miprimita.com

En casa de Ernesto 1

en Gays

 

Mariana

            - Esperadme en el coche - casi ordenó Mariana a sus dos hijas. - Voy a despertar a vuestro padre.

            El día anterior las tres habían acordado ir de compras a un centro comercial de la ciudad para ver ropa de premamá. Ambas hijas estaban embarazadas, Ana, la más pequeña era la que tenía su estado de gestación más avanzado. Paula, la mayor se había hecho el test del embarazo unos días atrás y sólo ella y su madre sabían su estado. Hoy, a la vuelta del comercio, lo iba a hacer público al resto de la familia.

            Mientras Paula y Ana bajaban las escaleras hacia la panta semisótano garaje del chalecito de sus padres, en el que ellas estaban pasando unos días de vacaciones, Mariana se encaminó hacia la habitación donde su esposo Ernesto dormía desde principios de ese caluroso verano. Ella era muy friolera y no soportaba el que su marido prendiera el aire acondicionado para dormir y así no pasar calor, así es que, de acuerdo tácito, decidieron dormir en habitaciones separadas. Ahora bien, si la "llamada de la naturaleza" es decir, las ganas de follar afloraban en alguno de ellos, no dudaban en pasar el calor necesario en cualquiera de sus dormitorios.

            Con la confianza adquirida a lo largo de los 30 años de matrimonio, Mariana, con sus recién cumplidos 50, dos menos que su esposo, abrió la puerta de la alcoba donde éste dormía plácidamente.

            Se detuvo un momento para admirar a la luz que se filtraba por las rendijas de la persiana el cuerpo que yacía en el lecho. Realmente tenía un ejemplar de macho como marido: 1,80 m. de altura, fornido, sólidas piernas, tez morena, con una incipiente barriguita cervecera que a ella no le placía mucho. Lo que a Mariana sí le gustaban especialmente, eran los atributos sexuales que gastaba su esposo. Ahora que se fijaba en ellos, la polla aparecía erguida y desafiante mostrando sus 17 ó 18 cm de largo y un grosor respetable que le hacía gritar de gusto cada vez que la tenía dentro. ¿Qué le estaría provocando semejante erección? De seguro que no serían las ganas mañaneras de orinar. Conocía muy bien esa verga para distinguir entre una erección por ese motivo y otra muy distinta la provocada por una excitación sexual. Tentada estuvo de acercarse a la cama y acariciar el pollón de su marido, pero seguro que terminarían por echar un polvo y ahora no podía perder el tiempo en ese menester, "¿perder el tiempo?", se preguntó. Nunca se pierde el tiempo cuando la recompensa es que la hagan disfrutar de un buen polvo y la dejen el coño lleno de leche caliente.

            Para evitar tentaciones, habló en voz alta desde la puerta.

            -¡Nos vamos!.

Ernesto         

            - ¿Qué?  - preguntó Ernesto restregándose  los ojos

            - Que tus dos hijas,  y yo nos vamos al centro comercial a ver ropitas.

            -¿Por qué no me despertaste antes? Así habría podido para ir con vosotras?

            - Por dos razones, querido - le contestó Mariana - En primer lugar, porque creo que no aguantarías ni cinco minutos yendo de tiendas con nosotras y, en segundo, te he visto tan dormido, con una cara tan placentera, que me ha dado pena despertarte. He estado tentada de sentarme encima de tu hinchada verga, clavármela de un solo golpe, y follarte hasta bajarte esa hinchazón de polla que tienes, pero tus hijas me esperan en el garaje. Anda, levántate, date una ducha con agua fría y resérvate para esta noche. Pienso dejártela flojita y los huevos vacíos de leche. Por cierto, cuando te he mirado a la cara, veía tus mofletes inflados, como si te estuvieras comiendo un chupa chups.

            Al escuchar esta última frase, Ernesto no pudo por menos de esbozar una sonrisa, pues recordaba la ensoñación en la que estaba inmerso minutos antes de ser despertado. Mariana tomó esta sonrisa como un signo de haber acertado plenamente en su decisión.

            - Chao, querido - dijo ésta empezando a caminar en dirección a la salida - ¡Ah!, tus yernos no están en casa. Ramón salió temprano para hacer una ruta en bicicleta y Luís a correr un rato. No sé cuánto tardarán, pero no te preocupes, ambos tienen llave. Bye. - Dicho esto, Mariana se dirigió hacia la planta baja donde la estaban esperando Paula y Ana, ya montadas en el auto.

            Ernesto se desperezó en la cama estirando todos sus miembros. Extendió brazos y piernas pues el otro miembro, su polla, no hizo falta que lo estirara. Lo estaba y mucho debido al sueño placentero que su esposa interrumpió,  entrecerró los ojos y empezó a recordarlo:

            " Él era el protagonista principal del mismo. Se encontraba arrodillado en una sala rodeado de varios machos todos con la polla en la mano esperando el turno para recibir una mamada.

            El mamón era él.

            El macho al que le había correspondido el turno de la mamada era un chico de unos 25 años, de  cuerpo fibrado y una verga que superaría los 17 cm de largo y de un grosor que apenas abarcaba con la mano cerrada. Ello obligaba a Ernesto a abrir la boca hasta casi desencajarla para poder tragar entero ese ejemplar de pija. Mientras Ernesto movía la  cabeza adelante y atrás, aprisionando con los labios ese rico manjar, observaba a su macho actual. Rubio, ojos azules, totalmente depilado salvo en el pubis, poderosas piernas de músculos marcados por el ejercicio y unas nalgas que él apretaba con sus manos.

            Aunque Ernesto era quien marcaba el ritmo de la mamada, el bello y rubio macho posaba sus manos sobre la cabeza del mamón,  cerraba los ojos y dejaba escapar ligeros gemidos de placer. - Sí, sigue, ¡hummmm! ¡qué gusto! - decía  e imprimía movimientos de vaivén a su pelvis empujando la verga dentro de la cavidad bucal. Estos vaivenes se volvieron más rápidos cada vez a la par que exclamaba - ¡ Me corro, me corrooo,  argggg ! - Ernesto notó cómo la polla que estaba tragando se hinchaba un poco más entre sus labios y varios chorros de leche caliente le llenaron la boca y los fue tragando con delectación. La verga de Ernesto estaba dura y él se la acarició levemente mientras el rubio macho sacaba la suya de la boca para dejarle el hueco a la siguiente pija en ser mamada."

            Justo en ese momento, el ensueño fue interrumpido por mi Mariana.

            Ernesto abrió los ojos por segundo vez en ese día. Seguía con la polla tiesa y dura a más no poder. El glande hinchado apuntaba a su cabeza. Pasó el pulgar de su mano derecha entre su verga y el vientre, separándolos a ambos unos centímetros y luego lo retiró rápidamente. La polla golpeó el vientre y éste  sonó como un tambor. Luego, cerró esa mano sobre  su tronco y la fue deslizando por él,  arriba y abajo lentamente. Está orgulloso de su pijo. Tamaño estándar: 17,5 cm de largo y unos 4 cm de diámetro, que le dejaba en buen lugar además de con su esposa, claro está, entre otras mujeres y también hombres.. Ernesto no le hacía ascos a ningún agujero que pudiera albergar  su herramienta. Tampoco rehusaba a  que su boca y culo sirvan de alojamiento a ninguna polla fuera del tamaño que fuera.

            Sacudió la cabeza para alejar los retazos de su ensoñación y se levantó. No deseaba bajar su calentura pajeándose en la cama. Es más, casi nunca se pajeaba en ella por la posibilidad de manchar las sábanas por la lefa derramada en el placer solitario y tener que cambiarlas en un día no planificado: sábados y o el día posterior a haber tenido sexo, con Mariana, claro está.

            Se dirigió al despacho y prendió el ordenador portátil. Mientras el sistema operativo cumplía sus funciones de arranque fue a la cocina y se preparó un zumo. Normalmente esta rutina la hacía después de haberse dado una ducha, pero hoy, estando solo en casa, tenía otros planes. Tomó un rollo de papel de cocina (lo usaría para limpiarse la corrida que tendría tras la paja que pensaba hacerse), volvió al  despacho y se sentó ante la ante la mesa donde estaba la computadora.

            Abrió un archivo protegido con contraseña donde guardaba todas las direcciones web de interés sexual. Hace tiempo que descubrió que al clicar en la dirección deseada, ésta se abría directamente. Una vez localizada, clicó sobre ella e inmediatamente se abrió una página de porno gay. En el menú desplegado, donde se mostraba un cartel variopinto de las distintas modalidades de sexo, seleccionó el de mamadas. Quería continuar viendo a hombres mamando las vergas de otros hombres aunque en esta ocasión en la pantalla no apareciera él.

            Le llamó la atención la foto en que se veía un joven blanco chupando la verga a un negro. Hizo doble clic en ella e inmediatamente el vídeo comenzó a discurrir en la pantalla.

             La ambientación, de lo más vulgar: típica escena en el vestuario de un gimnasio con ambos protagonistas cambiándose de ropa tras la rutina de ejercicios. Planos de escenas de chico blanco mirando a chico negro y chico negro mirando a chico blanco. Acercamiento entre ambos e inmediatamente y sin intercambiar palabra alguna  se agarraron la polla uno al otro, masajeándolas al unísono como tomado las medidas mientras se daban un morreo exhaustivo. 

            Tras el largo beso, el negro, "que estaba para comérselo entero y no solo su polla", pensó Ernesto, puso sus manos sobre los hombros del blanquito, que no le iba en zaga al negro en lo buenorro, y lo empujó hacia abajo hasta que se hincó de rodillas y quedó con la boca a la altura de la enhiesta polla del negro. Un primer plano de esta herramienta dejaba claro sus dimensiones: las dos manos del blanco unidas una a continuación de la otra, no lograban ocultar la longitud de la verga de color café negro, pues de ellas sobresalía su bálano oscuro. Tampoco las puntas de sus dedos eran capaces de unirse para abarcar semejante pollón.

            Ernesto, ante la vista de este ejemplar, sintió envidia del actor blanco por poder éste tener entre sus manos esa descomunal verga que, de seguro, le iba a saber a gloria en cuanto se la comiera; su polla dio muestra  de que también pasaba envidia pues empezó a ponerse tan tiesa como lo estaba durante el sueño. Esto es lo que estaba esperando, pajearse mientras visionaba un vídeo de estas características. Apartó ligeramente la silla de la mesa para facilitar extender las piernas. Adelantó un poco su culo hacia afuera del asiento y apoyó su nuca sobre la parte superior del respaldo de la silla. Así, casi en completa línea recta, tomó su caliente y dura polla entre las manos y comenzó a hacerse una paja. Seguía absorto mirando cómo la polla del negro, grande y venosa, entraba y salía de la boca del blanco y cómo de ésta caían gotas de saliva. La cadencia de sus manos recorriendo el tronco de su verga era similar a la del pijo del negro follando la boca del blanco. Cerró momentáneamente los ojos para imaginarse que era su boca la receptora de la polla del negro. Era tal el grado de su excitación que casi podía sentir la enorme verga negra dentro de su garganta. Comenzó a jadear quizá influido por los jadeos de los protagonistas del vídeo. Notó humedad en sus dedos. Provenía de unas gotas de líquido preseminal que se escapaba por el ojo de su glande. Abrió los ojos para comenzar a restregar el transparente líquido por toda la cabeza de la polla...

            - ¡Hola, suegro! .Te lo estás pasando bomba, ¿no?.

            ¡¡¡Idiota, - se llamó Ernesto!!!. No tomó la precaución de cerrar la puerta del despacho. Aunque él estaba solo en casa, no sabía a qué hora volvería cualquiera de sus yernos. Por otro lado, la puerta del despacho está casi enfrentada con la de entrada al piso por lo cual, al abrir ésta, todo el mundo podría ver lo que ocurría en esa habitación.

            Inmediatamente cortó de seguir haciéndose la paja con la que se estaba deleitando. Se incorporó todo lo rápido que pudo en la silla a la vez que procuraba tapar sus genitales.

             Lo cierto es que no le importó mucho que su yerno lo viera polla en ristre pajeándose. Entre Ernesto y Luís había cierta complicidad pues con mucha frecuencia se rozaban, unas veces los brazos, otras la espalda, incluso se daban alguna que otra cachetada en el culo. Es más, cuando se saludaban al reencontrarse tras algunos meses sin contacto, se daban sendos besos en ambas mejillas con la peculiaridad de que los labios de uno casi siempre rozaban las comisuras del otro. Resumiendo, que se tenían ganas mutuamente.

Luís

            Llevaba tres días en casa de mis suegros, de vacaciones. Los mismos que llevaba sin tener sexo con su mujer. Acostumbrado a follar casi todos los días, era un hándicap el convivir con mis suegros, mi cuñada y su marido y además no poder echar ni un polvo por prescripción facultativa al ser el  embarazo de Ana, mi esposa, de alto riesgo. Esa mañana, Luís se levantó temprano y salió a correr, no le apetecía lo más mínimo el irse de tiendas con su mujer, suegra y cuñada. Quizá en el trayecto encontrara alguna persona con la que desfogarse. No le hacía ascos a nada, ni macho ni hembra, con tal de echar algún polvo.

            Transcurridas alrededor de hora y media de ejercicio y no encontrar a nadie que le llamara la atención, regresó a casa de sus suegros. Tenía la llave de acceso con lo cual no importunaría a nadie por tener que llamar al timbre. Entró al vestíbulo, cerró la puerta de entrada tras de sí y, al dirigirse al  cuarto de baño de la planta superior del edificio, algo le llamó la atención. Por la puerta abierta del despacho de su suegro divisó casi medio cuerpo desnudo. Veía el lateral derecho desde el hombro hasta el pie, y el brazo de ese mismo lado (no la mano) moviéndose rítmicamente hacia arriba y hacia abajo. La curiosidad pudo más que su necesidad de darse una ducha para quitarse el sudor tras el ejercicio y se acercó sigilosamente hacia la habitación para ver mejor lo que le llamaba la atención. Sólo asomó la cabeza por el hueco de la puerta. Una sonrisa apareció en su cara al ver a su suegro en plena faena, se estaba pajeando, con los ojos cerrados, disfrutando del placer solitario.

            - ¡Hola, suegro! .Te lo estás pasando bomba, ¿no?. - Le preguntó con un atisbo de ironía en sus palabras.

            Ernesto inmediatamente dejó de pajearse, intentando cubrirse los genitales aunque no lo logró pues el tamaño de los mismos era considerable ¡Qué pollón gastaba!. Luís se  relamió sólo de pensar tener ese mástil follándole la boca. Su polla se puso tiesa inmediatamente y el  ojete se le contrajo  lleno de deseo de recibir el ariete en su interior.

            - Por mí no te preocupes, suegro. Sigue pajeándote. - continuó diciéndole Luís - Yo también tengo algunas veces esa necesidad y más ahora, que no follo tanto como quisiera al estar tu hija embarazada. Es más, te voy a acompañar si no te importa. Creo que conocerás el comentario popular que dice "polla española, si puede, nunca se pajea sola"-  Y, mientras hablaba, acercó una silla a la mesa escritorio sobre la cual estaba el portátil con la pantalla desplegada exhibiendo las escenas que se desarrollaban entre el blanco y el negro.

Ernesto y Luís

            - ¡Coño, suegro ! - exclamó Luís al ver el tema de la película - Que callado te lo tenías. ¿Así es que te van lo tíos?

            - Bueno... los tíos y las tías. - respondió Ernesto.- Creo que a mis cincuenta y dos años hay que probar de todo. El caso es poder desahogarse con lo que se pille... Ya llegarás a mi edad, ya.

            - No, si yo.... - replicó Luís fijando una mirada pícara en los ojos de Ernesto

            - Tú, ¿qué?

            - Pues que no he esperado a tener tu edad para probar alguna que otra verga. He petado algún que otro culo con mi leche y también me lo han perforado a mí. He tragado algunas vergas y la mía la han saboreado bastantes veces. Como verás soy, como dicen ahora, bisex total. Anda, vamos a ver el vídeo, seguro que aprendemos algo, je, je, je. - Puso una silla al lado de la que estaba Ernesto y fijó los ojos en la pantalla. - Joder que pollón gasta el negro, ¿no suegro?. Igual le rompe el culo al blanco. ¡Bufff!, me estoy poniendo a mil.

            Ernesto, ante cómo se estaban desarrollando los acontecimientos, se volvió a relajar. Tanto, que su pijo se estaba levantando de nuevo. Miró la entrepierna de Luís y observó que un gran bulto se notaba bajo la calzona que éste usaba cuando salía a correr - Mejor será que te quites el calzón, o se romperá , je, je, je. Vaya calentura que estás cogiendo - le dijo mientras ponía su mano derecha sobre el abultado paquete

            Luís no tardó en comenzar a hacer lo que su suegro le había dicho. Ayudándose de los pies, se quitó sin desatarse las zapatillas de deporte y se inclinó para desembarazarse de los calcetines. Al incorporarse, acarició con su mano izquierda el muslo derecho desde la rodilla hasta la desnuda y ya también abultada verga de Ernesto.              - Vaya, suegro, qué polla más hermosa gastas tu también. - y la acarició un par de veces a todo lo largo del tronco.

            Cuando Luís comenzó a quitarse la camiseta elevando sus brazos por sobre su cabeza, un fuerte olor procedente de sus axilas inundó las fosas nasales de Ernesto. Sin dilación, éste llevó su boca primero a una axila y luego a la otra, besándolas suavemente, sacó la punta de la lengua  y las acarició con ella leve y lentamente. ¡Qué gusto saborear el sudor que impregnaba esas oquedades!. Tenían un vello incipiente, resultado de una depilación realizada algunos días atrás. Lamió algunas gotitas de sudor, lo que provoco que Luis se retorciera un poco.

            - Suegro,  hummmm,  me haces muchas cosquillas.

            - Espero hacerte algo más que cosquillas - musitó Ernesto, y pasó de lamerle los sobacos a mordisquearle alternativamente las tetillas.

            Cuando Luís quiso continuar y quitarse la camiseta, Ernesto le contuvo. - Aguarda, aún no he terminado - le dijo, y así quedó Luís, con la camiseta tapándole la cabeza por completo, sin poder ver lo que su suegro hacía.

            Ernesto se arrodilló ante él, tomó sus pies y los llevó a la altura de su cara. El aroma que desprendían era una mezcla del olor a zapatillas, a pie limpio pero sudado, y el característico a queso. Su verga, ante ese cúmulo de olores, pegó un respingo y se puso aún más dura de lo que la tenía anteriormente. Abrió la boca y chupó el dedo gordo del pie derecho. Era un dedo acorde con el número 43 que sabia calzaba Luís por haber ido con él a comprarse precisamente las zapatillas que hoy llevaba puestas. En un acto reflejo, Luís apartó el pie de la boca, pero  Ernesto lo retuvo y de nuevo succionó el dedo. Luego, pasó la lengua por la parte plantar de todos los dedos de los dos pies.

            -¡Suegroooo! - gimió Luís, en un tono más de placer que de reproche.

            - ¿Qué? -Le preguntó Ernesto. Al no obtener respuesta ninguna, continuó lamiendo los pies. Conforme iba pasando la lengua alternativamente por una y otra plantas, notaba cómo el yerno se retorcía en la silla.

            - ¿Te gusta? - Ante la pregunta, Luís sólo respondió con un sonido gutural. Ernesto lo interpretó como un sí y continuó dando pequeños besitos a las plantas.

            Luís al fin se desembarazó de la camiseta. Ambos hombres se quedaron mirando por un instante. Ernesto fue ascendiendo con ligeros besos hasta su rodilla izquierda, mientras con las yemas de los dedos de su mano derecha iba acariciando su pantorrilla derecha.

            - Hummm, me gusta, sigue. - Dijo Luís

            Ernesto le obedeció y fue acariciando ambas piernas subiendo las manos, una por cada pierna,  hasta que éstas llegaron a la entrepierna y chocaron con la parte inferior de las calzonas. Metió los dedos bajo los elásticos y avanzó hasta juntar las manos por encima del bulto de la entrepierna. Estaba duro, muy duro y caliente. Notaba la suavidad de la piel del tronco de la verga de Luís, el contorno de las venas que se marcaban sobre el mástil. Siempre por encima de la tela del calzoncillo, comenzó a sobar con la mano derecha los huevos y con la otra fui acariciando la turgente polla.

            - Dios, suegro, me estás poniendo a mil

            - Eso quiero, que te pongas como una moto: revolucionado, je, je, je. Anda. levanta el culo - le dijo. Eso hizo Luís, lo que facilitó  que Ernesto le arrebatara la calzona y el calzoncillo bajando ambas prendas hasta sus tobillos. De un golpe de pies, el yerno se desembarazó de ellas y las lanzó lejos.

            Ante los ojos de Ernesto aparecieron la polla y los testículos de Luís. ¡Qué atributos gastaba el cabrón!. Aparecieron totalmente depilados: sus cojones: como los huevos de talla S de gallina dignos de comérselos a la vez; la polla calculó del mismo tamaño que la suya. turgente, venosa, sonrosada, ligeramente curvada hacia arriba, circuncidada, con un capullo como un fresón que incitaba a ser chupado. Y eso hizo, arrodillándose entre sus piernas, orientando su cara hacia la entrepierna de su vencido yerno. Su mano izquierda se adueñó de los testículos, acariciándolos y amasándolos, el escroto, muy pegado a la base de la polla como correspondía a la situación en un macho de tan solo 26 años que es la edad del pibito que tenía entre sus manos. Deslizó la mano derecha arriba y abajo un par de veces por el cipote de Luís antes de llevar su lengua al glande sonrosado. Lamió una "lágrima" transparente de su punta y retiró la lengua unos cuantos centímetros. Ésta y la punta del glande quedaron unidas por un hilo de precum que inmediatamente sorbió. Acercó de nuevo la lengua a la sonrosada fresa y fue dando pequeñas lamidas circunvalando toda la cabeza del cipote. Cuando llegaba al frenillo, le daba unos ligeros toques con la punta de la lengua.

            - ¡Dios, suegrooooo! - exclamaba Luís al mismo tiempo que se removía sobre la silla.

            - ¿Quieres que pare? - le preguntaba Ernesto entre lamida y lamida.

            - Nooooo!, ¡Ahhhh! - volvía a gemir y retorcerse.

            Los labios de Ernesto se cerraron sobre su glande y lo estuvo chupando por unos segundos, como si de un helado se tratara, antes de abrirlos lo suficiente para irse metiendo toda la polla en la boca. Conforme la verga de Luís  iba horadándola, notaba en sus labios la tersura de su piel, la dureza de su tronco, ¡qué gustazo comer esa rica pija!. Abrió un poco más la boca para tragarse esa barrena,  hasta que la punta tocó la úvula.  Reprimió una ligera arcada echando hacia atrás la cabeza y volvió a meterse la verga hasta sentirla de nuevo a la entrada de la garganta. Conseguido esto, comenzó un vaivén atrás y adelante de la cabeza mientras sus manos amasaban los cojones del yerno.

            - ¡Hostias suegro! que bien la chupas. Se nota que no es la primera verga que te comes, je, je, je. - dijo Luís entre suspiros de placer.

            Ernesto le miró a los ojos mientras seguía con la mamada. Abría la boca para engullir toda la verga hasta llegar con la nariz a su pubis; luego, apretaba los labios sobre el tronco de ese mástil e iba retirando la cabeza lentamente hasta que la polla estaba prácticamente fuera de la tragona boca, entonces, con la punta de la lengua jugaba con el ojo del glande y el frenillo por unos instantes y volvía de nuevo a la carga. Cada vez que lamía el frenillo, notaba cómo las piernas de Luís tomaban vida propia y comenzaban a temblar.                       

            - ¡Argggg, suegro!. Es la mejor mamada que me han hecho en mi puta vida.

            Ernesto no hizo caso a este comentario. Estaba poniendo todo su empeño a que su yerno no olvidara la mamada que estaba recibiendo su verga. Cerró su mano derecha sobre el tronco apretándolo sin conseguir abarcarlo. ¡Qué grosor de polla, Dios!, "seguro que mi hija gozaría mucho cuando follara con este macho", pensó. Comenzó a masajear  arriba y abajo e izquierda y derecha el tronco mientras su boca se  centraba en chupar el capullo. Los espasmos de su yerno eran cada vez más frecuentes.

            - Esperaaaaaa, - le oyó casi suplicar. - Como sigas así me voy a correr muy pronto. -

            Luís se puso casi en pie y obligó a Ernesto a interrumpir la mamada. Le tomó de los brazos y apretó sus labios a los suyos. Las bocas de ambos se fundieron en un beso largo, lengua contra lengua pugnando por saber cuál era la que más chupaba.

            - Quiero comerte la polla yo también, suegro. Saborearte y que disfrutes como estás haciendo que disfrute yo. - pidió Luís

            Ambos se tendieron de costado sobre la alfombra. Iniciaron un 69. Introduciéndose cada uno la polla del otro en la boca

            Ernesto sentía los labios de Luís cerrados sobre su verga y ésta adquirir una dureza como nunca antes recordara. Maquinalmente él seguía con la mamada a Luís, pero se desconcentraba a causa del gustazo que estaba recibiendo. Hizo que Luís se pusiera de espaldas en la alfombra. Ernesto, a cuatro patas sobre ésta, se metió la polla del yerno en la boca de un solo golpe e inició un lento y cadencioso sube y baja de cabeza apretando los labios sobre el turgente tronco.

            Luís, por su parte, abrió su boca para albergar la sabrosa verga de Ernesto, puso sus manos en mis glúteos e inició la mamada siguiendo los mismos movimientos cadenciales que éste había imprimido.

            A los pocos minutos Ernesto notó que Luís abandonaba la cadencia e imprimía más velocidad a su mamada y su  pijo iba engrosando un poco más si cabe . Esto hizo que su verga casi tomara vida propia y comenzara a correrse en la garganta de su yerno.

            - ¡Diooooossss, Luíssssss, me corroooo! - gritaba Ernesto soltando varios trallazos de lefa que su yerno intentaba tragar sin lograrlo, pues varias gotas cayeron por las comisuras de los labios de éste.    Ésto fue el detonante para que el yerno se vaciara por completo petando de leche la boca de su suegro.

            - ¿Arrgggg, joderrrr, que gustooooo, suegrooooo! - Pudo decir al fin Luís tras los espasmos de su corrida  y engullir toda la leche que su suegro le había echado y volvió a meterse esa polla en la boca para no desperdiciar ni la más mínima gota de néctar.  Estuvieron unos segundos así, cada uno con su polla en la boca del otro, tragando la leche recibida recuperándose de las mamadas hecha y recibida.

            Un aplauso les sacó del relax en el que se encontraban.

            - ¡Un buen 69, vive Dios!. Menos mal que no habéis llenado la alfombra de lefa, si no, no sé cómo lo habréis ocultado a las mujeres.

            Quien esto decía entre aplausos era el otro yerno, Ramón, el ciclista.