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Tinder Jackpot

en Hetero: General

El amor resulta complicado de entender, puede aparecer cuando menos te lo esperas o puedes pasarte años tras él sin llegar nunca a encontrarlo. En el mundo que nos rodea hoy en día, con sus habitantes siendo controlados por la red de redes, no es de extrañar que se pueda contemplar todo tipo de publicidad engañosa sobre el interés carnal y amoroso de la gente; que si aplicaciones para ligar, que si solteros en tu zona, que si una joven colombiana llamada Vanessa quiere conocerte….

Ya habréis notado que no soy muy fan de compaginar la tecnología con las relaciones, sin embargo quería relatar aquí la que quizá haya sido la mejor experiencia sexual, amorosa y de pareja que haya tenido nunca, la cual supuso un cambio en mi forma de ver estas nuevas formas de encontrar pareja de las que tanto me quejaba.

Antes de contaros como empezó todo permitidme que me presente. Me llamó Pedro, vivo en Madrid y a mis 32 años me dedico a ir de comunión en comunión fotografiando a todo niño que se pare delante del objetivo de mi cámara. No es una mala rutina pero no se conoce gente. Las invitadas a la ceremonia a veces no tienen ganas que de estar ahí por lo que algún ligue ocasional si he tenido, pero nada de más de una noche.

Soltero y sin vistas a cambiar de situación sentimental, un amigo me habló de la aplicación. Me explicó cómo funcionaba e hizo uso de falsas promesas para convencerme de hacerme una cuenta.

Para aquellos que desconozcan este tipo de aplicaciones dejadme que os explique un poco cómo funciona. Tras crearte un usuario, subir unas fotos y escribir una descripción te sale el perfil de gente cercana. De uno en uno tienes que ir eligiendo si te gustan o no. Si un perfil que te ha gustado también ha indicado que el tuyo le gusta (esto se llama match) se abre un chat para poder hablar. Puedas pagar para obtener más funciones, pero no es necesario.

Bueno, el caso es que no las tenía todas conmigo, no soy el hombre más atractivo que puedas encontrarte, aunque no tengo complejos y procuro cuidar mi figura. Puse un par de fotos en las que salía decente, una descripción corta con los mismos hobbies que todo el mundo pone y a rezar. Los primeros días de adaptación ojeé los perfiles de las chicas cercanas. Había de todo, algunas parecían modelos de revista y otras cantantes de rock.

No tuve ningún match hasta la segunda semana, una chica joven de 26 años aficionada a los tatuajes con el pelo color lila, me gustaría contaros más de ella pero no llegó a contestarme los mensajes. Un par de días después tuve el segundo match. En esta ocasión fue con una rubia de 40 años divorciada de buena delantera, hablamos varias veces y llegamos a quedar para tomar algo en un bar del centro. Se pasó toda la cita contándome lo hijo de puta que había sido su ex. No volvimos a quedar después de eso.

La siguiente, una universitaria empollona con la que no llegué a congeniar mucho  pero que me daba mucho morbo con sus gafas, sus trenzas y sus mejillas llenas de pecas. La última de esta lista de fracasos fue una conocida del barrio que tan solo quería follar.  Estaba bastante buena y me habían dicho que la chupaba increíblemente bien, de manera que no me negué a darle una alegría al cuerpo.

Haciéndome a la idea de no poder encontrar nada más que un polvo esporádico, llegó el quinto match, la que nos atañe. Una chica pelirroja de ojos verdes muy mona que se llamaba María Juana, no es broma aunque he de decir que el nombre era lo menos atractivo. Comenzamos a chatear y supe que conectábamos, ella me contó que le gustaban los animales lo que la había llevado a estudiar biología. Yo le contaba como en mi trabajo tenía que estar todo el día tratando con pequeños diablillos consentidos. Los mensajes fluyeron sin interrupción durante días. Me pasaba las horas esperando poder coger el móvil y leer sus mensajes.

Al cabo de dos semanas nos intercambiamos los teléfonos para empezar a hablar por whatsapp. Este cambio supuso un punto de inflexión que aumento la confianza y nos permitió  hablar de temas más personales. Me relató cómo había roto con su anterior novio meses atrás y su amiga Maya la había insistido para probar la app. Ahora que lo pienso, era curioso lo mucho que se parecían las historias que nos habían llevado hasta allí. Con el paso del tiempo el tono de la conversación subía poco a poco. Una foto inocente con un vestido de fiesta, una foto en el gimnasio sacando musculo, piropos que sonrojaban... etc.

La primera vez que quedamos estaba como un flan. Además de ponerme más de medio bote de colonia creo que me cambie unas tres veces de camisa. Habíamos quedado en un pequeño restaurante que quedaba en una calle cercana a mi casa. Hasta el último momento pensé que todo había sido un engaño y que en cualquier momento aparecería un señor que me secuestraria o me atracaría. La imaginación vuela con los nervios. Para deleite de mis ojos, allí se presento la misma joven que en las fotos. Lo recuerdo como si la estuviera viendo ahora. Se había puesta una camiseta de tirantes, una camisa y unos vaqueros. Dicho así parece que llevaba un atuendo de lo más normal pero el conjunto la quedaba tan bien, resaltaba de tal manera su figura, que creo que en mi cara se dibujo la más turbia de las expresiones. Tan mal  disimulé, que lo primero que dijo fue “Pues sí, te ha tocado el premio gordo”.

Cenamos en aquel mismo restaurante. Al principio nos costó romper el hielo, pequeñas lagunas de silencio aparecían entre frase y frase. Por suerte para nosotros, ayudados de un buen vino, pronto volvimos a encontrar los puntos en común para encaminar la noche en la buena dirección. Bromeábamos, reíamos e incluso nos quejábamos de las mismas cosas. Recuerdo que el camarero nos llamó la atención porque estábamos haciendo mucho ruido y los demás comensales se estaban molestando. Cuando acabamos el postre, nos despedimos y nos prometimos volver a quedar. Podía haber insistido en acompañarla a casa pero había ido todo tan bien que preferí esperar a otra ocasión.

Los días siguientes la conversación por whatsapp se redujo a intentar quedar de nuevo. Por desgracia nuestra agenda laboral se entrometía en el camino. Al no poder quedar durante más de una semana la impaciencia se apodero de mí. Estuve cabizbajo todo el día e incluso conteste de mala manera a un niño en el trabajo. Al cabo de una semana sucedió lo que para mí fue un revitalizante, en una de las muchas conversaciones nocturnas que manteníamos por chat me envió una foto. No una cualquiera, una especialmente sensual.

No me aguanto las ganas así que la describiré. En la imagen se veía a ella en pijama sentada en la cama. Sus pezones se marcaban sobre la fina tela blanca, sus labios pintados de rojo me mandaban un beso de buenas noches mientras que su pantaloncito trataba de tapar la mayor cantidad de muslo posible. No pude aguantarme y me toqué. Recuerdo que estuve tan concentrado en su foto y en el recuerdo de la cita mientras me tocaba que se me olvidó contestarla. Sus siguientes mensajes asumieron que me había quedado dormido. No se equivocaba, tras la grandiosa paja caí rendido en la cama donde me vi atrapado en los brazos de Morfeo casi al momento.

Tras ese acto de lujuria, pero también de relajación, me cambió el ánimo y el mundo pareció devolverme la sonrisa. Al ver que no conseguíamos encontrar un hueco para cenar la propuse cenar en mi piso. Creo que los nervios me hicieron pensar que tardó mucho en contestar. A punto de arrepentirme de haberlo enviado llego la respuesta, “Si, perfecto”.

Limpié tanto que creo que hasta Mary Poppins se habría asombrado. Preparé un plato de pescado y compre un buen vino blanco. Llegó la hora y apareció puntual, esta vez llevaba un vestido largo con la espalda abierta y un enorme escote en uve. Mi cara debió ser igual que la primera vez pero esta vez la disimule mejor, eso o no quiso ponerme en evidencia. En esta segunda ocasión todo fluyo desde el minuto uno, le gustaba el pescado, el vino parecía encantarle y la conversación era animada. Su risa resonaba acompañada por el sonido de los cubiertos al chocar con los platos. En un abrir y cerrar de ojos habías terminado de cenar, llevé los platos a la cocina y cuando volví a la mesa, ella ya no estaba allí. Tras el pequeño susto la encontré sentada  en el sofá, con la botella, así que me senté con ella

-Puedes acercarte que no muerdo - me dijo con sorna.

Me acerque a ella y me tendió una copa. Charlamos durante un buen rato mientras acabábamos el vino. Estábamos muy cerca, su perfume nublaba mis sentidos, el tono alegre de sus palabras me encandilaba y su generoso escote atraía mi atención. Varias veces perdí el hilo de la conversación, aunque siempre soltaba una risita al darse cuenta.

Era el momento, reuniendo toda la valentía de la que fui capaz me lancé. Sus labios me recibieron al momento y su lengua comenzó a moverse ansiosa por encontrarse con la mía. Nos besábamos con pasión, sus manos acariciaban mi cuello mientras las mías mecían su melena escarlata. Estaba claro que aquello era el principio, ambos queríamos más. Mi mano bajo por su espalda hasta su cintura, solo para volver a subir hasta acariciar por encima del vestido su pecho derecho. Ansioso por acariciarlos la bajé el tirante del vestido. No llevaba sujetador lo que me ayudó a cumplir mi labor, pronto su pezón se vio liberado. Era rosado con una aureola grande y estaba erguido apuntándome como una lanza.

Aprovechando un paréntesis para respirar, mis besos pasaron de su boca a su cuello para a continuación bajar por sus hombros hasta sus tetas. A estas alturas ya la había bajado los dos tirantes por lo que su delantera lucia ante mi cara. Con mi lengua degustando la guinda de uno de esos pasteles y mi mano derecha llena con su gemelo ella no se quedó parada. Comenzó a desabotonarme la camisa para acto seguido entre caricias desabrocharme el cinturón y quitarme los pantalones. Para facilitarla la tarea me separe de sus pechos apartándome un poco. Al segundo ya estaba en calzoncillos con una erección notable. Comenzó a acariciarme por encima de la tela al mismo tiempo que nuestras bocas volvían a fundirse. La combinación de sus labios con sus manos me estaba volviendo loco, así que para evitar un final precipitado la indiqué que nos fuéramos a la habitación.

Dejamos un reguero de zapatos por el camino, llegando los dos en ropa interior a la cama. Aprovechándose de su posición me empujo hacia atrás y caí boca arriba sobre el colchón. Tenía intención de quejarme pero al verla de pie semidesnuda mirándome con deseo, esa idea desapareció del único rincón de mi mente que quedaba libre de lujuria. Un par de miradas después se apresuró a colocarse encima de mí. Sus tetas colgaban balanceándose apetitosamente como pidiendo ser sujetadas. Sin embargo, no tuve tiempo de agarrarlas porque ella se me adelantó. Su lengua ya recorría mi cuello descendiendo poco a poco. Mis pezones fueron los siguientes, luego mi abdomen y al final mi bajo vientre. Se entretuvo ahí torturándome con sus caricias y retándome con la mirada. Viendo mi expresión de angustia en  decidió seguir su camino. Me quitó los calzones y mi polla apareció cabeceando dispuesta a enfrentarse con la mujer que la había puesto en ese estado, no tenía posibilidades de vencer. Suavemente agarro mi miembro para comenzar a hacerme una paja. La hacía muy despacio mientras su otra mano acompañaba los tocamientos encargándose de mis huevos. No miento si digo que las pajas de esta mujer son maravillosas.

De repente paró, abrí los ojos para averiguar el motivo. Me devolvieron la mirada sus verdes ojos, fijos en mí, a la vez que sus labios se separaban a medida que mi glande pasaba por ellos. Su lengua se encargaba de  recorrer toda parte de mi pene que entraba en su boca. Pronto llegó a la base donde  volvió a subir empezando a acelerar. Intenté aguantar todo lo que pude, pero la sensación de la mamada era increíble. Estaba a punto de correrme, ella debió notarlo por lo que volvió a pajearme. Instantes después mi cuerpo se tenso y dispare, estaba tan caliente que creía que iba a llegar al techo.

Me concedió unos momentos de descanso y volvió a buscar mis besos. Sabía que era mi turno de recorrer el mismo camino que ella. De un movimiento, cambiamos de posición ahora estaba yo arriba. Decidí empezar por su oreja. Su piel suave se erizaba al paso de mi lengua. Un lametón en el cuello, un mordisquito en el hombro y llegue de nuevo a sus tetas. Sus pezones se vieron atrapados por las yemas de mis dedos mientras que mi cabeza atravesaba el valle de su canalillo. Sin soltar aquellas montañas, mi camino rodeó un par de veces el ombligo para dar a parar a la frontera que formaba la tela de sus bragas.

Sin perder el tiempo, me apresure a quitárselas. Ante mi su peluda entrepierna apareció deseosa de ser atendida. Saltando el vello, mi lengua comenzó a saborear sus labios. Estaba excitaba, gemía esperando que en mi exploración encontrase el clítoris. No tarde en hallarlo, dibujando sobre él formas abstractas que arrancaban suspiros de placer cada vez más altos. Al cabo de un rato su cuerpo se tenso, sus pezones se estremecieron en su prisión y un par de jadeos indicaron su orgasmo.

Había que desempatar, tumbados el uno al lado del otro retomamos el juego de manos. No quedo un pedazo de piel sin ser marcado por nuestros dedos y bocas. Habían pasado unos minutos desde mi corrida, por lo que volvía a estar en mi punto álgido.  Tomando la iniciativa, me coloque el preservativo y acerque mis caderas a las suyas. Nuestros órganos chocaron torpemente en el primer intento. Siguiendo mis intenciones, dirigió mi pene y despacito nos fuimos uniendo entre suspiros y  gemidos. Vueltas, volteretas, besos, sudor y algún que otro mordisco acompañaron una breve pero intensa penetración.

Al acabar, la pasión dio paso a la ternura y el cariño en forma de sonrisas y caricias que nos acunaron hasta quedar profundamente dormidos.

Uff, me estoy poniendo malo de tan solo escribirlo. Esa fue la primera de muchas experiencias que hemos vivido juntos compartiendo cama. Hay muchas otras que espero poder seguir relatando. Por ejemplo, me viene ahora a la cabeza aquel intercambió que hicimos en un club o la vez que se nos ocurrió probar posturas del kamasutra para las que carecíamos de la flexibilidad necesaria.

Espero que os haya gustado, para mí  ha sido una experiencia bastante excitante y creo que voy a ir a ver qué está haciendo María ahora, hasta otra.