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Cuando tu sumisa es el mejor bálsamo

en Dominación

Había sido un día de autentica locura en el trabajo. Un sinfín de problemas y una jornada agotadora me habían dejado de mal humor.

- “Llegaré en media hora perra. Ha sido un mal día”- Así rezaba el mensaje que le envié a Sara, mi sumisa. Ella siempre llegaba antes que yo a casa del trabajo y era costumbre que la escribiera para decirle cuanto tardaría y un resumen de como me había ido.

Antes de subir al coche pude ver el doble “check” azul en mi mensaje. Lo había leído pero sin respuesta. Tampoco era necesaria. Ella sabía lo que tenía que hacer. Cada vez que tengo una mala jornada esta preparada para quitarme la tensión como solo ella sabe.

Nada mas llegar pulsé el botón del telefonillo. Era la señal para que supiera que ya he llegado. Subí en el ascensor y al abrir la puerta ahí estaba ella. Arrodillada mirando al suelo con las manos en sus muslos. Completamente desnuda a excepción de unos zapatos de tacón y su collar con su nombre grabado.

Cerré la puerta, dejé el maletín en el suelo y me acerqué a ella. No emitió ni un sonido cuando la acaricié la cabeza. Solo alzo una mano para tenderme la correa de su collar. Al hacerlo me fijé en que tenía puestas unas pinzas pequeñas con puntas de goma en los pezones. Las mismas que le había regalado hace apenas unos días.

La conduje hasta el salón. Mientras caminaba noté un sonido tras de mi al ritmo de sus pasos, como el de un plumero acariciando el suelo. Me giré y pude ver una cola de zorro sobresaliendo de su culo. Me detuve y lo observé con mas detenimiento. Efectivamente era una cola de zorro unida a un plug que tenía completamente introducido en su ano. Ella debió percatarse de mi hallazgo porque sin dejar de mirar al suelo contestó.

-Lo compré esta mañana mi señor. Para agradecerle que entrenara mi culo con tanto cuidado como lo hizo. Gracias a usted he podido meterlo sin que me doliera nada.

Sonreí. Sara no es una sumisa cualquiera. Es proactiva, busca el como complacer mas y mejor y me conoce muy bien. Es un tesoro que no cambiaría por nada.

Me senté en el sofá y la quité la correa del collar. Ella permaneció en su postura de espera mirando al suelo sin mediar palabra.

-Perrita, tráeme algo de beber, vengo sediento.

Como un resorte se levantó y marchó a la cocina con sus tacones golpeando rítmicamente el suelo. En apenas un momento trajo un refresco en una bandeja que sostenía con ambas manos. Todo ello sin levantar la mirada.

Regresó a su postura de espera mientras yo bebía. La verdad es que no podía tener queja alguna de ella, era una perfecta sumisa que siempre se desvivía por complacerme. El problema aquella tarde era yo y todo el estrés acumulado. Cerré los ojos e incliné la cabeza hacia atrás intentando despejarme.

No sé en qué momento la perdí de vista pero al poco de percatarme de su ausencia Sara regresó trayendo el Flogger de cuero en la boca. Lo depositó sobre mis rodillas y se levantó contoneando todo su cuerpo para luego colocarse con las manos contra la pared exponiendo su voluptuoso trasero.

-Mi señor, sé que ha tenido un día muy duro. – Le temblaba la voz al pronunciar esas palabras pero siguió hablando sin dudar - Está muy tenso y deseo ayudarle. Por favor descargue esa frustración sobre mí. Azote a esta perra.

Como me conoce. Su devoción no deja de sorprenderme día a día. Tomé el Flogger y me acerqué a ella. Su respiración se aceleró al escuchar mis pasos.

-Azóteme amo.

No tuvo que repetirlo, descargue con fuerza el primer golpe sobre su culo. Un grito surgió de su garganta:

-Agghh!! Uno amo, gracias!

Dejándome llevar por su entrega y tomándola la palabra continué con el castigo. Descargando un golpe tras otro sin compasión sobre ella haciéndola gritar y contando cada azote dando las gracias por ser usada.

Cuando ya llevaba contados más de treinta azotes involuntariamente dobló las rodillas haciendo un esfuerzo titánico por sostenerse Me detuve y acaricié su culo, rojo por las marcas se sentía caliente. Contuvo un jadeo al contacto con mi mano. Acerqué mi cara a su cuello y aspiré su aroma.

No existe en el mundo mejor olor que el suyo pero esta vez era algo más, a pesar del duro castigo estaba excitada, deseosa. Ese olor era una sensación que no puede describirse con palabras.

-A la habitación perrita.

Me siguió a cuatro patas. Agitando su cola sensualmente. Al llegar me tendí en la cama. Vi como se quitaba los zapatos y trepaba como una gata hasta situarse junto a mí. Me miró y solo dijo:

-Relájese mi señor. Deje que su perra le cuide.

Tomando mis prendas con delicadeza empezó a desnudarme. Besando cada zona de piel que quedaba expuesta. Al quitarme los zapatos no tocó mis pies. No lo comprendí hasta que me hubo desnudado del todo. Entonces se centró solo en ellos. Lamiéndolos y masajeándolos, quitándome en segundos toda la tensión acumulada.

-Merece que le cuiden mi amo. Por favor esta perra le ruega que la deje hacer.

Subió con la lengua por mis piernas hasta llegar al miembro que ya se encontraba completamente erecto y duro. Lo tomó con una mano mientras con la otra masajeaba los testículos. Comenzó a masturbarme y a besar la punta del glande arrancándome pequeños suspiros de placer.

Tal como me había rogado no me moví dejándola hacer su trabajo. Con la lengua recorría el contorno de mi pene hasta que por sorpresa se lo metió todo en la boca. Estaba orgulloso de como había aprendido a hacer felaciones profundas sin arcadas, y esta era una de las mejores que hacía.

Subía y bajaba la boca sin esfuerzo solo sacándoselo para tomar aire, momento que aprovechaba para lamer mis testículos mientras su mano no dejaba de masturbarme.

Yo apenas podía pensar con el placer que me estaba dando. De improviso se detuvo. Abrí los ojos y vi como rebuscaba en uno de los cajones de la mesilla. Encontró lo que buscaba sacando dos pequeñas pinzas con unos cascabeles colgando.

-Mi amo merece hoy todas las atenciones – Dijo sonriendo mientras se quitaba las pinzas que llevaba puestas y las sustituía por las de los cascabeles.

Se colocó a horcajadas sobre mi pene introduciéndolo suavemente en su caliente coño. Gemimos al unísono e inició una lenta cabalgada agarrándose a los pies de la cama arqueando la espalda.

El sudor recorre su cuerpo. Está tremendamente excitada pero sabe que no puede correrse antes que yo y aprieta los dientes luchando contra el orgasmo mientras acelera el ritmo. Sus piernas esculpidas a golpe de gimnasio suben y bajan frenéticamente. Repentinamente se arroja hacia delante con cuidado de no tocarme. Se levanta y me muestra su culo con la cola puesta.

-Mi amo está a punto y su leche merece el mejor lugar para descargarla – Dice mientras se quita el plug de un tirón y se gira dándome la espalda. Sin dificultad la introdujo toda y volvió a cabalgarme con mayor frenesí si cabe.

-Ahhhh!! Amoo! Adoro sentirle dentro! Use a su perra como quiera, soy suyaaa!

-Sii perra! Eres mía! No podría tener mejor perra que tú! Sabes cómo complacer a tu señor!

-Mi señor siiii! Por favor córrase!! Inunde el culo de esta guarraaaa!

Me estaba volviendo loco. Su entrega, la pasión que ponía en complacerme, no aguanté mas y estallé en un brutal orgasmo entre grandes chorros de semen que entraban todos en su dilatado ano.

-Agggh toma mi leche perraa!! Siente como te inunda tu amoo!

Ella al notar como la llenaba tembló de nuevo y apenas pudiendo articular palabra dijo:

-Mii señooor!! Puede esta puta correrse ahoraaaa!?

-Si puta te lo has ganado! Córrete con mi leche en tus entrañas!

Apenas terminé la frase que ella aceleró a un ritmo salvaje. Parecía que iba a romperse ahí mismo. Fueron solo unos segundos mas que tardó en estallar igualmente gritando como si estuviera poseída.

-AMOOO ME CORROOOOO! – Todo su cuerpo se tensó al decir estas palabras. Arqueó la espalda hasta que tuve su cabeza contra mi rostro. Notaba ese maravilloso olor a sudor de hembra en celo.

Con las pocas fuerzas que le quedaban levantó un poco su culo y volvió a colocarse el plug dejando dentro de su ano mi semilla sin dejar que saliera ni una gota.

-Gracias mi amo. Su leche es el mejor regalo que puede hacerme.

A pesar de que lo dijo con mucha serenidad se la notaba completamente agotada. Se tendió a mi lado con la mirada baja con la respiración agitada. Estaba más hermosa que nunca.

Quité los cascabeles de los pezones. La retiré el pelo de la cara me acerqué a ella y la besé. Fue un beso posesivo, profundo. Rompiendo todo su autocontrol me lo devolvió haciendo que nuestras lenguas se enroscaran. La atraje hacia mi abrazándola y ella a su vez me abrazó. Necesitábamos sentirnos el uno al otro. Unir nuestras pieles.

Seguimos fundidos en aquel beso por unos minutos que parecieron horas. Al separarnos ella me miró con dulzura hasta que cayó en la cuenta y volvió a bajar la cabeza contra las sábanas.

-Amo lo siento mucho. He perdido el control. Soy una mala perra.

Alce su mirada sosteniéndola de la barbilla.

-Eres la perra perfecta. No hay ofensa. Aunque quizás merezcas un pequeño castigo en la ducha.

Soltó una pequeña risita como una colegiala.

-Si es ese es el deseo de mi amo tendré que obedecer.

La apoyé sobre mi hombro y solo pude pensar que no importa cuan duro haya sido el día. Un recibimiento como el que ella me había regalado cura todo mal.