miprimita.com

El sabor de la doble malta

en Intercambios

Tercer relato del cambio que está pegando mi vida…

Ha pasado casi una semana desde que Anna me contó su pequeña historia con nuestro amigo Gerard... me gratificó escucharla la verdad, por lo visto no era el único que cae en la tentación, en mi caso, con Carla, la novia de nuestro amigo... pero empecemos desde el principio antes de entrar en detalle respecto lo que pasó en el comedor, mientras nos dejaron a solas.

Hace más de 5 años que nuestros amigos llevan saliendo, pero no ha sido hasta hace un par de años aproximadamente que nuestra relación ha ido estrechándose. Sin saber el momento ni el lugar, las bromas y el cachondeo entre Carla y yo era evidente, y sin motivo alguno, puede que el simple vicio por las cervezas, nos llevó a quedar a solas en cualquier terraza de la ciudad para bebernos las cervezas que pudiésemos antes de marchar a casa.

Debo admitir, que la primera vez que quedé con Carla, no las tenía todas conmigo con que fuésemos a reír tanto como ocurría cuando quedamos con el resto del grupo de amigos, pero la realidad, fue tan divertida y amena que sin darnos cuenta, habían pasado más de 3 horas y habían caído unas 6 cervezas.

Las quedadas nacían de manera improvisada y de sorpresa. En muy poco tiempo, se convirtieron en una pequeña rutina, unos días más, otras menos cervezas, pero cada día forjábamos más intimidad, más secretos y mejor relación. Pocas semanas hemos dejado de cumplir con “nuestra famosa tarde de birra”.

No nos limitábamos solo a estas tardes, raro era el día que alguno de los dos no se acordara del otro con cualquier meme o mensaje vía WhatsApp o Instagram. Había cambiado mucho nuestra relación respecto a la cordialidad de los inicios, a la intimidad que ahora manteníamos.

Pero el rumbo comenzó a cambiar al inicio del verano pasado. En vez de quedar para tomar unas cervezas y aliviar el calor sofocante que sacudía Barcelona en el mes de Junio, decidimos pasar la tarde en la playa, muy cerca de su piso. Por suerte, ambos disfrutamos de horario de verano, por lo que la idea de pasar la mayoría de la tarde en la playa, bañito arriba, bañito abajo, me apetecía muchísimo.

Carla, vive con mi amigo en un piso muy cerca de la playa, a escasos 10 minutos, una maravilla vaya. Quedamos frente su portería, así no nos costaría mucho encontrarnos entre tanta muchedumbre que ya llenaba la arena de la playa de Barcelona.

Como siempre, Carla, venía con una sonrisa de oreja a oreja. Nada más verme, me advirtió que había quedado para comer con una amiga y que habían bebido más de la cuenta, con lo que si decía tonterías no las tuviera en cuenta. Llegamos a la playa, nos intentamos alejar de la concentración de guiris que se junta a las puertas de los hoteles, para así, disfrutar de algo más de espacio.

El calor apretaba muchísimo, me sentía fatigado. En cambio, mi amiga Carla parecía ir como una rosa, vestida con un vestido de una pieza y unas simples chanclas. Y por fin, elegimos un hueco entre pequeños grupos de amigos y alguna pareja. Deje caer mi mochila, me quite la camiseta y fui directo al agua, mientras Carla estiraba su toalla y comenzó a quitarse el vestido.

Salí a los segundos, caminé en dirección a mi amiga, sin poder creer lo que estaba viendo. Carla había desabrochado su bikini, la parte de arriba, le dio la vuelta y se lo volvió a colocar. En esa pequeña fracción de tiempo, pude ver, a media distancia, unos preciosos senos, sin marcas de moreno.

Abrí la mochila, coloqué mi toalla y me estiré.

-          ¡¡Lo llevaba al revés!! –dijo Carla

-          ¿Cómo?

-          La parte de arriba, la llevaba al revés, que vergüenza, no sé cómo soy tan torpe.

-          Me gusta que lo seas… -dije bromeando

-          ¡Serás cabrón, te has puesto colorado y casi te quedas sin ojos! –se reía Carla

No supe que responder, me limité, mirándola a los ojos, asintiendo sobre la verdad de sus palabras. Pasó un minuto, cuando reaccioné de la imagen de mi amiga en topless.

-          Por cierto, muy… bonitas… -me lancé

-          Son dos simples tetas

-          Si fuesen tres, me asustaría –nos echamos a reír

-          Como las de tu novia, normalitas… -acabó la frase cogiéndose una teta con una de sus manos, apretándola sin dejar de mirarme

-          Voy al agua, aquí hace… mucha calor!!

-          Ni crema te has puesto tontaco! –me respondió mientras me dirigía al agua

La tarde pasó, como el resto de las veces que estábamos juntos, hablando de mil cosas, siempre de cachondeo, riéndonos y sin importar mucho más que disfrutar de ese momento.

Al día siguiente, al revisar mi teléfono móvil justo al despertar (maldita manía generacional de querer estar siempre conectado) había recibido un mensaje de mi amiga Carla.

“Mariquitaaa! ¿Volvemos el jueves a la playa? Estoy achicharrada de ayer y tampoco sé a qué hora acabaremos la reunión de hoy… Dime que sí perraco!”

Realmente, ¿Cómo podía negarme? Así que lo arreglé todo en la oficina ese mismo miércoles para que al día siguiente no hubiese ningún problema y poder escaquearme.

Pero no todo podía salir bien. No contábamos con el tiempo, el jueves amaneció bastante tapado, incluso parecía que en cualquier momento iba a caer una buena, pero poco a poco el día fue mejorando, sin llegar a ser un buen día de sol y playa.

No me apetecía anular la quedada con mi amiga. No le escribí, y durante esa mañana del jueves, no dejé de estar atento al teléfono por si ella decidía que lo dejásemos para otro día con mejor tiempo.

Llegó el ansiado medio día, y me dirigí a casa de mi amiga. El tiempo seguía sin mejorar, pero ahí estaba Carla, en la puerta de casa esperándome. Como dos días atrás, nos dirigimos a la misma zona donde estuvimos.

-          Menuda mierda de día –dijo Carla disgustada

-          Ni que lo digas, pero la compañía no me la quita nadie

-          Buaaa hahaha ¡sobrado! ¿qué quieres? No tengo cervezas para ti! –se tronchaba Carla

-          Que te peten, voy al agua…

-          Nen, estas tope rojo, ¡¿Qué haces con tu vida?!

-          Ya, estoy quemadísimo, me duele todo… -contesté, señalando y mostrándole donde había más color morado

-          Yo me embadurné de aftersun al llegar el martes. Eres un pringado, ¡te vas a pelar como haces siempre!

-          No me calientes, que te ahogo listilla… -sonreí alejándome hacia el agua

Alrededor de las seis de la tarde, cuando llevábamos un buen rato hablando y riendo, comenzó a chispearnos, Carla propuso irnos a su casa y bebernos unas cervezas, dado que allí ya no pintábamos nada. No se lo discutí, birra gratis…

Nos bebimos dos medianas sin darnos cuenta. Ni parecía que estuviésemos en su piso, yo iba sin camiseta y ella en bikini, como si siguiésemos en la misma toalla que abandonamos hace unos minutos.

No paraba de cachondearse de mi rojez, realmente estaba quemado e incluso agradecí que aquel día no pegase demasiado sol. Trajo una tercera ronda, la suya, la dejó en la mesita.

-          Voy a la ducha

-          Vale, no tardes, que me bebo la tuya… -respondí

No pasaron ni cinco minutos, cuando mi amiga apareció con un vestido de tirantes que le llegaba por media pierna, con una toalla envolviendo su pelo.

-          Que gustazo, deberías pegarte una ducha nen…

-          Ya, pero no tengo ropa limpia –contesté

-          ¿Tienes a quién impresionar después o qué?

-          Que va, directo a casa…

-          Pues dale, que más da que te vuelvas a poner la misma camiseta… -dijo Carla gesticulando con su mano dirección la ducha

Me metí en el cuarto de baño, me deshice de mi bañador y entré en la ducha. Carla tenía razón, es un gustazo sentir el agua correr por tu cuerpo y quitarte la sal del mar…  Los cristales de la ducha eran totalmente transparentes, suerte que se había creado un poco de vaho en el cuarto… entró Carla, sin pudor, con desparpajo, diciendo que venía a por el aftersun y a dejarme una toalla para secarme.

Ostias, cierto… la toalla. No había caído. ¿Cómo iba a secarme…? Dejó la toalla encima del mueble de baño, al lado de la puerta de la ducha…

-          Hoy me toca a mí quedarme sin ojos –soltó Carla marchándose al rato del baño

Yo no había hecho intención de taparme, ni siquiera veía al cien por cien por el vaho, pero ese comentario se introdujo en mi provocando un nerviosismo increíble… ¿Mi amiga me había alagado…? ¿Era simple cachondeo…? ¿Le había gustado verme desnudo…?

Maldita, ha dejado la puerta abierta, el vaho se va y me entra frio. Tenía la piel de gallina. Abro la puerta de la ducha y veo pasar a Carla por la puerta del baño que había dejado medio abierta… no le di importancia alguna, al fin y al cabo es su casa.

No tenía los calzoncillos, así que me puse directamente el pantalón que había llevado aquel día en la oficina y volví al comedor, donde estaba mi amiga en ese instante, echándose crema en los hombros.

-          Yo quiero de eso –dije, mientras cogía mi cerveza y pegarle un buen trago

-          Vente, verás cómo te alivia –respondió

Me senté a su lado, comenzó a echar crema por mis hombros, por la espalda llegando hasta su final…

-          ¿No llevas gallumbos? –soltó de manera curiosa

-          No, no me los he puesto, los tendré en la bolsa, además que más da, hace un calor horrible.

-          ¿Y para qué te pones los pantalones largos colgado? Te vas a cocer…

-          No voy a ducharme y ponerme el bañador mojado y con sal… -contesté

-          Yo te dejo ropa interior –se echó a reír

-          Nos está subiendo el alcohol tía… Me vas a dejar las bragas de Bridget Jones? –respondí siguiéndole la broma

-          Si te lo traigo, te lo pones… no me hagas levantarme para nada mariquita.

-          Dalo por hecho, con tres birras no hay vergüenza que valga –me aventuré

Tardó segundos en presentarse la muy perra con un tanga de hilo, tirándomelo a la cara y riéndose a carcajadas…

Ni corto ni perezoso, me marché del comedor para ponérmelo.

-          Qué más da que te marches ¡eso no tapa nada! –continuaba riéndose desde el sofá

No, no iba a volver al comedor con eso… mientras miraba como ponérmelo lo mejor posible, tapar lo que pudiese, se presentó de sorpresa a mi lado, volviendo a reírse de nuevo…

A la mierda, pensé. Me fui al comedor, me senté, cogí la cerveza tan tranquilo… no quería darle el gustazo a mi amiga con que no tenía huevos de hacerlo… Y para mi sorpresa, se sentó a mi lado y brindó.

-          ¡Por los locos! –levantó su cerveza

-          ¡Por nosotros! –levanté la mía

-          Hoy estoy viendo mucho más de lo que tú viste de mí….

-          Y yo tan a gusto que estoy, cero calor… eso sí, que no me falte la cerveza que aún no me creo que este haciendo esto… –me sonrojé

No faltaron las cervezas durante la tarde, seguíamos como tantas otras hablando, aunque con la peculiaridad de que pillaba muchas veces a mi amiga mirándome la entrepierna. Ella solo llevaba el vestido de tirantes, marcándose los pezones y con el final del vestido acabando en sus caderas, la posición que tenía sentada en el sofá, con una pierna cruzada y la otra estirada, no sé si era consciente, veía sus bragas blancas de encaje. Me pilló varias veces, pero no hizo ningún gestó de molestia o de corregir su postura, se limitaba a sonreír y echar un trago.

Cayó la noche en Barcelona, nos despedimos, antes eso sí, me quité aquel tanga y me vestí, algo patoso y bastante contento, se notaba la cantidad de birra que éramos capaz de beber…

El verano fue pasando, también con nuestras quedadas a solas. Aunque frecuentaban más las quedadas con más amigos, no me molestaba en absoluto. Contra más gente, más fiesta, es así… verdad como un templo.

El último fin de semana del mes de Agosto, ninguno de nuestro grupo de amigos estaba en la ciudad, únicamente estábamos mi pareja, Gerard, Carla y yo. Nos invitaron a cenar en casa, de manera tranquila, dado que al día siguiente turnaba mi amigo en la oficina y no podían acabar muy tarde.

Nos gustó la idea, y nos fuimos a su piso. Cena suave, vino, cervezas, risas… no se puede pedir más. Mis amigos y yo, de vez de cuando, tomamos algo de mdma, y esa noche, acabamos con el poco que tenía mi amigo en casa.

La noche fue trascurriendo con conversaciones picantes, por suerte, en el grupo de amigos hablamos sin tapujos y podemos decir auténticas barbaridades. Se notaba que todos íbamos bien servidos de alcohol, además de mdma Gerard, Carla y yo. Dejamos de estar en la mesa principal del comedor para pasar al sofá y su mesita central, donde solo habían las copas de cada uno de nosotros.

Estaba pegado a Carla, y junto al ambiente que habíamos creado hablando de temas calientes y la sensación de placer que estábamos sintiendo, Carla nos cogió las manos a Gerard y a mí, cerró los ojos y las manoseo durante un buen rato. La sensación era enorme, teníamos el sentido del tacto muy sensible… nadie decía nada, Anna estaba sentada a mi lado, con evidente estado de alegría, miraba y sonreía.

Pasé un buen rato dejándome acariciar la mano, disfrutando del tacto de sus suaves manos, de los dedos recorriendo la palma de mi mano… Ella miró a su alrededor, se fijó en Anna que estaba sentada con la cabeza mirando hacia arriba, con ojos medio abiertos y sonriendo. Vio que yo tenía mi mano manoseando la pierna de Anna, muy cerca de su entrepierna, apretando y frenando mis ganas de inundar mis dedos algún centímetro más allá… Sentí que Carla dejó de acariciar mi mano, volviéndola a apoyar en mi pierna. Ahora recorría con sus uñas desde mi rodilla hasta el límite de mi paquete, que en esos momentos se hacía notar. Con mi mano derecha, libre, dirigí mi atención a Carla, abracé con mis dedos su cuello, de manera muy suave, delicada…

Así pasamos uno de los mejores momentos de la noche, la simple acaricia entre nosotros, disfrutábamos de las sensaciones que nos brindaron el alcohol y el mdma. Aunque Gerard no hizo gesto alguno más que dejarse acariciar por su novia, aunque con el privilegio que lo estaba haciendo encima de su paquete, dejando a mi amigo con las piernas abiertas para mayor facilidad…

Creo que los cuatro éramos conscientes que si este juego seguía, acabaríamos haciendo algo que jamás habíamos imaginado… Yo, en esos momentos, recordaba todas las conversaciones calientes que llevaba meses manteniendo con Carla y el recuerdo de sus bragas blancas de encaje se agarró en mi mente… mientras la mano de mi novia se movía por mi entrepierna y una de las manos de Carla se chocaba a menudo al llegar a final de la pierna que estaba manoseándome.

Anna, que ahora disfrutaba, también, de mi mano sobre su entrepierna, apretando con fuerza… tartamudeó que debíamos ir a casa, que necesitaba que acabara el trabajo que había comenzado… Al escucharla, supe que mi momento de disfrutar de Carla mientras también lo hacía con mi novia, se acabaría en pocos segundos.

Todos cesamos de nuestras caricias pero el ambiente de deseo no se había esfumado para nada, las miradas de complicidad se repetían entre todos nosotros, éramos muy conscientes de los deseos que reprimíamos…

A los pocos minutos, me encontraba junto a Anna cerrando la puerta de nuestra casa, y al girar, en el recibidor, a Anna desnudándose, dejando su ropa tirada en el suelo y con los ojos clavados en mí.

Me agarró del brazo con fuerza, llevándome a nuestra habitación y de un empujón me dejó tirado en la cama, boca arriba. Yo no reaccionaba a sus acciones, me dejé hacer, quería ser dominado por mi novia y por el fuego que salía de ella.

Solamente vestida con la ropa interior, abrió el primer cajón de su mesita de noche y sacó un pañuelo rojo. Pensé que iba a atarme, pero en vez de eso, me vendó los ojos. Se acercó a mí y con voz sensual, me susurró al oído que debía cumplir todas sus exigencias y no podía negarme. Con tal situación, no podía ni pensar en negar cualquier petición que mi novia tuviese en mente…

Anna comenzó a besar mi cuello, lo lamia muy lentamente mientras sus manos apretaban mi cabeza y notaba como su pelvis apretaba mi abdomen. Era su juguete. Me arrancó la camisa, botón a botón, dejando caer su dedo por mi pecho hasta el botón del pantalón. Lo desabrochó, dejando la cremallera a medio recorrido. Yo continuaba con los ojos tapados, solo intuía por el cuerpo de Anna donde estaba. Tenía su pelvis pegada en mi espinilla, la notaba rozarse, buscaba el movimiento sobre mí.  Siguió, ahora con besos sobre el final de mi vientre, y bajó con sus dientes la cremallera que quedaba. Con la ayuda de sus manos, me despojó de los pantalones y calzoncillos de un solo movimiento, dejando mi miembro al aire, totalmente erecto.

Comenzó con mucha suavidad, a rodear con su lengua los límites de mi entrepierna, lamia sin esperar, la punta de mi pene mientras me arañaba las piernas con sus uñas. Mantuvo el juego varios minutos hasta que introdujo mi pene en su boca, muy lentamente, subía y bajaba. Notaba como su lengua acompañaba el movimiento, sintiendo cada gota de su saliva caliente sobre mí miembro.

Yo no reprimía ni un solo movimiento, lo acompañaba de jadeos. Sé que a Anna le excita muchísimo escuchar cómo me hace gozar. La intensidad aumentaba, ayudada de sus manos sobre mis testículos, los estiraba y movía con suma pasión. Paró. De repente paró. Se levantó, no entendía nada.

Me dijo que no me moviese, me imaginé que ahora me cabalgaría. Pero no fue así. Escuché nuevamente el cajón de la mesita de noche. Por los ruidos supe que estaba cogiendo el consolador. Me lo dejó en la mano con una suave vibración.

Algo tenía en la cara. Anna se puso encima de mí en posición 69. Comenzó a embadurnarme de aceite por toda mi entre pierna, y coloco su pelvis en mi boca.

-          Lámeme –la oí con voz casi imperceptible

-          Si... sii…. –logré contestar, pero ya tenía todo su coño en mi cara

-          Mete el consolador, quiero todo… todo… todo… -insistía Anna

Hice caso, mientras ella jugaba con sus manos por toda mi entrepierna y lamia mi capullo con su lengua, yo lamía, casi sin poder respirar, mientras jugaba con el consolador entrando y saliendo por su coño.

-          Quiero que pienses… que… ammm... quiero que pienses que no soy yo quien te toca –dijo Anna

-          ¿Cómo lo voy hacer? Me encanta... me encanta lo que… que estás haciendo… -pude responder cuando me lo permitía los movimientos de Anna sobre mi cara

-          Piensa que soy Carla… que Carla te está tocando… como lo estaba haciendo esta noche…

-          Anna, me estas poniendo demasiado… así no voy a aguantar…

-          Lame el coño de Carla, te gusta…? Esta bueno… -insistía Anna una y otra vez

Anna se retorcía, yo moría del gusto de notar el calor de ella en la boca mientras sus manos no cesaban de manosearme. Repetía una y otra vez que deseaba que me imaginase el coño de nuestra amiga... una mano de Anna dejó de tocarme, cuando al cabo de 5 segundos se escucha un pequeño sonido de cámara…

-          Cielo, me encanta comerte la polla… quiero grabarme comiéndote la polla… -dijo Anna entre entradas y salidas de mi capullo

-          Nena, me estas dejando sin sentidos -balbuceé

-          Quiero que mis amigos vean como me como tu polla cielo

-          Hazlo, chúpala, no pares… -contesté entre gemidos

Yo seguía sin ver nada, tenia el sentido anulado. Pero no era necesario. Seguía comiéndome su coño que tan bien sabe, seguía el consolador entrando y saliendo a mi voluntad, cuando comienzo a sentir entre gemidos y suspiros, el cuerpo estremecer de mi novia… no pude con aquello… exploté llenando su boca. Ella estrujaba su coño en mi cara, casi dejándome sin respiración, con pequeños sobresaltos y con sus piernas apretando mi cabeza.

Era tarde cuando me quise dar cuenta que nos habíamos quedado dormidos. Menuda forma de acabar la noche. Ella estaba en mitad de la cama, en la misma posición tal acabó nuestro acto sexual. Desnudo y exhausto, picándome la curiosidad, me dispuse a ver el video que había hecho mi novia. Menuda cara de zorra pone cuando me la come, me encanta, le encanta hacerlo. Parecía que posaba, enserio, menudo video. Me eché a dormir, con un nudo en el estomago sin saber que pensar de las palabras de Anna esa misma noche…

Acabó el verano, entre fiestas, borracheras, fiestas de barrio… Iba todo muy bien entre mi novia y yo, y por supuesto, seguía manteniendo la misma relación con nuestra amiga Carla.

Durante los siguientes 3 meses, nuestras quedadas de birras, seguían el mismo guión de siempre. Cotilleos, chismes y muchas risas. Lo pasábamos francamente bien, cada día estaba mas orgulloso de tener personas con quien confiar de esta manera y que a la vez me atrajese.

A mitad de diciembre del pasado año, volvimos a quedar. Esta vez comenzamos bastante antes de lo que normalmente lo hacíamos. La hora del café se transformó, aquel día, en la hora de la birra.

Me envió un mensaje localizándome en un nuevo bar, me dijo que había sofás y que así no pareceríamos los borrachos que pasan las horas en el mismo bar. Accedí sin dilación.

El bar no era gran cosa, la única peculiaridad era que había menos luz, y la mayoría de puestos eran sofás con una pequeña mesa para colocar las copas. Nos sentamos al fondo de todo el local, yo seguía a mi amiga que había elegido el sofá con menos luz de toda la sala.

-          No veo un pimiento

-          ¡Eres un exagerado mariquita!

-          ¿Esto no será una de tus artimañas para quitarme la birra…? -le dije en modo chiste

Comenzó nuestra tarde como no podía ser, riendo. Y después de varias horas y unas pocas cervezas, las ganas de hablar de perversidades salieron a la luz.

-          Aún no he conseguido que Gerard quiera que nos grabemos

-          ¡Venga va! No me lo creo, seguro que eres tu que al final te rajas -respondí vacilante

-          Ayer, le propuse mientras me lo estaba haciendo…

-          ¿Fuerte? -le guiñé el ojo

-          Tontaco… pues claro… ¡muy fuerte! Hahaha -sonrió picarona

-          Yo tengo algún video… es super morboso

-          Lo sé ¿xq crees que le insisto? -respondió quejándose

-          Graba, sin más, graba.

La conversación siguió cayendo cada vez mas a conocer uno del otro como lo hacía, si le gustaba según que cosas, que le gustaría probar… Con cada respuesta de mi amiga alucinaba más, la de deseos internos que aparentemente no se veían.

Era media tarde y el bar no había reunido que a dos mesas más, otras dos parejas o amantes, porque solo los veía comerse los morros y meterse mano.

Pedimos otra ronda, yo estaba bastante excitado escuchando muy atento a mi amiga, imaginando cada detalle que me contaba. Miraba a mi amiga sin prestar atención a nada más, cuando de un sorbo se resbalo un pequeño hilo de cerveza por la comisura de sus labios. La tenía pegada a mí, pierna con pierna y sin pensarlo, mi dedo fue hacia ese hilo. Mi dedo mojado, no sé porque lo hice, me lo llevé a la boca.

Nos reímos ante mi acción. Entre esas carcajadas, Carla dijo que si me bebería todo lo que se echase en el cuerpo. Escuché sus palabras, la respuesta era un enorme sí, pero la vergüenza a que fuese motivo de mofa me frenó, y quise pasarle la patata caliente a ella y ver hasta donde podía llegar.

Metió uno de sus dedos en la copa, lo mojó y sin palabra me lo dejó a escasos centímetros de mi boca. No me lo pensé, le chupé el dedo. Ella miró muy atenta como no me cortaba ante esa proposición tan simple, pero a la vez, atrevida.

Se mordía el labio mientras volvía a coger su copa de cerveza y con dos dedos nuevamente mojados, los recorrió por su cuello. Ella había elegido donde seria la siguiente parte que debía chupar. Una sensación recorría mis piernas hasta mi estómago, estaba muy nervioso por lo morboso de la situación… me acerqué lento, sin perder ojo a mi objetivo… coloqué mi mano detrás de su cabeza, agarrándola con pasión y comencé a pasar mis labios y mi lengua por donde segundos antes ella había dejado cerveza. Tenia a mi amiga con la cabeza inclinada, dejándome disfrutar de su piel, de su aroma… la besaba y lamia a mi libertad.

Su mano se posó en mi pierna, la agarraba con fuerza, mientras yo era dueño de su cuello por unos momentos. Paré, paré con la emoción de conocer cuál sería el siguiente reto.

Carla, con la copa en la mano, se dejó caer unos centímetros en el sofá donde estábamos sentados, miró a los lados y con la copa inclinada, se arrojó un fino rio de cerveza por el canalillo de sus pechos. El corazón me iba a estallar, mientras ella hincaba sus uñas sobre mi pantalón.

No esperé, no pensé ni siquiera donde estábamos. Me lancé otra vez, comenzando a lamer desde el final del sujetador. Notaba los dos pechos sobre mis mejillas, y mi instinto se apoderó de mí. Mi lengua no resistió y lamió los laterales de las tetas de mi amiga. Continué besando, mordiendo sus tetas, lamiéndola durante bastante mas tiempo que en las “pruebas” anteriores… aquel olor me transportó a otra dimensión, mis ganas por lamer cada centímetro de aquel cuerpo se apoderaron de mi mente.

De pronto, su mano no apretaba, estaba dándome pequeños golpes. Cesé mi disfruté, me incorporé mirando hacia el resto de la sala.

-          Me estas poniendo loca… -dijó ella

-          ¿Nos… están mirando…? -contesté

-          Sí, también están disfrutando, no más que yo… -sonrió

Sonó un teléfono ¡mierda! ¿ahora…? Comenzó a sonar desde el bolso de mi amiga. Era su novio, mi amigo Gerard. Era tarde, preguntaba si iba a ir a casa a cenar. Al cabo de 15 minutos, nos estábamos marchando del local, pero justo al colgar dijo algo que me quedó grabado durante días.

“me estas volviendo loca, no sé que voy a hacer contigo...”

La acompañé a medio camino de su casa y la parada de bus donde debía coger el autobús que me dejase en casa, y en medio de la calle, algo sucedió entre nosotros, nos despedimos con unos fortuitos besos, como algo prohibido, apretándonos con fuerza como dos quinceañeros que se morrean en medio de la calle sin importar las consecuencias. Apretaba mi espalda contra ella, mientras yo agarraba uno de sus cachetes con fuerza. Fue un instante, tan rápido que no fuimos conscientes, pero que al separarnos nuestras caras reflejaban no entender nada.

Durante todo el trayecto del bus, mi mente recreaba todo lo sucedido esa tarde. Yo si me estaba volviendo loco…

Pasados unos días, llegó fin de año, la noche donde se trastocó mi realidad y mi relación con mi novia, muy diferente a lo que estaba acostumbrado como os conté en el relato “Fin de año compartiendo masaje a mi novia”. Después de aquella experiencia, y pasados unos días llegó la noche que invitamos a nuestros dos amigos a cenar en casa, relato “Anna no deja escapar trenes”.

Gerard y Anna, marchan por primera vez en la noche a la cocina.

-          Las bragas... eran mías… -dijo Carla cuando su novio y Anna entraron en la cocina

-          ¿qué dices? -contesté mientras cambiaba canciones por YouTube

-          Las que te encontraste tío… las que dejaste en la estantería del comedor…

-          No…. ¡No me jodas! -abrí los ojos de par en par

-          Os vi… y aunque al principio me ardía la sangre… disfruté mirándoos… sentí celos de Anna… -soltó en voz baja

-          Lo viste… ¿todo? -le pregunté mirándola a los ojos

-          Sí… no pude resistirme a tocarme… no sé cómo puedo confesarte esto…

-          Yo aún sigo alucinando -contesté

-          Es recordar… y me entra calor…

-          Ni que lo digas, mira como se me ha puesto a mi -dije sin pensar y agarrándome el paquete

Anna y Gerard volvieron de la cocina. Me sentía enormemente excitado por la confesión de Carla y tenia miedo a qué nos preguntasen o intuyesen algo. Lejos de ello, continuamos riendo hasta que nuevamente marcharon a la cocina.

Otra vez a solas con ella. Carla, se acomodó en el sofá cuando vio entrar a su novio en la cocina, con las piernas semiabiertas, de tal manera que dejó su falda tejana bastante subida. No sé si lo hizo a propósito o quería jugar conmigo como hizo en el bar.

Me sentía confiado y me lancé sin pensar diciéndole:

-          Me suena ese tanga… aunque a mí, me tapaba mucho menos… -sonrojé buscando su complicidad

-          Ahora es uno de mis preferidos... y me queda mejor que a ti, para que negarlo... mira… –contestó con voz decidida

Se levantó de golpe, se subió la falda y giró lentamente. Se detuvo dándome la espalda con la mirada clavada en mí. Mi cara estaba congelada, no parpadeé en ningún momento. Notaba mi excitación apoderarse de mí, de mis nervios y de mi mente. La visión era increíble. No podía parar de mirar su trasero, estaba hipnotizado. Tenía a escasos centímetros de mi cara aquel increíble trasero.

-          ¿Tengo razón? ¿Me queda mejor…? –me preguntó

-          Si... si… muchísimo mejor… -murmuré, casi imperceptible

-          ¿O prefieres…?

Sin terminar la frase, metió sus pulgares por los laterales del tanga, bajándolo lentamente y acompañando su postura, me dejó la mejor de las visiones que podía tener… llegó hasta los tobillos aquel tanga que me había quitado el sueño tantas veces. Carla no perdía de vista mi rostro, mi muestra de fascinación ante su culo en dirección a mi… no le quité el ojo a los labios apretados que me estaban atrayendo. Totalmente depilado, con unos labios gruesos donde asomaba muy levemente un trocito de los labios interiores… era un espectáculo.

Me sentía duro, me dolía la entrepierna, no podía estar más excitado. No podía creer lo que estaba viendo… mi mano, se posó en el cachete izquierdo, lo movía con mucha delicadeza, quería palparlo todo… Carla al sentir mi mano, dejó caer un pequeño gemido, estaba deseando que le tocase… ni un gestó de desaprobación ante mi gesto.

Continué manoseando su culo con las dos manos, mis pulgares se perdían por dentro de su raja, acariciaba su ano y sus labios, extremadamente mojados. El olor me tenía absorto, el tacto me satisfacía de una manera indescriptible. Sabía que lo que estaba haciendo no estaba bien, pero no podía parar, en cualquier momento volverían mi novia y Gerard…

Y así fue, escuchamos como del fondo del piso, donde tenemos la cocina, se abría la puerta entre risas. Carla, de inmediato se bajó la falda, se sentó a mi lado dejando una mano en mi pierna, cruzó las suyas y de un golpe seco con su pie, tiró el tanga por debajo del sofá.

Los nervios de ser pillados crecieron en mí en los instantes antes de ver a Anna y Gerard. Se esfumaron cuando los vi entrar en el comedor, la situación aparentemente no reflejaba nada extraño… extraño era el contexto ellos, se pasaron un buen rato en la cocina y comencé a pensar, soñando despierto, que ellos podrían estar viviendo algo parecido a lo mío con Carla, después de lo que vivimos en fin de año con Gerard no era nada descabellado… o me estaba haciendo creer que yo no estaba haciendo algo prohibido con Carla.

Nos encontrábamos los cuatro sentados en el sofá, yo masajeando y jugando con el cabello de Carla y Anna con la mano en Gerard mientras conversábamos. Le habíamos dicho que habíamos estado viendo YouTube durante la ausencia de ambos.

Después de un breve instante, Gerard y Anna desaparecieron nuevamente por el pasillo de nuestro piso, dejándonos solos de nuevo, con mi corazón sacudiendo mi pecho. Carla, sin tanga y después de sobarle todo el culo y su entrepierna… solo pensaba en comérmela, me iba a estallar la polla.

Carla se levantó del sofá y buscó el tanga bajo el sofá. Su cara trasmitía una sensación de picardía, no se las volvió a colocar. En cambio, se fue directamente a mi cuarto de matrimonio, se dirigió a los cajones donde Anna guarda la ropa interior, y junto a mi cara de sorpresa, las dejó sin doblar, encima de las bragas de su amiga Anna.

-          Si compartimos novios… que lo vea –dijo observando mi cara de incredulidad

-          Estas loca… –contesté

-          ¿Crees que no se están divirtiendo sin nosotros?

-          Me lo puedo imaginar…

Acabé la frase mientras Carla me llevaba de vuelta al comedor. No dejó que me sentase, se plantó frente a mí, a escasos centímetros mordiéndose el labio, su mirada la clavó en mi boca. Me sentía deseado, veía en su forma de mirar sus ganas de besar mis labios, de unirnos.

El tiempo transcurría muy lentamente, cada vez se iba acercando más. Sus manos en cambio, eran más agiles, no las veía, las sentía en mi cuerpo. Estaban manoseándome encima del pantalón, la entrepierna, que estaba en ese momento, muy dura. Mis manos en cambio no logaron moverse en estos instantes a más de su cadera. Yo también estaba deseando sus besos, quería fijar toda la atención en ese sabor, en el sabor de sus labios, su lengua jugar con la mía.

Comenzamos a besarnos, de pie, entre el sofá y la televisión, sonando la música que invitaba a coser nuestros cuerpos. Carla, dejó caer mi pantalón y ayudó a deslizar mis calzoncillos a media pierna. Mi polla apuntaba hacia el cielo, completamente dura y completamente agarrada por su mano, que la movía desesperadamente. Por mi parte, después de los primeros besos, reaccioné, levanté su falda dejando al aire su entrepierna. No pude resistir hundir mis dedos por su raja, sin un solo pelo, disfrutando de ese maravilloso tacto. Mi otra mano en cambio, no quería perder la ocasión de manosear sus tetas. La introduje por debajo de su blusa, palpe el sujetador y estiré de él, desnudando su pezón, duro.

No escuchábamos ningún ruido en la cocina, aun así seguía en alerta. Después de un rato disfrutando de pie, no resistía la tentación de llevarme aquel coño a la boca. La senté al borde del sofá, me arrodillé y con la ayuda de mis dos manos, abrí sus piernas de lado a lado. La visión era maravillosa. Comencé a lamer suave los labios, olía fantásticamente bien, me atraía. No podía escapar, me lo comí disfrutando de cada pedacito mientras Carla, gemía, no se cortaba. Por suerte, la música camuflaba los sonidos que emitía mi amiga.

Se estremecía en mi boca, me agarraba el pelo y lo estrujaba. Me miraba embobada como le estaba comiendo el coño. Y antes de correrse, me sacó del edén, del maravilloso bocado que me tenía hechizado. Pasó su mano por mi boca, metió un dedo, recogió mi saliva mezclada con sus flujos y se lo llevó a su boca. Justo después, volvió a dejarme disfrutar de su raja, mis movimientos eran más frenéticos, notaba como tarde o temprano acabaría corriéndose en mi boca. Tardó pocos segundos en correrse, estremeciendo todo su cuerpo mientras mi boca seguía pegada a ella.

Me levantó y me empujó al sofá. De un solo golpe, al sentarse encima de mí, frente a frente y sin dejar de besarme, mi polla entró en su raja. No me estaba follando bruscamente, estaba frotándose en mí con la polla dentro. Sus manos agarraban mi cuello, como si no quisiera dejarme ir, presionándome contra su boca.

La situación, el morbo… estaba siendo indescriptible. Mi mente se imaginaba a Gerard con mi novia, mientras yo disfrutaba de la suya novia o ella de mi… No pude resistir más, mis ganas de llenarla de mi brotaron con muchísima intensidad, tuve un orgasmo feroz dejando toda mi leche dentro de ella.

No dejo de moverse hasta mi último espasmo producido por el orgasmo que me había regalado… me besaba de manera tierna, parecía que quisiese guardar el momento para siempre, por si aquello no volviese a suceder…

Los astros de alinearon, justo al despegarse de mí y bajarse la falda. Escuchamos regresar a Gerard por el pasillo, llegó solo. Anna, en la ducha.