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Cara de Puta - parte 7

en Grandes Series

 

Aunque aún era temprano y apenas empezaba el día, ya se sentía el calor típico de New México. Sí bien ya había entrado el otoño, el calor todavía no terminaba de irse por completo. Me sentía caliente, y no era solamente por el clima.

Frente a mí estaba Raúl, mi tatuador, amigo mío y de mi esposo Tommy, desde ya hace mucho tiempo. Y si han seguido mis relatos, sabrán que es el mismo Raúl con quién yo llevaba una relación extramarital desde ya hace unos cuantos meses. Estábamos tomando un café al aire libre, tal si fuéramos una pareja común y corriente. Y es que Raúl y yo éramos todo, menos comunes y corrientes.

Había decido ponerme este día un vestido de piel color negro, pegado a mi escuálido cuerpecito. No tengo tetas, y mucho menos caderas. Soy casi una tabla. Eso sí, mis piernas las mantengo firmes a base de gym, caminatas y algo de danza. Y mis botas estilo militar, también de color negro y con remaches en plateado y tacones altos, me hacían lucir más alta de lo que realmente soy.

 

Las sombras en mis ojos, más oscuras de lo que normalmente las uso y mis labios de color rojo oscuro también. Y obviamente mis tatuajes, los que en mi trabajo ocultaba a la vista de mis odiosos compañeros, pero que en mis días libres los lucía y presumía orgullosamente. Muchos de ellos hechos por el hombre que estaba ahora enfrente de mí.

Todo eso coronado por mi abundante cabellera suelta que hoy lucía en color rubio. Había tomado la decisión de probar el look de rubia y por las miradas, tanto de Raúl como algunos de los comensales de las mesas contiguas, me indicaban que no me veía tan mal.

Como dije, mi cuerpo estaba a años luz de ser el de una supermodelo o el típico cuerpazo de mujer que se describen usualmente en este tipo de relatos. Pero había aprendido a lucirlo y sacarle provecho a lo poco que Dios me había dado.

Y ahí estábamos, platicando de películas, deportes, tv series y… nuestras ganas de irnos a coger a algún motel. Una plática normal entre él y yo.

 

-'¿Qué tipo de ropa interior llevas puesto?' -preguntó Raúl.

-'Una tanga, semi transparente de enfrente y por detrás solo un hilito entre mis nalgas… Y totalmente húmeda, por si acaso querías saber eso también' -contesté.

-'Te reto a que te la quites aquí mismo y me la des' -dijo Raúl, divertido.

-'¿Y qué ganaría yo si lo hago? Debe haber un premio o recompensa por hacerlo, ¿no?

-'Hazlo, y tú misma pon tu recompensa' -dijo Raúl al tiempo que daba un trago a su café.

-'Ok, no tengo nada en mente ahora, pero con que estés en deuda conmigo me es suficiente. Ya me lo cobraré después'

 

Raúl se acomodó en su silla mientras me miraba divertido por lo que yo estaba a punto de hacer. Siempre he sido de hacer locuras, y más cuando son de índole sexual. Pero siempre bajo la cautela de que no sea demasiado arriesgado o me pueda meter en problemas. Eran aproximadamente las 10 a.m., estábamos en la terraza de un restaurant al aire libre, en el centro de la ciudad, tomando café, rodeados de comensales y calles llenas de gente rumbo a su trabajo o escuela. Era una locura hacer lo que iba a hacer, pero no podía negarle nada a Raúl. Tenía un poder sobre mí que me hacía perder mi voluntad y ser prácticamente su esclava.

Nada podía negarle. Excepto aceptar su propuesta de dejar a mi esposo e irme a vivir con él. Juntaba todo lo que me quedaba de voluntad y fuerza para poder decirle que no, que no podía aceptar su propuesta. Mi boca siempre decía No, pero mi mente decía Sí.

 

Empecé metiendo mi mano por mi entrepierna, hasta tocar la parte donde mi tanga hacia contacto con mi peludo monte de Venus, no sin antes echar una mirada a las mesas contiguas. Efectivamente, mi tanga estaba empapada de mis jugos y se sentía pegajosa a mi tacto. Empecé a jalarla poco a poco, tratando de sacarla de en medio de mis nalgas, pero no fue fácil. Como pude y cuidándome de la vista de los demás, metí mi mano por un lado del vestido hasta alcanzar el pequeño hilo de tela lateral y haciendo presión hacia abajo, logré sacarlo de la raja de mi culo. Cambiando de mano, hice el mismo movimiento del otro lado de mi cadera y ahora si ya tenía mi tanga fuera de mi pequeño trasero.

Ahora venía la segunda parte y más riesgosa, bajarla por mis largas piernas sin que nadie de los comensales lo notaran. Tomándola por los lados, empecé a jalarla hacia abajo, al tiempo que el pequeño hilo de tela húmeda se iba enrollando. Eran mis nervios quizás, pero me dio la impresión de que el ambiente se había llenado con olor a vagina.

 

Poco a poco la fui resbalando por mis piernas, usando la mesa como cubierta, hasta pasar mis rodillas y de ahí a mis botas. Estaba resultando más fácil de lo que había pensado, para decepción de Raúl que seguramente deseaba que yo fuera descubierta.

Solo fue cosa de mover un poco mis pies y ya tenía mi tanga en mi mano, la cual ofrecí orgullosa a Raúl. Este la tomó y se la llevó a su nariz, oliéndola, aspirando ese olor tan distintivo que soltamos las hembras cuando estamos en celo.

 

-'Bueno, pues ganaste. Pensé que no lo harías. Ahora dime mi precio a pagar' -dijo Raúl aceptando su 'derrota'.

-'Te lo diré a su tiempo, cuando haya pensado en algo conveniente para mí. Por ahora vayámonos de aquí, necesito tenerte dentro de mi o terminaré orinándome de placer aquí enfrente de todos' – y era verdad. La travesura me había dejado caliente.

-'Mmmmm....suena como una buena idea para un segundo reto'

-'Hahaha, vámonos a tu casa y allá te orino todo lo que quieras. Pero de ya, que lo necesito de urgencia' -dije dando un último sorbo a mi taza de café.

 

No hubo más conversación. Raúl pagó lo que habíamos consumido y pocos minutos después, ya estábamos en su auto rumbo a su casa. Fue un camino corto pero divertido, donde fuimos metiéndonos mano mutuamente. Yo le apretaba su dura verga por encima del pantalón, mientras el traviesamente hacía bolita mi pequeña tanga y la introducía con sus dedos en mi empapada vagina, a lo cual yo le ayudaba abriendo mis piernas lo más que podía.

Entonces fue cuando posé mi mirada en el espejo retrovisor del auto y me sorprendí lo que vi reflejado en él.Era mi rostro......sonriendo. O, mejor dicho, esa horrible mueca a la que yo llamo sonrisa. Esa misma sonrisa que reservaba exclusivamente solo para Tommy, mi esposo. Él y nadie más que él, se había ganado el derecho a mirarla… Hasta hoy.

 

Llegamos a la casa de Raúl, estacionó su auto y bajándose, se apresuró a ir a mi lado para abrirme la puerta, lo cual interrumpió mis pensamientos, cosa que agradecí, pues no estaba yo ahí para tener arrepentimientos.

No bien cerró la puerta detrás de nosotros, Raúl empezó a besarme desesperadamente, pasando su boca y su lengua por mis labios, mordiéndolos, chupándolos. Para luego moverse a mi cuello, orejas y bajo mi cabello. Todo al tiempo que sus manos hacían lo mismo por mi cuerpo, recorriéndolo por mis pequeñísimos pechos, espalda y nalgas; para terminar, apretujándome mi entrepierna y nuevamente tratando de meter aún más mi tanga en el interior de mi panochita. Cosa que fue fácil, pues estaba totalmente lubricada de mis jugos sexuales.

Bajé mis manos y solté su cinto y el botón de su pantalón, con manos temblorosas, presa de desesperación, sin perder tiempo metí mi mano y tomé su miembro, que ya para entonces estaba totalmente erecto. Ese miembro que me tenía pendeja desde la primera vez que lo probé. No hubo necesidad de palabras, Raúl me tomó del cabello, suave, pero firme, me empujó hacia abajo, no me hice del rogar, inmediatamente bajé a la altura de su cintura y como perra hambrienta, engullí su verga, abriendo mi boca lo más posible, para tratar de meterme completo, ese monstro que tenía en mis manos.

Sacó su celular del bolsillo, empezó a grabarme, como batallaba yo para tragarme su erecto pene, con mi boca abriéndose al máximo.

 

-'¿Te gusta? -preguntó Raúl viendo mi rostro desde arriba y apuntándome con su celular.

-'Mmmj' -contesté sin sacarme su verga.

-'Dime que me amas, Perla. Dímelo' -me apuró Raúl a que volviera a hablar. Traté de sacarme su miembro de la boca, pero Raúl me lo impidió. Supe lo que quería.

-'The aggmho' - dije como pude, sin sacarme su verga de mi boca.

-'Dímelo otra vez. Muchas veces'

-'The agghmmoo. The agghmmo' -trataba de decirle que lo amaba, pero su verga me lo impedía y el esfuerzo de querer hablar con su miembro en mi boca producía gran cantidad de saliva, que empezaba a escurrir por mi boca para luego resbalar por mis pequeños pechos.

 

Raúl bajó sus manos y empezó a subir mi vestido por encima de mi cabeza, cosa que agradecí, pues no quería mancharlo de saliva ni mucho menos de semen. Ya estando libre de mi vestido, pasé mis manos a mi espalda para liberar mis pechos de mi sostén, que lancé lejos. Todo sin dejar de mamarle su verga.

Como lo he dicho en anteriores relatos, la verga de Raúl es muy gruesa y larga. Tengo que abrir mi boca, forzándola para poder abarcar el grosor de esa verga. Lo mismo, no puedo introducirla en su totalidad, porque por lo largo se me dificulta tragarla completa sin que empiece a sentir que me ahogo. Las arcadas no se hicieron esperar, cada vez más ruidosas y con una gran cantidad de saliva que iba en aumento escapando de mi boca.

Raúl empezó a jugar con mi cabello, alborotándomelo como le gustaba, para luego tomar el control de mi cabeza y ser él quién ponía el ritmo a mis mamadas, enterrándome cada vez más dentro, su pedazo de carne en mi boca hambrienta. No pasaron ni 2 minutos para cuando ya mi rímel y la sombra de mis ojos, escurría por mis mejillas, formando un par de lágrimas negras, que bajaban para mezclarse con mis babas y mis mocos a causa de la mamada brutal que Raúl me estaba obligando a hacerle. Y todo grabándose en su celular.

Me soltó por un momento, lo cual aproveché para despegarme de su verga y apartarme un poco para tomar aire. Volteando hacía arriba, miré a Raúl a los ojos y le sonreí. Él se bajó hacía mí y me besó, para luego darme una bofetada un poco leve.

 

-'Dame más fuerte' -le pedí.

Me dio otra más, un poco más fuerte, pero no lo suficiente. Levanté mi vista.

-'Dame más fuerte. ¿No tienes huevos?' -le dije, retándolo. Recibí otra más como respuesta, esta vez un poco más fuerte. Me armé de valor y lo volví a retar, esta vez insultándolo y lanzándole un escupitajo.

 

La respuesta no se hizo esperar. Me soltó una andanada de bofetadas, cada una más fuerte que la anterior, hasta llegar a lo que parecían puñetazos, los cuales yo recibía en mi rostro, provocándome una mezcla de dolor y excitación. Amaba que me tratara así, como su puta.

Me tomó por el cabello y me empezó a arrastrar por el piso de su casa, trastabillando con mis grandes botas negras que ni siquiera me había quitado, hasta llegar a su recamara. Pensé que me lanzaría a la cama, pero no fue así. Me aventó contra el suelo, frente a un gran espejo que tiene en su pared. Levanté mi vista para ver mi reflejo, y me vi a mí misma de nuevo, mostrando mi horrible sonrisa, pero esta vez con un pequeño hilito de sangre corriendo de mis labios.

Raúl se había apartado un poco para desnudarse, lo cual aproveché para ver su cuerpo lleno de tattoos, igual que el mío. Nunca le había preguntado su edad en todo el tiempo que nos conocíamos de amigos. Le calculaba unos 37 u 38 más o menos. Mínimo unos 10 años más que yo. Pero estaba bien cuidado y se mantenía a base de ejercicio, supongo. A diferencia de mi esposo Tommy, que era una combinación de nerd y vago, tanto en su físico como en su apariencia. Tan diferentes uno del otro. Pero los amaba. ¿Se puede amar a 2 personas al mismo tiempo?

Mis pensamientos se vieron interrumpidos por Raúl, que acercándose hacía mí, me tomó por el cabello nuevamente, y bajó mi cabeza hasta que mi rostro tocara el suelo, con el culo apuntando para arriba.

 

-'Voy a cogerte como nunca te han cogido, cabrona. ¿Y sabes qué? Voy a terminar dentro de ti, voy a preñarte para que tengas que quedarte conmigo' -dijo Raúl, para luego escupir en mi peluda vagina y empezar a acomodar su gorda verga en la entrada.

-'Si papi, siii... hazme lo que tú quieras' -dije con mi voz entrecortada por la ansiedad de sentirlo dentro de mí mojada cueva.

-'¿Te gusta? ¿Te gusta cómo te lleno tu agujero, puta?' -me cuestionaba Raúl, jugando ese juego que tanto le gustaba y que yo feliz de participar siempre contestaba a sus preguntas, sus insultos y sus humillaciones. Nos prendía usar el lenguaje obsceno e insultarnos uno al otro.

-'Sí, papi, sí. Me tienes bien pendeja con tu verga y lo sabes. No puedo ya vivir sin ella' -le contesté con una respuesta que no estaba muy lejos de la realidad. Sentía morirme si no lo veía por lo menos una vez por semana.

 

No bien acababa de responderle, cuando sentí su gruesa verga abriéndose paso en mi agujero vaginal, el cual sentí dilatarse con ese sabroso dolor que me provocaba cada vez que me penetraba. Cualquier cosa que estaba por decirle, fue interrumpida por un quejido que escapó de mi boca. Era como un parto a la inversa, donde yo tenía que pujar para dejarlo entrar en vez de salir.

Empezó poco a poco a forzar su miembro dentro de mí, ganando terreno y adentrándose en mi empapada panocha. Para lograr mejor su cometido, se acomodó de tal forma, que puso su pie derecho sobre mi cabeza, aplastándome contra el piso, mientras empujaba su gruesa reata más para mis adentros. Como pude, volteé hacía el espejo y pude ver lo que parecía una escena sacada de una película porno.

Ahí estaba yo, con mi cabello alborotado y pegado a mi frente por el sudor y con mi sucio rostro pegado al suelo, con el pie de mi amante aplastando mi cabeza, mientras forzaba su verga entrando cada vez más profundo dentro de mí. Con mi cuerpo de niña, sin pechos, ni nalgas, ni caderas. Totalmente desnuda, salvo mi par de botas de tacón que usaba para verme más alta. Cualquiera que hubiera podido ver lo que yo veía en ese espejo, lo vería más como una violación que una escena de amor. Pero era amor. Extraño, salvaje, sucio y enfermo. Tal como me gustaba a mí.

Fue demasiado para mí, ver mi propio reflejo en el espejo, que inmediatamente empecé a convulsionar en un orgasmo, soltando mis jugos vaginales en una abundancia que pareciera que me estaba orinando. La gran cantidad de jugos facilitó la entrada de la verga de Raúl, que sin aviso previo entró de lleno en mí, sacándome un grito casi animal, que estoy segura se escuchó hasta la calle.

 

-'¡¡¡Auuuuuhggggnnnnnnn!!! ¡¡Mierda!! ¡Entró toda, cabrón! ¡Entró toda! -grité al tiempo que sentía como si ese duro palo de carne llegaba hasta mi útero. Raúl no perdió tiempo y empezó un salvaje mete y saca mientras yo seguía aún en mi primer orgasmo.

-'Así, amor, así quería tenerte, Perlita. Mi putita privada, mi saco de semen. No sabes cuantas ganas tenía de verte así de nuevo. A mis pies' -decía mi macho mientras bombeaba con furia mi dilatada vagina.

-'Sí, papito, siii... yo también quería estar así, mi amor' -le respondí entre jadeos.

-'¿Verdad que te gusta más mi verga que la de tu esposo? ¿Te lleno más que Tommy? ¡Responde! -preguntaba de nuevo Raúl, la verdad, sorprendiéndome que mencionara a mi esposo, cosa que siempre evitábamos hacerlo.

-'Sí, mi ...amor, sí. Tú tienes ...la verga más rica, me coges más ...rico' -le respondí y acepto que me sentí culpable de hacerlo.

-'Dilo a la cámara. Díselo a Tommy. ¡Anda, dilo! -me gritó Raúl, apuntando su celular a mi rostro, pero sin dejar de penetrarme en un rico mete y saca.

-'Agghhhh... sí. Tú... me coges... más rico, Raúl. ¿Ves ...Tommy? ¿Ves? Me están cogiendo... más rico que… tú' –dije, bajando mi rostro y sintiendo algo de pena.

 

Mis palabras fueron como una inyección de viagra para mi amante, que como loco empezó a bombear mi panocha cada vez con más furia, llegando más profundo en cada estocada. Sentía como si su verga me llegara hasta el estómago.

Raúl acomodó su celular en el piso, de forma que quedara en un ángulo para seguir grabándonos. Acto seguido quitó su pie de encima de mi cabeza, me acomodó de perrito en 4 patas y continúo con su salvaje penetración. No tardé mucho, cuando otro rico orgasmo sacudió mi cuerpo. Sentí que mis brazos perdían fuerza y estuve a punto de caer, pero Raúl me sostuvo, metiendo sus dedos por las comisuras de mi boca. Levantándome así de esa manera, apuntando mi rostro hacía el espejo, empezó a jalar y abrir mi boca con sus manos. Lo hacía de manera brutal, exponiendo toda mi boca abierta y mi dentadura en su totalidad. Con los dedos pulgares, abría mis ojos para que yo misma me pudiera ver en el espejo. Y lo que vi era horrible y excitante a la vez.

 

Ahí estaba yo, con mi rostro desfigurado en una horrible mueca de dolor y de placer. Nunca me he considerado bonita, y sí bien hay lectores de mis relatos que han visto mis fotos y me han hecho halagos diciéndome que si lo soy, en ese momento era todo, menos bonita.

 

Raúl seguía cogiéndome con furia, tratando de deformar mi rostro, tal pareciera, que de forma permanente por el modo en que abría mi boca de forma brutal.

Recordé mis años de infancia e inicios de adolescencia, cuando sufría mis crisis mentales y me culpaba a mí misma por la poca o nula atención que generaba entre los niños. Nadie se fijaba en mí. Y yo me castigaba a mí misma por eso. Quizás con el paso de los años, por fuera había cambiado y ya no era aquella horrible niña de ojos separados que sufría bullying en la escuela y en la calle. Quizás ya no era fea. Pero había llegado a un punto, en que ahora era mi corazón el que era negro, feo y traicionero. Y si mi castigo era que esta tarde terminara yo con el rostro desfigurado y la quijada desencajada por mi amante, lo aceptaba.

Para mi suerte, mala o buena, Raúl empezó a bufar y a acelerar su ritmo, seña de que estaba por venirse. Apartando sus manos de mi rostro, me tomó por la cintura y redobló sus esfuerzos.

 

-'¡Me voy a venir, amor! ¿Donde los quieres? ¿Los quieres dentro? ¡¡Dime!! -gritaba Raúl a punto de eyacular.

-'¡Dentro! ¡Termina dentro, papi! ¡Hazme un hijo, amor! Yo sé que lo quieres. ¡Hazlo!

 

No bien terminé de decirlo, cuando sentí chorros de semen inundando mi reventada vagina, para irse a alojar en el fondo de mi útero. No recuerdo si estaba en mis días fértiles, o si había tomado la pastilla. Solo deseaba sentir su leche dentro de mí. Al diablo con las consecuencias.

Empecé a convulsionar en mi tercer orgasmo de la tarde, al mismo tiempo que mi amante terminaba dentro de mí. Fue un orgasmo compartido, rico. Es lo que más me gustaba de coger con Raúl. Pasaba de un infierno a un cielo de placer, en cuestión de minutos.

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EPILOGO

Abrí mis ojos lentamente. Me pesaban como si estuvieran unidos con pegamento. Volteé a mis alrededores tratando de ubicar donde estaba. Me sentía pérdida. Necesité varios minutos para darme cuenta que estaba en la casa de Raúl, en su cama. Mi ropa estaba a un lado, doblada y acomodada junto con mis botas y mi celular.

Me había quedado dormida.

¡Estúpida! ¡Pendeja! ¿Cómo podías quedarte dormida en casa de tu amante? ¿Cuántas horas habían pasado? ¿Qué le voy a decir a Tommy?

Tomé mi celular para darme cuenta que habían pasado un par de horas desde que, según yo, había caído dormida. Más la hora del café y lo que duramos cogiendo eran más o menos 3 horas y media, máximo cuatro. Tenía que inventar algo. ¡Rayos! ¿Cómo podía ser yo tan pendeja, tan sumisa para dejar que hubiera pasado esto? Siempre era yo la que mandaba, la que daba órdenes. Y ahora estaba aquí, convertida en una completa idiota.

Tomé de nuevo mi celular y vi que tenía un mensaje de Raúl, disculpándose por haber tenido que salir. Que uno de sus empleados tatuadores, había llevado mi auto a su casa y que ahí estaba afuera y las llaves debajo de la llanta delantera. Que me sintiera como si fuera mi casa y que si deseaba podía quedarme a pasar el resto del día y toda la noche.

¡Pendejo! Como si eso fuera tan fácil.

 

Tenía que idear algo. Hice lo primero que se me ocurrió. Llamé a mi pequeño vecino adolescente.

-'Contesta hijo de tu puta madre. ¡Contesta! -murmuraba mientras sonaba el tono de espera del celular de mi vecino.

-'¿Hola? -respondió mi latoso vecino.

-'¡Cabrón, necesito de tu ayuda! Toma tu pinche skateboard, vete a toda velocidad con dirección al centro comercial de Mesilla, si no llegas no importa. Yo te recojo en el camino. Ya que te levante, te explico' -le dije mientras me ponía mi ropa y mis botas.

-'¿Perla? ¿Qué pasó o qué? No entiendo, explícame' -dijo mi vecino completamente confundido.

-'Me quedé dormida donde no debía. Necesito que digas que andaba contigo, que me pediste que te llevara a... ¡no sé! A algún lado. En el camino nos ponemos de acuerdo. ¡Pero vete ya de una vez, cabrón! -le dije casi gritando.

-'Ok, pero vas a estar en deuda conmigo Perla' -dijo mi odioso vecino.

-'Ok, sí. Lo que quieras, ¡como chingas! ¡Te marco en unos minutos más! ¡Bye! -le dije para luego colgar la llamada.

 

Salí de la casa de Raúl hecha una furia. Las cosas se estaban saliendo de control en mi vida y era algo que no me podía permitir. Podía darme el lujo de ser una puta. Podía darme el lujo de ser una infiel. Pero no podía darme el lujo de ser una pendeja.

 

Subí a mi auto, prendí el radio y el aire acondicionado, ambos a todo volumen y tomé la avenida a toda velocidad, mientras pensaba que era lo que iba inventar para disculpar mis horas de ausencia.

 

CONTINUARA....