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Mi nuevo amigo, el tío que se folla a mi madre

en Amor filial

Hace unos días amanecí algo inquieto. Me dolía la cabeza, había sudado, tenía el pijama pegado a la piel, pero no estaba enfermo.

Había pasado casi toda la noche en vela, escuchando los ruidos que venían de la habitación de mi madre. Los golpeteos rítmicos del cabecero de su cama retumbaban contra la pared, su voz cuchicheada guarradas entre gemidos en secreto, sus jadeos entrecortados me hacían saber cuándo estaba disfrutando más… en la oscuridad de mi habitación me esforzada por no imaginarme lo que pasaba en la de al lado, pero era imposible, le ponía la cara de mi madre a esos sollozos de placer…

Por la mañana me levanté temprano, no había pegado ojo y fui a darme una ducha refrescante para despejarme y bajar mi habitual erección mañanera. La notaba más potente y cargada de lo habitual, y no quería desahogarme con el recuerdo de haber oído a mi madre… haciendo lo que no hacen las madres, y menos con sus hijos en casa.

Desnudo bajo el agua recordaba con triste ironía la noche anterior cuando hablé con ella.

 

Me dijo que iba a venir su novio “a cenar”, pero al decírmelo sus mejillas estaban sonrojadas y esquivó un poco la mirada. El que se hubiera maquillado de esa manera no ayudó a creerme la excusa. Su sombra de ojos alargaba su mirada felina ya de por si sensual y elegante, resaltando el verde esmeralda de sus enormes ojos almendrados. El colorete en sus pómulos estilizaba sus facciones finas de muñeca, y el carmín intenso hacía sus labios más carnosos y brillantes, como si los tuviera húmedos.

-Solo a cenar? –le pregunté cortado al notar cómo me lo decía de pasada.

-Bueno cielo… a lo mejor tambien se toma una copa luego o algo. - dijo mientras jugueteaba con los dedos en un tirabuzón que se había hecho en el pelo a un lado sólo, dándola un aire campestre o de elfa.

Y una mierda.

Me miraba fingiendo naturalidad, pero la notaba nerviosa, o ansiosa por la velada, y me imaginaba por qué… aunque esperaba que no fuera así, ya que mi imaginación de adolescente vuela lejos y me perturba, tuve que comprobarlo.

-Es que... llevas ya unos meses saliendo con Fran… que es un buen tío, es simpático y esas cosas… y hace años que te separaste de papá, lo entiendo… pero... te has puesto muy guapa… y lo traes a casa…

Estaba rojo como un tomate, ya casi era un hombre, y me sentía tonto como un niño.

No me atrevía a decirle lo que pensaba que iba a pasar, o si había pasado ya… eso… si habían follado, o si lo iban a hacer… y menos con esas palabras, aunque quisiera.

Mi madre debió notarlo, por que tragó saliva y se quedó pensativa, un poco seria.

Realmente estaba muy guapa, con su larga melena cobriza recogida con pinzitas por los lados, para que cayera libre hasta la mitad de su delgada espalda. Se había puesto un vestido veraniego, estilo de su pasado hippie y naturalista, de suaves colores tierra y algunas florecitas alegres.

Los tirantes que lo sujetaban por sus hombros finos dejaban un escote amplio y aunque discreto, era bastante sugerente, ya que mi madre no puede disimular el volumen redondo de sus carnosos pechos, haciendo un escote profundo y apretado.

-Bueno cariño… -dijo con tono cariñoso y maternal- ya eres mayor… y sabes ciertas cosas… no te voy a mentir, sabes que puedes decirme lo que quieras… ¿Qué te preocupa hijo mio?

Me quedé mirando absorto su profundo canalillo, divagué pensando que mis manos no conseguirían abarcar enteras sus tetas si quisiera tocarselas, y tendría que rodearlas en caricias para palparlas del todo, pero las de su novio seguramente si, ya que eran más grandes y fuertes. Seguro que se las cogía y apretaba con fuerza, y jugaba con ellas como sopesando un par de melones franceses. Qué cabrón.

Desvié mis pensamientos al darme cuenta de que se le marcaban ligeramente los pezones bajo el vestido, y aluciné al comprobar… ¡que no llevaba sujetador!

Podía ver la curva de sus pechos pegada a la tela del vestidito, y mi corazón bombeó con fuerza sacudiendo una ola de sangre caliente a mi cabeza… y a mi entrepierna.

-Ah… es que… no se… tu… y el… esta noche… vais a...?

No pude terminar la frase.

Tragué saliva, y agache la mirada, solo para seguir contemplando involuntariamente el precioso cuerpo de mi madre. Su estrecha cinturita de casi cuarentona no tenía nada que envidiar al de las adolescentes de mi clase. Sus piernas largas y torneadas nacían de unas caderas suaves y ejercitadas en el gimnasio. No llevaba medias y lucía un tenue bronceado que daba un aspecto sedoso a sus muslos y pantorrillas. Sus pies pequeños y delicados, posaban en unas sandalias que estilizaban con un poco de tacón sus elegantes gemelos.

En uno de ellos brotaba tatuada una zarza espinosa con rosas en algunas ramas, nacía en el empeine de su fino pie con las uñas de sus adorables deditos pintadas en rojo y subía trepando hasta casi su rodilla.

Me quedé embobado mirando el tatuaje de la pierna de mi madre, en mi mundo, distraído, recordaba que de pequeño contaba las rosas de la pierna de mami, y de vez en cuando le gustaba añadir alguna rosa más a la zarza de espinas. La ultima vez que las conté tenía una docena, pero ahora me parecía ver alguna más…

-Que si vamos… a que?

 

Preguntó mi madre expectante, despertándome de mi ensoñación al ver que me había quedado ausente.

-Pues… ya sabes… si va a f… dormir contigo.

 

Corregí rapidamente la cagada que iba a soltarle a mi madre. Aunque me moría de ganas de poder decírselo claramente, y saberlo, aunque me doliera.

Ella se quedó mirandome un momento… y no sabía como iba a reaccionar, casi me temí un bofetón.

-Bueno hijo… a ver como te explico esto… yo… además de tu madre, también soy una mujer, entiendes?

Me decía mirandome como si me diera una clase de ciencias. Yo la miraba en silencio, para que siguiera.

-Y… como mujer –prosiguió- igual que los hombres y los chicos… tengo unas necesidades. Y… bueno… desde que no estoy con tu padre… pues.. he estado un poco sola en ese sentido... sabes lo que quiero decir?

Me hablaba tan dulcemente para no herirme ni ser brusca en el tema del sexo que me hacía sentir como un niño de teta. Yo al imaginarme sus increibles tetas en la boca de ese hombre, sólo podía enfadarme sin saber por qué exactamente.

-Joder, mamá, pues claro, no soy tonto, -contesté algo tosco- eso es justo lo que te estoy diciendo.

Mi madre me miró molesta poniendose seria.

            -Esa boca Iván.

No le gustaba que dijera palabrotas. Aunque ya casi tenía edad para beber, por ejemplo.

 

-Perdona mamá... –dije agachando la cabeza, y sin querer, volví a topar con sus preciosas y firmes tetas bajo mis ojos, y sus pezones me miraban también fijamente a través de la fina tela del vestido- es que… no quiero que nadie se aproveche de ti…

Eso debió enternecerla al preocuparme por ella, aunque en realidad eran los celos los que me picaban por dentro al verla tan sexy, ofreciéndose en mi cara a un tío que traía a nuestra propia casa.

            -Ohh… cariño, eres un amor hijo mío, no te preocupes por eso…

 

Me abrazó y apretó mi cara contra su pecho. Me quedé cortado por un momento. Notaba su calor y la suavidad de su piel contra mi mejilla, olía a vainilla y la rodee la fina cintura con las manos, aprentándome a ella.

Su aroma me embriagaba, tan dulce que me daban ganas de lamerla, y saborear las suaves tetas en las que se apollaba mi mejilla.

-Tranquilo mi amor –susurraba mi madre con cariño acariciándome el pelo- nadie va a venir aquí a hacer nada que yo no quiera ni a aprovecharse de mi. Cómo me cuidas hijito, tu eres el hombre de mi vida.

 

Eso era verdad, no iba a hacer nada que no quisiera con nadie, ni a dejar que se aprovecharan de ella… lo que hizo lo hizo por que quiso, y no se aprovecho nadie de ella.

 

Salí de la ducha sintiéndome un estúpido por creer a mi madre de esa manera, al creer que lo que me decía era que no iba a pasar nada esa noche en su cama, y luego me encontré con sus gemidos en su cuarto, jadeando como una perra.

Me maldije y borré mi tonteria con un tortazo en la cara, mirándome al espejo. ¡Plash! Mierda… me había pegado un poco fuerte, como pica… estaba frustrado y casi deseé poder darle esa torta a mi madre… luego me arrepentí de esa idea… mis nervios y los celos me llevaban… ahora me veía débil y pequeño. ¿Qué esperabas, gilipollas?, qué pringao.

Me preparé el desayuno y terminaba de digerir con esfuerzo el último trago de mi taza, cuando entró Fran en la cocina. Llevaba la ropa de ayer, pero algo arrugada y con la camisa abierta, mostrando su pecho recio y su abdomen musculoso. Era un tío alto y desgarbado, delgado pero muy fibrado, no se le notaba un ápice de grasa bajo la piel. Me morí de envidia al ver cómo se le marcaban a los lados de los abdominales, el surco que llega hasta las ingles de los tíos que están en magnífica forma. Yo apenas tenía unos discretos pectorales de niño grande, y por supuesto no tenía el aspecto adulto de tío maduro e interesante, me sentía un niño pequeño teniéndole frente a mí. Una punzada de envidia más triste se me clavó en el pecho cuando a mi mente vinieron imágenes recreadas de los abdominales de Fran bombeando con fuerza las finas caderas de mi mamá. Le contemplé un momento y me imaginé tu larga polla, que me imaginaba yo que sería así por su constitución, penetrando y saliendo del interior de mi madre, lubricada, sudorosa, jadeante… Dios que tortura me estaba haciendo a mí mismo.

-Buenos días chaval –dijo bastante animado, hablandome como un colega, como era habitual en él al tratarme.

Le saludé cortado sin mirarle directamente, desganado.

No quería verle sabiendo que él era el autor de los gemidos de mi madre, los golpes en la pared, besándola y lamiendola, metiéndose entre sus piernas… mierda, no quería pensar en eso más.

-¿Qué tal? Has madrugado mucho ¿vas a alguna parte? –me preguntó como si no supiera el escándalo que montó ayer con mi madre a unos metros de mi habitación.

            -No… es que no he dormido muy bien esta noche… en realidad nada  –contesté queriendo que sonara hiriente, pero resultó salirme la voz sin casi fuerza.

            -Ah… ya… bueno… espero que no te molestaramos… con la tele… -dijo intentando disimular con esa excusa tan cutre.

Respiré hondo con ganas de gritar de frustación, pero me contuve, y por fin conseguí soltar algo de lo que pensaba y me taladraba la cabeza.

            -No… a la tele pudiste bajarle el volumen… a mi madre no.

Fran se quedó mirandome en seco, impresionado por mi replica.

            -Joder, eso no me lo esperaba… yo… lo siento chaval, no queria que pasaras mala noche por mi culpa. –Me dijo hablándome como a un igual, con sinceridad y respeto.

 

            -Ya lo sé… no te culpo, tu hiciste lo que haría cualquiera… la culpa es de ella, que no tuvo la boca cerrada.

 

            -Chico, tu madre es una mujer estupenda… es guapa, lista, divertida, pasional…  en muchos sentidos, pero es tu madre… no digas esas cosas de ella.

 

            -Que no diga qué? si podía oir hasta cuando cambiábais de postura en la cama… que de cara a la pared la oía hasta lo que te decía. -respondí mirándole fruncido.- Me vas a decir acaso que fue la tele?

 

            -Chico… tranquilo… habla más bajo que  vas a despertarla… -susurró avisándome-

            -No te jode… despertarla yo encima, con los berridos que ha dado toda la noche… dormirá todo el día y luego estará afónica… -repliqué indignado.

- Venga chico, ya vale… cálmate... tienes razón… nos pasamos un poco… ¿qué quieres que te diga?

Dudé temeroso un momento… y tras acumular un poco de determinación, le dije:

            -Quiero que me digas que hiciste con mi madre anoche…

 

Creo que su pregunta no era una propuesta real si no una frase hecha, pero aproveché para tratar de tirar de la cuerda  las dudas que me atormentaban.

 

            -Ahh… venga ya… eso es algo personal y privado… no deberias saber esas cosas de tu madre… -me miraba extrañado y algo intrigado-

            -Ya, pues anoche no tuvistéis cuidado en mantenerlo en privado, y tuve que oirlo todo. Asi que ahora quiero saberlo, es lo justo, es mi madre… -defendí con orgullo mi determinación… aunque al ver que no le impresionaba mucho asi… me derrumbé por la necesidad- Por favor… cuéntamelo…

 

            -Joder... –resopló y se rascó la nuca- está bien... te lo contaré, porque te entiendo, sé que te jode y necesitas saberlo. Pero ni se te ocurra decirle nada a tu madre ¿entendido? –me miró fijamente dejando bien claro el riesgo que corría por mi-

            -No le diré nada, te lo juro... solo quiero saber lo que ella nunca me diria…

 

            -Esta bien… te contaré lo que quieras… ¿que es lo quieres saber? –me dijo resignado dandome via libre por fin a mis inquietudes-

 

-Bueno. Pues… esto… tu… y ella…. Ayer… os… -tartamudeaba como un tonto sin atreverme en el momento de la verdad-

 

-Si chico, si. Follamos. –dijo contundente ahorrándome el mal trago de pronunciarlo, pero me costó un escalofrío digerirlo, aunque en realidad ya lo sabia-

-Ahh… vaya… jo… bueno… y… que tal? –le dije sin saber que preguntarle-

-Que qué tal? Jeje, pues… muy bien… no sé que decirte. –Fran sonreía extrañado a mi costa, pero yo no quería desperdiciar la oportunidad de saber lo que me obsesionaba-

-Como lo hicisteis?

 

-El que? –me miró enarcando las cejas como desafiándome amistosamente a que me atreviera a decir las cosas con todas sus palabras, ya que tenía tanto interés en saberlas.

 

-Eso… follar… -solté con cierto esfuerzo, empezaba a sudar otra vez- ¿Cómo te follaste a mi madre?

-Joder con la preguntita… jeje, pues… normal… ya sabes cómo son estas cosas… ella se tumba… se abre… tu te pones encima… jeje –Me lo decía como si fuera una anécdota graciosa o un chiste, tal vez por quitarle tensión al momento-

-Se abrió ella de piernas o se las separaste tu? –le lancé la pregunta decidido a saber ese detalle para que supiera que hablaba en serio, y que había pensado mucho sobre el tema-

-Joder… que es tu madre… por que queires saber eso? –me miró sorprendido y creo que hasta un poco impresionado.

-Por eso, por que es mi madre... y quiero saber como és en realidad y que es lo que hace estando yo en casa, sabiendo que la oigo…

Mi expresión debió convencerle seriamente, por que el también se puso serio, y me empezó a hablar en confidencia.

-Ufff –resopló poniendo sus manos a las caderas, paseó un poco por la cocina, pensativo, y volvió frente a mi mirándome fijamente- Chico, tu madre estaba tan cachonda anoche que se tumbó en la cama sin quitarse el vestido, contoneándose como una gata en celo, separó sus piernas frente a mi y me ofreció su precioso coñito para que me la follara…. ¿Eso es lo que quieres saber?

 

Me miraba fijamente para comprobar mi reacción. Yo estaba alucinado al oir eso e imaginándome a mi madre tumbada en la cama, exponiendose a que se la metieran. Mi corazón bombeaba nervioso, y un cosquilleo en mis partes hormigueaba desde mi interior.

 

            -Ufff… hostias si… esas cosas son las que quiero saber… -dije con un hilillo de voz aguda. Tragué saliva y asentí recobrando fuerzas, para sonar más decidido. Carraspeé y respiré hondo- ¿Cómo se la metiste?

 

Fran alucinaba con mi contraataque, dudó un momento, pero finalmente siguió compartiendo en confidencia sus intimidades con mi madre.

 

            -Pues… al verla así no pude resistirme… jeje. –parecía recordar Fran apartando la mirada un momento-  Me desnudé a toda prisa… me puse de rodillas entre sus piernas… la agarré del culo… la levante las caderas hasta mi cintura… -enumeraba paso a paso con meticulosidad mirándome, e hizo una pausa tanteándome- y entonces…

 

-Y entonces… que? –pregunté ansioso

Fran esbozó una media sonrisa con picardía, y me dijo en un tono sugerente y directo: 

-Se la clavé de un empellón… y tu madre gimió sintiendo como se la metía hasta el fondo… estaba muy húmeda, entró muy suave.

 

Tragué saliva al imaginarme esa escena, y traté de ponerle el sonido de la noche para acompañar el recuerdo.

 -Creo que oí cuando pasó eso… al rato de irme yo a mi cuarto… ella gimió fuerte… y luego soltó un… “Diossss siiii”. –dije tratando de imitar el tono que oí desde mi cuarto- ¿Fue así?

 

-Vaya, si que son finas las paredes de esta casa… si… eso es justo lo que dijo.

 

Fran estaba visiblemente sorprendido de mi actitud, pero no puso freno a mi curiosidad, si no que parecía que le gustara confesar sus aventuras a alguien… o tal vez le daba morbo contarle al hijo de su novia como se follaba a su madre… o  tal fueran imaginaciones mías. En todo caso yo estaba a cien por hora, el corazón me bombardeaba el pecho, y mi polla estaba a punto de explotar… sin embargo por dentro tenía ganas de llorar y te gritarle a mi madre cosas sucias, pero la excitación y la curiosidad tiraban más de mí que mis celos o la vergüenza.

-Y luego? Como… como seguiste haciéndoselo? –tartamudeé un poco sonrojado por la tensión.

 -Yo no podía aguantar más –sonrió- , la cogí por la cintura para darla duro, se la metí hasta el fondo y empecé a follarla a saco y ella se agarró al cabecero de la cama por encima de la cabeza. –Me describía con calma justo lo que quería saber, y yo le escuchaba extasiado e inquieto-

 

-Estaba desnuda? -Pregunté improvisando a medida que se me ocurrían más cosas-

-Si, la quité el vestido en ese momento. –contestó con buena cara como si estuviera en una entrevista de trabajo.

-Antes has dicho que se abrió de piernas… y la viste el… eso… es que no llevaba bragas?

 

No podía evitarlo, estaba supernervioso, y la calma y buena cara de Fran ahora me daba una mezcla de vergüenza y admiración por él.

 

-La vi… el qué? Jeje, venga chico, dilo… no te cortes… -me animó guiñándome un ojo.

 

-Puff… Le viste el coño a mi madre? –Solté sonrojado pensando en cómo sería el pubis de mi madre al pronunciarlo.

 

Fran sonrió orgulloso de mi.

 

-Si chico… le vi todo el coño a tu madre cuando se abrió de piernas… -me dijo sugerente y provocativo- Se quitó las bragas en la cocina cuando fue a por los postres y me las dio por debajo de la mesa cuando fuiste un momento al baño.

 

-Ahhh uff joder con mamá. –exclamé con un jadeo. Fran asintió, y yo volví a preguntar como si unas riendas tiraran de mí sin darme cuenta- Y… cómo… ¿cómo lleva el coño mi madre? –me atreví a preguntar con esfuerzo-

-Jejeje… chico… -dijo como sintiendo que ya estaba contando demasiado, pero se lo debió pensar mejor, respiró sonrriendo, y me dijo- El coño de tu madre es un precioso melocotón rosado bañado en almíbar. Lo tiene perfectamente afeitadito excepto por un mechoncito castaño encima de su delicada perla. Ummm…

 

Cerró los ojos como si se lo imaginara de nuevo, y yo lo hice también, intentando recrear esa imagen.

 

-Ufff… qué bonito debe ser… ¿Se lo comiste? –solte la preguna a bocajarro-

 

-No, solo me la follé, pero ella si me la chupó, jeje.- me devolvió la respuesta con la misma decisión-

 

-Ahh vaya… mi madre… la chupa… -aluciné al asimilar esa información-

 

-Ya lo creo que si la chupa, jjeje, y joder cómo la chupa la muy puta, jeje –soltó sin pensar en a quien le decía eso-

 

            -Hala! Que es mi madre… -aluciné con la boca abierta, y me recorrió un escalofrío por toda la espalda al oír como dedicaba esa palabra a mamá.

 

-Perdona chico, ha sido sin querer, es una mala costumbre mía… pero... joder, tu madre la chupa como una diosa! jeje –se rió divertido y bajó la voz al darse cuenta de que no estaba siendo muy discreto-

 

-Te oí llamarla eso… mientras la follabas. –recordé un poco dolido, sin atreverme a repetir esa palabra, pero si la otra con efe- ¿te… te gusta insultar a mi madre? –me di cuenta de que soné un poco infantil y lastimero, y trate de ponerme serio y confiado.

 

-Ah… eso... bueno… yo digo muchas palabrotas… no es que se lo diga de verdad, ella lo sabe, es un juego… es algo que me gusta decirle a las chicas cuando me gustan mucho… y cuando se ponen en plan superguarras, sabes? –le veía más relajado y hablándome como un amigo y confidente, estaba emocionado de que me confiara todas estas cosas que me decía- Pero si… suelo insultar un poco a todo el mundo mientras hablamos, en broma ya sabes… entre colegas nos llamamos cabrón… gilipollas... esas cosas, jeje.

 

-Ah… pues a mí nunca me has llamado nada de eso. –pensé en voz alta mirándole extrañado.

 

-¿Y que esperabas? ¿Que te insultara delante de tu madre mientras trataba de follármela? Jeje, no creo que la hubiera causado buena impresión. Pero si quieres ahora que sabes todo esto puedo llamarte hijo de puta…

 

Fran se rió de esa broma tan zafia… pero a mi me sentó como una bofetada humillante en la cara… y al mismo tiempo sentí una extraña excitación que me recorrió la espalda y llenó de un hormigueo mis mejillas. Le miraba alucinado por lo que me había dicho. Él se dio cuenta y se arrepintió al verme afectado.

 

-Perdona chico… no quería decir eso… a veces digo gilipolleces y no son graciosas… no me lo tengas en cuenta.

 

Tragué saliva y respiré hondo asimilándolo todo.

 

-No pasa nada… si tienes razón… mi madre es… una puta… así que yo… soy su hijo. –dije sin creerme que hubiera llamado eso a mi madre en voz alta, aunque no estuviera presente.

 

-Chico… tu madre no es una puta… solo es una mujer… a la que le gusta disfrutar… y que necesita que le den placer –me dijo poniéndose serio y conciliador.

 

-Ya… pero si le gusta que se lo llames… será por que algo puta se siente… y si tu se lo dices… será por que algo puta la ves… igual que lo que me has dicho a mi, y no te lo niego… es lo que soy. Me merezco que me insultes lo que quieras…

 

La tristeza y la resignación me abatieron un momento, y Fran estaba desconcertado por mis palabras, ya no titubeaba y lo solté tal cuál me salió.

 

-A tu madre le gusta que la llame puta, si. Y vale. Un poco puta si que es… de hecho… que coño… tu madre es una jodida puta, qué te parece?

 

Fran se puso serio y me miraba tanteándome al decir esas cosas de mi madre con autentico desprecio, provocándome. Yo le miraba alucinado, casi temeroso por su repentino cambio de tono y su actitud desafiante. Me quedé sin palabras y solo pude titubear intimidado.

-Que pasa chaval? No dices nada. Te gusta que ponga a caldo a la puta de tu madre verdad? –Susurraba Fran acercándose a mí sin dejar de mirarme a los ojos, y yo estaba temblando casi lloroso, pero tenía razón.

 

-Si… me... me pone… que la llames eso… -tartamudeé conteniendo un sollozo de los nervios, pero excitadísimo al mismo tiempo, y lleno de emociones tensas.

-Que la llame qué chico? Dime qué es lo que te gusta oír que la llamo? O mejor, insúltala tú. Dime lo que es tu madre… vamos…

 

Fran parecía casi agresivo en su provocación, parecía que me leyera la mente incitándome justo en mis más oscuros y ocultos morbos. Me estaba poniendo a prueba y yo necesitaba desahogarme.

-Mi… mi madre… es una… una pu… ta… -dije con una vocecilla infantil y miedosa.

-Venga coño... antes la has llamado eso mucho mejor, dilo de verdad… asumiendo lo guarra que es. –Me incitó más insistente.

Llené mi boca de valor, o de rabia… y las palabras salieron como un borbotón de aire malicioso.

-Mi madre es una puta de mierda, vale? Una guarra que folla en casa con su hijo al lado. Es… una cerda. Eso querías que dijera? –contesté a Fran encarándome un poco.

Fran sonrió satisfecho, y rebajando la tensión sobre mí… me tanteó de nuevo.

-Y que te parece ser el hijo de una cerda, eh hijo de puta? –me soltó a la cara con su famosa media sonrisa de superioridad.

            Yo me mordí el labio… humillado. Pero algo en esas palabras me hacían sentir un cosquilleo intenso. El tío que se follaba a mi madre me estaba dando caña, poniéndome celoso con sus explicaciones de lo que le hacía en la cama, de cómo era su cuerpo y yo sólo podía imaginarme.

 

-A ti también te gusta que te insulten, es eso chico? Como a la puta de tu madre? –me preguntó Fran esta vez mas comprensivo, como intrigado.

 

-Ahh… yo… no lo sé… es un cúmulo de cosas… pero… que me digas eso… me hace sentir… raro. –traté de disimular mi excitación sin confesar lo que estaba sintiendo.

 

-Quieres que probemos y te insulte otra vez?

 

La voz de Fran sonó tan dulce como una invitación a cenar… no pude negarme a probar y me alcé de hombros… mirándole expectante de lo que iba a hacer.

 

-Iván… -Dijo esta vez llamándome por mi nombre, mirándome fijamente a los ojos- Ayer tenía a tu madre a cuatro patas con la cara pegada a la pared que da a tu cuarto, tirándola del pelo mientras la daba por culo. Eres el hijo de una puta de mierda que se corre como una perra cuando la joden por detrás. Eres un niñato hijo de puta que se mata a pajas pensando en el coño de su mamá.

 

Tenía ganas de llorar. Joder, era todo cierto, era un crío palillero que fantaseaba con su propia madre y se ponía celoso de ella, como un cornudo humillado, pero mi polla estaba a punto de derramarse al igual que mis ojos. Jadeaba en shock mirado a Fran, con su cara que tan pronto podía ser amistosa y sincera como algo hosca y salvaje.

           

            -Ahhh uff… jo.. joder… -solo acerté a decir entre jadeos que casi eran un gimoteo.

Fran me miró… de arriba abajo… a la cara congestionada y a mi paquete paralizado en portentosa erección. Posó una mano en mi hombro y me dijo

–Entre tu y yo, te diré hijo de puta, por que lo eres, y te gusta que te lo diga- posó entonces la otra mano sobre mi entrepierna, palpando mi abultada vergüenza, yo me estremecí y abrí los ojos como platos. Añadió- ni se te ocurra decirle nada sobre esto… o se nos joderá a los dos el rollo y tu te ganarás dos hostias…

Apretó entonces su presión suave en mi polla hasta convertirla en un agarre firme y tenaz. Yo le miraba aguantando la respiración, a medio camino de la eyaculación y el infarto, hasta que me soltó como si nada.

-Toma, me las iba a quedar de recuerdo, pero a ti te harán más falta.

Sacó de su bolsillo un pañuelo arrugado y lo puso sobre mi mano dócil. Cuando lo miré comprobé que eran unas braguitas, negras, casi como un tanga con los bodes de encaje transparente. Las abrí entre mis manos palpando el tesoro que tenía, acariciando la fina tela que había estado en contacto con las partes de mi madre. En su interior, restos blancuzcos adornaban el centro de la tela con una pincelada aún algo húmeda. No podía creer lo que estaba viendo… no pude evitar acercarlo a mi cara y oler el aroma del jugo de mi madre… 

-Pajéate en su honor, antes de que se levante –me decía Fran mientras se iba por la puerta de casa- y ya me cuentas luego lo que te ha dicho.

No necesitaría ni tocarme, podría correrme ya mismo sólo con este estímulo. Podría lamerlas y saber a que sabe una vulva… saber a que sabe la vulva de mi propia madre. Olía a delicias, a maravilla sensual y a lujuria, a pecado, dios, me encantaba, podría comérmelas enteras, deseaba restregarme contra ellas, hasta casi pensé en ponérmelas y frotarme con la prenda que ha tocado el coño de mamá, aquí mismo, en la cocina donde ella se las quitó para dárselas a su novio mientras cenábamos y se pasó el resto de la velada sin bragas… en mi ensoñación de éxtasis pasaban mil cosas mientras el corazón daba saltos dentro de mi pecho… y justo entonces… entró ella.

Fin de la primera parte.