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Gordita pero sabrosa

en Sexo Anal

Gordita pero sabrosa

Pido disculpas porque no salieron las fotos en el relato anterior de mis aventuras sexuales con Karen. Supongo que es una falla del servidor.

Agradezco a todos los que me han escrito por correo. Si quieren fotos pueden pedirselas directamente a ella. Yo solo les doy sus datos. Nada más.

Pero regresemos a lo que iba. Resulta que esa noche estábamos con unos tragos encima. Ya me la había cogido varias veces pero hasta ese momento no había tocado su culito. En realidad un culazo porque ella es gordita como ya les había comentado.

Empecé a besarla y le dije que esa noche quisiera darle por el culo.

Ella se rio, pero no se negó.

- Te lo haré de a pocos, no tengas miedo, le dije y bebí otra copa.

- No tengo miedo, dijo ella con voz melosa.

- ¿Segura que podrás soportar todo esto?, le pregunté bajando la cremallera de mi pantalón y sacándome la verga.

- ¡Está muy dura!, exclamó ella cogiéndola con sus dos manos.

- Déjame lubricarte un poco antes, le dije.

Busqué en mis bolsillos una crema lubricante que siempre traía conmigo desde unos días antes. Ya le tenía ganas a ese culo y pensaba romperlo a la primera oportunidad. Solo era cuestión de tiempo. Karen era de las que se hacen de rogar un poco al inicio pero después se entregan por completo.

- Ponte en cuatro, le dije.

Obedientemente se ubicó sobre la cama, primero de rodillas y luego inclinándose hacia delante hasta que su cabeza toco el colchón, sus codos apoyados en la cama cubrían su rostro. Se notaba que no era la primera vez que se ofrecía así ante un hombre pero eso no me importaba mucho.

Como ella no se bajaba la ropa, lo hice yo mismo. Fui bajando su ceñido jean y fui desvelando su redondo trasero, cubierto solo por un hilo dental blanco que ella traía para la ocasión.

Cogí el hilo y lo bajé con presteza. Estaba húmedo en sus partes íntimas. Se había depilado, sus labios vaginales parecían ansiosos por recibir mis atenciones.

No quise distraerme, mis manos apretujaron sus nalgotas, luego separe cuidadosamente sus glúteos y pude ver bien su anito

- Apúrate... sususró ella con la voz enronquecida por la excitación.

Esparcí sobre su esfínter anal, la crrema. Era evidente que estaba ansiosa.

Mis dedos masajearon su arrugado esfínter y las zonas adyacentes, con movimientos circulares, luego a manera de espiral, de afuera hacia adentro, presionando suavemente al final, de tal forma que su ano se fuera haciendo a la idea de que mi dedo iba a penetrarla.

Cuando sentí que su estrecho anillo no oponía mayor resistencia. Mi dedo meñique derecho hizo el mismo recorrido en espiral un par de veces, solo que esta vez presionaba con más fuerza al final y note que su ano cedía fácilmente. Fue entonces que decidí profanar su orificio anal, lentamente fue ingresando mi dedo hasta la uña.

- Ahhhhh..., exclamó ella sorprendida y excitada.

Ella se contrajo, apretando las nalgas y a su vez su esfínter presiono mi dedo, primero noté cierta resistencia, luego su ano se tragó todo mi dedo.

Karen se movía algo inquieta. Separó las piernas para que fuese más fácil el acceso.

Mi dedo meñique hacia un recorrido más largo, desde la mitad del dedo hasta el final, hasta donde su arrugado anillo me lo permitía. Al principio las incursiones eran lentas luego, a medida que su ano se hacía mas flexible, lo fui haciendo con mayor rapidez, simulando la penetración real del acto sexual y sentí que ella comenzaba a disfrutarlo.

Era momento de que otro dedo hiciera su incursión. Saque el meñique, observe el descontento que causo en su cuerpo que se había acostumbrado a aquel intruso. Unte el índice con más crema y esparcí más en su pequeño agujero. Mi dedo repitió las mismas maniobras y todas fueron bien aceptadas por el cada vez más dilatado y flexible ano de Karen.

Cuando saque el índice, fue ella quien siguió su recorrido hacia atrás, para no dejarlo ir. Contuve su trasero con mi mano, así ella entendió que era el turno de un dedo más grande: el dedo medio. Aguardó ansiosa su ingreso. Lo fui introduciendo lentamente y ella misma hizo el recorrido hacia atrás insertándoselo más profundamente.

Ella gimió, era evidente que lo estaba disfrutando.

Cuando mi dedo medio entraba y salía con facilidad, decidí introducir dos dedos a la vez. La vi impaciente aguardando lo que seguía. No escuche ninguna queja por mi labor. Ella gemía y respiraba profundamente, sin dar muestra de que le incomodaba esa situación.

Introduje a la vez mi dedo índice y el anular. Ella enterró su cabeza en las sábanas. Estaba jadeante. Suspiraba y gemía sin parar. Sus manos estrujaban la ropa de cama. Se movía al ritmo de mis movimientos.

Estaba enloqueciendo, veía su tremendo trasero ir y venir, su voz disfrutando de mis caricias, su cuerpo estremeciéndose.

Movía mis dedos con lentitud, buscando excitarla más y más. Ella se mov{ia cada vez con mayor rapidez. Mi mano rebotaba contra sus nalgotas.

- Ya no aguanto más, casi gritó ella, no puedo más, métemela.... vamos... métemela...

Me quité la ropa casi arrancándomela. Subí a la cama y arrodillado me ubiqué detrás de ella. Sus enormes caderas y sus redondas nalgas me ofrecían un espectáculo inolvidable.

- Que esperas? Casi gritaba ella... yaaa.... hazloo... por favooor... memetelaaa... me suplicaba.

Saque mis dedos y fui introduciendo la cabeza de mi verga, que ingresó sin mayor dificultad. Empujé con un poco de brusquedad. No estaba de humor para contemplaciones.

- Ay... ay, se quejó ella, despacio, despacito, por favor…

Cuando mi pene estuvo metido hasta el fondo, ella volteó para verme. Tenía una expresión lujuriosa. Se notaba a leguas que lo estaba disfrutando.

- Sí, dame, dame duro, rugió ella.

Le hice caso y se la clavé con fuerza un par de veces, hasta que mis bolas se clavaron en sus nalgas. Karen se apretó contra la cama, sus manos estrujaron las sábanas. Ella soportaba muy bien todas mis arremetidas.

Al cabo de unos segundos, ella empezó a empujar su culo hacia mí. Era fabuloso escuchar el plas plas de sus nalgas contra mi ingle. Ella gemía sin parar.

- ¿Te gusta, perrita?, pregunté con voz pastosa por la excitación.

- Sí, claro que sí, gimió ella.

Mis manos habían atrapado sus caderas para jalarla con más fuerza contra mi cuerpo. Los movimientos eran cada vez más rápidos y fuertes, el sudor nos invadía. Sus gemidos, su respiración ruidosa, sus nalgas chocando contra mi ingle, la cama sonando por nuestros movimientos. Todo era sumamente excitante.

En un último empujón, en que le enterré hasta el fondo mi verga, ella se contrajo toda, su espalda arqueada a mas no poder, con sus dedos desgarrando las sabanas, fue entonces que mi pene inundó por primera vez su pequeño agujero con abundante semen.

- Ohhhh, qué rico!!... fue su última exclamación antes de dejarse caer a un lado.

Su cuerpo se contrajo al llegar al orgasmo. Quedó de costado, respirando forzadamente, sin aliento.

En su rostro se reflejaba todo el placer que había experimentado.

Después de esa ocasión agregué el sexo anal como parte normal de nuestros encuentros sexuales. Ya les contaré más sobre ella en mis siguientes relatos.