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Vida sexual de madre e hija (IV)

en Amor filial

–¿Tamara? ¡Tamara!, vamos que ya es tarde. –Llamaba Alicia a su hija, mientras se abrochaba la bata alrededor de su cintura. Al no obtener respuesta se dirigió por el pasillo hacia la habitación de la joven. La puerta estaba cerrada, pero se oía una tos seca de fondo; la abrió y en medio de la oscuridad pudo oír un nuevo y violento ataque de tos. Alicia encendió la luz sólo para ver como su hija se encogía debido a un nuevo acceso de tos, la papelera que había junto a su cama se encontraba repleta de pañuelos desechables.

–Huy, tú no estás bien. –Comentó con cierta preocupación

–Vaya, también tú te has dado cuenta ¿eh? –Respondió Tamara débilmente con sorna antes que un nuevo ataque de tos le impidiese decir nada más.

Alicia le palpó la frente, estaba ardiendo. Fue rápidamente por el termómetro que tras un rato arrojó su resultado 38,5ºC. Tamara debía haber cogido un resfriado, ya le dijo que se abrigase por la noche, que podía ser septiembre, pero ya se notaba fresco.

–Cariño, tengo que irme a trabajar, tienes un tupper con sopa, come la que quieras. Si necesitas algo o ves que te encuentras peor me llamas ¿vale? –Tamara movió afirmativamente la cabeza mientras se tomaba la pastilla que le había alcanzado su madre antes de volver a acostarse.

La joven se pasó el resto de la mañana en una duermevela intranquila, era incapaz de descansar, su mente no hacía más que insistir en ideas y conceptos absurdos hasta que finalmente pudo dormir. Cuando abrió de nuevo los ojos, su despertador marcaba las 13.00; aunque seguía con fiebre, tos y mocos, se sentía con fuerzas como para salir de la cama, aunque su destino era el sofá, allí por lo menos estaba la tele. Se levantó cansadamente y con una mano agarró la Nintendo Switch y con la otra tiró de la manta, la cual llevó arrastrando penosamente hasta el salón; se dejó caer en el sofá con la idea de pasar el resto de la mañana. Fue una mañana que pasó aburrida como una ostra, mataba el tiempo jugando a la consola, viendo la tele y ocasionalmente leyendo. Apenas probó la sopa, el estómago lo tenía cerrado además había dormido fatal así que apoyó la cabeza en el reposabrazos del sofá buscando un sueño reparador. Se despertó a apenas daban las seis de la tarde; ahora se encontraba mucho mejor gracias al descanso, pero decidió seguir tumbada mientras pensaba en su madre, había soñado con ella; hacía unos días que no tenían sexo debido a un nuevo proyecto de la empresa. De manera inconsciente llevó sus manos al clítoris y comenzó a acariciarlo con suavidad mientras rememoraba sus muchos encuentros; su primera vez, el día de Reyes, San Valentín, la primera vez que tuvieron sexo anal cuando sacó esos plug del armario… ¡el armario! ¿Acaso tendría su madre más cosas ahí? Miró el reloj, tenía apenas 20 minutos antes de que llegase su madre. Se levantó rápidamente del sofá, pero la rápida incorporación hizo que se le nublase la vista, teniendo que agarrarse al sofá para evitar perder el equilibrio y caerse. Tras unos segundos quieta notó como el mareo desaparecía, se dirigió al cuarto de su madre, y abrió el armario. Comprendió al instante como era que su madre nunca le había regañado por el estado de su armario; eran tal para cual. Con la salvedad que mientras que Alicia era una obsesa del orden con el resto de la habitación y la casa; Tamara era igual de desordenada que con el armario.

Tamara se temía que iba a tener que buscar en el armario al modo espía, dejando todo como si nunca lo hubiera tocado, pero visto el desorden estaba segura que su madre ni se enteraría. Empezó por la parte baja del armario, llena de cajas de zapatos; algunas con ellos dentro, otras vacías y otras con diversas cosas desde bisutería barata, cables, ropa interior, etc. No, ahí no había nada. Palpó bajo las montañas de ropa; tampoco. – ¡Maldita sea! es un armario muy grande, vamos, ¿Dónde lo guardas? –Se preguntaba Tamara. Miró en los cajones laterales, nada. Solo quedaba la parte de arriba ¡Claro! El taburete, su madre se subía al taburete. Fue rápidamente por él y se subió; en la parte de arriba del armario había una serie de cajas, con mucho cuidado las fue sacando. La primera era una caja de grandes dimensiones, tiró de ella con cuidado, y sujetándola sobre su cabeza la deposito en la cama; la abrió. Nada, únicamente edredones y colchas de invierno. Con un bufido de fastidio la cerró y, con cierta dificultad, la dejó en su sitio de nuevo. Extrajo la segunda caja, agitándola suavemente, a juzgar por el ruido había varias cosas. La extrajo esperanzada, pesaba algo más que la otra. Con cuidado de no caerse la depositó en la cama; la abrió y vio multitud de carcasas de películas, VHS y DVD, CD’s de música y además una caja más pequeña, la abrió y vio varias cajas de CD’s, las revisó. No tenían caratula, únicamente tenían escritos nombres y fechas “Galicia 2016” “Roquetas 2011” “Gandía 2012” “Andorra 2018” etc. Debían ser fotos y videos de las vacaciones. Miró la hora, 18:48, apenas tenía unos minutos antes de que llegase su madre. Decidió echar un vistazo rápido en la última caja; la desplazo ligeramente para agarrarla mejor cuando vio que al fondo había otra caja; llevada por una corazonada, eligió esa caja. Por suerte para Tamara era una caja abierta por arriba así que, llevada por las prisas, palpó con la mano. Había varias cosas que no pudo identificar por el tacto, estiró un poco y noto algo metálico, tiro de ello. Sus ojos se abrieron con sorpresa ¡esposas!, siguió hurgando y volvió a tirar de lo primero que agarro, era una cinta con una bola morada, una mordaza. Con el corazón a cien por hora Tamara lo volvió a dejar todo como estaba y se dirigió rápidamente al salón, su madre tenía que estar al llegar. Mañana podría verlo tranquila.

Por desgracia para Tamara, al día siguiente se levantó hecha polvo, seguía con tos y los eternos mocos, se moría de ganas de echar una ojeada a la caja pero solo tenía fuerzas para moverse de la cama al sofá y del sofá a la cocina. Se dejó caer rendida en el sofá arropada con una gruesa manta mientras hacía zapping por los diversos programas de la tele ¿Es que no pensaban en la gente que se quedaba en casa enferma? Qué asco de programación. Finalmente se quedó dormida por una mezcla de cansancio y aburrimiento mientras el medicamento que había tomado hacía efecto. Se despertó dos horas más tarde, ligeramente mejor, pero aún no se encontraba del todo bien, mató un poco el rato jugando con la Switch hasta que alrededor de la hora de comer se notó bastante mejor, con fuerzas para poder investigar.

Se dirigió a la habitación de su madre, ahora sabía dónde buscar. Colocó el taburete lo más cerca posible del armario y sacó primero la caja de las pelis, y después con el corazón latiéndole a toda prisa de los nervios la segunda caja, donde encontró la mordaza y las esposas. La dejó sobre la cama y empezó a sacar cosas. La mordaza, las esposas, vio también varios dildos, más grandes que los que usaban ellas, sacó también unas cuerdas, unos brazaletes de cuero con mosquetones, había también una máscara, antifaces, un conjunto de tiras de cuero que cuando lo terminó de desenredar parecían una suerte de atuendo, unas pinzas metálicas unidas con una cadenita. –Joder con mamá, sabía que le gustaba el sexo duro, pero ¿el sado? –Se sorprendió Tamara. Como toda adolescente de su edad había oído hablar de la saga de “50 sombras de Grey” y había visto, a escondidas, las películas. No iba a negar que fue algo curioso, interesante, pero nunca volvió a pensar en ello; pero imaginarse a su madre usando eso ya era otra cosa. Movida por la curiosidad se desnudó rápidamente e intentó colocarse el arnés de cuero, le llevó un rato el averiguar cómo ponérselo, y aun así notaba que le quedaba grande, había demasiadas correas que ajustar. Probó también la mordaza, tuvo que abrir mucho la boca antes de poder introducir la bola completamente, la ajustó a su nuca sin apretar demasiado, solo quería probar que se sentía. Se miró al espejo y se vio a sí misma con un gag–ball y vestida únicamente con un arnés de cuero, pasó un rato haciendo posturitas frente al espejo hasta que decidió seguir hurgando.

Un pequeño objeto captó su atención, era un pendrive rojo ¿Qué contendría? Necesitaba saberlo. Se quitó el arnés y la mordaza, volviéndose a poner el pijama pues le empezaban a dar temblores de frio, cogió el pequeño pen y lo dejó en la mesilla del salón mientras iba a su habitación por el portátil. Ya en el salón insertó el USB y vio que contenía varias carpetas con nombres y fechas “Sara enero 18”. “A&R Julio 18” “Johanna octubre 17” eran solo algunas de ellas, cada una con una serie de clips de video. Eligió el video de la carpeta “A&R Julio 18” le dio al play mientras se tapaba con la manta.

El video mostraba una habitación vista desde arriba, en ángulo, como si la cámara hubiera sido colocada en una de las esquinas de la habitación. Era una estancia sencilla, una cama de matrimonio con las mesillas de noche y poca parafernalia. Vio entrar una figura femenina, delgada, pelo rubio y largo, que la aspen si no era su madre. Se giró para mirar a quien venía detrás, era Raquel la amiga de su madre. Comenzaron a besarse mientras Alicia ayudaba a Raquel a desnudarse, Alicia por algún motivo permanecía vestida. Cuando finalmente Alicia liberó los pechos de Raquel que cayeron por su propio peso, definitivamente eran más grandes que los de su madre, ésta se dirigió a la cama donde se recostó de lado mientras Alicia permanecía de pie, en el mismo sitio de antes.

Baila para mí –ordenó Raquel. Su madre inició un suave contoneo de caderas mientras sus manos subían suavemente desde sus caderas hasta sus pechos, magreándolos para Raquel que había empezado a acariciarse a sí misma ante la visión de su amiga. Alicia llego hasta su pelo jugueteando con él y apartándolo a su espalda mientras sus dedos agarraban los tirantes de su top hacia abajo mostrando sus pechos, retenidos únicamente por un sujetador de encaje. Una vez llegó a la cintura, agarró su prenda y tiró hacia arriba apretando los pechos a propósito antes de sacarla. Sin dejar de contonearse, inclinó el torso para que Raquel pudiese verlos bien, antes de girarse 180º para mostrarle el culo al cual estaba sobando con ambas manos, sus pulgares agarraron la cintura y empezó a bajar los pantalones lentamente mientras movía el culo de manera juguetona. Una vez fuera los pantalones, comenzó a acariciarse a sí misma sensualmente mientras giraba, se llevó un dedo a los labios, lo lamió con lujuria y se lo metió en las bragas mientras se relamía los labios con expresión viciosa. Sacó el dedo para bajarse las bragas, mostrando su vagina totalmente depilada mientras seguía con su erótica danza. Mientras tanto, Tamara observó que Raquel rebuscaba bajo la almohada, vio que sacaba algo que lanzó a su madre, la cual lo pilló al vuelo; Alicia se llevó las manos al cuello y por fin Tamara pudo ver que era, un collar, su madre se había puesto un collar, en cuanto se lo puso llevó sus manos a la espalda y finalmente se desabrochó el sujetador, dejándolo caer a un lado mientras seguía contoneándose, ahora con más ímpetu. Raquel le arrojó lo que parecía ser una cuerda, una correa pudo corroborar Tamara al ver como su madre la enganchaba al collar y haciendo dar vueltas a esta se dirigió como si fuera una modelo hacia Raquel. Tamara el video y lo siguiente que vio era a su madre tumbada boca arriba en la cama mientras Raquel estaba arrodillada sobre su cara, jugueteando con la correa; por los contoneos que hacía Raquel era más que evidente que Alicia le estaba comiendo el coño.

Ay, mi querida Alice, nunca dejas de sorprenderme. Lo dura y dominante que eres con el resto de mujeres…y lo tremendamente puta que eres conmigo. –Decía con lujuria mientras con la correa daba ligeros latigazos en los pechos de su madre.

Tamara volvió a avanzar el video para ver como en este momento era Raquel la que se encontraba tumbada boca arriba en la cama mientras Alicia se encontraba sobre ella cabalgando a gran velocidad un dildo de grandes dimensiones mientras jadeaba como una loca; Tamara no pudo evitar fijarse en que le había esposado las manos a la espalda.

–¡Vamos puta!, clávatela bien…oooohh...ssiiiii me encanta ver cómo te botan esas tetas…joder esas tetas– decía Raquel mientras tiraba del collar haciendo que su madre se inclinase hacía ella para poder darle un fuerte manotazo en los pechos. –Ni se te ocurra correrte ¿eh? Si lo haces sabrás lo que es bueno, ¡zorra! –En medio de sus jadeos Alicia dirigió su mirada un instante a la cámara, Tamara sintió como si la mirase a ella, para después seguir botando sin pausa.

Tamara volvió a avanzar el video, en esta ocasión era Alicia la que estaba boca arriba, con sus brazos en cruz, atados a los laterales de la cama mientras Raquel de rodillas la penetraba furiosamente en la postura del misionero mientras tiraba fuertemente del collar.

– ¡Te dije que no te corrieras! … ¡No eres más que una puta! … ¡Una puta viciosa! … ¡Zorra! –Exclamaba Raquel mientras abofeteaba a su madre. Alicia jadeaba con fuerza mientras recibía sin oponer resistencia las bofetadas de su amiga con una mirada de desafío.

Tamara cerró el video. Sus manos temblaban ligeramente, estaba en shock por lo que había visto, su madre y Raquel…follando ¡y de qué manera! Una parte de su mente le decía que sacase el pen, lo guardase y olvidase lo que había visto; otra parte le suplicaba seguir mirando. Eligió una nueva carpeta al azar y dio doble–clic.

En esta ocasión se trataba de una estancia más oscura y fría, como si fuese una especie de sótano, la cámara se encontraba en lo que sería un lateral de la cama donde se podía ver a 3 mujeres; Raquel, Alicia y una desconocida. La mujer desconocida se encontraba boca arriba, con los brazos atados a los bordes de la cama por las muñecas y la pelvis a la altura de los pies de la cama; Raquel se encontraba sobre ella practicándole un face-sitting, exactamente igual que a su madre en el video de antes. Alicia, vestida con un apretado corsé de cuero que dejaba sus pechos al aire y con una gorra estilo militar, mantenía las piernas de la mujer abiertas y levantadas y, mientras fumaba un cigarrillo, la penetraba con dureza usando un gran consolador.

Alice, cariño, ¿Cómo se está portando nuestra invitada? –Preguntaba Raquel con voz sensual mientras se masajeaba los pezones y movía las caderas adelante y atrás.

– ¿La perra esta? Muy bien, ¡Se lo! … ¡Está! ... ¡Tragando! … ¡Todo! –Contestó Alicia mientras enfatizaba cada palabra con una violenta embestida de cadera que hacía desaparecer todo el consolador en el interior de la mujer desconocida.

– ¿Y tú, Rosi? ¿Te lo estás pasando bien? ¿Mmm? –Preguntó Raquel a la tercera mujer que, por motivos obvios, era incapaz de articular palabra; y si lo fuera, los muslos de Raquel ahogarían todo el sonido, solo pudo ver como sus brazos se movían lo que las correas que la sujetaban permitían. –Shhhh…oooohhhh. –Gimió Raquel mientras miraba sonriente a Alicia. –Creo que eso es un sí. –Mientras Alicia le devolvió una radiante sonrisa antes de aumentar la intensidad de las embestidas.

Tamara eligió otro video, el descubrimiento de esta nueva faceta de su madre la tenía con una mezcla de shock y excitación, le empezaba a doler la cabeza y la tos había vuelto, pero necesitaba más. Eligió uno nuevo.

En este clip aparecía la cara de Raquel en primer plano.

– ¡Holaaaaa! –Dijo alegremente mientras saludaba a cámara. –Parece ser que Johanna ha hecho algo que ha molestado a Alicia, ¿Vamos a ver qué pasa? –Relataba Raquel a la cámara mientras caminaba de espaldas por un pasillo, hasta llegar a una puerta lateral.

No, no, no, seré buena, lo prometo, por favor, por favor, por favor. –Se oía suplicar apresuradamente a una voz al otro lado antes de que ser acallada por el sonido de la cisterna de un retrete vaciándose.

Raquel abrió la puerta y dentro del baño se podía ver a una mujer, debía ser la tal Johanna, arrodillada frente al retrete, una serie de ataduras mantenían sus brazos a la espalda mientras su cabeza permanecía dentro de la taza del váter. Alicia se encontraba a su lado, vistiendo únicamente unas botas altas de tacón, una de las cuales la tenía apoyada sobre la espalda de la mujer mientras que su mano pulsaba el botón de la cadena del retrete.

Alice, amor. ¿Qué te ha hecho Johanna ¿Por qué la tratas así? –Preguntaba Raquel con voz juguetona

– ¿Qué por qué? Esta putita decía que tenía sed, que le diera de beber, pero resulta que es una exquisita y no quiso beber lo que le ofrecía, que quería agua. –Y mirando abajo hacia la aludida prosiguió con desprecio. – ¡Pues bebe agua, hasta que te hartes!

Cuando el sonido de la cisterna cesó, Alicia aflojó la presión, lo justo para que Johanna pudiese levantar un poco la espalda, mientras la cisterna se rellenaba.

Por favor, por favor, Ama Alicia, no lo volveré a hacer, de verdad, por favor, no, no, no –Suplicaba fervientemente la mujer. Alicia entornó los ojos con aburrimiento y pisó su espalda con un poco más de fuerzas obligando a la mujer a reintroducir la cabeza en el retrete mientras su cuerpo empezaba a temblar. –Por favor, por favor, por favor, Ama Raquel, por favor. –El sonido de la cisterna llenándose cesó mientras la mujer seguía clamando piedad, una ligera presión extra de la bota de Alicia le hizo callar antes de que presionase de nuevo el botón. Los dedos de la mujer se movían frenéticamente mientras la taza se llenaba de agua. Cuando el agua bajó se podía escuchar la respiración agitada de la mujer intentado recuperar el aliento.

–Alice, si no te importa, necesito usar el baño, estoy que no me aguanto– Pidió Raquel con tranquilidad, indiferente al castigo que recibía la otra mujer. Alicia miró a cámara seriamente, bajó la mirada hacia la mujer y tirándola del pelo le sacó la cabeza del váter, Tamara no pudo reconocer sus rasgos pues llevaba puesto un antifaz negro que le impedía la visión. Le encaró la empapada cabeza a la cámara y sujetándola de los carrillos le dijo a Raquel –Dáselo a Johanna, a ver si esta putita ha aprendido a no rechazar la bebida. –Respondió Alicia antes de darle una bofetada a la mujer.

Tamara se notaba bastante mal, tenía continuos ataques de tos y al parecer la fiebre le debía haber subido, debería parar y descansar un poco, de hecho, ya le costaba incluso el excitarse, pero se forzó a ver un video más.

Mostraba una cama de dosel, su madre se encontraba totalmente desnuda, de rodillas sobre la cama a los pies de ésta. Sus brazos y piernas se encontraban atados a los postes laterales, separando sus brazos y piernas y dejándola en una posición de absoluta indefensión. Alicia tenía la cabeza gacha mientras que un antifaz morado la tapaba los ojos, un taconeo de fondo indicaba que no estaba sola.

¡Ay! Alice, Alice, Alice –Sonó con tranquilidad la voz de Raquel que apareció por un lateral del plano, iba totalmente enfundada en un vestido de látex que sólo dejaba libres sus inmensos pechos. Le a acarició con suavidad la mejilla mientras caminaba lentamente, sosteniendo en su otra mano una fusta como la que usan los jockeys en las carreras. –Al final Susi me ha dicho que no puede venir…una lástima. Tendrás que ocupar su puesto, lo entiendes … ¿verdad? –Preguntó con suavidad mientras le acariciaba el pelo. Con la respiración agitada Alicia movió afirmativamente la cabeza. –Buena chica. –Dijo mientras salía de plano y volvía con una mordaza de bola, Tamara juraría que era la misma que había en la caja. Se acercó a Alicia y la besó con pasión, y ésta, inmóvil como estaba, respondía de igual forma. Cuando se separaron Raquel acercó la bola a la boca de Alicia, quien al notarla contra sus labios abrió la boca; Raquel la sujetó fuertemente con las correas a la nuca y se separó. Alicia comenzó a hiperventilar por la nariz nerviosamente y, sin previo aviso, Raquel descargó un fuerte fustazo sobre sus pechos, lo que hizo que incluso Tamara diese un respingo, arrancando a Alicia un grito de dolor que la hizo arquearse hacia atrás. Avanzó el clip de video hasta casi el final donde se veía a su madre aún atada en la misma posición, los pechos tenían unas marcas rojas, por lo que parece no fue un único fustazo, sendas pinzas colgaban de sus pezones, unidas por una pequeña cadena metálica, de su boca caía un hilo de babas al suelo provocado por la imposibilidad de cerrarla debido a la mordaza que aún tenía; igual que el antifaz. Raquel se encontraba detrás de ella, de rodillas, enculandola duramente mientras con sus manos manoseaba los pechos de su amiga y besaba repetidamente el cuello. Mientras tanto Alicia se encontraba inmóvil, Tamara hubiera creído que estaba desmayada de no ser por los gemidos que de vez en cuando oía o por sus manos, que se movían ligeramente de vez en cuando.

Tamara definitivamente se notaba débil, sentía un martilleo en la cabeza y los mocos no dejaban de caérsele. Miró la hora, las 15:45. Se quiso levantar para colocar todo otra vez en el armario, pero el hecho de levantarse le provocó un mareo. Una siesta, lo que necesitaba era una pequeña siesta, programó una alarma para las 17:30 y se hecho a dormir. Cuando sonó el despertador abrió los ojos, no se encontraba demasiado bien pero tenía que dejarlo todo colocado, se dirigió cansadamente a la habitación, agarró la caja, le parecía que pesaba más que antes, se subió al taburete y con un esfuerzo pudo apoyar la caja en la repisa del armario; pero en ese momento se acordó del pen, el pen se lo había dejado enchufado al ordenador, ¡Que estúpida era!, se bajó del taburete y se dirigió al salón por él, debía tener mucha fiebre porque no se encontraba nada bien, llegó apoyándose en la pared para evitar el mareo, desenchufó el pen y se dirigió a la habitación, se subió en el taburete, y estiró el brazo para volver a meter el USB en la caja y todo se volvió negro. Tamara se apoyó en el armario para no caerse del taburete, pero el mareo la hizo perder apoyo en un pie y, para evitar caerse, bajó rápidamente el otro pie, con tan mala suerte de que apoyó mal. Un estallido de luz y un “crack” fue todo lo que vio y oyó la joven. Tamara gritó de dolor mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas, sentía un fuerte dolor en el tobillo. De la manera que pudo cerró la puerta del armario, arrastrándose al salón. Cogió el móvil y marcó el móvil de su madre:

–Hola cariño ¿Cómo estás?

–Mamá…me he mareado…y me he caído…creo que me he torcido el pie…me duele mucho, mamá…me duele– Respondió su hija llorando por el dolor

– ¡¿Cómo?! ¡¿Pero qué te ha pasado?!

–Me levante…y me dio un mareo…me dueleeee. –Lloraba Tamara, mientras se sujetaba el pie

–No te muevas cariño, ¡Estoy allí en un momento! ¿vale?, ¡Tú tranquila! –Respondió precipitadamente Alicia antes de colgar.

Normalmente Alicia tardaba unos 25 minutos desde el trabajo a casa; en esta ocasión solo necesitó 15. Abrió la puerta de su casa y se dirigió corriendo al salón donde se encontró a su hija tumbada en el sofá en posición fetal mientras se masajeaba el tobillo. Alicia se acercó a toda prisa y vio que estaba muy hinchado, palpó la frente de su hija, también tenía fiebre así que fueron al hospital.

Por suerte para ambas a esas horas no había mucha gente, en poco tiempo les atendió un doctor que, tras palpar el tobillo de Tamara, encargó una radiografía. –Esguince de tipo 1, has tenido suerte. –Dijo el doctor animadamente a Tamara al cabo de un rato. –Ahora lo tendrás hinchado y te dolerá, pero solo tienes una microrrotura en los ligamentos, tendrás una pequeña cojera, pero si no fuerzas demasiado el pie, en una semana deberías estar bien. Respecto a la fiebre, sigan con el tratamiento. –Finalizó mientras le alcanzaba una piruleta a Tamara, que la cogió medio avergonzada.

Durante el viaje de vuelta en el coche Alicia intentó sonsacarle a Tamara el qué estaba haciendo o por qué se había caído, mas ésta respondía evasivamente excusándose en que no se encontraba bien. No dándole mayor importancia, desistió en seguir preguntando. Cuando llegaron a casa, Alicia acompañó a Tamara a su habitación y la acostó, la fiebre había remitido un poco pero aun así se encontraba bastante mal entre la tos, los mocos y el dolor del tobillo, le dio un medicamento para el dolor, la arropó y le dio un beso.

Si necesitas cualquier cosa, ya sabes–Dijo sonriendo mientras dejaba en la mesilla la campanita. –Descansa y ponte buena. –Deseó mientras Tamara se arrebujaba entre las sabanas.

Alicia enfiló el camino a su habitación, vaya faena lo de Tamara, por suerte no había sido nada, pero necesitaba una ducha relajante. En cuanto entró a su cuarto inmediatamente supo que algo no estaba bien, ella nunca, nunca dejaba el taburete frente al armario, lo abrió y echo un rápido vistazo, no sería la primera vez que su hija curioseaba el armario en busca de algún modelito que probarse. No tardó en mirar arriba y ver que una caja, esa caja en concreto, no debía estar ahí. El pulso de Alicia se aceleró de preocupación, Tamara había descubierto eso, cogió la caja y la bajó, rebuscando a ver si estaba todo, solo faltaba una única y pequeña cosa, el pendrive. Alicia se dirigió rápidamente al salón, el portátil de Tamara seguía allí, miró, pero no estaba enchufado en él. En una corazonada encendió el portátil, por suerte no tenía contraseña, y revisó el historial de archivos. Se le paró el corazón, reconocía esos títulos. No sabía exactamente cuáles eran, pero si la temática, se dirigió de nuevo a su cuarto a toda prisa y justo al entrar vio el pen drive en el suelo al lado de una de las patas de la cama. Su mente recreó todo lo que había pasado en un momento, Tamara se había caído cuando intentaba dejar todo como estaba y se le había olvidado por el tobillo ¡Por eso estaba tan evasiva cuando le preguntó el cómo se había torcido el tobillo! Alicia era un manojo de nervios, ¿cómo lo había descubierto? ¿Qué pensaría de ella? ¿Qué le diría? Se llevaba las manos a la cabeza y daba vueltas por la habitación, eso era su vida secreta. Podía contar con los dedos de una mano la gente de su entorno que conocía esa faceta suya y aun así le sobrarían. Sentía ganas de ir al cuarto de su hija, despertarla y pedirle explicaciones, abroncarla; pero no podía, ahora no. Su hija estaba enferma y lesionada y necesitaba descansar, y ella también. Ya encontraría el momento.

El domingo Tamara ya se encontraba mejor, la fiebre y los mocos habían desaparecido y la tos apenas hacía acto de presencia, lo único era el esguince de tobillo, que por suerte solo le causaba una ligera cojera al apoyar. Justo habían terminado de comer cuando Alicia decidió sacer el tema.

–Una cosa Tamara

– ¿Mmmm?, dime. –Respondió su hija, desconociendo lo que se le venía encima

¿Me puedes explicar esto? –Dijo mientras ponía el USB sobre la mesa. Tamara se quedó helada, y se le hizo un nudo en el estómago. Estaba en un buen lío.

–No sé qué es eso. –Mintió Tamara intentando salvar los muebles.

–No me mientas Tamara, esto estaba en el suelo de mi habitación, y sé que lo has enchufado a tu ordenador. Por eso te hiciste el esguince ¿Me equivoco?

Tamara agachó la cabeza eludiendo la mirada de su madre. –No… –Respondió con un hilo de voz. –Pero puedo explicarlo….

– ¡No me tienes que explicar nada! Simplemente no tienes por qué andar hurgando en mis cosas. –Exclamó Alicia. –Te otorgo confianza, privacidad ¿Y así me lo devuelves? ¿Espiándome?

Tamara vio una brecha y, debido a la vergüenza y al enfado que sentía por verse reprendida, decidió aprovecharla.

– ¿Privacidad? ¡Has hurgado en mi ordenador!; ¿Confianza? Tú no me habías dicho que te follabas a Raquel o a otras no-se-cuantas mujeres. Creía que lo nuestro era especial ¿Qué pasa? ¿Tu hija es insuficiente para ti? –Se enfrentó Tamara alzando la voz.

– ¡Mira! –Respondió Alicia levantando un dedo en tono autoritario. –Soy tu madre y tengo el perfecto derecho de controlar lo que haces y respecto a lo otro, tú y yo llevamos con esto unos meses, somos amantes, ¡Sí! Pero no te creas que ser mi hija te da exclusividad.

–Es por lo que te gusta, ¿Verdad? Te gusta atar, azotar y follarte mujeres o que te lo hagan a ti. ¿Eso es lo que tengo que hacer para que me quieras? ¿Es eso? ¡¿Para gustarte?! ¡Pues enséñame! –Gritó Tamara dando un fuerte golpe en la mesa con la palma de la mano

– ¡Ni hablar!

– ¡¿Qué pasa, te crees que no valgo?! ¡¿Qué soy menos que las demás?!

– ¡Tamara por Dios! ¡Que eres una cría! –Exclamó exasperada Alicia llevándose las manos a la cabeza

¡Pues eso no te ha impedido que follemos! ¿eh? ¿Recuerdas tu cumpleaños? ¡¿EH?! ¡Ahí no te importó! –Le recordó Tamara cuyo enfado igualaba ya al de su madre.

– ¡¡No es lo mismo!!

– ¡¡¿NO?!!

– ¡¡NO!!

– ¡¿POR QUÉ?!

–¡¡PORQUE NO QUIERO QUE PIENSEN QUE TE MALTRATO O QUE ABUSO DE TI!!

– ¡¡TECNICAMENTE LLEVAS ABUSANDO DE MI CASI UN AÑO!! –Respondió aceleradamente Tamara mientras daba un puñetazo a la mesa enfadada. La cara de Alicia se congeló en un rictus mezcla de terror y sorpresa mientras se quedaba lívida. En ese momento, Tamara supo que se había pasado. –Mama, perdona…yo…no quería…yo no… –Intentaba suavizar mientras veía como los ojos de su madre se humedecían y se llevaba la mano a la boca.

Sin decir nada Alicia se levantó a toda prisa de la mesa si se marchó por la puerta. –¡Mamá! ¡Mamá, perdona! –Gritaba Tamara mientras iba tras ella, pero el esguince le impidió llegar más allá del rellano de su piso

Se dirigió todo lo rápido que pudo al salón, cogió su móvil y la llamo, una, dos, tres, veinte veces y nunca lo cogía. Mando varios whatsapp pero no los leía. – ¡Tonta! ¡Tonta! ¡Tonta! –Se mortificaba Tamara ¿Qué había hecho? ¡Había acusado a la persona que más quería de abusar de ella! ¡Abusar! Lloró, lloró mucho. Siguió llamando, pero no obtenía respuesta. Así pasó la tarde. Llegó la noche y Tamara puso la mesa para las dos, tenía la esperanza de que su madre apareciera en cualquier momento por la puerta. Que la castigase ¡Le daba igual! Sólo quería pedirle perdón. Dieron las once y volvió a intentar llamar, el corazón se le aceleró cuando escuchó el sonido de descuelgue…solo para oír el mensaje del buzón de voz. Los mensajes seguían sin leer. Tamara se fue a su habitación y se echó a llorar en su cama hasta que cayó vencida por el sueño.

Cuando Tamara se levantó el lunes ya habían pasado las 9:30. Aún se sentía muy culpable por lo del día anterior; no había podido hablar con su madre, de hecho, ni siquiera sabía si había vuelto a casa, sentía una opresión en el pecho cada vez que pensaba en ello. Se dirigió a la cocina a desayunar cuando vio un pequeño papel en la encimera. "Hay macarrones en el frigo".

Era una nota escueta pero ya era algo, al menos sabía que su madre había vuelto; normalmente le escribía un mensaje. Era una sensación agridulce, estaba feliz porque su madre había vuelto, pero Tamara intuía que no tenía muchas ganas de hablar con ella. Miró el móvil, por fin todos los mensajes tenían el doble tic azul.

Se dedicó a limpiar la casa a conciencia, como una forma de mantenerse ocupada y de intentar disculparse de alguna forma. Apenas probó los macarrones, no tenía apetito. Se encontraba en el sofá tumbada sin hacer nada cuando llamaron al timbre. Extrañada se levantó y miró por la mirilla, era Raquel, la amiga de su madre, le abrió la puerta sin muchas ganas.

–Hola Tamara. –Dijo la visitante sonriendo

–Hola Raquel. Eeeehhh…mi madre no está en casa

–Ya, ya lo se quería hablar contigo, no con tu madre. ¿Puedo pasar?

– ¿Eh? Si, si claro…pasa. –Dijo mientras se hacía a un lado flanqueando el paso. Raquel se dirigió al sofá y se sentó.  –¿Quieres algo de beber?

–Un vaso de agua si eres tan amable

Raquel cogió el vaso de agua que le traía Tamara y bebió mientras esta se sentaba.

–Tamara cuéntame, ¿Qué ha pasado entre tu madre y tú?

¿Eh? No, nada. Ayer discutimos por cosas. –Respondió evasivamente Tamara. –Y…se fue…–Continuó Tamara con un sollozo

Porque viste algo que no deberías ¿verdad? Tu madre me lo ha contado. –Explicó Raquel ante la cara de circunstancia de la joven. –Ayer vino a mi casa hecha un mar de lágrimas y me contó lo que había pasado

–Sí…y discutimos y le dije cosas muy feas…pero no quería esto…de verdad que no.

Estás enamorada de ella ¿verdad? –Los ojos de Tamara se abrieron de sorpresa.

¿Qué? No, si ella y yo no…sí la quiero…pero. –Balbuceaba la sorprendida joven.

–Tamara, sé que sois amantes, lo sé de hace tiempo. No tienes por qué ocultarmelo

–Pero ¿Cómo…? –Comenzó Tamara.

Me lo dijo ella misma hace ya tiempo, nos conocemos de hace muchos años, somos cómo hermanas, bueno de eso ya te habrás percatado ¿no? –Bromeó. –Sabe que nunca la traicionaría y ella a mí tampoco. –Explicó relajadamente Raquel

Sí, la quiero. –Confesó finalmente la joven.

–Y eso está muy bien Tamara, de verdad. Pero tienes que entender que ante todo es tu madre. Nunca vais a poder ser una pareja normal, en algún momento encontraras una chica que te guste y te irás con ella, es ley de vida; tu madre lo sabe, espera y teme ese momento a partes iguales porque también te quiere, pero sabe que lo vuestro a fin de cuentas es algo pasajero. Por eso nunca te habló de sus otras parejas o gustos sexuales, aun eres muy joven, y sabía que podrías tener un ataque de celos, que de hecho…ha sido lo que has tenido. ¿No creerías en serio que tu madre no tendría algún lío por ahí? ¿eh?

Respecto de los videos y la caja, tu madre siempre ha sido una persona muy intensa. Su gusto por el sado es una forma de liberar tensiones, del trabajo, de la familia, de la vida en general. Y créeme, tu madre siempre ha estado sometida a tensiones y presiones y si nunca te dijo nada fue por miedo a que te alejases de ella, de hecho, su mayor miedo es no tenerte junto a ella. Jamás haría nada que pudiera hacer que la apartases de tu lado.

–Ya veo… ¡Qué tonta he sido! –Dijo llevándose las manos a la cara. –Pero, cuando le dije lo de que abusaba de mí…nunca la he visto así, estaba…blanca

–Tamara, hay cosas de tu madre que no sabes, pero lo ha pasado realmente mal. Veras, al poco de nacer tú, las cosas entre tu madre y tu padre se torcieron. Fueron a juicio por tu custodia, fue muy duro para ella. El abogado de tu padre declaró en el juicio que la orientación de tu madre, que como ya sabes es bisexual, la convertía en una pervertida sexual, en una viciosa, dijo. Y no solo eso, sino que presentó estudios psicológicos que avalaban que su gusto por el sadomasoquismo iba ligados a un perfil de maltratadora que podía abusar de ti y hacerte daño al no ser capaz de distinguir la realidad, lo cual la convertía en un peligro para ti. Tu madre se derrumbó, Tamara, se derrumbó. Ni siquiera tu abuela la apoyó, ya sabes que siempre ha sido muy conservadora con esas cosas, casi abjuró de su propia hija.

–Pero al final salió todo bien ¿no?

–No…y sí. –Prosiguió. –El juez terminó por conceder la custodia a tu padre, y tu madre solo podía verte los fines de semana y siempre vigilada. Nunca la he visto llorar como lloró aquel día. –Rememoró Raquel. –Un año más tarde tu padre murió en un accidente de coche y por ley tu madre recuperó tu custodia, pero fue vigilada muy de cerca por los servicios sociales y por tu abuela. Cada vez que tenías un rasguño la discusión entre tu madre y tu abuela estaba asegurada. ¿Te acuerdas con 6 años cuando aprendías a montar en bici? ¿La vez que te caíste y te raspaste la pierna entera? ¿Todos esos médicos que te vieron? Pues miraban a ver si era verdad o que ella te lo había hecho. Todo el mundo tenía bajo lupa a Alicia.

–No…no lo sabía. De verdad que no…–Respondió Tamara con la voz entrecortada, abrumada por esas revelaciones.

–Lo sé, lo sé. –La tranquilizó Raquel. Por eso, cuando en ese enfado dijiste que abusaba de ti despertaste esos fantasmas. No es tu culpa, no lo sabías. Pero se disgustó muchísimo cuando dijiste eso.

– ¡Soy lo peor! ¡Me va a odiar! –Exclamó Tamara echándose a llorar desconsoladamente. Raquel la abrazó para tranquilizarla.

–No, no, no, no, tu madre te quiere más que a su vida y sabe que tú a ella también. Pero va a necesitar un tiempo ¿vale? –Tamara movió afirmativamente la cabeza sin dejar de llorar. –Háblalo con ella cuando vuelva. –Aconsejó Raquel mientras besaba suavemente su cabeza.

Horas más tarde Tamara se encontraba en la ducha cuando oyó cerrarse la puerta de casa, se secó a toda prisa y salió de su habitación

¿Mamá? –Preguntó, pero sólo pudo ver como la puerta del cuarto de su madre se cerraba.

Tamara se acercó a la habitación y golpeó suavemente la puerta con los nudillos. –Mamá, ¿puedo pasar? –Silencio. Abrió la puerta lentamente; ahí estaba su madre, sentada en el borde de la cama, con las manos sobre las piernas y la cabeza baja. El vivo retrato del abatimiento.

Mamá, lo de ayer...de verdad que lo siento. –Dijo Tamara con una débil voz. Alicia la miró ligeramente y volvió a sumirse en su estado de abatimiento. Tamara se acercó cojeando ligeramente hasta situarse frente a su madre, tras un momento de duda se agachó y le meneó suavemente del hombro. – ¿Mamá? ...Mamá, por favor. –Insistió la joven antes de que su madre apartase con desgana su brazo sin dignarse a mirarla.

Tamara se dejó caer de rodillas frente a su madre mientras las primeras lagrimas empezaban a resbalar por sus mejillas. –Mamá…por favor…lo siento...mamá… –Suplicaba mientras agarraba las manos de su madre, que seguía inmóvil.

–Mamá…por favor…dime algo. –Sollozaba Tamara. – ¡CASTIGAME! ¡GRITAME! ¡LO QUE SEA! … ¡Pero no me hagas esto! …esto no…no dejes de hablarme… –Suplicaba ya en lágrima viva la joven ante la impasibilidad de su madre. Unas gotas mojaron las manos de Tamara, miró el rostro de su madre, estaba llorando. – ¿Mamá? …

– ¿Por qué? ... ¿Por qué… me pides perdón? ...Soy…un monstruo…te he violado…

–No, mamá…no…

–He abusado de mi propia hija…de ti… ¡soy una depravada! –Se mortificaba Alicia

Tamara se sentó a su lado en la cama, posando suavemente su mano. –Mamá, eso no es cierto…no lo es. –Respondió suavemente

Todo por mi lujuria, soy una enferma… ¿Cómo no me he dado cuenta? ...Soy un monstruo… ¡violadora! –Continuó Alicia con la voz quebrada.

Agitando fuertemente el hombro de su madre Tamara exclamó – ¡No! ¡No lo eres! Eres la mejor madre que podría desear. ¡Que los estudios digan lo que quieran! Tú solo me has dado amor, nunca ¡nunca! has abusado de mí. –Alicia salió de su ensimismamiento y miró con el rostro congestionado a su hija que la abrazó con fuerza. – ¡Lo que pasa es que tienes una hija que es una bocazas! –Dijo Tamara mientras también se echaba a llorar. Así estuvieron un rato abrazadas y llorando, pidiéndose perdón mutuamente.

Los días posteriores fueron un poco extraños, de puertas para afuera la relación se había normalizado, charlaban animadamente, veían películas juntas, se mandaban mensajes, etc. Una relación madre–hija normal. Pero en el terreno afectivo había retrocedido muchos puestos, para Tamara fue especialmente duro. Cuando a la hora de dormir fue a su madre para darle el beso de buenas noches, normalmente en la boca, Alicia le hizo una pequeña cobra, dándoselo suavemente en la mejilla, acompañado con una sonrisa. Tamara imaginaba que era porque todavía el dolor estaba fresco así que no dijo nada, pero conforme pasaban los días comprobó que Alicia le rechazaba, cuando no obviaba, todas sus insinuaciones, un abrazo y un beso por la espalda, unas caricias distraídas en el muslo mientras estaban en el sofá, un beso espontaneo. Todo ello con amabilidad, pero la rechazaba. Tamara hasta consideró plantarse desnuda frente a su madre para ver si provocaba alguna reacción, pero lo descartó ¡Vaya vulgaridad! Así pasaron los días y el domingo, estando Tamara de compras con sus amigas, recibió un mensaje

♥Mamá♥

Tamara, esta noche, cuando vuelvas,

quiero hablar contigo

¿vale? Bssss 

18:28

Vale, si lo que quieras J TQM

18:33

Cuando Tamara llegó a su casa ya eran casi las 22:30, Alicia se encontraba viendo la televisión

–Hola cariño

–Hola mamá, voy un momento a la habitación y me cambio. –Minutos más tardes llegó al salón vestida con su pijama naranja y se sentó al otro extremo del sofá. – ¿De que querías hablar? –preguntó con un cierto temor.

Ven cariño, acércate. –Pidió Alicia mientras se sentaba dejando hueco para su hija que se sentó a su vera. Su madre le cogió las manos y la miró a los ojos –Mira hija, lo he estado pensando y dando muchas vueltas, he…pensado que lo mejor es terminar nuestra relación de amantes... –Alicia levantó la mano en un gesto tranquilizador ante la cara de terror de su hija. –Tranquila cariño, no soy tan fuerte, no soy capaz, lo he intentado durante toda la semana…y no soy capaz. Pero quiero pedirte perdón, perdón por ocultarte mi realidad, tenía miedo…miedo de que pensases que estoy loca, que…que soy un monstruo ¿sabes? Bastante anormal es que me acueste con mi hija como para que encima sepa mis “gustos”, te los oculté porque no quería que me rechazases, que pensases que estaba mal...pero ya no tiene sentido. Si quieres decirme algo, hazlo en libertad.

–Mamá, yo te quiero, mucho muchísimo, jamás pensaría que estás loca. Pero si, …me chocó. Te veías diferente, cuando nosotras lo hacemos eres intensa, pero la tú de los videos es, no sé, parecías otra, el caso es que, no sé, me llamaron mucho la atención, eran…excitantes. –Confesó la joven sonrojándose.

–Entonces, el otro día en la mesa…cuando exigiste que te enseñase, ¿Fue un arranque del momento o de verdad querías? Sé que eres una cabezona –Tamara sonrió ligeramente. –Y antes que hagas algo, sobre todo este tipo de cosas, con cualquier persona extraña prefiero que sea conmigo. Por eso te pregunto, piénsalo bien, ¿De verdad quieres probarlo? No te apresures a decir “Sí” pensando que con ello harás que te quiera más, yo te voy a querer y amar siempre ¿me oyes? Siempre. –De repente el teléfono comenzó a sonar. –Te voy a dejar un rato a solas para que lo pienses con serenidad. ¿Vale? –Alicia cogió el teléfono y se fue a su habitación, 10 minutos más tarde volvió al salón. –Tamara ¿has podido decidirte?

–Sí, quiero…quiero probarlo… ¡Hagámoslo!

Alicia sonrió cálidamente y sentándose al lado de su hija, la besó cálidamente en los labios. –Muy bien cariño…desnúdate. –Tamara se quitó rápidamente el pijama quedando completamente desnuda se madre quien alargó la mano debajo de un cojín y sacó un collar de cuero negro el cual puso alrededor del cuello de su hija, quien se dio la vuelta para facilitar el trabajo a su madre; seguidamente, Alicia sacó una fina correa del mismo color que enganchó al collar. Tamara acercó su boca a la de su madre con intención de besarla, pero se encontró con su dedo, abrió los ojos y vio cómo su madre negaba con la cabeza suavemente.

–Al suelo, de rodillas. –Tamara cumplió con el requerimiento de su madre la cual aún sostenía la correa en sus manos y aguardó.

–Vamos a establecer unas normas básicas. Habrá más, pero esas a su debido tiempo.

Primera: Ante todo somos madre e hija y esos roles tienen predominancia sobre los de amantes o ama y sumisa. ¿queda claro? Antes que tu Ama soy tu madre.

Segunda: Esto no puede interponerse en nuestras vidas privadas. Tienes tus estudios y yo mi trabajo y si hay que parar o cancelar el juego por cualquiera de las dos cosas se hace y punto. Con el resto de gente, igual.

Tercera: Cada vez que tengas el collar puesto significa que estas adoptando el rol de sumisa y yo actuaré en consecuencia. Únicamente podrás hacer esto entre semana cuando estemos las dos y fin de semanas completos, siempre en tu tiempo libre y siempre en esta casa. Tú serás la que decida cuando adoptas el rol. El resto del tiempo mantendremos una relación normal como hasta ahora.

¿Está todo claro?

Si…Ama.

Alicia sonrió y tiró suavemente del collar acercando la cabeza de su hija a la suya y la besó intensamente, cuando se separaron Alicia le susurró al oído –Llámame mamá, me pone más cachonda. –Tamara se sonrió y susurro a su vez. –Sí, mamá. –Alicia se levantó del sofá y dio un suave tirón a la correa. –Sígueme. –Tamara se levantó y acompañó a su madre a su cuarto.

Desnúdame. –Ordenó Alicia de pie al lado de su cama. Tamara comenzó a desabrocharle la blusa mientras su madre permanecía quieta, atenta a todo lo que hacía su reciente sumisa. Mientras tiraba de las mangas para sacarle la blusa Tamara besó suavemente el hombro se su madre. –Tamara, ¿Te he dado permiso para hacer alguna otra cosa? –Preguntó con sequedad Alicia.

 –No…no mamá, perdón.

Una vez la blusa estaba fuera Tamara intentó desabrochar el sujetador de su madre. –Mis tetas son lo último que se desnuda, Tamara. –La joven se colocó frente a su madre y se arrodilló para desabrocharle el cinturón y los pantalones; los bajó con delicadeza hasta los tobillos, momento en el cual su madre levantó ligeramente los pies para dejarle sacarlos, Seguidamente Tamara tiro de las medias, dejando al descubierto los pies de su madre. Le tocaba el turno al tanga de su madre; con suavidad lo deslizó hacia abajo deteniendo momentáneamente la vista en la rajita de su madre, se moría de ganas de usar su lengua, pero no podía. –Bueno, luego seguramente se lo comeré–Pensó. Finalmente se levantó y, acercándose todo lo que podía a su madre, únicamente por notar sus pechos, le desabrochó el sujetador liberando sus dos melones favoritos.

No está mal para ser la primera vez, ahora súbete a la cama, así de rodillas…aquí…muy bien. –Dijo mientras situaba a Tamara de rodillas cerca del cabecero de la cama, mirando a la pared. –Eso es, estate ahí…y no mires.

La mente de Tamara comenzó a trabajar a toda velocidad ¿Qué tenía en mente su madre? ¿Qué iba a hacer? ¿Eso que sonaba era la puerta del armario? Sentía unas ganas locas de mirar hacia atrás –A ver a ver… ¡ah! aquí. –Oyó a Alicia mientras arrastraba una caja, ¿No sería esa caja, ¿verdad? De repente oyó como su madre dejaba caer un gran bulto a sus espaldas sin mucha ceremonia, una caja, una caja con cosas. ¡Ay, Dios! era esa caja, seguro. –Mmmm ¿Qué podríamos usar? …esto…esto…también y…ooohhh ¡Definitivamente esto sí! –Decía Alicia con aire distraído pero lo suficientemente alto como para que la oyera su hija. Tamara estaba haciendo auténticos esfuerzos por ni girarse a mirar, a saber que pretendía hacer su madre, ¿las pinzas? ¿el látigo? ¿le iba a amordazar? Se imaginó como a cualquier otra de las mujeres de los videos a las que su madre maltrataba sin piedad. Tenía miedo, miedo y nervios. Apretó fuerte los ojos intentando desterrar esos pensamientos. El corazón le latía desbocado mientras u mente imaginaba todo tipo de situaciones morbosas, placenteras, dolorosas, excitantes, vergonzantes…

–Manos a la espalda. –Dijo la voz de su madre sacándola de su ensimismamiento, mientras tiraba de un brazo hacia atrás; mecánicamente Tamara ofreció el otro. Se acabó, la suerte estaba echada. Alicia procedió a atar sus muñecas y posteriormente sus brazos, haciendo complejas lazadas alrededor de su cuerpo; seguidamente ató sus piernas obligándola a permanecer de rodillas. – ¿Puedes desatarte? –Con nerviosismo Tamara comprobó que no, ni siquiera podía moverse, estaba completamente indefensa. Notó como su madre le introducía algo en su chochito, para a continuación recostarse delante de ella con las piernas abiertas, enseñándola su vagina.

– ¿Sabes qué es lo que tienes metido en tu coñito? –Tamara negó con la cabeza. –Es un juguete muy divertido, un vibrador especial, mira. –Alicia cogió su móvil y le mostro la pantalla. – Lo encendemos…–Tamara notó como el aparato de su interior comenzaba a vibrar suavemente. –Y puedo regular la intensidad a mi voluntad ¿ves? –Dijo mientras desplazaba el dedo hacia arriba en la pantalla.

–Aaaaahhhhhhhhhhhhh. –Comenzó a gemir Tamara al hacerse más intensas las vibraciones. –Y mira, esto es a máxima potencia. –Continuó Alicia mientras desplazaba la barra de intensidad al límite. Los ojos de Tamara se abrieron desmesuradamente y su cuerpo se puso rígido.

–AAAAHHHHHHHH...AAAHHHHHHHHH… ¡JODER! ... ¡ARRRGGGHHH! –Jadeó y exclamó fuertemente.

–Divertido ¿a que sí? –Preguntó Alicia juguetonamente mientras Tamara se recuperaba de la impresión. –Pero no me parece justo que solo tú disfrutes así que yo también voy a jugar, con esto. –Dijo mostrándole un dildo, era ligeramente más grande que el que solía usar, pero sin duda mucho más flexible a juzgar por cómo se doblaba.

Alicia encendió el vibrador de Tamara y lo puso a baja potencia, Tamara cerró los ojos y se mordió el labio inferior de gusto, era una sensación muy agradable.

Abre la boca. –Ordenó Alicia mientras le aproximaba el dildo. Tamara obedeció abriendo lo más grande que podía. –Eso es…chúpalo bien. –Animaba su madre mientras empujaba y giraba la polla dentro de la boca de su hija. Tamara fue recorriendo con su lengua toda esa polla, salivándola al completo mientras su madre iba moviéndola, asegurándose que no quedaba ningún resquicio sin saliva a la par que con su mano libre se acariciaba suavemente el clítoris.

Tras un rato así, Alicia se levantó sin decir nada para situarse detrás de su hija, que atada como estaba, aguardó mientras su coñito seguía vibrando de placer; le acarició el pelo, recogiéndolo hasta formar una coleta con todos sus mechones y le dio un fuerte tirón hacia atrás obligándola a mirar hacia arriba.

AAAYYYY. –Exclamó su hija de dolor cerrando los ojos. Cuando los abrió de nuevo pudo ver que Alicia sostenía su Smartphone frente a ella y cómo su dedo subía la intensidad del vibrador. –Ahhhh…ssssiiiiii…ahhhhhhh– gimió sonriente Tamara con los ojos cerrados concentrada en su placer.

Cuando los volvió a abrir su madre tenía el dildo en la mano y lo agitaba suavemente. Tamara instintivamente supo lo que iba a pasar y lo que tenía que hacer. Tragó saliva y abrió la boca lo más grande que pudo. Mientras su madre seguía tirándola del pelo para obligarla a mirar hacia arriba comenzó a insertarle el consolador en la boca, empujándolo hacia abajo más profundamente. Tamara comenzó a tener arcadas, el dildo estaba tocando su campanilla, pero trató de mantener la compostura hasta que Alicia lo extrajo para que pudiese recuperar aliento. En cuanto la respiración de Tamara se estabilizó volvió a insertarlo en su garganta haciendo cortos y rápidos movimientos de penetración; Alicia comprobó complacida como su hija se dejaba follar la garganta con el juguete a pesar de los constantes accesos de arcadas y de las lágrimas que empezaban a brotar de sus ojos. Tras un tiempo torturándola de esa manera, Alicia se lo introdujo una última vez, más profundo, más tiempo, hasta que su hija no pudo más y sufrió una gran arcada. Extrajo el consolador rápidamente, totalmente empapado en babas mientras que Tamara trataba de recuperar el aliento en medio de un ataque de tos mientras algunas babas caían de su boca.

La mano de Allicia acarició suavemente uno de los pezones de Tamara, como gesto de felicitación mientras ésta aún jadeaba tanto de placer como de las consecuencias de la polla de goma en su garganta.

–Ahhhh…ahhh. *cof, cof*…ah. –En ese momento sintió de repente un nuevo tirón de pelo que la volvió a obligar a levantar la vista, todo para ver cómo se aproximaba la boca de su madre, quien le dio un profundo e intenso beso con lengua al cual correspondió encantada. Alicia se separó mientras Tamara estiraba ligeramente el cuello, quería más, quería que su madre siguiera comiéndole la boca, pero Alicia tenía otros planes. Tamara vio las manos de su madre que pasaban tras ella y notó algo en sus labios, bajó ligeramente la mirada para ver cómo la mordaza morada aguardaba a que abriese la boca; no hizo falta que su madre le diera la orden. Notó como la bola se introducía en su mandíbula, dejándola abierta. Un ligero tirón le revelo que su madre estaba ajustando la correa, probó a intentar sacársela, pero le fue imposible, estaba muda. De repente cayó en la cuenta de que el vibrador se había apagado.

Alicia se volvió a recostar en la misma posición que al principio bajo la atenta mirada de su hija; sin, aparentemente fijarse en ella, comenzó a frotar el dildo contra su vagina mientras que con la otra mano masajeaba sus tetas para desgracia de Tamara que únicamente podía limitarse a mirar

Mmppfff…mmmfffff…pppffff. –Intentaba gritar Tamara sin éxito intentando llamar la atención de su madre que quien con los ojos cerrados había comenzado a penetrarse con en consolador mientras gemía de gusto

Mmmmmmm…ssssíííí…que bueno…ohhhhh. –Jadeaba mientras sus caderas comenzaban a moverse al compás. – ¿Querías algo zorrita? –preguntó Alicia al cabo de un rato. Tamara la miraba suplicante mientras intentaba articular algo parecido a palabras. –Lo siento, no te entiendo…ohhhhh ¿el vibrador? Se te ha apagado ¿no? –Comentó juguetonamente Alicia. Tamara agito rápidamente la cabeza en gesto afirmativo. – ¿Quieres que lo encienda? Pídemelo.

Mmppp mmmpppmmff mmmpppffffff. –Suplicaba Tamara mientras se intentaba hacer entender. – ¡MMMMMPPFFFF!… ¡MMMMGGGHH! –Gritó la joven amordazada, su madre había vuelto a activar el vibrador…a máxima potencia.

Tamara, no podía moverse, no podía hablar, ni siquiera era dueña de sus sensaciones, estaba a merced de los deseos de su madre, eso era el sentirse dominada. Para alivio de Tamara la potencia bajo a un nivel más aceptable, miró a su madre que sonreía con malicia mientras modificaba constantemente la intensidad, llevando a su hija a una montaña rusa de sensaciones. Mientras tanto, Alicia se clavaba cada vez con más intensidad el consolador mirando a su hija de forma lasciva, lamiéndose los labios y gimiendo sensualmente como si fuera una estrella del porno, Tamara no perdía detalle de como el dildo entraba y salía de la vagina abierta de su madre quien de vez en cuando lo llevaba a su boca para saborear sus propios fluidos y otras se lo dejaba insertado mientras se acariciaba los pechos y lamía los pezones

– ¿Lo estás pasando bien, puta? Te excita ver a tu madre clavarse esta gran polla ¿Verdad? –Tamara movió afirmativamente la cabeza. –Pues que sepas que eso se acabó. –Declaró mientras le ponía el antifaz, impidiéndole toda visión. Con el sentido de la vista anulado, su cerebro se concentró más en los estímulos que llegaban por la vagina…y por el oído. Alicia había empezado a gemir, más alto, más exagerado, más sensual, quería mantenerla a mil, que supiese que estaba a su lado, pero que no podía ni verla ni tocarla, que oyese como su madre disfrutaba.

–Ohhhh sssssiiii, uuufffff, como me llena esta polla…ooohhh sssiiiiii, que delicia…mmmm. –Tamara empezó a gemir más fuerte, la vibración y los jadeos de su madre la estaban volviendo loca. De repente notó como su madre se incorporaba, pudo sentir el contacto de sus pechos y el aliento en su oído.

Voy a correrme putita, voy a clavarme esta dildo tan fuerte que me voy a correr a chorros…y tú no lo vas a poder ver… ¿Y sabes dónde me voy a correr? …en tu preciosa cara. –Susurró con lascivia Alicia.

Tamara sintió como el vibrador que tenía insertado comenzaba a vibrar cada vez más fuerte arrancándole un grito ahogado mientras Alicia cumplía su promesa.

Oooohhh…ssssiii…asssiiiii… ¡MMMPPFF! ... ¡OOOHHHH! ¡UF! … ¡UF! … ¡UF! … ¡AHHHH! ¡AHHHH! –Jadeaba lujuriosamente Alicia al oído de su hija mientras se introducía con fuerza la polla de goma. Para asegurarse que su hija no perdiese detalle, le volvió a apagar el vibrador, arrancándola una queja de la que hizo caso omiso.

– ¡Me corro! … ¡me corro! … ¡SÍ! … ¡SÍ! … ¡SÍ! –Jadeaba fuertemente Alicia con los ojos cerrados de gusto en el oído de su hija. Se incorporó velozmente y colocando su vagina frente a la cara de su hija tuvo un poderoso orgasmo. – ¡AAAARGGGGHHHH! … ¡SSSÍÍÍ! … ¡JODER! …. ¡AAAGGHHHH! –Gritó de gusto mientras restregaba su chorreante coño en la cara de su sumisa hija

Cuando Alicia recuperó el control sobre sí misma se dejó caer frente a su hija y se fijó en su estado. Tamara se encontraba respirando fuertemente de la excitación, su cara, antifaz y mordaza estaban empapados de los fluidos de Alicia y de su boca escapaba un fino hilo de saliva. Se movía débilmente, suplicando por el vibrador. Alicia reactivó el juguete aumentando y reduciendo la intensidad, lo que arrancaba jadeos ahogados de placer en su hija

– ¿Quieres correrte? ¿Eh? ¿Quieres correrte como una perra frente a tu madre? –Preguntó Alicia. La cabeza de Tamara asintió velozmente, apremiándola. –Pues córrete. –Animó maliciosamente Alicia antes de subir la potencia del vibrador al máximo y arrojar a un lado su móvil para disfrutar plenamente de la visión de Tamara.

Tamara comenzó a gritar como una loca mientras su cuerpo se agitaba todo lo que podía. Era una sensación tremenda la que estaba sintiendo en esos momentos, todos sus sentidos estaban concentrados en el inmenso pacer que provenía de su interior, sin vista, tampoco oía nada, sólo el placer. Alicia estiró una pierna y empujó a su hija que cayó boca arriba, mas atada como estaba, era incapaz de reincorporarse. Alicia contempló encantada como su hija gritaba de gusto mientras alcanzaba un intensísimo orgasmo

– ¡MMMPPPPFFFFF! … ¡MMMPPFFFFF! … MMHH…MMHH… ¡¡MMMPPPPFFFFFGGGHHH!! –Gritaba la amordazada joven a la par que pequeña fuente de flujo manchaba ligeramente a ambas. Alicia dejó la vibración unos segundos más mientras el cuerpo de su hija era presa de continuos espasmos, hasta que, al rato, para alivió de una sobre-estimulada y jadeante hija, lo apagó.

Cuando la respiración de Tamara se normalizó, la ayudó a reincorporarse. Tamara apoyó la cabeza en el hombro de su madre mientras ésta le desataba los brazos; le quitó el antifaz de los ojos para ver la mirada de su hija, cansada, pero feliz y satisfecha. Finalmente le quitó la mordaza, apenas lo hizo, Tamara se lanzó a su boca extasiada como estaba. Alicia respondió de igual forma, fundiéndose en un largo y profundo beso.

Tras una ducha reparadora, ambas mujeres se encontraban tumbadas en la cama; Tamara, con los ojos cerrados y aún con el collar puesto mamaba suavemente de un pezón de su madre mientras ésta le acariciaba distraídamente el pelo, esto era algo que a ambas les relajaba muchísimo, sobre todo después de un revolcón. En un determinado momento Alicia se incorporó hasta ponerse de rodillas y tirando suavemente de la correa obligó a Tamara a hacer lo mismo hasta estar puestas frente a frente.

–Tamara, el otro día me pediste que te castigase y lo cierto es que tus acciones lo merecen, vas a ser castigada. Pero un castigo de no salir o sin la consola son castigos muy triviales, insuficientes para alguien que se acuesta con su madre, así que he pensado en imponerte un castigo sexual; sin embargo, quiero tu total compromiso de que lo vas a cumplir, sé que eres una chica responsable y sabes que es justo, pero no vale de nada si no te comprometes.

–De acuerdo, mamá, lo cumpliré. Lo prometo. –Respondió casi aliviada

–Haz el juramento. –Tamara se quedó sorprendida. El juramento era una señal que su madre y ella usaban cuando era pequeña para enseñarle la importancia de cumplir con las promesas, no era más que una tontería, pero de pequeña para ella era algo casi sagrado de obligado cumplimiento. Cerró el puño, estirando únicamente los dedos pulgar y meñique y los colocó tocando los respectivos dedos de su madre.

Juro que cumpliré lo que he dicho... –Comenzó a recitar Alicia

…O si no me comerá un gran bicho. –Terminó Tamara mientras entrecruzaban sus meñiques sellando el pacto. Esto era realmente una chorrada, pero Tamara, de repente, se sintió en la obligación de cumplir su promesa. Ambas sonrieron por el recuerdo de tiempos pasados

Ahora te dictare tu castigo. –Dijo Alicia adoptando una postura solemne mientras Tamara agachaba ligeramente la cabeza. –Por espiar entre mis cosas sin permiso y mentirme quedas castigada durante una semana…sin orgasmos.

– ¿Cómo? ¿Entonces no vamos a tener sexo? –Preguntó su hija entre sorprendida y extrañada ¿su castigo era no follar? ¿Para eso había realizado el juramento? Si esa había sido la dinámica de esa semana

Claro que vamos a tener sexo, cariño. –Dijo Alicia cariñosamente mientras le acariciaba la mejilla. –Muchísimo, pero tú tienes prohibido correrte y créeme, voy a mantenerte caliente a toda costa. –Acercó su boca a al oído y susurró maliciosamente –Vas a desear no haber abierto esa caja.

Tamara tragó saliva. Bueno, al menos su madre llegaba tarde eso haría medianamente soportable el castigo; lo malo sería el finde, donde el castigo con toda probabilidad sería más duro. –Bueno, de todas formas, ya es tarde. A dormir. –Sentenció Alicia. Tamara se llevó las manos al cuello para desabrochar el collar. –Tamara, hoy si quieres puedes dormir aquí, conmigo. Pero déjate el collar. –Tamara sonrió. Eran contadas las ocasiones en las que su madre y ella dormían juntas. Se acurrucó junto a su madre quien la acercó a ella abrazándola cariñosamente en la posición de la cucharita y apagó la luz.

–Tamara

– ¿Mmmm? ¿Si?

– ¿Te he mencionado que esta semana llego a casa a la hora de la comida?

Como siempre, todos los comentarios, correos, consejos, impresiones y críticas constructivas son sinceramente agradecidos y bien recibidos en aras de la narración.