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Vacaciones a los 40. Segunda noche

en Voyerismo

Fernando se levantó antes que yo y después de ducharse, sobre las 3 de la tarde me despertó a mi. Me dolía la cabeza, estaba aturdida y sobre todo confusa. Ahora me había invadido una sensación de inseguridad.

Voy al baño y me ducho, y constantemente me abordan los recuerdos de la noche anterior, haciendo debatirme entre la vergüenza, el miedo y sobre todo la excitación.

Después de comer algo y como se había hecho un poco tarde nos quedamos en la piscina del hotel. Para ésta ocasión me puse un bikini normal. Las aventuras precedentes me habían dejado aturdida, necesitaba aclararme un poco.

En la tumbona, tomando el sol me relajaba, y cuando me acordaba de lo que había ocurrido y mi cuerpo reaccionaba excitándose, me daba un baño para enfriarme. Fernando trajo unos refrescos y mientras hablaba  de cosas triviales yo estaba como ida, absorta en mi mundo.

Me levanté y fui al baño, una vez allí un hormigueo creció dentro de mi. Mientras orinaba volví a excitarme, y mientras mi cuerpo se erizaba acaricié mis pechos y dejé caer el bikini hasta el suelo. Quise desnudarme y lo hice, completamente desnuda me limpié y permanecí un poco más sentada, desnuda y abierta de piernas, con tranquilidad me levanté, me vestí despacio y volví a salir junto a mi marido. Nada más llegar me metí de nuevo en la piscina, mi mente estaba otra vez nublada y la búsqueda de aventura parecía ganarle terreno al miedo.

Apoyada en el filo de la piscina miraba al resto de la gente, sus cuerpos, sus ropas, todos tenían algo que mostrar y la mayoría transmitía ganas de atraer. Las chicas con sus prendas cada vez más pequeñas, y los chicos, algunos cultivados del gimnasio con prendas ajustadas, marcando paquete. Miré a Fernando, que estaba relajado en la tumbona. Su imagen me resultaba tierna y sentía ganas de abrazarlos. Miraba a otro lado y veía el cuerpo de un chaval de gimnasio que se exponía seguro y orgulloso y quería follarlo.

No tardamos en irnos a la habitación, se había hecho un poco tarde y subimos para ducharnos y arreglarnos con tranquilidad. Nada más llegar me quité el bikini con la excusa de que estaba mojado y me quedé desnuda todo el tiempo que pude. Fernando salió a la terraza para relajarse en la tumbona y para acompañarlo me puse una camiseta suya que me quedaba un poco ancha y tapaba poco más que el culo, con el mínimo movimiento todo quedaba expuesto. Me acerque a la baranda y me asomé inclinándome un poco. Miraba de reojo a ver si Fernando me miraba, pero no me hizo mucho caso, así que me senté en la silla quedando frente a él. Y al hacerlo  la camiseta se subió un poco. Como él seguía sin prestarme mucha atención abrí un poco las piernas y ahí se clavaron sus ojos en mi coño. Pero solo me instó a que tuviera cuidado, que podrían verme. Parecía que él no quería jugar a lo mismo que yo.

Volví a entrar y a desnudarme y al rato entró Fernando ya para comenzar a arreglarnos y salir a cenar. Se duchó primero y salió del baño completamente erecto, no sé porqué intentaba ocultarlo, se secaba con disimulo y se puso los calzoncillos. Era mi turno, me duché y salí desnuda. Comencé a vestirme delante suyo eligiendo una lencería fina, negra, con tanga semitransparente. Fernando volvió a empalmarse pero seguía en su actitud. Supongo que después de tanto tiempo de relación la monotonía había calado demasiado profundo.

Terminamos de vestirnos, yo iba con camisa que llega casi hasta la rodilla con cinturón, elegante y sencilla. Fernando pantalón corto y polo, informal.

En el restaurante cenamos con normalidad, un poco aburridos y a la vuelta al hotel solo deseaba encontrarme con Arantxa. Le propuse a Fernando tomar algo en el bar del hotel antes de acostarnos y así hicimos.

Estábamos en la barra y cuando ya nos íbamos aparecieron. Gracias a Dios. Yo lo estaba deseando. Tras saludarnos pedimos otra copa y pronto las chicas estábamos un poco apartadas hablando de nuestras cosas y los chicos de las suyas.

Después de volver a tranquilizarme diciéndome que no me preocupara por nada de lo que pasó, que podía confiar en su discreción, empezamos a hablar cosas un poco más picantes. En la primera visita al baño ya le había contado que mi relación era rutinaria y le hablé de lo que había pasado hoy, que noté que Fernando se empalmaba pero no me hacía nada. Después de pensarlo un poco sacó del bolso un bote pequeño con unas pastillas azules. Son viagra, me dijo. El motivo que sea por el que Fernando no se lance lo va a tener que olvidar si toma una de estas. Se pondrá tan salido que será imposible disimularlo. Reímos y le quité una.

A la vuelta seguimos igual y noté que la conversación de hombres iba a menos, ahí ya estaba pensando en cómo darle la pastilla.

Carlos propuso ir a su habitación con la excusa de que allí tenía bebidas de calidad y no el garrafón del bar. Supe que era mi oportunidad y con la ayuda de Arantxa mi marido se empalmaría como un burro.

Solo una dijo Fernando, que ayer ya me colé y no quiero más. Yo asentí sin querer transmitir el deseo que tenía de hacerlo.

En la habitación dejamos a los chicos en la terraza y nosotras fuimos a prepara las copas, cogí un mortero y trituré la pastilla para tirarla en la copa de Fernando. Con los cuatro en la terraza mi temperatura aumentaba con cada sorbo que daba a su copa y mi cómplice reía satisfecha.

Después de un rato Arantxa pide permiso para ponerse cómoda y sale con una camiseta de tirante con buen escote que dejaba ver el pecho además por el lado. Con los pezones completamente marcados y tapando poco más que el culo.

Esto generó un poco de desconfianza en mí y a la mínima oportunidad le pedí que me acompañara al baño. Allí y antes de que pudiera recriminar nada, Arantxa que ya sabía a lo que íbamos porque me lo había notado, se levanta la camiseta mostrando su coño, no tenía ropa interior, y me dice; si quieres que me ponga algo aquí tendrás que prestarme tu tanga. De nuevo me gana, va por delante de mí, me quito el tanga y se lo doy. Se lo coloca despacio y me dice que con un poco de estímulo a Fernando pronto le van a doler los huevos. Con cara apenada me dice que va a sentir no poder ver lo que hacemos.

A la vuelta, de nuevo los cuatro noto a Fernando inquieto, creo que le está haciendo efecto la viagra. Yo sin tanga empiezo a lubricar y pienso en las palabras de Arantxa, me pone la idea de que me observe o me guíe mientras mantengo relaciones y antes de que nos vayamos Arantxa me dice que la acompañe a preparar la última copa. En el mini bar, saca un bote pequeño con un líquido en su interior y me dice; mira cuatro gotas de esto y te desinhibes, no pierdes el control, solo sacas fuera lo que llevas dentro.

¿Es peligroso? No, me responde, no se puede abusar pero tomar en alguna ocasión sin problemas. Vale, ponle cuatro a él y dos a mi. Perfecto, tranquila que no haréis nada que no queráis hacer.

Me importaba una mierda lo que me estaba tomando. Ya solo quería acabar lo que había empezado.

A la mitad de esa copa me pongo al lado de Fernando y Arantxa junto con Carlos y empieza a sacar conversaciones más picantes. Dice que ella le gusta frecuentar playas nudistas, que en la isla hay muchos sitios y es muy frecuente el nudismo, que cuando tiene que ponerse algo es un tanga y siempre hace topless. Yo miro a Fernando como queriendo hacerlo yo también y buscando su aprobación. Él ahora tiene ya una erección que no puede disimilar, y una mirada de un sádico salido. Solo se ríe.

Empiezo a contar mi única experiencia de topless, y digo que fue por accidente, pero que tuve sensación de libertad, que no me importaría repetir o incluso hacer nudismo. La mirada de Fernando me ha dado confianza para hablar y expresarme.

A Carlos se le escapa un bostezo, y nos pide perdón por ausentarse, pero dice que no nos preocupemos que estemos allí cuanto queramos. Dice que mañana se levanta temprano por una reunión de negocios y se va a dormir. Dice que tiene otra habitación insonorizada y que podemos estar tranquilos. Sin más se despide.

Creo que ya lo tenía pactado con Arantxa pero me daba igual, ella sola podría ayudarnos mejor, sobre todo darnos un empujón.

Ella sigue hablando con naturalidad y comenta sobre sexualidad, prácticas que para ella son básicas y para nosotros ni se nos había pasado por la cabeza. Dice con rotundidad que a todos los hombres les encanta montárselo con dos mujeres y follar culos. Después pide a Fernando que lo confirme y asiente.

Arantxa pregunta intencionadamente qué tipo de lubricante usamos para las relaciones anales. Y tras un silencio dice que ella al principio los usaba que incluso los hay de sabores para que primero te coman el culo pero que ya no los necesita, con un poco de saliva o una buena comida va bien.

Nosotros no hemos usado ni lubricante ni saliva, dice Fernando, aun no hemos probado nada.

¿Quieres decir que no te has follado a tu mujer por el culo? Pues hijo espabila, porque una mujer tiene que probar a sentirse llena y complacida, y debe ser por todos sitios.

Yo estaba ya deseando de que me reventara allí mismo, con ella delante y si hubiera más gente aún mejor.

¿Y cómo se complace a un hombre? Dice Fernando. Eso es imposible, los hombres siempre queréis más, pero lo básico debe ser un trío que a todos os pone cachondísimos.  Estoy segura de que me rozo un poco con tu mujer y te empalmas.

El ya estaba empalmado, y ella lo sabía. Solo estaba jugando con nosotros. Se acercó a mí, me tiró del brazo a allí las dos de pie delante de Fernando empezó a tocarme los pechos y el culo. Se giró y refregándome su culo guió mis manos a sobar sus tetas. Dedicó  una mirada guarra a mi marido y le dijo; seguro que con esto estás empalmado. Me agarró la mano y la llevó hasta la entrepierna de él, tocando un bulto fuera de lo normal.

Has visto, no falla. Dos mujeres os pone para reventar. Vamos dentro ordenó ahora. Y al pasar sacó un bote pequeño con un gel dentro. Dijo mira, prueba a chuparla con esto.

Fernando estaba confuso. Pero entre la droga y la viagra sólo quería correrse. Bajé los pantalones y los calzoncillos, dejando libre un pene más grande de lo habitual. Arantxa me guió para que me arrodillara y ella misma tiró el gel en el pene, por ahora sin tocarlo. Pruébalo.

Pasé mi lengua notando un sabor a fresa y un efecto calor que Fernando también notó. Pasé mi lengua por todos los sitios que pude y empecé a devorarla con violencia. Para chica, que te vas a atragantar. Tienes que escupir esa saliva de vez en cuando. Se agachó rodeándome por la espalda y poniendo su boca en mi oído me guió. Escupe, y así lo hice, ahora traga un poco, ahora todo lo profundo que puedas. Vale para y cómele los huevos, está a punto de correrse.

Mientras repasaba sus huevos con mi lengua Arantxa me sobaba las telas y el culo y cuando creyó conveniente se levantó y se fue al oído de Fernando. Tienes a tu mujer  muy caliente, le dijo. Vas a tener que follarla duro para que se relaje.

Pegada a él y susurrándole al oído agarró el nabo con movimientos suaves, diciéndole, ¿quieres correrte en la cara de tu mujer? Sí contestó. Bien abre la boca perrita, y así lo hice. Aceleró el ritmo y dijo vamos, córrete, y en 10 segundos empezó a salir semen a chorros, llenando toda mi cara y mi boca. Fernando gimió de placer y se vació en mi cara. Exhausto se sentó contemplando cómo Arantxa me ayudó a limpiarme con una toallita y cómo tragué lo que calló en mi boca.

Después me llevó a la cama sentándonos frente a él. Me acariciaba el pelo con ternura y le preguntó ¿Cuánto tiempo hace que no te corres 2 veces seguidas?. Fernando no supo contestar, realmente conmigo nunca. Tras esto empezó a besarme en la mejilla y a acariciarme los pechos de forma protectora. Ven cariño me dijo, y me guió para que me pusiera a cuatro patas encima de cama. Miré de reojo y vi cómo se le salían los ojos de las órbitas cuando Arantxa subió mi camisa dejando todo expuesto y revelando que no tenía puesto el tanga. Tiró gel directo a mi culo y ordenó a Fernando que lo probara. Ahora te toca a ti probar el gel.

Fue directo y las lamidas tímidas de principiante se transformaros en unas desesperadas, parecía un animal hambriento. Su lengua quería recorrer mi culo y mi coño y no se contentaba solo con chupar, tenía que devorarlo y penetrarlo.

Para de chupar y follatela. Obedeció, se incorporó y lentamente fue metiéndome la polla que se encontraba dura de nuevo. Una vez dentro fue acelerando el ritmo y empezó a penetrarme con violencia. Yo estaba agradecida por lo que estaba recibiendo, mi cuerpo me lo pedía. Arantxa abría mis nalgas y  masajeaba mi culo mientras me follaban y pronto llegaron mis espasmos, me estaba corriendo exageradamente, se me escaparon gemidos como nunca y un grito delató mi orgasmo. En ese momento Fernando no aguantó más y se derramó dentro de mi.

Exhausto fue al baño a limpiarse y yo quedé tumbada en la cama. Arantxa me besó y dijo que quería comerme el coño. Ahora mismo te comería entera. Así manchada estás preciosa.

Llegó Fernando que no sabía lo que había tomado y pensaba que dos polvos serían el tope, y nos encontró abrazadas. Toma cariño, te devuelvo el tanga, dijo Arantxa, quitándoselo allí mismo y poniéndomelo a mi.

Fernando al ver esto volvió a empalmarse. Estaba confuso. Pensaba que su excitación tenía que ver con lo que estaba viendo. No se imaginaba la química que tenía dentro.

Cuando llegó a nuestra altura Arantxa aún no se había bajado la camiseta y Fernando no podía apartar su mirada del coño depilado ni el culazo que tenia nuestra mentora. Acércate más, he visto cómo te comías el culo  de tu mujer y no es justo que me dejes a mí con las ganas, ¿no crees?.

El llevaba una droga que lo ponía cachondo y otra que le hacía decir la verdad, y cuando me preguntó a mi si me importaba que mi marido le comiera el culo dije que no entre risas así que se acercó tímido y a los pocos minutos le estaba dando una comida de campeonato. Yo no pude hacer otra cosa que agacharme y comerle la polla, que estaba a punto de reventarle otra vez.

Arantxa se levantó y fue a buscar condones, se desnudó y después de tirar a Fernando en la cama le puso el preservativo y empezó a cabalgarlo. Si ninguno dijo que no es porque en el fondo a ambos nos estaba gustando lo que pasaba. Mi marido follando a otra mujer delante de mí y yo excitada. Para colmo Arantxa empieza a decir guarradas, como nunca nosotros habíamos hecho, y se nota como Fernando tiene que contenerse para no correrse. Follame, le dice, y me mira desafiante, sabiendo que cuenta con mi aprobación y que me domina. ¿Quieres follarme el culo? Ven métemela en el culo que tienes que ir aprendiendo a follar culos cerdo.

La saca del coño y la apunta en su culo, pero antes de hacer que mi marido folle un culo por primera vez en su vida me pide que le escupa yo para lubricarla. Se inclina y expone su ano cuanto puede para que yo, completamente entregada ya, no solo le ceda a mi marido para que se la folle, sino que sea con mi saliva con la que él tenga su experiencia anal.

No solo le escupo, no solo doy mi consentimiento y saliva, sino que con disimilo doy unas lamidas al agujero. Él se lo va a follar y yo me lo quiero comer. Después de unas lamidas y varios escupidos, Arantxa guía el falo y a horcajadas en toda mi cara se lo introduce despacio para que yo no pierda detalle. Cuando lo tiene hasta los huevos empieza con movimientos acelerados sin dejar de gritar obscenidades. Follame el culo cerdo, tu mujer está cachonda y quiere que la folles bien, pero ahora me vas a follar a mí, eres un guarro, Follame!

No tardaron en correrse, al unísono, ella da un grito de placer y él se vacía por completo para quedar abrazados y besarse con ternura sin importarle ya que su mujer los observa.

Tras esto nos miramos, sin saber qué decir, qué hacer, solo esperamos a nuestra mentora, que ahora en vez de continuar permanece hablando relajada, con la sensación de que el trabajo está hecho. Poco después nos vamos a nuestra habitación.

Una vez allí permanecemos callados, yo no me atrevo a decir nada y a él se le ve avergonzado. Está claro que necesitamos ayuda para liberarnos.

Después de acostarnos, y en vez de sentirme enfadada, celosa o incómoda, me siento liberada. No se si Arantxa lo había calculado todo, pero estaban pasando cosas que yo quería y Fernando no me podría reclamar nada porque él era partícipe.

Estaba satisfecha.