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La historia de Carlos y su madre. Parte 4 y medio

en Grandes Series

UN DÍA ANTES…

-          Voy a bañarme y espero que al salir ese cabrón ya no esté aquí. Le dijo Carlitos a su amigo. Y sin más comentarios tomó su toalla y se dirigió al baño que se encontraba hasta la esquina sur del terreno.

Sabino llamó a Roberto, y sin mayores explicaciones le pidió que se fuera, no era conveniente que estuviera ahí ahora que estaba Carlitos, si quería que algo pasara con su madre en este momento era importante ceder.

-          Vete para mi casa, le dijo, voy a hacer todo lo posible por convencerla de que vaya para allá.

-          ¿Tú crees que quiera? Preguntó “Boby”.

-          Yo creo que sí, anda ganosa y ayer ya no pudimos terminar; casi te puedo asegurar que sí va a ir.

-          Ok, allá te espero, dame tu llave.

-          Ya sabes donde guardo la llave, dijo Sabino y prácticamente lo sacó de la casa de su amigo.

-          Vaya a mi casa al ratito, para continuar lo de ayer, le dijo Sabino a doña Rosy.

-          No creo que pueda, ya es tarde.

-          Su hijo va a salir, va a ver a su novia. ¿A poco no tiene ganas de probar esta? Lo dijo de una manera vulgar, al mismo tiempo que con ambas manos se agarraba el miembro viril. Estaba empezando a conocer a doña Rosy. Ella se excitó.

-          De tener ganas, tengo, afirmó, y muchas; pero ya es algo tarde. Y no me gusta llegar noche a mi casa, a menos que sea con su marido.

-          Haga una excepción, insistió Sabino, le juro que no se va a arrepentir. Carlos, dijo, refiriéndose a su amigo, se va a tardar con su novia. Unas dos horas o una hora y media, lo dijo en sentido de ruego.

Carlitos, salió de bañarse y solo encontró a su amigo Sabino charlando con su madre. No le pareció normal, no se creyó que Roberto se hubiera ido. Entró sin decir palabra a la casa grande, su madre, doña Rosy, se le quedó mirando en silencio, caminó por donde creía podía estar escondido. Salió bastante enfadado, se sentía engañado, estaba muy molesto. Subió a su recámara, boleó sus zapatos, se vistió y se fue a la calle apenas balbuceando un adiós

Revolvía los distintos vestidos que, colgados, dormían en su clóset. No se decidía por uno de ellos. Un coordinado de encajes verde suave cubrían ligeramente su tersa y delicada desnudez. Finalmente tomó partido por aquel vestido verde pistache, sin mangas, algo corto para ir a visitar a un joven, pero ideal para un desenfrenado y candente encuentro. El vestido se entalló perfectamente sobre su piel dibujando cada parte de su sinuosa figura y abrazando fuertemente su estrecha y delgada cintura, retrataba la espectacular silueta de una mujer en plenitud de sus años. Sus pompas salían por encima de su figura levantando ligeramente la parte trasera de este, y en cada paso que daba sus senos se cimbraban como asintiendo, en un movimiento de arriba hacia abajo. Siempre fue bajita, apenas rebasaba el metro con cincuenta centímetros, pero su figura de mujer, desde jovencita, le quitaba la respiración a cualquiera.

Decidida y ardiente como era, antes de calzarse los zapatos se bajó las pantaletas y las dejó en el último cajón de su clóset. Quería sentirse una puta que iba en busca de su joven macho. Estaba muy caliente, el día anterior se había quedado con las ganas de disfrutar a su hermoso y ardiente muchacho. La idea de saberse deseada por otro jovencito la ponía como hembra en celo, ardía en deseos, sentía que escurría, se imaginaba muchas cosas y eso la prendía; ya deseaba estar poseída por la dura, gruesa y negra verga del amigo de su hijo.

Dejó su auto a una cuadra de la casa de su amiga, a quien visitaría después para tener una coartada perfecta y no caer en chismes y habladurías de la gente.

Igual que el día anterior, y una vez que atravesó el patio, cerca de las siete de la noche, tocó tímidamente la vieja puerta de la casa de Sabino.

-          Perdón, dijo mintiendo, en un discurso que ya había ensayado por si se encontraba con algún conocido, al ver que era “Boby” quien le abría la puerta, solo vine a ver si estaba mi hijo por acá, y el deseo ardiente casi se esfumó de su cuerpo.

-          No, no está, pero pásele, le dijo.

-          No, no, gracias, dijo tímidamente, se sentía perdida pero también algo molesta pues Sabino no se veía por algún lado. Acá estoy bien, dijo desde el quicio de la puerta, será mejor que vaya a buscarlo.

-          Pase, insistió “Boby”, quien sabía que ella estaba ahí por otra cosa y lo de su hijo solo era un argumento que ponía como pretexto, y tomándola suavemente de la muñeca izquierda la haló delicadamente hacia adentro.

-          Solo un momento, en realidad venía a ver si estaba mi hijo por acá, dijo mientras daba tres pasos hacia adentro de la habitación y quedaba frente a frente con “Boby”, todavía con su mano sostenida entre la mano del chico.

“Boby” empujó la puerta para que esta se cerrara por el efecto de la inercia. La tomó con las dos manos y la hizo andar dos pasos más. Sin brusquedad ella se soltó del chico. A sus espaldas y sin que lo notara, descalzo, sin playera y solo con un short puesto, Sabino, quien estaba escondido detrás de la puerta, caminó hasta quedar detrás de ella. Puso sus manos en los desnudos hombros de doña Rosy, al tiempo que decía:

-          No está su hijo, pero estoy yo, murmuró prácticamente en el oído derecho de la madre de su amigo. Esta sintió que la piel se le enchinaba y los vellos de sus brazos se erizaban cuando reconoció la voz que vibraba en su oído.

-          ¡No! dijo doña Rosy, quien intentó voltearse, pero las fuertes manos del joven se lo impidieron. Busco a Carlitos, dijo, mientras sintió que su corazón latía más fuerte que nunca. Se sentía atrapada

-          Así quédese, le dijo Sabino, así esta bien, mientras sus labios rozaban el cuello de doña Rosy, quien ya sentía crecer entre sus nalgas la dureza de la carne de aquel atrevido chico.

-          No, no por favor, dijo, con una resistencia que estaba lejos de sentir y querer expresar. Solo vine a ver si acá estaba mi hijo. No me hagas esto, dijo, ya con una casi nula resistencia y una humedad que recorría su entrepierna y bajaba por sus delicadas y torneadas piernas.

Sabino ya la conocía mejor, siguió besando ligeramente su cuello, apenas rozaba sus labios con aquella suave y perfumada piel, casi no la tocaba, era como si sus labios flotaran, rozando tenuemente la nívea y ardiente suavidad de doña Rosy. Continuó por su nuca, ella echaba su cabeza hacia atrás, buscando sentir en su mayor expresión los besos del joven, este descendió un poco el cierre de aquel lindo vestido color pistache, bajó con sus labios y suavemente, rozó con la punta de la lengua el inicio de la vértebra cervical. Doña Rosy sintió hundirse en un profundo abismo lleno de placer, su cabeza sufrió como un golpe la ardiente calentura que inundaba su ser. Sabino pasó al otro lado de su cuello, empezó a mordisquear su oreja izquierda, suavemente, con dulzura, con ternura, sabía que después vendría lo mejor. Sus labios susurraban “señora mía”, “señora linda”, doña Rosy sentía un intenso calor anidar en su, recién, limpia y depilada intimidad. Se olvidó completamente de “Boby”.

El chico la tomó de los hombros, la giró suavemente, quedando frente a frente, se prendió de sus húmedos labios. Chaparro como era quedaba justo a la misma estatura de doña Rosy. Ella correspondió, abrió la boca y empezó a hurgar en la cavidad de Sabino, su lengua tenía vida propia y se enroscaba en la del joven, se lo comía a besos. Bajó su mano derecha y empezó a acariciar la suave pierna de la linda señora, subió un poco su vestido, deslizó furtivamente su mano por dentro de la tela que caía sobre el muslo de doña Rosy. Subió un poco más hasta llegar a sentir el calor que emanaba su vagina perfectamente depilada, la tocó y sintió que se quemaba, lubricaba demasiado, puso un dedo encima de los labios mayores y empujó suavemente, ella abrió ligeramente las piernas y lo recibió con un ligero quejido que salió de sus labios. Sabino le hizo una ligera señal al “Boby” para que se acercara por detrás de doña Rosy, este entendió bien que es lo le pedía y recargó su cuerpo, ya con su verga sumamente parada, y apretándola con el cuerpo de Sabino empezó a magrear sus senos.

-          No, no, no por favor, eso no, dijo débilmente, era imposible creerle. Su cuerpo la traicionaba, porque inconscientemente empujó sus nalgas hacia atrás para sentir el duro falo de Roberto.

-          Déjese, dijo Sabino, le va a gustar.

Roberto siguió acariciando groseramente las suaves nalgas de la señora, no era nada tierno, estaba preso de deseo y pasión. Era su primera vez. No tenía la experiencia del otro joven, pero sí muchas ganas de cogerse a doña Rosy y su verga lo confirmaba. Levantó sin recato alguno el vestido para darse cuenta que no traía nada abajo, se bajó el cierre del pantalón y colocó su verga en la deliciosa entrada de aquella cuevita que estaba húmeda y ardiente al mismo tiempo, tuvo que flexionar sus piernas porque era más alto que ella, estaba tan duro como una roca, pero la lubricación de doña Rosy lo facilitaba todo, así como estaban él detrás de ella, se dejó ir dentro de los pliegues de la depilada vagina de la madre de su enemigo, un “a” prologando se liberó con todas sus fuerzas de la boca de doña Rosy, mientras Sabino, la seguía besando fuertemente en los labios y acariciando los senos sobre el vestido.

Ella lo sintió más gorda que la de Sabino, incluso sintió que la tocó más profundo, que le llegaba más honda, más lejos, en donde nadie había llegado. Se separó de los labios del joven para inclinar su cuerpo un poco más hacia adelante y quedar en mejor posición para recibir esa verga que la estaba haciendo gozar demasiado. Sabino aprovechó y se sacó la verga para ponerla en sus labios, ella empezó su rica tarea mamando a lo largo de aquel trozo de carne dura que estaba a su merced. Mamaba con ansias locas en tanto “Boby” la penetraba duramente, se dio cuenta que el chico iba a terminar pronto, y con la experiencia que tenía en el sexo empezó a apretar con sus músculos internos aquel falo gordo que la llenaba completamente. No pasó más de medio minuto cuando el chico, enemigo de su hijo, empezó a vaciarse dentro de ella. Era lógico que no durara mucho, demasiada calentura los envolvía y la poca experiencia de este hacía que se viniera de manera rápida. Ella se quedó quieta un momento en tanto seguía mamando la verga de Sabino, esperando que “Boby” terminara completamente y se saliera de ella. La leche empezaba a escurrir por su entrepierna. La sintió caliente y espesa.

Sabino también quería cogérsela. Tomó papel de baño se lo dio para que se limpiara. La recostó en la cama, subió su vestido hasta su cintura, alzó y separó sus piernas y sin ninguna espera más la penetró. No había ternura, ella se estaba convirtiendo en su objeto sexual, en su juguete ardiente, pero era un juego en el que ella deseaba participar, por ese momento, de esa manera. No le incomodaba sentir que los chicos solo la querían para vaciarse en ella, no le importaba que solo la vieran como la señora puta que andaba urgida de una buena verga y que abría las piernas al primero que le gustaba y que le ofrecía unos ricos momentos de placer. Por el momento ese era también su juego.

El chico entró, con un poco más de experiencia en el sexo, después de un rato entrando y saliendo de aquella deliciosa vagina, la cambió de posición, la puso en cuatro, con las nalgas al aire y las rodillas casi en el filo de la cama. Ella se dejó hacer con facilidad. Desde las alturas los ojos de Sabino vieron aquel ojo negro, profundo que lo observaba con diversos guiños, pues él veía como se abría y se cerraba en cada embate que él le daba a la señora. Lo tocó suavemente y ella arqueó su cintura hacia abajo, como expresando un ligero rechazo a ese dedo intruso que osaba profanar un tesoro que nadie había conseguido con ella. No le disgustaba la idea, pero creía que no era el momento. Sabino insistió, pero su reacción fue la misma, incluso en algún momento apretó fuertemente los músculos perianales al tiempo que con su mano derecha tomó la muñeca de la mano del joven y la puso sobre su cadera, indicándole que por “ahí” no era el camino.

Tardó unos minutos más, sus gemidos indicaban que pronto terminaría, se vació en ella mientras su verga se hinchaba más para llenarla completamente. Ella inclinó la cabeza, enterrándola completamente, entre las sábanas y las almohadas que dormían en la cama. Se separaron felices, satisfechos, ella había recibido la leche de dos vergas jóvenes y estaba súper contenta. La habían hecho feliz.

Se acomodó el vestido, se peinó con los dedos su suave cabellera. Tomó su bolso de mano y dirigiéndose a “Boby”, le dijo:

-          Quiero que vayas mañana en la noche a mi casa, te espero entre las 10 y media y las once de la noche.

-          ¿También puedo ir yo? preguntó Sabino.

-          No mi amor, le dijo ella mientras le acariciaba suavemente la barbilla del joven, quiero disfrutar más despacio a este jovencito, afirmó acercándose a “Boby”, para besar suavemente los labios del chico. ¿Si puedes? Pero tendría que ser mañana en la noche por que pasado mañana ya llega mi marido.

-          Sí, yo creo que sí, balbuceó el chico.

-          Haz lo posible corazón porque quiero disfrutarte con más calma, estás muy sabroso, dijo al tiempo que con extremo cuidado salía de la casa del joven y se dirigió a la calle.

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