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Dos, y tres

en Amor filial

 

 

En casa somos cinco, mis padres, mi hermana Juani y mi hermano Manolo y yo, David. Somos mellizos y un año mayores que ella así que hemos crecido muy unidos.

Mi padre es camionero, hace rutas nacionales y a veces alguna internacional. Mi madre trabaja de secretaria en la misma empresa y suele hacer bastantes horas extras. Se conocieron allí cuando él entró. El más apuesto de toda la plantilla de conductores y ella una pequeña belleza. Siempre nos cuentan que lo suyo fue un flechazo de los de amor a primera vista y siguen igual de enamorados.

Al año de conocerse se casaron y como todos los de su generación se hipotecaron en un piso. Nueve meses después nacimos Manuel y yo y al año lo hizo mi hermana. Sorprendentemente para la época, aunque mi madre dejó el trabajo cuatro años para estar con nosotros, el día que quiso volver el puesto le estaba esperando.

Siempre dicen que no era lo que habían pensado pero los gastos de criar a tres niños eran superiores a lo que mi padre podía traer. Después de muchas vueltas volvió a trabajar, incluso en desacuerdo con el resto de la familia, que no veía con buenos ojos una madre trabajadora que dejaba “desatendidos” a sus hijos. Mi abuelo, su padre, se encabezonó pero finalmente mi abuela lo convenció para ayudar así que ellos fueron los que realmente nos criaron.

La verdad es que nos nos podemos quejar entre los cuatro abuelos estábamos en la gloria y mis padres podían permitirse el trabajar sin estar pendientes de con quien estaban sus hijos.

 

Cuando crecimos, nos mudamos a un chalet fuera de la ciudad. Con los dos sueldos y sin haber gastado apenas en nuestro mantenimiento o alimentación habían ahorrado lo suficiente para dar el salto. Para nosotros fue un cambio absoluto, de repente nos quedamos sin los amigos de siempre, en un nuevo colegio y alejados de todo.

Al principio estuvimos encantados con el sitio. Astutamente, mis padres decidieron mudarse al inicio del verano y nos lo pasamos metidos en la piscina y explorando con las bicicletas los alrededores. Lo malo fue el inicio del curso, no conocíamos a nadie, el colegio estaba lejos y echábamos de menos todo. Nos pasamos el primer trimestre enfurruñados y los días de calor dejaron paso a tardes lluviosas, cada vez más frías y largas.

No teníamos nada que hacer. Al principio mis abuelos se quedaron con nosotros pero cuando pasó la Navidad se volvieron a la ciudad. Aunque en el campo, no estábamos en absoluto aislados. Sin llegar a ser las urbanizaciones que se ven ahora, la zona estaba salpicada de casas como la nuestra, con familias que habían dado el salto desde la ciudad en algunos casos o que veraneaban y pasaban los fines de semana en otros. Una zona habitada pero con mucha intimidad.

 

Eran tardes largas después del colegio. Volvíamos siempre juntos con una vecina que llevaba a Laura, su hija pequeña. Mis padres le pagaban una pequeña cantidad mensual por el favor y solo teníamos que andar un trecho por un camino casi privado hasta llegar a casa, aunque la mayor parte de las veces nos dejaba en la puerta. Siempre hemos sido bastante responsables y teníamos las tardes bien organizadas entre los deberes, la merienda, la ducha y finalmente juegos. Si el tiempo lo permitía salíamos a jugar a la pelota, a pillar, buscábamos bichos... si hacía mal tiempo nos quedábamos dentro y sacábamos el parchís o algún juego de mesa hasta que llegaban mis padres. A veces veíamos la tele pero nunca nos llamó la antención, a riesgo de parecer pretenciosos, nos llamaban más los libros.

Mis padres siempre han sido unos grandes lectores y casi lo primero que pusieron en la casa fue una enorme biblioteca con un gran surtido. Desde Jack London hasta filosofía. No había casi ningún libro infantil pero sí bastantes de aventuras y estábamos acostumbrados a la lectura.

En resumen, después de algunos meses de enfado nos habituamos al sitio y nos acomodamos. Aun así, a veces nos podía el aburrimiento y como se dice, es lo que trae los malos pensamientos.

 

En el nuevo colegio ya estábamos integrados y teníamos un pequeño grupo de amigos que invitar a la piscina en cuanto llegase el calor. A diferencia de nuestros antiguos compañeros, estos eran más espabilados, o quizá coincidió con el cambio hormonal por la edad. Empezamos a descubrir nuestros cuerpos, aprendimos sobre la masturbación y la curiosidad por el sexo.

En la intimidad de nuestro cuarto comenzamos a toquetearnos, los miembros duros. Finalmente comenzamos a masturbarnos y todas las noches lo hacíamos al mismo tiempo. Los pantalones del pijama en los tobillos y las manos subiendo y bajando al unísono. Creo que se nos ocurrió al mismo tiempo y un día acabamos masturbándonos el uno al otro.

Nos gustaba sentir el tacto, apretar fuerte y sacudir hasta que llegaba la eyaculación. Teníamos mucho cuidado con el ruido y nos abrazábamos para evitarlo, las manos ocupadas. Pero no era una postura cómoda y tras varios intentos acabamos por hacerlo tumbados. Con los días, fuimos cambiando la posición y terminamos tumbados al contrario, las caras contra los genitales del otro. Era mucho más comodo aunque alguna vez el semen nos salpicaba. De la forma más natural, un día me la introduje en la boca, fue algo sin pensar. Estaba masturbándolo y sin pensarlo incliné la cabeza y sentí el sabor de su miembro. Me gustó y lo succioné, mi cabeza se movíó acompasada y la lengua lo recorría.

Manuel se había quedado quieto, supongo que sorprendido, pero una humedad y algo blando acariciándome me indicaron que hacía lo mismo. Nos corrimos casi al mismo tiempo, primero él. No me avisó y descargó en mi garganta directamente, pero no me desagradó, sabía bien y lo tragué todo; al poco fui yo quien lo hizo. Con su pene aún en la boca me corrí, mis manos amasando sus nalgas y la pelvis subiendo para meterlo entero en su boca.

 

  • Ostras David, mola más así que con las manos.

  • No veas y está bueno, me gusta cómo sabe tu polla.

  • Y a mí la tuya. Cuando me has tocado el culo he notado más gusto. Mañana me lo haces y aprietas más.

  • Pues yo no me he enterado de eso pero me gusta cómo sabe tu corrida. Házmelo mañana a mí tambien a ver si me pasa lo mismo.

 

Al día siguiente repetimos la jugada y efectivamente, cuando manoseé con fuerza el culo de mi hermano descargó una fuerte corrida. Intercambiamos la postura y me puse encima, así tenía libre acceso a mi trasero. Igual que le hice la noche anterior, me succionó y amasó las nalgas pero no era ahí donde me gustaba. Le guié la mano y me acarició el ano, en cuanto hizo el segundo círculo con el dedo me corrí en su boca. No dejé que quitara los dedos y tumbado sobre él me metió uno. Noté un gusto como nunca hasta entonces, mi pene se hinchó aún más y el suyo me llegó a la garganta. Aunque nos acabábamos de correr un nuevo orgasmo nos sobrevino y nos derrumbamos agotados.

 

  • Cómo mola. Te has corrido a tope cuando te he metido el dedo.

  • Me gusta. Si el dedo mola tu polla tiene que ser la hostia.

  • Ufff ¿Quieres que te la meta. Y si nos pillan?

  • Claro, si nos pillan chupándolas no pasa nada pero si me la estás metiendo...

  • Bueno, vale. Mañana te la meto, pero si te gusta después me lo haces tú.

  • Hecho. Mañana follamos.

 

Nos pasamos el día cuchicheando. Hasta Juani nos preguntó qué pasaba y cuando llegó la noche estábamos ansiosos. Esperamos un rato a que todos durmieran, desnudos y excitados. Nos costó una enormidad no masturbarnos mientras disimulábamos.

 

  • Va, David. Ya están dormidos.

  • Vale, ¿cómo lo hacemos?

  • No sé, ponte de cuatro patas y te la meto.

  • ¿Así? Va, métela.

 

Apuntó y trató de meter la punta pero claro, estaba cerrado y me dolía. Tras varios intentos terminamos con un 69 y los dedos dentro del otro. Nuevamente lo intentó y esta vez consiguió atinar. El dolor era agudo pero aguanté y poco a poco fue entrando. Al rato estuvo entero, no me lo podía creer, la tenía entera dentro de mí. Me gustaba la sensación, me sentía lleno y mejor aún cuando nos empezamos a mover. Me la agarró mientras bombeaba y al momento noté su leche caliente en mis intestinos, me encantó la sensación. Me gustaba tenerlo dentro.

 

Repetimos la operación con él y aunque me gustó prefería ser pasivo, a los dos nos gustaba más y tuvimos que aprender a esperar y complacernos mutuamente.

 

Desde ese momento, rara era la noche que no lo hacíamos antes de dormir. Nos toqueteábamos en cualquier oportunidad. Fuimos discretos en el colegio pero en casa nos relajábamos y estábamos menos pendientes; más de una vez nos enzarzamos en una felación mutua o nos sodomizábamos mientras entreteníamos a Juani con cualquier cosa.

Ese exceso de confianza fue el que finalmente hizo que nos pillara una tarde que la habíamos mandado a recoger bichos. Le dijimos que cada uno iría por un lado para coger más pero en cuanto se perdió de vista nos abalanzamos y terminó bombeandome desesperado.

Estábamos absortos cuando nos preguntó qué hacíamos.

 

  • Hala, estais follando, como los mayores. Por eso me estais dejando sola todo el rato.

  • ¿Qué haces? Vete a buscar bichos.

  • Ya, claro, para que podais follar tranquilos. Me aburro yo sola, quiero estar aquí con vosotros. No me importa que lo que esteis haciendo, me quedo aquí y no os molesto.

     

Nos quedamos parados. Estábamos muertos de vergüenza y aun así las erecciones no remitían. Manuel continuaba dentro y mi pène apuntaba al ombligo. Un hilicho de líquido preseminal me colgaba de la punta. Mi hermana alargó la mano y me la agarró con cuidado.

 

  • Nunca había visto ninguna. Está muy dura y caliente. ¿Tú también se la metes? Quiero verlo. ¿Puedo estar con vosotros, os gusta, os duele cuando la meteis? Mis amigas dicen que la primera vez duele, que se lo han dicho las mayores, pero luego no. Pero no sé si por el culo también duele. ¿Me lo vais a hacer a mí? Yo quiero estar igual, si no me aburro sola.

  • Jolin, Juani. Quédate si quieres pero cállate. Luego hablamos. Ahora queremos acabar y nos has cortado.

  • Vale, me callo. Me siento aquí y no hablo.

 

 

Continuamos con lo que hacíamos, ahora con un público atento. No me la había soltado y con el movimiento me estaba masturbando. Curiosa, se agachó para verla mejor e, igual que nosotros cuando comenzamos, se la introdujo en la boca con un movimento natural. Parecía que los genes nos predisponían a hacerlo. Rápidamente inició una felación que me provocó la eyaculación. La tragó toda sin hacer ascos ni retirarse, de hecho, me apartó y me sacó el pene de Manuel del culo. Sin dudarlo se la metió hasta la garganta, casi con arcadas recibió la descarga de su hermano.

Nos las estuvo relamiendo un rato en silencio y finalmente se levantó.

 

  • Qué bueno está. No me extraña que os guste.

  • Tampoco es tanto. Tú parece que no es la primera que te comes.

  • Pues sí, son las primeras que he visto empalmadas y me gusta el sabor.

  • Para ser las primeras lo has hecho muy bien. - Dije.

  • Será la genética. A vosotros también os gusta comer polla.

  • Claro, pero son las nuestras. Contestó Manuel.

  • Porque sois dos. Yo estoy sola y no tengo con quien comparar. No me llego al coño para comérmelo.

  • Bueno, si quieres te lo comemos nosotros... Fue la respuesta de los dos.

  • Vale, estoy muy cachonda. Os habéis corrido pero yo estoy igual. Vamos a casa y me lo hacéis.

 

Volamos a la casa y en dos segundos estábamos los tres desnudos. Admiramos a Juani, le estaban creciendo los pechos y estaban hinchados, en la entrepierna una mata de pelo claro nos medio ocultaba su sexo. Nos extrañó el color por la diferencia con el de la cabeza pero no le dimos mayor importancia cuando se tumbó en la cama con las piernas abiertas.

 

  • Va, yo os la he chupado hasta que os habéis corrido, ahora me toca a mí. Quiero correrme con vuestra boca.

 

Manuel se abalanzó sobre el coño expuesto abarcándolo con la boca. Ante su ano abierto no pude reprimirme y de una estocada se la metí. Se quedó quieto un momento pero enseguida continuó, aceptando gustoso mi intrusión. Se la agarré y empecé a masturbarlo mientras me movía. Quería ver más de cerca el coño de mi hermana. Era el primero que veía y no quería perderme detalle pero tampoco salirme de mi hermano. Mientras tanto, mi hermana gimoteaba sujetándose las piernas abiertas.

 

  • Así cabrón, así. Cómetelo todo. MMMMmmmhhh. DIOS!. Qué gusto! Eso es, así, más fuerte, más arriba, ahí, ahí, sigue... Me corro!. MASSSS. ME VOYYYYYY!

 

Un chorro de lo que parecía orina salió despedido y Manuel se apresuró a aplicar la boca y no desperdiciar nada. Después nos hemos enterado que es un tipo de eyaculación femenina, no muy normal pero tampoco extraña. Juani jadeaba en la cama, espatarrada con su hermano aplicado de nuevo. Parecía que tuviera convulsiones hasta que lo agarró de la cabeza y lo apartó de un tirón.

 

  • Quiero una polla. Métemela ya, quiero una polla dentro.Vamos, fóllame.

 

De repente saltó de la cama y salió corriendo. Nos quedamos paralizados. La verdad, pensé que se había arrepentido pero volvió al momento con un trapo viejo, de los de limpieza y lo extendió en las sábanas.

  • Soy virgen y voy a sangrar. No quiero que se note nada. Venga, métemela.

     

Culebreó situándose debajo. Se la agarró y de una estocada ella misma se empaló. Nos quedamos quietos los tres, sorprendidos por su acción. No por el hecho de tenerla dentro sino porque sabíamos que era virgen y le iba a doler. Se le crispó un instante el rostro pero rápidamente inició un vaivén empotrándosela.

 

  • Qué bueno, como me gusta. Así, con una polla dentro, vamos, fóllame. Quiero correrme, vamos.

Intentamos movernos al compás pero era imposible, enseguida perdíamos el ritmo. Opté por salirme y quedarme observando. Manuel me recriminó:

 

  • No la saques, yo también quiero que me folles.

  • No puedo seguiros, me salgo y nos equivocamos. ¿Porqué no te mueves tú que estás enmendio y así llevas el ritmo? - Contesté.

  • No. - Terció Juani. - Ahora solo yo. Luego folláis vosotros pero ahora para mí.

 

Asentimos y nos concentramos en ella. Mientras mi hermano se afanaba los rodeé y se la metí en la boca. No rechistó sino que enseguida comenzó a mamar, con la boca llena jadeaba, se notaba que le costaba respirar pero ni aún así se retiró. Un largo gemido nos indicó que se acababa de correr. Manuel continuó bombeando hasta correrse también. Agotado, se tumbó a un lado y me apresuré a tomar su lugar. Entre la excitación y los restos de semen entré sin resistencia y continué.

Estuvimos un rato más, apenas nos dió tiempo a limpiar y disimular cuando llegó mi padre del trabajo y pronto nos fuimos a la cama. Estábamos muy excitados y cuchicheamos un buen rato antes de dormirnos.

El día siguiente trascurrió normal hasta la tarde, cuando llegamos a casa nos pusimos con la rutina de los deberes pero mi hermana había decidido que quería otra ración de sexo.

 

  • No podemos ahora, primero los deberes, luego lo hacemos. - Le contestó Manuel.

  • Pero yo quiero ya, estoy muy caliente, llevo todo el día esperando para que me folléis. Seguro que anoche lo hicísteis otra vez en la cama.

  • No, estábamos cansados – Dije – Primero hacemos los deberes, luego merendamos y lo hacemos, te lo prometemos.

  • ¿De verdad, no os vais a rajar? - Respondió.

  • De verdad. Va, los hacemos rápido y vamos.

  • Vale, pero luego me folláis y hoy también quiero por el culo, como vosotros.

 

Hicimos los deberes y merendamos, con el último bocado ya estábamos desnudos. Tras unos momentos de desacierto descubrimos que la técnica del trenecito, no la llamábamos así, era la mejor para los tres. Mi hermano o yo en medio manejando el ritmo y mi hermana teniendo un orgasmo tras otro.

 

  • Así, qué bueno, más fuerte, hasta dentro. - Era todo lo que decía.

 

Después de un rato nos pidió descansar.

 

  • Me duele la ingle de tener las piernas abiertas. Ahora me la metéis por el culo, como vosotros.

  • Pero te va a doler. Contestamos.

  • Bueno, también me dolió ayer y me aguanté y luego me corrí varias veces.

  • Esto duele más.

  • Vale, me aguanto y ya. ¿Cómo me pongo, a cuatro patas, así?

 

Por nuestra experiencia sabíamos que le iba a doler si no la dilatábamos antes. Estuvimos un rato jugando con la lengua y los dedos en el ano y esta vez fui yo el encargado de desvirgarla por detrás. Intenté hacerlo lo más suave posible pero a Juani le va el sexo duro, siempre le ha ido, y sin pensarselo demasiado ella misma se penetró cuando estaba a mittad. Un largo quejido se le escapó y se quedó rígida durante un minuto, sujetándome con fuerza para que no me moviera. Poco a poco ella misma inició un lento vaivén, me cogió las manos y me las puso sobre el coño.

 

  • Hazme una paja. Ordenó.

  • Espera, - dijo Manuel – mejor te la meto y te follamos los dos.

 

Nos pasamos el resto de la tarde igual. Por suerte ese día mis padres llegaron más tarde de lo normal y no nos pillaron porque se nos pasó la hora y tuvimos que limpiar a toda prisa. Con esta rutina fuimos pasando el invierno, largas tardes de deberes y sexo. Practicamos todas las variantes que se nos ocurrió, terminábamos embadurnados de semen o cualquier otra secreción. Cuando llegaron los días más largos y con ellos el calor estábamos más unidos que nunca, y también más abiertos...

Pero esa es otra historia.