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Una familia diferente (III)

en Sexo con maduras

Hubo quien me dijo que quería saber de dónde había salido, todo lo anterior.

Quizás esta pincelada le aclare algunas dudas.

(Por cierto. No confundir con la protagonista de "Mía", que es otra persona distinta)

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Es curioso cómo se desarrolló la historia con ellos.

Todo partió de una llamada de teléfono. Había puesto un anuncio en internet buscando una pareja. El resultado dejaba bastante poco que desear.

Llamaba poca gente.

Unos preguntando qué les iba a hacer. Querían detalles y demás. En el fondo querían ahorrarse unos eurillos de llamar a una línea erótica y que les contases, para mientras tanto hacerse unas pajas. Pajilleros tacaños buscando morbo.

Otros pidiendo fotos desnudo. La mayoría de las veces chicos jóvenes, que a veces, incluso usaban a amigas de gancho o llegaban a poner voz de mujer. Gays frustrados en el fondo. Lo cierto es que nunca entendí que placer podían encontrar. Quizás llenar un tiempo, porque no tenían ninguna perspectiva mejor. No lo sé.

La mayoría de las veces no eran lo que decían, sino gente aburrida con tiempo libre, jugando con el anonimato que internet proporciona.

Y pocas veces, muy escasamente, alguien que si coincidía en lo que pedías. Aquí tampoco era todo tan bonito. Ya que una parte sólo querían informarse y no irían mucho más allá (cotillas, para luego ser los que más supieran cuando hablaban con los amigos, pero sin ninguna intención de hacer nada) y los realmente interesados, que tenían tanto miedo que rara vez llegaba a conocer.

Como comprenderéis, tras mucho tiempo y escasas perspectivas, mi forma de actuar cambió. Ahora hablo con ellos, pero algo rápido y para quedar, de tal forma que lo que haya que hablar se hace cara a cara con todas las partes interesadas. Lo que supone que apenas hay contactos.

La primera vez que me llamó Manuel, llamaba con mucho miedo. Me dijo que buscaban y yo les dije lo que buscaba. Le dije de quedar y me dijo que tenía que consultarlo con ella. Pensé que no volvería a saber de ellos.

La segunda vez, concertamos la cita. Les pedí una foto de ambos vestidos, para reconocerlos en el sitio en qué quedamos. Una pareja normal. La hora y el sitio dónde quedamos me hacía desconfiar también. Ya que mucha gente queda y luego no aparece.

Podréis pensar que soy un desconfiado. Pero la experiencia de haber contactado con mucha gente en el tiempo y ver lo que ocurría, hace que, aunque buscara, no me fiara nada. Era algo que estaba ahí. Si salía bien; pero si no lo veía claro, que no me quitara el sueño. Y mucho menos, me hiciera ir a las tantas de la noche a un sitio perdido, que nadie conoce, para que luego nadie apareciera (en el mejor de los casos).

Pero el caso es que vinieron. Muertos de miedo, lo cual era una buena señal, ya que eso quería decir que iban en serio. Tomamos un café y hablamos distendidamente. Ella me gustó, pero no sabía si lo hacía sólo por seguirle la corriente al marido y al final, todo se iría al traste. A él tampoco le veía seguro de quererlo. No sabía de cuál de ellos era la fantasía, ni quien llevaba la voz cantante en este tema. Pero decidí arriesgarme.

Les propuse que fuéramos a otro sitio más bullicioso, con música y rincones. Un pub grande que conocía. Sin el ruido de una disco, pero con una pequeña zona de baile y sillones ….. y aceptaron.

En el trayecto, me senté atrás con ella, mientras le iba indicando. Parecían reacios, pero un cierto brillo apareció en la mirada de ambos.  Ya sin gente alrededor, pregunté libremente y se fueron abriendo. Posé mi mano en la rodilla de ella……..

Y ahora si estaba seguro de que ella si lo deseaba. Les dije lo que iba a pasar y como iba a cambiar su vida. Les pregunté por el rol que quería asumir cada uno. Aunque vista la situación, empezaba a quedar claro. Claro que, muchas veces una cosa es una fantasía y otra, que al hacerla realidad no se vaya todo al carajo y se echaran atrás. Cosa que también suele pasar.

Más tranquilamente, la abracé con una mano por la cintura, mientras con la otra le abría dos botones del escote. No hice nada más. Me miraba expectante, pero sin miedo; más bien curiosa. Quería que se acostumbrara a que la tocara. Manuel miraba más de la cuenta por el espejo retrovisor y tuve que advertirle. Si nos llevábamos un susto puede que todo terminara antes de empezar. Cuando de nuevo fijó la vista al frente, pasé mi lengua por el canalillo de María, subí por su cuello. Lo besé. ¡Aún recuerdo lo bien que olía! Y nos fundimos en el primero de muchos besos apasionados. Me encontré con una chica a la que le gustaba besar tanto como a mí. Recuerdo que nos tuvo que interrumpir su marido para que le dijera por dónde ir. La miré a los ojos y brillaban, seguramente tanto como los míos.

Tras dirigirle volví por esa boquita. Fue de esas veces en que te sientes en casa. Fue un instante mágico en que se abrió a mí.  Supe en ese momento, sin que nadie me lo dijera, que haría todo lo que le pidiera. Con ese convencimiento me perdí en el beso, en sus labios, en su perfume, en…ella. Mis manos recorrieron su silueta, sin ir más allá.

Cuando el coche paró e inició la maniobra de aparcamiento, nos pilló por sorpresa. Nos recompusimos y miramos hacia delante como si nada. Una ligera sonrisa de ella me decía que esto iba a salir bien. Ahora veríamos como iba a ser con el marido.

- “Manuel, espera un momento. Me habéis comentado lo que queréis. Ahora voy a hacerlo realidad. ¿lo tienes claro?”

Manuel, balbuceó…. ”Sí, creo que sí”.

- “No me vale eso Manuel. Ahora voy a entrar en este sitio con ella de mi brazo, como si fuera mi mujer. Voy a jugar con ella. Y tu vas a estar con nosotros. Vas a obedecer. ¿De acuerdo?”

Manuel movió la cabeza afirmativamente y dijo “Sí”, en un susurro. Me miraba por el espejo retrovisor, pero aún no me convencía.

- “Vamos entonces”.

Nos bajamos y tendí mi brazo a María. Manuel nos siguió, sin saber muy bien que hacer. La miré a ella y le sonreí: -“¿Y tú no vas a decirme nada?. Me devolvió la sonrisa y juguetona me respondió: – “No señor”, con un pelín de sorna. Jejeje, me daba que a ella también le iba el juguetear.

El local no exigía pago de entrada, pero había que pagar las copas. Estaba más lleno de lo que esperaba, por lo que tuvimos que acomodarnos en la barra, a la espera de que quedara alguna mesa libre. Estábamos con gente mucho más cerca de lo que habría querido. No podríamos hablar con libertad. Tocaba cambio de juego, ya que podía oír con total claridad las conversaciones de nuestros vecinos de barra.

- “¡Pues menuda sorpresa nos has dado, Manuel! Tanto tiempo fuera por trabajo y mira que de nuevo te destinan aquí. ¡Espero que sea por mucho tiempo!”

Ambos me miraban atónitos.

Pude ver como algunas chicas de las que nos rodeaban ponían sus antenas en modo escucha. Me recordaron a “la vieja del visillo”, jejeje.

- “Lo que no sabía es que no habías recibido la invitación para nuestra boda. Ya sé que fue muy precipitada. Y no conseguí tu teléfono para llamarte. Me hubiera gustado que vinieras”.

Como seguían con cara de bobos. Les hice una seña mirando alrededor para que se dieran cuenta de los que nos escuchaban. María lo capto enseguida, pero él seguía sin entender.

- “Bueno. ¿Y que te parece mi mujercita?” Aproveché para cogerla por la cintura y plantarle un piquillo en la boca. Acto seguido bajé mi mano y agarré su culo.

Manuel, balbuceó: - “si, bien”, mientras me miraba fijamente.

La puse delante, de espaldas a mí y la abracé por la cintura desde atrás. Mi boca fue a su cuello y la hice sentir mi respiración y unos suaves besitos, mientras le miraba.

Para entonces muchos de los “antenistas” habían desaparecido. Manuel nos miraba fijamente. Aún no sabría decir, si terminaría entrando o no, en el juego. María parecía intuir lo mismo. Le dio un golpecito cariñoso en el hombro y le dijo, mientras le miraba con una gran sonrisa: - “Es una alegría tenerte con nosotros. Es-pe-ro que formes parte de nuestra familia. ¿Verdad?”.

- “Nada me gustaría más”, respondió presto.

Bueno. Al menos algo habíamos avanzado.

Le susurré al oído a María. – “Di que tienes que ir al baño.  Y vuelve con las bragas en la mano”. Con cara de circunstancias, simplemente dijo: “ahora vuelvo” y desapreció.

Me encaré con él y acercándome, le susurré: - “¿Te encuentras bien?”.

Me miró: - “Sí. Es que todo esto me ha pillado un poco por sorpresa y no pensé que fuera así”.

- “Pero ¿te gusta?”, le interrogué.

La respuesta la leí en sus ojos antes de que me respondiera.

- “Simplemente déjate llevar y disfruta. Verás que es más fácil de lo que crees. Iré pasito a pasito.”

A lo lejos vi a María abriéndose paso entre la gente. Venía con un ligero rubor y no se le veían las manos, ya que las llevaba pegadas al cuerpo, abajo”

Volvió a situarse en mi regazo, de frente a él.

- “Pónselas en su bolsillo” le susurré.

- “Es un regalo de parte de ambos, para que te acuerdes de este día”, le dije cuando sorprendido; María le metía la mano en el bolsillo del pantalón.

Rápidamente metió su mano para ver que era e incluso hizo ademán de sacarlo para ver qué era. Pero mientras estaba en ello, cayó en la cuenta, quedando con cara de sorpresa.

- “Por cierto. Aún no te he dicho su nombre. Ya que te la he presentado como mi esposa”. La agarré por los hombros, pasando uno de mis antebrazos por delante y el otro por su cintura, pegándola a mí. “Se llama    M-Í-A”. Ambos estudiábamos su reacción.

Manuel seguía atónito. Por un momento vimos como giraban las ruedas en su cabeza. Tras un instante eterno, se relajó: - “Es un bonito nombre” y sonrió.

Devolviéndole la sonrisa: - “Pues esto se merece un brindis”.

Los tres cogimos las copas. Las levantamos. – “Por un futuro prometedor y diferente”. Apuramos nuestras copas. María no pudo evitarlo y le dio un tierno beso en los labios de agradecimiento. Después se volvió, le miró de nuevos y esta vez el beso fue mío, con muchas ganas y vicio.

Sin una palabra, habían sellado mucho más que palabras.

Si alguien cree que ya estaba todo echo, está muy equivocado. Estábamos empezando un andar que nos llevaría mucho más allá de lo que muchos podían pensar. Pero de momento, tan frágil, que cualquier cosa podía echarlo a rodar.

Aún quedaba noche y lo peor. Mañana, cuando todo se hubiera calmado y la pasión del momento se hubiera tranquilizado, ver si seguían queriéndolo o simplemente, era una experiencia más y se echarían atrás.

Os adelantaré que duró tiempo. Que es lo que siempre he buscado en estos casos. Es cierto que nos hemos divertido y mucho en relaciones cortas, pero yo siempre he buscado algo duradero en el tiempo.