó, sin preocuparse por sacar lo que había dentro de ella.

Para mi suerte, la estupidez y falta de visión de todos ellos, la había traído virginal a mí, para que la enseñara a ser ella misma. Pasito a pasito iba descubriéndola y era un viaje, de ambos, excitante. Tiraba de ella, como si fuera de un fino hilo que pudiera romperse e iba saliendo de ella, cosas que me asombraban y me ilusionaban. Estaban allí, escondidas y solo había que sacarlas a luz.

Podría parecer que llevar esta doble vida era muy complicado y ciertamente, no era tan fácil como parece. Pero lo asumió bien, además que hice que fuera para ella fácil. Sólo tenía que ser ella misma en esos momentos de libertad. Nunca la obligué (era libre de no hacerlo, si no quería), ni hubo ni habría represalias ni castigos si no lo hacía. No quise cambiarla. Era perfecta como era y yo solo tenía que sacar lo que tenía dentro. Enseñarle a controlar esa fuerza y que lo disfrutara. Hubiera sido un idiota si hubiera querido cambiar o coartar lo que era.

Había mucho que hacer. Para empezar, no habían sabido tocarla.  Sus pechos eran puro vicio, pero apenas tenían sensibilidad. La primera vez que se corrió con tocarle sólo los pechos, le pilló por sorpresa. Hoy disfruta de unos pezones súper sensibles que la hacen correrse.  Y que cuando están duros, con el roce de su ropa, le mantienen mi coño mojado. Me encanta comérmelos y morderlos hasta hacerla retorcer de placer. Y a ella, que lo haga.

Quería que la follara en casa de su madre, en la cama de sus padres. Una fantasía propia de adolescentes, que quería cumplir muchos años después. El destino nos lo impidió, pero me dio la oportunidad para testar a la sumisa. Aproveché para hacerle probar diferentes disciplinas del bdsm. Diversos juguetes y juegos. Disfrutó todo lo que le hice. La follé de todas las formas. Volvió a casa con el coño bien abierto, llena de mordiscos y semen. Con una sonrisa de oreja a oreja. Tiempo después me dijo que ese día se sintió como nunca, que era ella misma. Si hubiéramos estado más tiempo en ese hotel, junto a la casa de su madre, hubiéramos roto la cama.

La primera vez que la desnudé y la subí a la barra de un bar, quedó grabado en su memoria, como tantos otros momentos. Mientras abierta de piernas encima de la barra, le comían el coño. Una multitud de manos pugnaban por tocar su cuerpo. Sus pechos, sus piernas. Previamente había estado rodeada de pollas de rodillas por debajo de la barra, chupando como una descosida.

Lo mismo que la primera vez que la lleve a que la follaran unos amigos. En un hotel con cuatro chicos, turnándonos para que su coño y su boca estuvieran siempre llenos. Tres horas en que no dejo de estar llena. Acabó muy cansada y muy feliz.

La siguiente vez, no fueron solo cuatro sino muchos más. Perdió la cuenta de con cuantos estuvo. Pero estaba contenta de que los cuernos de su marido hubieran crecido hasta el infinito.

Las chicas, aunque le daban morbo, no le gustaban tanto. Mientras le comía el coño la típica rubia de calendario, la tenía que follar con ganas. No le gustó. Ni tampoco cuando en una barra de bar, otra se abrió de piernas, para que lo mismo que comía pollas, le comiera el coño. Si le gustó cierta vez que le llevé una lesbiana a comerle el coño. Pero lo cierto es que, lo que realmente le gusta, es una buena polla partiéndola en dos. Y sobre todo, si es la mía.

Aún recuerdo el día que, follándola a cuatro patas, grabamos un video en el que le contaba a su marido que la polla que le estaba perforando era la que quería y que era mi puta para hacer lo que yo quiera. Que era un cornudo, que no sabía follar. Cómo lo decía y cómo miraba, nos dejó impresionados y excitados a todos los que estábamos allí. Evidentemente, su marido nunca vio el video, ni nadie más. Ni otras fotos y videos increíbles. Nunca dejaría que nada pudiera hacerle daño ni poner su vida normal en peligro.

El día que le entregué su collar (de paseo) fue importante para ambos. Muy discreto y fácil de llevar. Alternaba entre su cuello y su muñeca. Al principio le llamó la atención a la familia, pero pronto lo aceptaron y se acostumbraron a verla con él, de tal forma, que realmente ni lo veían. Nada tan oculto como ante la vista de todos, mostrando su condición de sumisa. Aunque hablando propiamente es una esclava por elección propia. Y lleva orgullosa su collar ante la vista de todo el mundo, proclamando a quien pertenece y que la gente normal, no ve nada más que un adorno en su cuello o muñeca.

Cuando no está a mi lado, simplemente con mi voz se moja enterita. Sus corridas son espectaculares, hasta el punto de empapar la cama. Mi coño, mis pezones, toda ella; le dan sensaciones que nuca hubiera creído.

Cuando está con su familia o amigos y le cuentan de tal película subida de tono, cotilleos de lo que ha hecho alguna o cualquier otra cosa sobre sexo; ella disimula, sonríe y calla. Podría explicarles muchas cosas y dejarlos boquiabiertos. Es demasiado buena para compadecer al resto de mujeres, por desconocer lo que es el placer. Aunque sé que disfruta interiormente del “jódete que tú no lo tienes ni lo vas a saber en tu puta vida”. Nunca dije que fuera tampoco un ángel, aunque para mi si lo sea.

Spanking, bondage y shibari, emputecimiento, cesión erótica del poder, gang-bang, bukake, dogging…. Hay toda una larga serie de cosas que ha disfrutado y que aún sigue disfrutando y descubriendo cada día. Pues si hay un sitio en que la imaginación es imprescindible, es aquí. Pese a todo lo que hemos hecho, aún nos queda mucho más y redescubrimos cosas cada día. No nos aburrimos ni nos aburriremos. El morbo, la imaginación, la innovación, el hacer realidad las fantasías, el probar cosas nuevas, el placer, la risa; es nuestro día a día.

He de reconocer que he tenido mucha suerte. He encontrado esa pepita de oro en el barro. Mi diamante.

También sé que estará conmigo mientras ella quiera. En ningún momento he querido manipularla, como hacen otros, ni crearla una falsa dependencia. No lo necesito, esta conmigo porque quiere. Y si desea irse no voy a estar haciéndole chantaje, ni poniéndole trabas. La echaré de menos y se llevará un pedacito de mi corazón, pero solo quiero lo mejor para ella.

Pudo haberme dejado durante un tiempo en que tuve otra sumisa, a la vez. Y sin embargo, siguió conmigo. Pudo dejarme las veces en que me vio follar a otras. Pudo dejarme por cualquiera de esos dignos amos que piden respeto y cuando te das la vuelta, le pasan su número de teléfono a tu chica para quedar, o mandan a su sumisa para que la convenza de irse con ellos.

Hoy está en la playa, tomando el sol, con su familia, como cualquier otra familia normal. Excepto porque me gusta que haga topless de vez en cuando, para disfrute de los que se encuentran alrededor, aunque normalmente es más recatada. Hablo con ella a ratos perdidos y ya ha tenido que poner varias veces a secar el colchón. La distancia no es problema para nosotros, excepto porque no podemos tocarnos físicamente. Tiene total libertad para hacer lo que quiera, aunque sé que si quiere follar me pedirá permiso antes. Sé que, de forma discreta, está siendo una calienta pollas con muchos y muchas. Seguramente estará en el punto de mira de más de uno y una. Puede incluso que ya le hayan hecho alguna propuesta.

Espero a que venga para partirla en dos a pollazos y saciarme de ella. Después de nuestros reencuentros cuando ha pasado tiempo, necesita una semana para reponerse. Pero es que no tenemos medida cuando estamos juntos.

Muchos pensarán que vaya sarta de mentiras que he escrito. Que es una fantasía. Que nadie puede hacer lo que digo. Pero otros saben dentro de sí que es cierto y que les encantaría probarlo. ¿verdad?

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Comentarios y críticas será bien recibidos.

Y si puedo aclarar alguna duda al respecto, ya teneis mi email.

gracias.