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Mi hermana Paula 1

en Amor filial

He estado pensando mucho tiempo en ello, pero al final me he decidido,  por la necesidad de poder compartir esta historia.

Esta historia va de mi relación con Paula, mi hermana, que es dos años menor que yo. Basta de momento decir que mi hermana no solo es la persona a la que más he querido siempre, sino que además ha sido mi mejor amante. Esto seguramente escandalizará a más de uno, pero a estas alturas eso me trae sin cuidado.

Todo esto que contaré ocurrió hace años, ya que no soy joven, e intentaré ser lo más fiel posible a mis recuerdos, tal como ocurrieron. Lo único cambiado son los nombres.

Evidentemente todo será contado a través de mi experiencia personal, por lo que Paula aparecerá más adelante en mi relato. Y como me resulta difícil encontrar el lenguaje adecuado, ya que hay implicado también tantos sentimientos, empezaré por narrar el día que perdí mi virginidad. Me será más fácil encontrar ahí las palabras adecuadas, ir descubriendo la mejor manera de expresarme.

Tenía 17 años cuando conocí a Marta; ella tenía 21. Era amiga de mis primos, que eran un poco mayores que yo. Fue en una fiesta. Era guapa y muy simpática, y tenía muy buen cuerpo, con aquellos jeans ajustados que hacían resaltar su culo. Se acercó a mí.

-¿Cómo te llamas?-preguntó

-Juan- respondí, indicando que era primo de Raúl, quien había organizado la fiesta.

Cada uno iba a lo suyo, pero cuando nuestras miradas se cruzaban notaba una sonrisa dibujada en sus labios. La volví a ver en un par de ocasiones y finalmente un día en la calle, cerca de mi casa.

-Hola Juan- había dicho. Se acordaba de mi nombre. Me explicó que acababa de mudarse a un piso no muy lejos de allí. Me preguntó si disponía de algún momento para ayudarla a mover unos muebles. Respondí que sí y quedamos para el sábado, dos días después. Me apuntó la dirección.

Me sentía contento, cuando más la miraba más guapa me parecía Marta. Evidentemente no pensaba que pasaría nada entre nosotros. Llegó el sábado y me presenté en su piso. Al abrir la puerta su rostro se iluminó con una sonrisa. Me hizo pasar y me indicó los cambios que deseaba realizar. La verdad es que no tardamos mucho.

-¿Quieres una cerveza? –preguntó una vez acabamos. Respondí que sí y desapareció en la cocina.

Me senté en el extremo de un sofá. Marta volvió enseguida y me tendió una cerveza. Ella se sentó en el otro extremo del sofá. Se quitó las zapatillas y recogió las piernas sobre este. Era verano y vestía una camiseta azul claro y unos jeans. La puerta del balcón estaba abierta y un leve soplo de aire movió su cabello suelto, negro. Observaba  su silueta mientras se llevaba la cerveza a la boca. La silueta de sus pechos y la curva de estos en su camiseta ajustada; el tirante negro del sujetador que asomaba en uno de sus hombros.

-Háblame de ti-dijo. Yo no tenía mucho que contar, así que hice un resumen muy breve de mi vida.

-¿Tienes novia?- preguntó. Respondí que no. Me miraba fijamente cuando me preguntó si había estado a solas en alguna ocasión con una chica- Ya me entiendes- Claro que la entendía, perfectamente. Respondí que no.

-¿No has visto a una chica desnuda?- Negué con la cabeza, mientras ella bebía un nuevo sorbo de cerveza.

-Pero tendrás fantasías; todos tenemos fantasías.

-Claro- tenía muchas y de todo tipo.

-¿Te gustaría verme?, siempre hay una primera vez para todo-. Respondí que sí. Intentando desviar la mirada de sus pechos me removí en el sofá. Me estaba excitando mucho, sobre todo con esa propuesta,  y empezaba a sentir una erección, no sabía cómo sentarme sin que se notara. Pero lo notó, claro.

-Así que eres virgen- Yo me había puesto colorado. Marta se acercó, sentándose junto a mí, y puso su mano sobre mi paquete. Las yemas de los dedos se deslizaban sobre la tela de mis pantalones, siguiendo suavemente el tronco del pene dibujado en el y sentía a este tensarse.

-Parece que tienes una buena erección- dijo mirándome a la cara. Yo asentí, incapaz de pronunciar una palabra. Finalmente se incorporó.

-Ven- dijo, cogiéndome de la mano. Me levanté y entré con ella en el dormitorio. Mantenía mi mano sujeta en la suya. La soltó y con un gesto rápido se quitó la camiseta. Marta permaneció unos instante ante mí, sonriente. Unos pantalones jeans y en la parte superior tan solo un sujetador negro. Se acercó a mí.

-Déjame ver esa erección- soltó el botón de mi pantalón y bajó la cremallera.

Yo estaba inmóvil, como paralizado, casi conteniendo la respiración. Se agachó, deslizando los pantalones hacia abajo. Mi polla se escapaba por la parte superior de los calzoncillos. Me los bajó, dejando libre mis genitales, la tremenda erección que tenía. Primero acarició los testículos. Acercó su rostro, como intentando olfatear mis genitales. Luego sujetó mi polla y empezó a acariciarla, retirando la piel que cubría el glande, y aunque me hizo un poco de daño no podía hacer más que resoplar. Besó el glande y luego se introdujo la polla en la boca.

Empezó a chupar, primero poco a poco, notaba su lengua lamiéndome dentro de su boca. El ritmo era cada vez más fuerte. Yo solo podía emitir un prolongado gemido, y creo que Marta se iba excitando al escuchar ese gemido, pues iba aumentando la intensidad. Puse mis manos sobre su cabeza, intentando buscar un punto de apoyo ya que sentía como si empezaran a faltarme las fuerzas. Pero Marta había puesto sus manos primero en mis muslos, luego en mis nalgas, apretándome contra sí. No podía más y solté un fuerte y prolongado gemido cuando me corrí en la boca de Marta. Ella detuvo sus movimientos, dejando que su boca se llenara de semen, una y otra vez mi glande parecía soltar toda la energía que había en mi cuerpo. Me temblaban las piernas. Finalmente retiró el rostro, hizo un gesto y supe que se había tragado todo el semen. Yo tenía los ojos abiertos como platos. Con un dedo retiró un poco de semen depositado en su labio y lo chupó. Luego se volvió a meter la polla en la boca. Mi glande ardía casi hasta el dolor.

Cuando se incorporó sonrió.

-¿Te ha gustado?- No podía responder, tan solo con un gesto de la cabeza.-Ahora quiero que me hagas lo mismo a mí.- Se alejó un poco y se bajó los pantalones, dejando a la vista unas bragas también negras.

- Vamos, desnúdate.- Lo hice apresuradamente mientras la observaba primero soltándose el sujetador, que depositó sobre una silla, y luego bajándose las bragas, realizando el mismo gesto. Se quedó plantada ante mí, quieta durante unos instantes, como invitándome a que la observara bien. Poco a poco se dio la vuelta. Tenía un cuerpo precioso, pechos grandes y un culo carnoso. Un triángulo de vello rizado y negro cubría sus genitales. Se tumbó sobre la cama y me hizo un gesto. Mu subí a la cama y ella separó las piernas.

-Acércate- dijo-que no te va a morder.-

Acerqué mi rostro a su vagina y noté su mano sobre mi cabeza, como apremiándome.

-Chupa y lame, como he hecho yo antes contigo- Me gustaba el olor de su vagina. Primero la acaricié con los dedos, separando los labios y acerqué mi lengua inexperta. Empecé a lamer y chupar; introduciendo la lengua todo lo que podía en su vagina. Marga se rió.

-Mira- dijo, separando los labios y descubriendo el clítoris.-Chupa aquí, pero muy suavemente.-Y empecé de nuevo a chupar y lamer.

Quería complacerla, intentar devolver todo el placer que me había producido antes. Me dejaba guiar aún consciente de que mi inexperiencia seguramente no la dejaría satisfecha.

-Ven-dijo. Levanté la cabeza y acerqué el rostro- Chupa aquí- y como me indicó empecé a chupar una de sus tetas. Finalmente atrajo mi rostro al suyo y nos besamos. Ya había besado en alguna ocasión a alguna chica pero, claro, no de esa manera. Su lengua no paraba de juguetear dentro de mi boca, chupaba mi lengua. Nos retorcíamos sobre la cama sin dejar de besarnos, abrazados. Quedamos tumbados de lado, uno frente al otro.

-¿Cómo estás?-preguntó riendo-No esperabas nada así ¿No?

-No, claro-respondí

-Pues yo he estado fantaseando con ello desde el otro día que nos vimos en la calle.-Su mano sujetó de nuevo mi polla, que poco a poco parecía recuperarse.

-Me parece que vuelve a estar en forma.- Permanecimos callados unos instantes mientras ella me la meneaba suavemente. Yo le acariciaba el pecho, jugueteando con sus pezones entre mis dedos. Cuando la notó suficientemente tensa, se tumbó de nuevo sobre la cama, sin soltar mi polla; me hizo subir sobre ella y, poco a poco, fue introduciéndosela en la vagina.

-Siéntelo-dijo, sonriendo. Y claro que lo sentía, estaba dentro de Marta, todo la polla dentro de su vagina- Fóllame.-dijo.

Y empecé a moverme, dentro y fuera. Mis manos apoyadas sobre la cama, un movimiento cada vez más intenso. Había perdido la noción de todo, tan solo sentía mi tensa polla frotando la húmeda caverna de la vagina de Marta. Y lancé un nuevo gemido cuando me corrí, apretando mi polla fuertemente en el interior de Marta. Me desplomé sobre ella.

-Parece que ha sido intenso- dijo, sonriendo y abrazándome. Nos besamos de nuevo.

Me tumbé a su lado y ella me acarició el cabello, sonriente.

-Ya está-dijo-ya no eres virgen.

Marta y yo coincidimos otras veces; siempre me sonreía, o me lanzaba un beso en el aire; pero nunca se volvió a repetir un encuentro como ese.

Bastante tiempo después, pensando en ese encuentro, entendí cual había sido la fantasía de Marta. No tanto tener sexo conmigo sino el hecho de suponer que era virgen. Si aquel día le hubiera dicho que no lo era seguramente no habría pasado nada. La primera vez siempre es importante, uno se acuerda. Marta sabía que siempre tendría un recuerdo de ella, como así es. Puedo recordar perfectamente su rostro y su cuerpo, puedo recordar muy vívidamente la intensidad de esa mamada.

Pasaron unos días hasta que pude estar a solas y tranquilamente con mi hermana Paula, en mi cuarto. Le conté lo que había pasado, se lo expliqué con detalles.

Seguramente alguien se escandalice de que pudiera contar esas cosas a mi hermana, siendo esta menor que yo. Cuando Marta me había preguntado si había visto a alguna chica desnuda respondí que no, pero no era cierto. Había visto a mi hermana desnuda y, desde hacía un tiempo, nos masturbábamos mutuamente.