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Vacaciones a los 40. Tercer día

en Voyerismo

Eran las 9 de la mañana cuando nos despertamos. Curiosamente yo me sentía con fuerzas, no estaba celosa ni dolida. Lo ocurrido me ponía en una posición de libertad para poder justificar cuanto quisiera hacer bajo la excusa de lo que ya había hecho él.

Lo noté muy avergonzado y esquivo. Los efectos de la droga se le había pasado, pero aún le quedaban los restos de la viagra, estaba empalmado, con la polla muy dura y quería aprovechar eso para mi disfrute y para transmitirle que por lo menos por mi parte no habían reproches.

Se la agarré y comencé a masturbarlo lento, entreteniéndome, apreciando su dureza. Me atreví a hacer más aún, algo que por vergüenza no se me pasaba por la cabeza hace unos días y ahora necesitaba hacer. Llevé mi cabeza a la altura de su entrepierna y me la metí en la boca para saborear con deleite todo lo que me ofrecía. No me contentaba con una simple felación, pasaba mi lengua por todos los recovecos, desde los huevos hasta la punta y la metía todo lo profundo que podía. Cuando noté que su respiración se agitó mas de lo normal paré un poco. Aún no quería que se corriera, quería aprovechar ese momento. Girándome le puse el coño en la cara para quedar en la posición del 69 y él me correspondió lamiendo muy bien mi coño, recorriéndolo con su lengua y penetrándome todo lo profundo que podía, acompasando las penetraciones que hacía en mi boca llena hasta la garganta.

Su agitación anunciaba una corrida inminente y empecé a hacer movimientos bruscos de caderas para que con su lengua llegara a todos los rincones de mi entrepierna, y esto provocó que por accidente rozara mi ano provocando un espasmo involuntario y a su vez movimientos más exagerados para hacerle ver que ahí podía hurgar lo que quisiera.

Apunto de correrse y acompañado por mi empezó a pasar su lengua ya con descaro por todos sitios y con cada lamida de ano me introducía el pene más adentro transmitiéndole mis deseos. Nuestra agitación se hizo ya incontrolable y Fernando se corrió en mi boca al tiempo que introducía la punta de su lengua en mi ano y hacía que me corriera yo también. Un suspiro de placer que no fue un grito porque tenía la boca completamente llena.

Después de la ducha fuimos a desayunar y cuando terminamos eran ya las 11 de la mañana. No hablamos mucho, solo mantuvimos una relación de complicidad y yo intenté transmitirle toda la ternura que pude para que no se sintiera incómodo y sus propios miedos estropearan la situación de morbo que habíamos generado.

Sin saber muy bien la ruta a seguir ese día decidimos ir a una cala cercana al hotel y que contaba con  muy buenas referencias. Teníamos que coger el coche unos 15 minutos y después de aparcar andar unos 10 minutos hasta llegar a una cala virgen, que son el encanto que tiene esa isla.

En la habitación cuando nos estábamos cambiando le propuse a Fernando vestirme con el tanga  que me había comprado excusándome en que en esas calas la gente va así o incluso desnudos y apoyándome en la conversación con Arantxa. No supo que contestarme y finalmente acertó a decir que lo que yo quisiera. Sin pensármelo lo hice, y mi única prenda sería un tanga amarillo. Encima el pareo amarrado al cuello.

Solo en la salida del hotel ya estaba cachonda de nuevo, y durante el camino en el que hablamos poco mi mente no podía dejar de fantasear. Tras aparcar fuimos andando y en todo el trayecto mis pechos y mi culo se movían libremente a cada paso. Una vez en la playa y tras acomodarnos me quito el pareo y muestro mis tetas y mi culo a las 30 personas aproximadamente que había en el lugar, la mayoría de chicas vestidas como yo y algunas completamente desnudas. Esto hizo que Fernando no se sintiera incómodo del todo, si es que no le estaba gustando algo, que a éstas alturas lo dudaba.

Fue maravilloso permanecer las horas así, notando cómo los hombres de todas las edades se fijaban intentando disimular en mis pechos y en mi culo. Me encantaba exponerme, enseñar y sentirme observada. Entrar y salir del agua libre de ropa y secar mi cuerpo desnudo mostrándome a quienes quisieran mirar. Al mismo tiempo me recreaba mirando a hombres y mujeres. Ellas me transmitían más sensualidad. Al verlas con tan poca ropa o sin ella imaginaba lo que sentían y me excitaba. Algunas transmitían lujuria sólo con su mirada, sus gestos, su forma de andar.

Recibí una llamada al teléfono. Era Arantxa, sólo quería saber cómo estábamos y al contarle que bien y dónde estábamos nos dijo que en esa cala que se llama Macarella, hay un sendero que te lleva a otra aún más bonita, Macarelleta, que merecía la pena verla, advirtiendo que ahí sí la mayoría de gente va desnuda. Le pregunto por Carlos y dice que ya estaba de vuelta, había tenido una reunión en Mallorca y todo había salido bien.

¿Le ha dado tiempo a ir a Mallorca y volver? Sí, salió temprano. Además en helicóptero apenas hay media hora de vuelo.

¿ha ido en helicóptero? Sí

¿y ha ido al aeropuerto a cogerlo o algo? Pregunto ingenua.

No, lo ha cogido en la azotea del hotel, y allí lo ha dejado de nuevo.

Joder, pero ¿el Hotel tiene un Helicóptero?, eso debe valer una pasta.

Cariño, el Hotel es de Carlos, y el Helicóptero también.

Lo que son las cosas, lo que es el instinto femenino y de supervivencia. Cuando me dijo eso casi me corro. Si ya me ponía porque pensaba que tenía dinero, ahora que sabía que era millonario hacía que chorreara. Instintivamente mi coño lubricaba como loco.

Le dije a Fernando lo de la cala del sendero y fuimos. Durante el sendero las vistas eran extraordinarias. Las calas completamente cristalinas con una arena clara y limpia rodeada por una vegetación de revista. Un paraíso natural sin duda. Al llegar a Macarelleta efectivamente la mayoría de gente tomaba el sol desnuda, y con el calentón que llevaba no podía apartar la vista de los cuerpos desnudos. Para mí no eran simples hombres y mujeres, la imagen correspondía más a una expresión de la lujuria, un mosaico del erotismo, y una oportunidad para participar en aquel museo.

Al llegar suelto el pareo en el suelo, y me dispongo para darme un baño. Miro a Fernando y tras unos segundos de silencio bajo mi tanga y lo tiro junto al pareo, ni siquiera espero a su aprobación y con mi gesto estoy exigiendo que él haga lo mismo. Duda pero me sigue y nos metemos al agua completamente desnudos. Fue maravilloso bañarme desnuda, entrar y salir del agua y juguetear con Fernando dentro. No quería que ese momento terminara. Me sentía pletórica, llena de energía. Cuando después de una hora salimos no me tumbé ni me vestí de inmediato, permanecí en la orilla desnuda, para que me vieran bien todos y poder contemplar aquellos cuerpos desnudos que me rodeaban. Un grupo de chicas jóvenes, radiantes y con ganas de fiesta, en busca de experiencias nuevas se meten corriendo en el agua, todas desnudas. Un hombre de mediana edad solo toma el sol boca abajo, una pareja habla con naturalidad a unos 10 metros de mi, él tiene un rabo desorbitado y la guinda del pastel, dos negros que viene andando por el sendero, se plantan a escasos 3 metros de mi y mientras hablan tranquilamente se desnudan mostrando unos cuerpos musculosos y unos rabos dignos de admiración. De estar sola no se hasta donde hubiera llegado.

No quería moverme de allí pero se hacía tarde y así me lo hizo saber mi marido. Me pongo el tanga y esta vez sin pareo hago el sendero de vuelta, estaba ya a punto de explotar, necesitaba que me reventaran, llegados a ese punto era ya una loba en celo que necesitaba saciarse inmediatamente.

Llegamos a nuestra toalla, recogemos y nos vamos. Por el camino hacia el coche voy besando a Fernando y tocando su culo al tiempo que jugueteo con su pene como adolescentes que se están conociendo. El me da varios cachetes en el culo y me quito de nuevo el pareo aprovechando que no hay nadie, para hacer una especie de juego. Fernando piensa que de forma pícara me desnudo añadiendo morbo al camino y que me vestiría si me cruzara con alguien, lo que no sabe es que eso es lo que quiero que piense, pero que mi intención es exhibirme más aun. Nos cruzamos con un señor mayor y aunque reacciono instintivamente tapando mis pechos con el pareo, cuando reacciono le lanzo la prenda a la cara de mi marido, que la recoge entre risas para darme un morreo delante del hombre y magrearme entera. Seguimos andando ya sin ningún pudor, cogidos de la mano y parando frecuentemente para morrearnos. Cuando queda poco para llegar al coche tiro de Fernando hacían un pequeño sendero y avanzamos entre la maleza hasta una zona que no está muy escondida pero nos sirve para tener cierta intimidad. Allí lo beso ya de forma lasciva, metiendo mi lengua todo lo profundo que puedo y bajo su bañador para agarrar su pene tieso y duro. Comienzo a pajearlo y él de vez en cuando se gira para controlar que nadie nos está viendo. Sigo pajeando cada vez con más violencia y él ya salido perdido, me abre las nalgas con sus manos para después agarrar mi coño y meterme varios dedos. Cuando la temperatura nubla su visión, agarra mi tanga u de un tirón certero lo arranca literalmente, sacando un suspiro por mi parte que transmite sumisión. Sigue pasando sus manos por todos los sitios que puede, soba mis tetas, mi coño, mi culo y mi ano, que ya no tiene reparo en acariciar. Con su mirada me pide más, y de rodillas me llevo su pene a la boca para devorarlo. Lo hago como me enseñó mi mentora, parando y escupiendo, gimiendo y diciendo guarradas. Debo parar aunque deseo seguir para que no se corra, y no porque no quiero tragármelo todo, sino porque deseo aún más que me folle, lo necesito. Me da la vuelta comienzan las embestidas. Estoy empapada y entra de un solo golpe, certero y hasta el fondo. Al fondo veo a la gente pasar, hablando distraída mientras a mí me están follando. Fernando acelera el ritmo, se va a correr, lo noto y notamos un crujido fuerte de hojas. Para en seco, es el puto viejo que se ha dado la vuelta para espiarnos. Fernando tira de su bañador rápidamente para vestirse y a mi me deja en el limbo. El viejo retrocede y yo no estoy dispuesta a acabar así. Tiro de  mi marido para que se arrodille y pongo el coño en su cara que recibe confuso pero que no tarda nada en devorar hasta que yo, con el viejo observando de fondo le impregno la cara con los jugos de mi corrida. Se levanta, me besa, aun desconfía del mirón pero lo tranquilizo diciéndole que es un viejo verde y que seguro frecuenta ese sitio para ver las parejas. Meto la mano en su bañador, dios está a punto de reventar. Le bajo el bañador de nuevo y lo masturbo muy despacito, para alargar un poco su corrida, lo quiero absolutamente excitado, para que no tenga fuerzas para controlarse si aparee de nuevo el mirón. Me agacho y me la llevo a la boca, sin hacer movimientos, solo permanece dentro de mi boca, quietos los dos y con mi lengua como única bailarina. Noto que vuelve a pasar gente, oigo sus voces acercándose, ha llegado el momento. Le doy la espalda para que me la clave hasta el fondo. De pié y abordada por detrás mis tetas se mueven al compás de cada embestida, y mis deseos son de que alguien se gire y nos vea follando. Fernando ya no para, no lo va a hacer porque está a pinto de correrse, acelera los movimientos mientras puedo ver a la gente pasar de fondo. El está muy agitado y tras agarrarme las caderas con fuerza me propina varias estocadas fuertes y profundas corriéndose dentro de mí. Cuando la saca, parte del semen me resbala por la pierna, y no estoy dispuesta a limpiarme. Lo dejo ahí, nos besamos, abandonamos la maleza pero no me visto hasta llegar al coche, el resto del camino lo hago con el pareo en la mano para poder disimilar si me cruzo con alguien. Al llegar al coche nos cruzamos con el grupo de chavales, están a poco metros de nosotros y no me corto un pelo e ir desnuda, el pareo lo sujeto a la altura de mi pubis para disimular y antes de entrar, mientras mi marido deja las cosas en el maletero lo ato a mi cuello para cruzarlo hasta mis caderas. Todo muy despacio y deleitándome en los movimientos.

Nos vamos, llegamos al Hotel y mientras permanezco desnuda en la habitación aun oliendo a semen suene al teléfono. Es Arantxa, tras preguntar un poco como ha ido el día y comentarle que me encantó la cala me dice para mi frustración que hoy no saldrá, que han quedado para cenar por negocios y estarán fuera. Eso me llena de ira momentáneamente, pero después me dice que mañana si queremos nos enseña una cala preciosa de difícil acceso a pie, que Carlos dispone de un yate y que podemos ir, allí además tiene alquilada una vivienda, sólo hay dos, en una cala remota y que ahora está prohibidísimo de construir.

Cómo negarme. Ese día cenamos tranquilos. Hablamos un poco de los que nos estaba sucediendo. Pero me vi con fuerzas y transmití la confianza y tranquilidad suficiente a mi marido. Después de la cena dimos un paseo y pronto a dormir. Mis deseos del día siguiente superaban a los que pudiera tener esa noche.