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Carta a Carolina

en Autosatisfacción

Querida Carolina, no sabes cuantas veces había soñado contigo. Cuando te veía acércate, de la mano de tu marido, siempre sonriente. El movimiento de tus caderas en esos ajustadísimos pantalones. Cómo tus genitales parecían aprisionados bajo la tela. La curva de tu culo. Cómo tuve que disimular la erección el día que te vi con una camiseta tan ajustada que marcaba los pezones de tus pechos de manera que quitaba la respiración. Creo que eras muy  consciente de ello. Creo que te gustaba, creo que te gustaba pensar que la imagen de tu cuerpo provocaría, no ríos de tinta, sino ríos de semen. Y no sabes bien la de veces que tu imagen había provocado chorros de semen deslizándose por entre mis dedos.

Como el día que fuimos a la playa un grupo de amigos. Te quedaste en bikini y me quedé asombrado de lo reducido de tu braguita, ese pequeño triangulo naranja del que no asomaba ningún pelo extraviado. No sabes cuantas veces había soñado con deshacer el nudo de ese bikini y cuantas veces había fantaseado con  la imagen limpia y sin pelos de tu vulva.

No es que anduviera muy salido por aquella época. Ya sabes que tenía novia entonces; y teníamos buen sexo. Tan solo es que me gustabas mucho y te deseaba. Mi novia sabía que a veces me masturbaba y eso la excitaba. Le gustaba que le contara las cosas que me ponían cachondo y lo hacía. No le contaba todo, claro. No le contaba mis fantasías contigo.

Ha pasado tiempo. Te separaste de tu marido y ya no volví a saber de ti. Tu imagen se hizo borrosa.

Yo también estoy solo estos días. Ahora es de noche, una cálida noche de verano. La ventana está abierta de par en par y estoy en penumbras, bajo la clara luz de una luna casi llena.

Tumbado en la cama, desnudo y acariciándome la polla lentamente. No sé cómo han venido tan apresuradamente estas imágenes tuyas, ya que hacía tiempo que no pensaba en ti. Hay algo en el aire que ha provocado este torrente de pensamientos y sentimientos.

Quizás algún rostro por la calle me ha recordado tu rostro. Quizás el movimiento de algún cuerpo al andar. La imagen de un culo enfundado en unos jeans. No lo sé. Puede haber sido cualquier cosa.

Pero algunos recuerdos de ti, alguna imagen tuya, de tu rostro, tu cuerpo, rescatada de la memoria, hace que la polla se me tense. Las yemas de mis dedos acarician mi glande y pienso en tu boca, fantaseando con tus labios besándolo.

Me pregunto quién estará besando esos labios que yo nunca pude besar. Quién andará chupando esos pezones que nunca pude chupar, o lamiendo ese chocho que nunca pude lamer.

Ay, querida Carolina; siempre andamos deseando aquello que no podemos poseer. Lanzo un fuerte suspiro mientras brota el semen y se escurre entre los nudillos de mis dedos.